Tony había decidido alejarse un tiempo de todo y de todos, las pesadillas estaban haciéndose peor. Se sentía solo, pertenecía a un equipo, pero ese sentimiento no se iba y la muerte de Peggy solo le sirvió para reafirmar ese hecho. Estaba frente a su tumba, odio a Fury por no permitir que se despidiera de quien fuera uno de los pilares de su vida pero también sabia que el pirata tenía sus razones, después de todo nadie sabía la relación que el tenía con aquella valiente mujer.
Su teléfono no dejaba de sonar. Seguramente era Fury o algún otro Vengador Pepper sabía, al igual que Rodhey, de su viaje y que no estaría disponible. Era una increíble mujer tanto que debía aceptar que el nunca la amaría como ella se merecía.
Se dirigía al aeropuerto tomaría un avión a Budapest y luego vería donde lo llevaba el viento.
Llevaba unas semanas en un pueblo de Hungría, Solymar, se quedaba en una pequeña casa ya que no quería estar en el radar de ningún súper espía. Se dedicó a recorrer y disfrutar del relativo anonimato. Cada mañana iba a un pequeño café, atendido por una mujer algo mayor y muy dulce, cada día le servía una tarta de sabor diferente y encontraba entretención en escucharla hablar acerca de su vida, aún cuando su húngaro no era del todo fluido.
Ese día había decidido dar un paseo aunque el pueblo en sí no tenía un turismo muy llamativo, pero era una de la razones por las que lo escogió.
Ya entrada la tarde decidió ir hasta un pequeño local de Pizzas que un joven le había recomendado. Había descubierto el gusto de cocinar hace unos días y se dio cuenta que conociendo la receta le era sumamente sencillo.
Al entrar al local sintió el exquisito aroma y busco una mesa para ordenar, eligió la de una esquina le permitiría ver a la mayoría de los clientes y personas que entrasen en el lugar, le parecía entretenido observarlos e imaginar que vida llevaban.
Una joven se acercó preguntando que deseaba ordenar, pidió una pizza Húsimado.
Cuando la joven regreso con su pedido se dispuso a comer cuando vio a un hombre alto de cabello negro atado en una coleta y rostro inexpresivo, entrar al local.
Le miro curioso se ubico de espalda a él y vio como su brazo izquierdo, cubierto por una chaqueta negra gastada que tapaba más allá de la mano, colgaba de forma casi inanimada de su cuerpo.
La chica se veía tensa al momento de llevar la orden, supuso era un cliente habitual puesto que no hubo necesidad de preguntar su orden. No lograba discernir que era lo que llamaba tanto su atención por aquel hombre sería el aura de misterio, su rostro inexpresivo, lo atemorizante que al parecer lucia o su brazo que ahora reposaba sobre sus muslos como si no se tratase de una parte más de su anatomía.
Cuando vio que estaba a punto de terminar decidió pedir la cuenta para poder seguirle de cerca. Afuera ya había oscurecido y todo se iluminaba por la tenue luz de los faroles de las calles, ahora casi vacías. Llevaba un rato de seguirlo y no parecía dirigirse a un lugar especifico, cuando esa idea cruzo su mente sus alarmas se encendieron haciéndole voltear para regresar sus paso sin embargo ya era demasiado tarde. Sintió como lo apresaban contra la pared con una mano en el cuello enseguida recordó a su madre, cuantas veces le había dicho “Mio figlio, la curiosità uccise il gatto”.