Salió corriendo de la habitación y bajó las escalera rápidamente.
Aún recordaba el rostro sorprendido de Yoongi después de que ambos labios se separaran y aunque le hubiese gustado conocer la respuesta que el mayor le tenía, solo le quedaba huir del lugar antes de que algo malo le pasara.
–¿Qué pasa si no quiero? –Preguntó ya dentro de la camioneta.
–No creas que el amor puede resolver cosas –Soltó irónico su padre –Sino lo haces, tú novio sufrirá las consecuencias –Advirtió –¿Acaso quieres que pierda la beca y se llene de deudas? ¿qué pierda sus estudios por alguien como tú? ¿qué arruine su futuro por tu culpa?
Entró a la camioneta en silencio.
Solamente estaba el chofer esperándolo y rió internamente porque tenía la esperanza de que su padre también estuviera ahí.
Hoseok no pudo evitar mirar por el espejo retrovisor para ver si el mayor había salido a buscarlo y así fue, vio como la puerta de aquella casa se abría. Segundos después su camioneta avanzó impidiéndole comprobar si el pálido saldría detrás de esa puerta.
Esa noche sería muy larga, demasiado larga para poder conciliar el sueño.
Llegó a casa cuando ya todo estaba apagado, así que entró en silencio esperando no despertar a sus padres para no tener que enfrentarlos.
Las cosas no eran sencillas porque su padre se encontraba esperándolo en su sala, con los brazos cruzados y la mirada molesta.
–Tu límite era la medianoche y es la una de la mañana –Se levantó de su lugar –Te gusta la mala vida, ¿verdad?
El menor aún no terminaba de procesar todo lo que había pasado en casa del pelinegro y tener que hablar con su padre a esa simplemente lo rompía más emocionalmente.
–Estuve atento a la camioneta que pasaría por mí –Se excusó –Y llegó mas tarde de lo que pensé.
Su padre lo rodeó antes de salir de la habitación.
–Mañana te vas, no lo olvides.
Apagó las luces dejándolo en completa oscuridad.
A Hoseok le daba miedo la oscuridad, él lo sabía y aún así lo había dejado sumido en ella.
Lágrimas comenzaban asomarse por sus ojos pero se aguantó el sentimiento, se limpió lo poco que se había acumulado mientras esperaba que su vista se acostumbrara a la oscuridad.
Caminó por todo el pasillo con una mano pegada a su pecho escuchando los ruidos de la noche. Subió las escaleras hacia su habitación mientras su mano agarraba el barandal con mucho temor y cuando por fin entró a su habitación la cerró con rapidez.
Observó que su habitación estaba semi-vacía porque la mayoría de sus cosas ya habían sido empacadas. Había cajas por todos lados pero dentro de ellas, sabía que solo llevaba lo necesario.
Miró los muñecos que guardaba con tanto cariño en su stand y los póster que tenía pegados en la misma, todos permanecían en su lugar. Ni siquiera le habían dado la oportunidad de conservar las únicas cosas que le parecían valiosas.
Tomó entre sus manos peluche de osito, era un regalo que había recibido en su cumpleaños cuando las cosas todavía eran buenas. Al final terminó tirándolo en el bote de nuevo, si sus padres no le quería tal y como era, entonces quería decir que nunca lo habían querido.
Se recargó en la pared mientras veía lo solitario que se veía el lugar.
Con la luz apagada, solamente la luz de la noche iluminaba su habitación y por lo grande que esta era se sintió más solo que nunca.
Se tiró en el suelo llorando, despeinando sus cabellos mientras escondía sus rodillas en su pecho y las abrazaba con su mano libre.
Nunca más sería capaz de ver al chico bajito, de cabellos negros y ojos profundos.
Nunca podría escuchar su voz grave, ni tampoco sentir su piel fría haciendo contacto con la suya.
Nunca más podría ver como sus mejillas se sonrojaban por el clima o por algo que decía, ni tampoco vería la sonrisa que raras veces sacaba.
No podría escuchar sus historias de misterio ni tampoco podría entrelazar sus manos con él cuando algo lo hacía sentirse mal.
De esta manera recordando cada momento que había pasado con el pelinegro se durmió en el suelo, entre sus lágrimas secas acurrucado en una esquina de su habitación.
Solo.
Como siempre había estado.
Unos golpes en la puerta lo asustaron y se levantó del suelo completamente adolorido.
–Tu avión sale en media hora –Sonó la voz de su padre –Prepárate.
Tomó sus maletas bajándolas con dificultad por las escaleras, su padres estaban desayunando tranquilamente, ni siquiera se inmutaron para ayudarle, incluso cuando en algún momento estuvo a punto de caerse de un escalón.
Se posicionó frente a ellos provocando que ambos levantaran sus miradas.
–Ya me voy –Soltó.
–No puedo creer que aún viendo la situación –Hoseok apretó los labios –Sigas necio.
–Hijo –Su madre se limpió la boca –¿Aún sigues con eso de los hombres? ¿no puedes simplemente fijarte en las niñas?
El castaño rió antes de salir de la cocina anonadado, sino fuera porque ahora el futuro del pelinegro estaba involucrado, gritaría a los cuatro vientos que era gay.
Sin desearlo y sin quererlo, Hoseok se había convertido en un esclavo de sus propias mentiras.
Por mucho que deseara cambiar ese pasado, no podía hacer nada. Mucho menos cuando Yoongi estaba involucrado en la ecuación.
Se dirigió al aeropuerto, mirando cada paisaje que sería incapaz de ver en mucho tiempo. Paso cerca de su antigua escuela, probablemente a estas horas el mayor lo estaría buscando, y se culpó a sí mismo porque ese encuentro ahora era imposible de realizar.
Por última vez volteó a ver las personas que entraban y salían del lugar, con una esperanza falsa de encontrar la pequeña cabeza pelinegra buscando por él.
Miró su pasaporte con mucha nostalgia antes de entregarlo. En el momento que sus dedos lo soltaran sería demasiado tarde, él lo sabía.
Soltó el documento y entró por el pasillo.
Ahora ya no podría ver al chico que nunca sonreía pero tampoco se imagino que dolería tanto no hacerlo.