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Entre cielo y tormenta por Joker96

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Notas del capitulo:

Holaaaa a tod@s :)

Me desaparecí por otros mesesillos pero ya regrese, y esta vez no me voy hasta que termine esta historia. No voy a mentir han sido unos meses difíciles con esto de la pandemia y este bloqueo de escritora que hasta hace poco más de una semana aún tenía. Pero ya me siento mejor y si aún hay alguien por ahí que estaba esperando actualización pues discúlpenme por la tardanza :’v

Ah y una última cosa, ya estoy escribiendo el epilogo por lo que quedan como cuatro capítulos. Sin más por decir, espero y disfruten el capítulo :3

Avery POV

 

Habían pasado unos cuantos días desde el pequeño incidente en la fiesta de Amelia y las cosas estaban ahora mucho más tranquilas. Camila y yo ya no teníamos la necesidad de escondernos de nadie, por lo que nuestra relación ahora era como cualquier otra...tal vez un poco mejor. 

 

Mi charla con Roberto seguía pendiente, pero era algo que claramente los dos estábamos evitando, cosa que mi novia me reclamaba de vez en cuando. Pero fuera de eso, todo estaba muy bien. 

 

— ¿Qué te parece este? Me gusta, pero no sé. — dijo Camila sosteniendo un suéter de lana color gris. 

 

Le había prometido anteriormente que la acompañaría a ir de compras sin quejas, el problema es que Camila había decidido hacer sus compras navideñas y eso lo hacía todo más pesado. 

 

— Me gusta. Y le quedará muy bien a tu mamá, pero yo escogería otro color. — respondí. 

 

La latina volvió a pasar su mirada por la prenda, frunciendo el ceño. 

 

— Tienes razón. Creo que el color perla le quedará mejor. — sentenció, asintiendo.

 

Me limité a sonreír, sin la más mínima idea de lo que era el dichoso color perla...pero sin el interés de saberlo realmente. 

 

— ¿La tacho de la lista? — pregunté, refiriéndome a su lista de regalos. 

 

— Sí. 

 

Asentí aliviada ante su respuesta y sonreí cuando vi que ya solo faltaba su prima Sandra. 

 

— Vamos, tenemos que ir a pagar que aún nos faltan dos regalos. 

 

— ¿Dos? Solo falta Sandra. — apunté. 

 

— Te ayudaré a comprarle un regalo a mi padre. — anunció, con simpleza. 

 

La miré como si le hubieran salido tres cabezas y comencé a seguirla, mientras negaba. 

 

— A tu padre nunca le han gustado mis regalos, ni siquiera los que tú escoges. ¿Qué crees que cambie ahora? En todo caso solo sería peor. — argumente. 

 

Pero Camila me ignoró. 

 

Bufé y esperé a que pagará el suéter de lana. Una vez hecho, salimos de la tienda, ambas con varias bolsas de compras en las manos. 

 

— No seas tan negativa. — habló finalmente. — Vamos, que después de esto quiero ir buscar algo de maquillaje. 

 

Giré los ojos evitando soltar alguna queja más y seguí a la morena a regañadientes. 

 

Al menos sabía no vería la cara de disgusto de Roberto cuando abriera mi regalo. 



--



El frío del invierno no solo se sentía, se veía en todas partes. Y en lugares como este cementerio, el blanco de la nieve hacía juego con la mayoría de las lápidas.  

 

— La noche buena se ve muy bien. — aduló Camila una vez que termine de colocar la flor al lado de la lápida de mi madre. 

 

— Mamá amaba la navidad. — atiné a decir con una leve sonrisa. 

 

— Me gustaban mucho sus galletas de jengibre. — dijo Camila, tomándome del brazo una vez que me puse a su lado. 

 

Miré el mármol blanco y solté un suspiro. 

 

— La extraño. — admití, agachando la mirada. — En especial por estas fechas.

 

Era durante estas fechas donde más sentía la ausencia de mi madre, su espíritu navideño y su cariño de invierno. 

 

— Lo sé. — la morena apretó un poco mi brazo y me sonrió cuando volteé a verla. — ¿Quieres que te deje un momento a solas con ella?

 

Apreciaba su oferta, pero termine negando. 

 

— No, me gusta que estés a mi lado. — le respondí, sintiendo sus labios en mi mejilla segundos después. 

 

— ¿Crees que a tu madre le haya sorprendido lo nuestro? 

 

— Probablemente no. Ella era muy observadora… sabía leerme como un libro abierto. 

 

— Tienes razón. — concedió Camila. — Hubiera sido la más entusiasmada también. 

