-¿Y qué crees que dice aquí, Minie? -señaló un conjunto de palabras que formaban una simple oración en la página del librillo. El pequeño niño de seis años frunció el ceño con concentración, balbuceando lo que podrían decir aquellas palabras con todo su empeño.
-La... pe-... pelota es... -ladeó su cabecita, buscándole sentido a lo que él mismo decía conforme sus ojos se paseaban una y otra vez en la corta línea-... a-asul -culminó finalmente con un pequeño tartamudeo, alzando la mirada hacia su mayor para ver si lo había pronunciado todo bien.
-Azul, con zeta, Minie -rió, causando que el niñito de cabellos café le mirara embobado.
-Azul -pronunció luego de unos segundos, formando un puchero con sus labios de forma pensativa-. Pero se sigue oyendo igual, hyung. No entiendo.
-Verás -el hombre cerró el librillo y lo dejó a un lado de él en la superficie de la banca, poniéndole cuidado al pequeño crío con una expresión más suave-, cuando una palabra se pronuncia con la letra "z", la lengua se pega al cielo que nosotros tenemos en la boca, y así suena como un pequeño siseo. ¿Sabes? Como el idioma de las serpientes. En cambio con la ese, no.
-Oh -se sorprendió Jimin abriendo su boca levemente-. Ya comprendo, hyung, jijiji -soltó una risilla, haciendo changuitos sobre el suelo.
Lamentablemente para él, su altura no era lo suficiente cono para que sus pies llegaran al suelo. Cosa que no le gustaba para nada.
Yoongi le miró con ternura e involuntariamente alzó la mano para sacudirle los cabellos con cariño.
-¡Hyung! -se quejó el niño con un mohín molesto en los labios mientras apartaba la mano adulta del castaño- No me despeine, mi mami se esforzó mucho para que mi pelo quedara bonito -oops, creyó haber dicho algo que no debía cuando la mirada inquisitiva de Yoongi le hizo ruborizarse.
Los ojos de Jimin se abrieron en grande mientras la mirada del adulto se había transformado en una burlona.
-¿Ah, sí? ¿Y por qué tu mamá quiso eso? -inquirió tornándose serio, claro, para poner nervioso al chiquillo y hacerle soltar la sopa.
Jimin frunció el ceño con recelo, bajando la mirada hacia sus tenis de Kumamon que su hyung le había obsequiado su cumpleaños pasado.
–Es que... -titubeó, encendiendo sus mejillas como dos cerezas–, yo le dije que lo quería así -murmuró apenas, conteniendo las ganas de esconderse en el cuello de su hyung con esfuerzo. Tendía a hacer eso cuando sus nervios le jugaban malas pasadas.
El hombre se quedó estático ante aquella declaración, sintiendo su pulso acelerarse de la nada.
-¿Por... p-por qué? -jadeó impactado, sintiéndose patético al ponerse nervioso por las palabras de un chiquillo que en momentos de temor, le pedía que cogiera su mano y le llevara a su casa para estar sano y salvo con mamá.
En eso, Jimin levantó la vista, dando la imagen más adorable de mundo, según Yoongi; el pequeño infló las majillas, coloreadas de un intenso carmín, los labios abultados y la expresión en su rostro daba la señal que en cualquier momento lloraría de la vergüenza.
Minie. Recitó Yoongi mentalmente.
-Porque hoy me tocaba ver lecciones con usted.
Yoongi lo arrimó hacia él para tenerlo más cerca y ahuecarle las rechonchas mejillas.
-Bebé -dijo conmovido, mientras le acariciaba las mejillas con los dedos-. Eres una cosita tierna, ¿lo sabías? -le besó la punta de la nariz con ternura.
-¡Por supuesto que sí, hyung! -brincó eufórico, dejando todo rastro de bochorno de lado- Usted siempre, siempre me lo dice.
-Y te lo seguiré diciendo, Minie. Ahora vamos -se levantó, extendiendo su mano, esperando que el pequeño tomara el librillo de la banca.
-¿Hyung?
-¿Sí? -le preguntó cuando el crío entrelazó sus dedos con los de él.
-¿Podemos ir primero por un helado? Jeje.
Yoongi sonrió, asintiendo.
-¡Genial, hyung, ayer el señor Hobi hyung me dijo que llegarían nuevos sabores! Vamos, vamos -Jimin lo arrastró en sentido contrario del reloj para ir en dirección a la heladería del señor Jung Hoseok, el mejor amigo de Yoongi.
-¡Jimin, no corras, te lo he dicho! -exclamó nervioso mientras el alborotado niño se desprendía de él para salir corriendo hacia el local entre contentas carcajadas.
Sí.
No cambiaría a ese pequeño por nada del mundo. Ni ahora, ni nunca.
F I N