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Excusas en tinta por Ilusion-Gris

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Excusas en tinta

Tercer arco

Capítulo XXVI. Montmartre

 

«¿Cuándo empezamos?»

Aquellas palabras le obligaron a tragar la sensación amarga que reptó hasta su garganta, antes de que se formara un nudo en esta que le impidiese responder, y más importante, antes de que Loki descubriera que seguía vulnerable —aunque en los últimos años creció y aprendió más de lo que hizo en siglos—, el hechicero seguía siendo su más grande debilidad. Podría utilizarlo en su contra.

Le ató las manos y cubrió su boca, intentó ignorarlo lo mejor que pudo. Con Jane Foster a su lado, sentía que podía hacerlo, porque deseaba ante todo salvarla, porque la amaba a ella.

Sin embargo, cuando su plan se puso en marcha y ambos en peligro, su mente se fue despejando de toda bruma que le ceñía, de la que él mismo se encargó de crear como una capa de protección. Tan solo se concentró en ganar esa pelea.

Y nada lo habría podido preparar para perder más que una batalla. Por segunda ocasión, la vida de su hermano se le escurrió de las manos.

[...]

Entre estrechas y empinadas callejuelas, anduvo hasta lo alto de la colina, justo en un sitio sagrado para los humanos de Midgard —para un ser como él, no era más que una construcción vieja que se caía a pedazos y ocupaba demasiado mantenimiento—. Sin embargo, no estaba allí para criticar las creencias o los afanes ajenos, se encontraba ahí para despejar su mente, para dejar de pensar en el éxito de Thor al salvarlos de Malekith, e incluso, ignorar el hecho de que en lugar de regresar a Asgard con una apariencia distinta para que Odín no lo descubriera, estaba de nuevo en Midgard.

En Montmartre, decimoctavo distrito de París.

Merecía Asgard, aunque El Padre de Todos dictaminó que la única forma en la que pertenecía allí era como prisionero.

Quería reír, pero no tenía fuerzas.

Aquella sensación burbujeante que subía por su estómago, que había estado allí para él hasta en los peores momentos, ahora se negaba a surgir, como si al fingir su muerte en los brazos de Thor realmente hubiese desaparecido una parte de él.

Para su desgracia, lo hizo sus ganas de tomar en su puño lo que tanto ambicionaba, en cambio, habían sobrevivido los recuerdos que prefería enterrar con el polvo de mil mundos. Era este el momento ideal para convencer a Odín de que sería un buen rey, de meterse en su cabeza y plantarle el pensamiento como una vez ya lo hizo.

Mas estaba en Midgard, respirando el aire contaminado de los humanos, observando a poco más de cien metros por debajo de él, como aquel pueblo seguía su cauce, ajeno a los problemas que se extendían más allá de su cielo. Al pensar en ello, el fantasma de una sonrisa transformó su expresión.

Frigga había muerto, el culpable, había sido exterminado por Thor junto a sus planes de destrucción.

Sin poder evitarlo la imagen de lo que una vez llamó familia apareció en su mente, al instante quiso bloquearla, pero ahí estaba. Recordándole que lo fue perdiendo de a poco. Primero a Odín, luego a Frigga. Y Thor, para Thor estaba muerto y era lo mejor.

Se acomodó la gabardina negra que por el viento se había abierto en su pecho. Por su apariencia en Midgard lucía como un joven de dieciséis años, aunque pasaba de los mil. Por ello lanzó un hechizo que le hizo ver de veintitrés años, como la edad que aparentaba Thor.

Gracias a que estuvo en la mente del astrofísico Erik Selving, sabía a grandes rasgos cómo funcionaba la economía de aquel mundo. Tuvo que recurrir a su magia para hospedarse en un hotel. Bien podría conseguir la mejor propiedad del lugar, bastaba un hechizo sencillo, en Midgard todo estaba a su alcance al punto de resultar aburrido, además, lo único que le importaba era encontrar un sitio tranquilo donde descansar.

Horas atrás estuvo luchando contra el ejército de Malekith, y gastó buena parte de su energía para crear una ilusión creíble ante los ojos de Thor, una donde lo protegía de Algrim apuñalándolo, pero sin conseguir afectarlo, por lo que terminó clavándole la cuchilla a él. Lo único real de aquello fue que lo destruyó con una bomba de implosión. El resto fue mera actuación. Después de todo era el dios de las mentiras.

Calló las protestas de su cuerpo por el duro colchón en el que se encontraba recostado, careció peor cuando estuvo a merced de Thanos, aunque eso no significaba que se hubiese acostumbrado.

