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Blood, Fire & Passion por Ari-nee

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Las cosas en la mansión del territorio Sur no fueron cómodas después de la revelación. Faltaban pocas horas, quizá minutos para que la manada de Aomine apareciese cerca de ahí. Kagami se había mantenido en la cama, pero ahora el moreno estaba con él, pues al llevarle una bandeja de comida, se había sentado en la orilla, pero manteniendo las distancias para no asustar a Taiga.

Kagami le contó a Aomine sobre la leyenda de la Luna Roja, y en vista de la terquedad del peliazul por entender, es que este se vio obligado a ir a la biblioteca de la mansión donde después de un largo tiempo encontró el libro que estaba buscando, uno de las leyendas y mitos que esa tierra tenía. Ahí lo encontraron, el artículo de la Luna Roja sobre el embarazo en machos.

No era la primera vez que pasaría, pero si lo sería en ocho siglos.

El pelirrojo se sintió incómodo al leer sobre eso, y sobre los datos documentados de otros lobos machos en ese estado. Él tenía la esperanza de que fuera falso, pero todo indicaba que era una verdad, o es lo que el libro decía. Ahora no solo él estaba temeroso por lo del cachorro, sino que también Daiki pensaba en eso. Ninguno sabía qué hacer o cómo afrontar la situación.

– Aomine – Llamó el pelirrojo cuando sus oídos escucharon sonidos en multitud a lo lejos.

– Sí, ya los escuché – Confirmó el moreno, al oír a su manada acercándose – Vamos, te llevaré a tu territorio antes de que lleguen. Espero que tu padre no…

– No – Interrumpió Taiga, logrando que el Alfa le mirase confundido – Leíste el libro, no podemos alejarnos, menos si tengo un bebé – Explicó – Los dos, quiero decir, los tres moriremos.

– No vas a tener un bebé – Daiki intentaba convencer no solo al contrario, sino a él mismo. Ahora no estaba seguro de nada – Solo es una tonta leyenda.

– No quiero arriesgarme – Le dijo Kagami.

– ¿Entonces qué se supone que haga? ¿Dejarte aquí? Sabes que eso acarrearía problemas. Mi manada te descubriría, y luego se armaría un alboroto que conduciría a la guerra de Norte y Sur.

Mientras Aomine le hablaba, el pelirrojo se dio cuenta de algo. Aun escuchando los regaños del peliazul, notó que todo el lugar estaba impregnado del aroma del Alfa, no había una sola cosa que tuviese otro aroma, ni siquiera la ropa o la cama donde él había estado el suficiente tiempo para que esta al menos adquiriera algo de su olor, pero nada.

Le dolió el cuello, donde estaba una fea herida que estaba tardando de más en cicatrizar. Confundido, entonces olió su piel, y pudo sentir el mismo aroma que inundaba todo el lugar. No, no podía ser posible. Eso significaba que…

– ¿Qué dice el libro sobre las mordeduras? – Daiki arqueó una ceja al no entender qué tenía que ver una cosa con la otra. Sin embargo, algo había escuchado de ese tema, y no le agradaba mucho.

Tomó de nuevo el gigantesco libro para abrirlo. Era bastante antiguo, escrito hace cinco mil años, todo desde el origen de esa tierra, la división de los territorios, los rituales y las guerras. Pasaron el artículo que hablaba de la Luna Roja con respecto al embarazo en licántropos machos, y siguieron buscando hasta dar con lo que querían, la mordida de un alfa.

– ¿Ya no tienes aroma? – Preguntó Aomine después de leer algunas partes del artículo sobre la mordedura. En ese momento recordó que había marcado a Kagami durante la Luna Roja.

– Sí tengo, pero es el tuyo – Corrigió el pelirrojo al leer con más detenimiento el libro. Sintió como el Alfa se acercaba a él para oler desde el cuello hasta el cabello, asustándolo por la cercanía. La sensación de la violación seguía latente y seguía teniendo miedo.

– Lo siento – Se disculpó Daiki, alejándose de inmediato al notar la reacción del cuerpo de Kagami ante su imprudente movimiento. Tosió intentando aligerar el ambiente – Pero es verdad, tienes mi aroma.

– Entonces no habrá problema con el que me quede – Aceptó, respirando lentamente para recuperarse de la sensación de miedo que había tenido. No era fácil hablar con Aomine, menos después de saber que este le había violado y dejado encinta – Solo tengo que esconderme.

– Si lo de la mordedura es real… – Comenzó a hablar el moreno, más para sí pero en voz alta – Eso significa que, probablemente lo del cachorro…

– También lo sea – Interrumpió el pelirrojo. Ambos suspiraron de frustración.

– De cualquier forma, ya es tarde para que te lleve, mi manada ya está aquí; así que supongo que te quedarás conmigo – Se resignó el peliazul – Trataré de que nadie entre a mi habitación, pero sé precavido por si acaso. Sobre todo cuídate de Tetsu, ella es capaz de descubrir lo que está pasando.

– ¿Quién es Tetsu? – Preguntó confundido.

– Tiene poca presencia y no se expresa mucho. Su cabello es celeste igual que sus ojos, es la única con esas características así que no será problema en que sepas quién es. La mayoría me obedecerá si le digo que no se acerque, pero ella nunca me hace caso. Ten cuidado.

– Lo tendré entonces.

– Bien – Aomine miró por su ventana – Tengo que salir para ver a mi manada, espérame aquí.

– Como si tuviera otra cosa que hacer – Murmuró, pero Daiki ya había salido de la habitación, aunque era obvio que el chico le había escuchado.

Tocó la zona donde la mordida se encontraba. Según el libro, está no sanaría del todo. Dejaría una marca parecida a una cicatriz, para hacer saber a los demás licántropos que él estaba reclamado por el Alfa, y no podían acercarse. Esto lo ligaba a Aomine, tanto en mente como en cuerpo. Lo que sintiera el moreno, él lo sentiría también, ya sea física o emocionalmente.

Esta era la razón por la cual su aroma característico había desaparecido, siendo reemplazado por el del peliazul. Si se suponía que ahora era propiedad de Daiki, tenía que oler como él. Una gran ventaja en ese momento, ya que debía de permanecer oculto, y sin aroma, nadie le sentiría en la mansión. Pero al mismo tiempo odiaba aquello, porque jamás podría ser libre de nuevo.

Si Aomine le engañaba, podía morir; si Aomine se alejaba, también podía morir; y si a Aomine le daba por morirse, ¿Adivinen qué? ¡Él también podía morir! Joder, ahora todo lo que el moreno hiciera repercutía en él. Pero la parte buena era que también Daiki podía morir si él tampoco obedecía las reglas del reclamo. Es decir, si se muere uno, el otro también. Y ninguno quería morir.

Al menos la cosa no podía ponerse peor por el momento.

><>< 

– ¡¿Cómo que Taiga no aparece?! – Rugió Himuro, ya llevaban dos días buscando al pelirrojo, y este no daba señales de aparecer. La manada se estaba desesperando.

– Lo siento, hemos buscado por todas partes, pero no encontramos nada – Contestó uno de los tantos licántropos que se habían dispersado por el territorio como rastreadores – El único lugar que falta es el territorio Sur, pero no tenemos permitido acceder a él.

– ¡No me interesa! ¡Busquen en el Sur si es necesario! ¡Pero encuentren a Taiga! – Siguió el pelinegro. Le molestaba tanto que su hermano no apareciera por ningún lado.

– ¡Suficiente Tatsuya! – Intervino una voz femenina, logrando hacer que el lugar estuviese en un absoluto silencio ante su grito – Sé que todos están alterados con la desaparición de Taiga, pero actuar de forma imprudente solo traerá más problemas – Habló, bajando las escaleras de la mansión – Pediremos permiso para investigar en el Sur, pero será mañana.

– ¡No podemos dejar a Taiga perdido por ahí, Seiko! – La chica le hizo una seña con la mano para que se callara.

– Yo también me preocupo por él, Tatsuya; es mi hermano después de todo. Pero si queremos saber en dónde está, habrá que tener un plan. Lo más prudente es ir mañana con nuestro Padre para poder buscar ahí con el permiso del Alfa del Sur.

– El Alfa del Sur… – Alguien repitió las palabras de forma lenta y casi silenciosa, que de no ser por los desarrollados oídos nadie hubiese escuchado.

– ¿Sucede algo, Nash? – Preguntó la pelirroja de esencia absoluta. El mencionado negó con la cabeza, como restándole importancia. Aun cuando tenía las miradas sobre él.

– No es nada – Nash se deshizo de la venda que cubría una de sus brazos, dejando a la vista una gran cicatriz, pero sin rastro de sangre y/o costra – Solo que bueno, no me da buena espina ese lobo. Tan inmaduro para ser Alfa…

– ¿Crees que él fue quien te atacó? – Preguntó Himuro entrecerrando los ojos. Gold negó

– Ya te dije que no sé quién fue, recuerdo que estaba caminando hacia el bosque para no tener que aparearme con Taiga, y de repente un lobo apareció frente a mí queriendo luchar. Respondí del mismo modo pero me ganó. No le reconocí – Les dijo a todos, examinando sus cicatrices.

– Quizá el mismo lobo peleó también con Taiga y le dejó por ahí herido – Razonó el pelinegro del lunar cerca del ojo, con un gesto de preocupación.

