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"Esclavo de tu amor" por ShineeLuhan

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Notas del capitulo:

Holas tengan todos. Acá les dejo con el nuevo capítulo de hoy, espero les guste mucho.

CAPITULO OCHO

 

 

 

“Me alegro de que fueras tú”

 

William jamás olvidaría esas palabras, y tampoco las perdonaría. Las recordó constantemente durante los días siguientes, mientras estaba encadenado a esa maldita cama.

 

El doncel se desplomó sobre el pecho de su prisionero cuando todo terminó, y sus lágrimas humedecieron la piel del hombre. El joven no había sentido placer en la unión, pero había conseguido lo que buscaba. Y antes de separarse, le había tocado la mejilla y murmurado: “Me alegro de que fueras tú”, y el odio que William sentía se duplicó aún todavía más ante aquellas palabras.

 

Después, llego la criada para curarle las heridas. La mujer mayor había chasqueado la lengua al ver las lesiones que él mismo se había infligido, pero también descubrió el chinchón con sangre coagulada en la cabeza, y lo limpió. Él se lo permitió. Destruido por su propio fracaso, ya no le importaba lo que le hicieran. Tampoco lo inquietó la visita exterior del hombre que vino a contemplar la sangre y el semen que aún le humedecían el vientre, y lo hizo con una extraña mezcla de satisfacción y odio.

 

--Él me dijo que te resististe. Mejor así, pues creo que podría matarte ahora por lo que conseguiste de él- después el hombre alto se volvió y salió, y no apareció nuevamente.

 

Pero esas pocas palabras habían suministrado mucha información al prisionero. Comprendió ahora que la intención no era permitir que saliera con vida del asunto. No querían cobrarle rescate. Necesitaban únicamente al niño que quizá él ya había implantado en el vientre del doncel. También comprendió que ese hombre petulante estaba celoso de él, y que de buena gana mataría a William una vez que ya no fuese útil.

 

De todos modos no le importaba ni lo que sucediera al día siguiente, ni nada. Ni siquiera sintió la humillación de que Ágata lo alimentase, lo bañase y lo ayudara a satisfacer sus necesidades más elementales allí mismo, en la cama. Ni siquiera intentó hablarle cuando le retiraron la mordaza para alimentarlo. Su apatía fue casi total…hasta que regresó aquel maldito doncel.

 

Sólo entonces supo que seguramente ya había caído la noche otra vez, pues allí no había ventanas que le indicasen el paso del tiempo. Y sólo entonces él recobró la vida, y su furia casi lo enloqueció. Los movimientos desordenados aflojaron las vendas, y lograron que las esposas de hierro se hundiesen más profundamente en la carne todavía herida.

 

Pero esa segunda noche el doncel se mostró paciente. No intentó tocarlo hasta que el prisionero se agotó. Y evitó acostarse hasta antes de que él estuviese casi completamente preparado.

 

Tres veces lo visitó esa segunda noche, a lo largo de las horas y tres veces la siguiente, despertándolo cuando era necesario. Era inevitable que cada vez tomara más tiempo, pues el cuerpo del hombre ya estaba saciado. Sin embargo, eso no lo detuvo. Lo tenía completamente a su entera disposición. Lo examinaba cuidadosamente mientras lo acariciaba y estimulaba para mejorar su preparación; le acariciaba todo el cuerpo, pero sobre todo entre las piernas.

 

Lo fascinaba el órgano viril, tan grande, lo acercaba a su cara y volcaba sobre él su aliento, pero nunca hizo lo que había prometido la primera noche, que era el de besarlo, pues era innecesario. La mera idea de que podía hacerlo, afectaba al prisionero como si estuviese realizando la experiencia misma.Y William no podía impedirlo, no podía detenerlo, no estaba en condiciones de frenarlo con una mirada o de infundirle temor. Aquel insolente doncel lo usaba, lo agotaba y ya no exhibía el más mínimo remordimiento. No tenía la más mínima compasión.

 

Ah, Dios mío, cómo deseaba vengarse. Era lo único en lo que pensaba el tercer día, en lo que le haría si podía ponerle las manos encima. Y pensar que Wiliam había concebido realmente la idea de ofrecerle un hogar el primer día que lo vio. Sí, le ofrecería un hogar, pero en su mazmorra. Pero primero le daría su merecido. No, primero debía escapar.

