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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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El que alguna vez se consideró hijo de Odín, caminaba en medio de la perdición de Knowhere, una colonia minera ubicada en la cabeza, ahora cráneo, de un Celestial. Gracias a la ausencia de normas y reglamentos, Knowhere se había convertido en el refugio perfecto para criminales y marginados. La pobreza y los delitos en el sitio eran el pan de cada día.

Como compañía tenía a The Other; no portaba ningún arma que apuntara en su cabeza o cadena que lo obligara a mantenerse a su lado, lo único que le impedía realizar cualquier acto de rebeldía, era el considerable miedo que le provocaban las medidas que tomarían los seguidores de Thanos de escapar de su control.

Le habían dicho que debía conocer más allá de los nueve reinos, aquellas zonas marginadas con especies inteligentes habitándoles —simples mortales al nivel de los humanos de Midgard—. De ser otra época, de no considerarse muerto para los grandes reinos, entonces no le habría interesado enterarse de las condiciones de vida de aquellos que estaban por debajo de él, pero ahora entendía que cualquier desliz lo convertiría en un ser más desafortunado que ellos. Sin hogar, sin familia y sin nada más que la energía que corría por sus venas negándose a desaparecer.

Unos niños al verlos pasar se acercaron a su encuentro, estaban andrajosos y esqueléticos; suplicaron por una unidad para intercambiarla por alimento, estiraron sus astutas manos hasta alcanzarlos y pronto lograron deslizarlas en sus bolsillos, Loki los observó sin saber qué hacer, no cargaba más que las prendas que traía encima, pero antes de concretar cualquier movimiento, sin una pizca de piedad, el sirviente del Titán los golpeó con un tubo que encontró tirado por ahí. El hechicero no pudo hacer más que cerrar los ojos y apretar los dientes mientras el sonido de los huesos de los pequeños al romperse retumbaba en sus oídos, recordándole su propio dolor.

La crueldad de aquellos que lo habían rescatado y lo mantenían cautivo, era tan grande que debía inventarse una nueva palabra para describirlos. Las doctrinas que había recibido en los últimos tiempos estaban haciendo mella en su sentido común. A veces no lograba diferenciar el bien del mal, todo parecía provenir del mismo núcleo.

Después de que los chiquillos corrieran entre quejidos y lágrimas, reanudaron su camino.

—Quédate aquí —le ordenó el Chitauri que se alejó en dirección a un establecimiento de mala pinta.

Quizá se encontraría con algún proveedor del mercado negro, dudaba que el motivo de su visita al lugar fuera por placer o diversión.

El jotun se recargó en una de las paredes para esperarlo. Llevaba una capa negra que cubría parte de su rostro desfigurado por las constantes torturas y lecciones impartidas por Thanos. A comparación de otros seres, para Loki el alimento no era algo vital, pero verse privado de ello por meses en los que si tenía suerte, le acercaban un plato de comida y agua, le había cobrado factura a su cuerpo; sumado a las heridas. Bajo sus ropas tenía algunos cortes frescos que dejaban una mancha húmeda en su traje.

De haber algún æsir en la colonia, definitivamente no lo reconocería, a él mismo le costaba trabajo hacerlo.

Observó un momento sus manos, su piel estaba seca y agrietada, apreció los huesos rotos que deformaban sus dedos, sus uñas negras carecían de brillo, y el hechizo que ocultaba que era un gigante de hielo, a veces cedía y lo hacía ver todavía más lamentable.

El Titán no había mentido cuando lo amenazó, le había dicho que superaría el límite, y si lo que lo rodeaba no era el abismo, entonces no quería imaginar lo que había en el fondo.

Después de unos minutos el Chitauri regresó con un objeto dentro de una bolsa. Con un gesto le indicó que lo siguiera para volver a la nave.

Por fin salieron de aquella desagradable colonia.

[...]

Loki fue escoltado al santuario de Thanos, decir que tenía un mal presentimiento sería poco, porque era la sensación constante que lo acechaba desde que estuvo a su merced.

The Other le entregó lo que sea que fueron a conseguir a Knowhere y los dejó solos.

