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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

Borré algunos capítulos porque me salía un error con esté en particular. Pero los voy a estar subiendo nuevamente. 

Camila POV

 

Estábamos en camino hacia el departamento de Avery mientras ella conducía totalmente enfocada en el camino. La música que sonaba en la radio cortaba el silencio, pero no la tensión. Apenas habíamos salido del lugar y tanto Avery como yo no dijimos nada de lo que había ocurrido ahí.

 

— Era la primera vez que lo hacía en un lugar público. — dije volteando a ver a la ojiazul. — Fue muy interesante.

 

— También es la primera vez que tienes sexo en la primera cita. — soltó ella con voz profunda. Eso también era cierto.

 

Noté su seriedad, y como apretaba el volante del auto. Estaba molesta. 

 

— ¿Qué tienes? — le pregunté directamente. Avery negó y siguió como si nada. — Dímelo. Creí que te había gustado. ¿Es porqué no te toqué? Aún tengo mucho que aprender y quería primero ver cómo lo hacías para darme una idea, no es por qué me… 

 

— No es eso. — me cortó. — Es tu primera relación con una mujer, eso lo entiendo. 

 

— ¿Entonces qué es? 

 

Aprovechando el rojo del semáforo, Avery paro el auto y soltó un suspiro. 

 

— No estoy molesta contigo. — aseguró. — Lo estoy conmigo, creo. 

 

La mire sin entender ni esperar esa respuesta, ignorando el verde del semáforo Avery agachó la mirada sin atreverse a verme. 

 

— No era mi primera vez haciéndolo en público, ni tampoco en la primera cita. De hecho, es algo con lo que estoy familiarizada. — expresó empezando a conducir nuevamente. — Es algo que se esperaba viniendo de mí, es algo que las chicas con las que salía esperaban de mí. Pero desde el principio vengo diciéndote que tú no tenías nada que ver con eso, tú siempre habías sido punto aparte; parece que si se trata de mí el camino es siempre el mismo. No te mereces ese camino Camila, mereces a alguien mejor.

 

Negué con una sonrisa incrédula. No, definitivamente no iba a permitir que la cosa se fuera por ahí. 

 

— Detén el auto. — ordené con voz firme. — No digas más, y orillate. 

 

— Camila… 

 

— ¡Hazlo! 

 

Soltando un suspiro profundo, Avery asintió e hizo lo que le pedí, orillando el auto al lado de la carretera. 

 

— Es la verdad Camila. — intentó justificarse aún sin atreverse a verme a la cara. 

 

— Gracias a ti lo hice por primera vez en un espacio público, y en una primera cita… — ante mis palabras la ojiazul asintió como si esperara algo peor por venir. — … también gracias a ti fui defendida por primera vez de niños que me molestaban, me atreví a andar en bicicleta porque prometiste estar al pendiente de mi sin importar que mi padre también estuviera ahí, fuiste la primera en estar ahí para mí cuando me rompieron el corazón por primera vez; puedo seguir así toda la noche, porque las primeras veces que son contigo siempre son las mejores, no importa de que sean, tu logras que sean parte de mis mejores memorias y de mis mejores experiencias. Justo como pasó esta noche. — termine de hablar tomando su mano y logrando finalmente que se atreviera a verme a los ojos. — Me gustan las primeras veces contigo. 

 

También me gustaba ver sus ojos brillar, y amaba la idea que fuera por mí, como ahora. 

 

— Siempre logras levantarme, aún cuando soy yo misma la que me hundo por mis errores e inseguridades. — apretó mi mano y la acercó a sus labios besando el dorso. — Te quiero Mila. Y de eso nunca voy a dudar, te lo prometo. 

 

Sin poder evitar la sonrisa que brotó de mis labios, me acerque a ella y la besé corta y repetidamente hasta que nuestras sonrisas chocaron. 

 

— Ahora sí podemos irnos. — informé. 

 

Avery asintió y una vez que me reacomode en el asiento de copiloto y me coloque el cinturón de seguridad, ella volvió a poner el auto en marcha, ahora con un cómodo silencio haciéndonos compañía. 