– Pero si fuera así ya habríamos encontrado a Kaga-chin – Una voz somnolienta se escuchó detrás de Akashi. La chica ni se inmutó de la presencia – A menos que lo hubiese llevado a algún lugar, probablemente en el lado Sur.

– Atsushi tiene razón – Secundó la pelirroja – Si algo parecido ocurrió, hay gran probabilidad de que el lobo extraño le hubiese llevado a alguna parte del lado Sur. El último lugar donde tenemos rastro de Taiga fue en aquel claro del bosque de verano, y ya investigamos por todo el lugar y no hay nada – Explicó.

– Pero según lo que encontramos, había rastros de sangre – Himuro seguía sin estar convencido de lo que decían – Sea de quien sea la sangre, si hubiesen ido a alguna parte, habría un rastro de ella. Nuestras heridas sanan rápido, pero me parece imposible que hasta el punto de ser instantáneo.

– Quizá el lobo esperó a que la herida cicatrizase, y luego se lo llevó – Habló está vez Nash, pero sin hacer intento de mirar a los individuos, solo mirando por la ventana – Después de todo, tenía mucho tiempo durante el ritual – Akashi le miró entrecerrando los ojos, algo insegura.

– Suficiente – Dictaminó ya cansada de todo el asunto. Seguir pensando en la desaparición de su hermano la ponía mal aunque no lo demostrase, y no quería que alguien se atreviera a mencionar la palabra muerte – Mañana iremos como dije e investigaremos más. Ahora, retírense.

Todos se fueron de aquella sala. Himuro salió para ir donde seguramente Momoi estaba escuchando por una ventana –para regañarla e informarle de lo que ella no había alcanzado a escuchar–. Los rastreadores enseguida obedecieron, perdiéndose por ahí. Nash tardó más en retirarse, pero finalmente lo hizo, dejando a Akashi y Murasakibara solos.

– Hay algo que no termina de convencerme…

– ¿Qué cosa, Aka-chin? – Preguntó el lobo de cabellera púrpura que estaba con ella.

– ¿Por qué alguien querría a Taiga? – Se preguntó a sí misma, pero del mismo modo Murasakibara le escuchó – Y si es así, lo quieren con vida o…

– Kaga-chin es el siguiente Alfa – Interrumpió deprisa el macho, intentando hacer que su pareja no pensase en la probabilidad de la muerte de su hermano – Es demasiada razón para querer tenerlo.

– Si, supongo que tienes razón – Aceptó la pelirroja. Se giró para encarar a su compañero – Quiero que interroguen a todos los machos del lugar, que todos sean espiados, y que se haga una lista de aquellos que tuvieron inconvenientes con el Alfa, ¿Entendido?

– Como desees, Aka-chin – Atsushi dio un rápido beso en los labios de la hembra antes de retirarse para dar a conocer las órdenes de Seiko.

Si la pelirroja ordenó que solo los machos fuesen investigados, no es porque creyera en el machismo. Había registros de varias hembras que habían cometido asesinato y otras atrocidades en el pasado, pero Kagami y Nash eran lobos fuertes, solo pudo ser obra de otro macho el dejarlos en mal estado. El rubio dijo que no había reconocido al Lobo, pero que era varón. Era la prueba.

– Nash… – Murmuró en aquella sala vacía, frunciendo ligeramente el ceño. Había algo que no le dejaba en paz. Parecía que el chico estaba ocultando algo. Sino fuera porque le habían encontrado brutalmente dañado, creería que el rubio era el culpable de todo. Tenía sus razones.

Pensó seriamente mientras caminaba a su habitación. ¿Quién sería lo suficientemente fuerte como para dejar casi al borde de la muerte a Nash, y aparte raptar a Taiga? Era más que obvio que lo segundo lo había hecho mientras su hermano estaba inconsciente, pues era imposible que se lo hubiese llevado estando despierto. Habría signos de pelea, y el pelirrojo hubiese pedido ayuda.

Era más que obvio que no era de su manada, pues los lobos más fuertes eran el Alfa, Nash, Kagami, Himuro y luego ella, en ese orden, por ser hijos de la Luna Roja. Nash no pudo ser, Himuro tampoco, pues ella le había vigilado todo el tiempo, y tampoco podía sospechar de ella misma. Su padre podría querer deshacerse de la herencia, pero había estado ocupado con el ritual. Era imposible.

Solo quedaba Kagami. ¿Acaso fue el pelirrojo quien atacó a Nash, y luego se fue para evitar lo del cachorro? ¿Sería que se sentía culpable por lo que pasó y por eso no volvía? Pero entonces, ¿Por qué había rastros de otra pelea? Si Taiga no fue el culpable, ¿Quién lo era? Si los más fuertes de su manada no fueron, eso significaba que no era de su manada.

Eso solo podía significar una cosa. Que el culpable era del territorio Sur.

><>< 

– Aomine-kun, ¿Dónde estuviste durante el ritual, y por qué no regresaste a casa con nosotros? – La voz de la inexpresiva Tetsuna se dejó escuchar.

El moreno mordió su lengua para calmarse. Debía inventar una buena excusa para distraerla. Como Alfa, nadie le preguntaba por qué hacía esto o aquello, pero esa hembra era una molestia cuando se lo proponía. Quería saber todo de él y eso a veces le cabreaba.

– Tetsu, sabes que no soy bueno con los nombres; pero no te preocupes, sí hice el ritual – Le confirmó. Vaya que había hecho el ritual. Los ojos celestes de la chica le miraron detenidamente – Mi lobo no te reconoció aunque quise, pero te aseguro que si lo hice – Rio nervioso.

– ¿Y el cachorro? – Preguntó Kuroko, intentando buscar toda la información que fuese posible.

– Como dije antes, no sé quién fue la doncella – Mintió – Pero de seguro es quien tiene el cachorro. Porque sí hice el ritual, por lo que tendré descendencia – Dijo sarcástico al ver que la peliceleste no le creía nada.

– Bien – Aceptó, y el peliazul pudo suspirar de alivio ligeramente – Entonces llamaré a todas las hembras para que puedas reconocerla y…

– ¡No! ¡No es necesario, Tetsu! – Interrumpió el moreno de forma estrepitosa. La chica le miró cautelosa, notando todos los gestos del Alfa – Créeme, estoy seguro que ella vendrá luego… – De nuevo, otra risa nerviosa. Aomine debía dejar de hacer eso.

– Como desee, mi Alfa – He hizo una reverencia.

– A propósito Tetsu – Llamó su atención – No vine con la manada porque estaba muy cansado. Y lo sigo estando ahora – Fingió bostezar – Iré a dormir; dile a todos que no me molesten, como en unos no sé, 10 u 11 meses – Y Daiki desapareció.

– Pero… los lobos no hibernan… – Se dijo a sí misma, extrañada del comportamiento del macho.

Aomine corrió a toda prisa a su habitación, donde no sintió ningún otro aroma cerca más que el suyo propio. Esa era buena señal. Kagami estaba adentro y nadie le había descubierto. Abrió y cerró la puerta en un parpadeo, para que nadie pudiese ver adentro. El pelirrojo estaba sentado en la orilla de la cama con el libro antiguo e sus piernas.

– ¿Kagami? – Llamó el moreno, pero el chico seguía con la vista clavada en el libro. Por lo que Daiki se acercó lentamente, intentando no parecer una amenaza para el otro. Cosa ya imposible después de lo vivido. Sin embargo, Taiga no le alejó.

– Aomine, encontré algo – Dijo levantando la vista para encontrarse con esos ojos azules que le miraban con curiosidad. No, no había rastro de la horrible mirada ámbar que había abusado de él durante la noche del ritual. Eso le permitió tranquilizarse.

– ¿Qué cosa? – Preguntó al ver que Kagami se había perdido en sus pensamientos.

– Un especie de… hechizo – Inseguro, el pelirrojo volvió a releer el libro en esa página, pero no había otra descripción para lo que leía – Si obtenemos estas cosas del bosque, será suficiente para saber si estoy esperando un cachorro.

– ¿Cómo es eso?

– Es como un ungüento. Se aplica en el vientre, y si cambia a un color dorado, significa que estoy esperando. Si no hace nada, es falsa alarma – Explicó – Pero solo funciona un mes después de tener sexo. Tendremos que esperar.

– Hey, ¿Y que hay con los otros colores? – Preguntó al leer un poco del artículo extraño, notando que la página hablaba de más colores que podría tener el hechizo.

– El color dorado significa que estoy en espera de un cachorro. Si cambia a rojo son dos. Si es verde son tres. Azul quiere decir cuatro. Amarillo, cinco. Morado…

– Basta, de acuerdo – Interrumpió el peliazul. Joder, ahora tenía miedo de que alguno de los colores que no fueran el dorado o el verde fangoso que tenía el ungüento, fuese a aparecer.

– Dice que el nacimiento de más cachorros fue de ocho. Y ese es color blanco – Citó el pelirrojo, leyendo los párrafos del libro con detenimiento. Aquella sección le estaba dando miedo. Con un cachorro ya sentía que todo perecería – Puede decirte el número de cachorros, pero no el sexo…

– ¿En serio? – Kagami dio vuelta a la página del hechizo.

– Sí, para saber el sexo del bebé es hasta los 5 meses, y es una poción. Si al beberla mi vientre se ilumina de colores cálidos es hembra, y si es de colores fríos es macho – Aomine sintió otro peso encima. Joder que Kagami le buscaba tres pies al gato.