—Dime —habló sentado en su trono dándole la espalda—, ¿no tuviste remordimientos al intentar matar a Thor?

Hasta el momento el Maestro Oscuro nunca se había dignado a indagar en su antigua vida, al menos, solo para humillarlo y recordarle cuán débil era. Por ello no sabía qué pretendía hacer con su respuesta y se tomó el tiempo necesario para pensar sabiamente sus palabras:

—No fue mi intención que exiliaran a Thor, es cierto que estuve alimentando su soberbia, pero su actitud fue más engreída de lo que esperé... Cuando abandonó Asgard sentí que por fin tenía el camino libre y sin pensarlo dos veces investigué por qué mi piel se tornó azul y no sufrió daño cuando uno de los gigantes de hielo que antes enfrentamos me tocó, fue ahí cuando me enteraré de la verdad, y al Odín caer en un profundo sueño... Entonces en mi cabeza solo permaneció la idea de demostrar que podía ser digno. Thor actuó con necedad y casi logró que se desatara una guerra, yo...

—Pero tú lo alentaste, ¿no es así? —lo interrumpió para hacerle ver su error.

—No debió confiar en mis palabras —contestó bajando la mirada—, nada bueno saldría de un rey que se deja influenciar por los demás. Yo encontré la mejor solución para evitar la muerte de los inocentes.

—¿Exterminar tu propia raza fue la solución? ¿No había seres inocentes entre ellos? —Su voz estaba cargada de curiosidad y malicia.

—Los gigantes de hielo no son una buena raza —respondió consciente de lo que cargaba esa afirmación.

—Bien, los matarías para proteger a los que creías "tuyos", pero Thor entraba en esa categoría y no te tentaste el corazón. —Con lentitud el trono giró hasta dejarlo frente al hechicero.

—Si lo dejaba con vida... De no intervenir...

«En cualquier momento me harían a un lado, en cualquier momento despreciarían de nuevo mi fuerza por la de Thor, no podía permitirlo».

—Muchacho, escucharte es gracioso —pronunció con superioridad—, aún no tienes idea de que has hecho más que solo intentar tomar el trono de Asgard por la fuerza. Por ello es que sigues con vida.

El jotun permaneció callado, sin comprender, asustado por no hacerlo, temeroso que por culpa de todo lo que pasó su memoria se haya distorsionado.

—Acércate —escuchó la voz profunda del Titán.

Titubeando dio un paso, luego otro, y otro hasta que consiguió quedar debajo de la figura imponente que se alzaba sobre su cabeza.

—Tienes lo necesario para encomendarte una importante misión.

Tomándose su tiempo bajó del trono. Se colocó detrás del hechicero que no pudo evitar temer por su vida.

—Yo haré lo que me pida —respondió desesperado por terminar esa nueva tortura en la que no sabía que vendría a continuación.

—Lo harás.

Loki sintió que le ponía una especie de casco, nervioso pensó en girar y enfrentarlo, pero el Titán apretó con fuerza su cabeza hasta que una poderosa energía sacudió su cerebro.

Un Loki anciano, en sus últimos años de vida, conjuró magia negra para regresar en el tiempo.

Regresó al último día en que los jotuns se enfrentaban a los æsir por intentar sumir la Tierra en una nueva era del hielo. El Loki de esa realidad tenía tres siglos de vida, era un niño pequeño a comparación de otros, con la piel pegada a los huesos, con heridas y manchas moradas, con hilillos de sangre azul brotando como riachuelos, con la visión del mañana como una pesadilla; escondido en algún lugar.

Cuando el Padre de Todos logró doblegar la fuerza de sus enemigos, se dirigió con algunos de sus guerreros al templo de Jotunheim. Tomó el Cofre de los Antiguos Inviernos y antes de dar media vuelta, una sensación extraña lo detuvo. Entregándole el cofre a los suyos, les pidió que se marcharan cuanto antes a Asgard y lo resguardaran en la bóveda de armas.

