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Machine 机 por ReedVIII

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Bebió otro sorbo de su copa de vino, relamiéndose sus labios. Más de preocupación que por otra cosa. Suspiró por enésima vez, paseando su diestra por sus hebras. Era preocupación y nerviosismo encarnado. Estaba en el sofá de la sala. Y aún en la oscuridad, gracias a la luz de una única lámpara encendida podía ver en el rincón a Jonghyun, sobre una silla. Ido.


Podía ver aún a la lejanía cómo sus ojos se ponían en blanco, y ocasionalmente abría su boca en busca de más aire, como si el que ya tuviese no le bastara, no le fuera suficiente. Su pecho subía y bajaba, y luego sólo volvía a tambalearse, y dar vueltas con su torso.


 


— Pff, santo dios. — Bufó. Sirviéndose otra copa de vino, ya llevaba dos botellas. Envuelto en su bata de noche, Taemin seguía resistiéndose a morderse las uñas.


 


Repentinamente, Jonghyun vomitó.


Pero no como lo haría cualquier persona. Cualquiera otra persona se inclinaría hacia adelante para que el vómito cayera en el suelo, previniendo mancharse. No. Jonghyun, incapaz de inclinarse, vomitó, y se llenó la camisa de vómito. Seguidamente, el peliblanco se cayó al suelo, y allí comenzó a quejarse. Se retorcía del dolor aparentemente.


Era aterrador verlo así.


Se sentía como si se le fueran imbuidas fuertes cantidades de miedo al azabache. La magnitud de su miedo era anormal.


Era decepcionante la manera en que se dejaba controlar por éste miedo. La forma en que se calaba en cada centímetro de su cuerpo era injustamente rápida y efectiva.


Y ahora se sentía tan pequeño, tan minúsculo. Como una viruta que el viento mecía, y la desechaba. Porque en ese momento, como en las incontables veces que había pasado ya, no sabía qué hacer para brindarle ayuda. Era totalmente inútil su presencia.


Taemin alarmado corrió a dicho rincón en el que se hallaba, agachándose para poder levantarle la cabeza, y que quedase reposada sobre sus rodillas afincadas al suelo. El azabache intentó controlar a Jonghyun, quien ahora se quejaba mucho más, y parecía querer zafarse del protector agarre.


Odiaba las ocasiones en que Jonghyun tomaba aquellas pastillas.


Una mezcla de antidepresivos tan potentes, que lo llevaban fuera de sí.


Tan potentes que el efecto que tendrían en el peliblanco era total azar.


Porque en ocasiones lo ponían histérico, tan histérico que ya había presentado varios ataques de pánico.


En otras, lo ponía ansioso, nervioso.


En otras, mucho más deprimido de lo que ya estaba.


En otras, lo ponían hiperactivo.


O lo cabreaban.


O le hacían estar somnoliento todo el día.


O le daban arranques de rabia, y asesinaba.


O hacían lo que ahora. Hacían lucir que estaba ido.


Había momentos en los que aquellas jodidas pastillas hacían que Jonghyun fuera alguien mucho más que diferente. Que Jonghyun no fuera él. Parecía dopado.


Odiaba el efecto que tenían éstos encapsulados en él. Porque por más que Taemin rebuscó entre los dilatados ojos del chico. No hallaba ése brillo. No había evidencia de que estuviera ahí, de que hubiera vida, o algo. Buscaba con la mirada algo en la sala, o al menos éso parecía, porque no tenía punto de enfoque, sólo desvariaba. Ponía sus ojos en blanco. Lucía como si ya había perdido poder sobre su cuerpo, ya estaba completamente sedado por el imponente poder de aquella píldora. Así que sólo se quedó con el, ambos en el suelo.


 


 


*                                           *                                        *


 


Sus ojos le pesaban bastante, había escozor en ellos, era la misma sensación de acabar de llorar. Su cuerpo estaba débil, más que nada porque hace tres días que ya no probaba bocados, así que estaba más que justificado el que ésta fuera la quinta cerveza de la mañana, pasando del desayuno que con tanto amor había hecho Taem para él.