 

--

 

Caminábamos tomadas de la mano por el pasillo donde se encontraba el departamento de Avery. Cuando llegamos a la puerta la castaña sacó sus llaves y abrió, cediéndome el paso.

 

— Debemos quitarle importancia a lo que pasó en el auto. No hay que arruinar nuestra primera cita. — propuse entrando al departamento. 

 

— Estoy de acuerdo. Si no lo dejamos atrás soy capaz de disculparme durante toda la noche. — comentó Avery, sacándome una sonrisa. Yo sabía que si era capaz. — ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de beber? 

 

Me detuve ante sus preguntas y voltee a verla con una sonrisa divertida, pero ella estaba distraída mirando la pequeña cocina. 

 

—  No realmente. ¿Y tú? 

 

— No creo, la ver… 

 

Detuvo por completo sus palabras cuando enfocó su vista en mí. Ya con su atención completa, termine de quitarme el vestido. La primera vez no se había presentado la oportunidad de quitarlo.

 

— ¿Segura que no tienes hambre? — le pregunté mirando como se quedaba atónita. 

 

— Rojo. — fue lo único que atino a decir sin dejar de recorrerme con la mirada. Admirando el conjunto de lencería que tenía puesto.

 

— Tienes suerte de que ya se dónde está tu habitación. — dije riendo un poco. 

 

Empecé a caminar hacia su cuarto y a los pocos segundos escuché sus pasos detrás de mí. 

 

Cuando ambas estuvimos dentro Avery posó sus manos en mi cintura, apretando su agarre. 

 

— Volteate, quiero verte. — murmuró con voz profunda a lo que obedecí. — Maldita sea, eres hermosa. 

 

Cuando nos vimos a los ojos pude volver a ver el deseo en los suyos. 

 

— Creo que con lo que pasó antes, ya tengo una idea de lo que puedo hacer contigo. — dije acariciando su vientre con mi mano derecha. 

 

Sin más que decir, Avery también se desvistió quedando en ropa interior de color negro. 

 

La jalé hacia mí y estampé mis labios con los suyos. Puso sus manos en ambos lados de mi cara y yo alcancé el borde de su ropa interior. Con lentitud colé mi mano por debajo de la tela y palpe su centro.

 

Avery me detuvo. 

 

— ¿Qué pasa? — la cuestioné un tanto confundida.  

 

Ella sonrió y entrelazo nuestras manos. 

— Aún hay algo más que debo enseñarte. — explicó sin borrar su sonrisa. 

 

— ¿Y qué es… ¡Ah! — grité al sentir como me tomaba de las piernas por sorpresa y me cargaba llevándome a la cama donde terminé acostada con ella encima mío.

 

— Tu solo observa y aprende.  — susurró con una sonrisa de medio lado en el rostro. 

 

Me dió un corto beso en los labios y terminó descendiendo hacia mi cuello y al inicio de mis senos. Con sus manos acarició mis costados ascendiendo y llegando a palpar mis pechos aun cubiertos por mi sostén. Solté un pequeño jadeo. 

 

Avery volvió a acercar su rostro al mío y terminamos besándonos nuevamente. Era un beso profundo, apasionado y húmedo; aún sin separarnos sentí las puntas de sus dedos bajar por mi abdomen y llegar al borde de mi ropa interior. Podía sentir como mi piel se erizaba debido a su toque.

 

Detuvo el recorrido de sus dedos, pero sin dejar de besarme. Iba a reclamar cuando sentí sus manos pasar a mi espalda, encontrando el broche de la prenda de encaje. Separó sus labios de los míos pero sin apartar la mirada y se deshizo de la prenda en segundos. 

 

— Es prenda por prenda. Es lo justo. — dije yo a lo que ella simplemente respondió tomando mis manos y guiandolas a su espalda. 

 

Sin la misma destreza que ella, me deshice de su sostén e inevitablemente mire sus pechos. Eran ligeramente más pequeños que los míos, pero se veían firmes y al mismo tiempo suaves, aunque eso careciera de sentido. Y su vientre, ese que yo ya conocía perfectamente, marcado gracias a su ejercicio casi diario. Quería pasar mi lengua por él. 