– Sé que me voy a arrepentir de preguntar pero, si son varios cachorros y los hay de los dos sexos, ¿Entonces tu vientre se iluminará como arcoíris o qué? – El pelirrojo frunció el ceño ante la estúpida pregunta.

– Mmm… – Murmuró al volver la vista al libro, ya que la había tenido puesta en Aomine cuando este preguntó – No dice nada al respecto – Dijo al darse cuenta – Los licántropos que se enteran que tendrán varios cachorros prefieren no saber el sexo hasta después de que nazcan.

– Qué aburridos son – Comentó el moreno. Por suerte no había nadie a sus alrededores, era imposible que alguien les escuchase. Sentirían su aroma. Ni siquiera Tetsu podía esconder lo que la distinguía como licántropo – Entonces, luego de un mes, saldré por las cosas y…

– Saldremos – Corrigió Taiga – Ya te dije que por si acaso, no podemos separarnos. Y los ingredientes están dispersos por todo el territorio, y por todas las estaciones. Te ayudaré a buscarlos – Aomine aceptó a regañadientes.

– Por cierto – Llamó la atención del menor – Creí que el libro que traje solo hablaba de mitos y leyendas.

– Así es.

– ¿De dónde sacaste los hechizos entonces? – Kagami comenzó a ponerse nervioso por la pregunta.

– Sí, bueno, yo… – Tartamudeó avergonzado – Puede que saliera a buscarlo, pero nadie me vio y no me perdí – Dijo rápidamente. Un tic se instaló en el ojo derecho de Daiki.

– Se suponía que no debías salir, idiota – Le regañó, pero intentando no gritar para que nadie indeseado escuchara tremendo grito que soltaría. Nunca se sabía – ¿Qué pasaría si alguien te hubiese visto? – Preguntó, y Kagami se sintió de nuevo como un pequeño lobo regañado.

– Pero no pasó, ¿Bien? – Contestó del mismo tono, completamente irritado – Pero no volveré a salir, ahora sí, lo juro. Pero necesito los libros más antiguos que tengas. Por favor, tráelos si no quieres que salga de nuevo – Chantajeó. Aomine se frotó el puente de la nariz, tranquilizándose.

– De acuerdo, traeré los libros – Aceptó a regañadientes – Y tu trabajo será investigar todo sobre esta mierda. Yo no podría. Joder, no tenía idea de que esos libros siquiera existían – Confesó, algo que no extrañó a Taiga. El chico era bastante flojo como para leer por su propia voluntad.

– Bien, ahora solo tenemos otro problema – Dijo con seriedad, mirando directo a los ojos azules del lobo del Sur.

– ¿Cuál?

– ¿Cómo vamos a dormir?

><>< 

¿Qué es un mes cuando lo pasas con Aomine? ¡Joder, es la maldita tortura! ¡El infierno en la tierra! O tal vez a Kagami le gustaba exagerar su punto. No era tan malo, fuera de tener que esconderse de cada individuo hasta para bañarse, y de no saber nada de su manada, las cosas iban bastante bien. El único problema que tenía era esa chica peliceleste, que de no ser por el olor de Aomine impregnado en él, ya le habría descubierto.

Todo el asunto de lo que pasó en la Luna Roja había quedado atrás. En ocasiones, Kagami tenía pesadillas con todo eso. Había sido víctima de una violación, se viera por donde se viera, eso no sería fácil de superar, aunque intentara hacerle creer al moreno lo contrario. Lo único que lo calmaba, era ver esos zafiros que le transmitían seguridad, y no los ámbares llenos de morbo que le aterrorizaban en sueños.

Era la prueba de que la persona que lo había violado hace un mes, no era aquel chico peliazul con el que competía por todo y pasaban la tarde contándose anécdotas o leyendo los libros de magia. Eso le gustaba creer, aunque sabía que eran la misma persona, el mismo licántropo. Aunque ver el majestuoso lobo en el que Aomine se transformaba le daba terror, aun cuando no le hubiese vuelto a ver a los ojos en esa forma. “Todo fue culpa de la Luna Roja” Se repetía en su mente.

– ¿Qué pasa? – Preguntó al ver que Aomine estaba nuevamente alterado.

– Los del Norte volvieron a venir para investigar – Informó. Kagami bajó la cabeza con tristeza, extrañaba a su familia y manada, pero no quería que le vieran en ese estado. Por eso es que aún se mantenía escondido – Siguen buscándote.

– Lo sé – Dijo el pelirrojo, sonriendo ligeramente – Así como sé que van a fracasar, de nuevo – Daiki se sintió mal por el chico. De alguna forma, él también podía sentir lo que Taiga, y viceversa.

– Puedo decirles, si tú quieres… – El menor negó con la cabeza.

– No es necesario. Solo les hará preocuparse más – Habló – Y sé que mi Padre no querrá escucharme, y cuando se entere de que tú me tuviste aquí y les mentiste, te declarará la guerra. Será peor cuando se entere del cachorro.

– Hablando de él… – Los ojos rubí se posaron el en Alfa del Sur – Ya pasó un mes, es tiempo de ir por los ingredientes del hechizo – Los ojos zafiro le devolvieron la mirada – Mientras más pronto sepamos la respuesta, más rápido sabremos qué hacer – Kagami asintió a sus palabras.

– Aomine – Llamó al ver que el moreno estaba por salir de la ventana – Ten cuidado con Seiko.

– Lo tendré – Respondió. Tenía que ser precavido con esa hembra, resultó ser bastante perspicaz y calculadora. Podría descubrir todo si hacía un paso en falso. No debía fallar – Nos vemos – Se despidió. Taiga se despidió también con un gesto, mirando al peliazul saltar por la ventana.

En la mente de Kagami solo había una duda que no podía ser resuelta aun. Estaba seguro que Nash no había muerto. La primera vez que los lobos de su manada vinieron al territorio Sur para pedirle permiso a Aomine de buscarle ahí, Daiki le comentó todo lo que le dijeron, y ahí supo que el rubio seguía con vida.

Pero si era así, ¿Por qué no decía que Aomine era el culpable, y que era probable que él estuviese en la mansión? Gold debía tener sus razones para guardarse información como esa. Y eso a Kagami le daba una sensación de inseguridad. Misma que Aomine sintió mientras hablaba con los del otro territorio.

Algo no andaba bien con todo lo sucedido. Algo mucho peor que el cachorro de dos machos.

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– La primera hoja que sea tocada por los rayos del sol de la mañana en otoño – Recitó Kagami, mientras caminaba detrás del moreno. Sentía algo de frío, pues aún no se adaptaba a ese nuevo entorno. Su territorio siempre había sido cálido.

– ¿Cómo se supone que buscaré esa cosa? – Preguntó molesto Daiki. Joder, el cuerno de un unicornio sería más fácil de conseguir que esa mierda.

– Está por amanecer, y el sol sale por el este, solo hace falta encontrar el árbol más grande de otoño, y la hoja que tenga en su punta será la primera en tener los rayos del sol – Le comentó el pelirrojo, notando como es que el otro macho seguía refunfuñando – Vamos, Aomine. No es tan difícil – Le dijo con un ligero tono de burla.

– Cállate y sigamos, estamos a punto de entrar en otoño – Era verdad, el frío ya no era tan intenso y la nieve iba desapareciendo poco a poco, hasta ser reemplazada con tierra, y hojas. Cielos, sí que se habían tardado. Daiki se ofreció en cargarlo en su lomo de lobo, pero por las obvias razones se negó. Y así el peliazul tampoco cambió de forma.

Los territorios eran bastante extensos, ¿Pero qué era eso para un licántropo? Una simple caminata en el parque. Se movían bastante veloces, así que en unas horas estaban ahí. Hubiese sido más rápido si se transformaran, pero Kagami no se concentraba para hacerlo y de cualquier forma, volver a tener cerca al Lobo de Aomine le aterraba.

Lo cual era un problema, ya que decidieron partir en la noche para que nadie los viera. Claro que tuvieron algunos problemas con los centinelas, pero finalmente salieron del lugar sin ser vistos. Por suerte sus ojos estaban adaptados a la oscuridad, por lo que pudieron avanzar sin inconvenientes. Kagami tenía un papel donde había escrito los ingredientes, para no llevar el libro.

– Esta por amanecer – Farfulló el moreno, notando que el cielo se estaba aclarando. Si bien, no había ningún rayo de luz aun – Debemos darnos prisa – Apuró, y Kagami corrió detrás de él cuando este comenzó a hacerlo. Entre ambos buscaron el árbol más alto, hasta dar con él en el centro del bosque, justo cuando el rayo de sol dio en la más alta hoja de la planta.

– Mira – Comentó con asombro el pelirrojo, señalando hacia donde el ingrediente se encontraba. Era extraño, todas las demás hojas que fueron bañadas con los rayos solares seguían exactamente igual, pero aquella que tuvo primero la luz, estaba brillando ligeramente – Está… ¿Brillando?

– Eso no importa – Dijo el peliazul, sin quitarle la mirada de encima a aquel objeto brillante – Lo que importa es que ya tenemos uno de los ingredientes. Voy por él – Avisó, pero cuando Taiga quiso detenerlo, este ya estaba trepando las ramas del árbol, intentando llegar a la hoja.

