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Con el sol en sus ojos por shiki1221

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Cap 3:

Naruto seguía con muchas dudas respecto a cómo sacarle aquel miedo a su amigo. Aunque había conseguido que hablara un poco con otros niños y jugara en algunas ocasiones, generalmente lo hacía cuando él insistía en ello. De lo contrario, Uchiha temía herir a alguien por algún berrinche infantil. Disfrutaba moderadamente de la compañía de los otros niños, aunque seguía considerándolos demasiado escandalosos para su gusto. Por esa razón lo último que deseaba era causarles quemaduras por algún desacuerdo. Fueron varias las veces en las que Naruto tuvo que abrazar a Uchiha al notar sus ojos llenos de ira. No era odio ni mucho menos, era sólo un niño enojándose y haciendo berrinches como cualquier otro, pero con consecuencias con las que nadie más tenía que lidiar.

Era uno de esos días cualquiera a la hora del recreo cuando estaban los niños jugando en el patio a la pelota. Con mayor confianza en sí mismo Uchiha participaba animadamente de los juegos, pero salía a relucir su espíritu competitivo. Jugando al futbol, el azabache se negaba a creer que había tocado la pelota con su mano como lo acusaba el pelirrojo. Por culpa de ese gol que no le querían hacer valer le estaban quitando la posibilidad de empate para darle la victoria al otro equipo.

―No es justo ―protestó Sasuke mirando a su contrincante con enojo―. Yo no la toque con la mano.

―Sí lo hiciste ―contradijo Kiba, ya que pertenecía al mismo equipo que Gaara.

―Mentirosos ―acusó el azabache, negándose a aceptar semejante cosa.

―Ya, ya, chicos ―pidió el rubio tomando la mano de Uchiha, jalándolo suavemente para abrazarlo―. Olvidemos este punto y juguemos a penales, ¿sí? ―preguntó acariciando el cabello oscuro.

A los demás niños les parecía un poco raro como en ocasiones Naruto se acercaba a abrazar al moreno y este, pese a lo serio y arisco que solía comportarse, se dejaba mimar. Al inicio estaban muy confundidos, pero al final dejaron pasar el hecho. El rubio se miraba muy serio cuando ellos intentaban preguntar algo. Sólo con la mera intención de abrir la boca sobre la situación tenían la azulina mirada fija en ellos. De lo que opinaba Sasuke no sabían, dado que su rostro permanecía un rato oculto en el pecho del rubio antes de mirarlos como si nada hubiera sucedido. No lo veían como algo malo, mas sí les resultaba curioso cómo eran tan cariñosos.

―Hagamos los penales entonces ―dijo Inuzuka queriendo retomar la diversión. Él no era de pelear demasiado con los demás, siempre era más de carácter amable y amistoso.

―Muy bien ttebayo ―celebró Uzumaki separándose de Sasuke cuando él mismo colocó sus manitos entre ellos marcando distancia entre ellos.

―Ya estoy mejor ―agradeció a Naruto en un susurro mientras soltaba un suspiro―. En los penales no tendré piedad ―afirmó mirando a los demás niños con ánimo y confianza.

―Eso crees, Uchiha ―retó Gaara sonriendo de lado listo para darle pelea en los penales.

Sasuke miró una última vez de reojo al rubio dedicándole una sonrisa. Siempre que Naruto lo abrazaba se sentía seguro y tranquilo. Eso de alguna manera lo ayudaba a recordar que no estaba solo y por ello conseguía mantener sus ojos al margen. El poder del fuego que tenía era complicado. Se sentía abrumador y demasiado grande para alguien tan pequeño en tantos sentidos, mas esperaba ir poco a poco aprendiendo a perder el miedo. Naruto justamente lo reconfortaba e impulsaba a confiar en sí mismo y su autocontrol. Deseaba algún día poder eliminar por completo aquel temor para no tener que seguir “usando” a su amigo para mantenerse controlado. Se prometía a sí mismo en el futuro, cuando creciera, poder devolverle a Naruto todo lo que hizo por él y mostrarle lo mucho que maduró.

Desde que el pequeño Sasuke comenzó a juntarse con otros niños, el escándalo de todos los demás infantes gritando o riendo de forma estruendosa le resultaba un poco menos molesto que antes. Seguían pareciéndole inmaduros y ruidosos, pero con la rutina de estar con ellos varios recreos, el ruido formaba parte de su paisaje escolar. La costumbre logró eliminar el ruido de su lista de cosas que le causaban estrés. Él tenía muy poca paciencia y le generaba enojo y malestar el ruido de los demás. Era un poco exagerado para cualquiera que oyera semejante cosa, pero durante mucho tiempo estuvo auto confinado a la biblioteca donde el silencio reinaba y sólo convivía con otros niños durante las clases donde la maestra se encargaba de mantenerlos callados. En resumen, el silencio era su zona de confort, empero ya había logrado salir de eso.

