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Melville vampirizado. por nezalxuchitl

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-¿Qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a conseguir a una turra virgen a estas horas?

Hen gruño y siguió arrastrándolo rumbo al patio trasero. Lo empujo adentro del coche y condujo el mismo.

-¡Hen! – se asomaba por la ventana - ¿Dónde vamos a conseguir a una turra?

-Ya la tengo, pero la quería para mi.

-¡Desvergonzado!

-¡Tarado! No darte cuenta que la turra era mami, con esas bubis.

Lo cierto es que el tampoco se habia dado cuenta de las bubis, hasta que la vio mas de cerca. El culo lo eclipsaba todo.

-Pues te aseguro que estaba muy apretadita.

-¡Que vas a saber tu de turras, si te confundieron con una!

-Acuerdate que tu también le gustabas al vampiro.

-Porque era un cochino depravado.

-¡Hen! ¡Cuidado! Casi atropellas a un gato.

Al dar una vuelta cerrada, tiraron un monton de basura.

-Y esa turra que tienes, ¿esta de acuerdo?

Hen fruncio los labios, sus bellos pomulos azotados por el aire nocturno.

-¡Hen!

-Es una prisionera, ¿vale? Una hermosa y aristocrática turra francesa que ostenta el cargo de capitan, fue apresada y espera el momento de ser intercambiada con todas las comodidades posibles.

-Para el carro.

-¡Melville!

-Paralo.

Hen restello con furia las riendas de los caballos, pero los detuvo. Pararon en una amplia y adoquinada calle, iluminada con farolas publicas. Hen bajo del pescante y Melville también.

-No voy a abusar de una prisionera.

-No tenemos opción.

-Mira, las que convencimos fueron una cosa…

Hen lo sacudió por los hombros, viéndolo ligeramente hacia arriba.

-¡Melville, no voy a perderte! ¡Violaria a esta turra por ti si pudiera, pero tienes que hacerlo tu!

Habia tanta desesperación en los ojos grises, casi idénticos a los suyos.

-Hermanito…

-¡No voy a perderte! ¡Me follaria a todas las turras del mundo para salvarte, si fuera necesario! – le habia tomado el rostro entre las manos y se lo acariciaba – A mi tampoco me gusta, pero tienes que hacerlo. Por favor.

Melville lo miro; tan preocupado, tan atemorizado. El también haría lo que fuera para no verlo asi. Y si lo que fuera era hecharse una turra, lo haría. Por su hermano.

Le puso las manos sobre los brazos y se los bajo. Hen obedecio a su toque. Asintio, y su hermano, en un arranque de dicha, lo beso.

Pese a la sorpresa, Melville accedió, abrazandolo. Hen prolongo el beso hasta que su corazón amenazo con salírsele del pecho y se separo, alejándolo entonces por los brazos. Entrelazando los brazos para mantener la distancia.

Se quedaron viéndose, a la luz de las farolas, entre las nieblas ascendentes del Tamesis, concientes de que a nadie querían como a la persona que tenían delante.

Hen acerco su rostro, pero esta vez solo froto su mejilla con la de su hermano.

-Gracias. – le susurro al oído, enroscándose un mechon de su cabello en el dedo y abrazandolo.

Se abrazaron tanto tiempo. Se habrían abrazado mas, pero Hen estaba conciente de la urgencia del peligro. Lo ayudo a subir al carro y volvió a conducir. Rapidamente llegaron a la elegante prisión de la Armada, en la que solia visitar a sus amigos extranjeros cuando estaban de paso y en donde habia entrado en conocimiento con el precioso vizconde de Chagny.

Ninguna puerta estaba cerrada para el First lord, sin necesidad siquiera de sobornos. Ayudo a bajar a Melville solo por el deseo de tocarlo.

-¿No podemos convencerla? – lo jalo aparte entre las sombras.

-No. – suspiro Hen – Es una niña encantadora e inocente, que se ha mantenido asi por un hermano Jarmo de dos metros de alto, uno de ancho y muy mala leche.

-¿Esta aquí?

-Afortunadamente no: no es tan fácil de apresar como su hermanito.

-No quiero que sufra.

-Podemos darle cloroformo.

