Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Secrets and lies por Rainy_raven

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo: Disclaimer: Los personajes de Fullmetal Alchemist no me pertenecen, toda esta historia no seria posible sin el genio Hiromu Arakawa. Este Fic tiene contenido Slash  M/M (es decir relaciones amorosas/sexuales entre dos hombres). Homofóbicos por favor retirarse de aquí.
Nota especial: Este es mi segundo fanfic y es la primera vez que hago un Elricest, así que no se como vaya a quedar, tan solo espero hacer algo bueno y que guste. Si quieren hacerme un lindo favor, dejen un review con sus opiniones. Gracias.
Nota mega especial de hoy: Este capitulo va con cariño para Garnet Princess, con motivo de su lindo y tierno cumpleaños. ¿Cuántos años son, querida? =)… Espero le guste esto, lo hice con dedicación. Bye!
Chapter 01: Un nuevo hogar.


El chico miraba por la ventana con curiosidad, pasando frente a él se encontraba un pueblito de pintorescas construcciones.

Estaba tranquilo dentro de un auto negro que daba saltitos junto a su padre, de nombre Hohenheim.

-          Papá… ¿falta poco?
-          Sí, Al, sólo unos minutos más.

Y así fue, poco después, el carro se detuvo frente a una linda casa de un piso con un frondoso jardín.

El sector era algo campestre, y no había nadie en las calles esa fresca tarde de verano. Hohenheim se bajó del auto y le encargó a los hombres que iban en el camión que los seguía desde que salieron de su casa anterior que bajaran las cosas para empezar a acomodarlas en la nueva.

Padre e hijo caminaron por un caminito de ladrillos a la puerta de la casa y con sonrisa triunfal el hombre abrió la puerta con su platinada llave.

La casa tenía varias habitaciones, no muy grandes y no muy pequeñas, paredes algo pálidas y una linda vista al campo.

-          Hijo, ¿te gusta? – Preguntó el hombre mientras los dos entraban. El chico empezó a correr por las habitaciones sonriendo.
-          ¡Me encanta, papá! - Rió el chico abriendo la puerta de un cuarto con paredes color cielo y un par de ventanas. - ¿Puede ser ésta la mía?
-          Sí, escoge la que quieras. – Sonrió su padre y lo llevó a recorrer toda la casa, pero Alphonse quería la que había visto antes. – Está bien, le diré a los muchachos que traigan tus cosas acá.
-          Oki doki. – Sonrió el chico y salió raudo a ver el patio de la casa.

Era grande y tenía muchos árboles y demaces plantas. Estaba definido por una cerca pobremente elaborada, así que podía ver el patio de sus dos vecinos.

-          Me pregunto si habrá alguien de mi edad por aquí. – Pensaba el chico de ojos dorados mirando hacía la casa contigua a la suya. Era bastante similar, pero parecía ser más grande, y el jardín estaba repleto de flores y arbustos. – Que lindo… le diré a papá que plantemos flores… Mmmh, mejor no, seguramente me dirá que eso es de niñitas.

Contempló la casa sonriendo graciosamente, de repente notó que había alguien en la ventana. Parecía ser un chico rubio se mirada intensa. Cuando el chico lo vio, este sonrió rápidamente y desapareció raudamente.

-          ¿Adónde se habrá ido? – Preguntaba Alphonse.

Y en la otra casa el chico de cabello rubio que Al acababa de ver, trotaba por los pasillos de la casa llamando a su madre.

-          ¡Mamá!  ¡Mamá!... – Sonreía el niño. – ¡Llegaron! Acabo de ver a un niño en el jardín de al lado.
-          ¿Sí? Oh, qué maravilla, vamos a saludarlos, cariño. – Respondió la mujer con aire tierno y dulce.

Madre e hijo salieron por la puerta de su casa y caminaron hasta la casa que estaba siendo ocupada, esquivaron a los hombres que acarreaban cajas y muebles con expresión cansada y entonces la mujer, de nombre Trisha, tocó a la puerta.

Hohenheim salió a la puerta y al ver a la mujer se rió sonoramente y la abrazó con una enorme sonrisa en la cara.

-          ¡Trisha! ¡Creí que nunca vendrías a saludar! – La mujer se reía en sus brazos; por fin veía a su viejo amigo de infancia.
-          ¡Hombre! ¡Te estuvimos esperando días! – La mujer se liberó de su agarre riendo y le presentó el pequeño al hombre. – Hohenheim, este es Edward…
-          ¡Edward! Tu madre me ha hablado un montón sobre ti. – El hombre estrechó la mano del chico sonriendo abierta y sinceramente. – Encantado de conocerte, soy Hohenheim.
-          Hola, Bienvenido a Resembool… - Sonrió el chico de vuelta. – Usted tiene un hijo, ¿no es cierto? ¿Dónde está él?
-          ¡Ah sí!…  Alphonse… - El hombre se giró un poco y elevó la voz llamando al chico. – ¡Al! ¡Los vecinos vinieron a saludarnos!

El muchacho, que estaba recogiendo frutos de un arbusto, escuchó el llamado y entró a la casa corriendo.