 


— Así que, ¿no hablarás de lo de ayer? — cuestionó Taemin,  irrumpiendo en el silencio, clavando las cuatro puntas del tenedor en un pedazo de carne del plato que yacía ante él, sobre la barra, que era rodeada por tres individuos.


 


— No jodas, mejor. — respondió, insípido, mientras bebía de su lata de cerveza.


 


— ¿Qué pasó ayer? — habló MinHo, imitando las acciones de Taemin, aparentando poco interés, mientras revisaba su móvil.


 


— Tu novio tenía un grano en el culo. — recriminaba, lanzándole una asesina mirada a quien sacó el tema a flote. Caló una vez más el contenido de la lata de cerveza. — Aunque parece ser que el mal sigue.


 


MinHo dejó de mascar la comida, y apartó la mirada del móvil, posándola sobre ésos dos. Arqueó su entrecejo, expectante a una justificación.


 


— Tomó las pastillas, de nuevo. — comentó, hastiado.


 


— ¿Y? — decía el moreno, desinteresado. — Siempre lo hace.


 


— Pero no siempre estás tú aquí cuando las toma, es apabullante. — frunció sus labios. Y a continuación, intentaba formular algo, vacilando ante todo. — Luce como una pintura sin vida. Un cadáver. Como una flor marchita, y reducida a brazas.


 


—  Sólo déjalo hasta que se le pase el efecto. — fue lo que respondió el chico, así que Taemin se quejó.


 


 — Estuviste aquí únicamente la vez que se volvió loco, y te agarraste a golpes con él.


 


Hubo un palpable silencio por unos segundos.


 


— Qué gran ayuda, eh.— musitó, sarcástico Jonghyun, dedicándole una pequeña mirada de reojo a MinHo.


 


— Siento éso.— chasqueó su lengua, volviendo a teclear en su móvil.— Pero estabas insoportable.


 


— ¿Cómo te atreves a quejarte? Lo has soportado sólo una vez. Soy yo quien debe cuidar de él cuando las toma.


 


— Púes Jonghyun no es un puto niño.— hastiado contestó el moreno, ganándose una asustadiza reacción por parte de Taemin. Más el aludido, sólo tomó otra lata de cerveza.— Sabrá cuidarse, o a la próxima mejor se droga en su casa.


 


— Éste departamento es tanto de él como mío. ¿Qué rayos te pasa? — Inqiuirió el pelinegro. Después, añadió, con la voz algo quebradiza y los ojos cristalinos. —¿Y si muere de sobredosis?


 


— Cállense, quieren. — exclamó Jonghyun. Una gota de cerveza se corrió por la comisura izquierda.— Será mejor éso que calarme sus dramas.


 


Se puso de pie, con la cerveza que consumía actualmente en mano, además de un six-pack en la otra.  Dirigiéndose hasta el balcón, deslizó la puerta corrediza que lo llevaría a él. Más antes de ello, volvió en sus talones.


 


— A la próxima, — citó lo antes dicho, hablando hacia el moreno — mejor desayunas en tu casa.


 


Una vez en el balcón, cerró las puertas tras de sí. Éste día no era soleado, era nublado, y era perfecto. Lo menos que quería ahora era que los rayos de sol le dieran a los ojos, así que respiró el aire frío. El viento le golpeaba al rostro, sintiéndose a gusto casi de inmediato. Dejó el paquete de cervezas en la mesilla que estaba expuesta al aire libre, la decoración de Taemin en todos los lugares de su casa siempre sería victoriana, y era una de las cosas que más amaba de él.


Taemin era clásico.


Taemin era arte.


Se recostó de la barandilla, mirando hacia abajo.


La caída sería larga.


Cómo no, eran trece pisos hasta golpear con el pavimento. Remojó sus labios una última vez con la cerveza antes de inclinarse un poco más allá de la barandilla.