Ese habia sido uno de sus planes, en caso que llegara a desearlo tan locamente que no le importara que comenzara contra su voluntad. Del hermano Jarmo confiaba poder librarla con vida, y, tratándose de Melville, estaba seguro de que lo haría. Librarlo con vida.

-¿Por qué tienes cloroformo?

-Porque forma parte del botiquín de un buque de guerra.

Por cosas como esa sentia vergüenza de el.

-Me reconocerá, cuando lo entrege. No creo ser capaz de verlo a la cara mas tarde, de soportar sus reproches.

-Usa una mascara.

Era una buena idea, asi no podría identificarlo ante Jarmo.

-¿Tienes una a la mano?

-Deberia… - dijo abriendo la puerta del coche y buscando bajo los asientos. Estaba la de su compañera, una linda turra travestida que se habia llevado del baile. No dudaba que a Melville le luciera, pero no. – Aquí esta.

-Es media mascara. – le señalo Melville, como si no lo supiera.

-Soy demasiado guapo para taparme todo el rostro.

Melville suspiro.

-Funcionara…

-Usa mi capa. – se la quito, poniéndosela.

Lo observo. Tenia una carita compungida como si el fuera a ser la victima. Lo tomo de la mano, solicito las llaves al carcelero, Melville tomo un hachón, lo condujo por los laberinticos pasillos. Abrio con el mayor sigilo posible la puerta de la doncella.

Lo condujo hasta la mismísima puerta de su dormitorio. La tenue luz la revelo blonda y hermosa, durmiendo inocente sobre sus sabanas blancas.

Ambos hermanos sintieron un nudo en el estomago.

Melville adelanto la pierna. Hen le puso la mano en el hombro.

-Recuerda; tiene que sangrar.

Melville asintió y se dirigio a la enorme y adoselada cama. Por fortuna, los doseles estaban corridos. Se quedo de pie unos momentos, mirandolo, con la camisa abierta, la ropa desordenada, lo capa, que lo hacia lucir mas sexy y misterioso.

Acomodo el hachón en el soporte destinado para ello y se subio a la cama. Temio despertar a la donceturra, pero era imposible alcanzarla sin subirse a la cama, de lo enorme que era.

Sin tener idea de cuanto cloroformo usar uso muy poco, sosteniendo por muy poco el pañuelo sobre la nariz de la bella francesa, sumiéndola apenas un poco mas en el profundo sueño que tenia.

Hen se habia retirado al salón contiguo, tomando pesadamente asiento frente a la mesita barroca y lamentando que lo hubiera en la licorera fuera jerez.

Melville tiro el pañuelo fuera de la cama, como si se avergonzara de el. Era hermosa la turra que tenia delante: joven y blanquita, pero no tanto como Domhnall. Un poco mas anchita de la espalda, como Andy. Su boquita era sensual, sus cejas rubias, un poco elevadas. Su rostro transmitia paz, serenidad, inocencia.

¿Cómo iba a ser capaz de corromperlo?, se pregunto apartando las mantas, revelando un camisón blanco, recatado, pero bajo el cual se dibujaba una figura sensual. Ante el cambio de temperatura sus pezones se irgieron, llamando la atención hacia el área de su pecho, donde dos pequeñas protuberancias eran casi visibles.

Las sabanas volaron teatrales fuera de la cama. El viento apenas mecio sus cabellos, ¿o fue la luz del hachón? El camisón le llegaba hasta los tobillos, pies bonitos, bien cuidados, y manitas, era cuanto estaba visible. Sin embargo… los muslos se dibujaban bajo la lujosa tela, las partecillas, incluso la pancita de turra. Tan pronunciada que Melville dudo, acicateado por la experiencia previa.

-Hen… - llamo débilmente, no muy seguro.

-¡¿Qué!? – reacciono de inmediato - ¿Sientes que te brotan los colmillos? – pregunto asomándose.

-¿Estas seguro?

-Si.

-Pero mirala.

-Si, joder – a Hen se le derretia la mirada – esta tan buena que uno no se lo explica, hasta que se acuerda del hermano Jarmo.

-Si abusara de ella sin necesidad, sin que sirviera para nada…

-Servira. – asevero Hen – Hazlo.

Parecia querer que lo hiciera en sus barbas.

-No puedo contigo mirándome.

A Hen le costo reprimir sus sarcasmos.

-Hazlo – repitió, ya invisible.

