En la micro.
Por la conchetumare, ¿existirá un puto día en el que pueda llegar a tiempo al liceo?
Ya es la segunda micro que pasa a reventar y no se digna a parar, los micreros son como dioses del juego tetris, encajan a todos los pasajeros en la micro, aunque vayan apretados como sardinas, ¡ah! Pero cuando es en la mañana y voy más atrasa’o que la chucha, se preocupan de la dignidad de la gente que transportan. “¡Ay!, es que va muy llena” “Es que voy muy atrasado” ¡Yo también poh, weón!
Siete cuarenta, mis clases empiezan en veinte minutos, diez minutos dura el primer viaje, a lo que tome la otra micro y llegue al liceo, veinte minutos más. Estoy frito. Aparte la vieja de mierda de la primera clase no soporta los atrasos.
Parece que no voy a llegar solo.
En la misma villa que vivo yo, vive uno de mis compañeros, bueno, es como mi amigo. Llevamos conociéndonos desde primero básico, cuando éramos los pendejos desordenados del curso que la profe dejaba en primera fila para no quitarle el ojo de encima. Aún estando ahí nos portábamos mal.
Por cosas de la vida éramos igual de porros y quedamos en el mismo liceo pobre que se cree de excelencia pero tiene a puros delincuentes.
Eso no significa que nosotros lo fuéramos, que quede claro.
Lo saludo de mano y con el típico abrazo macho con palmadas en la espalda. Hablamos de la prueba de tarde y de la mina que se comió Rodríguez en el carrete del fin de semana. Reímos, y este ordinario hace gestos cochinos con sus manos.
Y la veo a lo lejos, la condenada micro azul, cacharrienta, por fin hace acto de presencia.
Saco las pobres monedas de mi bolsillo y el pase escolar del que se le han despegado todas las puntas. Oculto como puedo la foto, weón, que vergüenza, todo feo en blanco y negro.
Veo que mi amigo hace lo mismo, pero el muestra la foto, se jura rico… Puta, igual lo es, este maraco me saca todo lo fleto.
Y vieran el poto que se gasta.
No sé si se dieron cuenta, este me gusta.
Si, si, digan lo que quieran, tengo una ley que me protege de todas sus caga’s homofóbicas.
O debería.
Como sea, esta micro no venía tan llena, pero de todas formas nos tocó ir de pie, y si hay algo pa’h lo que soy malo es pa’l equilibrio, y puta que hay curvas en el camino.
—Si querí, podí agarrarte de mi mochila.— me dijo. Si es tan lindo, se acuerda que soy bien pajarón.
Una de mis manos toma su mochila, la otra trata de agarrarse del fierro que está cerca del techo, trata, porque además soy un pitufo y con cue'a alcanzo.
Más adelante, vuelve a subir gente y estoy tan apretuja’o que mejor mis dos manos se van a su mochila o voy a terminar encima de alguna de las viejas que van sentadas. La agarro y la abrazo, es como si lo estuviera abrazando a él. Me marea y me vuelve loco el aroma del desodorante en espray con el que parece que se baña de tan pasa’o a él que va.
Parece que ya llegamos al terminal, y como que quiero y no quiero bajar, me resisto hasta el último escalón para soltarlo.
Ya me da lo mismo llegar tarde a clase o no, sólo pienso en irme otra vez así en la micro, con él.
Soy un puto maricón closetero.