Había algo que desconocía: un impulso sin razón aparente y una idea sin fundamento. Tan solo se dejó guiar, dejó de pensar y descendió unos escalones hasta dar con una sala desierta. Sin perder la sensación de que debía ir más allá, recorrió la habitación que encerraba más que simple frío, en una esquina, logró vislumbrar una figura pequeña. Más pequeño de lo que esperó encontrar en un mundo como Jotunheim.

La criatura que descubrió lo observó sin apartar la mirada de sus ojos, en ellos le transmitió algo que jamás había experimentado.

«Odín», escuchó de pronto el rey a su espalda. Consternado empalideció al reconocer la voz de Bor, su padre, que debía estar descansando en el mundo de los muertos. «Has derrotado a Laufey, le has arrebatado a los jotuns su más grande poder, ahora no son más que seres insignificantes... La criatura frente a ti es Loki Laufeyson, adóptalo y dale a su raza esperanza».

Al girar con brusquedad solo alcanzó a ver desaparecer a su padre, que se desvaneció en el aire.

Loki seguía ahí, mirando al æsir, sin comprender por qué se había puesto repentinamente tan nervioso. No tenía la sabiduría suficiente a comparación de otros seres, sus conocimientos eran limitados, a su padre nunca le importó fomentar su educación, era débil y estaba desnutrido, pero comprendía perfectamente lo que estaba pasando. Aquel frente a él era Odín, el Padre de Todos, un ser poderoso, y el que estuviera allí solo significaba que habían perdido. Pensó que lo mataría, que exterminaría hasta el último gigante de hielo sin fijarse en que su vida no representaba ningún peligro. No era más que un bulto que podría ser pateado y golpeado, su existencia no aportaba nada al universo, al menos, eso siempre le dijeron.

Una mano se estiró en su dirección, confundido, Loki parpadeó sin una pizca de temor. No tenía la menor idea de qué significaba esa acción, nunca le enseñaron el gesto y no lo podía asociar con una experiencia anterior, no encontraba el sentido, no cuando esperó que en su mano apretara la empuñadura de una espada, pero estaba vacía. Ni espada, ni cuchillo, ni un arma con la cual terminar con su vida.

«Ven, no te haré daño», pronunció en su idioma.

No tenía mucho que perder, igual algún día su padre terminaría asesinándolo de un golpe o de hambre, así que se acercó y Odín tomó una de sus manos.

Por un instante Loki sintió que alguien más estaba ahí presenciando la escena, pero al voltear en todas las direcciones no logró vislumbrar a nadie más.

El rey de Asgard mantuvo sus manos unidas, en una acción que le pareció curiosa, no recordaba que alguien antes haya tomado así su mano, y caminaron hasta la salida del templo. A la distancia una nave aguardaba por ellos, por el rabillo del ojo Loki notó que los sobrevivientes estaban siendo escoltados por los æsir a la fortaleza, mientras los otros guerreros recogían a sus muertos, todo era un caos, pero nada comparado al campo de batalla en medio de la guerra que se dio horas antes.

De pronto sintió que se elevaba en el aire, Odín lo había levantado y ahora estaba dentro de la nave, enseguida el rey llegó a su lado y se pusieron en marcha.

En el trayecto el Padre de Todos reunió energía y la utilizó para formar un hechizo, sus rasgos jotun desaparecieron. Con magia logró dejarlo inconsciente y borrar su memoria.

Al llegar a Asgard, las reinas del triunvirato pidieron que identificara al niño que llevaba en brazos, les dijo que era su hijo y no estuvo dispuesto a dar más explicaciones. Solo cuando Frigga se separó del resto, le confesó la verdad.

«¿Qué pasará con Thor? Estará aquí en poco tiempo», le recordó la hechicera.

Su hijo permanecía al lado de su madre, Gaea, desde su nacimiento Odín solo lo había visto en tres ocasiones, pero en los próximos años, la diosa madre se lo entregaría.

«No te preocupes, él aceptará a Loki Odinson como su hermano, lo hará si tú lo tratas como tu hijo», Frigga comprendió sus palabras y aceptó.