Melville suspiro. No iba a ser capaz: tenia una carita tan linda, estaba en su camita, blanca, acorde a su pureza.

Salvarse a ese precio… no lo hacia por el, sino por su hermano, a quien quería tanto. Sus dedos desabotonaban la hilera de botones, con el tratando de hacerlo como si no fuera con el. Estaba ahí casual, en la cama de una francesita inocente (tal vez la única), desnudándola. Era difícil mantener la calma, la aparente indiferencia ante los encantos al natural, que dejaron de adivinarse para mostrarse al abrir las dos partes del camisón, del cuello a los tobillos.

El ombliguito era coqueto, los pezoncitos incitantes. Apenas un poco de pelusilla rubia sobre sus partes y en las bolitas. Oscuras sombras marcaban lo profunda que debía ser la hendidura entre sus nalgas, lo que estas curveaban para estar en contacto con la cama. Las veía entre sus muslos entreabiertos, relajados. Era como una estatua, tan raro que no se moviera, lo deseara.

Una especie de desmayado abrazo al levantarlo para sacarle los brazos de la bata. Rozar sus nalgas termino lo que la cercanía habia iniciado; ponerlo duro.

¿Deberia hacerlo asi? ¿Solo bestial y ya? ¡Nunca! ¿Cómo hacerle eso a tan hermosa criatura? Su compacion aumentaba a la par que su admiración: dedos rozando devotos las bubis marcaditas, ojos acariciando el cuello, la línea del contorno del rostro. Sin darse cuenta subio una pierna doblada sobre el, montándosele a medias, estimulándose con el puro contacto de su muslo. La palma cerro sobre la bubi, sobo, paso la otra mano bajo la nuca del francesito alzándola lo que el no podía hacerlo para besarlo. Hambriento, doliente, extrañando la cooperación de tan sedosos labios.

Lo beso una y otra vez, frotándose contra su muslo, frotándolo pues era lo que siempre hacia, logrando despertar su miembro y que transmitiera placenteras sensaciones a su conciencia aun en sueño.  Acariciaba la bubi, el bracito, el pelo de la turra, besándola por todo el rostro, hasta en la barbilla partida que en ella resultaba un detalle mas.

Estaba con el pantalón abierto, bajo, pero Hen no podía apreciar la mitad expuesta de sus nalgas porque la capa lo cubria. Capa y mascara, buena cosa, con la camisa holgada de dormir, bien abierta hasta mas alla de medio pecho. Besaba y besaba a la turra, disfrutándola, aunque la pobrecita no pudiera gozar. Solo esos movimientos de cadera, un tanto turros, de las frotaditas, lo hacían menear la cabeza.

Tras el tiempo apropiado para relajarlo, si hubiera estado despierto, relajado el mismo, Melville lo puso de ladito, pegándose a su espalda, besándola de inmediato, sobando esas redondas pompas, abundantes y paraditas, cuya hendidura seguía viéndose tan profunda, era tan profunda… Su mano casi se perdia entre ellas, le costaba apartar ambas para toquetear el agujerito, haciendolo con el dedo medio, besuqueando sus hombros, chupándolo el mismo pues de los labios entreabiertos del francesito solo salía su aliento agitado.

Sus ojos se cerraban mas, mas concientemente, como si en sueños se diera cuenta que algo estaba pasando. Gimio y se tenso al sentir el dedo entrar. El paraíso de suavidad distrajo a Melville de que el cuerpo ya no estaba tan laxo como debería. Que permaneciera inconciente ya lo excitaba mas de lo que lo perturbaba; no era capaz de enfocarse en mucho mas que su agujerito caliente, virginal, que pronto dejaría de serlo.

Ahora si que se sentia como un vampiro, como un depredador inmoral y voraz, penetrando a medianoche en las alcobas de las nenas, tomando de ellas lo que necesitaba contra su voluntad, es mas, cobardemente, pues no les daba siquiera la oportunidad de negarse.

Bebio de su cuello desnudo, y de su culito, con su dedo, hasta que el esfínter, de manera natural, se adaptaba a su movimiento, buscándolo, que estuviera dentro.

Volteo el rostro de la nena, tal vez muy violentamente, y beso y polla, grande, dura y desconocida, dolorosa, sacaron a Raoul del incipiente sopor, un tanto pesado, en el que se encontraba.

