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FREEZE! 그대로 멈춰라! por Robinzetta

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Los meses de entrenamiento en los que los cadetes se encontraban a prueba pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Inseong fue consciente de que había pasado tanto el tiempo cuando, al abrir la puerta de su apartamento para dirigirse a la comisaría, un montón de hojas de unos árboles cercanos, de tonos amarillentos y aranjados, se colaron de golpe en su entrada con la suave brisa, tras haber sido apiladas en la puerta durante la noche. Había llegado el otoño.

      Yeeun colocó una bufanda alrededor de su cuello antes de que saliera, y lo despidió con un beso en la mejilla y una cálida sonrisa. No estaban casados, para eso aún quedaban varios meses, pero ellos ya vivían como si fueran una verdadera pareja casada; de hecho, las señoras mayores del barrio que los habían visto y con las que ocasionalmente se cruzaba no hacían más que recordárselo y señalárselo. Ese detalle a Inseong le hacía muy feliz. Él amaba a Yeeun, la consideraba la mujer de su vida, y esperaba que, en un futuro cercano, pudiese ser también la madre de sus hijos. Con una amplia sonrisa, se dirigió a la comisaría.

      ㅡ ¡Buenos días a todos!

      El alegre saludo del muchacho de cabellos castaños contrastó con los diferentes gruñidos que recibió como respuesta; habituales, todo sea dicho, de ahí que la sonrisa en el rostro de Inseong no desapareciera, sino que se hiciera más notoria.

      ㅡ ¡Feliz primer día de otoño, jefe!

      Por poco no le dio un infarto al pobre Inseong cuando le llegó aquella fuerte voz a su espalda. Con una mano en el pecho, tratando de calmar su agitado corazón por el susto recibido, se dio la vuelta para descubrir quién había sido el culpable de su casi ataque al corazón. Frente a él apareció la alta y esbelta figura de Rowoon, como siempre enfundado en el brillante uniforme azul de los cadetes, que lucía con orgullo, y con su habitual amplia y atractiva sonrisa. El lunar en su barbilla llamó la atención del mayor. Inseong no fue consciente del sonrojo que apareció en sus mejillas justo en ese momento. Hacía meses que se habían conocido, pero era incapaz de acostumbrarse a su rostro.

      ㅡ Rowoon-ah... ¿Qué te tengo dicho de darme estos sustos siempre? Un día no vuelvo a casa, eres peor que los ladrones de guante blanco, tan silencioso...

      Rowoon rió, encantado. Junto a ellos, cruzó en ese momento un hombre regordete, entrado ya en canas. Rondaría los cincuenta. En la mano llevaba una carpeta recién sacada del almacén. Se detuvo frente a los dos muchachos, mirando con una sonrisa ladeada al más alto de los dos.

      ㅡ Cadete, buen trabajo organizando el almacén. Si no hubiera sido por ti, no habríamos sido capaces de resolver ni la mitad de los casos por no encontrar la información necesaria. Somos un desastre, y me alegra tenerte por aquí. Espero que nos dures mucho.

      El rostro del moreno se iluminó al instante. Rápidamente, mientras el hombre retomaba su camino, se agachó en una reverencia educada, sin perder la sonrisa.

     ㅡ Ah, Inseong... ㅡel hombre se detuvo de pronto, se giró, y examinó a ambos muchachos de arriba abajo, causando en el mayor de los dos un escalofríoㅡ. No te enamores de él, o me veré en la obligación de informar a Yeeun de la mala noticia.

      El rostro de Inseong se volvió rojo, cual tomate.

      ㅡ ¡¡Detective Park!!

      A la ronca y vieja carcajada del detective Park se unieron pronto las disimuladas risas del resto del personal, haciendo que la vergüenza del muchacho fuera en aumento. Al ser uno de los nuevos y de más bajo nivel de la comisaría (su ascenso aún se estaba procesando en la central, parecía que nunca llegaría), por jerarquía debía guardar respeto, silencio, morderse la lengua y no contestar a sus superiores, aunque en esos momentos se muriese de ganas por soltar algún improperio. Por ello se escudó él en su poder, y la tomó con aquel que estaba por debajo de él en rango: Rowoon, en cuanto vio la mirada furiosa de su superior, enseguida se mordió el labio inferior, para disimular la risa que también le había hecho a él la escena.