Cuando Thor llegó a Asgard, conoció a un Loki renovado —un æsir interesado en toda clase de conocimientos y muy astuto—, enseguida se adaptó al reino y se integró con suma facilidad, más que su hermano menor que parecía no lograr encajar a pesar de que él había nacido allí, al menos, eso creía.

Con el tiempo, Loki fue desarrollando sentimientos negativos, quizá se debía a su naturaleza, tal vez a que la poca atención de la que un día gozó, pronto desapareció con la llegada de su hermano mayor. Los demás niños estaban encantados con su presencia, se hizo muy amigo de Fandral y Sif, por lo que Loki también se relacionó con ellos, Odín trataba a Thor con especial cariño, sabía que era su primogénito, pero a veces sentía que había una razón más para su comportamiento.

En Asgard, se valoraba más la fuerza y destreza física, la astucia para el combate y la camaradería entre guerreros, una desventaja para el menor de los Odinson que prefería la magia, el conocimiento, la inteligencia y la independencia. Pasaba más tiempo en la biblioteca del castillo que en el campo de entrenamiento, por lo que poco a poco se fue alejando del resto. A los amigos de su hermano, y que también a veces consideraba igual, les hacía bromas, siendo Thor el principal receptor de sus travesuras, desde convertirlo en sapo, hasta atacarlo cuando creía que lo que tomaba entre sus manos era una simple serpiente. De esa forma lograba canalizar un poco la envidia que sentía, se desquitaba y se ría muy fuerte cuando todos observaban como caía una y otra vez en sus juegos. El primogénito se enfadaba con Loki, pero no soportaba más que un par de días ignorándolo, al final, siempre terminaban por juntar sus cabezas en los sillones, mientras Thor descansaba del entrenamiento y Loki de los libros, para charlar y perder el tiempo.

No es que odiara a su hermano, más bien odiaba lo que representaba, gracias a su presencia todos lo trataban como un ser inferior, una sombra a comparación del brillo que desprendía el otro. Thor era gracioso, valiente, fuerte, con un fuerte sentido de lealtad y al estar junto a él, era inevitable no entrar en confianza, incluso Loki no podía evitar verse afectado por los encantos del mayor, pero al alejarse, entonces notaba las sombras que lo envolvían, las miradas de desdén que lo asediaban y las susurros acompañados de risas que lo perseguían a donde quiera que dirigiera sus pasos.

—¡Ahh! ¡No, no puede ser posible! —gritó y logrando llevar las manos a su cabeza, reunió fuerzas y se desprendió del artefacto.

Con los sentidos alterados se dejó caer mientras todo daba vueltas a su alrededor, las estrellas brillando frente a él se sentían como agujas para sus ojos, el frío del ambiente como lijas en su piel, respirar era una tortura, sentía que aspiraba fuego y su cuerpo entero era torturado por energía sin control que lastimaba sus entrañas.

—No has visto todo.

En ese momento el jotun no logró identificar de dónde provenía la voz que se dirigía a él, pero sintió que alguien lo tomó de las piernas y lo arrastró. Una mancha se instaló frente a él y sintió que su cabeza fue de nuevo invadida, gritó desesperado para que lo que sea que lo sostenía lo dejara libre, no soportaba más y cuando de nuevo la energía sacudió su mente, intentó alcanzar con sus manos el casco, pero no logró llegar y solo pudo cubrirse la cara.

Loki estaba en la biblioteca, de todas las veces que había estado allí, podría decir que era la primera vez que no tenía su nariz metida en un libro, ahora estaba en uno de los pasillos, tirado en el suelo, con la espalda contra un estante, suspirando inconscientemente, sin dejar de pensar en el ser que le había arrebatado las ganas de estudiar una nueva ciencia.