– Ten cuidado – Murmuró muy silenciosamente, dejando que sus palabras se las llevara el viento. Aomine llegó con dificultad a la punta, pues el árbol no quería sostener su peso. Y cuando finalmente tuvo la hoja en sus manos, la rama donde estaba se rompió, cayendo al suelo – ¡AOMINE! – Gritó el pelirrojo, corriendo a donde el chico había aterrizado.

– Estoy bien, estoy bien – Comenzó a repetir mientras se paraba y sacudía la tierra de su ropa. Había sufrido uno que otro golpe y raspón, pero en menos de unas horas ya estaría como nuevo – Mira, lo tengo. El primer ingrediente – Dijo con orgullo enseñando la hoja de color entre amarillo y naranja que brillaba ligeramente.

– Bien – Tomó la hoja y la puso en una bolsa que traía consigo – Ahora solo faltan 3 ingredientes más –  Y después de esas palabras, Aomine volvió a desplomarse en el suelo – ¡DAIKI!

><>< 

– La primera hoja que toca los rayos del sol en otoño, listo. Las semillas de la fruta del árbol más viejo de verano, listo. El agua del rocío de una rosa de primavera, listo. – Enumeró Kagami mientras leía de nuevo la lista, y volvían por donde vinieron – Solo falta la nieve que está en el punta de la montaña de invierno – Aomine chasqueó la lengua.

– Pudimos haber ido por eso antes – Dijo con molestia. De invierno fue donde salieron, ¿No era mejor buscar primero el ingrediente que estaba frente a sus narices? El sol comenzaba a ocultarse.

– Era el trabajo más pesado – Defendió el pelirrojo – Y ahí arriba hay una cueva según lo que leí del libro. En esa cueva es donde deben molerse los ingredientes y hacer todo el proceso. Si no, no funcionará. Por eso lo dejé de último – Explicó – No soy tan idiota como tú.

– Si no estuviera cansado te golpearía – Sentenció, pero Taiga no le hizo el más mínimo caso a la amenaza. Por lo general, Aomine era más palabrería que acción – Eso significa que tal vez no llegaremos a casa hoy, y tendré que inventarle cosas a mi manada.

– ¿Dejaste la carta que te dije?

– Sí, pero dudo mucho que crean que fui al territorio Norte para hablar sobre ti – Dijo frustrado – Saben que tú y yo no nos llevamos muy bien que digamos.

– Era mejor que irse sin decir nada – Dijo recordando que eso quería hacer el moreno.

Durante medio camino de la gran montaña, los estómagos de ambos rugieron por comida. Kagami sacó de su bolso lo último que quedaba, porque sí, había llevado alimento durante el viaje. Él se había preparado contrario a Aomine que casi salía desnudo. Le dio un pedazo de carne al peliazul y él se comió otro, mientras intentaban llegar a la cima.

Cuando el sol se había ocultado, ellos ya estaban en la punta. Como el menor dijo, había una cueva, por lo que el Alfa tomó un poco de la nieve, que en cuanto estuvo en sus manos brilló, pero no llegó a asustarlo. Los anteriores ingredientes también lo hicieron, señal de que estaban haciéndolo bien. Ambos se adentraron en la cueva, y pudieron preparar el hechizo.

– ¿Está todo? – Preguntó, y el pelirrojo asintió a su pregunta – Bien, ¿Qué hay que hacer primero?

– Muele las semillas mientras rompo la hoja – Pidió, pasándole a Aomine un tazón de barro con las semillas adentro – Luego le añadiremos el rocío, y de último la nieve – Sorprendentemente, las gotas de rocío no se habían congelado con el frío. Seguían intactas.

Aomine hizo su esfuerzo, y cuando las semillas estuvieron molidas en una especie de masa pastosa, Taiga añadió los pedazos de la hoja seca que había roto. Mezcló por varios minutos, y luego añadió el rocío, haciendo que la masa ahora fuera más líquida. En cuando todo estuvo mezclado, añadió la nieve, que volvió la masa firme pero blanda.

No se parecía en nada al del libro según lo que recordaban, pero entonces, una nube de humo salió de la mezcla asustándolos a ambos, y esta tomó la tonalidad verde fango que debía tener. Bueno, no se habían equivocado con los ingredientes. Ahora era tiempo de la verdad.

– Tienes que ponerla tú – Le dijo el pelirrojo, a lo que Daiki se sorprendió. El tocarse se sentía incómodo, después de lo de la Luna Roja, evitaban lo más que podían el contacto físico – Tienes que ponerlo en mi vientre – Explicó con nerviosismo.

– ¿Seguro? – Preguntó incómodo.

– Si – Confirmó – Si no lo haces tú, el hechizo no servirá – Aomine tragó saliva.

– Carajo, qué difícil es esto – Se quejó – Hubiese sido mejor esperar si te volvías una pelota andante. Creo que era más fácil – Kagami rio de forma leve ante el comentario.

– Vamos, no te preocupes – Animó. El Alfa respiró hondo mientras tomaba la mezcla que se había vuelto de un color verde asqueroso. Kagami levantó su ropa, dejando su vientre a la vista, a la vez que Aomine acercaba su mano. Fue rápido, el peliazul untó la mezcla por todo el vientre y luego se alejó.

– Bien, ya está – Dijo suspirando. Como si aquello fuese la tarea más agotadora del mundo. Se limpió de la mano la mezcla con la nieve que se metía en la cueva. Pasó un minuto en el que el verde fangoso se quedó intacto, haciendo suspirar de alivio a ambos chicos.

Pero cuando creían que esto terminaba con sus problemas, el vientre de Kagami comenzó a brillar, cegando a ambos, hasta que finalmente la luz desapareció, dejando apreciar el ligero tono dorado brillante que había adquirido lo mezcla. Los ojos rojos buscaron los azules y viceversa. Ambos se veían con la duda en la cara. Ya tenían su respuesta.

Ahora, ¿Qué es lo que harían?

><>< 

– Ya son dos meses de la desaparición De Taiga – Comentó Seiko, mientras miraba por la ventana.

– Lo sé. Pero no me daré por vencido – Expresó Tatsuya – Sé que él sigue por ahí, solo no estamos buscando bien – Intentó convencerse a sí mismo. No quería pensar en otra posibilidad.

– Estuve hablando con nuestro Padre, y le dije mi opinión al respecto de que si alguien tiene a Taiga, es para pedir el puesto de Alfa –  Informó la pelirrojo, haciendo a Himuro fruncir el ceño.

– Pero si fuese así, ya tendríamos la amenaza o al menos alguna carta donde se pidiera el intercambio – Akashi tuvo que darle la razón. Sus ojos bicolores se encontraron con el grisáceo de su hermanastro.

– Es lo que no termina de convencerme – Dijo ella – ¿Por qué alguien se tomaría su tiempo si lo que quiere es ser el Alfa? Hubiese pedido el puesto el día después del ritual. Padre estaba cansado y no tendría fuerza para luchar.

– Quizá lo que quiere no es ser el Alfa, sino que solo quiere a Taiga – El pelinegro comenzó a sacar  sus conclusiones. Entre él y su hermana querían descubrir todo este misterio – Sería lo más lógico.

– ¿Por qué atacaría a Nash entonces?

– Puede que se haya equivocado de lobo, o que Nash estaba en el camino cuando iba por Taiga.

– Es verdad – Aceptó mientras pensaba con los ojos cerrados – Aunque creo que hay algo que no cuadra en todo esto.

– ¿Qué?

– Taiga es un lobo fuerte. Si alguien le tiene como rehén, por más fuerte que sea estoy seguro que Taiga intentaría escapar. Ya habría mandado alguna señal de su ubicación, algún aullido, algún rastro de pelea, pero nada.

– Tal vez le tiene adormecido – Sugirió Tatsuya, no muy convencido de sus propias palabras ¿Adormecido dos meses? Seguro moriría, y si lo que el secuestrador quería era el puesto de alfa, el chico debía de estar vivo. Seiko tenía razón. Kagami ya hubiese hecho algo – ¿Crees que Taiga no quiere que lo encontremos?

– Esa es una hipótesis bastante lógica – Comentó – Aunque no sabría decir el porqué.

– Si tan solo Nash recordara quien era el lobo – Se lamentó Tatsuya, con furia en la mirada.

– Tenemos una pista. Nash no lo recuerda porque quizá jamás le había visto – Akashi explicó su punto de vista – Eso significa que el culpable es del lado Sur, donde hay lobos que nadie de aquí recuerda o ha visto.

– Pero ya investigamos en el lado Sur. Tampoco hay señales.

– Daiki – Dijo de pronto Seiko. Himuro no entendió porque la chica nombraba al Alfa del territorio ajeno – Tal como dijo Nash, ese lobo me incomoda. Siento que nos guarda algo.

– ¿Crees que él tiene a Taiga?

– Puede ser. Pero nadie ha sentido el olor de Taiga en la mansión. Los de la manada del Sur se ven honestos, no creo que nos mientan cuando dicen que no le han visto.

– Dices que si Aomine tiene a Taiga, probablemente lo tenga en otro lado lejos de su manada.

– Es probable – Dijo frunciendo los labios – Ya hemos fastidiado al territorio Sur durante mucho tiempo. Si Daiki tiene a Taiga, debemos hacerle creer que renunciamos a su búsqueda. Luego, cuando menos se lo espere, apareceremos en su territorio de nuevo. Ahí sabremos si miente o no.

– Le diré a los rastreadores que solo busquen en nuestro territorio por mientras – Tatsuya salió de la gran sala, dejando de nuevo a la pelirrojo en solitario.

