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Escape de Chechenia... Yuri on Ice por konohanauzumaki

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Tras un viaje de casi cinco horas en avión, el grupo llegó a Grozni, capital de Chechenia, para ir a hacer su check-in en el hotel, y salir por la tarde a pasear y empezar a conocer. Soltaron sus cosas en las habitaciones y cambiándose, tomaron cámaras, dinero y salieron a la aventura.

En el camino podían ver algunas edificaciones y en el caso de Viktor y Yuuri, eran buenos momentos para demostrarse su amor. Yuri, a cambio, intentaba no ponerles mucha atención, en una mezcla entre su desilusión por la ausencia de Otabek y emoción por poder verlo en próximos días.

 

Pero mientras el grupo paseaba animadamente, y el amor entre la pareja salía en alguna esquina, aparador o sitio histórico, y el rubio tenía que tomarles fotos (obligado por Viktor, a cambio de elaborarle una nueva rutina), poco y nada notaban el ambiente al rededor con esos hechos.

Y es que, mientras que la pareja no dudaba en caminar de la mano, abrazarse o besarse de repente, las personas, con mirada severa, los veían desaprobando el hecho, y susurrando acusadoramente al respecto, causando un descontento casi general.

Pero, nuestros patinadores, notaban todo menos eso...

Así, llegando la noche, los tres decidieron cenar en un lujoso restaurante, con vista a un lago artificial. En la mesa, con Yurio tomando fotos del lugar y de él, y los tortolitos abrazados, llegó el mesero a tomarles la orden, serio y reservado al mirar a su frente esa escena romántica... y gay.

Ordenando sus platos, el mesero partió, sin embargo, Yuri notó algo de disgusto que no le agradó.
—¿No sienten que ese tipo estaba como enojado?
—Yuri, no porque tú siempre estés enojado, significa que todos lo estén. Relájate, ya pronto iremos a ver a tu Otabek —contestó el de cabello gris, impactando al más joven.
—¿Qué estás diciendo? —reclamó Plisetsky, rojo y con su enojo habitual.
—Yurio, Viktor solo decía que... —terció el moreno, al darse cuenta, cuando un hombre de traje llegó a su mesa.
—Buenas noches. Les agradecemos su presencia en nuestro restaurante, pero queremos decirles que no aceptamos esas muestras de amor en este sitio. Por lo tanto, les pedimos se limiten a hacerlas, ya que nuestros comensales y el lugar no lo ven con agrado —les dijo, con una falsa sonrisa y su reluciente placa de gerente.

La sangre de Viktor hervía, al tiempo que Yuuri Lucía desconcertado, pero fue Yuri quién terció la situación, con su modo rebelde.
—Vámonos de esta pocilga. Andando.
Viktor y Yuuri se pararon de golpe, con el de cabellos grises tomando de la mano a su pareja, y saliendo, el otro ruso escupiendo a la puerta del lugar.

 

Tomando el primer taxi al pasar, subieron y en la parte trasera quedándose la pareja, el rubio como copiloto podía ver por su espejo retrovisor como Katsuki se recargaba en el pecho de su pareja, triste, mientras que el ex campeón mundial le abrazaba. 
El camino al hotel fue silencioso, cubierto de una ligera lluvia nocturna. Había sentimientos encontrados en los tres, entre tristeza, dolor y frustración en unos y enojo en otro. 
Al arribar a sus habitaciones, Yuuri entró primero y, antes de hacerlo a la suya, Viktor le dijo al hada, quién hacía abría la suya.
—Gracias por lo de hace rato Yuri.
—Ve con el Katsudon mejor —contestó el de ojos verdes, entrando en su pieza, haciendo lo propio Nikiforov.

