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El Aullido del Cadejo por Reno

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Notas del capitulo:

¡Hola mundo!

Como he prometido, he aquí una nueva entrega para esta historia. Muchas gracias por sus comentarios y por haberlo compartido, no saben cuanto aprecio su apoyo. A pesar de las dificultades he continuado escribiendo, es mi pasión.

¡Espero sus reviews para una próxima entrega!

La casa de las muñecas.
II

La consciencia humana ha dibujado las siluetas de sus propios demonios, muchos de ellos han sido liberados de las profundidades abisales del pensamiento. Adoptaron la forma del ser dando nacimiento a lo inhumano. Inenarrables son sus deseos y la miseria se extiende con ellos hasta donde su poder puede alcanzar.

Grises son las tinturas del amanecer, la ciudad despertaba conmocionada por el incidente ocurrido durante la noche de ayer en las calles de Brooklyn. Un grupo de hombres fue encontrado sumidos en la locura tras un brote psicótico y uno de ellos fue hallado muerto al sufrir un paro cardíaco, las razones del suceso eran desconocidas. Dos furgonetas fueron inspeccionadas encontrando en su interior decenas de niños confundidos. Los departamentos policiales seguían la pista de los secuestros al recibir los constantes reportes por padres desesperados quienes finalmente habían recuperado a sus hijos después de largos días, casi eternos. Los responsables no pudieron prestar declaraciones coherentes y el motivo de los raptos seguía sin conocerse.

Intranquilo contemplaba apoyado en su escritorio el curso de una historia inconclusa. Caminaba la sombra dentro de aquella habitación cerrada tan sólo iluminada por la débil luz de una lámpara colgante en el techo, una gran cartelera abarcaba la pared en su extensión con fotografías y bosquejos trazando teorías e hipótesis. Carpetas fueron echadas en su escritorio, mantuvo su posición mientras abría y estudiaba el contenido de los documentos con detalle. Imágenes cobraron sentido, ideas nacieron y otras fueron desechadas construyendo los nuevos entramados de su caso.

— Debí haberlo supuesto— Leía con rapidez, las hojas se arrugaron con el apretar de su puño víctima de su propio descuido. Giró su cuerpo y sacó de sus gabinetes un mapa de la ciudad estirándolo en su escritorio, señaló: — Las furgonetas fueron capturadas yendo hacia Brooklyn. En las últimas semanas las desapariciones dieron lugar en Manhattan y Queens. El sabotaje de las cámaras de seguridad han obstaculizado el saber hacia dónde se dirigían pero ello dibujó un patrón dejando rastro de los ataques. La ruta es clara y desemboca hacia esta dirección.

— Perdí a uno de ellos— Admitía con tranquilidad, ojos resplandecieron en la oscuridad como una llama violácea viéndolo fijamente. Añadió: ­— Sé quién es. Fue muy difícil extraer todas esas pruebas y dejar a los detectives encargados del caso sin pista alguna sobre ellos.

— Investiga hacia donde se dirigía. Debemos actuar cuanto antes— Ordenó aquella voz inflexible. Después de una pausa y antes que la sombra se retirase, advirtió: — No quiero errores esta vez.

La sombra desapareció dejando aquel hombre solitario escuchando sólo el articular de sus pensamientos desordenados.

Días pasaban lentos y calmos, la ciudad cobraba matices más simples, los altos edificios reflejaban la luz del sol y brillaban con impetuosidad, las calles eran dominadas por la rutina y el deber del trabajo. En unas residencias lejos del casco central de Manhattan, el periodista se había establecido para comenzar una etapa diferente en su vida. El departamento era pequeño pero suficiente para él, la sala estaba ocupada por muebles sencillos y sobrios, arregló un pequeño estudio en su único cuarto con un viejo escritorio y una pequeña estantería para colocar algunos de sus libros. Rayos de luz atravesaban las ventanas e iluminaban el apartamento. Escuchaba entre dormido y despierto el sonido del timbre, tomó su teléfono a un lado de su almohada y notó una gran cantidad de llamadas perdidas provenientes de Strawberry.