 

--Dime tu nombre.

 

Era la primera vez que él hablaba a Ágata. Ella lo miró con precaución mientras le acercaba a los labios otra cucharada de espeso guiso de cordero.

 

--Creo que no lo haré. No necesitas conocerlo.

 

--Mujer, mis hombres me encontrarán. Si quieres sobrevivir a la destrucción que provocaré en este lugar cooperarás ahora conmigo.

 

Ella tuvo la osadía de burlarse.

 

--Estabas solo cuando te apresaron.

 

--No, estaba con mi escudero Gilbert. ¿Sabías que lo mataron?

 

Habló con un tono frío que Ágata de pronto tuvo miedo, pese a que él estaba maniatado. Después, se burló de sí misma y de él.

 

--¿Un caballero? No, ordenaron traer un villano. ¿Crees que no saben la diferencia?

 

Él no intentó convencerla de lo contrario.

 

--Mis hombres se adelantaron. Debía reunirme con ellos la mañana siguiente. ¿Crees que continuarán el viaje sin mí?

 

--Me parce que tu historia es muy interesante, pero ¿por qué me dices todo esto?- preguntó Ágata.

 

--Suéltame.

 

--Ah, hermosa táctica- ella le miró sonriente- Pero es innecesario que me cuentes mentiras. Si yo tuviese la llave para liberarte de estas cadenas, no la usaría, por lo menos hasta que mi niño obtenga lo que necesita de ti.

 

La criada no mencionó que Rowen ya había pedido que encontrase la llave. Pero hasta ahora Ágata no había tenido suerte, y no deseaba que el prisionero alimentase falsas esperanzas, una idea que compartía con Rowen.

 

La comida dilató más tiempo esta vez, porque él no estaba dispuesto a someterse. La mordaza que apretaba con fuerza sus mejillas, estaba ahora roja, teñida por su propia sangre. Ágata se percató de ello cuando se inclinó para ponerle otra mordaza, y la visión de la cara del prisionero sin esas amarras, provocó en la criada un escalofrío muy inquietante.

 

--Por Dios, qué expresión tan cruel- dijo la criada, más para sí misma que para él- No lo había advertido hasta ahora.

 

William no necesitaba que se lo dijeran. Era la razón por la cual sus primeras esposas le habían temido. Era la razón por la cual sus enemigos le temían. Por eso ese maldito doncel hubiera debido alejarse de él. Estaba sobre todo en los ojos, que expresaron tan intensamente sus pensamientos sombríos, pero también en la dura y amarga mueca de su boca, ya que rara vez sonreía. Y su expresión era especialmente agria ahora, porque sabía que el chiquillo no quería ayudarlo.

 

--Te conviene recordar que…

 

La criada le ajustó la mordaza a la boca para interrumpir sus palabras, al mismo tiempo que decía indignada:

 

--Amigo, de nada te servirá amenazarme. Cumplo órdenes de mi niño, no las tuyas. No me extraña que se sienta mal todas las noches, cuando se separa de ti. No te habría hecho ningún mal tratarlo con dulzura, puesto que él no tiene más remedio que hacer lo que hace. Pero no, eres tan cruel por dentro como por fuera.

 

William había recaído en una cólera candente al escuchar estas palabras por parte de la criada. ¿Acaso debía sentir compasión por un mocoso que lo había violado repetidas veces? ¿Debía simpatizar con él cuando su propósito era robarle un hijo? ¿Cuándo ese insensato se alegraba, sí, se alegraba de que él estuviese a disposición de lo que el señorito se le antojaba, en lugar de que fuese otro? ¿Y por qué tenía que ser así? ¿Por qué ese doncel se alegraba de su desgracia, cuando tanto mujeres como hombres le temían? Había sido así desde que cumplió los dieciséis años, cuando se enteró de todo lo que había perdido, su familia, su hogar, de modo que nada le quedaba, sino su vida y un contrato matrimonial que él no podía rechazar. Había cambiado en ese momento, cambiado absolutamente, y no sólo en su carácter, sino en su apariencia, pues la oscuridad que había penetrado en su alma también se reflejaba en su rostro y en su corazón.