Todo estaba en completo silencio, claro, la mayoría prefería tomar los libros y marcharse, ya después regresarlos, pero a él le gustaba leer en la biblioteca, quedarse ahí hasta que la luz de un nuevo día alumbrara. Sin embargo, en esta ocasión solo estaba sumido en recuerdos. Con una de sus manos tocó sus labios y recordó la sensación de unos ajenos contra los suyos. En el transcurso de su vida, había besado a muchos seres, más de un milenio de existencia no pasó en vano, aunque ninguno le había robado el sueño, mucho menos la ambición por adquirir conocimientos. Ahora solo miraba a la nada y desperdiciaba segundos valiosos, nunca antes hizo algo tan ocioso como tumbarse en el suelo a divagar sin lograr nada más que perderse en sus propios pensamientos, cuando lograba trazar una línea, entonces se desdibujaba y al darse cuenta ya estaba de nuevo en blanco.

Su problema tenía un rostro y un nombre: Thor.

No dejaba de sentir cierta ansiedad por verlo de nuevo. Le preocupaba su inestabilidad, antes tenía la certeza de que el hijo de Odín estaba perdiendo la cabeza por él, ahora se preguntaba si no sería al revés. No había sentido lógico en continuar atormentándose, podía comprobarlo, pero en cuanto sus ojos conectaban con los ajenos, ya estaba de nuevo en blanco, olvidando su propósito y con la sensación de estar totalmente expuesto ante él. Era lo que más temía, que descubriera sus miedos, que viera la mentira en su propio engaño, que ya estaba cayendo en el juego que armó.

«Maldito», murmuró con pesadez, con sus labios reticentes a decir algo en contra de aquel que más quería.

No deseaba pensar en el amor, en su significado y en tratar de descifrarlo, no sería tan tonto como para meter más la cabeza en el horno, solo quería que los sentimientos se esfumaran y lo dejaran en paz.

Harto de seguir perdiendo el tiempo se levantó para ir a su habitación, pero en uno de los últimos pasillos se encontró a Thor que al verlo sonrió aliviado. «Me había dicho madre que todavía no llegabas de Vanaheim, supuse que te metiste aquí y por eso ella todavía no te ha visto».

Cuánto odiaba tenerlo de frente, era más sencillo despreciarlo cuando le daba la espalda, cuando se encontraba a la distancia observando con asco como todos lo amaban, porque cerca también caía por él.

Sin responder, pretendió no escucharlo y pasar de largo, pero su intención fue frustrada cuando lo tomó por la muñeca para impedir que se marchara.

«Te pido me permitas acompañarte solo un poco», susurró el rubio con vergüenza.

El hechicero lo observó con atención y descubrió heridas en sus brazos. «Deberías ir a que te curaran», le aconsejó más calmado.

«No, sería la tercera vez que voy en lo que va de la semana, no quiero preocupar a nuestra madre», dijo esperando que el otro comprendiera.

«Vamos a mi habitación».

Loki fue el primero en irse, a los minutos Thor le dio alcance. Habían acordado no levantar sospechas.

Cuando por fin llegó, el hechicero le pidió que se sentara en el diván y él se inclinó frente al mayor para curar sus heridas con magia. Era desgastante, un desperdicio hacerlo cuando tenían la tecnología para curar los cortes; pero uno no deseaba ser atendido y el otro sentía la necesidad de aliviar sus dolores.

Con suavidad acarició los fuertes brazos del guerrero, había desaparecido hasta el mínimo rasguño gracias a su intervención. Una sensación cálida se instaló en su pecho y no tuvo el valor de apartarla.

«No puedo ser el más fuerte si todo el tiempo estoy dependiendo de los demás», habló de pronto captando la atención de Loki.

«Entonces no dependas de nadie», contestó sin más.

Poniéndose de pie, rompió el contacto de sus ojos y se sentó junto a él.

Thor dejó su cabeza caer hacia atrás y el otro apoyó la barbilla en su puño cerrado.

No se percataron, pero quedaron profundamente dormidos en aquella posición.

Cuando estaban juntos la tempestad a su alrededor se calmaba, pero al separarse, el caos regresaba. Lo mejor era alejarse e intentar por su lado arreglar las cosas, porque aunque estaban juntos, solo era una ilusión. No estaba bien, nada estaba bien.