— Estamos esperando por ti— Decía la cinta roja, fue uno de tantos mensajes dejados en su bandeja.

Levantándose brusco se había encaminado al baño, daba tropiezos en su camino mientras buscaba alguna ropa sencilla para colocarse. Olvidó la reunión cual se efectuaría en su casa, hubiese querido despertar mucho más temprano para tener más tiempo para arreglarse pero estaba agotado y quería verse atractivo para la única persona cual llamó su atención desde el primer momento en conocerla.

— Siento la demora­— Abrió la puerta y la pudo verla, hacía costumbre el admirar aquella sonrisa tranquila y sosegadora.

— Sentimos la prisa— Dijo Alice, detrás de ella estaba Edward con una caja abombada y blanca, a su lado Gilbert y Andrew quienes llevaban en sus brazos bolsas de papel. Entraron y Alex los guiaba hasta la cocina. Comentó: — Nos reunimos temprano para arreglar un asunto con nuestras calificaciones de la universidad y dimos unas cuantas paradas en algunas tiendas para comprar ciertas cosas.

— Es la primera vez en venir a tu casa así que organizamos una pequeña fiesta de bienvenida— Dijo Gilbert quien comenzó a sacar el contenido de las bolsas junto a él. La caja al no caber en el mesón fue dejada en la pequeña mesa de la sala.

La cantidad de comida era exorbitante, servían hasta donde podían en pequeños platos de plástico y las bebidas en vasos de igual material. Ordenaban en la mesa los platillos alrededor de la caja y por la escasa cantidad de asientos decidieron sentarse en el piso. Alex sentía curiosidad por la caja, Alice levantó la tapa y descubrió un pastel de chocolate. Sorprendido hizo un esfuerzo en recordar el cumpleaños de alguno de ellos, sin embargo no había tal ocasión especial. El postre había sido una idea de ella para celebrar su llegada al condado, lo preparó una noche anterior junto a Gilbert quien hizo un gran esfuerzo en no devorarlo antes de tiempo.

— ¿Cómo te ha ido con el apartamento?— Preguntó Andrew, Alex quien había arrancado a comer hizo una pausa.

— Bastante bien. Ayer llegó mi correspondencia, se habían disculpado conmigo por la tardanza en la entrega de un paquete— Pensativo había recordado las razones del retraso y no pudo evitar enlazarlo con aquel tema difícil de hablar. Añadió: — Oficiales están revisando cada camión que entra y sale de Manhattan, en cada calle son sometidos a una inspección por lo sucedido en Brooklyn.

— No es para menos, lo ocurrido ha preocupado mucho a la policía estatal. Mi hermano trabaja en el departamento que está llevando a cabo la investigación. Muchas teorías se manejan pero la más aceptada es el crimen organizado— Dijo Gilbert, aquella animosidad desaparecía tornándose su expresión más grave. Agregó: — Habló toda la noche de ello. No conmigo precisamente, tiene la mala costumbre de siempre conversar solo. Logré escuchar ciertas cosas pero si sus sospechas son ciertas podría incluso meterlos a ustedes en serios problemas.

El entorno cobró cierta pesadez, Edward escuchaba sus palabras y apretaba sus puños guardando dentro de sí una voz cegada por la ira. Los cuatro enfocaron su atención en él notando su mirada apesadumbrada.

— Estudiarás periodismo dentro de poco, hagamos un ejercicio— Alzó sus ojos y los clavó en Alex. Cruzándose de brazos, dijo: — El caso de las desapariciones ha rondado desde hace mucho, la primera versión oficial fue compartida por los medios locales y después guardaron silencio hasta este día donde los medios más importantes se han hecho escuchar, ¿por qué no hubo presión a las autoridades desde el principio? ¿No es el deber del reportero buscar la verdad?