Akashi llevó la mano al bolsillo derecho de su pantalón de tela, donde extrajo un pañuelo donde estaba un cabello rojizo que encontró en el bosque de verano, en una fruta abierta del árbol más viejo de ahí. No había dicho nada, pero ella había rastreado el olor del Alfa del Sur en dos partes del territorio Norte; algo ilógico. Sin embargo, había rastro de dos personas, pero solo un aroma. ¿Y el cabello rojizo? Aomine lo tenía azul.

Algo estaba pasando con todo esto. Y ella creía tener la respuesta.

><>< 

– Tai-chan tiene un vientre tan lindo y redondo.

– Takao, basta, vas a hacer que se sienta incómodo.

– Kasamatsu, Takao, por favor retírense – La voz autoritaria del Alfa hizo que las dos hembras asintieran a su orden. Las pelinegras se retiraron de ahí, dejando solo a ambos machos dentro de la habitación.

– No tenías porqué correrlas, no me molestaban – Dijo Kagami mirando al moreno fruncir el ceño por sus palabras.

– Pero a mí sí – Contestó irritado.

Joder, desde que aquellas dos descubrieron a Kagami, no hacían más que mimar al pelirrojo. Es decir, se habían descuidado y las personas que menos esperaron que les descubrieran lo habían hecho. Sin embargo, Takao Kazumi y Kasamatsu Yuriko habían prometido guardar el secreto, pero siempre ayudaban en lo que podían.

Si alguien quería entrar a la habitación del Alfa –probablemente Tetsuna– ellas le distraían. Cuando Aomine se ausentaba para hacer sus deberes de Alfa, ellas cuidaban del pelirrojo. Le llevaban comida, medicina para sus mareos, y le hacían compañía. Explicarles lo del embarazo en un macho no fue sencillo, pero ambas lo entendieron y aceptaron ser de apoyo.

Según los libros y el calendario lunar de embarazo que Kagami había escrito en unas hojas que se volvieron un pequeño libro, ya tendría casi cinco meses de embarazo. Su vientre se había hinchado con el tiempo, aunque gracias a su complexión alta, no era tan notorio. Sí, se apreciaba la curva, pero tampoco era que se hubiese tragado una pelota de pronto.

– ¿Alguna noticia nueva? – Preguntó el pelirrojo para cambiar la conversación.

– No, lo mismo de siempre – Kagami bajó la cabeza. Eso significaba que su manada ya no le buscaba en el territorio de Aomine. Se sentía aliviado pero también triste.

– Mmm… – Fue el único sonido que salió de los labios del pelirrojo, mientras miraba su vientre, pasando el dedo índice sobre él, sintiendo al cachorro moverse ligeramente con su toque. Sonrió enternecido. Daiki no le había quitado la vista de encima.

– ¿Crees que será hembra o macho? – Preguntó de pronto el peliazul. Taiga no se molestó en mirarlo, seguía perdido en su vientre.

– No importa lo que sea – Respondió sonriendo – Lo voy a querer igual.

– Igual yo lo querré sea lo que sea, pero la duda me carcome, Kagami – El moreno hizo un berrinche, mientras se sentaba en la cama, al lado del pelirrojo – Quiero saber.

– Los cinco meses están por cumplirse – Dijo, para ahora sí mirar a los ojos al padre de su cachorro – Iremos por los ingredientes de la poción, y así sabremos lo que será.

– No será fácil para ti moverte – Le advirtió, pues con el estado en que estaba sería casi imposible – Será mejor que esta vez vaya yo solo. Prometo que no tardaré, y Takao y Kasamatsu podrán hacerte compañía.

– No, ya te dije. No podemos alejarnos mucho, no importa de cuanto sea el tiempo del que hablamos. Debo estar contigo – Aomine rodó los ojos, el menor era terco cuando se lo proponía – El libro dice que solo estar separados por un día puede ser fatal.

– ¿Cómo saldremos entonces?

– Los cinco meses se cumplen la próxima semana – Informó – Tenemos mucho tiempo para pensar en algo. Takao y Kasamatsu pueden ayudarnos pero debemos planear todo con cautela.

– Ya sé. Cinco meses y Tetsu sospecha. Le dije que la doncella vendría a la mansión pero sigue jodiéndome en que la busque yo. No puedo decirle que eres tú – Aomine también tenía sus problemas. Y la peliceleste llamada “Tetsu” era uno grande.

– Hay algo más… – Dijo Taiga de pronto, logrando tener la atención del Alfa – Los libros hablan de una hechicera en los límites del bosque de verano y otoño, pero que limita también con el mar. Según, es una licántropo que no le pertenece a ninguna manada, y ha estado viviendo sola desde entonces.

– ¿Crees que ella tenga todas las respuestas? – Preguntó Daiki, notando como es que Kagami parecía tan decidido a ir por la hechicera esa.

– Tal vez no todas, pero puede ayudarnos en algo – Dijo el pelirrojo. Rompiendo la hoja del libro donde aparecía un mapa de dónde se encontraba con exactitud la hechicera. Tuvo que romperlo, pues no podía copiarlo. Era difícil – Primero iremos por la poción, y luego…

– Hey, no puedo alejarme de mi manada tanto tiempo – Interrumpió el moreno. Suspiró para dejar salir las palabras – Mira, será más difícil moverte mientras más tiempo pase, pero creo que lo mejor será ir con la hechicera cuando falte solo un mes para el nacimiento del cachorro. Podremos quedarnos más tiempo.

– No quiero esperar tanto.

– Bien, cuando falten dos meses, pero es mi última orden – Kagami se mordió los labios.

– Tú no me puedes dar órdenes – Se defendió, levantando un poco la voz.

– Por si no te diste cuenta, estás en mi territorio, y yo soy el Alfa. Por lo que sí, te puedo dar órdenes – Le explicó el moreno – No quiero pelear, Kagami; pero por una vez, obedéceme.

El pelirrojo frunció el ceño, pero ya no dijo nada más. Claro que odiaba quedarse así, por lo general siempre peleaba con Daiki por cualquier cosa insignificante, pero no podía darse tantas libertades. Estaba en territorio ajeno, escondido, y preñado. Debía aceptar lo que el moreno le decía al menos por el momento.

– Entonces, la siguiente semana iremos por los ingredientes de la poción, y luego de dos meses más iremos por la hechicera, ¿no? – Quiso confirmar, pero sin hacer contacto visual  y cruzando por brazos. Aomine sonrió al ver que el pelirrojo le había obedecido.

– Sí, ese es el plan – Dijo – Ahora tengo que retirarme para ir a arreglar algunos asuntos. Ten cuidado de Tetsu – Taiga asintió ante sus palabras – Supongo que te veré más tarde – Se despidió, pero aun con eso, no salió de la habitación.

Sus ojos se habían perdido con los ajenos y se negaban a apartarse de ellos. En estos meses, todo su centro de atención había sido Kagami; todo lo que hacía, escuchaba o veía le recordaba a él. Las intensas ganas de abrazarlo, protegerlo, besarlo. Todo le carcomía desde adentro. Si no le hacía caso a sus pensamientos, era porque sabía que el menor seguía asustado por la violación.

– Me voy – Dijo rápidamente después de sacudir su cabeza para reordenar sus pensamientos. Qué tonto, no debía pensar eso de alguien a quien consideraba su rival. Aunque fuese la madre de su primogénito, todo eso pasó por accidente.

– Sí, adiós – Respondió el gesto el pelirrojo, como si el solo despedirse le diera dificultad. Aomine desapareció después de abrir la puerta de la habitación, y de nuevo él se quedó solo en el lugar.

Últimamente, Kagami tenía el deseo de no apartarse nunca del Alfa. Sentía que tenerlo cerca le daba seguridad y protección, cosas que jamás pensó que el mismo licántropo que era el culpable de su desdicha pudiese darle. El tener a Aomine en la misma habitación pero lejos de él era una cruel tortura. Pues se suponía que por su trauma, debían dormir separados.

En las noches, su cachorro a veces se movía demasiado llegando a lastimarlo. Era estúpido pensar que el bebé podía hablar o decirle las cosas que quería; estando aún en el vientre, aunque era bastante pequeño de todas formas. Pero Kagami sentía esa conexión con él, el cachorro le hacía saber por medio de sus movimientos bruscos, que quería a su padre con él.

– Sé lo que quieres, pero aún tengo miedo… – Susurró, transmitiéndole a su bebé lo que pensaba de su deseo. Unas lágrimas traicioneras rodaron por sus mejillas. Rápidamente intentó cambiar su estado de ánimo, pues al estar vinculado con Aomine, este de seguro sentiría que estaba triste y vendría a verle. No quería ser una molestia para el moreno.

Limpió sus lágrimas mientras se acomodaba en la cama para leer más de esos libros. En total tres. Uno hablaba de hechizos y magia, otro de las leyendas y mitos, y el último del licántropo en sí –desde su anatomía hasta los tipos de lobos que había–. Todo era tan interesante, pero le confundía mucho. Por eso quería ir con la hechicera, porque quería las respuestas de sus dudas.

Kagami volvió a abrir el libro de leyendas, en las últimas hojas donde había una especie de profecía. Según el libro, un lobo de gran poder e hijo de la Luna Roja había devastado ambos territorios, reinó por casi 300 años, pero al final, una hechicera con la ayuda de dos Alfas lograron detenerlo. ¿Sería la misma hechicera que Kagami quería ver? No, era imposible.