De ser posible preferiría sumirse en la inconsciencia sin que algún sueño extraño perturbara su siesta, mas al cerrar los párpados que desde hace rato sentía demasiado pesados, los murmullos haciendo eco en su cabeza fueron el presagio de que no conseguiría ni aquello.

 

 

«—Mantén tus ojos en mis movimientos —regañó mientras aprovechaba que de un descuido había quedado a su espalda. Le asestó una patada en la parte posterior de las rodillas ocasionando que cayera al suelo—. En mi cara no encontrarás nada.

—Cierra la boca, Thor, te he dicho que no me digas qué hacer —replicó enfadado, resoplando para apartar un par de mechones que habían estado bailando por su rostro durante todo el combate.

—Creí que querías que te enseñara —deseaba burlarse del menor, pero sabía que si lo provocaba no dudaría en lanzar un hechizo y barrer el suelo con sus mejillas—, no estás siendo congruente.

—No necesito que me enseñes, solo quiero pelear contigo —pronunció sacando la daga del tahalí que rodeaba su cintura para dar énfasis a su punto y hacer que lo empezara a tomar en serio.

Con una sonrisa de prepotencia que no logró disimular giró sobre sí mismo, y en una fracción de segundo, pateó de la mano de Loki el arma. Esta vez no se contuvo y liberó la risa.

—Maldito, deja de jugar —le advirtió lanzándose sobre él con los puños cerrados.

De nuevo, Thor lo esquivó con suma facilidad, divertido hasta se llevó las manos detrás de la espalda para dar a entender que incluso con los brazos atados lo vencería.

Loki gruñó sin pasar por alto ni un gesto del adverso, concentrado en su expresión convencido que un par de movimientos más y sería capaz de leerlo.

—Puedes pedir un descanso, no me burlaré —le retó al ver que estaba agitado y con su vestidura peculiar, entre verde y negro, desordenada y sucia—. Anda Loki, no tiene nada de malo...

Su oración fue interrumpida cuando el pie del hechicero pasó a milímetros de su cara. No esperó que de un segundo impulso demasiado veloz le golpeara en el centro del pecho.

Lo siguiente que vio fue el espacio surcado de estrellas sobre su cabeza, y después sintió el frío del metal en su garganta.

"¿En qué momento había recuperado su daga?", se preguntó confundido mientras sentía la respiración errática de Loki en su mejilla derecha.

—Es la tuya —le aclaró como leyéndole la mente. Un gesto de auténtica felicidad se coló en el borde de sus labios.

—Hiciste trampa —recriminó intentando apartar al hechicero, pero este no cedió ni un centímetro.

—Si no fueras tan arrogante no estarías en el suelo, me habría llevado más tiempo vencerte. —Consciente que aquello había terminado lo liberó y observó como el de ojos celestes se sentaba a su lado cruzando sus piernas con cierto fastidio.

—Hagámoslo de nuevo, una vez más, todas las que sean necesarias —sentenció sin atreverse a mirarle directamente. Se sentía avergonzado. No quería perder contra él.

Loki le regresó su daga y sin desvanecer la sonrisa asintió.

La luz que se filtraba entre las hojas de los robles desapareció, Thor pareció no notarlo, se empeñaba en tomar en su puño tierra para esparcirla después. El aire adquirió un aroma metálico, puro y duro, como de sangre.

Asustado se incorporó para encontrar la fuente de tal anormalidad, recorrió con la vista nebulosa el bosque que le rodeaba, sin embargo parecía que sombras se habían tragado hasta el ruido de su respiración. Se encontró en tinieblas, perdido, entonces recordó que no estaba solo y bajó la mirada. Thor ya no estaba. El corazón golpeó con fuerza contra su pecho, como si buscara salir disparado y desprenderse de su cuerpo. Deseó gritar, pero su voz fue absorbida.

Impotente comenzó a caminar a tientas, sin saber qué había delante de él y con el riesgo de tropezar en cualquier momento o impactar contra algo.

—¿Loki? —escuchó que le llamaban y se congeló.

Aquella voz le resultaba familiar, como la que le estuvo respondiendo hasta hace poco, solo que un tanto más grave y madura.

Giró y se encontró con Thor. Vislumbró bolsas de ojeras bajo sus ojos, que habían perdido cierto brillo, como dos esferas imitando tristemente el color del cielo.