-Aaah… - gimio, permitiéndole ver el azul de sus ojos por entre sus lánguidas pestañas.

Melville se adueño de su boca como de su culito, hasta el fondo, disfrutando una y otro a su entero, dominante placer. Innecesariamente, habia sujetado a la turra, pero al notar que no se negaba sino solo se quejaba dulcemente cambio el aferre por caricias, volvió su beso menos dominante y mas seductor, logrando que, una vez pasado el virginal dolor, Raoul le correspondiera.

Muchas veces habia soñado con que el angel de la música lo visitaba. Dormido y despierto lo habia besado: no sabia cual de los dos era, solo que su toque era mejor que cuanto habia imaginado. Calidez, cercanía, amor en sus besos, entre sus brazos. Y ese calor, tan diferente, tan inquietante, pero que el angel de la música lo convencia de que era bueno, el mismo lo sentia, ¿Por qué dudarlo? Si tan solo no se sintiera como… desesperado. Queria que parase y a la vez no. Era cada vez mas intenso; gimotearia, de no estarlo besando su angel.

Era tal como lo habia imaginado, pero con el pelo mas largo; era delicioso lo que tardaba en recorrerlo, tan sedoso, tan bien cuidado como el propio. Que no dejara de besarlo era lo que mas le gustaba, aunque no supiera. Besar y ser besado por el angel, en intimo abrazo, llenos de amor.

Melville levanto el cuello, en busca de aire, pero los ojos y labios ansiosos de Raoul lo siguieron, atrapándolo de nuevo en un beso. Habria querido ponerlo bocaabajo para acabárselo, tal como su exquisito culo invitaba a hacerlo, pero el tierno francesito no parecía ser capaz de soportarlo. La mano del brazo bajo su cuerpo sobaba incesamente un pezón, la mano del brazo que lo rodeaba por arriba se encargaba de mantener un ritmo comedido, lo suficientemente intenso para una turra; tenia una polla tan rica esa turra, suave, dura, con una cabecita humeda que no dejaba de liberar gotitas brillosas que faciliaban la labor. Su mano resbalaba, su polla entraba, su carita de zorra se curvaba en gestos de placer entre los besos.

Delicioso que era hacerlo, ahora agradecia la posición. El contacto, Raoul, su cabello, sus besos, sus nalgas contra su cadera, apretándolo.

-¡Angel, oh mi angel!!! – grito cuando lo hizo correrse por partida doble, salpicando de blanco las blancas sabanas y contrayendo su culito como nunca lo habia contraído - ¡Oh mi angel! – gimoteaba al final, hundiendo el rostro en la almohada – Piedad, angel mio, no soporto mas de tu amor, me desharé, seremos uno en el paraíso!

Hen estaba indignado en medio de todo eso: piedad, a Melville, y Melville ni siquiera estaba dándole tan duro, jodido disfraz tan excitante, vislumbrando sus pompotas, los hoyuelos sobre ellas por el exfuerzo hecho al correrse.

Raoul jadeaba y Melville, medio aturdido y cansado, atinaba a besarlo, a cubrirlo de mimos como a ambos les gustaba. Lentamente, cuando ya su respiración era mas relajada, descendió por el cuerpo del francesito, que solito se habia puesto en la posición idónea, casi bocaabajo y con una pierna doblada. Beso el incio de la separación entre las pompas, con las manos puestas devotamente sobre ellas, abriéndolas luego y procediendo a la cerdez, lamiendo con mas descaro del que se hubiera creido capaz el betuncito entre los bollos. Su bien conocido sabor, mezclado con el de la turra, y su sangre.

No se sentia lastimada y eso le alegro. Le permitiría volver a hecharsela, al menos una vez. Dejaria de ser un Dundas si no pudiera darse gusto al menos por duplicado con dos turras en una noche.

La convicción de que estaba curado, salvado del vampirismo fue tan fuerte que sintió como le dejaban de crecer los colmillos, visualizo el murciélago, saliéndose de el  y humeando a la luz del hachón. La sombra ominosa de Fassmember alejándose para siempre.

 

Continuara...

 

Notas finales:

Lamento la demora, ¡se me habia olvidado que no habia terminado de subir este fic! >.< lo siento mucho

Aun queda el epilogo! prometo recordar subirlo el sabado!


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