―Oye, Sasuke ―llamó Inuzuka agitando su mano mientras llevaba un dedo con una libélula atada a su dedo por medio de un hilo―. Te quedaste atrás. ¡Date prisa o no podrás conseguir una!

―Voy ―dijo mientras cerraba su libro antes de ir donde su maestra para pedir una para él.

Caminó a prisa notando que el rubio también ya estaba allí con una libélula sujeta a su dedito. Mostraba una sonrisa enorme al ver el pequeño insecto volando sin alejarse de su persona. Sonrió con anticipación para esperar que su maestra le diera la suya. Aquellos pequeños animalitos revoloteaban de forma atrayente para los curiosos e inocentes ojos de los niños que los cuidaban. En un ataque de euforia infantil, Kiba propuso salir fuera del salón de clases, debido a un comentario de parte de su compañero Shino, quien era un aficionado a los insectos. Según sus palabras lo mejor era salir un momento fuera al patio para darles más espacio mientras volaba. Shizune les dio permiso de salir mientras lo hicieran con calma y siguiendo sus instrucciones, de lo contrario todos tendrían que quedarse dentro del aula castigados por traviesos.

El grupo de amigos de Naruto no perdió el tiempo en salir al patio y ver a sus libélulas ir de aquí para allá. Las siguieron de cerca cuidando que no terminaran posándose en alguna telaraña o sitio que les hiciera propensas a ser devoradas por algún insecto de mayor tamaño. El rubio estaba fascinado con la suya e incitó a Uchiha a que juntaran sus libélulas para que se hicieran amigas volando una cerca de la otra. Sin embargo, en un mal movimiento de la mano de Sasuke, este terminó arrancándole la cabeza al pobre insecto.

―Sasuke ―susurró el rubio al ver la cara pálida de su mejor amigo ante el suceso.

―Yo… la maté ―se culpó ocultando sus ojos llorosos detrás de sus oscuros cabellos mientras se agachaba y ocultaba su cabeza en sus rodillas manteniéndose de cuclillas.

―Fue un accidente ―intentó tranquilizar el de ojos claros acercándose al otro de la forma más calmada posible.

―Siempre suceden estas cosas cada vez que me acerco a alguien ―habló Uchiha en tono de reproche contra sí mismo.

El de ojos oscuros se colocó de rodillas frente a la libélula muerta mientras algunas de las lágrimas que intento retener en sus ojos comenzaban a caer una tras otra. Eso le dolía mucho al menor, puesto que reforzaba sus ideas previas acerca de lo peligroso que resultaba estar cerca suyo. Si eso le hizo a un insecto sin hacer uso de sus poderes especiales, no quería ni siquiera imaginarse de lo que sería capaz si aplicaba eso a los demás niños o personas cercanas. Especialmente, le preocupaba volver a quemar a Naruto como había hecho en el baño anteriormente. No quería lastimar a nadie, mas de alguna manera sentía que traía mala suerte y por ello todos resultaban heridos nada más estar cerca de él.

Uzumaki sabía de las ideas que posiblemente estaban rondando en la cabeza del otro. Ya habían conversado varias veces sobre el aislamiento autoimpuesto por Sasuke para proteger a los demás. Le había costado mucho convencerlo de salir de su “zona segura”, empero sólo podía consolarlo en esos momentos. No había otra cosa que el pequeño rubio pudiera hacer por su mejor amigo. Eso dolía. Uzumaki quería hacer algo más por el otro, mucho más de ser posible, pero en ese instante se limitó a abrazarlo con fuerza. Pese a la poca resistencia que Uchiha puso para no ser abrazado, el de ojos claros se mantuvo firme dándole seguridad de llorar tranquilo por la libélula decapitada.

―No es tu culpa lo que sucedió ―consoló Naruto acariciando los oscuros cabellos de su amigo―. A cualquiera podría haberle sucedido. No es tu culpa ttebayo ―repitió intentando convencerlo.

―Soy malo ―afirmó Sasuke con la voz algo quebrada, manteniéndose oculto para no mostrar su penoso estado a los demás―. Lastimo a los que quiero; a la libélula, a ti y a todos en general.

―No eres malo ―negó casi en un grito Uzumaki forzándolo a salir de su escondite y mirándolo fijamente―. Eres una gran persona, eres amable, listo y algo creído, pero no eres malo. Nunca pensé que lo fueras ttebayo.

Sasuke mordió con fuerza sus propios labios hasta casi hacerlos sangrar. El optimismo del otro le resultaba un tanto fastidioso. Si simplemente dejara de negar que sus ojos eran una maldición, podía dejarlo solo nuevamente para que regresara a su biblioteca a ocultarse entre los múltiples libros. Sin embargo, Naruto quería demasiado a aquel niño de ojos noche. Tal y como decían sus padres, Sasuke era una persona especial en su vida, su mejor amigo. Por ello no le importó invertir varios minutos manteniéndose en la misma posición hasta sentir a Uchiha completamente tranquilo. Cuando lo logró se separaron despacio para volver a jugar con los demás.

