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Pasado por Anotherdim07

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Notas del capitulo:

 

 

- ¡Esta terminado! – gritó emocionada Menfis, mientras celebraba saltando alrededor de la habitación con el documento entre sus brazos. Sentado en una de las esquinas del estudio, Atem la miraba entre enternecido por su actitud y orgulloso por haberlo logrado.

- Te esforzaste mucho en ese proyecto, felicidades – le dijo.

Ella paró de moverse y se giró a observarlo con una sonrisa – Fue gracias a tu ayuda también. Papá me dijo una vez que este era el proyecto de su vida cuando era adolescente, desde ese día quise hacerlo realidad – guardó silencio repentinamente y cambió su semblante a uno más triste, más nostálgico – Lo extraño… quisiera que me sonriera una vez más y oír su voz… como cuando me arrullaba por las noches - habló en voz baja.

Atem no pudo evitar sentirse triste también, pero se levantó del asiento para darle un abrazo de consuelo – Podemos ir a visitarlo si quieres, quizás llevarle un gran ramo de flores. Solo debes decirme dónde está y te acompañaré –

Eso confundió un poco a la chica – Quiero ir porque no lo he visitado desde que llegué a esta ciudad, pero es un poco lejos… aunque no creo que podamos llevarle flores o alguna otra cosa -

- ¿Por qué lo dices? –

- Está en una zona extraña del hospital, hay muy pocas cosas que dejan ingresar ya que es un área de cuidado –

Eso desconcertó completamente al tricolor, quien se alejó de ella de inmediato - ¿Hos… pital? – apenas pudo pronunciar.

Menfis asintió – El hospital que está a dos ciudades de aquí, es ahí donde vivíamos con papá –

Atem tuvo que sentarse, ¿Es que Yugi no había muerto?

Ahora que lo recordaba, Menfis jamás había mencionado eso, por lo menos no con esas palabras exactas – Él ¿está… vivo? – le costó pronunciar la última palabra, apenas sentía el aire pasar a sus pulmones y se sentía un poco ahogado.

- ¿Eh? ¿tu creías que…? - La chica palideció y abrió los ojos en demasía al darse cuenta del error - ¡Lo siento! Jamás quise que pensaras eso, estaba muy triste porque papá no abre los ojos ni se mueve después de que colapsó. Los doctores dicen que es un estado temporal, pero no hay avances desde la última vez que lo visité. Estos días me he comunicado por teléfono con nuestra vecina, ella es la que lo visita en algunas ocasiones por mí, por eso es que lo sé – mencionó más triste – Ella tiene a su esposo y un bebé recién nacido, no podía pedirle que se hiciese cargo de mí y no tenemos más familiares a los que yo pudiera recurrir –

… Está vivo…

- ¿Por… eso me buscaste? – Atem seguía sin mover un músculo, apenas podía hablar. La chica asintió y él tuvo que cerrar los ojos para que las lágrimas no cayeran por sus mejillas.

… Yugi está vivo…

- ¿Padre? – preguntó la menor comenzando a preocuparse.

Atem se apoyó completamente en el respaldo del sillón, para luego abrir los ojos y quedarse mirando unos segundos a la nada. Terminó por suspirar y observó nuevamente a su hija – Descuida, sólo estoy aliviado y muy feliz – le dijo con voz suave – Cuéntame lo que pasó -

Dudó un poco, pero se acercó una de las sillas de la habitación y decidió sentarse también – Cuando todo pasó, Tía Anzu se negó por completo a recurrir a ti así que tuve que mentirle para quedarme. Le conté la verdad hace tan solo unos días, se enojó mucho conmigo pero al venir tenía la esperanza de que me recibirías un tiempo. Me costó mucho dar con tu dirección, un amigo que tenía en esta ciudad me ayudó ¿recuerdas el chico que estaba conmigo ese día en la plaza? – El mayor asintió – su familia me recibió por unos pocos días en su hogar -

- Eso fue peligroso –

- Lo sé, pero eras mi única opción y tenía que encontrarte, más bien siempre quise hacerlo. Tenía fuertes sospechas de que eras mi padre y yo quería aprovechar esta oportunidad para conocerte –

- ¿Qué hubiera pasado si no te recibía esa noche? –

Menfis se mantuvo en silencio unos minutos y cerró los ojos – No habría tenido más opción que tomar el bus de vuelta y que el gobierno se hiciese hecho cargo de mí. No tengo otro tutor, y el pronóstico de papá es incierto –

- ¿Ellos sabían de la condición de Yugi? – preguntó algo impresionado.

- No sé cómo se enteraron, pero me visitaron un par de veces en el hospital para informarnos de la situación. Tía Anzu ganó un poco de tiempo pensando que papá podría despertar pero eso no pasó. A ella no le permitieron hacerse cargo de mí pues no teníamos relación sanguínea y papá tampoco dejó algún documento que lo permitiera. Esas personas deben estar buscándome en este momento… -

Atem la observó unos instantes, meditando la situación en silencio. Las cosas habían cambiado de un momento a otro y no podía evitar sentir esa alegría interna que casi le quemaba por dentro. Por un tiempo sintió la total agonía de perder a la persona que alguna vez tanto amó, no quería experimentarla de nuevo si perdía a su hija. Tan solo llevaba un tiempo de conocerla pero ya la amaba como si la hubiera visto nacer, lástima que no había experimentado eso.

Entonces tomó una decisión – Vamos a verlo, Menfis, y solucionaremos este problema. No permitiré que te alejen de Yugi… ni de mí –

La cara de la chica se iluminó, para luego asentir.

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Dos horas más tarde, ambos se bajaban del automóvil del tricolor en silencio. Atem observó el pequeño hospital frente a él, tomó la mano de su hija e ingresaron a través de las puertas hasta la recepción, donde consultaron el número de habitación y se les dio el pase para entrar luego de explicar un poco lo que pasaba. Subieron un par de escaleras y recorrieron un largo pasillo hasta la zona donde se encontraban los pacientes en estado más complejo.

Pocos minutos después, Atem intentaba tomar algo de valor y entrar a la unidad, pero el temblor no se lo permitía. Menfis lo miró preocupada unos segundos antes de decidir dar el primer paso, pero apenas iba a hacerlo alguien se interpuso frente a ella, una mujer de largo cabello castaño que miró algo molesta a la adolescente.

- ¡Menfis! Creí haberte pedido que me llamaras estos días, ni siquiera he podido comunicarme contigo – la regañó, para luego abrazarla – ¡Por Dios! estaba preocupada –

- Lo siento, tía Anzu – Atem observó a la mujer, dándose cuenta de que esta era la vecina de la que tanto hablaba su hija. Debería agradecerle después por todo, hizo nota mental de ello.

La mujer se enderezó y observó al tricolor, con un semblante más serio se cruzó de brazos – Entonces ¿tú eres Atem? – el aludido asintió.

- Es mi padre – habló a la defensiva la pelinegra.

Anzu suspiró – Así que ya lo sabes –

- ¿Papá te lo había dicho? – cuestionó la menor.

- He estado acompañando a Yugi desde que ambos se separaron, en algún momento lo iba a saber –

- ¿Por qué no me lo dijiste cuando papá se complicó? – quiso saber.

- No era el momento, ni yo la persona adecuada –

- Entiendo, tía ¿Podemos ver a papá? – Anzu asintió y la chica ingresó al lugar, pero antes de que el mayor le siguiera sintió como le tomaban del brazo con algo de brusquedad.

- Espero que te arrepientas de no haberlo recibido cuando él te buscó – susurró con rabia acumulada.

- ¿De qué hablas? –

La mujer entrecerró los ojos – no te hagas el inocente conmigo – lo soltó sin ningún cuidado y salió del lugar para dirigirse al servicio. Atem quedó preocupado, tratando de encontrar la respuesta a la extraña actitud de la castaña.