 

Desde aquel momento, jamás había llevado a la cama una mujer, y muchísimo menos a un doncel, que al principio no temiese que él pudiera lastimarlos de un modo o de otro. Incluso después de la segunda o la tercera vez, todavía no confiaban en que él no les infligiese alguna crueldad. Sus esposas….esas criaturas tímidas y sumisas, nunca habían conseguido superar el temor que él les inspiraba, pese a que jamás les había dado motivo para creer que se mostraría brutal con ellas. Pero ambas habían muerto muchos años antes. Y habían vivido con él durante esos años en que William existía y respiraba sólo para la venganza, en que todos sus pensamientos se relacionaban con la destrucción y la muerte….como le sucedía justo ahora.

 

¿Cómo  era posible que ese doncel se alegrase? ¿Le alegraba verlo maniatado, de modo que no podía ni siquiera tocarlo? ¿Por qué ese chiquillo sabía que él moriría antes de que le quitasen las cadenas, y por lo tanto nada tenía que temer? Era una posibilidad muy real, la posibilidad de que lo asesinaran allí mismo, en esa cama, sin tener una oportunidad para defenderse, sin tener una oportunidad para por lo menos alcanzar una mínima venganza.

 

William no temía a la muerte. Había existido un tiempo en que incluso la había buscado, un período en que su vida era algo tan vacío y miserable que a él sencillamente no le importaba si vivía o moría; y la situación después no había mejorado mucho. Pero en efecto lamentaría desaprovechar la oportunidad que se le ofrecía ahora de mejorar su existencia con lady Isabella. Pero incluso más que eso, lamentaría la imposibilidad de vengarse de todos estos miserables que lo habían apresado y del mal que le habían infligido, sin hablar, claro está, de su propia muerte.

 

Por eso, William se sintió profundamente asombrado cuando al día siguiente Ágata llegó no sólo con comida, sino con una pila de ropas y la llave de los grilletes…órdenes implantadas por su niño.

 

--Señor, es bueno que haya encontrado la llave, pues mi niño desea que te marches, y tiene que ser ahora, mientras su hermano está en el pueblo contratando a sus mercenarios- eso le decía mientras le quitaba la mordaza- Yo lo convenceré de que tu semilla está implantada en el vientre de mi niño, pero eso no significa que él no te persiga.

 

--¿Su hermano?- William recordó al hombre alto y sus celos- Seguro que no es hermano de sangre.

                                                                                                                

--No, no tienen la misma sangre, gracias a Dios- dijo Ágata, sin mirar a William y quitándole los grilletes sin pérdida de tiempo.

 

--¿Y si mi semilla no dio frutos? ¿Otro ocupará mi lugar en esta maldita cama?

 

--Señor, eso no tiene por qué importarte.

 

--Entonces, dime por qué necesita un niño. Y más aún, mi hijo. Tengo derecho a saber por lo menos eso.

 

Ágata se sorprendió, pues suponía que Rowen le había aclarado la situación; de todos modos, se encogió de hombros.

 

--¿Por qué? Para adueñarse de este lugar. Mi niño se casó con el viejo señor de Ginza, pero él murió el mismo día, el día que te apresaron. Y ahora dirán que el niño es suyo.

 

Debió haberlo adivinado…codicia. Y las tierras de Ginza era un feudo importante. Había visto la torre del castillo desde el pueblo. Había evitado acercarse porque no deseaba cruzarse con el señor del lugar, y tener que explicar su presencia en la zona. Sus escoltas de treinta hombres se habían adelantado por órdenes suyas. Todo lo que William había necesitado era tan solo una cama y un baño, y eso podía haberlo conseguido en cualquier posada. Pero no había calculado la posibilidad de cruzarse con un  doncel codicioso recién desposado decidido a conservar a toda costa lo que había obtenido gracias a su matrimonio.

 

Ágata se apartó de William cuando la última cadena cayó ruidosamente al piso. William bajó con cuidado los brazos, y sintió doloridos los músculos después de tres días en esa postura antinatural. Rechinó los dientes para contener el dolor. También la boca le pareció extraña sin la mordaza. Pero no esperó a que se aliviase el dolor de los hombros antes de apoderarse de las ropas que ella había traído.

