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When the bud blossoms, spring will come again. por NamuHee

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When the bud blossoms, spring will come again.


 


Capítulo Único.


Había estado esperando por un momento, alguna señal que le dijera que no estaba haciendo nada en vano.


—Mucho gusto, soy Kim Sunggyu.


Cuando la casualidad simplemente se dio y el destino le sonrió.


.


Llegó con un toque aterciopelado, con el esplendor de una flor que nace en primavera.


.


Su nombre era Nam Woohyun y por mucho tiempo había estado en busca de ese alguien que recordaba en sueños.


Un adorable muchacho de cabellera color caramelo y expresivos, aunque diminutos, ojos.


Aquellos ojos que cada vez que culminaba un sueño le miraban con la misma inquietud, rojos y llenos de lágrimas.


Y una sola frase, que escuchaba en su propia voz pero parecía como si en realidad nunca la hubiese dicho.


“Esta no es la felicidad que querías.”


.


El hombre, Kim Sunggyu, estrechó su mano mientras le regalaba una amable sonrisa, bastante propia de una persona como lo era aquél. No pudo evitar sentirse repentinamente nervioso frente a aquella aparición. Dulce néctar de la vida, era como si no hubiese cambiado absolutamente nada.


Devolvió la sonrisa seguida de un apretón, mirando como éste se alejaba. Se encontró embobado, completamente quieto inmerso en sus pensamientos mientras observaba con ojos soñadores la espalda del hombre.


Por fin nos volvimos a encontrar, Sunggyu. Se dijo a sí mismo, atrancando aquellas palabras en su garganta pues resultaba innecesario decirlo.


.


.


 


.


.


 


Nam Woohyun se había convertido en un exitoso músico; teniendo en cuenta siempre ese pequeño rayo de esperanza, pensaba que su historia se habría de repetir, pero en esos sueños parecía estar en otra época, algo menos moderno, pero muy modesta a su parecer, además de poseer cierto prestigio debido a la familia de la cual provenía.


Su finalidad era encontrarlo, a su amado, aquél del que estaba seguro murió en brazos. Tenebrosas pesadillas y recuerdos le acosaban por las noches, sintiendo al levantarse cómo todo se aglomeraba en su pecho, provocándole un dolor profundo y hasta cierto punto sin sentido.


Y así, había estado negándose a dar clases, ser tutor simplemente no era su estilo, pero aquella encantadora dama logró convencerlo, y quién sabe, pensó, tal vez por alguna coincidencia, él, Sunggyu, aparecería; y voila, ahí estaba, tan dulce como lo recordaba, un poco más delicado, muy serio a simple vista, y para la desgracia del músico, “felizmente” casado con la dama de aspecto inocente, quien parecía presumir su sortija cada vez que hacía un gesto con las manos.


Se regocijó hasta cierto punto, luego sintió todo su ser desvanecerse, qué pasaría ahora. Podría moverse, conquistarle, aunque no estaba seguro de cómo resultaría todo. Aunque daba algo por hecho, las clases serían su manera de acercarse, interactuar, volver a conocerlo.


Volver a enamorarlo.


.


Tengo un único deseo.


.


 


 


.


.


 


 


 


—Le pido que modere su distancia.


Fue lo que le dijo en alguna ocasión.


¿Moderar la distancia?


Se encontraba con el mayor en el pequeño salón de su hogar. Woohyun sostenía las partituras con ambas manos observando con una ceja alzada al hombre que yacía a unos cuantos pasos de su persona. La seriedad del castaño se hacía notar por aquel porte rígido y su barbilla alzada. El menor atinó a asentir no muy seguro, recibiendo un bufido satisfecho del hombre.


—Iré por Junhee.


Y tras esas palabras desapareció de la habitación con pasos rápidos y ligeros. Woohyun se acomodó, entonces, en el banquillo del piano y soltó un suspiro con pesadez. Todo se volvía más difícil.


¿Por qué era así?


Las palabras se quedaban estancadas en su boca cada que tenía la oportunidad de hablar libremente con el hombre sin que su mujer estuviera cerca. Fueron un sinfín de oportunidades que había estado teniendo y ninguna la había aprovechado como realmente le hubiera gustado.


¿Qué le pasaba?