- ¿Te dijo algo malo? – Menfis comentó preocupada tomándolo de la muñeca. Había notado la extraña actitud de la castaña cuando ingresó, por lo que se devolvió en cuanto vio como se enfrentaban ambos.

- No, tranquila – comenzó a caminar al interior – No fue na… da - cuando lo vio a unos metros no pudo decir nada más, incluso la respiración se le cortó en ese segundo. Ya no era la ilusión preveniente del recuerdo de hace quince años, ese chico en verdad estaba ahí frente a él, pero ya no era un adolescente y los años no habían pasado en vano.

Todos los recuerdos se agolparon en su cabeza, el día que se conocieron cuando no eran más que adolescentes que no sabían nada de la vida, todas sus primeras veces juntos, la dulce sensación de caminar tomados de la mano y sin que nada más importara, su sonrisa… el sonido de voz… todos los sentimientos que creyó lo habían abandonado, regresaron de manera intempestiva y sin pedir permiso.

En estas semanas había creído que Yugi ya no estaba más en este mundo y, aunque le había costado horrores, terminó por asumirlo y enfocarse en su hija. Pero verlo ahí solo hizo que sus esperanzas por tenerlo entre sus brazos retornaran, sentía que lo amaba tanto o más que hace unos años.

Menfis lo soltó y se acercó lentamente al hombre que descansaba de manera tranquila en la cama, tomándolo de la mano con delicadeza. Pero él no abrió los ojos, no hubo reacción alguna de su parte.

Atem apretó ambos puños, pensando que si esas cartas hubieran llegado a destino el podría haberlo ayudado y las cosas serían de otra manera ahora. Menfis se giró a mirarlo desde su posición, con los ojos brillantes por tantas emociones que ella también experimentaba - ¿No vendrás? –

Atem tomó aire y, obligando a sus piernas a avanzar, se acercó en silencio - ¿Sabes lo que tiene? ¿Qué fue lo que pasó? –

- Tía Anzu sabe más que yo sobre esto, sólo entiendo que su corazón no funcionaba muy bien. Una semana antes de que yo fuera contigo él se complicó y quedó en este estado… conectado a un respirador y sin poder abrir los ojos – terminó, agachando la cabeza.

Anzu había regresado hace unos instantes y miró la escena. Jamás había visto al hombre que tenía delante, sólo había escuchado de él a través de las contadas ocasiones en las que Yugi quiso hacerlo. A pesar de que no había odio o rencor en las palabras de su amigo, ella si los había desarrollado pues pensaba que todo lo que ese chico y su hija estaban pasando era culpa del hombre que, contra todos sus pronósticos, había cuidado de Menfis sin pedir explicaciones ni cuestionar su paternidad, según lo que la menor le había relatado en sus llamadas. Tendría que cambiar su forma de pensar, ya escuchaba un te lo dije de parte su esposo en cuanto le hablara sobre esto.

Se acercó a la pareja y la adolescente se giró a ella - ¿Qué le hicieron a papá? –

- ¿Por qué lo dices? –

- Su cuello… - apuntó – el respirador estaba conectado a su boca la última vez que lo vi, no a su cuello – su voz estaba cargada de tristeza y preocupación.

La castaña lanzó un suspiro al aire – Eso fue hace dos o tres semanas, el médico me explicó que Yugi ha estado tan débil desde entonces que no ha sido posible desconectarlo del respirador pues no respira por su cuenta. Abre los ojos en ocasiones y reacciona a ciertos estímulos, cada vez avanzando pero es algo demasiado lento. La forma en la que tu lo viste no se puede mantener por mucho tiempo… no entendí mucho más cuando me explicó de tecnicismos y esas cosas –

- Entiendo… - dijo la chica, Atem sólo se mantenía callado.

- Cariño, ¿Por qué no vas a la cafetería por algo de comer? Estoy desde la mañana y olvidé que no desayuné en casa – La otra algo desconcertada, asintió y se marchó.

- ¿A qué te referías con lo de antes? – preguntó al fin el mayor, sin quitar la mirada del otro.

Anzu se sentó en la silla a un lado de la camilla - Después de que no pudo contactar contigo a través de las cartas, Yugi tardó mucho tiempo en decidir si era correcto o no ir directamente a la empresa a visitarte. Más que nada él estaba preocupado por Menfis y su futuro, así que yo lo animé a ir. Pero nunca pudo pasar de tu recepcionista o tu secretaria, siempre había una excusa para él hasta que la última vez tu secretaria mencionó que te habías negado a recibirlo, que no tenías interés en saber de él ni nada que lo implicara – la cara de Atem palideció, para luego convertirse en furia. Sus amigos tenían razón, ¡esa mujer!...

- Eso jamás pasó – habló, apenas saliéndole la voz – Yo no supe de Yugi hasta que Menfis apareció en mi puerta, por mucho que lo busqué jamás pude encontrarlo y terminé por rendirme, él no quería ser encontrado –

- Entonces... ¿las cartas? –

- Eran interceptadas por mi madre, en ningún momento llegaron a mis manos –

La chica soltó un pesado suspiro - Diablos, entonces Yugi siempre tuvo razón – eso llamó la atención del otro - yo veía ridículo que creyera en ti después de todo lo que había pasado, más cuando se descompensó en el momento en el que esa mujer le dijo que lo habías rechazado por completo. Su corazón estaba mal y necesitaba ciertos medicamentos para mantenerlo, pero a veces no podía acceder a ellos pues eran de un alto costo. Su tratamiento jamás estuvo completo, para Yugi solo Menfis era prioridad – Atem dirigió su mirada al suelo y Anzu tomó algo de aire antes de continuar - De a poco fue fallando hasta que su corazón dejó de funcionar y debieron reanimarlo unos minutos, afortunadamente ocurrió mientras estaba internado. Pero… se ha mantenido así como lo ves –

El silencio se mantuvo unos minutos, interrumpido luego por el tricolor - Podríamos evaluar otra opinión, quizás trasladarlo a un clínica donde sea mejor atendido y avance más rápido –

- ¿Quién piensas que somos? – le reclamó ella – Si apenas podía costear sus medicamentos ¿cómo piensas que pagaremos una clínica? –

- Yo lo haré – afirmó decidido.

- No le debes nada, no tienes por qué hacerlo. No pienses que si haces esto y funciona, Yugi regresará contigo o te entregará a Menfis –

- Tengo el dinero y quiero hacerlo, no espero nada a cambio por más que lo quiera. Mi intención es que Menfis nos tenga a ambos – tomó un respiro – además es mi culpa que todo esto haya pasado, si él no me hubiera conocido se habría ahorrado todos los problemas que mi entorno le causó, podría haber cuidado de sí mismo y conocer a alguien mejor. Otro sería el padre de Menfis y ella no tendría que ver a Yugi en estas condiciones, ni correr el riesgo de vivir en algo parecido a un orfanato – terminó casi entre dientes.

- Padre, no digas eso – le animó, recién llegando de la cafetería con algo de comida para los tres. Alcanzó a escuchar las últimas palabras del hombre así que decidió intervenir – Aún cuando no sabías que era tu hija me recibiste con los brazos abiertos y hasta el momento no me ha faltado nada, no hay nadie mejor – le sonrió.

- Menfis… - la chica lo abrazó con cariño y el mayor correspondió.

Anzu suspiró ante la escena familiar que jamás pensó ver, el hombre se mostraba decidido de hacer algo… y ella no tuvo más que aceptar.

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- Te ves pálido ¿sucede algo? – le preguntó Seto a su hijo una vez atravesaron las puertas de la empresa. El adolescente había accedido a pasar algo de tiempo con el que era su padre, así que una de las primeras cosas por hacer era mostrarle su entorno y una de las paradas era su trabajo.

