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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

Otro capítulo, que espero y disfruten.

Perdón por las faltas y espero que les guste :3

Camila POV

 

Después de que Avery salió de mi casa me sentí mal, tenía en cuenta de que lo que había pasado entre nosotras era serio, pero lo único que quería hacer en ese momento era llamarle y pedirle que regresara. Hacerle saber que todavía estaba dispuesta a ir a la fiesta con ella, y que después de un par de tragos y lo pies adoloridos de tanto bailar, nos iríamos a dar una caminata en la playa hablando de nada y de todo, olvidando nuestra discusión e ideando un plan para ambas conseguir pareja en esa fiesta, con la cual podríamos pasar la noche.

 

Pero no contesto a mi llamada, a ninguna de las ocho llamadas. Y así pasaban las horas.




Era domingo y decir que estaba preocupada quedaba corto. No había sabido nada de Avery desde que se fue de mi casa y estaba que me trepaba por las paredes. Había llamado a su padre, pero él tampoco sabía dónde estaba, llamé a Jax y él me contestó diciendo que estaba con ella, lo cual me tranquilizó un poco… hasta que me di cuenta de que ellos dos juntos eran más propensos a correr peligro.

 

Amanda había decidido ir a verme ese día, mi llamada de auxilio que había escuchado en la mañana la convenció de venir a hacerme compañía. Incluso supo que no tenía que hablar mal de Avery por ese día, de eso yo ya me estaba encargando.

 

— La muy idiota de seguro sigue dormida como tronco, ah, pero cuando despierte tendrá la peor resaca del mundo. Se lo tiene más merecido por idiota. — dije mientras tomaba otra cucharada de helado.

 

— ¿No te ha respondido ninguna llamada? — preguntó Amanda. Negué.

 

— Lo único que sé es que está con el tonto de Jax. — murmuré con el ceño fruncido. — Le encanta dejarme con el alma tendida en un hilo. — me quejé.

 

— Tampoco es como si fuera una niña, tiene la edad suficiente para cuidarse ella misma. Además, está con Jax, esos dos juntos se pueden defender mutuamente. — Amanda me animo, tomando mi hombro y apretando ligeramente.

 

— No me preocupo por eso, esos dos juntos se pueden meter en otra clase de problemas. — solté la cuchara y me pasé la mano por el cabello, acomodándolo de un lado.

 

— Creo que exageras. — refuto la castaña mirándome con los ojos entrecerrados.

 

— Una vez terminaron huyendo de una banda de gánsteres porque coqueteaban con la chica equivocada, y todo porque querían ver quien se la llevaba a la cama. — mire a Amanda quien se quedó con la boca entreabierta, sin saber qué decir.

 

— Está bien, ¿y ya llamaste a la morgue?

 

— ¡Amanda!

 

— ¡¿Qué?!, Solo para estar seguras.

 

— ¡No está muerta! — le reclamé.

 

— Okay, lo siento. — dijo encogida.

 

— Le llamaré otra vez. — bufé tomando mi celular.

 

Sonó una vez, dos, tres…

 

“Hola Mila"— contesto Avery.

 

Me contuve con todo para no gritarle.

 

— Más te vale tener una buena excusa para no haber contestado mis llamadas hasta ahora. — dije con voz de ultratumba.

 

La oí tragar saliva a través del teléfono.

 

“Pues de que la tengo la tengo, jejeje.— se rio de manera nerviosa. — “He estado manejando por horas y dejé mi celular en modo silencio, hace poco tomamos un descanso y a acabo de ver las llamadas perdidas. Lo siento.”

 

— Entiendo… y ¿dónde estás exactamente? — pregunté llevando una de mis manos a mi cadera.

 

—“Me temo que no puedo responder esa pregunta.”— contestó con cierto temor.

 

Solté una risa sin gracia.

 

— Ya en serio. — dije riendo. — Dime.

 

“Lo siento, pero ya me tengo que ir. No creo que termine hoy así que no podré llevarte mañana a la universidad.”

 

— Avery. — le advertí.