 

Logró sacarme de mi trance cuando colocó sus brazos por los lados de mi cabeza, volviendo a acercarse. 

 

— No estés nerviosa. Si en algún momento quieres que paremos, lo haremos. ¿Esta bien? 

 

Asentí agradecida por el gesto y volví a sentir sus labios sobre los míos. Esta vez no fue por mucho tiempo. Volvió a besar mi cuello, mis clavículas, y el principio de mis senos. Cuando menos me di cuenta, sentí su aliento caliente chocando con mi pezón derecho, que reaccionó ante el leve contacto. Beso los alrededores de mi pecho, despacio, mordiendo levemente, sacándome de quicio.

 

— Eres una… ¡Ah! 

 

Con una de mis manos tomé el reverso de su cabeza y estrujando su cabello la guíe más hacia mi pecho. Ella succionaba con cierta fuerza, mientras que mi otro pecho pasó de estar totalmente desatendido a ser apretado por una de sus manos. ¿Por qué nunca había sentido esto antes? ¿Es que mis ex novios nunca supieron lo que estaban haciendo? 

 

Dejó mi pecho para hacer lo mismo con el otro y lo agradecí. No sabía cómo reaccionaría yo si se olvidaba de él. Probablemente me molestaría. Jugó con ambos, succionando, mordiendo, apretando y besando. Y yo, sentía que con eso me bastaría para llegar.

 

Pero llegó un punto en que se separó nuevamente, solo mirando. Aún con la respiración entrecortada la mire yo también. Tenía una sonrisa triunfante, como si supiera las ganas que tenía de gritarle por la frustración. 

 

— Si no me hubiera detenido, hubiera logrado que te corrieras. No sabía que te gustaría tanto.— Evite su mirada, avergonzada, girando la cara sin responder hasta que sentí como tomaba mi mentón, haciendo que la viera. — Muy probablemente lo que sigue te va a gustar mucho más. 

 

Bajó a base de besos y caricias hasta  mi vientre, que se contraía ante sus acciones y finalmente quitó la última prenda que cubría mi parte más íntima. Abrió mis piernas lentamente sin apartar su mirada de la mía y colocó su rostro en medio de ellas.  

 

Con mis manos alcance su cabeza y apreté ligeramente su cabello, no quería decirle nada, pero quería que entendiera que podía continuar, que debía continuar. 

 

Besó el interior de mis muslos, lento, mientras que yo casi por instinto cerraba las piernas. Mi centro estaba húmedo y palpitaba, no necesitaba tocarlo para saber eso. 

 

Sentía lo receptiva que me estaba convirtiendo ante cada toque, todos y cada uno de mis sentidos parecían estar atentos y enfocados en Avery, en lo que me estaba haciendo, y principalmente en lo que estaba a punto de hacer. Sentí sus dedos encajados en la piel de mis muslos, abriendo aún más para tener mejor espacio. Gemí y sin poder evitarlo elevé mi cadera, pero en un rápido movimiento Avery volvió a colocarme en la cama, sacándome un jadeo. 

 

— Avery… — proteste tratando de volver a elevar mi cadera. 

 

Ella no dijo nada, pero una de sus manos se dirigió finalmente a mi centro. Sentí la punta de sus dedos abrir mis labios y volví a gemir cuando sentí sus dedos pasar por mis pliegues. Los apartó y ante mi atenta mirada se los llevó a la boca. Saboreando. 

 

— Parece ser que no hay nada que no me guste de ti, Camila. — dijo relamiéndose los labios.  

 

— Y parece que también te gusta torturarme. — proteste casi sin aliento.

 

— Dios, créeme. Esto también para mí es tortura. ¿Crees que me es fácil ir con tanta calma? 

 

— No te pedí que lo hicieras. — reté. 

 

— Pero tengo que, créeme cuando te digo que lo mejor es empezar despacio. No tuve tiempo de hacer esto en el club, pero ahora no hay prisas. Sería bueno disfrutarlo. 