Era como si el mayor ejerciera una presión imponente en su ser, inhabilitándolo para entablar conversación, y que se mantuviera callado era tan sorprendente. Inclusive con la dama del hombre era un parlanchín, comentaba, reía, hubo alguna vez que insultó y masculló, pero aquella delicada mujer no le impedía hablar. Siempre era la presencia del hombre.


Era su Sunggyu y a la vez no, hasta cierto punto estaba preocupado del desarrollo de los hechos.


Pero aun así era optimista, todo saldría bien. Debía de.


Se encontraba en medio de sus cavilaciones mientras miraba seriamente las teclas del piano con el ceño levemente fruncido, cuando apareció la pequeña dama sonriente, saludándole con aquella delicada voz tan propia. Sonrió con simpleza llevando la mirada hacia el umbral del salón encontrándose con la seria figura del castaño. Tragó saliva con dificultad y se levantó del banquillo bajo la confundida mirada de la dama.


—¿No te sentarás? —dijo ella una vez ya estaba en su sitio, pues normalmente acostumbraba a que el instructor compartiera el banquillo con ella. Woohyun frunció los labios notando el dulce y tierno tonó que la mujer había utilizado, normalmente le hablaba de esa manera a Sunggyu, llegando a fastidiarle ligeramente. Negó suavemente.


Eso era otra cosa, que se trataban de “tu” con tanta comodidad, tal vez era por eso que el castaño le había advertido. Sintió un escozor en el pecho al saber que el hombre parecía verdaderamente enamorado de la dama.


Se aclaró la garganta para dar una pequeña respuesta a la expectativa expresión de la mujer.


—Ésta vez no, no sirve de nada si yo soy quien toca la mayor parte de las notas. Es bueno que puedas comenzar por ti misma, para saber si las clases están dando resultado —dijo casi con rapidez haciendo que la dama le mirara con asombro.


—Oh, tienes razón —fue la pequeña respuesta que recibió con una sonrisa. La dama posó su mirada en el piano, esperando que no fuere difícil tocar la pieza por sí sola. El azabache observaba de reojo hacia el umbral, sabiendo que Sunggyu se encontraba todavía ahí. Todo se complicaba. Cómo lograr lo imposible.


 


.


.


 


Hubo una ocasión en la que se encontró nuevamente solo en la habitación junto con el castaño, después de lo que le pareció una eternidad pudo desarrollar un poco de confianza para con él y viceversa. Fueron pequeños los minutos que se encontró hablando como un caballero hasta que salió un tema en el cual no pudo dejar salir alguno que otro improperio, fue demasiado tarde cuando se dio cuenta de su infortunio, pero nada de eso, el castaño se echó a reír.


—Es demasiado espontáneo —le dijo con una amplia sonrisa mientras trataba de aplacar las ganas de carcajearse sin más. Woohyun le miraba con las mejillas levemente teñidas de un color rosado. Esa risa, la recordaba de sus sueños. Definitivamente era el mismo. Tal vez al final no era algo imposible.


.


Quiero estar siempre a su lado.


.


Rio junto con él, sin poder evitarlo, se sentía nuevamente como en casa. Aquella donde pertenecía, y el castaño solía esperarle. Para cuando la dama regresó, las pequeñas sonrisas cómplices se hicieron presentes.


Solía despedirse después de varias horas, con la dama dándole un beso en la mejilla de despedida y el castaño, cuya hostilidad había disminuido, daba una pequeña palmada en su hombro.


 


Llegó un momento en el cual les observaba interactuar, él y ella, ella y él, y no había forma de que pudiese romper con aquello. El castaño solía ser tan dulce con la mujer, y ella siempre regalaba sonrisas encantadoras siendo producto de las atenciones del otro. Él sonreía de una manera que creyó haberla visto muy fugazmente pero que estaba presente.


Entonces se dijo que no importaba lo que pasara, se mantendría a su lado, como su fiel amigo. 


.


Esa es mi felicidad.


.


Pero  siempre está la necesidad de saciar su felicidad, lograr su felicidad tan esperada.


.


En sus sueños siempre aparecía ese desgarrador llanto que le hacía reaccionar, respirando con agitación, mirando a todos lados en la habitación. Buscando respuestas, quería saber exactamente de dónde venía.


Era Sunggyu.


Siempre había sido Sunggyu.


Llorando, gimoteando con una tristeza tal que parecía romperle el corazón.


Qué tan difícil sería llegar a su felicidad.


.


Es una promesa que siempre quiero cumplir.


.


 


.


.