- No es nada, sólo los mismos dolores de cabeza de siempre – comentó en voz baja, comenzando a maravillarse mientras miraba el interior del edificio, jamás había tenido tanta tecnología al alcance por lo que el dolor rápidamente había pasado a un segundo plano. Seto lo observó algo preocupado, a pesar de que el médico habló de que esto pasaría. La cirugía se realizaría en dos días y el sólo quería que pasara ya – Papá me dijo que desarrollas muchos tipos de juegos aquí ¿Puedo probar alguno? –

El mayor solo pudo sonreír al ver el entusiasmo del otro y asintió – Te llevaré donde se realizan las pruebas, Mokuba es el encargado de esa sección –

- Genial, mi tío tiene suerte de trabajar aquí –

- Puedes venir cuando quieras, Judai – ambos entraron al ascensor y el castaño presionó el botón correspondiente al piso.

- Dudo que papá quiera que pase mucho tiempo aquí –

- El tendrá que aprender a compartir tu tiempo – Las puertas se abrieron dando paso a un lugar completamente extraño, lleno de colores y figuras tamaño real de los personajes de videojuegos. Judai salió mirando en todas las direcciones, completamente asombrado, reconociendo cada uno de los juegos que ante él se mostraban, juegos que siempre quiso probar pero a los que no podía tener acceso – Puedes quedarte todo el tiempo que quieras, Mokuba viene en camino por ti – le dijo luego de guardar su teléfono.

El menor lo miró sonriente y completamente entusiasmado - ¿En serio puedo quedarme? –

- Claro, sólo avísame si necesitas algo… cualquier cosa. Vendré por ti en dos horas pero solo sube al piso veinte si quieres irte –

- Deja de preocuparte, Seto – le comentó su hermano, una vez llegó con ellos. Judai sólo salió corriendo, admirado por cada detalle del lugar.

- Cuídalo bien, hace un rato estaba algo pálido y con algo de dolor así que encárgate de vigilarlo – le dijo en voz baja para que sólo él escuchara - Hablaré con el médico de todas formas -

El pelinegro apoyó la palma de su mano en el hombro del otro – Descuida, hermano. Estaré al pendiente de mi sobrino – sonrió.

- ¡Judai! – lo llamó, el chico sólo se giró a mirarlo unos metros más allá. Seto levantó la mano en despedida y se marchó después de sonreírle.

Judai hizo lo mismo en respuesta, su padre no era alguien tan malo. Aún no entendía del todo porqué ambos estaban distanciados y se llevaban tan mal, pero por lo menos el hombre se estaba esforzando aunque ahora debiera marcharse. No podía interrumpirlo si debía trabajar también.

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Jonouchi estaba nervioso, tanto que apenas podía concentrarse esa noche en el trabajo. Sólo llevaba tres horas desde que había llegado al lugar y ya había roto un par de vasos, confundido a tres de sus trabajadores con otras personas y casi hace añicos una de las botellas más caras de licor. Sin contar que trataba de sacar la cuenta de las ganancias del día y ya llevaba más de una hora en eso, cuando usualmente le tomaba sólo media. Ni hablar de cómo había quedado el inventario.

Estaba aterrado porque mañana operaban a su hijo. Intentó pedir libre en el trabajo pero por la temporada se lo negaron completamente así que, para que no quedara sólo por la noche, el chico fue a dormir en casa de los Kaiba.

Intentó concentrarse de nuevo en lo que hacía, pero luego de unos minutos terminó por rendirse y se dirigió a hacer algo más productivo. Aún le quedaban unas seis horas de trabajo para hacer ese trámite.

Mientras caminaba por los pasillos del lugar recordó las palabras de Seto de hace unos días, aquellas en las que le ofrecía hacerse cargo de Judai. Si lo pensaba bien, con eso podría renunciar a esa clase de trabajo y buscar uno en el que pudiera disfrutar de los momentos importantes de su hijo y descansar como se debe. Pero estaba frustrado puesto que no quería depender de alguien más, mucho menos si se trataba de él pues aún le costaba mantener una buena relación con todo lo que pasó.

Fue sacado de su mundo interno al escuchar cristales romperse y un par de golpes, por lo que se dirigió raudamente a la zona principal del lugar donde dos hombres se molían a golpes, rodeados de un público que no hacía más que animarlos a continuar. Se acercó con la intención de separarlos y expulsarlos del bar de inmediato, labor que completó veinte minutos después a punta de patadas, tirones y un par de puñetazos. Nadie más había podido ayudarlo, pues el resto de los trabajadores eran menores que él o bastantes débiles como para enfrenarse a una situación como esa.

Se dirigió al baño y se miró en el sucio espejo del lugar, se llevó la mano a la adolorida mejilla y limpió la sangre que salía de su boca, todo producto de un puñetazo cortesía del escandaloso par que echó a la calle. Afortunadamente ninguno portaba algún arma o podría haber terminado peor el asunto.

Se lavó la cara y cerró los ojos, pensando cómo no era raro que estas cosas sucedieran por lo menos una vez cada noche. Esto era peligroso, con treinta y tantos años esa ya no era vida para él, menos si tenía un hijo esperándolo en casa.

Entonces decidió que lo intentaría, debía dejar este lugar.

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Eran casi las seis de la mañana cuando su turno en el bar por fin terminó, por lo que tomó su abrigo y bufanda y se dirigió a la salida, algo desanimado porque nadie podría recibirlo esta noche. Salió al exterior y se cubrió al instante por el frío, pero se extrañó al ver un lujoso auto con los vidrios polarizados detenido frente a él. Se asustó un poco, después de todo no era el barrio más seguro del mundo y pensó que podría ser un grupo matones o algo así.

Aunque todo su miedo se transformó en desconcierto cuando vio bajar al castaño del auto ¿Qué diablos hacía a esa hora ahí?

– Estaba esperándote – le dijo el otro una vez se detuvo frente a él.

- Sé perfectamente cuál es el camino a casa, Kaiba –

- No te esperaba para llevarte a tu casa, te esperaba para que fueras a la mía… con Judai – añadió.

Eso sorprendió al rubio - ¿A tu casa? ¿Qué pretendes? –

- Solo imaginé que estarías nervioso por lo de mañana… en realidad hoy – corrigió – y no podrías dormir al estar lejos de nuestro hijo –

- “Nuestro hijo”… que extraño sonaba eso – pensó el rubio – No era necesario que te molestaras con eso, puedo dormir en casa – comenzó a caminar, ignorando al otro, pero se detuvo al ser retenido por la muñeca.

- Solo piensa en Judai, quizás él tampoco dormirá bien. Te necesita y no será suficiente conmigo… yo aún no significo lo suficiente en su vida – Jonouchi se dio la vuelta para observarlo, viendo al otro decidido no pudo negarse. A pesar de todo, él se había tomado la molestia de venir a buscarlo y esperar en el frío, pensando en ambos.

- Está bien, pero dormiré con él – comenzó a caminar hacia el auto, seguido de cerca por Seto.

- No tengo objeción contra eso. Por cierto, ¿qué te pasó en la cara? – preguntó una vez ambos estaban dentro del auto.

- Sólo un par de idiotas haciendo escándalo, los tuve que sacar de lugar aunque no me salió gratis – se tocó la zona lastimada.

Seto lo miró, encendiendo el auto - Eso fue peligroso ¿es que no tienen guardias? –

- No, el dueño prefiere ahorrarse ese dinero. Sé que me pongo en peligro, pero debía conservar mi trabajo ya que era una buena oportunidad aunque después de esto creo que lo pensaré mejor – terminó en voz baja.

