Era la época más helada del año, tal vez el invierno más frío de la década y allí él estaba afuera con más de un abrigo aun sintiendo el gélido aire entrarle, su nariz estaba roja su mejillas de tonalidad similar y sentía sus labios entumidos por el frío, no es que odiara el frío en realidad pero era mejor estar en tu casa con un buen chocolate caliente con malvaviscos o vuelto un tamal entre las mantas que estar afuera mientras se le congelan los cabellos.
Soltó un suspiro para llegar hacia su objetivo la tienda que estaba a unas cuadras de su casa, sonrió para adentrarse a lugar que a comparación del frío infernal que hacía afuera estaba completamente cálida, un suspiro de satisfacción salió de sus labios para comenzar a buscar lo que necesitaba ya que su muy querida hermana había llegado a su casa comido como si no hubiera un mañana todo lo que había en su refrigerador y alacena para luego largarse dejándolo sin un mísero queso que comer.
A veces odiaba tanto a su hermana.
La tienda estaba casi en su totalidad vacía y se sorprendía en sí que estuviera abierta había pensado durante un lapso de tiempo en el que maldijo al mundo, al frío, a la época, a su hermana, a quien pasara a su lado, a no poder conducir su carro por que el pavimento estaba congelado y era muy riesgoso entre otra tatas cosas que podrían ser maldecidas, pero también al hecho de que era una caminata tonta y que de seguro la tienda no estaba abierta para su grata sorpresa y el hambre que azoraba su estómago estaba abierta.
Porque no era nada grato despertar en la mañana y darte cuenta que no tienes absolutamente nada que comer por la visita nocturna que le había hecho su hermana, además de que la muy degenerada le había dejado solo una nota diciéndole gracias por la comida y ya, dejándolo en la casa con hambre y sin poder salir por la tormenta de nieve que había afuera.
Afortunadamente la tormenta había bajado ya que el agua no aminoraba el hambre en lo más mínimo, camino por los pasillos de la tienda metiendo constantemente cosas en el carrito, desde un buen chocolate y malvaviscos, hasta carne, arroz y todo lo necesario para subsistir por el mes, tenía que hacer un esfuerzo por cargar todas esas bolsas y caminar hasta su casa pero ahora no le importaba en lo más mínimo.
Termino de comprar para pagar todo y comenzar con su próxima odisea llegar a casa con ese montón de bolsas por el inclemente frío, al salir de la tienda el gélido aire lo golpeo como una bofetada en la cara para comenzar a caminar por suerte tenía una gran fuerza, por desventaja había diez centímetros de nieve que le dificultaban el paso y se fijó un momento en alguien que paso a su lado comiéndose un helado.
¡¿Qué?! Esa persona estaba demente, estaba comiéndose un helado en semejante clima frío como si fuera un día caluroso, le miró fijamente andaba con un gran abrigo blanco, unos guantes azules y una bufanda azul con unos pantalones negros, no podía creerlo enserio.
-uh… ¿te ayudo? –pregunto el joven a quien miraba cuando ya se había terminado su helado y se relamía los labios color cereza –
-Si gracias –No solía aceptar ayuda de desconocidos pero cuando su razonamiento viajo a su cerebro ya se lo había dicho el chico le quito dos de sus bolsas dejándolo cargar con cuatro de estas –
-¿Cómo puedes cargar todo esto tú solo? pesa mucho –comentó –
-“no sé ¿Cómo puedes tu comer helado en invierno?” –Pensó –Suelo entrenar bastante así que este peso no es nada para mí.
El chico asintió estuvieron en silencio por un largo rato mientras regresaban al edificio donde vivía, hasta que comenzaron a hablar era un joven extraño pero bastante agradable, al llegar se dio dé cuenta de que ambos vivían en el mismo edificio en el mismo piso uno frente al otro y él jamás se había dado dé cuenta de su existencia hasta ese instante.
-Bueno nos vemos –Sonrió el joven entregándole sus bolsas para abrir la puerta de su departamento –
-Nos vemos –Respondió –
Y si en algún momento alguien le hubiera dicho que se enamoraría de un chico que conoció en invierno bajo una ligera ventisca comiendo helado le hubiera dado un golpe por idiota, si alguien le hubiera dicho que esa persona se volvería su esposo lo hubiera dejado inconsciente, si alguien le hubiera dicho que adoptaría a dos hijos bueno…
La vida es misteriosa ciertamente y era como si el destino lo hubiera obligado a salir ese día de su casa para conocer a ese extraño chico y amarlo como un loco.
Inexplicablemente el invierno se había vuelto su favorito.