No siempre fue el chico tímido de los Slifer rojo, era uno de los que poseían un sentido agudo a la hora de los duelos aunque al inicio su propia mente lo dejaba cohibido por debajo de sus verdaderas habilidades.
Tomó algo de tiempo para que encontrara esa parte suya pero por algo se empieza y el buen consejo de su Anikii, Jaden Yuki, fue el detonante para su evolución. Si necesitaba mantenerse concentrado debía buscar algún incentivo, uno fuerte que se arraigara en su ser.
Una noche cualquiera en la academia de duelos tras un rato de insomnio, le dio por distraerse un rato con las revistas que en un inicio había llevado de contrabando, esas raras revistas que Zane guardaba recelosamente en un rincón de su habitación. Las ilustraciones iban desde chicas en elegantes bañadores hasta fina lencería con encajes, negro, blanco, rojo, tonalidades de azul, rosa, doradas y demás. Algo dentro de su pecho, similar a una caída libre, se hizo presente al encontrar no sólo bellas modelos sino también modelos varoniles.
Sintió como los colores le subieron al rostro y cerró inmediatamente la revista tratando de regular su pulso y respiración.
Unos días después de su noche reveladora llegaron un par de cajas a su habitación, por fortuna había llegado a los dormitorios antes que sus compañeros de cuarto, conociéndolos sabía bien que la hubieran abierto, sobre todo Jaden, la persona más curiosa que conocía hasta entonces.
El paquete no era nada más ni nada menos que un pedido por catálogo de piezas de lencería, al momento no se atrevió a abrir la caja, dudó bastante pero al final lo hizo con todo el nerviosismo del mundo.
Ahí estaban tres juegos de tangas masculinas; tres de femeninas además de ligueros; tres boxers de puro encaje, negro, azul y rojo; increíble hasta para él pero también habían sostenes para hombres, así que también venían incluidos en la entrega. Su corazón le galopaba a toda velocidad, incluso más que cuando está por completar un combo para la victoria.
De a poco fue tomando confianza primeramente consigo mismo para atreverse a vestirlas sin que sus compañeros de cuarto lo notaran así que de vez en cuando o despertaba antes, o prefería fingir que se la había hecho tarde para cambiarse antes d clases.
Con el tiempo la primera estrategia que adopto fue dormir con la lencería por debajo de su pijama y para su sorpresa le resultó bastante cómoda, incluso más que antes de empezar a vestir la ropa interior común y corriente.
Con un poco de practica junto a su pequeño secreto, su rendimiento escolar mejoró totalmente y es que la sensación que le producía la fricción del encaje en su entrepierna era realmente agradable, sentir esa firmeza que abrazaba a sus glúteos y su miembro en conjunto con un de sus tops preferidos, era como estar atado a un arnés antes de saltar de un precipicio.
Al llegar a los Obeliskos azules ya contaba con tantas piezas de lencería que básicamente tuvo que designarles una parte significativa en sus cajones del ropero de su nueva habitación.