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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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Sentía las caricias más sutiles hasta las heridas más profundas, escuchaba los susurros más lejanos hasta convertirse en gritos dentro de su cabeza; la mentira y la verdad volverse una. Todo se mezclaba en su interior hasta formar una pieza sólida, una que antes coexistió por partes durante el transcurso de los siglos, ahora, todo aquello lo volvía a experimentar en unos segundos, minutos, horas, quien sabe, pero parecía que todo iba a una velocidad absurda. Concebía de nuevo las emociones, los gestos, el movimiento, el habla, todo casi al mismo tiempo.

Y aunque ya lo había experimentado, saber que gran parte de su vida fue un teatro orquestado por Odín y por él mismo, le provocaba el triple del dolor que alguna vez abrigó; una sensación amarga que se extendía por cada célula que lo conformaba, y paralelo a ello, otra más que le provocaba Thor. Los últimos años, cuando despertó, cuando encontró a Jane Foster, y al amor que juraba estrujaba su corazón sacando lo mejor de él, uno que nunca fue capaz de igualar.

No tenía nada, lo que tanto procuró se lo arrebataron de las manos, hasta la última cosa a la que se aferró le fue negada.

Maldito destino, por más que se empeñaba en alterarlo para que todo se situara a su favor, siempre terminaba por arrastrarlo al fracaso. Por mucho que modificara los eventos, que interfería —que remplazara las piezas y volviera a montar una jugada con acciones impredecibles—, al final, todo lo conducía directo a la ruina.

Las nornas se equivocaron cuando profetizaron que tenía dos caminos; desdicha y honor. Solo tenía uno.

Quería gritar de impotencia, quería tener suficiente poder para destruir el universo, para arrastrar a todos a su abismo, ser el frío mismo y extinguir hasta la última vida; despreciaba profundamente su destino, y odiaba no poder restaurarlo. Detestaba todo lo que una vez le fue dicho, aún más su ingenuidad por creérselo. Desechado por sus verdaderos padres, no era más que una desgracia para su raza, acogido por El Padre de Todos, que aunque metió ideas en su cabeza para que lo guiara al éxito, solo consiguió lo contrario, una y otra vez, sus pasos estaban condenados a dirigirlo al mismo sitio. Por más giros y vueltas que diera, solo estaba en un laberinto donde todos los caminos y pasajes lo llevaban al centro, aunque quisiera escapar, aunque deseara salir de allí o construirse un nuevo destino, estaba condenado. A quedar solo, a no tener el lugar que deseaba, el lugar de Thor, o a Thor...

«Puedo darte lo que deseas», musitó la voz de Thanos, aquella que lo había atormentado hasta el punto de quiebre, pero en realidad, ya estaba roto desde el inicio, solo que ahora lo podía comprender claramente.

¿Qué más daba si accedía? Aunque el titán estaba muy equivocado si creía que lo convencería de hacerlo porque los dos salían ganando. Él nunca saldría victorioso, pero se arrastraría hasta el final de sus días para escapar de su destino hasta que fuese inevitable.

«Soy tu única salvación», siguió provocándolo, incitándolo, pero ya había tomado su decisión. «Solo dolerá un poco más», pronunció por última vez.

En un instante retrocedió en el tiempo y volvió a experimentar de nuevo cada sensación; cada impacto que tuvieron en él las palabras, cada colisión ocasionada en su interior por las acciones del resto. Su primer beso, su primer combate, el miedo, la alegría, la envidia, el placer, los celos, la admiración, las discusiones, el sexo. Su vida a la velocidad de la luz y de nuevo, al inicio. Sus pensamientos, el odio, el consuelo, el aprendizaje, las sonrisas sinceras y las que ocultaban crueldad; estaba en los brazos de su madre, tirado en el suelo de la fortaleza de Laufey, acostado en el regazo de Frigga, junto al trono de Odín, sentado en el diván de la biblioteca, en Vanaheim, en la tierra desolada de Svartalfheim, apresado contra un Jotun, abrazando a un elfo de luz, metido en las sábanas con Thor, atado en la nave de Thanos, corriendo por su vida y de regreso a los brazos de Farbauti.

Odiando y amando al mismo tiempo, pero sin un aparente final, hasta que se descubrió mirando a la nada. Solo y sin fuerzas.

Permaneció boca arriba, ordenando sus pensamientos, que todavía estaban unidos, que decían tanto y a la vez nada, porque no lograba entenderlos. Rogaba por dejar de sentir, suplicaba por un poco de silencio. Y poco a poco, su deseo fue tomando forma.

[...]

—Encuentra la manera de llegar al Teseracto —le dijo el Chitauri observándolo con intensidad.