      ㅡ ¡¡Tú eres el menos indicado para reírte!! Recoge tus cosas, te espero fuera.

      Inseong no tuvo que esperar mucho más hasta que el alto muchacho abandonase la comisaría, a la carrera, con la placa medio torcida en la solapa de la chaqueta. Este resopló, como si ese detalle lo molestase. Entre suaves gruñidos, se acercó a él para colocarle bien todo el uniforme.

 

       ㅡ Es tu primer día de patrulla y ya vas con estas pintas... ㅡmasculló entre dientes, terminando su acción con un pequeño tirón de las solapas de la chaqueta, sonriendo con suficiencia al ver el trabajo bien hechoㅡ. Como ya habrás podido comprobar, eres el único que se ha quedado en esta comisaría, mientras que los otros chicos con los que llegaste han sido enviados a otras, o devueltos a la academia. Enhorabuena.

      ㅡ Es todo un honor. Prometo hacerlo lo mejor que pueda. ㅡel muchacho no dejaba de sonreír, algo que a Inseong le pareció tierno, a la vez que le ponía ligeramente tenso, sin motivo.

       ㅡ No es necesario que me des el discurso, sé que lo harás bien. Hoy harás conmigo la ronda de vigilancia del vecindario. Te ayudaré a conocer el barrio, a las gentes que viven aquí, y que así ellos también se queden con tu cara. Debes portarte bien, ellos tienen que confiar en ti, eres quien les va a proteger de las cosas malas, no debes ser tú la cosa mala que acaben temiendo.

      "Lo cual no será complicado...", pensó, refunfuñando. En los meses que había podido conocer al chico, que había compartido con él mañanas y tardes en la oficina, de alguna manera se había corrido la voz de que un nuevo policía amable y guapo había llegado al barrio, y no había día en que aquella pequeña comisaría no estuviese llena de señoras y amas de casa (por la mañana) y de estudiantes adolescentes femeninas (por la tarde), denunciando cualquier tontería, con tal de que fuera Rowoon quien las atendiese.

       En poco tiempo, ellos dos se habían convertido en un hot topic, en palabras del encargado de la seguridad cibernética de la oficina, por su especial belleza, y habían sido calificados como "el atractivo dúo policía", un apodo que molestaba en parte a Inseong. Él era un policía por su vocación de defender a las personas, no por su aspecto físico; quería ser reconocido por ello, y no por si era más o menos guapo, pero tampoco se quejaría de la fama que estaban cogiendo, pues con ello, los superiores habían comenzado a fijarse más en ellos, cuando de toda la vida su comisaría había sido una de las más ignoradas por las oficinas centrales, ante la baja tasa de incidentes en la zona de la que ellos se encargaban.

      Inseong fue realmente consciente de la fama que tenían a medida que caminaban por la ruta habitual. Todo el mundo los conocía, los saludaba, y a veces incluso él, al cual le había costado tanto hacerse amigo y ganarse la confianza de los vecinos en los años que estuvo allí, pasaba desapercibido, se quedaba a la sombra de Rowoon. Aunque no lo admitiese abiertamente, estaba bastante celoso de él. Era alto, guapo, amable, cordial, con don de gentes... Lo tenía todo. Había algo que lo molestaba aún más que eso, y era el recibir todo tipo de comentarios por parte de los vecinos, asegurando que hacían buena pareja, que deberían casarse. Él respondía con educación, asegurando que ya estaba comprometido con una bella chica que lo esperaba en casa, y a veces le costaba creer las expresiones de decepción en los rostros de aquellas amables ancianas. E incluso, en más de una ocasión, inconscientemente trataba de mirar a Rowoon con otros ojos, con esos ojos con los que las señoras los miraban a los dos, pero enseguida cualquier idea tonta se borraba de su mente.