— Un periodista es mucho más que un simple reportero, es un detective. La búsqueda por la información nos lleva a encontrar muchas cosas que pueden llegar a desagradarnos. Nuestro deber con el mundo es ver donde sus ojos no pueden y escuchar donde sus oídos no alcanzan. La última palabra siempre la tendrá el espectador— Respondió, sus ojos se iluminaban denotando una verdadera vocación para luego desvanecerse en una desilusión cual se desprendía de su pasión. Continuó: — Por otro lado, la indiferencia de los medios es debido a múltiples factores; las autoridades pueden ejercer mucha más presión sobre los mismos periodistas y es por ello nuestro trabajo siempre debe ser al margen de la ley. Casos de extorción, tráfico de influencias, corrupción o crimen organizado siempre son difíciles de abordar y ser jueces no es nuestra obligación.

—Si nadie hace algo al respecto el crimen siempre quedará impune, pero el mayor de los delitos es el silencio porque te convierte en cómplice— Espetó endureciendo su rostro. Alex miró curioso al escucharlo y Gilbert lo veía de reojo. Agregó: — Ustedes sólo se sacan los ojos para no ver, se tapan los oídos para no escuchar y se cortan la lengua para no hablar. Si los reporteros se enfocaran menos en las faldas de las celebridades y más en la realidad de nuestra sociedad seríamos otra historia. Por eso prefiero estudiar medicina porque siempre tendría que decir la verdad a los pacientes quieran o no escucharla, en cambio tú quieres estudiar años de mentiras.

— No busques las respuestas en mí porque yo no las tengo— Rasgos más fuertes adoptaba la mirada de aquel hombre quien sintió un dolor atravesarle el pecho como un dardo venenoso quemándole la sangre. Desaparecía aquella voz amable tornándose dura y apática: — Busca las evidencias en otro lado porque aquí no las conseguirás.

— La verdad siempre sale a la luz por más que intentes ocultarla­— Se había levantado para dirigirse hacia la puerta, abrió la cerradura y vio aquel grupo antes de partir con las cabezas gachas salvo Gilbert quien clavó sus ojos penetrantes sobre él haciéndole estremecer.

Cerró la puerta con firmeza, Alex buscaba excusarse pero ellos entendían su arrebato, razones cuales él no podía ver. No creía ser una ofrenda personal, dejó de lado aquella confrontación sin darle mucha importancia.

— No lo decía por ti— Aseguró Gilbert, su antebrazo estaba recostado de su rodilla y sus dedos pellizcaban leves sus labios mientras sus ojos se hallaban fijos en algún punto. Prosiguió: — Los primeros en reunirnos en la ciudad fuimos Alice, Edward, y yo. Nuestras familias se habían conocido y se apoyaron durante mucho tiempo mientras nos instalábamos en el condado. La madre de Edward ayudó a los padres de Alice a conseguir un empleo estable, y su padre ayudó a mi hermano a ingresar en el departamento del condado. Gracias a ello hemos podido sobrevivir e incluso comenzar nuestros estudios en la universidad. Desde aquel fatídico día nada ha vuelto a ser como antes.
  «Cuando comenzaron los secuestros, la hermana pequeña de Edward se encontraba desaparecida. Reportaron a la policía lo sucedido para darse cuenta que su caso era uno de tantos aún sin resolver. Pasaron los días y no obtuvieron respuesta alguna y con el tiempo perdieron la esperanza. Por ello mi hermano ha estado trabajando sin descanso pero siempre hay algo que entorpece su investigación. Pruebas extraviadas o alteradas cuales guían a un punto muerto, testigos quienes no saben explicar lo sucedido, ha sido un constante sabotaje desde el inicio.