 

Iba a retarla, pero sentí su aliento cálido chocar con mi centro y supe que ya no iba a ser necesario. 

 

El primer contacto fue mágico. No pude evitar abrir la boca y soltar un grito ahogado ante el movimiento certero de su lengua. Se pasaba por mis pliegues de arriba a abajo y mi intento de moverme volvió a ser interceptado. 

 

Tentó mi entrada con la punta de la lengua y mi respuesta fue intentar volver a cerrar la piernas, apretando su cabeza con los muslos, acto que fue totalmente instintivo. 

 

Mientras Avery volvía a abrir mis piernas, los sonidos de succión y mis jadeos era lo único que podía oír. Y lo entendí; así era como se sentía tocar el cielo con las manos. 



Avery POV

 

Estaba acostumbrada a la imagen de una mujer desnuda, durmiendo a mi lado. A lo que no estaba acostumbrada, era a quedarme quieta en mi sitio, observando en vez de comenzar a vestirme para irme. 

 

Era nuevo, ya había dormido junto a Camila antes, pero no después de haberle hecho el amor. Ella me estaba dando la espalda, durmiendo plácidamente. Yo estaba a punto de trazar los lunares de su espalda con los dedos, pero algo me distrajo. 

 

Escuché como mi celular vibró un par de veces y estire mi mano hacia él. Era un mensaje de mi padre. 

 

<Papá: tienes que venir a la hora del desayuno, Amelia amaneció con mal humor y no quiero morir solo, si tenemos suerte cuando te vea se calme.>  

 

La oferta no era tan tentadora, a como yo veía las cosas, Amelia era capaz de matarnos a los dos. 

 

Camila comenzó a estirarse entre las sábanas, haciendo pequeños sonidos que me hicieron voltear a verla. Amelia no sería capaz de matar a Camila.

 

— Hey. — murmuré abrazándola por la espalda, besando su hombro descubierto. — Buenos días. 

 

La morena soltó un suspiro y con su mano acarició mi mejilla. 

 

— Buenos días. 

 

— ¿Tienes hambre? 

 

— Siempre tengo hambre y tomando en cuenta lo que pasó ayer… creo que tengo más hambre de lo normal. 

 

— Me imagino. — dije con una sonrisa, escondiendo mi rostro en su cuello, sintiendo como ella hacía la cabeza a un lado, dándome más acceso. — Si lo que quieres es desayunar, primero debes ducharte. Mi padre nos invitó a desayunar con él y Amelia el día de hoy. — informe, separándome. 

 

Camila se sentó en la cama, cubriendo su pecho con la sábana y el cabello revuelto. La tentación de volver a acostarla en la cama era fuerte. 

 

— Nos bañaremos por separado. — dijo, con una sonrisa. 

 

— Si, será lo mejor. — concorde. Me levanté por completo de la cama, me coloque una camisa sencilla, ropa interior limpia y camine hacia la puerta. — Prepararé café. — dije antes de salir de la habitación. 

 

Me encontré a Yago tumbado en el sofá de la sala. Me acerqué a él y le acaricie el lomo, sintiendo y oyendo su ronroneo al instante. 

 

— Debes tener hambre. — señale, obteniendo un maullido en respuesta. 

 

Encendí la cafetera y luego busqué el alimento para gatos. Después de unos minutos, Yago seguía comiendo y yo tenía una taza de café humeante en las manos. 

 

Camila apareció con una bata de baño puesta, mientras que con una toalla se secaba el cabello mojado. 

 

— No acostumbro mucho a tomar café, pero el tuyo huele muy bien. — comentó, dejando la toalla colgada sobre una silla. 

 

— Le pongo una pizca de canela, le da un buen toque. 

 

La morena sonrió y se sirvió en una taza, cerrando los ojos ante el primer sorbo. 

 

Me pareció muy doméstica la imagen, de hecho, el panorama completo. Y me di cuenta, al instante, que podía acostumbrarme a esto.


--


— ¿No crees que deberíamos llegar con algo? — preguntó Camila cuando ya estábamos de camino hacia la casa de mis padres. 