 

La túnica estaba confeccionada con una tela de calidad muy inferior, apropiada a lo sumo para el villano de más baja categoría; además, olía muy mal. Pero por lo menos le cubría los hombros y los brazos, aunque era un poco corta. Lo mismo podía decirse de las toscas calzas, comidas por las polillas y deshilachadas, y que apenas le llegaban a los tobillos. El calzado era de lienzo, de modo que por lo menos le cubría los pies. El cinturón era una delgada tira de cuero.

 

No dio palabra acerca de las ropas deplorables. Tan pronto se vistió, en su mente hubo un solo pensamiento.

 

--¿Dónde está él?

 

--No- Ágata retrocedió hacia la puerta- Si tratas de lastimarlo, daré la alarma.

 

--Sólo quiero hablar con él.

 

--Mientes. Lo leo en tus ojos. Me pidió que te ayudara a escapar porque no quiere que tu muerte recaiga sobre su conciencia, pero no desea volver a verte. Si regresas aquí, lord Alexander te matará. Así de sencillo es. De modo que decídete y sal de aquí cuanto antes.

 

Él la miró largamente, y el deseo de poner las manos sobre el doncel que podía o no tener su hijo lo detuvo unos breves segundos al deseo de su tan anhelada libertad. William no sabía con cuántos tendría que combatir si Ágata daba la alarma. De modo que se decidió.

 

--Muy bien, pero necesitaré una espada, mi caballo…

 

--¿Estás loco?- preguntó Ágata- Te irás como estás, y así no llamarás la atención. Los hombres que te apresaron se apoderaron de todo lo que era tuyo, no lo dudes. Ahora, ven. Te llevaré a la puerta posterior. Te queda poco tiempo.

 

Él la siguió, pero tomó nota de todo lo que vio al pasar mientras la criada lo sacaba de la fortaleza. Casi cambió de plan cuando vio el escaso número de hombres alrededor, fuera de los criados. Las defensas eran fuertes, pero no había quien las guarneciera. 

 

No le extrañaba que el hermano del doncel estuviese contratando hombres. Ginza podía ser ocupada en un día, y William volvería en menos de una semana para ocuparla él mismo.

 

 

****

 

 

--Ya está.

 

--Lo sé- dijo fríamente Rowen mientras se apartaba de la ventana- Miré hasta que desapareció entre esos bosques.

 

--Tengo un mal presentimiento en este asunto, mi niño- dijo incómoda Ágata- Tendríamos que haber esperado un poco más.

 

--No. Alexander ya dijo que no saldré de aquí hasta que tenga la certeza de que estoy embarazado. Se propone dejar las tierras de Tures en manos de sus caballeros, pues éstos no creen que el enemigo avanzará mucho durante las primeras semanas, y a él en realidad no lo necesitan. Hoy es el primer día que sale del recinto, y de la fortaleza. Tal vez no vuelva a salir. Y vigila a todos con ojo de águila, para asegurarse de que los criados no vienen hacia aquí. ¿Crees que le llamaría la atención la partida de ese individuo enorme?

 

--A veces duerme….

 

--Y la fortaleza está completamente cerrada, vigilada por sus propios hombres en todas las entradas. Ágata, sabes que éste era el mejor momento, quizás el único para sacar de aquí a ese hombre sin que Alexander lo sepa y arme un escándalo.

 

--Pero no cumplió su propósito- le recordó la criada.

                                                                                   

Rowen se estremeció a pasar de que no hacía frío en la habitación.

 

--Yo…no podría hacerlo otra vez, aunque él estuviese aquí. Te lo dije ayer. Nunca más.

 

--Sí, precioso, sé que fue difícil…

 

--¿Difícil?- Rowen la interrumpió con una risa áspera- ¡Estuvo mal, muy mal! Y no puedo continuar cometiendo una falta para evitar otra. Tuve que hacerlo al principio, para demostrar a Alexander que obedecía a sus reclamos. Pero después de que lo convencí de que se alejase, de que su presencia turbaba tanto al prisionero como a mí, no fue necesario regresar a ese cuartito. Sin embargo, lo hice. Continué obedeciendo al pie de la letra a Alexander, aunque si me hubiese detenido a pensar….

 

--¿Por qué te atribuyes a ti la culpa?- preguntó Ágata- Ni siquiera el acto te complació, pero a ese hombre sí.