—Thor, ¿qué es lo que...? —No alcanzó a terminar porque el adverso lo rodeó con sus brazos. El calor que le transmitió tan real como el dolor que amenazaba con arrancarle un par de lágrimas.

—Oh, Loki, Loki —susurró cerca de su oído, con adoración, anhelo y ternura.

Sintió caer en su hombro gruesas gotas de agua, las asoció enseguida con el temblor que sacudía los hombros de Odinson.

Por instinto alcanzó la cabeza rubia y repartió caricias dulces de consuelo, aunque no sabía exactamente por qué estaba así.

—Sentí como tu piel se tornaba fría y la vi volverse gris, vi como tus ojos perdían la vida y tu sangre empapar la tierra... ¿Por qué me dejaste? De nuevo —reclamó sujetándolo con más fuerza, sin temor a lastimarlo, después de todo, estaba muerto.

—Thor, no sé...

—¡Te necesito, Loki! Lo que sea que hayas hecho, lo que sea que hayas deseado, jamás cambiará lo mucho que te amo —rugió con impotencia, castigando sus tímpanos.

Era aquella la mejor forma que conocía para drenar el dolor camuflado en ira.

—Está bien, Thor, está bien —probó a tranquilizarlo, más el mayor no dejó de aferrarse a él.

Permitió que permanecieran así por varios minutos. Cuando le sintió aflojar sus extremidades, lo empujó con suavidad y lo tomó por las mejillas. Con los pulgares acarició sus pómulos fríos por el llanto.

Nunca fue bueno conteniéndose, menos tratándose de Thor.

Dejó que la fuerza magnética que tiraba de ambos le guiara hasta sus labios, sellándolos con un beso que expresaba lo que no se atrevía a expulsar en palabras.

Al inicio el hijo de Odín reaccionó tensándose, asustado por el contacto íntimo que aunque diluido con incertidumbre, en el fondo lo estaba esperando. No sabía que lo ansiaba tanto hasta que electricidad surgiendo de la punta de sus dedos, se expandió hasta alcanzar su núcleo. Fue así como tiró del hechicero, formando una prisión con sus brazos en su cintura. Posesivo, irónico, ya no existía, solo en aquel sueño cruel que le desgarraba desde los bordes.

Una luz atravesó a Loki, una que iluminó parte de su raciocinio.

Estaban ahí porque el hechizo que les había lanzado El padre de Todos —y que en él estaba roto—, se había debilitado. Si deseaba podía deshacerlo por completo con un simple conjuro, insignificante, tanto como son los primeros que se enseñan al iniciar en la magia.

Era tan fácil que sonrió sin dejar de besar a Thor, encajó sus dedos en los hombros anchos y firmes de Odinson, suspiró contra su boca.

No podía hacerle eso. Lo había lastimado al fingir su muerte, y ahora despertar los recuerdos que Odín se encargó de adormecer, con infinitos mantos sólidos de partículas de satélites. Lo decidió, sin embargo, las manos que le estrujaban la espalda, que arrastrándose por sus costados le levantaron para que se anclara con sus piernas a su cadera, le enviaban un mensaje sutil, casi imperceptible. Para cualquiera pasaría desapercibido. No para Loki.

Era como si el subconsciente de Thor le pidiera que liberara su mente, que desatara la tormenta, que no se tentara el corazón, que si su destino era ser destruido, estaba bien. Quizá podría sobrellevarlo, pero no podía continuar así. Sin recordar su primer beso, las caricias, las mentiras, el odio, aquel juego absurdo que los arrastró juntos hasta el fondo, que les hizo delirar y perder la cabeza.

Loki lo tomó por las sienes, con sus pulgares en la frente perlada de sudor frío, abrió los ojos, permitiendo que sus esmeraldas cedieran a sus pupilas dilatadas, que el verde se convirtiera en negro. Separó sus labios a escasos centímetros y respiró el aliento tibio de Thor.

—No hay vuelta atrás, ¿estás de acuerdo? —cuestionó con el riesgo latente de que no le entendería.

Odinson estudió su rostro, repasó cada pliegue, cada lunar, cada milímetro de piel pálida. Quedó cautivo de sus ojos que parecían una puerta abierta que le invitaba a sumergirse en un mundo mejor.

Hagámoslo de nuevo, una vez más, todas las que sean necesarias —respondió.»

Notas finales:

No sé si alguien aparte de mí leerá esto xD Pero en verdad necesitaba continuar escribiendo, ya más de un año desde la última actualización, solo puedo decir... "Que rápido pasa el tiempo" c':


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