Eso fue lo último que se escuchó, pues se mantuvieron en silencio hasta llegar a la mansión del empresario. Una vez ahí, Seto obligó al rubio a sentarse en uno de los sillones del salón y esperarlo mientras iba por un pequeño botiquín y una compresa fría, con la intención de curar las heridas del otro. Mientras lo hacía, el rubio no podía evitar mostrar un sonrojo en ambas mejillas e interiormente trataba de alejar el pensamiento de querer que se acercara más.

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- Papá, estoy bien ahora. Ve a descansar – le reclamó Judai una vez estaban en la clínica los cuatro. Ya estaba preparado e ingresado, sólo faltaba que vinieran a buscarlo a la habitación para llevarlo a cirugía.

- ¿No quieres que me quede contigo? – preguntó fingiendo una cara triste, el castaño sólo hizo un mohín. Afortunadamente, después de las curaciones que con tanto cuidado le había hecho el otro y un poco de maquillaje, no tenía marcas en la cara y el chico no se había dado cuenta de lo que había pasado por la noche.

- Trabajaste un turno largo, ve a dormir – ordenó – la cirugía durará unas horas, aprovecha ese tiempo –

- Pero… -

- ¡Papá! – alzó la voz – no hagas que me vaya preocupado por ti – Jonouchi quedó sin palabras al ver el semblante triste de su hijo, realmente se estaba preocupando por él.

- Tranquilo, Judai. Yo me encargo de llevarlo – ofreció Mokuba, viendo que si no intervenía eso terminaría en discusión.

El chico lo miró de soslayo – confiaré en ti –

- Claro -

Jonouchi se mantuvo en silencio ¿Por qué su hijo era tan testarudo?

Oh, claro. Era la perfecta combinación de Kaiba y él, pensó.

Veinte minutos después golpearon la puerta de la habitación y Judai tuvo que despedirse de sus padres y tío. Una vez se fue, Seto se giró a mirar al rubio quien estaba completamente nervioso y con un ligero temblor en las manos. Se acercó a él y se agachó a su altura, pues el otro se hallaba sentado.

- Vamos a la cafetería –

- No puedo pensar en comer ahora – se oía algo angustiado. Seto decidió sentarse a su lado, mientras Mokuba decidió darles un poco de privacidad y se marchó en silencio.

- La cirugía durara unas ocho o doce horas, no puedes estar sin comer o descansar por tanto tiempo. Recuerda lo que te dijo Judai –

- ¿Es que no lo sientes? Es mi hijo el que está ahí – Jonouchi ni siquiera se dio cuenta del casi contacto que tenía con el otro.

- Lo sé, yo también me siento angustiado. Pero él mismo te lo dijo, debes descansar – Se levantó para guiarlo a la salida – Vamos a casa –

- No puedo –

- ¡Jonouchi! –

- ¡¿Quién te crees que eres para decirme que es lo que debo hacer?! Es MI hijo el que está ahí a punto de ser operado. No lo entiendes –

- ¡Es mi hijo también!... aunque te cueste admitirlo ahora. Siento lo que pasó hace unos años y quisiera que todo el rencor que me tienes no interfiriera en esto, porque no te permitiré que me alejes de su vida ahora –

- ¡Eres un…! –

- Si quieres recibir completamente agotado a tu hijo es tu problema, siempre ha sido así. Me largo – abrió la puerta y salió. En el pasillo se encontró con su hermano menor, quien sólo abrió la boca para hablar pero fue interrumpido – Mokuba, nos vamos. Volveremos en unas horas –

- Pero… ¿y Jono? –

- Déjalo, él quiere quedarse –

- Pero… -

- ¡Nos vamos! – el moreno emitió un suspiro, ya no valía la pena llevarle la contraria así que solo lo siguió.

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- No se preocupe, Señor Sennen. Cuidaremos muy bien del paciente – le habló la enfermera una vez Yugi fue ingresado a su nueva habitación en la clínica que quedaba tan solo a unas cuadras de su casa.

- Eso espero – habló algo distraído, observando cómo conectaban al otro a los monitores y lo terminaban de acomodar. Sólo había pequeñas reacciones de su parte al movimiento o al cambio de temperatura.

- Esta tarde será nuevamente evaluado por los médicos de la clínica y se tomaran las determinaciones correspondientes con el Señor Muto. Nos contactaremos con usted apenas tengamos resultados – le sonrió la chica.

- Esta bien, sólo avísenme apenas decidan algo con él –

- Claro, Señor – la chica hizo una reverencia y se marchó.

Atem miró por última vez a Yugi y emprendió el camino a la salida, donde Mana, Anzu y Menfis lo esperaban.

- ¿Papá está bien? –

- Si, quédate tranquila – se agachó a su altura – están ultimando detalles con él y luego me llamarán para decirme que va a pasar – la chica sonrió y el hombre se levantó para mirar a Anzu – te avisaré en cuánto me digan algo –

Anzu sólo bufó – Será más complicado para mí venir a visitarlo pero me haré el tiempo para viajar – Se agachó a la altura de la pelinegra y le habló – Cuídate bien ¿Si? Y no le generes problemas a tu padre, o a Yugi – rio – Te llamaré cuando venga y, si puedes, ven a visitarnos también. Honda y el bebé también te extrañan –

- Mándales mis saludos, yo también los extraño –

Anzu se levantó y se dirigió a los dos adultos – Les encargo a Menfis, sigan cuidando bien de ella por favor – el mayor asintió – Adiós –

- Espera – la interrumpió Atem antes de que comenzara a dirigirse a la salida, la castaña lo observó atenta – Gracias… por hacerte cargo de Menfis y de Yugi, además de tu ayuda con la documentación para reconocerla como mi hija -

- No es nada, fue una ventaja que mi esposo trabajara en ese lugar y agilizara tanto papeleo. Es un alivio que el gobierno desistiera de la idea de llevársela y seas tú quien tenga su custodia ahora, debo decir que te juzgué muy rápido y lo siento por eso -hizo una referencia y se marchó.

Menfis no podía estar más contenta, pues podría decir que todo iba por buen camino. Solo faltaba que su padre se recuperara y volviera a la casa de una vez.

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- ¿Y? ¿Quieres que te lo diga o no? – habló Mana al tricolor. Menfis se encontraba en su habitación haciendo la tarea de la escuela y ambos estaban en el comedor, esperando a Mahad que pronto llegaría por la mujer. Atem sólo miraba a otro lado sin responder - ¡Atem! –

- Está bien, solo dilo – habló entredientes.

- ¡Te lo dije! – se burló – te advertí junto a Mahad que esa mujer era un problema y tu no nos escuchaste. Mira las consecuencias ahora –

- Ya lo sé, no me lo recuerdes. Estoy furioso con ese par y conmigo, ¿cómo dejé que pasara esto? – se lamentó-

- ¿Qué harás entonces? –

- Quiero revisar las cámaras de los días en los que Yugi vino a la empresa, quiero saber exactamente lo que pasó. Ya luego me encargaré de esas dos –

- Espero que las despidas –

- No dudes que lo haré… - fue interrumpido por el sonido de su celular.

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Casi ocho horas después de la discusión con el rubio, Seto volvió a la clínica. Esta vez llegaba solo, pues su hermano debió quedarse en casa estudiando para un examen programado para el día siguiente. Interiormente iba preocupado por el estado en el que encontraría al otro, pero no podía referírselo a nadie.

Cuando abrió la puerta de la habitación lo encontró sentado en el mismo sillón en el que lo dejó, completamente dormido y algo pálido. Supuso que ni siquiera fue a la cafetería a comer algo, por lo que volvió a salir para buscar algo de comida.

Minutos después volvió con un algo de beber, fruta y un sándwich. Se acercó a él y tuvo que moverlo un poco para tratar de despertarlo, proceso que le tomó un par de minutos hasta que el otro abrió lentamente los ojos - ¿Tú otra vez? – habló con voz adormilada.