Siempre quiso experimentar éste sentimiento al que la gente denominaba vértigo. Ése escalofrío de asustarse de las grandes alturas. Pero aún así nunca fue testigo de este, por lo que decidió pasar de ello, quizá en otra ocasión. Escuchó cómo una puerta corrediza se deslizó. Más no fue la del departamento de Taemin, sino la de al lado, de su vecino. Disimuló, más toda su atención se colocó el chico que ahora iba al balcón de su propio departamento, con un maletín plateado en mano, el cual colocó sobre una mesa un poco más moderna que la de Tae. Parecía aún no haberse percatado de su presencia.


El recién llegado reclamó toda su atención casi de inmediato. No era para menos, ya que ése mismo ser fue con quien la vez pasada se topó en el elevador, y quería ir tras sus pasos.


No había necesidad de alarmarse, pese a todo. Casi toda Corea Del Sur estaba tras su pista. Un niñato con pinta de amanerado no lograría ni pisarle los talones. Aunque pese a todo, éste niñato era bastante atractivo. Tenía ése tipo de contextura y apariencia que lograban atraerle. Más había algo en sus ojos que más que su cuerpo, aclamaba la atención. Toda la atención. Había picardía en ésos ojos. Codicia. Ésos ojos rasgados podrían ser, con todo gusto, los último que viera antes de morir.


Su propia mirada se dirigió a los pálidos y desnudos brazos del chico, gracias a la camiseta que llevaba.  Algo ahí llamó su atención, de igual modo. Habían varias cicatrices que cubrían sus brazos. Recientes, antiguas. Lineales, curvas. Gruesas, delgadas. Contínuas, punteadas.


¿Estaba loco, acaso?


Había una peculiaridad en ésas marcas, y era el filo del cuchillo con el que habían sido hechas. Ante sus ojos no pasaba desapercibido, porque había hecho marcas de ése tipo antes ya. Dejó la lata de cerveza sobre la barandilla unos momentos, y alzó la manga de su sweater, dejando a la vista cicatrices del mismo porte, similares a las del chico, comprobando que habían sido hechas con la misma cuchilla. Se extrañó por un momento, hasta que lo vió abrir el anteriormente mencionado maletín, sacando de allí una navaja.


Ésta en el mango era negra, con una franja dorada a lo largo, en la que había una inscripción en japonés. Y la cuchilla, con reflejos azules.


Suspiró.


Era la misma colección de navajas que él usaba a la hora de jugar. Éste chico las inspeccionaba como si fueran la más mística y compleja obra de arte, de la misma forma en que Jonghyun las contempló aquella vez que las compró en una tienda de antiguedades en Kioto. Quizá también estaba asombrado, más que nada porque creía que ya no existían más a la venta. Fue una edición en extremo limitada.


Luego, sus ojos se posaron sobre los suyos, sorprendiéndose ante ésto, el vecino de Taemin le sonrió.


Pudo jurar que ésos acorazonados labios fueron esculpidos hasta el más mínimo detalle.


 


— Hola. —musitó, con una voz bastante atractiva a sus oídos. Tardó unos segundos en responder por lo abstraído que estaba. Así que sólo asintió con la cabeza, en señal de saludo. — Tú debes ser Taemin.


 


— Eh, no. —tomó nuevamente la cerveza en mano, y antes de darle un nuevo sorbo habló..— Jonghyun.


 


— Me llamo KiBum. Kim KiBum. —dejó la navaja que antes tenía en mano a cuenta nueva en el maletín, y la extendió a Jonghyun, estirándose un poco más para traspasar la barandilla que separaba ambos departamentos, más al que el saludo le era ofrecido señaló con la mirada por un breve segundo las cicatrices en su brazo. — Ah. Fue un accidente. — intentó ocultarlas, más era inútil, hace largo rato las había visto. Notó lo que parecía ser una cicatriz en su ceja.


 


— ¿Caíste por un barranco espinoso, acaso? — cuestionó sarcástico, y los labios de KiBum se fruncieron en el intento de ocultar una sonrisa.


 


—  Sí, ya sabes. Lo usual. —  colocó un momento su mano sobre sus labios, quizá ocultando la sonrisa que se formaba en sus labios. Tenía lindas manos. — Debes pensar que soy un loco ahora.