       Estar él en una relación con un hombre... Menuda tontería más grande.

 

 

 

 

       Cada vez anochecía más pronto. Inseong llegó al portal de su edificio acompañado de la tenue y amarillenta luz del alumbrado público. La farola que quedaba junto a los buzones comunes parpadeaba de una forma muy molesta. "Debería hablar de una vez con el ayuntamiento, esto lleva así mucho tiempo y nadie lo arregla", pensó, mientras subía las decenas de escalones que separaban el porta de la puerta de su estudio. Hacía frío, y lo último que quería era tener que caminar más rato en la calle, pero no podía hacer nada, cuando las escaleras estaban al aire libre. Por suerte, nada más girar la llave en la cerradura y abrir la puerta, el calor de su hogar lo hizo relajarse. Adoraba que la calefacción saltase justo en el momento exacto, para recibirlo como si se tratase de su pareja. Y, hablando de pareja... La casa estaba a oscuras, en silencio, algo que no era lo habitual a esas horas del día.

       ㅡ Yeeun, ya he llegado.

       Quizás estuviese durmiendo ya, por ello no encendió la luz, y fue a tientas hasta lo que era la puerta del baño. Tocó un par de veces en esta con los nudillos, sin respuesta.

      ㅡ Habrá salido...

       Entonces sí encendió la luz, dejando su chaqueta en el armario de la entrada, cambiándose de zapatillas, para estar cómodo. Al instante siguiente de que la casa estuviese iluminada, como de costumbre, se dirigió a la cocina en busca de algo de comer, pero allí, lejos de encontrar su habitual plato de cena preparado, descubrió, pegada a la puerta de la nevera, una nota. Frunció el ceño, cogiéndola para leerla:

       "Voy a pasar unos días en casa de mis padres.
No te asustes, no ocurre nada, solo necesito 
la ayuda de mamá para preparar la boda. 
Te quiero ㅡㅡ Yeeun"

       No parecía haber nada raro en la nota, por lo que Inseong no le dio mayor importancia. En lo que sí reparó fue en que su novia, antes de irse, no le había dejado nada preparado. No había ni un solo tupper de comida en la nevera, solo alguna fruta, salsas variadas (más de una se habría puesto mala, seguramente) y bebida. ¿Cuántos días iba a estar fuera? ¿Qué es lo que iba a comer hasta entonces? En la puerta de la nevera, además de la nota, había varios folletos de comida a domicilio, pero a él le gustaba mucho más la que era casera; aunque no negaría que la calidad de alguno de esos restaurantes era indudable. Justo cuando se estaba decidiendo a cual llamar, un trueno rugió a su espalda. Sobresaltado, se asomó a la ventana, observando cómo comenzaba a llover a cántaros.

      ㅡ No puede ser...

      Si seguía lloviendo a ese ritmo y con esa fuerza, en cuestión de minutos, la calle donde vivía quedaría inaccesible; su calle era una cuesta empinada, la cual cuando llovía se convertía en una trampa mortal, pues carecía de escalones o de alguna forma de evitar resbalarte por el agua. Holgaba decir que ni siquiera los vehículos podían acceder a ella, tenían que parar en la parte baja o alta de la cuesta, y de ahí bajar o subir a pie.

      ㅡ Me olvido entonces de pedir nada a domicilio, me moriría de hambre en lo que tardasen en llegar.

      Derrotado de cansancio, se dejó caer en el sofá, notando cómo el gato subía en su regazo justo entonces. Comenzó a darle golpes con la pata sobre el vientre, escuchando fascinado cómo este gruñía por la falta de alimento, ante lo cual Inseong gimoteó, agarrándose el cuerpo con ambos brazos, cambiando a una postura fetal que calmase sus molestias. Afuera, seguía lloviendo con violencia.

      Durante varios minutos, que a Inseong se le antojaron interminables horas, lo único que se escuchaba era el ruido de los truenos y, de vez en cuando, las tripas del muchacho reclamando algo para saciarse. Realmente, su situación no era tan seria: era cierto que tenía hambre, pero era más gula, por la cantidad de comida que era capaz de ingerir al día, que había provocado que al más mínimo retraso en su horario de comidas, su estómago ya diera la voz de alarma y se sintiera como en una huelga de hambre.