Que ahora estuviera libre y que le permitieran manejar por completo sus futuras acciones, no significaba que haría lo que quisiese para el fin que desease.

—Pronto me comunicaré con ustedes para que su ejército me acompañe a dar el último golpe. —Sus palabras carecían de emoción, tan frías como su propia mirada.

Su motivación ahora residía en el dolor que provocaría.

Thanos lo había logrado. Había arrancado hasta la última raíz de bondad y esperanza.

The Other continuaba apreciando la creación de su maestro, aquel muchacho asustado, con la cobardía pintada en el rostro y resignado a la muerte, ahora se alzaba frente a él con determinación, con la mente trastornada y un perfil más maduro. Ahora conocía el dolor que siempre moró en él, no fue necesario buscar en otra parte, el titán descubrió —a mitad del proceso de tortura— que Loki poseía algo diferente, que estaba acostumbrado al dolor, que nació con ello tatuado a la piel y logró extraerlo con una facilidad asombrosa, manejarlo y moldearlo como todo un artista. Hasta le hizo creer que su destino se reducía a un solo pasaje, pero es que el muchacho se lo puso tan fácil, ya estaba roto cuando lo encontraron, ya tenía mucho por lo cual lamentarse y se abrazaba tan fuerte a aquello, que solo hizo falta susurrarle al oído que todo estaba tan mal, parecía que esperaba por esas palabras, que había nacido para que Thanos lo usara y él no podía hacer más que admirar a su maestro. Lo había logrado una vez más.

—No olvides para quien sirves —le extendió el cetro—, no olvides el poder de Thanos.  

• • •

Asgard recobraba fuerza, aún sin el Bifrost, se las arreglaban para mantener contacto con los reinos aliados. Odín volvía a asumir el control; los daños a Jotunheim —la muerte y destrucción del pueblo— no habían sido olvidados o perdonados, pero el actual líder jotun mantenía una tregua con ellos.

Heimdall se mantenía atento, observando, con una preocupación especial en Midgard, parecía que personas poderosas habían encontrado una de las gemas del infinito, querían utilizar su energía, pero estaban a siglos de poder manipular su poder. Aunque, había un hombre que parecía comprender con rapidez, que amenazaba con encontrar la forma de utilizarla.

[...]

Un pequeño ejército de guardianes subía a una nave, su padre entre ellos. Antes de marcharse le había pedido que se encargara del reino. Prefería ser él quien ocupara su lugar entre los guerreros, pero Odín tenía asuntos que resolver que a él no le concernían.

No es que en Asgard no hubiera nada por hacer, al contrario, siempre había mucho por emprender, sin embargo, estar fuera, en otro reino que no le recordara a Loki, le daba una tenue sensación de paz.

¿Cómo podría olvidarlo? No deseaba hacerlo, aunque no negaría que eso le haría sentir mejor.

Se dirigió a la sala de reuniones, había muchos casos por atender, mucho caos por restaurar, y los æsir a diario trabajaban para mejorar sus naves, sus armas y su resistencia.

Al empujar las puertas dobles escuchó un alboroto.

—¿Qué sucede, Hogun? —preguntó en cuanto identificó a su amigo.

El guerrero se giró y comenzó a hablar:

—Hay rumores de que seres oscuros intentan invadir Alfheim y Vanaheim. —Había cierto tono en su voz que delataba lo impotente que se sentía al no poder estar allí.

Existían pasadizos en Asgard que conectaban con otras dimensiones, como Jotunheim y Svartalfheim, que solo Loki —y quizá Odín— llegó a conocer, pero a pesar de que aquellos reinos hermanos estaban en el mismo plano, visitarlos requería de mucha energía que no podían desperdiciar en esos momentos. Sin el Bifrost, tenían que rediseñar su tecnología, se habían confiado y conformado con su poder, y ahora debían compensar su pérdida. En conclusión, no podían también perder el tiempo en rumores cuando lo principal sería fortalecerse en otros ámbitos.

—Pronto mandaremos unas tropas —respondió sin dar detalles, sin explicar que pronto tomaría más del tiempo deseado.

—Si los invaden ahora —comenzó a murmurar Volstagg bastante preocupado—, no seremos capaces de...

—Le pediré a Heimdall que nos mantenga informados —interrumpió para impedir que los ánimos decayeran.

Ahora más que nunca necesitaban mantenerse optimistas.

Después de aquello discutió asuntos menos alarmantes sobre la forma en que se estaban llevando a cabo las cosas en su reino y cuando estuvo a punto de terminar la reunión, soltó algo que tenía dando vueltas en su cabeza:

—Necesitamos más hechiceros —mencionó con seriedad.

Los presentes dejaron de hablar entre ellos para observarlo.