- Te traje algo de comer –

Al principio, Jonouchi iba a negarse a lo que el otro le ofrecía pero estaba hambriento y no tuvo otra opción – Emm… gracias -

Una vez terminó de comer, el rubio lo miró algo culpable mientras Seto sólo miraba a través de la ventana - ¿Has tenido noticias? – ni siquiera lo observó.

- No – suspiró, sintiéndose peor. Se mantuvo unos minutos en silencio, hasta que decidido se levantó y se acercó al otro – Lo siento –

El otro enarcó una ceja, se giró a observarlo. Intentó parecer duro pero al mirarlo a los ojos solo volvían a él los sentimientos que tenía cuando era apenas un adolescente y no podía regañarlo – Solo vuelve a recostarte, iré a ver si obtengo algo de información – Jonouchi asintió.

Cuando volvió minutos después, encontró al otro nuevamente dormido. Le habían dicho que faltaban por lo menos dos horas para terminar la cirugía, por lo que sólo se dedicó a contemplarlo en silencio un rato más.

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Aproximadamente tres horas más tarde, el enfermero ingresó la camilla y un dormido Judai con un par de vendas en la cabeza. El rubio, ya despierto, se levantó de inmediato para saber de él.

- ¿Cómo está? –

- El médico vendrá en unos minutos a conversar con ambos, pero debo pedirles que abandonen la habitación un momento para que acomoden al paciente  - ambos asintieron.

Una hora después ya tenían la información del médico y ambos estaban más tranquilos, pasaron unos minutos a ver al menor pero debieron dejarlo luego ya que no podían permanecer en el hospital. Eran casi la una de la madrugada y el clima estaba helado.

- Ven conmigo a casa – pidió Seto al otro.

- No es necesario, puedo ir a la mía –

- Insisto, lo mejor es que pases la noche acompañado. Además, si llamaran del hospital lo mejor es que estemos ambos en el mismo lugar –

- ¿Por qué te preocuparías tanto por mí ahora? –

- Eres el padre de mi hijo, es lo mínimo que puedo hacer – habló, comenzando a caminar en dirección al auto.

En el fondo, Jonouchi esperaba que le dijera que aún era importante para él. Pero eso no iba a pasar, él no había significado nada para el castaño cuando eran jóvenes y lo único que los unía ahora era Judai. Suspiró, con algo de dolor contenido y terminó por seguirlo.

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Atem salió de la sala de reuniones con un portazo que se escuchó por todo el piso, completamente furioso y asustando a un par de trabajadores que tuvieron la mala suerte de circular cerca de ahí. Tras él la puerta volvió a abrirse mostrando a una pelinegra que le seguía algo desesperada - ¡Atem, por favor! –

El hombre sólo siguió caminando sin detenerse hasta que la otra le agarró por la muñeca, agarre del cual inmediatamente se soltó - ¡Suéltame, maldita sea! –

- No puedes despedirme de esa forma, he sido tu secretaria por años ¿eso no vale nada? –

Atem se giró, con un semblante que haría temblar a cualquiera – ERAS mi secretaria – recalcó – y es irrevocable –

- Atem –

- ¿Sabes qué es lo peor? – añadió, mientras la otra lo miraba sin decir una palabra – que no te arrepientes de hacer lo que hiciste – se acercó a ella y con un tono de voz cargado de dolor y rencor le dijo - Lo que ustedes hicieron pudo haberle costado la vida a la persona más importante para mí ¿lo entiendes? Vino buscando ayuda y tú se la negaste… ¡con mentiras! – la otra tragó saliva, jamás había visto ese lado de su ex jefe – agradece que él aún está vivo y con posibilidades de recuperarse porque de lo contrario me habría encargado de que no encontraran un trabajo en su vida –

Atem se dio media vuelta y se marchó, Vivian se quedó congelada en medio del pasillo observando cómo las puertas del ascensor se cerraban, quitándole la visión del rostro de la persona que anteriormente consideraba algún día se convertiría en su esposo.

Por su parte, Atem estaba que no podía con la rabia. Hace unas horas se había encargado de revisar todas y cada una de las tomas en las que Yugi se mostraba, lo que no había hecho más que fortalecer su decisión de despedir a ambas chicas. No podía oír las grabaciones pero sólo bastaba ver la expresión de ambos, sobre todo la de él.

Lástima que Vivian no se había tomado la noticia de la misma forma que la recepcionista, quien sólo acató y se marchó sin decir una palabra.

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Una semana había pasado desde que Yugi se trasladó a la clínica, con una buena evaluación de parte de los médicos del lugar. Era capaz de abrir los ojos y poco a poco se había adaptado a respirar por sí mismo, pero aún se encontraba algo adormilado y desorientado en general.

- Siento como si no estuviera aquí – mencionó triste la pelinegra, sentada a un lado de su papá. Miró a la castaña a su lado – Mi padre también está triste porque no reconoce muchas cosas –

Mana se acercó a ella con una sonrisa – Debes estar tranquila, cariño. El doctor nos habló de esto, tenían que asegurar que su corazón soportara un poco más por lo que aún está bajo el efecto de algunos medicamentos. Por otra parte, los chicos de aquí nos han comentado que Yugi está respondiendo bien a las terapias, en un tiempo más podrá volver a levantarse y lo entrenarán para que pueda volver a hablar. Siempre está dormido cuando lo visitamos porque queda muy cansado, pero ellos me dicen que, a su manera, pregunta por ti –

Menfis se contagió un poco de la sonrisa de la mujer y tomó una de las manos del tricolor, causando que éste abriera lentamente los ojos. Se quedó unos instantes mirando el techo del lugar y luego dirigió su vista a aquella que lo mantenía tomado de la mano. Pasaron unos pocos segundos en los que nadie hizo nada hasta que Menfis sintió un pequeño apretón en sus manos y Yugi le dirigió una cálida sonrisa. Lágrimas se acumularon en el rostro de la pelinegra - ¡Papá! – lo abrazó.

Atem llegó unos minutos después, en silencio, y al observar a su hija notó que había llorado. Miró a su mejor amiga y silenciosamente le preguntó la razón, la que sólo le indicó que mirara al chico en la camilla. De la sorpresa, casi bota los informes médicos que sostenía y, mientras hacía malabares para sostenerlos en el aire, se cortó el silencio de la habitación. Todas las miradas se dirigieron a él.

- Lo siento… - se disculó algo avergonzado.

- ¡Padre! – Menfis le dirigió una sonrisa, mientras Yugi mostraba una expresión de sorpresa – me alegra que hayas podido venir. Mira, papá está despierto –

El empresario sólo pudo mirar desconcertado la expresión de asombro que le dirigía el otro, imaginándose las mil y un razones por las que se mostraría así de sorprendido. Quizás sólo por verlo después de tantos años, de que conociera a Menfis, de que ella lo tratara con tanta familiaridad o por el hecho de que ambos sabían que eran padre e hija.

O por todas las razones a la vez.

Se sintió algo intimidado por esa mirada, además de avergonzado, que ni siquiera pudo dar un paso y acercarse - ¿Padre? ¿Pasa algo? – le preguntó su hija, pero no respondió.

La castaña se acercó a él algo exasperada por la estúpida reacción de su amigo. ¡Era increíble!, parecía un adolescente de quince otra vez. Sólo faltaba que se sonrojara y comenzara a temblar, ella no iba a permitir eso – Contrólate, Atem – le advirtió en silencio – Y reacciona o tu hija se asustará y causarás una mala impresión – El hombre la miró – Acércate a ambos, yo iré por algo de comer así que más te vale aprovechar este tiempo –

- Tía, ¿puedo acompañarte? – preguntó repentinamente la adolescente, sorprendiendo a ambos.