―Debemos volver con el resto ―comentó Sasuke tendiendo su pálida mano hacia el rubio para ayudarlo a levantarse.

―Se me han dormido las piernas ttebayo ―dijo el blondo riendo nervioso y avergonzado al no sentir sus extremidades inferiores―. Tendrás que cargarme ―bromeó mientras se rascaba la nuca con una boba sonrisa en la boca de sólo imaginar a Sasuke haciendo de su caballito.

Uchiha sonrió ante el gesto de su amigo. A veces sentía que estaba consintiéndolo demasiado, ya que siempre procuraba por su bienestar como si se tratara de un hermano mayor cuidándolo. O al menos eso era lo que imaginaba Naruto al guiarse por las palabras de Sasuke al describir su relación con su hermano mayor, Itachi. En algunas visitas a su casa tuvo la oportunidad de hablar con él. Le parecía una persona bastante tranquila y comprensiva, mas aun conservaba el mismo gusto de cualquier hermano mayor por molestar o gastar bromas inofensivas al menor. Eso era algo que lo divertía bastante de sus visitas a la residencia Uchiha, siempre le sacaba un buen par de risas verlo avergonzar a Sasuke delante de él, al contar alguna anécdota del menor de los azabaches o mostrando fotos de momentos que el susodicho prefería que jamás fueran revelados.

El resto del día pasó en aparente calma. Sasuke se había tranquilizado lo suficiente luego del incidente con la libélula. Sin embargo, el rubio si le daba vueltas a lo que debía hacer para mejorar el animo de su mejor amigo. Durante las clases estuvo distraído meditando sobre ello hasta que al fin consiguió una idea que le pareció la más adecuada.

A la hora de la salida, todos los niños salieron corriendo muy emocionados por el fin de semana. Todos a excepción de uno. Sasuke aún no podía borrar de su cabeza como fue tan sencillo matar al pequeño insecto que quiso cuidar. Por mucho que quisiera convencerse de que no fue su culpa, le dejaba intranquilo. Nunca había reparado en lo sencillo que era destruir algo. Generalmente cuando incendiaba algo accidentalmente sólo se preocupaba de que no lo descubrieran, pero desde que quemó a Naruto su temor era de a momentos mayor. Para él desde ese hecho todo era muy bueno o muy malo. La preocupación del pequeño Uchiha era tan grande que el blondo con todo y lo despistado que era, lo notó. Viendo la mirada algo ausente, Naruto se decidió hacer algo para levantarle el ánimo a su amigo. Dado que él aún tenía su libélula con vida desató el extremo del hilo que lo unía a su dedo y sujetó la mano de Sasuke. Precariamente lo ató a los dedos de ellos, los cuales estaban entrelazados.

— ¿Qué estás haciendo, Dobe? —preguntó Sasuke al ver cómo Naruto hacia todo lo posible para atar el hilo a sus dedos.

— Estoy atando este hilo ttebayo —respondió frustrado al ver como no lo conseguía con sólo una mano.

— ¿Para qué? —cuestionó el azabache sin entender qué pretendía con eso.

—Para que ambos podamos compartir la libélula ttebayo ―contestó el blondo con una gran sonrisa mientras se sonrojaba levemente por lo cursi que era su idea ahora que la veía con detenimiento.

―Me agrada ―susurró el moreno luego de meditar unos momentos el estar enlazado al otro.

Para poder llevar al pequeño insecto sin causarle daño ambos debían moverse con la mayor calma y cuidado posible. Estar unido por ese hilo para Uchiha era especial, aun se culpaba por necesitar tanto del rubio. Se sentía una carga para el otro, siempre teniendo que ser cuidado y vigilado para no cometer errores que no se pudieran enmendar. Y aun con aquel peso que su sola presencia representaba Naruto no mostraba ningún signo de odio o molestia cada vez que metía la pata. El blondo siempre le dedicaba una genuina sonrisa y se mostraba paciente. Aun contra todo pronóstico, dado que por lo general Uzumaki siempre era muy impulsivo y “esperar” no era una palabra que estuviera dentro de su vocabulario a la hora de actuar.

―¿Qué llevan ahí? ―preguntó Itachi, el hermano mayor de Sasuke luego de alcanzarlos a medio camino de la casa.

―Una libélula ―respondió Naruto alegremente antes de recordar los modales que su madre siempre le recordaba―. Ah por cierto, hola ttebayo.

―¿No deberías estar aun en la escuela? ―cuestionó Sasuke a su hermano, un tanto molesto con el mencionado por interrumpir su camino a solas con Naruto.

―Hoy no ―respondió el mayor acercándose a los menores con una sonrisa tranquila mientras revolvía los cabellos de ambos―. Salí temprano y pensé en venir a buscar a mi hermanito.

―Siempre vuelvo solo ―comentó Sasuke con un puchero. Apreciaba que su hermano fuera por él, pero con Naruto allí era un tanto vergonzoso. No quería quedar como un niñito de mami ante él.