 

“Me voy, nos vemos Mila”— sin más cortó la llamada.

 

— Bueno al menos sabes que sigue con vida. — me animo Amanda.

 

— Si. — le sonreí. — Así sé que puedo matarla yo misma.







Avery POV

 

—¿Quieres que maneje yo? — preguntó Jax mientras comía de una bolsa de patatas fritas.

 

— Por favor. — respondí haciendo una mueca mientras me sobaba mi hombro algo entumecido.

 

Nos volvimos a subir a mi auto, y mientras el pelinegro encendía el motor, yo me empeñe en buscar una estación de radio decente.

 

— Ya no falta mucho, ¿verdad? — preguntó buscando mi mirada.

 

— No, no te preocupes.

 

Jax asintió satisfecho y puso el auto en marcha. Lo único que yo quería era terminar con esto y ver a Camila mañana en la escuela. Esperaba que no estuviera muy molesta conmigo.

 

— Esto que estás haciendo es una locura Ave. — dijo Jax negando de manera divertida.

 

— Lo hago por ella. — respondí con mi mirada fija en la ventana.

 

— A veces pienso que ella en serio te gusta. — murmuró el pelinegro con su vista fija en la carretera.

 

“Si supieras”, pensé.

 

— No digas tonterías. — gruñí recibiendo una pequeña risa por parte del chico.

 

— Lo siento. — se disculpó.

 

Yo también lo sentía.

 

 

 

--






Flashback

 

La edad de los diecisiete no era sencilla, estabas en un estado medio entre la adolescencia y la adultez. Los adultos te trataban como niño y los niños como adultos. En pocas palabras la vida apestaba.

 

Otra razón para no gustarme la edad en la que me encontraba era que me había enamorado, y como una completa idiota. Y si ya de por si eso era muy malo, me había enamorado de más ni menos, que, de mi mejor amiga, vaya cliché. Era difícil ocultarlo, y mucho más negarlo. Más si se trataba de Camila, que con el paso del tiempo solo se había vuelto más hermosa, y eso ya era mucho qué decir.

 

Seguía siendo una de las personas más importantes en mi vida, era mi hombro para llorar y era aquella persona a la que podía confiarle todo, hasta mi vida misma. Aunque ya no podía decir que era mi única amiga, las cosas habían cambiado desde que teníamos trece. Ahora teníamos amigos aparte, convivíamos más con los demás y teníamos actividades fuera de la escuela. Incluso mi vida en casa había cambiado, mi padre había conocido a una mujer en una fiesta de su trabajo. Su nombre era Amelia y mentiría si dijera que lo acepte al instante. El recuerdo de mi madre nunca había dejado mi mente, pero la insistencia y dulzura de Amelia terminó por deshacer mis barreras junto con las de mi padre. En pocas palabras mi vida había cambiado mucho desde que tenía trece.

 

A pesar de mis sentimientos ocultos, Camila seguía siendo mi amiga, y mi tutora en matemáticas, por esa razón nos encontrábamos en la biblioteca. Un examen venía pronto y no quería reprobar por nada en el mundo. Pero era difícil concentrarme con la morena frente mío, su cabello brillante y sedoso caía con gracia sobre sus hombros, sus rasgos faciales tan delicados y femeninos, su piel color morena como si estuviera tostada en un punto justo, y su olor, ese perfume con olor a Jazmín que tanto me encantaba. Dios vaya que estaba jodida.

 

— Y así, solo sustituyes la fórmula con la variable de x.— explicó Camila mostrándome sus apuntes, a los cuales no les entendía, por no haberle prestado la atención necesaria. — Esta fácil, ¿no?

 

— Algo…— mentí. — ¿Podrías darme otro ejemplo? — pedí casi con pena.

 

— Claro. — accedió.

 

Dios, no puede sonreír así. Iba a ser casi imposible poder concentrarme.

 

--

 

Después de haber llegado a mi casa subí a mi habitación a cambiarme, Amelia me había dicho que la cena estaría lista en pocos minutos así que me apresure, esa mujer sí que tenía un don en la cocina.