-          Hola, mi nombre es Alphonse Elric. – El  niño saludó con una inclinación. Luego miró a Edward, y tuvo la sensación de conocerlo que antes, algo extraño se revolvió en su estomago.
-          ¡Hola! Yo soy Edward. Puedes llamarme Ed. – El chico le tendió la mano y se saludaron, Al sintió algo de nerviosismo al saludar a Edward… algo extraño le pasaba.
-          Tú… tú puedes llamarme Al.
-          Ok, Al- Respondió el rubio.
-          Bien muchachos, ¿porqué no van a jugar por ahí, mientras se realiza la mudanza? – Intervino Hohenheim.

Los niños asintieron y Ed se ofreció para mostrarle el pueblo a Alphonse. Así que lo guió por las distintas callejuelas de tierra.

-          ¿Y cuántos años tienes? – Preguntó Edward mientras estaban sentados en la ribera del río.
-          9 ¿y tú? – Alphonse miraba al chico con expresión curiosa, creía que nunca había conocido a alguien tan llamativo y simpático como él.
-          Soy algo mayor, tengo 11. – Respondió Ed lanzando una piedra al río para que rebotara en la superficie un par de veces. – ¿Y en dónde vivían antes?
-          En Central… Es una gran ciudad.
-          ¡Oh, vaya!, yo nunca he estado allí… ¿es bonita?
-          Sí, bastante… es algo ruidosa, pero está bien.

Ed le pidió Alphonse que le contara más de Central, de su gente y la tecnología que había allí… Y así el menor de los dos tuvo que empezar a relatar cuanto conocía de Central.

-          ¿Y hay alquimia? – Preguntó aun más entusiasmado el chico.
-          ¡Sí! Los alquimistas estatales, son los mejores que he visto, pero mi papá no se queda atrás. – Sonrió orgulloso el Alphonse.
-          ¿Tú padre es alquimista? – Edward se sorprendió ante la afirmación del castaño.
-          Sí, tiene una enorme biblioteca llena de libros sobre alquimia.
Edward abrió sus ojos emocionado; la alquimia era algo que le llamaba la atención a sobre manera.
-          ¿En serio?
-          Sí, si quieres podemos ir a verlos…

Ambos sonrieron y caminaron a la casa de Aru. Pero Ed comenzó a trotar pidiéndole que se apresuraran.

A los pocos minutos ya estaban de vuelta en casa del menor. Jadeando por la carrera. El dueño de casa fue dónde su padre y le pidió las lleves de la biblioteca.
Ambos corrieron para entrar a una gran habitación que adentro tenía varios estantes rebosantes de libros, un escritorio, algunos mapas grandes y afiches con esquemas explicativos colgando de las paredes.

-          Woooow. – Dijo atónito Edward mirando a su alrededor. - ¿y ya instalaron todo esto?
-          Supongo que papá le dio toda la importancia a esta habitación. Le encanta leer, y más si es sobre alquimia.
Edward caminó hacia un estante; tomó un libro y lo abrió.
-          Se ve complicado. – El rubio contemplaba el libro lleno de esquemas y términos avanzados de alquimia.
-          Puedo pedirle a mi papá que nos enseñe… y mi me dice que aun soy muy joven para aprender, pero si le pedimos los dos juntos puede que diga que sí. – Ofreció Aru mirando el libro.
-          ¿Podrías? – Preguntó Ed mirando a Alphonse lleno de ilusión.
-          Sí, supongo… - Respondió el castaño.
-          ¡Eso es genial! – Ed sonrió lleno de júbilo y abrazó a Alphonse estrechadamente.
-          Que… bueno que te guste la idea. – Trataba de responder Aru, tartamudeaba y su corazón latía tan rápido que creyó que se le iba a salir del pecho: “¿Qué me pasa?” se preguntaba.
-          Pero creo que es muy pronto, uds. deben organizar su casa… - Ed se separó de Al y  tomó su mentón con su mano en expresión de meditación. – ¡Tengo una idea! Yo les ayudaré con la mudanza.

Aru le agradeció pero creía que se estaría aprovechando de él si aceptaba, sin embargo Ed insistió enérgicamente; él quería ayudar.

-          Además, así podremos pasar el rato juntos. – Ed rió cerrando sus dorados ojos. Aru sonrió también, le gustaba mucho esa sonrisa. – Quiero ser tu amigo Al.
-          ¿Amigo? – Aru estaba sorprendido, la mayoría de los niños de su edad no gustaban de su compañía, decían que era raro por tener un padre alquimista y se burlaban de él por ser pequeño y tímido. – Yo… yo también.

Ed sonrió haciendo que sus ojos se entrecerraran, Aru le caía muy bien, era un chico interesante, iba a ser muy divertido aprender alquimia junto a él.