―¡No es cierto! ― negó vehemente ante semejante mentira dicha en su presencia―. Yo siempre te acompaño o invito a mi casa y después te llevamos con mi mamá a tu casa. ¡Tú no estás solo ttebayo!

―Tranquilo, Naruto-kun ―pidió el mayor de los niños Uchiha mientras volvía a palmear despacio la cabeza del rubio―. Sé que cuidas muy bien de mi tonto hermano menor.

―¡Oye! ―gritó Sasuke en forma de regaño―. Me estás dejando mal parado con el Dobe.

―No me digas así, Teme ―reclamó el de ojos claros mirándolo con enojo.

―Vaya vocabulario de ustedes dos ―suspiró Itachi al oír esas palabras que ellos no deberían decir―. Más les vale tener cuidado al decir esas cosas. No son buenas palabras.

Itachi se llevaba cinco años de diferencia con su hermanito, por lo cual tenía cierta obligación moral de decirles lo que estaba bien y mal, entre eso estaban palabras que no deberían manchar sus inocentes bocas. Caminó junto a ellos de regreso a la casa de los Uchiha, viendo enternecido como llevaban a la libélula. La forma en que medían sus pasos para que ninguno fuera demasiado rápido o terminarían partiendo en dos al insecto. Para fastidio de Sasuke, tuvo que soportar una demasiado animada, ―para su gusto―, conversación entre su hermano mayor y su mejor amigo. Según sus posesivos e infantiles pensamientos, Itachi podía y debía, buscar a su propio mejor amigo y no intentar llevarse el suyo.

Al llegar a la casa, Itachi se retiró dejando a los menores tomar su merienda juntos antes de que Naruto partiera a su propia casa. El mayor de los niños Uchiha aprovechó el momento que estuvo fuera de la vista de los menores para sujetarse la cara. Sus ojos estaban doliéndole de nuevo. Desde hacía unos días que estaban molestándole repentinamente, pero se mantenía callado para no preocupar a sus padres. No quería causarles molestias por un simple ardor que aparecía unos momentos y luego se iba sin más. Intentó auto diagnosticarse la razón de esa molestia, especialmente culpaba a la falta de sueño por estar estudiando hasta altas horas de la noche. Por ello se prometió a sí mismo aprovechar sus vacaciones para darse un largo descanso.

En tanto los menores compartieron su merienda de leche y galletas en calma. Pese a la mirada de enojo que antes tenía Uchiha, una vez que su hermano se apartó de ellos y les dio su privacidad, se tranquilizó. A Sasuke le encantaba tener momentos a solas con el rubio. No le gustaba compartir, pero era inevitable teniendo a alguien del carisma del blondo. Él era tan simpático y alegre que era imposible escapar de sus encantos una vez que se le conocía. No obstante, por su influencia estaba comenzando a sentirse más cómodo con otras personas y comenzaba a ganar amigos. Aunque fueran más amigos del rubio que de él, cosa que lo tenía sin cuidado, debido a la falta de interés real en ellos.

―Nos vemos el lunes en clases, Dobe ―despidió Uchiha desde la puerta de su casa mirando con una sonrisa a Naruto.

―Nos vemos ttebayo ―despidió agitando la mano con una gran sonrisa dibujada en su rostro―. Oh, casi lo olvido ―dijo repentinamente acercándose con la libélula volviéndola a atar en el dedo meñique de Sasuke.

―Tienes que llevarla a tu casa, tonto ―regañó el moreno frunciendo levemente el ceño al verlo “deshacerse” del pobre insecto.

―Quiero que lo cuides ―pidió el de ojos claros terminando de atárselo.

―Es tu responsabilidad cuidarlo porque es tuyo ―le recordó Uchiha rodando los ojos con fastidio.

―Sabes que yo soy muy torpe y podría matarlo sin querer ―admitió con un puchero desviando un poco la mirada―. ¡Contigo estará mejor ttebayo! ―exclamó alegremente.

Sin más que decir, Uzumaki comenzó a correr de regreso a su casa dejando a Sasuke con la palabra en la boca. ¿Acaso era tonto? Él había matado al suyo con mucha facilidad y ahora le venía a dejar otro. Soltó un fuerte suspiro pensando en devolvérselo el lunes cuando se vieran en la escuela. Lo último que quería era matar otro y más siendo uno ajeno. Llevó al pequeño insecto al interior de la casa y le buscó un lugar cómodo en su habitación. No podía tenerlo todo el tiempo en el dedo, así que pidió ayuda a su hermano mayor para ubicarlo en su habitación. Siendo Itachi mayor que él, confiaba en sus conocimientos para tener a la libélula feliz y viva cerca de su cama. El mayor con gusto le explicó a su hermanito donde poner al animalito y Sasuke siguió paso a paso cada indicación, feliz por el resultado obtenido.