 

--No, a él no le agradó. ¿Cómo podía tener placer en lo que detestaba? Ágata, él luchó contra mí constantemente. Se lastimó para luchar contra mí. Detestaba el asunto, me odiaba,  se ocupó de lograr que yo lo supiese. Esos ojos….- seestremeció otra vez- Yo no podría haber entrado de nuevo allí. No hubiera podido obligarlo de nuevo aunque mi propia vida hubiese dependido de ello.

 

--Pero ¿y si tu plan no funciona?

 

--Funcionará. Es necesario. Alexander no sabrá que él escapó. Creerá que todavía lo visito todas las noches. Cuando sepa si he concebido o no, le diré que yo permití huir al prisionero. No me castigará por eso, pues no querrá amenazar la vida del niño. Y la vida o la muerte del hombre no es importante para su plan. Él mismo dijo que nadie creería en la palabra de un siervo si éste reclamara al niño como suyo. Ésa es la menor de mis preocupaciones.

 

--No estoy tan segura de que él fuese un siervo- reconoció Ágata con expresión inquieta.

 

--¿Tú también viste su arrogancia?

 

--Afirmó que tenía un escudero que fue muerto cuando lo capturaron.

 

--Dios santo, otro motivo para despreciarme- Rowen suspiró- De modo que era un caballero de baja cuna. ¿Crees que reconocerá ante nadie lo que le hicieron aquí?

 

--No, jamás- replicó Ágata sin manifestar la más mínima duda.

 

--En ese caso, no necesitamos temer que él eche a rodar rumores….si hay un niño de por medio, claro está. Pero que lo haya o no, diremos a Alexander que estoy embarazado. Después, él irá a combatir a ese condenado y belicoso de Fulkhurst….y ojalá ambos se maten. Y apenas él se marche, nosotros haremos lo mismo. Todavía tengo todas mis ropas y algunas joyas, que casi valen una fortuna, y allí hay una ciudad donde podremos obtener un buen precio por todo eso. Contrataremos a nuestros propios hombres, retiraremos a mi madre de la fortaleza D´Ambray mientras Alexander está atareado en Tures, y después iremos a Francia y a la corte de Enrique.

 

--A lord Alexander no le agradará perder a Ginza y a ti al mismo tiempo.

 

--¿Y crees que eso me importa?- casi rezongó Rowen con expresión amarga- Después de lo que él hizo, confío en que jamás vuelva a hallar placer en nada.

 

Más avanzada esa tarde, pareció que Rowen lograría satisfacer su deseo, por lo menos provisionalmente. Pues Alexander había regresado poco antes del pueblo, donde encontró sólo tres hombres que merecían que se los contratase, y cuatro más a quienes valía la pena entrenar, fue cuando le llegó un mensaje que le provocó un estallido de cólera. A Rowen le agradó presenciarlo desde el lugar en que estaba sentado, leyendo un libro cualquiera.

 

A veces Alexander permitía a Rowen descender al Gran Salón unas pocas horas diarias, de modo que la gente se acostumbrase a su presencia, y también que él pudiese asegurar a todos los que preguntaban que lord Lyons estaba recuperándose favorablemente, pero aún insistía en que sólo su joven consorte lo atendiese. Y Alexander afirmó que Lyons no estaba tan gravemente enfermo como para que no pudiese cumplir con las obligaciones conyugales con su precioso doncel. Cuando llegase el momento oportuno, Alexander se limitaría a afirmar que el señor del castillo había tenido una recaída trágica y había fallecido irremediablemente.

 

Ahora, Rowen vio a su hermanastro que se ponía colorado de furia. Tan furioso estaba, que maldecía y renegaba de modo que casi todos los criados huían despavoridos. En primer lugar, pensó que él había descubierto la fuga del sustituto de Lyons. Pero a menos que el hombre se hubiese dejado atrapar estúpidamente, eso no era posible, pues Alexander no había subido al piso alto desde su llegada al castillo.

 

Cuando él vio al doncel sentado allí, el color rojizo de su cara se atenuó lentamente. Adoptó una actitud reflexiva mientras lo miraba, demasiado reflexiva y calculadora. Rowen contuvo la respiración cuando él se acercó, y de pronto experimentó el terrible temor de verse obligado a adoptar otra actitud despreciable en contra de su persona. Pero cuando oyó lo que él tenía que decir, Rowen se hubiera echado a reír de no haber temido que su hermanastro lo abofetease.