      A pesar de su postura, pudo ver claramente cómo su gato saltaba del sofá y se paraba en medio del estudio, mirando en dirección a la puerta, con el rabo erizado y las orejas alzadas, un comportamiento que a Inseong le extrañó. Segundos después, escuchó sonar el timbre de la puerta, un sonido que retumbó por toda la casa, haciendo al felino dar un bote en el sitio, antes de salir corriendo para esconderse. Incluso el propio Inseong, acostumbrado a situaciones de tensión, en ese momento tragaba saliva. Por suerte, aún no se había deshecho del uniforme, por lo que, de manera automática, se llevó la mano al arma, mientras se ponía en pie y caminaba en dirección a la entrada.

      No dijo nada, se quedó junto a esta, y contuvo el aliento, tratando de hacer el menor ruido posible. SI era Yeeun, lo más probable era que tuviese llaves, por lo que, el detalle de llamar varias veces le hacía sospechar sobre la identidad de la persona que se encontraba al otro lado de la puerta. No creía en los fantasmas, así que la posibilidad de que fuera un espíritu no entraba en sus cálculos racionales y de persona mentalmente estable. Con sumo cuidado, movió la pequeña placa metálica que cubría el orificio de la mirilla, descubriendo así que, al otro lado, había una alta y oscura figura. Llevaba capucha y una gorra, cuya visera le tapaba parte del rostro, excepto de nariz para abajo.

      ㅡ Esos labios...

      Justo entonces el timbre volvió a sonar. El desconocido aporreó la puerta y alzó la voz, lo suficiente para que pudiera escucharlo por encima del fuerte ruido de la tormenta que estaba cayendo.

      ㅡ ¡Hyung! Abre, soy yo. ¡Rowoon!

      Inseong abrió de inmediato la puerta, golpeando al muchacho en el brazo, provocando que algo de agua que quedaba en su chubasquero le saltase encima.

 

      ㅡ ¡Eres idiota! Menudo susto me has dado.

      Rowoon gimoteaba por los golpes, mirando al mayor de ambos con una expresión triste, como si con ello le fuera a perdonar, algo que de sobra sabía que no iba a ocurrir, pero no perdía nada por intentarlo.

      ㅡ Vale, vale, lo siento... ¿Puedo entrar? Está diluviando aquí fuera.

      Los golpes cesaron lentamente, e Inseong le dedicó al más alto una mirada de reproche, para contrarrestar sus ojitos de cachorro triste, terminando todo en un hondo suspiro.

       ㅡ No debería, no te lo mereces... ㅡmasculló, cruzándose de brazos, sin apartar la mirada de él.

      ㅡ Por favor... ㅡsu voz se endulzó, buscando causar mayor impacto y que la decisión final del chico le fuera favorable; lo cual resultó ser así.

       ㅡ Está bien... Pero sécate bien antes de entrar, espera. ㅡal final terminó cediendo a su chantaje, y al tiempo que lo dejaba pasar al interior de la casa, se acercaba a la cocina para ofrecerle un gran trapo y que se secara. Se negaba en rotundo a que le encharcara la casa con el agua sucia de la lluvia.

       Inseong tomó asiento en uno de los taburetes de la encimera, cruzándose de nuevo de brazos, y también de piernas, en una postura más seria, mientras Rowoon luchaba por colocar su gran chubasquero negro de una manera que no mojase el resto de abrigos que tenía por allí colgados en la entrada.

       ㅡ ¿Cómo has llegado hasta aquí? Quiero decir... ¿Cómo sabías que vivo aquí? No me lo digas, te lo ha chivado el Detective Lee, ¿verdad? Este bocazas, debería un día taparle la boca con esparadrapo para que aprenda a estarse callado... ㅡalzó una ceja al ver cómo Rowoon se aguantaba la risa a base de apretar los labios, un gesto que le hizo perder la poca paciencia que en esos momentos le quedabaㅡ. ¡Responde!

