"Encarcelarlos por ser gays" era algo que escuchaba por primera vez Viktor. Y es que, si bien él había visto el trato a los gays en Rusia, jamás escuchó sobre algo así. De pronto, le pasaron por la cabeza muchas cosas, desde las demostraciones de odio que había llegado a ver en su ciudad de origen, hasta la hostilidad de la gente de Chechenia al respecto... pero de ahí a que fueran a encarcelarlos por ser gays, eso debía ser una jodida broma.
—Bromea, ¿no oficial?
—¿Le parece que vendría aquí a las ocho de la noche con algunos agentes armados si esto fuera una broma?
—Lo que me parece es que es un absurdo todo esto. Quiero saber en qué ley se está basando -contestó el de cabellos grises, mientras Yuuri se miraba pálido ante el hecho.
—Es una orden de Estado. Todos aquellos que sean gays serán detenidos y encarcelados. En Chechenia no hay gays, así que los que hay, deben de reformarse y pagar por trasgredir el orden natural. Ustedes son gays, y por eso, los llevaremos a prisión -contestó el agente, dejando helados a los dos patinadores.
En tanto, en su habitación, Yuri miraba sus bandejas de mensajes sin encontrar ninguno por parte de Otabek. Eso le irritaba y le angustiaba a la vez. Sabía que el kazajo era un joven ocupado, pero con todo lo que había pasado, no sabía si era mera casualidad o reflejo de que algo andaba mal.
—¿Por qué no me contestas Beka? —se decía en voz alta, cuando escuchó ruido en el pasillo, y voces que le eran conocidas. Corriendo, soltó el celular en la cama sin ver que este caía y rodaba bajo la cama, en el unísono de abrir la puerta y ver la escena de oficiales, el sujeto increpando a Viktor, y el espanto en el rostro de Yuuri.
-Les sugiero no armen mayor escándalo. Andando -dijo el sujeto, y dos de los policías tomaron a Katsuki por los brazos, inmovilizándolo.
- ¡Esperen! -gritó Yuuri.
- ¡Déjenlo! -gritó Viktor, abalanzándose sobre los tipos, pero otros de ellos lo detuvieron en el forcejeo, ante la mirada impávida del agente y lo aterrado de ambos patinadores.
- ¡Déjenlos ya! -terció el hada rusa, furioso al ver la escena y lanzándose a los guardias.
Todo se había desatado sin redención. Todo fue rápido y preciso. Todo...
Viktor y Yuuri quedaron inmovilizados por los oficiales, mientras que Yuri era golpeado al tiempo en el estómago por el agente, tan fuerte que quedó sin aire, arrodillado en el suelo.
—¡Yuri! —gritó la pareja al mismo tiempo, sin poder hacer más que ver al rubio doliéndose en el suelo.
—Tú debes ser el joven que nuestros reportes mencionaban. Interesante —dijo el agente, mirando el rostro de dolor y furia de Plisetsky—. Espero que esto te sirva para respetar a las autoridades y para no convertirte en un monstruo como ellos.
—Váyase a la mierda —contestó, poniéndose de pie—, y ahora, suelte a mis amigos.
—Yuri, entra a tu cuarto ¡AHORA! —pidió Nikiforov, con un rostro tan enardecido como jamás antes ninguno de los Yuris había visto.
—No Viktor, no me iré de aquí hasta que los dejen, no sé por qué están llevándoselos, pero no lo permitiré.
—Yuri, escucha a Viktor —pidió Katsuki, angustiado por el joven, aguantando las lágrimas.
—Debería escuchar a sus amigos, al final solo me los llevaré a ellos por ser anormales —secundó el agente, disfrutando la escena.
—¿Anormales? ¿a qué se refiere? —cuestionó el hada.
—A que son gays, y en este territorio no hay gays, así que irán presos. Los denunciaron por estas inmoralidades y fue fácil dar con este par de sodomitas, puesto que llaman mucho la atención. Así que no molestes más mocoso.
—¡No me joda con eso! —gritó el de ojos verdes, sin importarle lo demás— el que ellos sean gays no es ninguna inmoralidad como usted dice. Ellos se aman, no diga esas estupideces de que...
—¿Entonces defiendes a este par de homosexuales? —recriminó el agente, molestándote ante la actitud retadora del ruso.
—Yuri, vete a tu habitación y no digas más, ¡es una orden! —exigió Viktor, intentando soltarse de sus custodios.
—No Viktor, esto es una estupidez. Ser gay no es algo malo, y mucho menos por eso tiene que llevárselos a prisión. No voy a permitirlo.
—Yuri, vete por favor —rogó el japonés, sabiendo que esa actitud del joven solo acarrearía más problemas.
—¿No vas a permitir que me los lleve? Eres muy curioso —agregó en burla el agente, tomando sus mejillas en sus manos, apretándolo con rudeza—. A qué te gustaría que te llevara a prisión también, ¿Verdad?
—Ya llévenos a nosotros. Es un niñato, no sabe lo que dice —pidió el otro ruso, a sabiendas de la gravedad de la situación.
—Es un malcriado, pero por desgracia no por eso me lo puedo llevar. Tendría que ser gay para que lo hiciera —contestó el checheno, soltando al campeón mundial, y moviendo la cabeza para que los agentes avanzaran, llevando consigo a la pareja, cuando, al dar unos pasos, el rubio gritó.
—O tendría que ser un imbécil para no darse cuenta y llevarme.
—¿Qué? —expresó el hombre, volteando a ver a Plisetsky, al unísono de que los rostros impactados de sus compañeros, se desencajaban.
—Yo también soy gay, pedazo de mierda —contestó Yuri, escupiendo al piso.
El agente dio media vuelta, llegando al retador Yuri, para darle un golpe seco en el estómago, y otro en la nuca, cayendo al instante inconsciente el joven, a sus brazos.
—¡Yuri! —gritaron los patinadores al mismo tiempo, mientras el agente cargaba a su hombro el cuerpo sin movimiento de Plisetsky, avanzando para irse.
——Vámonos —terminó, y mientras bajaban por las escaleras, Viktor y Yuuri solo gritaban a Yurio, en el impacto que todo el suceso les causaba, y el desconocer si el rubio estaba bien.
Así, llegando a un camión grande con el remolque cerrado y sin ventanas, fueron esposados los tres y aventados al interior, sitio oscuro y frío desde donde solo se colaba la luz exterior por la ventana puesta a espaldas del piloto y copiloto, empezando así la pesadilla rumbo a su destino real dentro de sus tan esperadas vacaciones en Chechenia...
Continuará...