Esa guerra ya tenía cerca de 1000 años, ningún lobo podía vivir tanto. La profecía del libro decía que no lograron matar al Lobo, pero si le encarcelaron en una prisión, para siempre y por el fin de sus días. Sin embargo, este había permitido regresar para recuperar lo que le pertenecía, y tener su venganza sobre el reinó que le destronó y le dio la espalda.

La fecha en la que el Lobo regresaría, era cuando dos…

Pero ahí quedaba la profecía. No había nada más. La última hoja había sido arrancada, y un gran pedazo faltaba en la hoja anterior a esa. Significaba que faltaba el final del texto, por lo que Kagami no podía saber qué era lo que pasaría. ¿La hechicera sabría el final de aquella profecía? ¿Era real o solo un mito más? ¿Quién la había arrancado? Pero solo de algo estaba seguro.

Cada vez que leía aquel texto, los movimientos del cachorro eran más bruscos que de costumbre.

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– Está vez son ingredientes sencillos, Aomine – La suave voz del pelirrojo fue como una canción de cuna para el Alfa. Los días se estaban volviendo cansados, Kuroko fastidiosa, y lo único que el mayor quería era estar junto a su compañero que había reclamado para él.

Vamos que al principio le costaba asimilarlo, pero luego se dio cuenta de que tener a Kagami para él era lo mejor que le pudo pasar. ¿Estaría siendo demasiado egoísta? Nah.

– ¿Ahomine, me estás escuchando? – Regañó Taiga al darse cuenta que el moreno estaba recostado boca abajo en la cama con los ojos cerrados. Kagami se mordió el labio, sabía que los días se volvían difíciles para el chico. Por lo que acarició de forma insegura los cabellos azules.

– No te detengas – Dijo Daiki, completamente a gusto con la situación. Aunque al estar con la cara enterrada en el colchón, su voz se escuchó gangosa y casi inaudible. La situación era tan armoniosa y pacífica, hasta que Kagami soltó un quejido de dolor – Hey, ¿Qué pasa? – El moreno enseguida mostró un rostro de preocupación levantándose como resorte de la cama.

– No es nada, solo que el bebé se movió muy fuerte – El pelirrojo sonrió de forma tímida, sintiendo cómo es que el cachorro le pedía dejar que su padre le tocara, que también le conociese como su hijo. Quería ignorarlo, pero el dolor ya era suficiente – ¿Quieres sentirlo?

– ¿Eh? – Confundido, Aomine no sabía cómo sentirse al respecto. Claro que quería acariciar a su hijo, pero no quería incomodar a Kagami con su toque. Seguía latente lo de la violación.

– Al bebé, ¿Quieres sentirlo? – Volvió a preguntar – Se está moviendo mucho. En realidad, siempre comienza a moverse mucho cuando escucha tu voz – Le dijo con sinceridad, y un ligero rubor cubriendo sus mejillas. Daiki se mordió el labio inferior.

– ¿En serio puedo? – Preguntó solo para asegurarse.

– Ya te dije que sí, idiota – Taiga no tenía tanta paciencia y el Alfa estaba acabando con ella – Ahora, será mejor que sientas a tu hijo antes de que me arrepienta – La mano bronceada tomó aquella de tez morena, para guiarla a su vientre que destapó de la ropa con la otra mano.

– S-Se… – Balbuceó débilmente – Se está moviendo… – Kagami sonrió ante la cara de fascinación que el chico tenía mientras veía intercaladamente su vientre y a él – N-Nuestro cachorro… se está moviendo…. – Daiki sonrió de forma genuina al sentir más frecuentes los movimientos.

– Así es – Susurró el menor al darse cuenta que ahora toda la atención del peliazul iba dirigida a su vientre hinchado. Le gustaba estar así, y pensar que le estuvo negando el capricho a su pequeño y revoltoso bebé desde que este comenzó a moverse las primeras veces.

De alguna forma, las palabras nuestro cachorro, les habían hecho sentir a los dos una calidez en el pecho, y esbozar una gran sonrisa sincera. Sí, porque era su cachorro, ya que era parte de ambos.

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– Nash, ¿Puedo hablar contigo un minuto?

– Nadie puede hablar con otra persona en solo un minuto, pero acepto la oferta de la charla – Seiko frunció el ceño al escuchar la voz divertida del rubio. Nash carraspeó – ¿En dónde?

– En la sala principal, ahora – Ordenó. Mientras ella bajaba la escalera hacia el lugar, el macho le seguía de cerca. Ahí estaba Murasakibara, quien no parecía dispuesto a irse.

– Entonces… ¿De qué quieres hablar? – Preguntó el rubio una vez llegaron, desviando su mirada a la imponente figura del de cabellera púrpura que estaba recargado en la puerta.

– Escucha, la desaparición de Taiga fue hace cinco meses, después de la Luna Roja, ¿Correcto? – Gold asintió ante las palabras de la pelirroja – La hembra que mi padre reclamó tiene casi cinco meses de embarazo, por lo que la hembra del Alfa del Sur ya debería tener el mismo tiempo de embarazo, ¿Verdad? – Nash vaciló unos segundos.

– Pues, sí – Dijo desinteresado – Supongo que debería, ¿No es así? – Preguntó. Seiko negó.

– Tal parece, que no hay hembra aparente – Le explicó con toda la seriedad que sus ojos dorado y rubí pudieron mostrar – Sin embargo… – Akashi comenzó a caminar lentamente, dándole vueltas a Nash – La manada recuerda que el Alfa encontró una Doncella, por lo tanto si el año está yendo muy bien para ambos territorios, es porque el ritual fue llevado a cabo correctamente.

– No entiendo a dónde quieres llegar con esto.

– La desaparición de una doncella con un cachorro no es algo que se pueda ocultar. El aroma, las necesidades durante todos estos meses, la compañía del Alfa. Todos esos factores no pudieron pasar desapercibidos – La chica desvió su atención a la ventana para mirar al horizonte – Daiki encontró a una Doncella, pero nadie recuerda quien fue. ¿No es eso extraño? – Ironizó.

– ¿Acaso me estás inculpando de algo? – Preguntó indignado.

– Hace cinco meses que Taiga desapareció, y es el mismo periodo de tiempo que la doncella misteriosa debe de estar preñada, pero nadie sabe dónde está, al igual que nadie sabe dónde está Taiga – Los ojos turquesa se enfrentaron a los ojos oro y sangre – Tanto tú cómo yo sabemos la verdad, así que más te vale decir toda la información posible – Nash chasqueó la lengua.

– Está bien, está bien – Aceptó como restándole importancia a la acusación – Pero que él se vaya de aquí – Señaló a Atsushi, que se había mantenido al margen, pero era más que seguro que había escuchado todo – Luego te diré todo lo que sé, pero sin metiches, por favor – Akashi le dio una mirada a su pareja, y está se retiró de ahí.

– De acuerdo, te escuchó – Le dijo, pero más bien era una orden de que le contara todo lo que sabía. Nash divagó unos segundos, pensando qué decir.

– El lobo que me atacó fue Daiki – Dijo al fin – Las sospechas de todos eran ciertas, pero no fue por la razón qué creen – La pelirrojo arqueó una ceja mirándolo con duda – No sé por qué, pero tenía el presentimiento de que Daiki iría detrás de Taiga.

– ¿A qué te refieres con eso? – Preguntó la hembra sorprendida y frunciendo el entrecejo.

–  Ya dije que no sé, fue algo así como… ah, ¡Una premonición! – Gritó cuando encontró la palabra adecuada – Entonces, cuando vi que no podía escoger una doncella, comencé a asustarme de que mi premonición fuese real, y le dije a Taiga que era mejor irnos.

– Entonces, ¿Taiga se fue contigo al bosque? – Preguntó ella para asegurarse.

– Exacto – Confirmó el rubio – Daiki le olfateó en el momento en que huimos, por lo que fue tras él. Es por eso que todos recuerdan su aullido, pero no a la doncella, porque en realidad nunca fue una hembra, ¡Era un macho! – Le dijo todo lo que se había estado guardando.

– ¿Me estás diciendo que Taiga huyó al bosque, Daiki fue tras él, y quieres que suponga que la razón por la que peleó contigo es porque intentabas defender a mi hermano? – Si lo decía así, la verdad se escuchaba bastante estúpida. Pero el mayor no se quedaría callado.

– Suena tonto, ¿Pero qué otra cosa pudo haber pasado para que Daiki casi me matara?

– No creo que hayas arriesgado tu vida por mi hermano; el hijo del hombre que mató a tu padre.

– Yo no soy como mi padre – Le recalcó con molestia – Yo sé lo que es perder a tu familia, conozco ese dolor. Y no quisiera que nadie más lo experimente, es por eso que le defendí – Explicó. La pelirroja se sorprendió por la sinceridad del macho.

– ¿Qué pasó con Taiga? – Avergonzada por juzgar mal al chico, Akashi cambió la conversación.

– No lo sé. Le di tiempo para huir, pero no sé si pudo lograrlo – Gold recordó lo vivido hace meses – Pero con tus conclusiones que me dijiste hace rato, creo que puedo imaginarme lo que ocurrió.