 


—  Náh. —  acabando lo poco que quedaba en ésa pequeña lata, ahora giró su cuerpo hacia el chico lindo. Sus pobladas cejas se relajaron, aunque manteniéndose alerta en todo momento.—  ¿Cazas? — mencionó, señalando el maletín.


 


—  Oh, vaya. No, nada de éso.— no supo qué contestar, pareció nervioso de repente. Hasta que se le iluminó el foco. — Colecciono. Sí.


 


— ¿Si? — amenazante cuestionó, arqueando su entrecejo. Ya entonces, algo de adrenalina logró hacer acto de presencia. Se inclinó hacia él. —  ¿Qué otras colecciones tienes, KiBum?


 


El nombrado, sintió un revoltijo en su estómago ante la forma en que su nombre había sonado en la boca del otro.


 


— Una que otra.


 


—  ¿Una que otra cuál?


 


—  Una que otra pieza de, esto. Hm.


 


La expresión de Jonghyun era divertida, pero expectante a la vez.


 


— Son más que nada piezas de colecciones.


 


—  Interesante. — se limitó a contestar, tanteando con sus dedos la lata.


 


—  Sin duda. Carísimas, igual.


 


—  No lo dudo. La Black Raven cuesta un ojo de la cara.


 


Quien se nombraba KiBum, reparó en lo dicho. JongHyun pareció hacer lo mismo, ya que al caer en cuenta de lo que había dicho, se tensó.


 


— ¿Coleccionas también?


 


Asintió, tomando una nueva lata de cerveza de las que había dejado en la mesa.


 


—  Puedo mostrártelas. — inquirió, esforzándose por ocultar segundas intenciones.


 


—  Me encantaría, sin duda.


 


— Es una cita, entonces. — declaró, estirando su mano para estrecharla finalmente con el chico, guiñándole un ojo. Éste le respondió con una pícara sonrisa. Estaba de brazos cruzados, más acabó correspondiendo al estrechón que desde un principio se habían ofrecido.


 


*                                               *                                         *


 


La música resonaba en sus oídos, y las luces que parpadeaban le estaban comenzando a molestar. Por no decir que la gente que bailaba y reía a sus alrededores le eran mucho más molestas. Estaba agonizando, lo estaban matando. Ir a ése tipo de lugares no era su estilo. No tenía mejores planes para ésa noche, por eso fue que no pudo negarse a ir con un grupo de amigos a un club, pero estaba arrepintiéndose, más que nada porque el amigo de Taemin no dejaba de contar historias aburridas.


 


— Así que, — decía, riéndose sin parar — resulta que a la final no pudo hacer nada. ¡Y a que no adivinan por qué!


 


Todos se mantuvieron en silencio, menos Jooheon, que preguntó por qué. Tuvo que esperar a que Jackson acabase de beber un largo trago de su jarra de cerveza. Quizá fuesen los tragos demás que tenía encima, pero su historia parecía ser graciosa únicamente para él. Riendo una vez más, estalló su palma contra la mesa del club.


 


— ¡El tipo se ha meado en pleno campo!


 


Carcajeó una última vez, más escándaloso que las anteriores. Los demás que rodeaban la mesa lo imitaban, unos más que otros. Jonghyun bajo la mesa, jugaba con su navaja de caza. Clavaba la filosa punta de ésta en el ápice de sus propios dedos, fluyendo sangre del dedo índice. Chasqueó su lengua, guardándola nuevamente en su funda. La escondió en la comisura trasera de su pantalón, ocultándola con la camisa blanca que yacía sobre su torso, con algún tipo de logotipo en el frente. Revisó el reloj en su muñeca. Apenas era la una AM cuando ya la mayoría de las personas en la mesa estaban ebrias. Y él, que llevaba bebiendo desde la mañana, apenas y estaba mareado.


Una camarera que era mucho más discretas que las otras, les llevó una ronda de vodka.


 


— Va por cuenta de la casa. — justificó.


 


Su pinta no le convencía en nada a Jonghyun, y era que le parecía extrañamente familiar. Más, no fue por esto que pasó del vodka. Sino porque odiaba ésta bebida. Jackson, Leo, y Jooheon parecieron pensar diferente, ya que se empinaron los vasos suyos. Poco después, los de MinHo y Taemin.