¿En qué momento había soltado a Yugi y se había acercado a ambos?, pensaron los adultos.

- ¿Eh? Claro, cariño. Vamos – le ofreció la mano para que la tomara y le dirigió una significativa mirada a su amigo.

Una vez salieron de la habitación y cerraron la puerta, Mana se quedó mirando a la menor - ¿Qué pretendes? –

- No espero que se reconcilien pero sí que hagan las paces algún día. Papá estaba sorprendido de verlo así que puedo suponer que lo reconoció, sólo quería darles un tiempo a solas –

- Me sorprende lo madura que eres, Menfis – soltó con algo de burla.

- No te burles de mí – respondió con un mohín, mientras comenzaban a caminar.

Un par de metros más allá, Mana creyó ver una figura conocida para ella así que aceleró el paso con intenciones de acercarse a él, mientras Menfis apenas le siguió - ¿Seto? – el aludido se dio apenas la vuelta.

- Mana… -

- ¿Qué haces aquí? – preguntó, Menfis tímidamente se escondió tras ella.

El castaño demoró en responder, pensando si sería adecuado contarle la verdad a la chica pues la noticia de su recién aparecido hijo no había sido difundida aún. Bueno, ella era casi parte de la familia y alguien de confianza así que decidió contarle – Mi hijo está hospitalizado en esta clínica, así que he venido a verlo –

Eso le cayó de sorpresa a la castaña - ¿un hijo? ¿Tienes un hijo? – le cuestionó en voz baja, asumiendo que si esto no había salido a la luz pública era porque se mantenía en secreto. No quería generar un escándalo - ¿Pero cómo? –

El otro la miró con cara de ¿no es obvio? Aunque entendió a que se refería exactamente – me enteré hace tan sólo unas semanas y no quiero difundirlo por ahora, así que te pido discreción –

Mana asintió, para luego agregar - Vaya, que coincidencia… -

Seto la miró curioso - ¿coincidencia? –

La otra asintió, recordando que Menfis se encontraba a su lado – Por cierto, Menfis él es Seto – le indicó – es el primo de Atem –

- Un gusto – dijo él, pero pensando internamente que la otra aún no respondía su pregunta. Menfis lo miró tratando de encontrar algún parecido entre ese hombre y su padre, dándose cuenta al instante que desconocía mucho de la familia por ese lado.

- Seto, ella es Menfis – se tomó unos segundos para continuar – Es hija de Atem – la chica hizo una apresurada reverencia.

Ahí entendió a que se refería la castaña - ¿Cuándo? –

- Hace un mes y medio o algo así. Su papá está hospitalizado también en este lugar así que estamos de visita, tu primo también vino –

- Que extraño todo, no me había mencionado nada –

- Tú tampoco lo hiciste al parecer – recalcó la mujer.

El castaño miró el reloj en su muñeca, evadiendo el verse descubierto - Le hablaré luego entonces, debo irme ahora –

- Bien, cualquier cosa estamos en la 405 – dijo sonriente.

Seto se dio la vuelta para agregar – 515 – y se marchó rápidamente.

- Tía Mana, creo que lo asustaste – mencionó la menor, causando la risa de la otra.

- Siempre es divertido molestarlo, tu padre hace lo mismo cuando lo ve – respondió, para sorpresa de la pelinegra.

- Vaya, no le conocía ese lado. Ha estado tan preocupado por el estado de papá que no tiene mucho tiempo para descansar o divertirse –

- Descuida, yo que lo conozco por más tiempo puedo decirte que ahora está más feliz, haciendo algo por sí mismo y por su futuro. Antes de ustedes solo estábamos nosotros, ahora puede tener una familia. Esperemos que, una vez recuperado, Yugi lo acepte también – comentó.

Menfis suspiró, conocía demasiado a su papá como para decir que le iba a costar esa decisión – Yo también espero eso –

Cuando volvieron minutos después, encontraron a Atem sentado a un lado de la camilla con la cabeza gacha y completamente derrotado - ¿Qué fue lo que pasó? – preguntó asombrada Mana.

- Apenas se fueron Yugi se volvió a dormir –

- Es decir, nos fuimos a dar un paseo alrededor de la clínica por nada –

- Lo siento –

- No es tu culpa – Menfis se colocó a su lado – además me dio la oportunidad de saber un poco más de ti –

Atem levantó la cabeza y la observó - ¿A qué te refieres? –

- Nos encontramos con Seto en uno de los pasillos y… – Mana comenzó a relatarle lo que había sucedido.

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Unos pocos días después, Atem se encontraba de visita una vez más en la clínica para ver a Yugi. Pero esta vez venía solo, se había asegurado de venir temprano para ello.

Su evolución estos días había sido muy buena, en palabras de los médicos. Ya era capaz de mantenerse sin el respirador, completamente despierto y atento a lo que pasaba a su alrededor, aunque aún faltaban algunas pruebas por pasar para que pudiera hablar de nuevo y comer por sí mismo. Aún así, decidió que era necesario pasar un tiempo a solas con él.

En serio lo necesitaba.

Una vez ahí, apenas y pudo sentarse en la silla a un lado de la camilla, donde se mantuvo en silencio y con la cabeza gacha pues no era capaz de mirarlo a la cara. De pronto sintió la palma de la mano del otro en su mejilla, causando que la alzara para observar cómo Yugi derramaba un par de lágrimas.

Atem sostuvo con su mano la del otro, a la vez que el menor le daba un silencioso lo siento - ¿Por qué te disculpas? – exigió – Es mi culpa que estés en este estado – el otro sólo negaba con la cabeza – Cuando más me necesitabas no estuve para ti –

Yugi continuaba negando, mientras intentaba transmitirle palabras pero viendo inútiles sus esfuerzos. Sintiéndose frustrado, miró hacia otro lado hasta que notó que en la mesa de noche había un cuaderno y un lápiz.

Con su índice apuntó a la mesa y miró a Atem - ¿Quieres algo de ahí? – el otro asintió - ¿El cuaderno? – volvió a asentir – Ya veo, quieres escribir – Yugi le mostró una sonrisa en respuesta.

El empresario se levantó para tomar el cuaderno y dárselo al otro, quien se sentó un poco más y se puso a escribir de inmediato. Una vez terminó se lo mostró a su acompañante con cara de culpa.

Fui un egoísta al no decirte sobre Menfis…

- No digas eso, sé que mamá estuvo detrás de todo. Intentaste decírmelo a través de las cartas, pero no pude leer ninguna hasta que Menfis me las dio. Todo este tiempo fue mi madre quien evitó que te reunieras conmigo nuevamente – Yugi volvió a escribir en el cuaderno, aunque con algo de dificultad al tratar de usar sus brazos después de tanto tiempo completamente quieto.

Lo sé, a veces con las cartas que eran devueltas había un pequeño mensaje de su parte. Seguí intentando escribirte hasta que me di cuenta que era inútil, ellas no llegarían a ti.

- Me enteré que me visitaste en la empresa también… – vio como Yugi escribía apresurado nuevamente.

Lo siento, debí parecer alguna especie de acosador.

- No se trata de eso, si tan sólo me hubiera enterado de que estabas ahí… habría hecho lo posible por recibirte – el otro lo miró asombrado – Si no te hubieran detenido… las cosas no serían de esta forma – mencionó con tristeza.

¿No me odias por todo lo que te hice?

Atem lo miró sorprendido - ¿Cómo podría odiarte? No sé que pudo haberte dicho o hecho mi madre, pero jamás pensé en ti con rencor. Te busqué por mucho tiempo, intentando encontrar alguna razón para que me dejaras de esa forma, pero todas me llevaban a ella –

Lo siento

Rió un poco – No es necesario que vuelvas a disculparte, pero ¿Qué fue lo que hizo? – el otro negó con la cabeza, rehusándose a decírselo – Por favor… dímelo – rogó. Yugi demoró un rato en responder, decidiendo si era correcto contarle la verdad hasta que tomó una determinación… ya no quería ocultar más cosas.