 

— Ya lo hice. Voy contigo, será una agradable sorpresa. — contesté sin apartar mi vista del camino. 

 

— Habías dicho que tú papá nos invitó a las dos a desayunar. — reprochó y no necesite mirarla para saber que tenía el ceño fruncido. 

 

— ¡No tenía opción! — me defendí. — Amelia está de mal humor y si llegaba sola probablemente me mataría junto a mi padre. — le dije. 

 

— ¿Me llevas como escudo? — preguntó con cierto enojo. 

 

— Amelia no te haría daño. — dije, quitándole importancia a su pregunta. 

 

— Eres idiota. 

 

Sonreí. 

 

— Soy tu idiota. 

 

Le lancé una rápida mirada y caché su sonrisa. 

 

— Mía. — murmuró, plantando un beso en mi mejilla. 


Cuando llegamos a la casa de mis padres y  toque la puerta, está se abrió casi inmediatamente. 

 

Era mi padre, y tenía una cara de espanto. 

 

— Trajiste a Camila. — fue lo primero que dijo. — ¡Eres una genio! Te amo pequeña. — soltó casi llorando de alegría. 

 

Se abalanzó sobre mí, envolviendome en sus brazos. 

 

— Ni tú ni yo moriremos hoy papá. — le console, respondiendo a su abrazo.

 

Mire de reojo a la morena, que nos miraba como si tuviéramos tres cabezas. 

 

Como si no supiera que acabábamos de evitar una guerra de nivel nuclear. 

 

— Adelante, pasen. — invitó mi padre una vez que nos separamos. — ¡Cariño tenemos visitas! 

 

— ¡Si crees que aún con testigos no voy a … ¡Avery, Camila! — dijo Amelia, cambiando del enfado a la emoción en cuestión de microsegundos. 

 

— Hola Amelia. — dijimos las dos al mismo tiempo cuando vimos que venía hacia nosotras. 

 

— Te ves radiante. — añadí, previniendo un posible ataque. 

 

— Gracias cielo. James, ve a la cocina y prepara el desayuno, tenemos visitas. 

— Enseguida cariño. — obedeció mi padre caminando aún con cierta cautela hacia la cocina. 

 

— Vamos a la sala de estar chicas, quiero que me cuenten cómo van las cosas entre ustedes. 

 

Deje que ella y Camila caminarán primero. Llegando a la sala, Amelia se sentó en un sillón pequeño, dejando que la morena y yo nos sentaramos en el más grande. 

 

— Mirense. Me ayudan a recordar lo que es el amor joven. — dijo la mujer con una sonrisa. 

 

— Gracias. — atino a decir Camila con cierta timidez. 

 

Era tremendamente adorable. 

 

— Mariana, James y yo estamos muy felices por ustedes.

 

— Bueno tres de cuatro no está tan mal. — comenté yo haciendo referencia al padre de Camila. 

 

— Estamos buscando el momento adecuado para decirle. — añadió Camila, tomando una de mis manos. 

 

— No creo que exista tal cosa como el momento adecuado, cariño. Además, es tu padre y te ama, él lo entenderá. Lo sé, porque yo amo y amare a mis hijas sin importar qué. — dijo acariciando su vientre mientras me sonreía. 

 

La morena me miró, como si estuviera buscando una respuesta de mi parte. 

 

— Hablaremos con él cuando tú quieras. Hoy mismo si así lo prefieres. — le dije. — Mientras lo hagamos juntas, no tengo ningún problema. 

 

Camila sonrió y me beso la mejilla. 

 

— Podemos esperar un par de días más. — dijo ella. 

 

— Perfecto. — dijo Amelia juntando sus manos. — Ahora, ¿Que les parece si después del desayuno me ayudan a preparar la habitación para la bebé? 

 

Obviamente, ni Camila ni yo íbamos a decir que no ante tal petición. Porque no se necesitaba ser un genio para saber que eso era realmente una orden. Y si venía de una mujer embarazada, se tenía que cumplir. 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Los voy a volver a subir mañana porque ahorita no tengo tiempo :(


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