— Prometimos no hablar de ello— Sin poder guardarlo más, Alice decidió hablar. Continuó: — Edward esperaba conseguir respuesta alguna sobre su hermana con el incidente de Brooklyn. Sin embargo, el caso continúa sin resolución y el no encontrarse pista alguna sobre el destino de las furgonetas o quien las dirigía lo ha devastado. Pude convencerlo de venir y despejar su mente pero terminó desahogándose. Más allá de haber perdido la esperanza, creo que él también se ha perdido con ella…

Recorría veloz un auto gris hacia una urbanización privada oculta entre los árboles. Estacionándose bajó con premura entrando al pequeño edificio. El ascensor estaba ocupado, decidió subir por las escaleras hasta llegar frente a las puertas de su departamento. Sacó sus llaves y cerró sus ojos, respiraba profundo y buscó en su interior la calma del sólo haber llegado a su hogar. Abrió y se encontró con la presencia conciliadora de la única persona cual podía desvanecer sus miedos. Dio varias zancadas aproximándose hasta ella para abrazarla, sorprendida correspondió y aquel frío de su cuerpo desaparecía con el calor de sus brazos reconfortándolo. Preguntó sin recibir respuestas, prolongó aquel momento hasta sentir una cercanía extinguiendo aquel candor. Una brisa sobrecogedora se apoderaba nuevamente de su piel. Despertó, y apretó fuerte aferrándose a ella hasta lastimarla.

— Cariño, no puedo respirar— Exclamó sofocada, incorporándose se apartó tan sólo un poco y se volvió hacia el hombre quien se hallaba detrás de sí. — No pude avisarte antes porque tenías el teléfono apagado. Él es nuestro nuevo vecino, se mudó al departamento justo al frente de nosotros. Nos acabamos de conocer, me ayudó a recoger unas cuantas cajas que moví de nuestra habitación al estudio.

— Siento haberlo importunado— Disculpándose, estiró su mano presentándose frente aquel quien oía las palabras pasar tras él como un susurro grave e incomprensible. Apretó y soltó por inercia sin darse cuenta. Agregó: ­— Estuvo delicioso el café. Es una lástima que no pueda quedarme mucho más tiempo. Espero nos volvamos a ver.

— Yo también debo irme, debo ir al taller— Dijo después, buscó la mirada de aquel hombre quien logró escuchar su voz. Asintió distraído, agregó: — ¿Sucede algo?— Preguntó preocupada, giró violento la cabeza hacia ella y rio leve dando un beso en su mejilla para despedirse. — Deberías descansar. Regresaré pronto.

Escuchó el trancar de la puerta de su apartamento. Una vez solo sacó de sus bolsillos su celular y marcó varias veces tembloroso equivocándose con el mismo número. Retrocedió, el tiempo parecía detenerse, una respiración gélida se posó sobre su cuello. El celular se deslizó de sus manos y un reflejo rápido alcanzó atajarlo antes de caer al piso.

— ¿Ibas a llamar a la policía? No tengo idea que declaración les hubieses presentado sin guindarte una soga al cuello— Rodeaba hasta estar frente a él, sus labios dibujaban una leve sonrisa.

— Sea lo que sea que quieras mantén a mi familia al margen de esto— Espetó articulando unas cuantas palabras quebradizas. Preguntó: — ¿Qué es lo qué quieres? ¿Viniste a matarme?

— No depende de mí— Respondió con cierto cinismo. Prosiguió: — Si así fuera ya lo hubiese hecho. Verás, tengo un jefe mucho más exigente que el tuyo y está interesado en el encargo cual llevabas con mucha prisa la noche anterior de nuestro pequeño accidente.

— ¿Pequeño accidente? ¡Tú los matasteis!— Vociferó horrorizado. Inmóvil, escuchó alzar su voz y como si hubiese cometido un error bajó la mirada de inmediato. Interrogó: —… ¿Qué ganaré con ello? ¿Cómo sé qué puedo confiar en ti?

— Soy un hombre de palabra— Dijo reticente aunque sus ojos inspiraban franqueza. La sombra se acercaba y el contrario dio un sobresalto. Agregó: — Aquel hombre le había llegado su hora, era inevitable, pero tu tiempo todavía no ha alcanzado su fin. He venido hacer un trato.