Ella estaba dispuesta a arruinarte por completo con tal de que me separara de ti, de abandonarte en todos los sentidos. Yo crecí en un ambiente de abandono, no quería lo mismo para ti. Solo éramos un par de adolescentes y tú dependías por completo de tus padres.

- ¿Cómo se atrevió? –

Me dije a mí mismo que sería por un tiempo, hasta que las cosas se calmaran y tu madre se olvidara de todo. Juro que nunca quise dañarte, lo siento. Cuando nos despedimos ese día, yo no sabía de la existencia de Menfis.

Yugi había vuelto a llorar, Atem llevó una de sus manos a secar las lágrimas del otro - ¿Por qué no volviste? Desapareciste de mi vida y por más que traté no pudo encontrarte – le dijo en voz baja.

Porque tiempo después me enteré de mi enfermedad y creí que no me quedaba mucho. No quería que volvieras conmigo para volver a dejarte, quizás para siempre esta vez. Fue cuando decidí contarte lo de nuestra hija pero sin mostrar intenciones de volver contigo, debías saberlo.

- Es maravillosa, te has encargado de ella muy bien… pero ahora me toca a mí ayudarte –

No es necesario, tu deber es con ella no conmigo.

- No digas eso… eres lo más importante para mí junto con ella. Déjame cuidarte –

Yugi había quedado sin palabras, se levantó ligeramente para ser recibido por los brazos del otro.

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- Dejé mi trabajo en el bar – dijo el rubio mientras miraba a la ventana.

- ¿En serio, papá? ¡Eso es maravilloso! – exclamó feliz Judai, medio sentado en la camilla de su habitación en la clínica - ¿Qué harás ahora? –

Jonouchi suspiró, esa era la peor parte – Tu padre me ofreció un cupo en su empresa, no tengo idea de lo que debo hacer aún pero el horario era ideal y la paga no es mala –

- ¿Cuándo empiezas? –

- Dijo que apenas salgas de aquí, quiere que pase este tiempo contigo –

- ¿Ehh?... así que no sólo duermes en su casa sino que también te dio un trabajo que probablemente los mantenga juntos todo el día – le dijo pícaramente.

- ¡Sólo lo hago porque no quiero estar sólo en casa! – exclamó algo sonrojado - Y ya no quería trabajar en el bar… -

Judai comenzó a reír – Papá, te has ruborizado –

- ¡No digas tonterías! –

El chico continuó riendo un rato, para agregar una vez se calmó - ¿Por qué no le das una oportunidad? –

- ¿De qué hablas? Todo lo que ha hecho es porque tú eres su hijo, no para que vuelva con él – miró en otra dirección.

Judai lo miró en silencio, ¿Desde cuándo su padre era tan despistado? Se supone que él era el adolescente, no su padre.

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- Adelante… - dijo Judai luego de sentir un par de golpes en la puerta de la habitación.

Seto abrió la puerta tranquilamente e ingresó con una persona desconocida para el menor – Judai, ¿Cómo estás? – preguntó una vez se acercó.

Judai le sonrió – Excelente ahora que me han dado el permiso para sentarme fuera de la cama y caminar unos pocos metros, ¡Por fin podré salir un rato de estas cuatro paredes! – exclamó feliz.

- No te entusiasmes, ni salgas solo – advirtió.

- No seas aguafiestas, padre – bufó, gesto que a Seto le pareció tan familiar. Luego se giró a mirar al extraño, interrogante.

- Por cierto, este que me acompaña es Atem, mi primo –

- Vaya, pues no se parecen en nada para ser familiares –

- En realidad, – comenzó el tricolor – mi padre es el hermano del padre adoptivo de Seto así que no compartimos lazo de sangre pero si nos criamos como si lo tuviéramos – explicó.

- ¿Padre adoptivo? – habló sorprendido el menor, dirigiendo su mirada al castaño.

- Mokuba y yo fuimos adoptados de un orfanato cuando éramos niños, llegamos ahí porque nuestros padres biológicos fallecieron en un accidente y nadie más de la familia quiso hacerse cargo de nosotros, por lo que nos enviaron a ese lugar. Actualmente no mantenemos contacto con ellos, aunque han aparecido en ocasiones sólo por conveniencia –

- Entiendo, aunque eso sólo hace que me dé cuenta de que hay muchas cosas que no sé de ti – dijo preocupado, Seto se acercó a él de una forma más paternal.

- Ahora tengo todo el tiempo para enseñarte todo de eso -

- Vaya, es raro verte en ese plan paternal – se burló el otro, mientras Seto lo miraba con algo de enojo – Un gusto, Judai – le extendió la mano en modo de saludo, a lo que el adolescente la estrechó – También tengo una hija de tu edad, te la presentaré en alguna ocasión para que no te aburras tanto. Debe ser terrible pasar tiempo con él – apuntó al otro.

- Atem… - advirtió.

El tricolor se carcajeó – No seas tan grave, Seto. Todos sabemos que no eres de pasatiempos, la gente constantemente se aleja de ti porque mantienes esa postura de seriedad. Admiro al padre de Judai, que te aguantó por tanto tiempo –

- Él tiene razón, – intervino el menor, antes de que Seto casi le gritara al otro adulto – deberías sonreír más seguido, así como lo haces cuando ves a papá – comentó pícaro.

Seto sólo cruzó los brazos en su pecho y cerró los ojos, con un ligero sonrojo, pero intentando no perder la compostura – No digas tonterías –

- No lo niegues, deberías ir de frente con él ¿por qué no le explicas lo que realmente pasó cuando se separaron? –

- Él tiene razón, Seto. Si quieres volver con él lo mejor es que comiences explicándole las razones de todo lo que hiciste… y lo que no –

- Judai, no sabes lo que realmente pasó hace quince años, ¿cómo estás seguro de que no es diferente de lo que tu papá cree? Además, ¿Quién dice que eso es lo que quiero hacer? –

- No me creas un tonto, sé perfectamente que aún sientes algo por papá – le regañó su hijo, cambiando su semblante a uno más serio – Cualquiera que te conozca un poco lo habría notado de inmediato, tu actitud es muy diferente cuando te diriges a él –

- Pero eso no significa… -

- ¡Padre! No seas testarudo –

- Deberías escuchar lo que te está diciendo tu hijo, Seto. Todos lo hemos notado – comenzó a girarse a la salida – Bueno chicos, me retiro. Me están esperando en el otro lado, un gusto conocerte – se dirigió al menor, quien le sonrió.

- Puedes venir cuando quieras, aún me quedan algunos días aquí – respondió.

- Claro, vendré –

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- ¿Cómo… va… la… escuela?... – intentó preguntar Yugi, con las palabras saliendo con algo de esfuerzo. Había pasado casi una semana más en la clínica.

- Es algo difícil, me exigen mucho más de lo que me exigían en mi escuela anterior – comentó Menfis algo resignada – Pero he podido acostumbrarme bien, conocí varios chicos de mi edad que me han ayudado con todo y, si hay algo que no entiendo bien, mi padre me ayuda con eso –

Estaban solos en la habitación, Yugi en una silla de ruedas a un lado de la ventana y Menfis en un sillón cercano a él. El mayor aún continuaba con su rehabilitación y, a pesar de que aún le costaba caminar, daba algunos pasos y podía formar oraciones, aunque con lentitud. Había pasado cerca de dos meses en cama, así que era razonable que ya no pudiera moverse con tanta libertad como antes.

- Me alegro… que… te lleves… tan bien con… él – le sonrió.

