En el antiguo Egipto era algo muy común el harén de esposas del faraón pero en caso de Atem no fue así además del poco tiempo que duró su mandato antes de sellarse junto a Zork, aun así nadie descarta la posibilidad de que previo a su coronación hubiera tenido encuentros sexuales.
Cosa que tenía parte de verdad y parte de mentira pues Atem resultó ser hijo único y hasta la fecha no cuenta con recuerdos de su madre y gracias a que el incesto era una conducta habitual en la realeza los cotilleos se veían acallados además de tener menos posibilidades de armar complots en su contra para hacerse con la corona.
Unas noches antes del día de su ascensión al trono de su padre, se encontraba en su habitación y para ser más específicos en balcón de su habitación dejando a un lado sus pensamientos y disfrutando de la vista que las estrellas podían darle en medio del desierto a la joya del Nilo.
Hacía una brisa deliciosa que recibía de lleno en el rostro con los ojos cerrados. Hasta que tocaron a su puerta siendo Mahad el anunciado. Su futuro sacerdote y él eran muy allegados más allá de sólo su relación Príncipe – sirviente.
Mahad se detuvo a unos cuantos pasos de su príncipe y le reverenció como era su costumbre aunque el mismo Atem le insistiera en que a solas no eran necesarias las formalidades, cosa que ignoraba completamente gracias a su fuerte sentido del deber. Tras unos segundos en que dirigió su vista al suelo, observó al príncipe que estaba levemente sonrojado devolviéndole el gesto con una sonrisa encantadora.
El mencionado no respondió verbalmente, se acercó hasta quedar a centímetros de sus pies para tomar uno entre sus manos mientras Atem buscaba mantener el equilibrio sosteniéndose con los ante brazos del balcón al sentir el tacto en su tobillo, las largas caricias que iniciaban en su empeine hasta los dedos de su pie que ya eran tocados por los labios de su sirviente además de sentir su tibia respiración.
Echó su cabeza ligeramente hacía atrás dejando escapar un suspiro, no era la primera vez que se veía en esa situación, se volvió una especie de rutina cada noche a la que aún no lograba acostumbrarse.
La otra mano de Mahad que aún acunaba su tobillo se deslizo delicadamente por el arco, así como pinceladas sobre lienzo, un dedo tras otro hacían el mismo viaje bajo espasmos involuntarios del futuro monarca, quien por reflejos contraía sus dedos y buscaba alejarse el tacto, cosa que no era muy viable.
Una sensación cálida y húmeda proveniente de la lengua de Mahad, la línea que trazó hasta la punta del pie llevaba consigo la punta de su nariz además de arrastrar los labios sobre la piel.
Las pierna en la que aún se lograba sostener flanqueó cuando sus dedos se encontraban ya en la cavidad bucal de su ciervo siendo humedecidos, levemente mordidos pero viéndose muy consentidos por la generosa lengua que los abrazaba uno por uno, lo que coronaba el final de la sesión era la simulación de felación en el primero de sus dedos.