Distancias se iban acortando, calles umbrías eran iluminadas por la luz ocal de los faros del vehículo. Los caminos se separaban del asfalto, descendía la velocidad con lentitud hasta detenerse acercándose a la entrada de una arboleda. Las ramas de los viejos árboles se entrelazaban formando un arco y los senderos sinuosos se perdían en las profundidades del bosque. Cargó en sus manos una linterna y encendió adentrándose en las negruras del pasaje entretejido por largas y gruesas raíces. La tranquilidad era interrumpida por el arrastrar de las hojas al andar, guiado por aquella silueta quien conocía el camino vislumbró al final del túnel el contraste de las llanuras baldías de una casa iluminada por la luz de la luna. Erguía con ímpetu su corte señorial, ocultaba detrás de los árboles una belleza enigmática y superficial como aquellas mujeres de sociedad. Atravesaban el pórtico y el hombre forcejeó la puerta sin lograr abrirla, la sombra en un suspiro golpeó destrozando la madera. Frente al umbral cruzaron siendo tragados por aquella oscuridad ominosa. Pasaron un gran salón donde sólo quedaban vestigios ruinosos de alguna majestuosidad dejada entre los escombros y el polvo. Frente a ellos divisaron grandes escaleras dividiéndose en dos alas, la sombra continuó hacia el ala este, sus suaves pasos no eran escuchados como si caminara sobre el aire más los del hombre crujían haciendo sufrir el piso deteriorado. Detenidos, la sombra interpuso un dedo sobre sus labios, señaló la puerta hacia el fondo del largo pasillo y asintió advirtiendo la presencia de alguien dentro. Abrieron la puerta pausados y divisaron la lumbre de un viejo candelabro alcanzando la silueta de una muñeca como una niña sobre las piernas de un hombre escondido en la penumbra. Giraba su pequeño rostro de porcelana y ladeaba tranquila, la luz acentuaba la oscuridad de sus cuencas vacías, siguió el sonido de una respiración agitada para admirarlos fijamente.

— Bienvenidos— Pronunció una voz débil y pegajosa en un acorde casi disonante regañando al oído. Sentado en una mecedora se balanceaba en un lento vaivén. — Finalmente han llegado.

— Usted es el señor Harry Richmond, dueño de la gran casa escondida entre los árboles, último del linaje de su familia— Dijo la sombra, el hombre a su lado contrariado intentaba distinguir su rostro pero le resultaba imposible. Dirigiéndose a él, preguntó: — ¿Se encuentra bien, señor?

— Así me conocen quienes guardan mí secreto— Acariciaba los cabellos de aquella muñeca con suavidad. Agregó: — Pero sólo ellas saben la verdad. Me advirtieron de su llegada y no pude creerlo. Comencé a contar los segundos próximos de esta cita indeseable, ¡yo no puedo partir sin terminar mi obra maestra!

— No tendrá que preocuparse más por ello. Usted ha cometido un crimen imperdonable— Sentenció el hombre con grave ímpetu. Interrogó: — ¿Dónde están los niños? ¿Dónde están ocultos?

Detuvo el mecer de su silla, apretó con sus manos largas y arrugadas el torso de la muñeca, se levantó de su asiento y la dejó reposar en su lugar. Tomó el candelabro de la mesa y alumbró sus extensos cabellos grises enmarañados alcanzando el mentón de su rostro alargado, las sombras pronunciaban la concavidad de sus mejillas afinando los pómulos de aquel semblante demacrado.

— Ya veo— Embozó una larga sonrisa torva mientras inclinaba su cuerpo formulando una única pregunta: — ¿Quieren ver mi colección de muñecas?

Notas finales:

La fecha tope para cada actualización serán los Jueves a las 6:00 PM, hora local de Caracas, Venezuela.

Puedes encontrarme en Facebook a través de mi página y seguir mis otros trabajos, estaré agradecido enormemente:

https://www.facebook.com/EncerGabriel

¡Un abrazo enorme!


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