Siguieron sumidos en su propio mundo onírico, hasta que el puño de Loki cedió y despertó bruscamente; notó que el mayor seguía ahí e intentó levantarlo para pedirle que se fuera a su habitación, pero para evitar que lo siguiera molestando Thor lo atrapó en sus brazos. Parpadeó con pereza y dio un largo bostezo, Loki frunció el ceño por su acción y estaba a punto de reclamarle cuando sus labios fueron sellados por un beso.

De todos los besos en los que se había involucrado, ninguno se comparaba a los que compartía con Thor. Estiró los brazos y los enredó en su nuca para impedir que se apartara de repente, pero lejos de hacerlo el mayor lo sostuvo con firmeza para alzarlo y llevarlo a la cama que estaba a sus espaldas.

Había mil cosas que le gustaba hacer con Thor, pero entre ellas destacaba cuando sus bocas se encontraban una y otra vez, cuando sus lenguas hacían contacto y la respiración jadeante de uno iba a parar en la nariz del otro.

Con movimientos precisos se deshicieron de sus prendas que quedaron tiradas en el suelo sin una pizca de remordimiento. Así como estaban, desnudos, se apretaron en el cuerpo contrario y disfrutaron la fricción de sus miembros.

Sí, estaban embriagados hasta la médula de pasión, de un deseo que parecía no extinguirse.

Loki le dio la espalda y no esperó demasiado para sentir besos en su nuca, mientras con una mano Thor retiraba sus cabellos, y con la otra acariciaba su hombro.

No había gritos, ni palabras obscenas, más que uno que otro gemido bajito, ellos podían tener más de un tipo de sexo, el de ahora era el más silencioso, el que se basaba en sensaciones, en caricias y en besos.

Ni posiciones complejas, ni golpes, ni maldiciones, pero básicamente, Loki sí trataba de dejar en claro que él tenía el control. Que si él se movía, si él cedía, entonces no había nada de qué preocuparse.

Había un secreto en medio de todo el acto, el hechicero no comprendía por qué le gustaba tanto tener a Thor entre sus piernas. Su figura, su cuerpo, todo él era algo que siempre deseó tener, nunca imaginó que lo lograría de esta forma, con el guerrero aferrándose a su cadera e invadiendo su interior.

Loki en uno de sus arrebatos, empujó al otro y se sentó en su abdomen, lo observó y sonrió. Sus sonrisas nunca presagiaban nada bueno, al menos no para el resto, para Thor significaba que había caído en uno de sus juegos y lo comprobó cuando no podía mover sus manos, intentó pedirle que lo soltara, pero nunca le interesaron los presagios, le daba completamente igual al creer que el hechicero no sería capaz de hacerle daño, porque si siempre perdía ante él, era por la incapacidad de ocasionar verdadero dolor.

Y Thor, si recordaba sus experiencias pasadas en el sexo, también se encontraba fascinado por la forma en que lo llevaba con el menor. Había estado con doncellas salvajes, no es que fuera por la galaxia, y en medio de las misiones, conquistando; pero a veces, sentía atracción por algunas bellas criaturas y cedía ante el impulso. Sin embargo, aquellas manos nunca le llegarían a las del hechicero que sabía dónde exactamente dirigirlas para hacerle perder el control, aquella boca que poseía y que a veces le llegaba a desesperar. Que cuando le acorralaba contra la suya y sumergía su lengua para explorar cada rincón que existiera en ella, y así, ir descubriendo lo que escondía, lo desarmaba y lo volvía armar a su antojo. Extendía las piezas en la cama y se tomaba el tiempo para encajar cada una hasta regresarlo a su forma original. Lo volvía loco, cada que rasguñaba su espalda, que lo mordía y que se movía como se le antojaba. Pero siempre, siempre terminaba estando de acuerdo, incluso aunque lo atara de los brazos y le negara la posibilidad de acariciar su piel, cedía cuando como ahora, Loki lo llevaba a otro nivel de placer.

Podía estar con él y no pensar en nada más, no encontraba una sola razón para apartarlo y pedirle que parara. Ni siquiera cuando la palabra «hermano» pugnaba por salir de sus labios.

No lo era y lo entendía en esos momentos.


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