 

Cuando ya estábamos cenando solo se podía oír el sonido de los cubiertos chocar con los platos de cerámica, por lo general me gusta entablar una conversación durante la cena, pero este día no me sentía con muchos ánimos, en realidad no me sentía con ánimos para nada.

 

— ¿Cómo estuvo la escuela Avery?

 

Salí de mis pensamientos y miré a Amelia, quien me veía con una sonrisa esperando mi respuesta.

 

— Normal. — me limité a contestar volviendo mi mirada a la comida, casi de manera inmediata.

 

— ¿Como te va con las clases, todo bien? — preguntó mi padre tomando mi hombro, dándome un ligero apretón.

 

— Si… lo siento, es que tengo un examen de matemáticas mañana y estoy algo liada. — les dije, con la intención de que no se preocuparan mucho. — De hecho, creo que iré a estudiar un poco más, si me disculpan.

 

De la manera más tranquila me retiré y me dirigí a mi habitación, una vez estando allí me tumbé a la cama. Tome mi celular que estaba en el buró de caoba que estaba al lado y mire en la pantalla que tenía un mensaje, uno de Camila.

 

De Camila: Relájate y descansa, verás que el examen será fácil. ;)

 

¿Cómo con un simple mensaje era capaz de tenerme así?, con el estómago dando un vuelco y un visible rubor en las mejillas. Solté un gruñido de frustración, cubriendo mis ojos con mi brazo derecho.

 

— Eres patética. — murmuré para mí misma. — Es tu mejor amiga, santo cielo. Ella no te ve de esa manera.

 

Mi cuerpo entero se tensó ante el sonido de alguien tocando la puerta de mi habitación. Me puse de pie en cuestión de segundos.

 

— Avery. — llamó. Era Amelia.

 

— Sí. — respondí en pausa.

 

— ¿Puedo entrar?

 

— Adelante. — invite volviéndome a sentar en el borde de la cama.

 

La puerta se abrió y la mujer entró con una sonrisa en los labios.

 

— Solo quería venir a hablar contigo.

 

— ¿Sobre qué? — pregunté elevando una ceja.

 

—Sobre lo que te pasa, sé que hay algo que te tiene en el estado en el que estás… últimamente has estado algo distante, casi decaída. — esta mujer era bastante intuitiva.

 

Intenté no verla a los ojos, no sabía qué otra cosa podía adivinar si la veía.

 

— No sé de qué hablas. — dije apretando mis manos en un puño, tratando de no sonar sospechosa.

 

— Avery. — no sonó a presión, sino más bien como una invitación. — Puedes contarme lo que sea… sé que no soy tu madre, pero te quiero y puedes confiar en mí.— me limité a solo asentir, apretando los labios.— Está bien, lo entiendo.— se movió dispuesta a irse, no sin antes darme un beso en la frente. Cosa que hacía desde que tenía catorce. — No hablaremos si así lo quieres.

 

— ¡Espera! — la detuve, segundos antes de que llegara a la puerta.

 

Me sonrió y se volvió a sentar a mi lado.

 

— Te escucho cariño. — invitó. A veces me recordaba a mi madre.

 

— Es algo complicado. — murmuré mordiendo mi labio inferior.

 

— ¿Mas que cuando nos dijiste que te gustaban las chicas?

 

Me reí con cierto nerviosismo, ese día había sido muy largo para mí. Pero al final todo había salido bien.

— Que graciosa. — bufé.

 

— Es una chica, ¿cierto? — intuyó. Asentí. — ¿Te gusta? — “eso queda corto” pensé, pero volví a asentir.

 

— Va en mi escuela. — comenté, jugando con mis dedos. — Y no puedo dejar de pensar en ella.

 

— Cariño. — con una de sus manos acarició mi cabello. — Estás enamorada.

 

— No, no lo creo. — me reí negando. Ya lo sabía, pero no quería aceptarlo.

 

— Es un hecho, no una intuición.

 

La miré perpleja, recibiendo solo un asentimiento por su parte. Tan mal estaba como para que alguien más se haya dado cuenta.