 


 


—Tú, siempre eres tú —le mencionó una vez observando fijamente las teclas del piano. Alzó la ceja y ladeó la cabeza. ¿A qué se refería? —He tenido muchos problemas últimamente. Yo, ya no sé si lo que tengo es amor… —suspiró pasándose las manos por el cabello, aumentando así la confusión en el azabache. Woohyun arrugó las hojas entre sus manos, esperando que todo se desenvolviera de una forma que fuera favorable.


El castaño le miró con una expresión que no pudo descifrar y su corazón latió desbocado.


—Estoy casado, y aun así… es como si viera tu rostro en mis sueños —le habló con una voz quebrada agachando la mirada y el azabache se mantuvo estático.


Observando perplejo al otro, con las palabras en la punta de la lengua, haciéndole imposible decir todo lo que quería. Jadeó boqueando en busca de aire antes de soltar las hojas, regándolas por el pulcro piso.


Sunggyu le miró, sorprendido de su acción, antes de que el azabache se acercara dando zancadas. Si bien las palabras parecían quedarse estancadas en su garganta, probablemente sus acciones podrían ayudarle a interpretar todo lo que sentía.


Alzó los brazos posando sus manos en el rostro del castaño, quien se mantuvo completamente quieto, no sabiendo cómo reaccionar. Rehuyó a su mirada antes de que se acercara muy lentamente para rozar sus labios con los contrarios. El mayor apretó los ojos con fuerza, conteniendo el aliento, aunque bien no hizo nada para separarse, lo que dejó algo afirmativo en el azabache.


Y entonces correspondió, con sus manos afirmándose con fuerza a las prendas de Woohyun, halando de la tela, acercándole con los brazos para que aquel contacto continuase.


 


Desde que habían empezado las sesiones con el azabache, había comenzado a tener estos sueños que terminaban en tragedia, todos y cada uno de ellos, ese rostro que le miraba con una sonrisa y su mirada siempre se apagaba en el momento. Sin importar cómo lo hacía, algunas veces había sangre, otras veces no, pero siempre moría, siempre presenciaba la muerte de esa persona.


Cuando se levantaba, su cuerpo temblaba por largas horas hasta que lograba controlarse, ni siquiera su esposa podía tranquilizarle. Tenía ese dolor en su pecho, como si nunca hubiese podido despedirse, le faltaba el aire y en su garganta un nudo se formaba.  


Entonces a esto se refería.


Esta era su alma gemela.


Una sensación de tranquilidad apareció en su persona mientras continuaba besando los labios del hombre, como si un peso de sus hombros se le hubiese sido removido.


¿Esto era lo que llamaban felicidad?


.


Pero cuando la promesa se está por cumplir, el botón florece ocultando consigo la muerte.


.


Pero poco sabían ellos que algo terrible llegaría a desatarse, silencioso y tan peligroso que nunca se pudo haber previsto, porque realmente nada está escrito. El destino ha de predecir todo lo que puede llegar a suceder, y lamentablemente el de ambos ya se encontraba marcado, desde mucho antes. Era algo que no podía evitarse.


Pero, ¿por qué a ellos?


 


 


 


 


Uno.


Dos.


Tres disparos se escucharon en la silenciosa calle, logrando llamar la atención de las personas en el, aparentemente, tranquilo vecindario.


Un grito y un sollozo.


Un desgarrador gemido de exclamación, la persona lastimando su garganta por la voz que había dejado salir con desespero.  


Pasos apresurados, las suelas del zapato haciendo que el agua en los charcos de la calle chapoteara sin ningún lugar. 


.


Una vez el botón florece, el retoño tiende a morir.


.


Y la historia volvía a repetirse, por una dolorosa vez más.


Creían que esa sería una noche como cualquier otra, otra noche en la cual se dedicaban dulces palabras de amor eterno, una noche más que compartirían en secreto, únicamente las paredes siendo testigos de aquel encuentro apasionado. Desconociendo al mundo, encerrándose en el propio, aquel donde no había problemas, donde nada molestaba, donde estaba todo en paz.


Desde hacía un tiempo que Sunggyu había aceptado, había aceptado esa relación fuera de los limites, una relación impura que rompía con todo aquello que había prometido frente al altar. Un tipo de relación que nunca sería aceptada, una relación que decepcionaría a cualquiera. El cariño por su esposa no se había ido, pero no era lo mismo.