       ㅡ Sí, vale... Me lo dijo el Detective Lee. Al poco de que te fuera de la oficina, llamó tu... ¿novia?, sí, creo que sí... Nos dijo que se iría unos días, que seguramente tendrías hambre, así que... Aquí estoy.

      Con aquellas últimas palabras, alzó en el aire, frente a los dos, la gran bolsa blanca que llevaba en la mano. Inseong captó al instante el olor a comida recién hecha, y su carácter cambió radicalmente; incluso se sintió mal por haber gritado al chico, las tornas cambiaron, y ahora era él quien le ponía ojitos al alto, buscando su perdón.

      Comida... Se relamió sin disimular su hambre. De hecho, ni su rostro ni su cuerpo pudieron ocultarlo. Al escuchar que había traído alimento, y ver aquella bolsa llena, su estómago rugió, necesitado, haciendo sonrojar a su dueño y sonreír al invitado. Había perdido la cuenta de todas las veces en las que se había puesto colorado en presencia de Rowoon, pero en ese momento, en lo único que podía pensar era en comer algo de todo aquello que su nariz estaba captando.

      Rowoon dejó la bolsa sobre la encimera de la cocina y, de ella, comenzó a sacar cajas y recipientes de plástico de todos los tamaños. No necesitó indicaciones de ningún tipo, en cuestión de minutos, ante la atónita (y hambrienta) mirada de Inseong, se había hecho dueño y señor de la cocina. El castaño frunció los labios en un puchero infantil. ¿Cómo era posible que alguien con los atributos físicos y personales de Rowoon encima fuese bueno en la cocina? Desde luego, no era nada justo para el resto de los hombres, él era como el pack completo y perfecto para toda mujer. En ese momento agradecía que Yeeun no estuviera allí, pues lo habría cambiado por él, sin dudarlo.

       ㅡ ¿Y dices que Yeeun ha llamado a la comisaría? ㅡpreguntó con voz suave, no queriendo distraerlo mientras cocinaba.

       ㅡ Mh, así es. Al menos es lo que ha dicho él... Yo estaba en el almacén. Dijo que como ya te habías ido, que otro te daría el recado.

      ㅡ Comprendo...

      Mientras hablaban, Rowoon terminó con los pocos platos que aún quedaban por hacer (sobre todo la carne, la cual traía cruda en uno de los varios recipientes), y sirvió unos cuantos platos a lo largo de la encimera, junto a la que se había sentado el mayor de los dos, el cual miraba todo con ojos brillantes.

      ㅡ ¡¡Qué aproveche!!

      Como si no hubiera probado bocado en semanas, Inseong se lanzó a los platos con un hambre voraz, algo que al autor de la cena le hizo sonreír, complacido. Habría pensado en un primer momento que era producto del hambre, y que se le hubiera puesto delante una piedra con algo de salsa, se la habría comido igual, pero algo en su mirada le decía que no era el caso, que el castaño estaba disfrutando de verdad con su comida, y eso le hacía feliz. Cuando alguien comía con ganas y porque le gustaba lo que él preparaba, la alegría y el orgullo le embargaban.

 

 

 

 

       ㅡ Uf, estoy lleno...

     El sonido de los palillos metálicos cayendo sobre uno de los platos vacíos, en el cual tan solo quedaban unos pocos de restos y algo de salsa, hizo alzar una ceja a Rowoon, que se había quedado observando al mayor mientras este comía.

      ㅡ Entonces me supongo que no querrás postre... ㅡle provocó, mordiéndose el labio inferior para no sonreír cuando captó el brillo malvado en la mirada ajena.

     ㅡ ¿Has dicho postre?

     ㅡ Mh, mh. ㅡrowoon agitó su cabeza de manera negativa, pero sin perder la sonrisaㅡ. No me ha dado tiempo a preparar nada. Quizás para la próxima.