Ella se levantó del sillón para pasearse por la habitación – La verdad, estaba nerviosa la primera vez que me dirigí con él pues no sabía cómo podía reaccionar o si iba a recibirme en su casa, sólo supuse que si me echaba del lugar debía devolverme o rogarle una vez a la familia de mi amigo por un lugar para pasar la noche –

Yugi frunció el ceño, ligeramente molesto – Eso fue muy… arriesgado –

Menfis se giró a mirarlo – No te enojes, papá. Para mi suerte, él me aceptó en su casa y se encargó de darme lo que necesitaba, incluso más que eso. Me ha ayudado con el proyecto que estábamos realizando que, por cierto, presenté para que me dieran algún tipo de fondo para realizarlo. Aunque no sé que pasara… -

- Tan sólo saber… que… has podido… continuar… sin rendirte… me hace… feliz – sonrió orgulloso, Menfis se acercó tranquilamente y le habló en voz baja.

- No te sobre esfuerces, papá – se agachó hasta sentarse en el suelo y apoyó su cabeza en las piernas de Yugi, cerrando los ojos mientras el otro le acariciaba el largo cabello – Estoy tan feliz de tenerte de vuelta –

- Yo también… -

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- ¡Por fin en casa! – exclamó Judai feliz una vez cruzó la puerta principal.

- Técnicamente no es nuestra casa, así que tómatelo con calma – intentó regañarlo Jonouchi, mientras entregaba una de las maletas del menor al mayordomo.

- No seas aguafiestas, papá. Mi padre dijo que podíamos quedarnos todo el tiempo que quisiéramos, este lugar es demasiado grande y tiene muchas cosas –

- Solo soy realista, no te acostumbres a esta casa porque este no es nuestro hogar – le habló en voz baja y se acercó al otro – Este es un mundo al que no pertenecemos – mencionó algo distraído.

- Papá… -

Lo interrumpió - ahora, ve a la habitación a descansar –

- Pero el doctor sólo dijo que hiciera reposo no que pasara todo el día en cama –

- Para mí es lo mismo – indicó el mayor.

- Pero… -

- Obedece, aún estás en un delicado estado de salud –

- ¿Podría comer algo primero? – rogó, con esa adorable expresión que solo su hijo sabía utilizar. Aunque ahora que lo recordaba, Seto solía utilizar esa expresión cuando era niño y apenas llevaban un tiempo de conocerse. El detalle estaba en que el último lo hacía sin quererlo.

Jonouchi intentó parecer duro, pero el chico se la ganó sin esforzarse demasiado – Está bien, pero luego irás a la habitación y descansarás –

- Claro – mencionó emocionado y dirigiéndose a la cocina, mientras el par de hermanos ingresaba recién por la puerta.

El rubio se giró a mirarlos, para luego acercarse a ayudar con algunas de las bolsas de compras que se habían encargado de hacer antes de pasar por Judai – En verdad no era necesario que compraras tanto – le dijo al castaño.

- Sólo le pedí a Mokuba que comprara los medicamentos y algo de ropa para Judai –

- ¿Algo de ropa? – preguntó incrédulo mientras subía las escaleras en dirección a la habitación que compartía con su hijo - ¡Esto es un ropero completo! – exclamó mostrando lo que sostenía… más lo que llevaba el personal de servicio.

- Mokuba también compró algo para ti – habló apenas a medio metro de él.

El rubio se detuvo de repente, Seto casi choca con su espalda – Te he dicho que no quiero nada de ti –

- Es mi hermano menor quien asumirá la responsabilidad por esto – respondió con la excusa preparada de antemano. Jonouchi, no muy convencido, reanudó su camino sin decir una palabra.

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- Quisiera que ambos se quedaran indefinidamente aquí – le interrumpió una conocida voz. Estaba en la cocina preparando parte de la comida de su hijo, costumbre que había tenido desde siempre y que no iba a cambiar ahora, aunque tuviera un servicio completo de cocineros a su disposición.

Alzó la mirada para observar al castaño frente a él, con el mismo semblante serio de siempre – Creí que ya habíamos hablado de esto, nos quedaremos en lo que Judai se recupera y luego volveremos a casa. Siempre hemos sido los dos, no necesitamos de esta casa tan grande para vivir – le habló, retomando la labor de pelar algunas verduras.

El castaño se tomó unos segundos para contestar – Sólo quiero estar cerca de él… y de ti también – terminó en voz más baja sorprendiendo al rubio, quien abrió los ojos y detuvo intempestivamente lo que hacía.

- ¿Qué? –

Seto lo miró intensamente y rodeó el mesón de la cocina para acercarse a él. El rubio, ligeramente intimidado por el otro, retrocedió un paso – Te juro que jamás jugué contigo en el pasado, si no te dije quien era fue porque pensé que te alejarías de mi –

- Me engañaste – mencionó con un ligero rencor.

- No quería que te marcharas –

- ¡¿Cuándo pensabas decirme la verdad?! – alzó la voz - ¿O es que te daba vergüenza que tu familia te viera con un pobretón como yo? –

- Eso jamás, te conocí siendo un don nadie y me amabas por quien era, ¿cómo podría sentir vergüenza de ti? – lo tomó de los brazos, evitando que retrocediera un paso más – Me enamoré desde el momento en que escuché la primera palabra que me dirigiste, que no me juzgaste y me entregaste todo de ti. Sólo quería esperar a cumplir la mayoría de edad y enfrentarme a mi familia, pensando que si no lo aceptaban sería lo suficientemente capaz de tomar las riendas de mi vida y alejarme si era necesario – agachó la cabeza para mirar el suelo – Contigo fui feliz… aún cuando mi vida era un verdadero caos –

- Pensé que eras alguien de mi mundo… -

- Lo soy – suspiró – en el momento en el que te conocí todo era verdad, vivía en el orfanato junto a Mokuba y con suerte teníamos para comer. Pero luego nos adoptaron y nuestro mundo cambió completamente -

Jonouchi estaba mudo, tratando de asimilar las palabras del otro y debatiéndose entre creerle o no – Si me hubieras dicho la verdad… -

- Probablemente me hubieras dejado – lo interrumpió - … o eso era en lo único que pensaba. No quería perderte pero creía que te alejarías de mí alegando que éramos de mundos distintos a pesar de que habíamos salido del mismo lugar – apoyó la cabeza en el pecho del otro y sonrió con sarcasmo – lástima que me salió mal y terminaste huyendo de mi, odiándome por completo. Te busqué por todos lados y no pude encontrarte –

- Ese día iba a contártelo, sobre Judai – Seto abrió los ojos y levantó la cabeza para observarlo – Pero te vi ahí y sentí tanto rencor, pensando que me habías engañado y jugado conmigo que no quería algo que constantemente me obligara a verte, por lo que me alejé con él y lo crié por mi cuenta. Me prometí a mi mismo que jamás te lo diría, lástima que el destino quiso otra cosa y Judai enfermó, no tuve más opción que contártelo… ni siquiera creía que ayudarías –

- No sería capaz de dejarte con eso solo, no si se trata de ti o mi hijo… -

- ¿Cómo esperabas que lo supiera? Aún te odiaba por todo lo que pasó –

- Perdóname… - pidió de repente, sin ninguna duda.

Jonouchi observó el semblante suplicante del castaño que posiblemente jamás le había mostrado a otra persona y suspiró – Dame algo de tiempo – agachó la cabeza, el castaño lo soltó.

- Todo lo que quieras – se acercó lentamente y lo abrazó, el rubio sólo se apoyó en el hombro del otro y cerró los ojos – Voy a esperarte -

Notas finales:

Sé que dije que este sería el último, pero quedó demasiado largo como para publicarlo de una vez así que por lo menos que queda un capítulo más ;)


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