 

— Le hubiera hecho competencia a tu madre. 

 

La latina río y volvió a abrazarse a mí brazo. Sonreí cuando me di cuenta de que con Camila todo era mejor, incluso los momentos de nostalgia. 



Camila POV

 

Avery estacionó el auto una vez que estuvimos en la acera de mi casa. Apagó el motor y miró hacia el frente. 

 

— ¿Estás bien? — le pregunté, un tanto preocupada. Desde que dejamos el cementerio estaba muy callada. 

 

— Tienes muchas bolsas y no puedes con ellas tu sola… pero no creo que tu padre quiera verme en tu casa. 

 

Tomé su mano y la apreté, logrando que me mirara. 

 

— Ya hablé con él Avery, y salió bien. 

 

— Es porque te quiere Camila. A ti no te puede odiar por nada del mundo, ¿pero a mí? Me mira con odio desde que tengo memoria. 

 

No pude decir nada para defender a mi padre, porque no podía. Pero tampoco quería que mi novia se sintiera así. 

 

— Y yo te amo. — le dije, acercándome un poco más a ella. Tomé su barbilla y la obligué a quedar cara a cara conmigo. — Y sé que estás nerviosa por esa plática que vas a tener con él, tienes miedo de que salga mal y lo entiendo. Pero no importa si mi padre termina odiándote más, eso va a estar muy lejos de ti y de mí. Yo voy a estar contigo, ahora y todo el tiempo que me permitas, sin importar si mi padre lo aprueba o no.  

 

La ojiazul sonrió finalmente y beso mi frente, haciéndome cerrar los ojos. 

 

— Yo también te amo. — murmuró, aún con sus labios muy cerca de mi piel. 

 

— Más te vale, ahora ayúdame con las bolsas. Mi papá ni está en la casa, fue a la casa de mi tía Karen junto con mi mamá y Antonio. 

 

Avery agrandó los ojos por la sorpresa y empezó a sonreír. 

 

— Estás diciéndome… ¿qué tienes casa sola?

 

— No lo estará si te quedas. — sonreí de manera sugestiva y abrí la puerta, saliendo del auto. 




Después de bajar las cosas empecé a guardarlas para que mi familia no las encontrará, mientras Avery se dedicaba a alimentar a Rony. Tenía que ponerla a hacer algo si quería mantener el secreto de dónde escondí su regalo. 

 

Mire como se entretenía con el conejo, acariciando su cabeza mientras éste comía y espere a que se desocupara, una vez que lo hizo me acerque, abrazándola por la espalda. 

 

— ¿Ahora qué quieres hacer? — preguntó quedándose quieta. 

 

En lugar de responderle me pare de puntitas y bese la parte lateral de su cuello. Sentí la tensión de su cuerpo al instante y no necesitó respuesta. Avery ladeó la cabeza, dejando más espacio y siguiendo con mi tarea en su cuello, moví mis manos, pasando por debajo de su ropa sintiendo su abdomen. Estaba duro, pero su piel era suave. La ojiazul soltó un suspiro al sentir mis manos frías y río casi sin aliento cuando recorrí sus abdominales con la punta de mis dedos. 

 

— Necesito que te quites la ropa. — susurré muy cerca de su oído, tentando con la punta de la lengua su lóbulo. 

 

Avery asintió a duras penas y no tardó en quitarse la chamarra. Me aparté y me puse frente a ella, desabrochando sus jeans mientras ella se deshacía de su camiseta de manga larga. 

 

Me arrodille, arrastrando sus jeans hasta sus tobillos, y en el proceso, pase mi lengua por su abdomen sintiéndome realizada de por fin poder hacerlo. Normalmente Avery mantenía el control, pero está vez yo buscaba algo diferente e iba a conseguirlo. Volví a ponerme de pie y la miré ya sin nada de ropa en la parte superior de su cuerpo. Estiró su mano y la paso por detrás de mí cuello, estampando sus labios con los míos. Sentí su lengua escurridiza, y sus manos, del mismo modo, llegaron a apretar mi trasero. Me sobresalte ante la sorpresa, y aunque no tenía quejas sabía que si seguía así iba a desviarme de mi objetivo. 

 

Con fuerza de voluntad pude separarme y antes de que Avery comenzará a protestar la empuje por el pecho y cayó en mi cama.  

 

— Deberías comenzar a desvestirte tú también. No es justo que yo sea la única. — declaró apoyándose sobre sus antebrazos en la cama. 

 

Negué y me coloqué a horcadas sobre su cintura, sintiendo sus manos posándose sobre mis caderas. Con la punta de mis dedos eleve su barbilla, logrando que me mirara a los ojos. 