Por su lado, Uzumaki llegaba muy alegremente a su casa. Siempre lo ponía de buen humor compartir la merienda con su mejor amigo y ese día no fue la excepción. Al ingresar a su casa, su madre lo recibió con un beso en la frente como de costumbre y le preguntó qué tal había sido su día. El blondo sin perder ni un momento comenzó a relatar su día y todo acerca de la libélula que le dejó a Sasuke. La mujer de cabellos rojizos sonrió ante el relato de su pequeño y escuchó con atención cada detalle. Una vez que terminó decidió contarle parte de su día mientras él estuvo en la escuela.

―¿En serio, mamá? ―preguntó asombrado el menor abriendo los ojos y la boca sin poder creer lo que le estaba contando―. ¿Conoces a Amaterasu?

―No sabía que te gustaran las leyendas antiguas ttebanne ―respondió ella sin dejar de ponerle atención a la olla en el fuego con las verduras.

Mientras ella estaba cocinando, su hijo estaba sentado a la mesa observando fijamente a su madre en busca de respuestas. Naruto presentía que su progenitora sabría más sobre el asunto que lo que encontraron en el libro. Aunque no podía dejar de hacer un puchero por ser tan despistado y no preguntar antes con la excusa de que era su tarea escolar. Sin embargo, Kushina le había comentado sobre una celebración en honor a la diosa Amaterasu a la que planeaba llevar a toda la familia, así que esta vez no desperdiciaría su oportunidad de saber más del asunto.

―Sí, ¿recuerdas que me la contaron en clase? ―cuestionó el rubio tratando de retomar el tema―. Me quedaron muchas dudas y preguntas porque el cuento era muy cortito ttebayo.

―Bien, bien ―asintió ella dejando que se cociera a fuego lento el curry en lo que iba a sentarse junto a su hijo―. Entonces te relataré la historia del templo al que iremos…

Tsukuyomi era la diosa de luna, quien ascendió a los cielos (Takamagahara) mediante la escalera celestial, donde vivió con Amaterasu. Durante un largo tiempo estuvieron conviviendo en paz y protegiendo el equilibrio de la luz y la oscuridad. Ellas se encargaban de que todo fuera apto para una vida saludable para los seres humanos. Siendo ambas diosas importantes para la vida, algunas culturas humanas les rendían tributos y ofrendas en su nombre. Un buen gesto de humildad por parte de las personas el agradecer los regalos que ellas les hacían de buena voluntad. Sin embargo, Tsukuyomi se sentía sola. A pesar del cariño de los humanos y de Amaterasu, había un vacío en su pecho. Un sentimiento de ausencia. Como si algo le estuviera faltando a su ser para estar completa.

Un buen día el destino o algo superior a los propios dioses puso la respuesta que buscaba en su camino. Una mujer gitana, en una oscura noche, conjuró a la luna para pedir ser correspondida por el hombre que ella tanto amaba. No obstante, podía concederle lo pedido, pero tendría un alto precio. La diosa Tsukuyomi accedió a conceder el deseo de la mujer, mas a cambio de cumplir aquella petición la luna exigió que le entregara el primogénito de su matrimonio que fuera concebido por su poder. La gitana tendría a su lado al hombre que ella anhelaba a cambio del niño nacido sin amor verdadero. A la gitana no le importó, después de todo sólo deseaba un esposo, el niño le daba igual, bien podría concebir otro si lo llegaba a desear.

Por la influencia de la luna se pudo llevar a cabo la boda y poco tiempo después se enteraron de la noticia de que la mujer esperaba un bebé. El matrimonio estaba feliz de la noticia, por motivos muy distintos. La mujer porque su deuda con la diosa de la luna sería saldada, bien sabía que la ira de los dioses era de temer. El hombre recibía con emoción a su heredero, mas cuando el niño nació, tenía la piel y cabellos blancos y los ojos grises. El hombre se creyó deshonrado por su mujer al ver que su hijo no se parecía en nada a él y enloquecido por la ira tomó su cuchillo y apuñaló a su mujer dándole muerte.

El reciente viudo no tenía la consciencia tan pútrida como para matar al recién nacido con sus propias manos, pero era una prueba de la traición y vergüenza sufrida, por lo que fue al monte y lo abandonó en medio del mismo, esperando que muriera por falta de cuidados. Dejó en manos de la suerte el destino del infante, si nació bendecido por alguna estrella protectora alguien lo encontraría, de lo contrario ese sería su fin. Cuando el hombre se marchó, Tsukyomi descendió de los cielos y tomó al bebé entre sus brazos. El recién nacido lloraba con todas sus fuerzas entre los brazos de la diosa, quien no dudó en darle un suave beso en su frente. Ella se llevó a su hijo con ella hacia donde residía con la otra diosa.

Amaterasu al enterarse de lo que causó el egoísmo de la otra diosa, se enfadó, tanto que aseguró que nunca volvería a ver a Tsukuyomi, y se movió de un lado al otro del cielo evitando a la diosa. Por esta razón la luna y el sol nunca se encontraban. La diosa del sol estaba decepcionada y dolida por el engaño de la otra. Puesto que creyó que su compañía era suficiente para no sentir soledad alguna, empero la otra no la apreciaba lo suficiente como para evitar meterlas en problemas con el jefe de los dioses. Ningún mortal podía estar en un lugar destinado únicamente para entes divinos y cuando la diosa de la luna fuera descubierta no deseaba ser relacionada al hecho.

