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Melville vampirizado. por nezalxuchitl

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Notas del capitulo:

"... eran tan voluptuoso hundir los colmillos como la polla..."

Conforme el sol se acercaba al horizonte Melville sentia mas y mas ganas. Habia creido que estar en firmes durante prácticamente todo el tiempo que Andy estuvo en su campo visual era cosa de su belleza y de ser un Dundas. Que lo mucho que pensó y fantaseo en el asunto durante la mañana era porque lo tenia en mente, porque se le ofrecían.

Pero tuvo erecciones estando con Hen, ultimando los detalles del asunto. El asunto, era como se referia a su inminente triple desflore de turras, para acallar las incomodas recriminaciones que se hacia. La mejor habitación de huéspedes de su casa londinense seria el lugar, y hacia el condujo a la encantadora turrita, cuyo color de cabello, a la luz de las velas, ganaba riqueza.

Mas profundo y oscuro; se veía que estaba impresionada además de avergonzada. Melville mismo sentia vergüenza; creia que por eso le ardia el rostro y escuchaba sus propios latidos mas fuertes que sus pasos, por la mansión vacia. Por cabellerosidad, le hizo pasar adelante y subio detrás de ella las escaleras, nunca lo hubiera hecho: ese magnifico chunde, en primer plano a cada escalon. Una nalga, la otra. Una cadera, la otra; se la hubiera comido ahí mismo si hubiera vencido la fascinación que le producían.

Se detuvo al final de la escalera, pues no sabia hacia donde dirigirse, y Melville tuvo que agarrarlo y pasar muy pegado a el, para conducirlo luego de la mano al lecho, con el corazón latiéndole violentamente.

Hen lo habia dispuesto todo para que resultara calido y acogedor, pero a la vista de la cama, ya deshecha, con las sabanas apartadas en diagonal, invitantes, Domhnall se llevo las manos al rostro y trato de escapar.

Melville lo agarro con fiereza, en un segundo, clavándole los dedos y abriendo la boca para morder, consternándose a si mismo al caer en cuenta del hecho, que afortunadamente no habia sido percibido por Domhnall.

Aflojo los dedos y junto los labios. Todavia deseaba retenerlo contra su voluntad, se regodeaba en la certeza de que no saldría de ahí hasta haberse saciado con el. Pero pudo ser mas el mismo y le acaricio los cabellos.

-¿Va a pegarme? – susurro la turrita.

-No – Melville fruncio el ceño: ¿acaso se habia dado cuenta de que quiso morderlo? - ¿Por qué habria de hacerlo?

-Su hermano – lo miro con ojos temblorosos – dijo que tenia que sangrar.

-Pues si… - Melville sentia el calor, embargandolo – pero por… cuestiones del amor.    Al tomar tu flor. – añadió con todas sus letras al ver que la turra no entendia.

Domhnall se sonrojo, pero parecio aliviado.

-Entonces, ¿no va a azotarme, verdad?

Melville se irgio, indignado, y algo mas, que ganaba mas y mas mientras hablaba:

-¡Azotar a un oficial! ¡Nunca! ¿Pero como, quien…

-El capitán Pacino, cuando era guardiamarina – acababa de aprobar su examen de teniente - . Siempre nos disciplinaba duramente y a veces solo me decía que tenia que sangrar y… me azotaba con hilos muy finos o con varas muy delgadas hasta que sangraba y entonces… la embarraba y la lamia. ¿Va a lamerla, señor? ¿Señor?

 

 

Hen estaba que ardia. Tan impactado. ¿Iba a resultar que esa lindura ya no servia? Al Pacino era una turra vieja y cruel, que concervaba rastros de su antigua belleza, que no le habia otorgado a ningún seme, ni siquiera a su padre (por eso no habia sobresalido) por sus preferencias invertidas. Y ahora resultaba que tomaba a las pequeñas pollitas y les practicaba jueguitos sádicos.

Pego la oreja a la madera, aunque dejara de ver por un instante, para escuchar la respuesta de Domhnall a la pregunta de Melville de si alguna vez lo habia penetrado.

-Solo con dos dedos. – Dom estaba rojo como un tomate – Decia que un dedo no arruinaba la virginidad, pero a veces se entusiasmaba demasiado y usaba dos. Y me dolia.

Los hermanos Dundas procesaban a toda leche aquello; una turra, que le habia metido los dedos a otra, no menoscababa su virginidad: en cualquier otra situación, que no fuera de riesgo vampirico, lo habrían asegurado sin dudar al instante. En las presentes circunstancias, les llevo un poco mas decidirse.

-Lo siento.