 

— ¿En serio vas a quejarte de eso ahora? ¿O vas a dejar que siga con lo que tengo en mente? 

 

No dijo nada, pero a modo de respuesta apretó mi cadera con sus manos, y eso era un "adelante" para mí. 

 

Con una sonrisa la empuje nuevamente por el pecho, logrando que se acostara completamente en la cama. Traté de recordar eso que ella hacía cuando me tenía a su merced en la cama y sentí la excitación aumentar de solo recordarlo. Tentando con las manos llegué a sus senos, eran más pequeños que los míos, pero podía cubrirlos enteramente con las manos. Los apreté, sintiendo como se le endurecían los pezones. Empecé a mover mis caderas, haciendo fricción con su centro, mientras ella soltaba un jadeo, encajando las uñas en mi piel. Repartí besos en su cuello, el valle de sus senos y seguí moviéndome encima de ella. Avery respiraba con cierta dificultad, y gemía de manera suave cuando atacaba cierto punto en su cuello. Después de hacer eso me separé, a lo que Avery bufó. 

 

— Te gusta torturarme. — se quejó, tapándose los ojos con su antebrazo, tratando de recomponer su respiración.   

 

— Lo aprendí de ti.  

 

Reí levemente, mordiéndome el labio inferior. Ella no era la única sufriendo, podía sentir la temperatura elevada de mi cuerpo y la humedad en mi intimidad que me indicaba las necesidades que tenía en ese momento. Si Avery estaba como yo, entonces no podía hacerla esperar mucho tiempo. Aunque, al parecer, ella era mucho más paciente que yo, en mi caso ya me habría encargado de que siguiera con sus atenciones. 

 

Sin tropiezos me deshice de su última prenda, que era la que cubría mi objetivo. Y por primera vez, me asenté entre sus piernas, sintiendo como una de sus manos acariciaba mi cabello. 

 

— No tienes que hacerlo si no quieres. — soltó con voz suave. 

 

Negué, besando el interior de su muslo, sintiendo como su cadera se movía ante la sorpresa y expulsaba un jadeo. Después de eso Avery no dijo nada más y yo pude seguir con lo mío. Hice lo que ella solía hacer conmigo, tente con los labios el interior de sus muslos y apreté sus piernas con las manos, separándolas un poco más. Decidí enfocar mi vista en lo que tenía enfrente y fue cuando finalmente di el último paso.  

 

Sus pliegues eran suaves, húmedos y con mi lengua pude sentir cada textura. Avery gimió de una manera nueva para mí, y me encantó. Apretó mi cabello con su mano, haciéndolo un puño y me empujó más hacia ella, quería tener el control e iba a dejarla. Mientras siguiera haciendo esos sonidos yo no me iba a detener. 



--


Los dedos de Avery entraban y salían con rapidez, embestía con fuerza mientras su boca devoraba mi cuello y yo solo atinaba a tratar de no hacer mucho ruido. Avery curvó sus dedos, golpeando ese punto abultado y rugoso que nunca batallaba para encontrar. Mis caderas se estremecieron, elevándose y obligando a que ella me sujetara de la cintura hundiéndome de nuevo en el colchón. 

 

Gemí con cierta frustración a lo que ella río con cierta malicia. 

 

— ¿Algún problema princesa? — preguntó, subiendo hasta llegar a mi cara. No iba a decir nada hasta que sentí que se detuvo. 

 

Solté un jadeo a manera de protesta, moviendo la cadera tratando de mantener el contacto. Podía sentir la frustración en cada fibra de mi cuerpo, así como las pulsaciones provenientes de mi centro que demandaba atención. Pero eso a Avery parecía gustarle, disfrutaba verme en este estado, le gustaba tenerme a su merced y la maldita siempre lo conseguía. 

 

— Por favor. — murmuré, sintiendo sus besos en el cuello y apreté las piernas, sintiendo su mano inmóvil pero presente. 

 

— Por favor, ¿qué? — cuestionó rozando mi piel con su aliento cálido. Gemí otra vez, y con las paredes internas de mi centro apreté sus dedos que tenía dentro mío. Creía que con eso le daba una respuesta. Ella sonrió y volvió a besarme los labios. — Usa tus palabras. 

 

Rendida tomé su mano que tenía en mi intimidad y le di un apretón. 

 

— Cógeme. — susurré sobre sus labios. 

 

Una sonrisa torcida fue su respuesta. Pero cuando menos lo espere, me tomó de la cintura y me dio la vuelta, poniéndome boca abajo en la cama. 