 

--No sé cómo descubrió que Ginza ahora es mío, pero seguramente lo sabe, pues Fulkhurst me ha seguido hasta aquí…¡Maldito sea, ese hombre es implacable con sus enemigos!

 

--Creí que habías dicho que estaba en Tures.

 

--Estaba. Pero sin duda le advirtieron que mi ejército se aproximaba y escapó antes de que comenzara el asedio. Sin duda reunió otro ejército, pues viene con casi quinientos hombres bajo el estandarte del dragón.

 

--Si formó otro ejército, ¿por qué no lo llevó inmediatamente a Tures para expulsar al tuyo?

 

--No seas estúpido, Rowen- replicó impaciente Alexander- El castillo de Tures era el baluarte de tu padre. Sabes que tiene defensas muy sólidas. Los hombres que Fulkhurst dejó allí para defenderlo pueden sostenerse durante varias semanas. No tiene prisa en regresar a Tures, sobre todo si se ha enterado de que estoy aquí con sólo un puñado de hombres. Si me captura, puede imponer condiciones que determinarían el desbande de mi ejército.

 

--O puede matarte.

 

Él lo miró hostil, pero Rowen se sintió complacido al ver que el color de su hermanastro se reducía a una especie de palidez antinatural.

 

--¿Estás seguro de que es él?- preguntó Rowen de nueva cuenta- Tures está a dos días al norte de aquí.

 

--Nadie puede confundir sus colores, o a ese maldito dragón rojo sobre fondo negro. Es él, y llegará en menos de una hora, de modo que debo partir ahora mismo.

 

--¿Y yo?

 

--Él se apoderará de esta fortaleza, al margen de que yo esté aquí o no. Sabe que es mía, y ha jurado apoderarse de todo lo que es mío por nuestra intromisión en Dyrwood. Maldito sea, ¿por qué no se satisface con la muerte de mi padre?

 

Como estas palabras no estaban dirigidas a Rowen, el doncel no intentó responder. No podía comprender la venganza, por lo menos a ese nivel. Pero no lo alarmaba que el señor de Fulkhurst se acercase allí, o que Alexander se propusiese dejarlo para afrontar al invasor. Todo lo que frustrase a Alexander y sus odiosos planes sería bien recibido por Rowen.

 

--Tú negociarás personalmente con él- continuó Alexander- No te hará daño. El año pasado capturó a otra de mis vasallas, lady Loren, y sólo insistió en que ella le jurase fidelidad. No creo que tenga ningún problema tratándose de ti. Después de todo, los donceles de tu rango no difieren en mucho a las mujeres. Son débiles y caprichosos, y naturalmente pueden concebir de igual manera que ellas. Así que haz lo mismo si te lo exige, pues no importará. Regresaré dentro de tres días con mi ejército para derrotarlo. Sí, es mejor aquí que en el castillo de Tures, porque es fácil rodear a Ginza. Y ahora dispongo de hombres suficientes para hacerlo, el triple que el de él. No temas, Rowen, en poco tiempo más volverás a estar conmigo.

 

Dicho esto, aferró por los hombros a Rowen y le dio un beso que de ningún modo podía considerarse fraternal. Rowen se sintió sorprendido y asqueado. Hasta ese momento no había sabido que su hermanastro, el cual le había hecho tanto daño…lo deseaba como a un amante.

 

 

CONTINUARÁ….

 

Notas finales:

Pues bien, ahí lo tienen, Rowen lastimosamente ya sabe q su belicoso hermanastro lo desea, no como a un hermano, sino como a un amante….ese asqueroso beso se lo comprobó. William escapó, cumplirá con su anhelada venganza??? Por otra parte, Fulkhurst se acerca, qué hará Rowen??? Todas estas interrogantes se sabrán en el siguiente capítulo.


Les informo q no habrá actualización el siguiente jueves, lo siento pero estaré de viaje por trabajo. Así q actualizaré el subsiguiente jueves. Espero sus opiniones a este capítulo ya que son un aliciente para continuar con la historia. Tengan unos bonitos días, y nos vemos muy prontito.


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