Porque desde un principio nunca fue lo que él realmente quería. Incompleto y torpe se había sentido todo el tiempo hasta la llegada de Woohyun, quien había cambiado por completo la perspectiva que tenía del mundo.


Era su mundo.


Y Woohyun no podía estar más feliz con ello, siendo capaz de observar la felicidad en las facciones del castaño, era todo lo que podía desear, no importaba por qué tanto había pasado pues ahora podía observar su sueño verse cumplido. Estaba seguro de que podía lograr una vida completa a su lado.


Había sido siempre muy ingenuo y optimista.


Por lo tanto, no lo había visto venir.


 


El resoplido del cañón se había escuchado muy cercano y en menos de que se diera cuenta, se había desplomado en el suelo, el asfalto estaba terriblemente frío, y su garganta dolía, punzando en sus oídos. Le zumbaron, y supo que no había más por hacer cuando escuchó a la lejanía aquella voz que insistentemente le llamaba.


—Por favor, por favor… quédate conmigo, quédate —escuchó su voz de forma amortiguada mientras sus cálidas manos tocaban su rostro repetidas veces, rodeando su cuerpo con ambos brazos, meciéndose de un lado a otro, haciendo su mayor esfuerzo por mantener la sangre que lentamente corría de sus heridas. Su mirada estaba nublada y no podía enfocar más que las luces de las farolas en la calle.


Había estado lloviendo el día anterior, y el clima se había vuelto cada vez más gélido, con la neblina rondando por las calles, haciendo que aquella imagen pareciera salida de una película.


Le dolían las piernas y su respiración lentamente comenzaba a entrecortarse, haciéndole difícil el respirar, aunque pudo haber sido más fácil, si su garganta no le doliera tanto.


Había pasado tan rápido que se le había hecho imposible pronunciar palabra alguna. Se dedicó únicamente a recordar el calor que emanaba el otro, ese calor que le envolvía y era lo que probablemente aun le mantenía cuerdo. En su cabeza soltó una triste risa, hablándose mientras sentía el ajetreo a su alrededor. “Como lo siento” pensó, sintiéndose ligero, perdiendo la sensibilidad y la visión se obscurecía cada vez más.


Por más que imploraba, las personas no sabían qué era lo que podían hacer. Ayuda, era lo único que Sunggyu necesitaba, pero la reacción había llegado tan tarde que pudo sentir en el momento justo en el cual Woohyun suspiraba una última vez.


 


Cuando los paramédicos llegaron, Sunggyu se encontraba devastado, con Woohyun en sus brazos y las lágrimas corriendo irremediablemente por sus mejillas.


.


La flor siempre vuelve a nacer en primavera ¿cierto?


.


.


 


.


.


 


.


.


 


 


Un largo jadeo y bastó para despertarse agitado, con el sudor recorriéndole las sienes. El insistente sonido del despertador llegó hasta sus oídos logrando que hiciera una mueca hasta que logró estirarse a lo largo de la cama, rodando levemente hasta que de un manotazo había podido apagar el aparato que le había provocado tan temprano un dolor de cabeza.


Salió del departamento masajeándose la cabeza, soltando un largo quejido mientras andaba por lo largo del pasillo hasta llegar al elevador. Oprimió el botón que indicaba el bajar y alejó la mano de su cabeza, ocultando despreocupadamente las manos en los bolsillos de su pantalón mientras esperaba a que las puertas se abrieran. Movió una de sus piernas insistentemente hasta que las puertas se abrieron y pudo observar al hombre dentro, cuyo cabello color cereza destacaba.


—Buenos días, Woohyun, luces terrible —comentó el otro en cuanto le vio entrar, soltando una risita al apreciar al castaño rodar los ojos en cuanto se encontraba por completo dentro, colocándose a su lado.


—No dormí bien —fue lo único que comentó, un poco malhumorado por las punzadas que le daba en la cabeza, y con ello el pelirrojo no preguntó más, quedándose en silencio hasta llegar a la planta baja. —Ten un buen día, Sunggyu hyung —dijo cuándo había salido por las puertas del edificio, haciendo que el mencionado le regalara una sonrisa.


—Igualmente.


Fue la respuesta antes de dirigirse al auto que esperaba por él mientras el castaño observaba los movimientos con un leve deje de aburrimiento, manteniendo su porte tranquilo yendo a su propio auto.


—Esta vez tengo hacerlo bien.


.


La primavera ha de regresar.


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