Título: Amor destinado
Sinopsis: Con una guerra avecinándose, Sasuke Uchiha, alfa e hijo del líder de la manada, no tiene más opción que enlazarse con una omega para tomar su lugar como próximo líder.
Sellando su destino ante un matrimonio no deseado, se prepara para cumplir con sus deberes. Pero a pocos días de enlazarse con aquella omega, sus planes se vienen al suelo cuando conoce a Naruto.
Un niño rubio de apenas diez años y que resulta ser su pareja destinada.
Advertencias: Shota, omegaverse.
CAPÍTULO II
Sin apartar la mirada del infante, recordó aquellas palabras que le había comentado su hermano tras descubrir a su destinado. "Encontrar a tu pareja es un sentimiento único, Sasuke. Sientes como si las emociones se desbordaran de tu cuerpo, te sientes finalmente completo. Como si siempre hubieses sido una sola mitad y finalmente encuentras a la otra. Tu complemento. A veces la euforia es tan fuerte que se tiene la imperiosa necesidad de unir sus cuerpos. De incrementar ese lazo que los une y finalmente morder a tu pareja."
Morder a tu pareja.
Aquellas últimas palabras resonaron con fuerza en la mente de Sasuke. Por lo que dejándose guiar por el instinto, acortó las distancias. E inclinando su cuerpo hacia el más pequeño, observó con detalle cada rasgo de aquel rostro infantil pero encantador. Quedando fascinado por la bronceada y claramente suave dermis que parecía haber sido besada por el sol, sus rubios cabellos, sus largas pestañas, aquella pequeña boca que lo invitaba a besarlo una y otra vez. Pero lo que más le gustaba eran aquellas marcas que surcaban sus mejillas, haciéndole lucir como un adorable zorrito en conjunto con aquellas orejas naranja-rojizas que resaltaban entre sus cabellos y aquella cola del mismo color.
Era simplemente una vista por demás adorable. Y descendiendo la mirada, no pudo evitar enfocar sus oscuros ojos en el fino y delicado cuello. Su pantera interna gruñó en una clara demanda de que se acercara aun más. Por lo que cumpliendo con el deseo de esta y el suyo propio, acercó su rostro hacia la tentadora curva de su garganta. Rozando sutilmente su nariz contra su clavícula y embriagándose de aquel suave pero exquisito aroma a lavanda, aspiró su olor por varios segundos y de un momento a otro sus ojos negros se tornaron de un color rojizo. Dispuesto a marcarlo, humedeció sus labios con su lengua y a punto de morderlo, un fuerte agarre se instaló en uno de sus hombros.
—¿Qué carajos haces, Sasuke? Es un niño. —replicó Itachi con cierto tono de alarma impreso en su voz.
Mismo tono que sacó al menor de su ensoñación y lo detuvo de continuar con su intento de morder al pequeño omega. Pero aun conteniendo tal deseo, se mantuvo impasible. Sin hacer amago alguno de querer alejarse.
Aun así, sentimientos contradictorios lo embargaron y agobiaron. Una parte de él, la animal, estaba eufórico y extasiado de finalmente haber encontrado a su pareja. Pero su parte racional le hacía ver lo jodido que estaba ahora. Porque a pesar de que ése omega era su destinado, era un niño. Uno el cual no aceptaría su manada, al menos no tan fácilmente, no cuando una guerra se acercque. Y ellos deseaban la estabilidad y fuerza de un líder joven que los guiara junto a su omega, mismo que debía estar preparado para ayudar al alfa y guiarlo en pos de tomar buenas decisiones que fueran a conveniencia de todos ellos.
—Estoy jodido.
OoOoOoOoO
En el mundo actual, desde el día de su nacimiento los alfas y omegas nacían con características animales con respecto a su animal interno. Estas singularidades resultaban ser las orejas y cola, mismas que desaparecían cuando los niños alcanzaban la madurez sexual. Se sabía que los cachorros de cualquier manada al rondar cierta edad, entre los catorce y quince años, experimentaban su primer celo. Y dicha experiencia provocaba que no solo perdieran sus rasgos animales, sino que ante su manada ya los hacía ver que habían dejado de ser sólo unos niños. Que ahora eran unos adultos capaces de valerse por si mismos y de formar familias.
Tras ese primer celo, los alfas y omegas también perdían la conexión que mantenían con su animal interno. Por lo que algunos debían recuperar dicha conexión para finalmente ser capaces de transformarse en su forma animal.
Pero desde las primeras generaciones, una advertencia fue establecida. Morder a omegas que aun no habían experimentado su primer celo era peligroso. Y la razón era que el alfa tras marcar a su pareja, su instinto le indica el tener relaciones sexuales para afianzar el lazo. Y un omega sin pasar su primer celo aun no está físicamente preparado para tal acto. Ya que su cuerpo, principalmente su entrada, no segregará el lubricante natural para llevarlo a cabo. Lo cual podría terminar con un omega con heridas internas y emocionalmente inestable.