     ㅡ Quién ha dicho que vaya a haber próxima... ㅡmasculló Inseong, más molesto por el hecho de que no hubiera un postre, algo dulce que llevarse a la boca, que la espontaneidad casi maleducada con la que hablaba a veces el menor.

      Ninguno de los dos habló durante varios minutos. La tormenta seguía, sin pinta de parar. Inseong fue el primero en romper el incómodo silencio que se había formado.

      ㅡ Oye... Gracias por venir esta noche.

 

      Rowoon, que ya había conseguido entablar una corta e interesada amistad con el gato (el cual se había acercado pidiendo comida), estaba centrado en trastear con este y hacerlo rabiar, pero en cuanto escuchó sus palabras, alzó la cabeza en su dirección. La sonrisa volvió a su rostro, y sacudió la cabeza.

      ㅡ No es nada que debas agradecerme, es mi deber.

     ㅡ No es cierto, ahora no tienes ningún deber, no estás de servicio.

     ㅡ Mi deber como dongsaeng que se preocupa por la gente cercana a él.

      Ante eso, Inseong no supo qué responder, por lo que volvió a guardar silencio, aunque esa vez la pausa no duró tanto. Abrió la boca para bostezar, tomando la precaución de taparse esta con el dorso de la mano, por educación.

      ㅡ ¿Vives muy lejos? ㅡle preguntó al chico, al mirar el reloj de la pared y darse cuenta de la hora que eraㅡ. A estas horas, y con la que está cayendo ahí fuera, no creo que haya transporte.

      ㅡ Bueno... La verdad es que cerca no vivo.ㅡrespondió, con una sonrisa amarga que Inseong no llegó a identificarㅡ. Pero no pasa nada, buscaré una manera de volver, los taxis funcionan a todas horas. Además... Seguramente quieras descansar.

      Entendía perfectamente el moreno que su superior lo que necesitaba en esos momentos era coger la cama y dormir, por lo que, indirectamente, sentía que estaba allí estorbando y retrasando la hora de que se fuera a descansar, que debía irse ya a su casa. Y si encima vivía lejos, si quería llegar a una hora no muy tarde, cuanto antes saliese y tomara camino, mucho mejor. En el momento en que caminó hacia la entrada, para recoger tanto sus zapatillas como su chubasquero, preparándose mentalmente para salir a la tormenta, sintió que algo lo frenaba. Giró la cabeza y se encontró a Inseong. Este se había levantado de su sitio, y lo mantenía agarrado por el antebrazo, con una firmeza tal que hizo pensar al pequeño que había ocurrido algo serio, o que estaba enfadado con él por algo.

      ㅡ No te vayas.

      Rowoon se estremeció al escuchar esas palabras. Fuera, en la calle, se escuchó un nuevo trueno. Inseong parecía serio, algo poco habitual en él, pero hasta él mismo se dio cuenta de ese detalle, pues enseguida carraspeó y relajó la postura, sin llegar a soltar el brazo ajeno.

      ㅡ Quiero decir... Has hecho el esfuerzo de venir hasta aquí para traerme algo de cenar, no podría dejarte caminar por la calle a estas horas, sin saber tampoco cuando va a escampar...

     ㅡ ¿Y qué me iba a pasar? Recuerda que soy policía. ㅡrowoon sonrió, enternecido por la repentina preocupación mostrada por el mayor, permitiéndose bromear en aquel momento.

     ㅡ ¡No seas idiota! ㅡreaccionó el contrario al instante, chasqueando la lengua contra el paladarㅡ. Los policías también somos personas. Además... Vas desequipado, no llevas ni arma ni uniforme, lo que te convierte en un ciudadano más, no eres agente de la ley.

      ㅡ ¿Eso significa que tengo que seguir sus órdenes, señor policía?

      Inseong lo miró con cierto orgullo, mientras hinchaba el pecho, tocándose la placa que tenía brillando en su pecho, y que lo acreditaba como policía. Con todo el jaleo de la marcha repentina de su novia, la tormenta, el no haber cenado... Se le había olvidado quitarse el uniforme, el cual se le había quedado arrugado de cuando había estado tumbado en el sofá, de mala manera. Rowoon soltó una risa aspirada ante la imagen, sacudiendo la cabeza.