El jefe de los dioses no tardó mucho en enterarse. Nada podía pasar desapercibido para alguien con su poder. De inmediato, ordenó que el niño fuera regresado al mundo de los humanos, puesto que sus leyes para permanecer en el plano celestial eran muy estrictas y los mortales lo tenían prohibido, a menos que hubieran muerto. Tsukyomi se negó rotundamente a ello y en su desesperación intentó huir de los demás dioses llevándose consigo al infante. Amaterasu pese al enojo que tuvo con ella, no le deseaba un destino similar al de su hermano, por lo cual la persiguió hasta los confines de la mismísima Tierra. Logró alcanzarla e intentó razonar con ella, mas ésta seguía terca en su decisión y no daría su brazo a torcer tan fácilmente. La diosa del Sol la abrazó con todas sus fuerzas en un último acto desesperado de que entrara en razón.

―No puedes quedarte con el niño o ambos perecerán ―susurró en un tono lastimero, denotando la preocupación que tenía por ella.

―Lo sé, pero es todo lo que tengo y temo por su bienestar si lo dejó en manos de los humanos ―respondió Tsukyomi con un suspiro lleno de dolor de sólo pensar en dejar a su niño.

―Estará bien ―aseguró la morena alzando el brazo queriendo infundirle valor para despedirse―. Tú siempre velarás por él cada noche.

―¿Y durante el día? ―preguntó la diosa de la luna restregando su rostro al del bebé―. Estará indefenso, ¿qué sucederá si su padre biológico lo encuentra y lo asesina?

―Le otorgaré un regalo para tu tranquilidad ―ofreció Amaterasu con una sonrisa comprensiva.

La diosa del Sol le colocó sus manos sobre los ojos del bebé, en el cual se dibujaron dos pequeños soles en sus ojos. Aquella marca dio una ligerísima calma a la diosa de la Luna, no se equiparaba a su pena por renunciar al bebé, mas sabía que no lo podían lastimar. Siempre que el bebé tuviera miedo o ira sus ojos actuarían para defenderlo, quemando a todo aquel que hubiera osado atentar contra su integridad. El regalo de la diosa fue lo último que recibió de ambas antes de ser regresado a su vida junto al resto de mortales.

―Es increíble ttebayo ―exclamó emocionado el rubio al terminar de oír el relato de su mamá.

―¿Te gustó? ―preguntó Kushina con una gran sonrisa al ver la alegría de su pequeño.

―Sí, se la contaré a Sasuke cuando nos veamos el lunes ―comentó ansioso de decirle aquello, ya que esa podría ser la respuesta a las dudas de Uchiha respecto a sus ojos.

El pequeño rubio estaba muy entusiasmado al saber que tenía una pista muy buena para explicar los soles en los ojos de su mejor amigo. Tal era su emoción que hasta era capaz de imaginar la expresión de sorpresa del moreno. Incluso buscó una hoja en blanco en la cual escribió todo lo importante acerca de aquella leyenda para unir cabos con Sasuke. Aquella noche cerró los ojos con una enorme sonrisa pensando en las diosas del Sol y la Luna. Le parecía que era un destino bastante triste el que vivieron y su regalo era en parte una buena protección, sí, pero también le generaba miedo y dudas al azabache al no saber controlarlo.

Nunca en su corta vida, Naruto había estado tan emocionado como en ese día. Tenía prisa en llegar a su escuela, tanto que él mismo despertó a su mamá para alistarse, siendo que por lo regular era ella la que tenía que despertarlo luego de muchas peleas contra el profundo sueño del blondo. La pelirroja estuvo un tanto extrañada por aquella urgencia para ir a la escuela, pero asumió que ese día habría algo especial en la escuela y su hijo no quería perdérselo. Con la paciencia típica de una madre alistó a su hijo y lo llevó hasta la entrada de la escuela. Apenas pudo despedirse de él, ya que en cuanto los ojos azules ubicaron a Sasuke prácticamente salió corriendo hacia él.

―Teme ―llamó con todas sus fuerzas al azabache moviendo sus manos haciendo que el mencionado volteara a verlo.

―¿Por qué estás gritando tanto? ―preguntó Uchiha mirándolo extrañado. Cierto que el rubio siempre fue muy hiperactivo, mas ese día parecía especialmente enérgico.

―Encontré algo muy importante para ti ttebayo ―susurró a su oído como si se tratara de algo confidencial―. Algo sobre tus ojos.

―¿Por eso estás así? ―preguntó arqueando las cejas con escepticismo. Le llamaba la atención lo que pudiera decirle.

―Sí ―afirmó acercándose hasta que sus rostros estuvieron a tan sólo unos centímetros notando que no había emoción en Sasuke, sino algo que no podía describir con exactitud―. ¿No te emociona? Descubrí una leyenda que es como una continuación de la que nos contó la maestra.