Al llegar Viktor con Yuuri, viéndolo sentando en la cama, lentamente se acercó a sentarse a su lado, mirándolo triste y apagado.
—Lamento que hayas tenido que escuchar eso Yuuri.
—No es tu culpa Viktor. Es normal que nos encontremos con gente así, de hecho, no había pasado pero era cuestión de tiempo —contestó el de ébanos cabellos, recargándose en el hombro izquierdo de su pareja.
—Yuuri, yo... —agregó Viktor, conmovido al mirar el dulce rostro herido de su amor.
—No pasa nada, mientras estemos juntos.
—Yuuri, quiero que sepas que, sí bien no puedo evitar la sevicia de las personas, o que digan cosas de esta clase, que nos señalen o critiquen, si puedo demostrarle al mundo día a día que te amo y que eres lo más valioso que tengo. Y por eso, sin importar que pase, quiero que sepas que te protegeré y protegeré este amor por ti siempre —confirió Nikiforov, haciendo llorar de sentimientos a Katsuki, con lo que cerraron esas palabras con un beso apasionado y lleno de amor.
—Tú puedes esperar lo mismo de mí por ti Viktor, siempre, donde esté, como esté, por ti.

    

Y mientras en esa habitación se sellaba dicha promesa entre sábanas, sudor, jadeos y amor al más puro estilo, en la de al lado, acostado en intentando dormir, Yuri miraba el techo de la habitación pensando en lo sucedido, molesto y hasta preocupado.
—Jamás me imaginé que algo así podría pasar. Maldita gente. Aunque era obvio, es algo demasiado cruel... Y pensar en que Otabek pudiera pensar así, si le digo, eso...

Y así, el primer día en Chechenia había terminado, aunque no era más que el inicio de todo.

Al otro día, tras ir a pasear por la mañana y desayunar, el grupo parecía normal en su andanza y sin mayores contratiempos, dejando atrás el sinsabor del día anterior, pero, reticentes a las actitudes de las personas ahora, sobre todo, al estar más perceptivos a esto y darse cuenta que, era más la gente que hacía lo mismo: mirarlos mal.

Las vacaciones se habían transformado en algo ya no tan grato. Y, comiendo algo rápido, el tema de mesa era ese.
—Creo que en esta región hay mucha gente homofóbica —comentó Yuri, demostrando que no le afectaba la situación.
—Deberíamos irnos ya a Kazajistán —sugirió el rubio, tomando una malteada de chocolate.
—Tienen razón. Vayamos al hotel y salgamos hoy mismo. Y démosle a Otabek una sorpresa mayor —terminó Viktor, animando a Yuri y ello animando a Yuuri.

Tomando un taxi, los tres llegaron al hotel.
—Hagan las maletas mientras hago las reservaciones.
—No hay mucho que empacar con nosotros Viktor.
—Ni conmigo —agregó el hada.
—Entonces será más rápido. Dejen marco. 
Los tres entraron a sus respectivas habitaciones. Las maletas quedaron listas, y cuando Viktor colgaba al teléfono, alguien llamó a su puerta.
—Yo voy —dijo el japonés, para abriendo, encontrarse con varios oficiales, y un hombre alto y de gabardina, todos de negro, bloqueando la entrada.
—¿Usted es el joven Yuuri Katsuki? —preguntó, serio y severo el sujeto. 
—Si, soy yo, ¿Por? —respondió, desconcertado, llegando a su lado Viktor.
—Nos tendrá que acompañar usted y su acompañante, el señor Viktor Nikiforov.
—¿Quién demonios es usted? —respondió Viktor, con un tono tan frío y rudo que antes jamás Yuuri le había oído.
—Quien soy es irrelevante, solo les digo que tendrán que acompañarnos. Están detenidos.
Ambos patinadores quedaron impactados, con el rostro del ruso enfadado y el del japonés aterrado.
—¿Y POR QUÉ ESTAMOS DETENIDOS? —cuestionó Nikiforov, furioso, a lo que el oficial respondió, casi burlándose.
—Por ser gays.

Continuará...

Notas finales:

Nota de la autora: Me cuesta un buen escribir estas historias, definitivo soy de cositas dulces, pero estos días me han venido muchas ideas para este fic -y también para uno Pliroy que pueden encontrar en mi perfil- así que hay mucho que seguir trabajando. Prometo no hacerlas llorar (tanto).


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