-Vaya, finalmente estas atrapado.
Trataba con todas sus fuerzas no hiperventilarse, pero respirar jamás le había parecido tan vital, el sudor le caía a mares por la frente, la nuca, parecía que acababa de salir de la ducha sin secarse apropiadamente, y para su fortuna el perseguido no resultaba mejor.
-¿En serio crees que puedes arrestarme sin evidencia?
-Esos sujetos te llamaron ladrón, algo habrás de haber hecho para ganarte el sustantivo ¿No crees?
-¿Quién no te dice que el caso es al revés? ¿Eh?
-No lo sabremos hasta que te llevé a la oficina y declares.
El chico castaño bufó y soltó a reírse.
-¿Y crees que podrás tú solo conmigo?
Joey también soltó a reír pero no sabía si por el nerviosismo de pensar en esa posibilidad, miedo no tenía, el sujeto no parecía ser un vándalo peligroso, no portaba un arma, de lo contrario ya hubiera tomado medidas drásticas.
-Tú estás subestimando mis habilidades.
-Bueno, inténtalo.
Y así sin más extendió sus brazos a los lados para que se acercara y lo esposara, cosa que le pareció hilarante al policía, rascó su nuca y se acercó sin ninguna alerta en su mente.
-Esta juventud de hoy en día.
Cuando le tomó de las muñecas y sacó sus esposas estuvo al mil por ciento seguro de que lo tenía pero por alguna rara razón que sigue sin asimilar , él mismo término atándose alrededor del enorme sujeto.
-Que atrevido resultaste, eh.
El sujeto estaba más que divertido con la cara que tenía el chico rubio.
-Para tu información me llamo Joseph.
-Seto, Seto Kaiba, cachorro.
¿Cómo le había dicho? Eso sí cabreó bastante a Joey que no podía hacer movimiento alguno.
-No soy tu perro, Kaiba.
-Bueno, estas esposado a mí. Desde ahora puedes considerarte mío, Joey.
Kaiba le guiñó y se aventuró a besar los labios de Joey, que por más que quisiera no podría separarse.
-Sabes, te ves adorable así. Tal vez considere salir contigo, eres divertido.
-¿Pero qué dices?
Definitivamente desde aquel día tuvo la ligera impresión de que sus propias esposas las tendría más tiempo que quienes realmente las merecían. Él no las merecía pero quien sí lo tenía completamente rendido por lo que no supo responder a la propuesta de Seto, igual al mayor no le causaba conflicto que no se decidiera al momento, él se encargaría de que le terminara suplicando.
No pasó mucho, era cuestión de tiempo y ambos lo sabían. Efectivamente como Joey se imaginó, siempre terminaba atado con sus esposas a los barrotes de una cama ajena, debajo del cuerpo del supuesto delincuente que terminó atrapándolo a su corazón de buenas a primeras.
-Seto
-¿Dime?
-¿Puedes explicarme cómo fue que terminé esposándome?
Kaiba no le dejó seguir preguntando, dejó que se ahogara en sus gemidos y suspiros bajo su nombre, disfrutando del sonido metálico en las muñecas de Joey, quien conforme el tiempo transcurría se acostumbraba a la molestia del metal, a la fricción que levantaba su piel aunque buscara no moverse demasiado pero parecía imposible por los increíbles orgasmos que Seto se encargaba de darle.