Una de las reinas del triunvirato, que hasta el momento solo tomaba nota de la capacidad del Odinson, intervino:

—Frigga tomó antes a su cargo a dos muchachos... No demostraron el interés necesario y terminaron por abandonar la idea de ser hechiceros, hasta ahora nos ha funcionado solicitar ayuda a Vanaheim cuando requerimos...

—Y por ello, justo ahora no tenemos la capacidad de mantener un contacto eficiente con los demás reinos. —Estaba convencido que era necesario contar con más hechiceros de los que actualmente poseían.

—Lo siento, no está en los planes de Asgard entrenar a seres que dominen la energía, no cuando ya nuestros hermanos Vanir se encargan de ello —dijo con determinación.

—Estamos dejando pasar una buena oportunidad, nuestra tecnología se enfoca en armas, podemos también crear artefactos que nos ayuden a potenciar la fuerza de...

—El Padre de Todos hasta ahora ha hecho un excelente trabajo manteniendo las barreras al máximo, él nos encargó fortalecer a nuestros guerreros. —Su paciencia había llegado al límite y con firmeza ordenó—: Hemos concluido por hoy.

La reina se levantó de su lugar y antes de que se retirara Thor la atajó a mitad del camino.

—Todos somos conscientes de lo que pasó hace unos meses, Odín cayó en un profundo sueño y...

—Y aun así se hizo cargo —habló demostrando su irritación creyendo que se aferraba solo por capricho—, sé que la pérdida de Loki te ha afectado, pero no puedes llegar aquí y proponer cambios que solo nos debilitarían en este momento. Tus padres son los más poderosos hechiceros, los tenemos a ambos, no es necesario requerir de más. Sabes que nuestra principal preocupación es mejorar nuestras naves, estamos poniendo de todo nuestro esfuerzo para encontrar los materiales y la energía para...

Estaba harto del discurso que ya se sabía de memoria. ¿Qué pasaría con ellos si un día desaparecían? Por supuesto que detestaba la idea, pero que Loki, el que creyó siempre estaría a su lado lo hiciera, le había enseñado a esperar lo peor.

—Nunca es suficiente —pronunció con rabia y se marchó antes que la reina.

Caminó con rapidez, ignorando las miradas indiscretas de los guerreros y ansioso por un poco de aire fresco.

Quería marcharse de allí, sentía que Asgard lo asfixiaba, amaba su mundo, realmente lo amaba, pero prefería mil veces protegerlo a la distancia, cada vez se volvía más insoportable la idea de quedarse allí el resto de sus días.

Todo había cambiado, ya no parecía tan brillante.

—Espera un poco —lo llamó Fandral a su espalda.

—Ahórrate los comentarios, ya tuve suficiente por hoy —dijo sin detenerse.

La sangre le hervía, estaba tan enfadado, tanto que solo quería estar solo para no lastimar a nadie con sus palabras.

—No... Estoy de acuerdo contigo, Thor, se subestima el poder de los hechiceros. —Intentó no acercarse mucho, casi podía oler su molestia.

¡Por supuesto que los subestimaban! ¡Todo el tiempo lo hicieron con Loki! Lo hacían ahora al decir que Odín y Frigga eran los únicos capaces, Loki siempre lo fue, incluso superó a su madre. Y aunque no debería estar de acuerdo, a pesar de que debería pensar fríamente sobre él, no dejaba de darle la razón en muchas cuestiones.

Si hubieran impulsado su magia, si la hubieran apreciado si quiera, ahora habría sido mejor para todos, podrían haber gobernado juntos, aunque la idea era contraria. Un rey y una reina era lo correcto, no dos reyes que son hermanos; sin embargo, no se imaginaba mejor puesto para ambos.

Los dos juntos, uniendo sus fuerzas y conocimientos.

Aunque debía reconocer que Loki jamás hubiese aceptado, no estaba en su naturaleza compartir, por más que la idea se arraigara en él.

Realmente lo extrañaba, aunque intentó asesinarlo, lo extrañaba tanto que Asgard ya no parecía su hogar. Si Loki estuviera allí, si él siguiera con él...

—Olvida lo que dije —habló con la clara intención de hacer que lo dejara en paz.

—Thor —lo volvió a llamar con la esperanza de que su voz lo alcanzara.

—Hasta luego, Fandral —enunció con frialdad.

El espadachín paró en seco, ya no sabía de qué forma ayudarlo. Se veía inconforme, impotente ante varias situaciones y ansioso por hacer algo más por su reino.

—Lamento lo de Loki —murmuró al aire, consciente que sus palabras se evaporarían en el aire y que para obtener su perdón, debía hacer más que pedirlo. 


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