¡Oh! Melville era tan tierno, consolando asi a la turra. El no estaba seguro de poder hacerlo, no después de haber oído una historia tan excitante. Era lindo con ella, acariciándole la mejilla, teniéndola abrazadita, solo abrazadita, aunque su bragueta estaba a punto de estallar.

-Lamento que hayas sido maltratado asi. Te prometo que conmigo será diferente.

-¿Todavia le sirvo, señor?

Y aunque no, pensaron los dos hermanos Dundas, separados por algunos metros y una falsa, preciosa, pared de madera.

-Claro que si.

-¡Oh! ¡Tenia tanta vergüenza de confesárselo, de perder su favor!

Podia ver que Melville temblaba, casi imperceptiblemente. El mismo apretaba los puños. Por esta vez, no le diría turra; si esa belleza abusada fuera para el, virgen a pesar de todo, todo lo que Pacino le habia hecho…

 

 

Melville no sabia que le pasaba. Estaba indignado, si, y también indignado porque se lo hubieran ganado; se imaginaba a si mismo haciendo todo lo que Pacino le habia hecho: azotes, lamidas, siguiendo esos caminitos de sangre por las generosas nalgas, hundiéndose entre ellas. Sentia rabia por no ser el primero en tocar su agujerito, en probar su sangre. La sentia, sentia que lo llamaba; sabia donde estaba las venas, hasta las que no podían verse debajo de esa marfilina piel.

Era una turra tan blanquita que se sonrojaba tanto, furiosamente coloreadas sus mejillas, la parte visible de su cuello. ¡Todo lo que le habían hecho y el ni siquiera la habia visto! Y era quien mas derecho tenia a ella.

Tironeo de su ropa, urgido por quitársela. Cuan malditamente engorroso era el uniforme, lo quería, quería verlo ya. Domhnall termino el beso, asustado, y el quiso pegarle. Lastimarlo, someterlo. Era terrible, pero quería hacerlo, y lo hacia. Lo ultimo al menos. La camisa se rasgo y el termino de convertirla en jirones, arrancándosela en su ansia por verlo, por tenerlo.

Era maravillosamente delgadito y blanco. No parecía tener ni un pelo fuera de la cabeza. Su pecho, no obstante, era el de una turra. Casi planito; dos curvitas, apenas perceptibles por la delgadez, eran inequívocas en la forma, con los pezoncitos bien ubicados para que una boca llegara a ellos luego de intentar abarcar todo el pecho. Daban ganas de comérselos, una y otra vez. Melvile no pudo evitar hacerlo siquiera un par de veces antes de seguir con su exploración.

Era difícil decir si tenia cintura o si solo era la ilusión creada por la cadera, la abundancia de la cadera. Los muslos también eran carnosos, se cerraban en V hacia las rodillas. Sus piernas volvían a ser demasiado delgadas, como su pecho, aunque la forma también estaba presente ahí. Y eran largas, interminables. Era una turra casi tan alta como el, y mas delgada, salvo en la cadera.

De frente, esta era oronda, con unos adornitos inigualables justo en medio de las piernas. Lo excitaba mucho que tuviera polla. Se la agarro, la sobo, sintió la sangre correr dentro, erectandola, acelerando su propia sangre.

A Domhnall no lo asustaba el ansia devoradora que percibia en el First lord; el capitán Pacino solia estar igual, o mas salidorro. Era mas natural con el First lord, mas suave; sus labios se movían de una manera mas suave sobre los suyos, su lengua entraba menos invasiva, mas como buscando su cooperación, que el también lo gozara. Abrazarlo hacia arriba también se sentia bien, que fuera mas alto, aunque solo fueran algunos centímetros.

El First lord le gustaba. Era dominante, apuesto, le gustaba estar en sus brazos. Lo masturbaba con un vigor diferente a lo que habia conocido; era fuerte como sus apretones cuando ya  no podía mas, pero tan placentero. Lo rodeo con una pierna para estar mas cerca de el, acaricio su coleta, densa y negra. Perdio el aliento en sus labios, rogando por mas.

 

Heneage procuraba mantener un ritmo bajo: apenas estaban en los preliminares y tenia que durar tanto como su hermano, al menos, pues el no tenia el estimulo directo de esa blondipelirrojita. Contrastaba con su hermano no solo por ser una turra y tener un color claro de cabello, sino por estar desnuda. Melville no estaba en uniforme, sino en uno de sus elegantes trajes que tan bien le sentaban. ¿Qué tan mal estaba apreciar la curva de su trasero, bajo las manos de la nena, cuando el tremendo culo de la nena estaba ahí expuesto?