―No deberías distraerte en esas cosas ―regañó con el ceño levemente fruncido―. ¿Hiciste la tarea? ―interrogó cambiando de tema drásticamente.

―Al menos finge que tienes interés ―pidió el menor con un puchero por la forma tan cortante en la que ignoró su noticia―. Llevamos semanas investigando y esta es una de las primeras pistas buenas que encontramos ttebayo ―regañó con su rostro levemente arrugado de molestia.

―Tampoco es como si quisiera reprobar o tener un regaño de mis padres por no hacer la tarea por buscar eso ―explicó Uchiha mirándolo acusador por las repetidas veces en que pidió su tarea para copiar.

―Hablando de eso ―dijo Uzumaki apenado rascándose la mejilla―, ¿tú sí la hiciste?

―Por supuesto ―asintió con seguridad sospechando los motivos tras esa pregunta.

―Entonces… ―dijo el rubio en un tono que fingía ser más agudo para causarle ternura.

―No te dejaré copiar ―negó de inmediato Sasuke dándose la vuelta para ingresar al edificio.

―Por favor, por favor ―repitió varias veces de manera irritante rondando a Uchiha en cada paso.

Sasuke rodó los ojos con algo de fastidio, ya que conocía aquella táctica del rubio; poner ojitos tristes, insistir repetidas veces y en última instancia sobornarlo con algo que le gustaba para convencerlo. Eso sin contar con que estaba abrazándolo del cuello y se negaba a separarse hasta que accediera a ayudarlo. Negó firme y constantemente la petición de Naruto, pero el otro era más terco que el pequeño moreno, lo suficiente como para sacarlo de sus casillas en poco tiempo. Sin ninguna otra opción más que la rendición a cambio de tomates, Uchiha accedió finalmente, provocando que una enorme sonrisa se dibujara en los labios del blondo. Al llegar al salón de clases Sasuke sacó su cuaderno y se lo prestó para que copiara rápidamente su tarea.

―Gracias, Teme ―dijo Uzumaki hojeando las páginas donde estaba lo que le interesaba.

―Apúrate y cállate, Dobe ―ordenó Sasuke sin paciencia, mientras vigilaba constantemente la puerta por si lo llegaba la maestra―. Ya te dije que no me gusta que copies la tarea, debes hacerla tú mismo para aprender.

―Lo sé, lo sé ―suspiró el de ojos azules ganándose un gesto de desaprobación del otro, quien sabía que eso era mentira. Siempre decía aquello y en la primera oportunidad le volvía a pedir la tarea.

Uzumaki copió las respuestas sin perder el tiempo. Estando allí no podía decirle acerca de su descubrimiento sobre sus ojos, pero no perdía entusiasmo. En el receso lo llevaría a algún lugar apartado donde podrían hablar sin tener que miedo de que los descubrieran. Luego de aquello, Sasuke había estado algo inquieto durante toda la clase, al menos así lo percibió Uzumaki, al verlo jugando con sus lápices de manera insistente. No sería algo raro, sino fuera porque Uchiha solía ser muy tranquilo, pero en esta ocasión parecía que algo lo molestaba mucho. En la rubia cabeza era intrigante saber la causa del estado del otro. Sin embargo, cuando la idea de que su comentario era el responsable, se sintió orgulloso. Había logrado mover la curiosidad de Uchiha, según sus deducciones.

La campana del receso interrumpió las palabras de la maestra, quien dio permiso a los alumnos de salir. Para sorpresa de Naruto, su mejor amigo salió de inmediato. Desde que eran amigos, el moreno siempre lo esperaba para irse juntos a la biblioteca, pero esta vez se fue solo. Lo llamó a gritos con la esperanza de que se detuviera, pero el otro lo ignoró y adrede se perdió entre la multitud de alumnos que salían de sus salones hacia el patio. Uzumaki no entendía esa forma de actuar y no estaba dispuesto a quedarse sin respuestas, por lo cual, siguió sin perder el tiempo al otro. Buscó una cabellera negra, confundiendo en varias ocasiones con otros chicos y para su vergüenza, con algunas chicas. El éxito era nulo en su búsqueda. Recurrió entonces a los lugares que frecuentaba el otro; la biblioteca, salones vacías, el patio. Preguntó a sus amigos si alguien lo vio.

―¿Alguno ha visto a Sasuke? ―preguntó Naruto a su grupo predilecto.

Ellos habían estado jugando a la pelota en el patio antes de la llegada del de ojos claros. Al ser interrumpidos con esa pregunta, se miraron entre sí de forma sospechosa. Era como si quisieran y a su vez no responder a su amigo. El rostro, en un inicio curioso de Naruto, fue cambiando a uno más enojado al prolongarse el silencio de sus amigos. No había preguntado nada extraño o fuera de lo común como para que les costara tanto dar una respuesta.

―¿Y bien? ¿Qué sucede? ―preguntó impaciente el rubio.

―Bueno… ―habló Kiba rompiendo el silencio―. No sabemos si quieres oír la respuesta.