– Taiga… – Susurró – Él no pudo escapar…

– Él no sabía lo que pasaba o porqué Daiki le perseguía. Cuando quiso reclamarlo como la doncella, probablemente Taiga se defendió – Habló Nash, explicando su hipótesis de lo que pudo haber ocurrido – Y con lo violento que pone la Luna Roja a los Alfas, no quiero imaginar el infierno que vivió Taiga esa noche…

– Oh dios… – El sollozo apenas se escuchó porque la hembra enseguida llevó sus manos a su boca para impedir que más sonidos así siguiesen saliendo. Los ojos bicolores de ella comenzaron a aguarse – Él… él… – La frase murió en su boca, y de inmediato se escuchó un portazo.

– ¡Tú imbécil! ¡¿Qué le hiciste?! – Era Murasakibara, quien al percibir que su pareja estaba completamente destrozada mentalmente, había corrido lo más rápido que podía para ver qué le pasaba. Y claro, con Gold ahí, este pudo ser el culpable.

– ¡Atsushi detente! – Ordenó la pelirroja con la voz más fuerte que pudo, aunque sus ojos lloraban a mares. El mencionado estaba a nada de golpear al rubio de no ser porque Akashi le gritó que se detuviera – No pasa nada, en serio.

– Pero… Aka-chin – La chica le hizo un gesto con la mano en señal de silencio.

– Escucha, el tema que hablo con Nash es delicado. Sé que sientes lo que yo, pero es porque la verdad está doliéndome mucho – Explicó intentando calmarse – Nash no me ha hecho nada, y si pasa algo te llamaré de inmediato, ¿Está bien? – Atsushi no parecía muy convencido.

– Si le hago algo, puedes matarme y diremos que me suicidé – Habló el rubio para que al menos el más alto le soltara el cuello de la camisa. Una última mirada de molestia de esos ojos púrpura hasta que Murasakibara le soltó con brusquedad, volviéndose a retirar – Vaya genio tiene.

– ¿Es todo lo que sabes? – Preguntó la hembra, intentando regresar al objetivo principal de la plática, aunque le doliera lo que podía escuchar.

– Todo lo que sé, y lo que puedo deducir – Contestó suspirando de amargura al no tener más información al respecto.

– ¿Por qué lo ocultaste?

– Tenía miedo de que pensaran que quise matar a Taiga y Daiki le defendió – Dijo con arrepentimiento – Tenía pánico de que no me creyeran, nadie en esta manada lo hace. Tenía mis razones para mantenerlo en secreto – Akashi asintió, dándole la razón – Por eso lo oculté, aunque cuando ya habían pasado más de dos meses de la desaparición de Taiga, dudé en si confesar o no.

Seiko recordó que durante aquella conversación con los rastreadores y Tatsuya, Nash había mostrado signos de divagar en lo que decía. Fue cuando ella comenzó a sospechar de él, porque sentía que ocultaba algo. No debió juzgarlo antes de conocerle bien. Era un buen chico aunque no lo pareciera. Hubiese sido un buen apoyo en el liderazgo, si tan solo su padre no le odiara.

– Taiga no aparece, ¿Por qué piensas que no vuelve? – Preguntó decaída – Crees que él… haya…

– No conozco a Daiki, pero por lo que he escuchado de la otra manada, es alguien que se hace cargo de sus responsabilidades de Alfa; mal y a última hora, pero al menos las hace – Dijo recordando lo que había oído en todos los años que tenía el moreno de ser líder – Probablemente se arrepintió de lo que hizo en el ritual, y se llevó a Taiga para disculparse y corregir su error.

– ¿Quieres decir que Taiga está en la mansión del territorio Sur? – Gold asintió a su pregunta – Pero nadie ha reportado la aparición de un licántropo del Norte ahí. El aroma de Taiga se sentiría, pero siempre que alguien investiga no encontramos nada. Es como si se hubiera desaparecido del mapa – Nash meditó unos segundos.

– Tú más que nadie quieres resolver esa duda ¿no? – Preguntó mirando directamente a la chica a los ojos – Sé que encontrarás la respuesta, después de todo, sigues preguntándote qué hacía Daiki en nuestro territorio, y porque había rastro de dos personas si solo se sentía un aroma, ¿Verdad?

– ¿Cómo…? – Preguntó ella atónita – ¿Cómo sabes eso? – Se suponía que esa información solo ella la sabía, ni siquiera se la había comentado a Atsushi, quien era su pareja de confianza.

– No eres la única que les sigue la pista – Nash sonrió para dar media vuelta e irse de ahí, dejando a Akashi pensar – Por cierto, el cabello que encontraste en el bosque de verano… Sí, era de Taiga – Le informó, dejando a Seiko más confundida cuando salía de la sala.

Akashi respiró agitadamente intentando tranquilizarse. Ahora debía hablar con Himuro y su Padre si quería llegar al fondo de todo esto. Lo haría, por Taiga.

><>< 

– ¿Belladona? ¿Qué esto no te mataría? – Preguntó inseguro el moreno mientras leía la hoja donde Kagami había anotado los ingredientes de la poción. El pelirrojo se encogió de hombros.

– Es lo que dice – Fue su respuesta. Aunque él también tenía sus dudas, ¿Belladona? Esa cosa era venenosa, todos lo sabían – Pero hay que seguir la receta al pie de la letra.

– Entonces, ¿Belladona y té de manzanilla?

– Aquí en la bolsa.

– ¿El agua del lago del invierno?

– La que conseguimos en el camino, después de romper el hielo.

– ¿5 hojas de menta?

– Las que tomaste de la cocina.

– ¿Jarabe de rosas?

– De una vez te digo que hacer el jarabe no fue sencillo.

– Bien… – Daiki leyó la lista. Ya tenían cinco ingredientes, pero les faltan 3. Era verdad, las cosas eran más sencillas de conseguir pero eran más que las del hechizo del embarazo – Entonces, falta conseguir… ¿Otra vez la fruta del árbol más viejo de verano? ¿Es una broma?

– Si leemos el anterior hechizo es uno de los ingredientes más fáciles de conseguir, solo que esta vez necesitamos el jugo y no las semillas – Se rio Kagami, pero de forma nerviosa – Vamos, yo sé cuál es el árbol, y las frutas crecen cerca del suelo, ¿Cuál es el problema?

– Si sabes que podrían vernos, ¿No? – Taiga asintió desviando la mirada, claro que lo sabía – Y qué con tu estado será más difícil huir si nos ven, ¿Verdad? – El pelirrojo volvió a asentir – ¿Cómo vamos a explicar la situación si nos atrapan? Porque para empezar yo ni debería estar en ese lugar.

– Lo necesitamos para la poción. No tenemos otra alternativa, ¿Cierto? – Aomine le dio la razón, pero a regañadientes. Las cosas se complicaban.

– Entonces, la fruta esa, una flor de cerezo, y un hongo… – Lo último fue para el peliazul bastante extraño, porque decía un hongo, pero no especificaba cual, ¿Acaso Kagami lo copió mal o en realidad podría ser cualquier hongo? – Oi, ¿Cuál hongo?

– No decía el nombre pero había un dibujo – El menor rebuscó en la pequeña maleta que tenía hasta dar con lo que quería. Un pedazo de papel – Mira, es este. Lo arranqué del libro porque no se me da muy bien dibujar – Le pasó el papel al moreno.

– Entonces buscamos un hongo verde que brilla en la oscuridad – Habló mientras veía la ilustración del hongo con las pequeñas inscripciones escritas en un lado – Midorima va a morir cuando se entere que rompiste los libros – Se rio. Kagami rodó los ojos.

– Olvida a tu hermanastro y vamos por los ingredientes – Regañó, mientras comenzaba a caminar dejando atrás a Daiki – Por suerte, ya oscureció y el hongo crece en otoño. Si brilla, entonces será fácil encontrarlo… – Por la poca luz, y por mirar el pedazo de hoja y no su camino, el chico tropezó con una raíz de árbol – ¡AH! – Gritó asustado, esperando la caída fatal.

– No será fácil si te pasas a caer cada cinco minutos – Por suerte, Aomine le sujetó justo a tiempo para evitar un feo golpe de frente, que pudo dañar al bebé también – Y si no te cuidas ya no tendremos cachorro del cual saber su sexo, ¿Es eso lo que quieres? – Kagami se mordió el labio, negando la pregunta – Bien, ahora ve tu camino.

Taiga permaneció junto al Alfa todo lo que pudo, mirando a su alrededor para evitar un accidente. Seguía asustado, y sentía que el otro también lo estaba. ¿Qué hubiera pasado si Aomine no le sujetaba a tiempo? Caerse con su vientre hinchado pudo haberle causado la pérdida del bebé. No se lo perdonaría jamás si algo le pasaba a su hijo. Así fue que no bajó la guardia en ningún momento, hasta que unas luces verdes iluminaron el camino.

– ¿Eso es…?

– Sí, parece que son los hongos – Confirmó el moreno, agachándose para tomar uno.

– ¿Lo tienes?

– Se está… – Dijo con dificultad – Resistiendo… – Completó mientras hacía muecas extrañas al intentar arrancar el hongo.

– Espera, tengo un cuchillo aquí – Le informó el pelirrojo, mientras buscaba el objeto en su bolsa.

– No será necesario, tengo una mejor idea – Daiki hizo crecer las uñas de su mano derecha hasta que estas se convirtieron en garras, y con ayuda de estas, cortó el hongo – Listo, ¿Alguien pidió un hongo verde y que brilla para una poción? – Bromeó.