Se toco la clavicula y su mano descendió mas pesada, decididamente, por su polla. Melville se veía mucho mas afilado, hermoso de la cara estando cerca de la turrita de cara redonda y bella. Era como si potenciaran su belleza, uno al otro. El negro del cabello de su hermano era tan rico como el dorado pelirrojo de Domhnall, tan interesantes de ver, ambas coletas, moviendose.

Lo hecho a la cama y se fue sobre el. Pudo ver la increíble curva de su cola estando el bocaabajo un instante antes de que hermano se le montara encima. Que mirada la de los ojos de Melville, que manera de besar, de comer, de devorar. Tomaba y prometia darle mas en cada beso, sus manos se movían seguras hacia las increíbles colinas. No habia nada que temer, estaba ahí de balde, podría irse, Melville lo haría bien… Pero, ya habia llegado tan lejos, prometio estar cerca. Todavia algo podía salir mal. Y era tan poco frecuente la oportunidad de ver a otra pareja follando…

Nunca habia visto a su hermano hacerlo, su relación no era como con Jack: habia visto, y deseado, el culo carnoso de su amigo moverse sobre innumerables chicas, cuando eran jóvenes, sobre sus bellas turras, ahora, aunque Jack no siempre supiera que era observado.

Nunca habia dedicado mucho tiempo a imaginar como haría el amor Melville. Menos bien que el, naturalmente, y menos bien de lo que aseguraban las afortunadas (literal lo de afortunadas). Se habia imaginado que seria mas suave, mas delicado haciendo el amor, mas lento.

Era delicada su manera de lamer la piel de esa turra, a pesar del hambre que translucía. ¡Y como no tener ansia por poseer esa belleza! Su mano se habia acelerado, su respiración se habia agitado, y el nisiquiera era conciente del cambio.

 

Apretaba los labios y restregaba el rostro por los laterales de su cuello, sus hombros sonrojados. Tres dedos sostenían insoportable faena en su culito. La turra chillaba, dilatada, excitada. Al resoplar movia sus cabellitos sueltos, delgados mechones mas cortos, mucho mas cortos que el resto del cabello, adorando a la altura de su oreja, de su barbilla, de su medio cuello, suculento cuello.

Cambio la mano con que penetraba a Domhnall para abrirse la bragueta. Estaba manchada, mojada hasta la capa externa por su polla chorreante, hambrienta. Esparcio la humedad por toda su longitud, apretó su polla como pidiéndole disculpas por la larga espera y la acerco al hoyito. Al pegar su punta, noto que casi eran del tamaño, por lo que se retiro. Tenia que dolerle, que sangrar. Lo masturbo unos instantes, chupándole los hombros, el cabello. La turrita jadeo, ansiosa, igual que el. Separo sus pompas y se clavo entre ellas.

Domhnall chillo, dolia. Era tan grande una vez adentro. Enorme, lo partia en dos; era tal como el capitán Pacino lo habia amenazado, un seme hacia daño, dolia, era malo.

El First lord movia su polla tan vigorosamente como habia movido sus dedos, pero a diferencia de estos, esta lastimaba: era tan grande, era tan rápido. El First lord no parecía notar sus lagrimas, entusiasmado como estaba en chupetearlo, succionando tan fuerte sobre su cuello que dolia, como en la colita.

Su lengua palpaba la vena, sentia correr la sangre, llamándolo. Fue su gemidito quebrado fue lo que lo termino de sacar de si. Clavo los colmillos en esa lindura, sintiendo placer con ello. Era tan voluptuoso hundir los dientes como hundir la verga; la carne cedia ante ambos, tan tierna. Esa doncellita envolvía su verga, sus dientes; era suya, totalmente suya. La saboreaba, de dos modos distintos. El gusto de la sangre en su boca era incomparable. Tan excitante, morder de nuevo y hacer manar mas sangre. Saborear ese liquido casi opacaba lo que sentia al embestir su culito. Se concentro para saborearlos ambos. Culito caliente, aterciopelado. Tan suave y tan estrecho. Sabor ferroso, caliente. Y la piel de Domhnall.

Dom habia sido advertido de que tenia que sangrar. Aun asi, estaba agusto entre sus brazos. Era calido, tan natural y agradable. Su virginal colita habia dejado de sufrir y aunque la polla le seguía pareciendo enorme ya no era algo malo. Era tan grande y lo llenaba tan bien. Era tan sabrosa cada embestida. Las caricias, en sus pezones, erráticas por su vientre. Cuando lord Melville dejo de apretarlo con sus dientes y lamio la piel castigada le gusto mas. Lamidas, besos, succiones. Mas mordidas; era inevitable, con la emoción del momento, como sus jadeos y que se masturbara.