-          Entonces… ¿amigos? – Ed extendió su mano para recibir una respuesta de Al.
-          Yo… está bien. – Al sonrió tímidamente y tomó la mano de Ed cómo sellando un trato. El contacto con la piel de Ed hizo que una corriente eléctrica lo recorriera y rápidamente se sonrojó.
-          ¿Al? ¿Pasa algo? Estás rojo… - Ed se acercó al castaño haciendo que este se sonrojara aun más.
-          Yo… no lo sé, Ed. – Al bajó la cabeza. ¡¿Qué demonios le sucedía?! ¿Por qué se ponía así al estar cerca de Edward? No podía comprenderlo.
-          Puede que tengas fiebre… ve a descansar y yo ayudo a tu papá con la mudanza. ¿ok? Nos vemos.

Ed salió rápidamente de la habitación despidiéndose de Al con un gesto de la mano. El castaño estaba consternado… no podía entender qué era lo que le pasaba.

Por el momento decidió dejarlo así, quizás el largo viaje le había hecho mal. De hecho, tenía sueño; fue a la que desde ahora sería su habitación; estaba junto a la de su padre, y se acostó sobre la cama que aun no tenía su las sábanas puestas. Sin más se durmió.

Al otro día Ed no fue a visitarlo, y cómo amaneció algo resfriado por haber dormido sin cubrirse, Hohenheim no le dio permiso para salir. Pero sí recibió visita; conoció a una chica de nombre Winry, que vivía en frente.

Ella era realmente amistosa y atractiva, tenía 9 años al igual de Al y tenía unos preciosos ojos celestes que brillaban de forma especial cuando sonreía.

Pero Al se sentía incómodo; la chica se acercaba mucho a él y sonreía íntimamente. No sabía como relacionarse con las niñas; eso estaba claro.

Conversaron mientras Al descansaba en su cama que ahora sí tenía las cubiertas y la niña lo interrogó preguntando cómo era la ciudad dónde vivía antes. Ella se quedó hasta entrada la tarde.

-          Winry-kun… - La llamó el padre de Al. – Tu mamá vino por ti.
-          Ohhh, es una lástima. – Respondió ella mirando al suelo tristemente. – Bueno Alphonse-chan, parece que ya me voy…

En un rápido movimiento Winry abrazó a Alphonse sonriendo. Pero a él no le gustó este gesto, se sintió muy incómodo, y lo fue más cuando vio la sonrisa de orgullo masculino de su padre; su mirada decía: “así me gusta, mi hijo es todo un casanova”. No pudo evitar sonrojarse.

-          Que te vaya bien, Winry-kun. – Dijo él mirando nervioso hacía abajo.
-          A ti igual, Alphonse-chan. – Respondió ella mientras salía por la puerta.

Ya era casi de noche, así que sólo se volteó en la cama decidido a dormirse sin darle las buenas noches a su padre. Pero no pudo hacerlo, estaba inquieto.

Pensaba en Ed y cómo le gustaba su compañía; lo conocía desde hace sólo un día pero estaba realmente feliz que alguien tan genial cómo él quisiese ser su amigo. Pensó también en la forma que se había sentido con sus contactos: “No estoy muy acostumbrado a que me abracen, papá nunca lo hace” deducía el  chico: “Pero el abrazo de Winry fue diferente… No se sintió para nada bien”… Al no lo comprendía.

Estuvo en eso varias horas hasta que se cansó y se paró para ir a la habitación de su papá.

Se paró junto a su cama y se quedó quieto escuchando sus suaves ronquidos: “¿no sé enojará silo despierto?”… Al no lo pensó mayormente y con sus pequeñas manos movió el hombro de su papá intentando despertarlo.

-          Papá, papá… - Lo llamaba suavemente.
-          ¿No puedes dormir, hijo? – Dijo Hohenheim abriendo un poco sus ojos.
-          No… yo… estaba pensando…
-          ¿En qué, Al? – Preguntó el hombre irguiéndose un poco y tratando de sonreír no tan soñolientamente.
-          ¿Qué sucede si… - Al no sabía cómo decirlo y se puso nervioso. – ¿Qué sucede si cuando alguien te toca o te abraza tú comienzas a ponerte muy nervioso, tu corazón late rápido y te sonrojas?
-          Mmmm, bueno… - El hombre alzó al pequeño y lo sentó en sus piernas. - ¿Y sientes algo extraño en tu estómago? Algo extraño pero que de todas formas se siente bien.
-          Sí… creo…
-          Bien, entonces… - Hohenheim le sonrió con ternura a su hijo y acarició su cabeza lentamente. – Supongo que significa que esa persona te gusta.
-          ¿En serio? - Alphonse miró atónito a su padre…
-          Sí, eso es lo que creo.
-          Oh, está bien… - El corazón de Alphonse dio un vuelco… Se bajó de la cama y se devolvió a su habitación. – Buenas noches, papá.

Cerró la puerta tras de sí: “Esto no puede ser… ¿esto significa… que…?”
Se quedó parado mirando al oscuro vacío sin saber que pensar, muchas cosas se pasaban por su mente.

-          Pero esto no puede ser… - Al sintió ganas de llorar. – Papá dice que a los hombres le gustan las mujeres… No…no… no puede gustarme Ed…

El pequeño se sentó en el piso y lloró silenciosamente.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).