 

— Demonios. — dije escondiendo mi cara entre mis manos. — ¿Y qué hago?

 

— Díselo. — contestó. La mire como si estuviera loca.

 

— Estás loca.

 

— El amor no es algo que se deba ocultar, al contrario.

 

— ¿Y si se asusta?

 

— Es porque entonces ella no vale la pena. — respondió encogiéndose de hombros.

 

— No creo que sea buena idea. — admití, entrecerrando los ojos.

 

— Mira, el “no” ya lo tienes. Así que no tienes nada que perder.

 

Obviamente si tenía mucho que perder, y con eso me refería a una amistad de diez años. Pero no quería decirle que se trataba de Camila.

 

— Lo pensaré. — era lo que podía decirle.

 

 

--

 

 

Y cumplí, de que lo había pensado, lo había pensado. Pero no me convencía de decírselo. La sola idea de imaginarlo ya me dejaba mareada.

 

Camila se había estado comportando de una manera algo melosa conmigo últimamente, pero era porque recién había terminado con su ex novio Keith hace como un mes. Y yo era su hombro de consuelo. Pero aun así, no podía evitar el sentir un revoltijo en mi estómago, cada vez que ella se abrazaba a mí, o me besaba en la mejilla. Estaba enloqueciendo.

 

— ¿Qué quieres hacer este fin de semana? — me pregunto.

 

Ambas estábamos en su habitación, yo con mi cabeza reposando en sus piernas, las dos estábamos en su cama.

 

— No lo sé… ¿se te ocurre algo?

 

— Humm… creo que no.— respondió mientras jugaba con mi cabello.

 

Intenté ignorar las sensaciones y traté de concentrarme en el cubo de Rubik que tenía en las manos.

 

— Podríamos ir a la playa, hace poco dijiste que necesitabas un bronceado.

 

— Eso lo dije hace como dos semanas, ¿cómo es qué todavía te acuerdas?

 

— No lo sé, solo me acuerdo. — respondí mirándola a los ojos.

 

Dios sus ojos eran preciosos.

 

Ella me sonrió.

 

Dios tiene una sonrisa preciosa.

 

— Eres la mejor. — se agacho para quedar más cerca de mi rostro y beso mi mejilla.

 

Pude sentir como nuestras narices chocaban, y como mi corazón empezaba a palpitar con locura.

 

— Soy tu amiga. — susurré ganando otra sonrisa por su parte.

 

Se quedó callada unos segundos, parecía estar pensando en algo.

 

— Me pregunto cómo serían las cosas si fueras un chico. — murmuró sin apartar su vista de la mía. — Todo sería distinto.

 

— ¿Cómo? — pregunté frunciendo las cejas.

 

— No tendría la necesidad de salir con idiotas, te tendría a ti.

 

Solté un suspiro y me aparté de ella, poniéndome de pie y dándole la espalda. Con mis manos apreté el cubo de Rubik.

 

¿Pero qué diablos estaba haciendo?, ¿Porque estaba tan nerviosa?

 

— ¿Que sucede Avery? — me pregunto.

 

— Nada. — mentí jugando con el cubo que tenía en las manos.

 

— Ven aquí. — me invitó, palmeando el lugar de al lado suyo.

 

Suspiré, luego de decidir volver a sentarme, pero esta vez, la veía cara a cara.

 

— Hola. — la saludé dándole una sonrisa.

 

— ¿Me dirás qué te pasa? — me pregunto, yo solo me encogí de hombros. — Te conozco.— murmuró pasando un mechón de mi pelo por mi oreja.— Soy tu mejor amiga, tienes que decírmelo.

 

Eso no era buena idea, ¿qué le decía?, ¿Que estaba locamente enamorada de ella?, ¿que lo único que pasaba por mi cabeza en ese momento era besarla? No, no estaba tan loca, aunque si por ella.

 

— No es nada. — intenté convencerla, pero por su mirada, sé que no lo logré.

 

— Solo sé, que ese nada tiene nombre, pero si no quieres decirme no hay problema, solo quiero que estés bien.