 

Hen se corrió, apretando los dientes. Era increíble la manera en que lo hacían. Si tan solo Melville hubiera estado desnudo. Pero sus labios ensangrentados, sangre hasta en la barbilla, iban con esa ropa elegante, desordenada. Se pasaba Melville, mordiendo asi a la turrita. Un escalofrio lo recorrio al pensar que quizá fuera cosa del vampirismo.

La turrita, con su cuellito lastimado, enrojecido, gemia y se fundia con su hermano. Resoplaban ambos; enfrascados en tan vigoroso ejercicio, habían caminado sobre la cama, se habían acomodado lado a lado, de lado, o casi, con la pierna de su hermano montándose a veces sobre la cadera de Domhnall. La polla de la turrita estaba tan sonrosada, tanto en la punta, que no le sorprendio ver salir los chorros blancos. Maldita fuera, hasta la turra habia durado mas que el.

Sus gemidos se redoblaron, se retorcia toda, era tan deliciosa de ver. Fantaseo con salir de su escondite y unirse a su hermano en tan loable labor.

 

Melville estaba conciente de cada fluido de la turrita entre pelirroja y dorada. Ayudo a su mano a liberar el semen, sintió tantos deseos de probarlo, tanto antojo… Pero mejor no hacer nada que interfiriera con el ritual. Percibio lo sacro que era el deber de comerse el pastel al final, su semen y la sangre de la turrita, únicamente.

Concentrarse en la sangre y en el culo, a la vez, habían hecho que prolongara su placer. Pero ahora que ya habia probado la sangre, que estaba en su estomago y en torno a sus labios, seca, el instinto que lo jalaba desde la punta de su polla era aun mayor. Era como si algo lo moviera, algo que iba mas alla de su voluntad, orillándolo a follarse tan vigorosamente a esa turra. La embestia sin misericordia, de una manera tan poco natural en el, que incluso en los últimos instantes del placer velaba por el placer de su pareja.

Esta vez estaba conciente de el, sabia que Domhnall habia tenido sus orgasmos, que lo disfrutaba, todavía, aunque el gozo volviera a mezclarse con el dolor. Sabia que ya era demasiado para la pobre turrita, tan joven y tan suave. Sus heridas virginales se abrirían de nuevo, volveria a sangrar…

Y eso era lo que esperaba. La volvió a morder, sádico, haciéndola sangrar de la colita también, acabándosela con tanto furor, tan desaforadamente.

La penetración termino y Melville se quedo resoplando sobre ella, saboreando esas gotas que habia obtenido de su cuello. Domhnall no podía ni moverse, conteniendo solo todo eso en su interior. Todo ese semen, y la polla, todavía. Gimio cuando salio de el. Dolio que saliera, dolio su colita y su baja espalda. Dolia su cuello también, al tocárselo.

 

¡Oh si! Lo que Hen habia estado esperando: el precioso rostro de Melville, acercándose a las preciosas nalgas de Domhnall, perdiéndose entre ellas. Esperaba ver la lengua, ver los fluidos entremezclados, pero eso hubiera requerido mas cercanía y otro angulo. Tuvo que conformarse con ver como Melville apachichaba las pompas del pelirrojo, como un gato, bebiéndose su lechita. Duro una eternidad ahí, Melville, haciendo que la turra hiciera ruiditos, meneándose, su vestido culito, su polla absurda y obsenamente expuesta, perdiendo dureza y chorreando fluidos.

Cuando se incorporo, surgiendo de entre esas nalgas con gracia, irguiéndose, relamiéndose, tan satisfecho y salidorro como nunca lo habia visto, como nunca imagino verlo. Dio un par de caricias a las generosas pompas y ladeo al turrito, acostandolo de ladito para besarlo medio montado encima de el, susurrándole palabras al oído, palabras que esperaba fueran promesas de cosas que le haría.

 

El First lord se disculpaba con el. Lamentaba haberlo mordido, se disculpaba por hacerlo sangrar tanto. Domhnall le restaba importancia, ese era el punto, ¿no? Preferia besar al First lord, eso era mas agradable, como al principio, antes de las mordidas. Se giro lentamente hasta quedar de frente a el, abrazandolo, quitándole la ropa, poniéndose duro de nuevo, excitado al ver que lord Melville lo ayudaba desvistiéndose. No tenia vergüenza pero quería verlo, sentirlo…

-Si hay algo mas, cualquier cosa que desees… - le decía el First lord con su voz baja y seductora, tan confiable.

-Pues… si su señoria no se opone… - titubeo, sonrojándose.

-¿Qué?

Lo que quisiera esa lindura, se lo daría.

-Me gustaría chuparle la polla.

 

Continuara...

 

Notas finales:

^^


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