– Déjate de tonterías – Kagami le arrebató el hongo que increíblemente seguía brillando. Se suponía que fue cortado y no arrancado con su raíz, así que el que siguiese dando luz era extraño. Como sea, el pelirrojo lo metió en la bolsa con los otros ingredientes – Ahora vamos por la fruta y la flor de cerezo.

– La flor de cerezo crece en primavera, y si mis conocimientos no me fallan, es en ese bosque donde está tu manada, ¿Verdad? – Kagami asintió – ¿No crees que quizá sientan mi aroma y manden a lobos para seguirnos? – El menor suspiró con molestia.

– ¿Quieres saber el sexo del cachorro o no? – Le dijo enfadado. Si habían salido por la poción, era porque el moreno quería saber si el bebé era un él o una ella. Porque Taiga quería que fuese sorpresa pero el Alfa no dejaba de joderle.

– Bien, vamos por los otros dos ingredientes – Aceptó el peliazul, dándose cuenta que si estaban haciendo ese viaje, era porque él insistía en saber el sexo de su bebé – Si nos apuramos, podremos llegar antes que amanezca y tal vez no nos descubran.

– Separémonos – Aomine miró con incredulidad al chico pelirrojo. ¿Qué no era Kagami el que siempre le jodía para que no se despegaran? – Solo para buscar los dos ingredientes, luego nos reuniremos. Será más rápido – Explicó – ¿Qué dices?

– Yo voy por la flor de cerezo – Fueron las únicas palabras del moreno, al darse cuenta que el menor tenía razón. Pero más les valía regresar lo más pronto posible, para evitar que sus fuerzas se debilitasen al estar separados.

– Supongo que yo iré por la fruta – Aomine asintió a sus palabras. Pensó en ir él, pero no recordaba cual era el árbol más viejo de verano, pero Taiga si lo hacía. Se apresuraron en ir hasta el bosque de la estación, donde Daiki dejó al pelirrojo para irse al bosque primavera.

Kagami llegó al lugar donde tomó una fruta madura del árbol, y la metió en la bolsa que llevaba. Un crujido le hizo estremecerse. Había venido a sus espaldas. Se dio la vuelta y pudo ver a dos lobos comunes detrás de él. Rayos, y justo ahora que no tenía ropa de más para transformarse. Sentía miedo, pero más que nada enojo.

¿Cómo se atrevían esos animales a amenazarlo con lo estresado que estaba? Ah, se iban a arrepentir, no por nada Kagami Taiga sería el siguiente Alfa de ese territorio. Cuando Daiki llegó al lugar a toda prisa después de tomar la flor de cerezo y sentir que su compañero estaba en peligro, pudo ver a dos lobos chillando y huyendo de ahí, mientras que el pelirrojo se sacudía las manos.

– ¿Tienes la flor de cerezo? – Le preguntó el chico como si nada hubiese pasado, a lo que el peliazul le enseñó el ingrediente que tenía en la mano. Taiga lo tomó y guardó en la pequeña maleta que siempre llevaba consigo. Listo ahora tenían todos los ingredientes; Kagami se dio la vuelta para regresar, era mejor volver al bosque de invierno.

Aomine tragó duro al darse cuenta de lo que había pasado. Si Kagami pudo ahuyentar eso a dos lobos mientras estaba embarazado, ¿Qué cosas hubiese sido capaz de hacerles si no lo estuviera?

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– Se mezcla el jarabe de rosas, el té de manzanilla, y el hongo brillante; luego de que los ingredientes estén incorporados, se calienta a fuego alto, hasta que hierva – Leyó Kagami, mientras Aomine revolvía en un tazón donde había puesto todos los ingredientes mencionados. Habían vuelto ya al castillo, pero por precaución, Takao y Kasamatsu cuidaban la puerta, y que nadie se acercara.

– Bien, entonces yo haré la parte caliente – Dijo el moreno mientras seguía mezclando intentando incorporar esos tres ingredientes. Kagami rodó los ojos mientras ponía los otros ingredientes en otro cuenco. El agua del lago, el jugo de la fruta, y la belladona machacada, mezclándolos también. Como la belladona era venenosa, tenía miedo que la poción le matase a él y/o su hijo.

– Pude haber hecho yo solo la poción, no necesitabas quedarte – Le hizo saber mientras machacaba los ingredientes hasta intentar formar un líquido amarillo. Daiki chasqueó la lengua mientras ponía el tazón con sus ingredientes perfectamente mezclado sobre fuego alto, para esperar que este se calentara hasta hervir.

– ¿Y dejarte estar cerca del fuego? Ni que fuera idiota – “Eso ya lo eres” Pensó el pelirrojo. El menor le había dicho al Alfa que podría ir a atender los asuntos de su manada si quería, pero en cuanto los ojos azules leyeron que la poción necesitaba fuego, Aomine no se quiso ir. Taiga intentó convencerle que el fuego no le lastimaría, pero de nada sirvió.

Incluso le recordó que sí pudo contra dos lobos del bosque, podría con algo de calor, pero ni así le escuchó. Estaba preocupado de él, el cachorro y la mansión –porque le dijo que era capaz de crear un incendio si le dejaba solo con el fuego–. Así que a regañadientes, el pelirrojo tuvo que aceptar la ayuda de su compañero para hacer la poción.

– ¿Ya terminaste? – Le preguntó el peliazul, mientras Kagami veía la extraña mezcla amarillenta que se formaba en su cuenco. Se suponía que la poción necesitaba el cambio brusco de temperaturas, así que con el frío de invierno, la mezcla que el chico tenía estaba bastante fría, y la otra parte de la poción era la que se calentaba.

Kagami asintió a la pregunta del moreno, pero no dejó de mezclar. Si bien, bajó la intensidad no se detuvo. Esperaron unos minutos hasta que la mezcla de Daiki se había vuelto más líquida que nada y se encontraba burbujeando, señal de que estaba comenzando a hervir. Con ayuda de un pañuelo, el mayor tomó el trasto donde el brebaje color verde limón humeaba.

– ¿Tienes el frasco? – Kagami le dijo que sí con un movimiento de cabeza, mientras dejaba de mezclar porque ya no sería necesario. Señaló un frasco grande y transparente que estaba en una mesa que Aomine usaba de escritorio, luego de que Yuriko rompiese el suyo – Bien, a la cuenta de tres… – Avisó mientras miraba a directamente a esos ojos rubí – Una, dos, ¡tres! – Y al mismo tiempo vertieron sus partes, notando como los colores no se mezclaban por la densidad.

– Ahora se tira la flor de cerezo y las hojas de menta – Dijo el pelirrojo, mientras tomaba las dos cosas que faltaban en la receta, y la dejaba caer sobre el frasco, para que estas se mezclaran con el brebaje. En cuanto lo hicieron, la poción comenzó a burbujear mucho, mientras la flor y las hojas se desintegraban en el líquido, hasta que este se tornó completamente color naranja – Está lista.

– Sabes, ahora que lo pienso mejor, esa poción no me da mucha confianza – Las palabras de Aomine sonaron nerviosas e inseguras – ¿Y si mejor esperamos que el cachorro nazca y ya? – Bromeó mientras se rascaba la nuca. Kagami le miró con el ceño fruncido. No había recorrido todo el terreno y peleado con dos lobos para que Aomine se acobardara.

– Solo esperó que no sepa mal – Murmuró Taiga, mientras cogía el frasco en sus manos, notando que ahora estaba en una temperatura ambiente, no tan fría ni tan caliente. Perfecta para beber. Respiró hondo antes de poner sus labios en la orilla del recipiente y tomar lo que podía de un solo sorbo. Según el libro, no era necesario beberlo todo.

En cuanto tragó lo que podía, dejó el frasco de golpe en la mesa, poniendo una cara de total repulsión que enseguida pasó a ser reemplazada por una de curiosidad. En realidad, la poción no sabía tan mal. Sus ingredientes eran diversos y algunos daban sabor al brebaje, no haciéndolo tan asqueroso como Kagami pensó en un principio. Era tolerable, ¿Sería por el jarabe de rosas?

Su mente no pudo divagar más cuando los balbuceos de Aomine le distrajeron. ¿El chico no podía callarse siquiera cuando el intentaba pensar? Entonces se dio cuenta que la mirada azulina iba directo a su vientre, y salió de sus desvaríos para recordarse por qué bebió esa cosa naranja en primer lugar. Su mirada bajó hasta la curva del abdomen, donde comenzaba a iluminarse como el puto hongo de otoño. ¿Acaso para eso servía ese ingrediente que parecía lucecita?

– K-Kagami… – Pudo decirle el moreno, aunque se escuchó como si el moreno hiciese un gran esfuerzo por pronunciar su nombre, como un susurro. Quizá se había quedado impresionado de verlo brillar cual estrella. Taiga no veía bien su vientre, por lo intentó verse en el espejo para ver el color – Dime… ¿El morado es un color frío o cálido? – Le preguntó Daiki sin apartar su vista de él.

Una vena se hinchó en la frente de Kagami. ¿Cómo es que este Alfa no sabía cuáles eran los colores cálidos y fríos? Su mano derecha se formó en puño, mientras se acercaba al mayor para darle tremendo golpe en la cabeza, para ver si así al menos recordaba algo que debió haber sabido desde niño, como todos los licántropos que aún eran pequeños. Irritado, el pelirrojo le contestó:

– El morado es frío, idiota; tendremos un macho.


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