 

La forma en que Camila me miraba me ponía en una zona donde no sabía qué hacer con tantas emociones encontradas, esos ojos me mataban, esa sonrisa me mataba, esa alma me tenía mal. Tenía que decírselo.

 

— No quiero echar a perder todo. — dije agachando la mirada.

 

— ¿A qué te refieres con eso? — cuando la miré, pude ver lo desentendida que estaba.

 

— Siento algo aquí. — dije, posando mi mano en mi pecho. Casi sentí mi corazón palpitar por lo fuerte que bombeaba.

 

— Vaya… eso es nuevo. — expresó con una sonrisa, no se lo creía.

 

La verdad yo en su lugar, tampoco me lo creería. Pero asentí a sus palabras, para mi pesar.

 

— Nunca me había sentido así, no sé qué hacer. — admití, mordiendo mi labio inferior con cierto nerviosismo.

 

— Aww cariño.

 

Camila envolvió sus brazos en mi cuello, abrazándome y dejando que yo pudiera oler su delicioso perfume.

 

— Ya, ya Mila. — dije separándome de ella. Si no lo hacía, no sabía de lo que iba a ser capaz de hacer.

 

— Tienes que decirme quién es, ¿la conozco?, ¿va contigo en el equipo de voleibol?, ¡Oh ya sé!, Es esa chica rubia de ojos avellana ¿cierto?, Es linda y juro que la mire viéndote la vez pasada. Creo que definitivamente tienes oportunidad con ella, si no ya verás que…

 

— Camila detente. — le pedí, la morena se había emocionado y estaba hablando muy rápido.

 

— Lo siento, es que esto es grande Ave. Nunca te habías enamorado de una chica, creí que jamás pasarías de los rollos y los acostones. Esa chica debe ser grandiosa.

 

— Lo es.

 

La verdad es que Camila era perfecta.

 

— ¿A si?, Y estamos hablando de…

 

Camila me presionó mirándome con picardía mientras yo me encogía sobre mí misma, riendo un poco de manera nerviosa.

 

— De alguien muy especial.

 

— Oh vamos Avery dime. — pidió haciendo un puchero, ella sabía que yo no podía negarle nada si hacia eso.

 

Pero esta vez tenía que ser fuerte.

 

— No es el momento. — me excuse, girando entre mis manos el cubo que aún tenía.

 

La morena tomó uno de mis hombros y lo apretó ligeramente, ella había notado mis cambios de humor.

 

— Está bien, pero sea quien sea es una chica muy afortunada.

 

¿Lo decía en serio?, no pude evitar mirarla a los ojos. Grave error. Si tan solo pudiera besarla, sentir esos labios rosados, sentir lo suave que es la piel de sus mejillas a mi tacto.

 

A mis ojos su rostro estaba cada vez más cerca, nuestras miradas se cruzaron y nuestras frentes se tocaron, pude sentir su aliento chocar con mis labios. Solo un poco más y podría sentir esa gloria. Solo un poco más, y podría morir en paz.

 

— ¿Qué estás haciendo? — Camila preguntó, sacándome del trance en el que me había metido.

 

Aparte mi mirada de sus labios y la vi a los ojos, estaba asustada y confundida. Se me encogió el estómago y trague grueso.

 

— Mila… yo…

 

— Vete. — corto poniéndose de pie y caminando hacia el baño que se encontraba en su habitación, terminó encerrada en él.

 

Me levanté y caminé hacia la puerta que nos dividía.

 

— Camila lo siento, no sé en qué diablos estaba pensando. Te juro…

 

— ¡Solo vete! — exigió.

 

Sabía que cuando la morena se ponía de ese modo era inútil discutir con ella, así que me rendí e hice lo que me pidió, me fui.

 

El sentimiento que tenía en el pecho se sentía pesado, como si me sofocara. Pero aun así me fui, sabiendo que no quería dejar las cosas así, pero que tampoco tenía opción.

 

La había cagado en grande.

 

 

Fin del flashback

 

 

 

 

Notas finales:

Hagan lo que tengan que hacer, pero pásensela bien :)


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