 


— ¡Tardan demasiado con ésas birras de cerveza!


 


Exclamó Jackson.


Una mano se posó sobre su muslo, dirigiéndose lentamente hacia su entrepierna. Antes de que pudiera caer en cuenta de quién se trataba, ya Taemin se hallaba sobre sus piernas, besando su cuello, y moviéndose sobre su polla en movimientos circulares. Estaba ebrio.  Jadeaba sobre su cuello, mientras continuaba mordiéndolo y besándolo. Se separó de Jonghyun, tomando entre sus manos su rostro. Los gruesos labios del pelinegro estaban húmedos e hinchados. Era una buena imagen.


 


— Quiero tequila. — murmuró. Poco después Jonghyun asintió, púes no se lo negaría. Bien sabía qué efecto tenía el tequila en Taemin. Sin necesidad de ser un genio podía verse a los dos, quizá tres al final de la noche follando. Sería la primera cosa divertida que pasaría. Fue entonces que Taemin se bajó del regazo de Jonghyun, para así irse al de MinHo, donde imitó las mismas acciones que hace segundos ejercía. Sólo que ésta vez el moreno paseó sus manos por el delgado cuerpo del chico. Era divertido verlos ebrios.


 


El peliblanco, caminó entre toda la gente que caminaba por el club. Se topó varias veces con meseras que le dedicaron lascivas sonrisas, y no pudo sentirse más aprisionado en cuanto una de ellas literalmente intentó ponerle los senos en el rostro. No es que no le gustasen un buen par de senos, sino que promiscuas de ése tipo no eran su estilo.


Llegó hasta la barra, donde pidió una cuba libre, una botella entera de tequila y los respectivos vasos de shots. Si embriagaría a Taemin, se encargaría de hacerlo bien. Se recostó a espaldas de la barra a espera de que su pedido estuviese listo. Convencionalmente, la barra quedaba a unos pocos metros de la pista de baile. Se entretuvo observando a las personas que estaban ahí. Y por qué no, en busca de una víctima para ésa noche. Sería la más perfecta cereza para el pastel. Llegó la cuba libre antes de la botella de tequila, así que la bebió sin vacilar mucho más. Era la primera bebida además de cerveza que ingería en todo el día. Sus ojos se paseaban de persona en persona. Había una morena que llamaba su atención; tenía buen cuerpo, y no sería muy difícil lidiar con ella. Un poco más allá había una rubia; no era asiática, o si lo era, lo disimulaba muy bien. Tenía una pinta de extranjera que ni con agua se le quitaba. Y finalmente, una pelirroja que cruzó miradas con Jonghyun, y estuvo a punto de encaminarse hacia ella cuando de repente, un poco más al norte notó una rubia cabellera moviéndose al compás de la música. Más su sorpresa fue evidente a los ojos de cualquiera en cuanto el dueño de ésta cabellera giró, y cayó en cuenta de que se trataba de KiBum. Él bailaba, y reía. Tenía los ojos cerrados, y sólo se dejaba llevar por la música. En su mano, había un trago, que ya iba un poco más debajo de la mitad. Él continuaba sin reparar en su presencia, nuevamente. Así que pasó un largo rato en el que Jonghyun se comía al chico con la mirada.


Porque en la mañana no había notado lo bien que se le ceñían los pantalones a sus piernas.


O el buen trasero que se le formaba.


Porque en la mañana había pillado a KiBum recién despertado, y ahora a las luces de la noche se veía mucho mejor.


O porque ésos tragos le sentaban de maravilla.


Porque quizá no haría falta una chica, y el postre de aquella noche sería el joven y atractivo KiBum.


Y en el momento en que hicieron contacto visual, sabía muy bien que había un brillo especial en los ojos del rubio, porque le sonrió amigablemente. La música cambió, y él pareció alegrarse.