Sasuke sabía ello. A todos los integrantes de la manada se lo explicaban y por lo tanto no debía cometer ninguna estupidez. Por eso, conteniendo el aliento, irguió su cuerpo y con lentitud se alejó del más pequeño. Y tratando de relajar su mente, observó con notoria frustración a su hermano.
—¿Qué haré ahora?
—Primero hay que llevarlo a nuestro territorio. No es normal que un omega, en especial un niño esté tirado aquí e inconsciente.
Un gruñido escapó de la garganta del Uchiha menor. Alguien había herido a su omega y él se encargaría de averiguar quién fue y hacerlo pagar.
—Madre podría revisarlo y verificar si está herido.
—¿Madre? Es mejor llevarlo con los betas del clan.
—No. Nadie más puede ver a mi omega.
Un suspiro resignado escapó de la garganta del mayor. Por primera vez, su hermano mostraba la renuencia y desconfianza que mostraban todos los alfas de que otros ajenos a él, y a su familia más cercana, se acercaran a su pareja. Y aunque en otro momento hubiese disfrutado de presenciar tal acto de protección, no era hora de perder más tiempo.
—De acuerdo. Entonces tómalo de inmediato. Regresaremos a casa.
—Llévalo tú, hermano. Si yo lo hago...
Sasuke no continuó con la oración. Pero Itachi comprendió su sentir, él estaba conteniéndose con aquel omega. Su hermano menor en silencio le confesaba que si sujetaba al inconsciente rubio, que si tenía aquel frágil y pequeño cuerpo entre sus brazos, perdería el control. Así que apreciando y aplaudiendo internamente la fuerza con la que el alfa se contenía, asintió con la cabeza aceptando su petición.
Así que acercándose al pequeño cuerpo, se posicionó frente a él y seguidamente colocó su brazo izquierdo bajo su cuello y el derecho debajo de sus piernas para alzarlo con cuidado. Y ante el movimiento, pudo escuchar como un ligero quejido escapaba de la boca del rubio y de inmediato la tensión de su hermano inundar el lugar.
—Cálmate, sigue dormido.
Fue lo único que susurró el mayor mientras liberaba su dulce aroma para que el pequeño se relajara. Y acomodando con cuidado la cabeza del rubio para que se apoyara en su pecho, comenzó a correr de regreso a sus tierras. En su carrera se percató de como Sasuke lo seguía muy de cerca mientras vigilaba los alrededores. Y ante ese actuar, se reprendió mentalmente por no haber pensado antes en los problemas que surgirían si los veían llegar con un omega inconsciente, desconocido y que resultaba ser la pareja de su hermano.
—Tomemos un atajo. Tenemos que evitar por ahora que cualquier integrante de la manada conozca la existencia de este niño, Sasuke.
El menor de acuerdo con lo dicho, le hizo una seña para que cambiaran de curso y tomaran otra ruta a su hogar donde no estarían a la vista de ningún integrante de la manada. Y aunque el camino seria un poco más largo, ambos corrieron en silencio mientras soltaban sus feromónas para camuflar y ocultar el aroma del pequeño omega. Hasta que largos minutos después ingresaron a su territorio y poco después a su casa. Y dirigiéndose a la habitación del alfa, ambos se adentraron a ésta para seguidamente colocar el cuerpo del infante sobre la suave y mullida cama.
—Iré a buscar a madre. ¿Estarás bien si te dejo solo algunos minutos?
—Sí.
Confiando en las palabras del menor, el Uchiha se retiró dejando solo a su hermano con el omega
Ya sin la presencia de Itachi, de forma más consciente y calmada se acercó a su pareja y tomó asiento en la cama, muy cerca de su omega. Y acercando su diestra al pequeño, acarició con meticulosa suavidad sus suaves cabellos. Sintiendo una agradable sensación de placer cuando los mechones se enredaban entre sus dedos. Estaba tan absorto en aquel simple acto que cuando descendió la mirada hacia el rostro ajeno, detuvo las caricias y se congeló en su sitio cuando unos grandes, intensos y profundos ojos azules lo observaron con fijeza, dejándole maravillado.
—Despertaste. —fue lo primero que se le ocurrió decir aun con la sorpreza surcando sus masculinas facciones al tener al omega finalmente consciente. Pero su perplejidad se hizo más evidente cuando aquella azulina mirada se transformó en una rojiza.
—¿Quién eres? —inquirió el pequeño rubio a la vez que tomaba distancia y se preparaba para atacar.