―Díganme dónde está Sasuke ―demandó saber Uzumaki en un tono más alto y serio.

―Su hermano se lo llevó ―respondió finalmente Gaara acercándose un poco a su amigo y apoyando su mano en el hombro del otro.

―¿Por qué no dijo nada? ―interrogó sacudiendo al pelirrojo fuertemente.

―Amigo, tranquilo ―intervino el castaño obligándolo a soltar a Sabaku―. Gaara sólo intenta responder tu pregunta.

―¿Qué sucedió? ¿Por qué se fue? ―cuestionó entonces más nervioso que antes―. No me están diciendo nada.

―Creo que se lastimó ―aportó entonces Rock Lee, quien había estado guardando silencio―. Sus ojos sangraban y su mano parecía lastimada.

―¿Está bien? ―cuestionó entonces Uzumaki mucho más alarmado que antes.

―No lo sabemos ―contestó Gaara mirándolo con pena al verlo tan asustado―. Su hermano estaba a su lado mientras sostenía su mano vendada y con la sana tapaba sus ojos.

Naruto se quedó con la boca abierta unos momentos al no entender cómo en tan poco tiempo sucedió tanto. Desde que salió del salón no había pasado demasiado, el recreo ni siquiera había terminado. Supuso entonces que el poder de Uchiha se había salido de control y por eso estaba “lastimado”, pero, ¿cómo es que Itachi llegó tan rápido? Él que se encontraba en la escuela, apenas si se enteró de lo sucedido y el otro hasta lo había llevado a su casa. Deseó ir tras él. Salir de la escuela, pero los maestros le negaron aquello por obvias razones. El resto del día se la pasó más tiempo mirando el reloj que el pizarrón y los libros. Necesitaba con urgencia ver a Sasuke y nada más tuviera oportunidad lo haría.

Cuando la hora de la salida finalmente llegó, el rubio corrió hacia la casa de su mejor amigo. Tocó repetidamente la puerta sin obtener respuesta. Recurrió entonces a gritar a todo pulmón. Si alguien estaba en esa casa le respondería o quedaría afónico intentándolo. Vio de reojo como la cortina de la habitación de Sasuke se movía de forma inusual, como si la hubieran cerrado repentinamente. Estaba en casa, confirmó entonces. Con mayor fuerza tocó al timbre y aporreó la puerta hasta que finalmente fue abierta. Naruto intentó entrar, mas fue atrapado por Itachi, quien lo mantuvo fuera de la casa.

―Suéltame, Itachi-san ―exigió Naruto estirando sus brazos hacia adelante queriendo soltarse de él.

―Espera, Naruto-kun ―pidió el azabache con una amable sonrisa―. No puedes ver a Sasuke ahora.

―¿Por qué? ―preguntó con sus ojos azules mostrando tristeza.

―Mi hermanito se sintió mal y me llamó ―comenzó a explicar al verlo más dispuesto a escucharlo―. Sus ojos se lastimaron al igual que su mano. Lo segundo sólo requirió una venda, pero sus ojos están algo sensibles a la luz. Debe permanecer en su cuarto sin exponerlos, al menos por hoy. Órdenes del doctor ―agregó.

―Oh, yo entiendo ―dijo aliviado por saber que lo estaban cuidando, pero triste por no poder entrar a hablar con él―. ¿Puedes decirle que vine a verlo? ―preguntó con una gran sonrisa.

―Yo se lo diré, seguro se alegrara mucho ―asintió el mayor mientras lo despedía con la mano―. Nos vemos, Naruto-kun ―despidió cerrando la puerta en la cara del pequeño rubio.

El rubio decidió retirarse y dejar descansar a su mejor amigo e intentar visitarlo al día siguiente. Si se encontraba mejor podría recibirlo sin problemas y contarle la leyenda que descubrió gracias a su mamá. Se alejó un poco de la puerta y se quedó mirando hacia la ventana de Sasuke antes de gritar:

―¡Recupérate pronto, Teme!

Satisfecho por ver el movimiento de las cortinas, Naruto se retiró hacia su casa con una sonrisa de alivio en sus labios. Sin embargo, dentro de aquel oscurecido cuarto el moreno lloraba sangre viendo a su único amigo verdadero alejándose sin saber nada de lo que estaba atravesando en ese momento. La puerta se abrió dejando entrar la luz del pasillo al interior y dando paso a Itachi.

―No podrás volver a acercarte a él, ¿entendiste? ―preguntó Itachi con una expresión de enojo.

―Pero es mi amigo ―protestó con la voz quebrada por los sollozos que le impedían hablar como debía.

―He dicho que no ―negó fuertemente el mayor―. No dejaré que te vuelvas a acercar a él por cualquier medio necesario ―afirmó yéndose del cuarto con un fuerte portazo que sumió nuevamente al menor en las sombras―. Esto es necesario, Amaterasu ―susurró Itachi abandonando por completo la habitación de su hermano.

 

CONTINUARÁ…

 

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