Jonghyun dejó el vaso ya vacío de Cuba Libre en la barra, y se encaminó a la pista de baile, donde se encontraba el chico a quien, una vez tras él, recorrió con sus manos los costados de su cuerpo, hasta llegar a sus hombros, donde descendió hasta sus manos. Las aprisionó, e hizo que el rubio las colocase a cada lado de su cuello, aún de espaldas a él. Colocó a continuación sus manos en sus caderas, y lo aproximó mucho más. Ante el movimiento tan repentino KiBum bajó una mano hasta colocarla sobre la del mayor. Ambos comenzaron a moverse al ritmo de la música, aislándose de todo a su alrededor, sólo concentrándose en el otro. El caliente cuerpo de KiBum sudaba, y estaba perlado en sudor.  Sabía cómo moverse, y lo tenía en claro, porque los constantes roces de su culo contra su pene, estaban comenzando a dar resultados, para mal del peliblanco. Jonghyun aprovechó la cercanía para hundir su nariz entre el espacio comprendido de su cuello y hombro, esnifando el glorioso aroma que emanaba el chico. Olía jodidamente bien. Y el otro, consciente de esto, ladeaba su cabeza al otro lado, dejándole un gran espacio. Mordió una pequeña porción de piel que estaba a su disposición, y ante esto el níveo giró,  de modo que ahora estuviesen frente a frente. Afirmó el agarre en su cintura, y apegando ambas cabezas durante el baile, se miraban uno al otro cómplice.


La risa de KiBum era tonta, pero encantadora. Se notaba a leguas que estaba ebrio. Aún así, su mirada era firme, y pícara. Por la mierda. Cuánto le encantaban las personas así. Inmediatamente después que la música acabó, el rubio rió de nuevo, y  tomó a su compañero por la muñeca, llevándolo a un pasillo oscuro del inmenso club. El recorrido fue entretenido. Jonghyun llevó la mano que tenía libre a su espalda baja, donde yacía su navaja.


En el pasillo, KiBum se recostó de una pared, riendo aún.


¿Era estúpido, acaso?


¿Qué mierda le causaba tanta gracia?


A duras penas y se podía ver algo en el pasillo tan oscuro, fue por eso que Jonghyun no se preocupó en ocultar la navaja, que ya estaba en su mano derecha. Se colocó ante el menor, quien rodeó su cuello con sus brazos, apegándolo. Jonghyun, sin perder tiempo, apegó sus labios a los ajenos, humedeciéndolos para así poderse mover más rápido. Tiró de su labio inferior, arrancándole un gemido. Su zurda se dirigió hasta su trasero, sin pudor, lo acarició y estrujó a su gusto. Su lengua invadió la cavidad bucal ajena, explorándola, siendo recibida con gusto, fue correspondida a totalidad. Hubo fricción entre ambos miembros. Y era que el chico que se derretía ante cada toque suyo se sentía tan bien. Quería apoderarse de una vez por todas de su persona por eso su mano empuñaba la navaja, y mientras lo besaba, hizo ademán para clavársela en el vientre.


Tomó impulso, y la adrenalina comenzó a recorrer su cuerpo entero. La idea de tener a alguien tan hermoso como lo era KiBum en su colección de fotografías le atraía. Le emocionaba. Le excitaba. Le enloquecía.


 


Pero todo se tornó rojo.


Habían luces parpadeando en rojo.


Y ya no eran las luces de la disco, no.


Un ruido parecía reventarle los tímpanos, y era que, pronto se escucharon gritos por todas partes.


El pasillo en el que estaban igualmente se tiñó de rojo, fue por eso que tuvo que esconder su mano tras su espalda. Ambos se miraron sorprendidos, y no tardaron mucho en reparar de qué se trataba todo eso. Significaba que la alarma de incendios había sido activada. Escondió nuevamente la navaja, y estaba a nada de tomar al chico de su mano, para llevárselo a un lugar más seguro y más privado.


Pero repentinamente, fue halado y separado de su lado. Molesto, giró, y vio a Taemin tirando de su mano, como un niño.


 


¡Es una puta emboscada! — gritó, alarmado. En sus ojos se veía desesperación pura.


 


 

Notas finales:

Así que, díganme qué les pareció¿ 

Sé que digo seguido ésto, skjsd. Pero prometo actualizar pronto.


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