 

— Buena chica. — respondió mientras pude sentir su cuerpo desnudo pegado a mi espalda. Hundí mi mejilla en la almohada y abrí los labios cuando volvió a entrar en mí, y sintiendo la cara encendida y sonrojada me dispuse a elevar mi trasero tratando de encontrar un mejor ángulo. Avery siguió moviéndose, sin detenerse hasta que literalmente sentí que no podía más.  


Avery POV

 

Si había algo de lo que aún no me acostumbraba después de hacer el amor con Camila, era el hecho de que no tenía que irme. Podía quedarme, abrazarla y darle mimos mientras ella rehuía de mis atenciones, cansada, pero con una sonrisa que me enamoraba aún más. 

 

La morena jugaba con los dedos de mis manos mientras posaba su cabeza en mi pecho, y yo pasaba mi mano libre por su cabello revuelto. 

 

— Tengo hambre. — se quejó ella y no necesite mirarla a la cara para saber qué estaba haciendo pucheros. 

 

— Creí que ya habías comido demasiado. — solté a modo de burla, ganándome un golpe en el abdomen. 

 

— Cállate idiota. — riño Camila, tratando de ocultar su sonrojo. 

 

— A pero cuando te tenía… — de un segundo para otro, tanto Camila como yo concebimos expresiones de espanto, escuchando las voces provenientes del primer piso de la casa. 

 

— Mierda. — susurro Camila levantándose estrepitosamente de la cama. Empezó a recoger su ropa del suelo y al mismo tiempo me lanzaba la mía. 

 

Las dos empezamos a vestirnos de manera apresurada y con el pulso cardíaco a mil cuando oímos voces acercándose. 

 

— ¡Camila, llegamos! — se escuchó la voz de Mariana. 

 

— ¡Ve al baño! — espetó Camila en voz baja, terminando de vestirse. 

 

Asentí y me llevé lo que faltaba de ponerme. En cuanto cerré la puerta escuché como la otra se abría lo que significaba que alguien había entrado a la habitación. 

 

— Vimos el auto de Avery afuera, ¿dónde está ella? — preguntó Mariana, que para mí suerte solo sonaba curiosa. 

 

— Está en el baño, ¿qué tal les fue con la tía Karen? — preguntó Camila, claramente tratando de cambiar de tema. 

 

— Bien, te manda saludos… oye tienes la cara muy roja. — dijo Mariana, en el momento en que decidí salir del baño. Cambiada y un poco más limpia. 

 

— Si, tal vez sea un resfriado. Sabes cómo me pongo con el frío. — respondió la latina, sonriendo levemente. 

 

Saludé con la mano y Mariana frunció el ceño, paseando su mirada entre su hija y yo. Elevó una ceja y se cruzó de brazos. 

 

— Trata de arreglarte un poco Camila que a tu padre que no le va a gustar verte así. — recomendó la mujer. — Y tú. — me señaló. — Te pusiste la camisa al revés. — anunció. 

 

Me sonrojé de inmediato y le di un vistazo a mi camisa mal puesta.  

 

— Mamá yo…

 

— Ni lo intentes. — la cortó. — Solo haz lo que te digo, aprovecha que tu padre fue interceptado por el cartero. Ya que una vez que vea que Avery está aquí, no va a estar muy contento. 

 

Sin más Mariana salió de la habitación y me dispuse a acomodarme la camisa de manera rápida.

 

Camila suspiró y se dirigió al baño a hacer lo que su mamá le aconsejo. Nos habíamos salvado está vez, pero no del todo, Roberto no tardaría en subir y eso sí que iba a ser un problema. 

 

Mire la puerta del baño, donde se encontraba mi novia dentro y resople. “Al diablo", pensé saliendo de la habitación, supuse que iba a ser mejor acabar con esto de una vez.



No tuve ni siquiera el tiempo de arrepentirme, porque en cuanto salí y bajé las escaleras, me topé con él, quién al verme frunció el ceño, como siempre hacía estando en mi presencia.

 

— Tenemos que hablar. — solté de golpe, tratando de evitar cualquier tipo de contrición. El hombre pareció un poco sorprendido por unos segundos, pero termino retomando su seriedad. 

 

Aunque, muy para mí sorpresa, solo asintió y me señaló con el dedo. 

 

— Vamos a mi estudio. — indicó volviendo a bajar las escaleras, conmigo detrás de él. 

 

Traté de no demostrar ningún tipo de temor y lo seguí, como si nada. Y parezca exageración o no, podía escuchar, y con mucha claridad, la marcha fúnebre que me seguía a cada paso que daba.

 

 

 

 

 

Notas finales:

Nos vemos pronto :3


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