      ㅡ Está bien, me quedaré. Pero duermo en el sofá.

      ㅡ Pues claro que ibas a dormir en el sofá. ¿Qué pensabas? ¡Soy un hombre casado! ㅡreprochó Inseong, sorprendido por sus palabras, aunque más por las intenciones ocultas que creía que estas tenían.

      ㅡ Casi casado. ㅡpuntualizó el alto, con énfasis en la primera palabraㅡ. Todo puede pasar de aquí al día de la boda.

    ㅡ ¡Oye! ㅡinseong, que ya había sacado las sábanas y ropa de cama de un pequeño armarito que tenía en la zona del salón, lanzó contra el chico el almohadón, con idea de hacer dañoㅡ. ¿Te crees que caería en tus brazos? Ni en tus mejores sueños, chaval.

       A pesar de la seriedad de sus palabras, ambos terminaron riendo. Después de tantos meses, Inseong había aprendido a valorar la compañía del chico y, sobre todo, a entender y contestar a sus bromas. Aunque en ocasiones le costase aceptar su tan perfecto aspecto físico, se había dado cuenta de que era una persona en la que podía confiar, con la que podía charlar con tranquilidad, de cualquier tema; era inteligente, y eso era algo que debía agradecer. Incluso estar en la misma estancia que él, a esas horas de la noche, lejos de provocarle nerviosismo, le resultaba hasta cómodo; había algo en él que le hacía sentir bien, y le gustaba. Quizás estar pensando en eso, de manera inconsciente, le provocó una sonrisa suave que se mantuvo durante un largo rato en su rostro.

      ㅡ Eres tan largo que te sales del sofá, no sé qué hacer, dónde meterte... ㅡbromeó Inseong, al ver que, cuando el chico se tumbaba en el sofá, se le salían los pies por el extremo contrario. Rowoon le restó importancia y lo instó a abandonar ese tema, a que se fuera él a dormirㅡ. Está bien, está bien... Espero que descanses bien. Buenas noches.

      Estaban a escasos pasos el uno del otro, por lo que, tras despedirse, Inseong apagó la luz de la gran estancia que era la casa, y se tiró directamente sobre su gran cama, dispuesto a descansar y reponer todas las energías gastadas en aquel largo día.

 

 

 

 

      Al despertar al día siguiente, Rowoon ya se había ido. Inseong miró la hora; aún quedaba un largo rato para ir a trabajar, por lo que no entendía la motivación del pequeño de levantarse tan pronto, aunque viniendo de él, era lógico, pues no había persona que amase más quedarse en la cama que él. Se dio su habitual ducha matutina, para quitarse el sueño de encima y estar despejado, y al salir del baño fue cuando su nariz detectó el olor a comida recién hecha. El menor, no solo había recogido lo que había utilizado para dormir la noche anterior, sino que encima se había molestado en preparar el desayuno.

      Con la toalla al cuello, y desnudo de cintura para arriba, se acercó a los diferentes platos, asombrado de que hubiera preparado todo aquello él solo. ¿Quizás lo había traído ya hecho, tenía la idea de que se iba a quedar a dormir? Aquel chico era desde luego una caja de sorpresas. Con la gran cena que le había preparado en la noche, sus expectativas sobre el sabor del desayuno no eran menores.

      Tomó asiento en uno de los taburetes frente a toda la comida, y en cuanto fue a agarrar los palillos para empezar a comer, descubrió pegado a estos un pequeño papel, con un mensaje:

"Feliz cumpleaños, Jefe. 
Cuidado hoy cuando entres en la comisaría, 
te llevarás una sorpresa ; )
ㅡㅡ Kim Rowoon C( º >·< º )u79;"

      Inseong bufó una especie de risa, y con el pulgar acarició el dibujo de un ratón (o al menos así lo interpretó el chic) que el pequeño había añadido al final de la nota, como una especie de firma. Enseguida dejó esta apartada y se dedicó a devorar la rica comida que había dejado preparada para él.

 


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