Gracias al don natural con que nació le es fácil, cuando se lo propone que es casi nunca (pues no le gusta jugar sucio), conseguir lo que quiere, entonces ya encuentra un punto en común con su “pareja” y es que pueden volverse los seres más egoístas y mimados del mundo, uno por tener tanto dinero para hacer y deshacer lo que guste su santa voluntad, él unos enormes orbes violetas y un cuerpo menudo que tienta a pensamientos impuros.
No es la primera vez que lo intenta pues su primera cobaya fue el mismo ser que él es a los ojos de Kaiba, lo divertido era que por más que quisiera tocarlo aquel espíritu, el caso era que no podía.
Por mero capricho de Yugi quien disfrutaba de encender el calefactor sin intención de usar la ducha. Era aún mejor cuando quería “venganza” y a su punto de vista ya era tiempo de sacarse la espina de ser la víctima.
Sabe que enciende el lívido de Kaiba y tiene pensado aprovechar su talón de Aquiles a su favor.
Cuando llega el fin de semana y Yugi queda libre de las garras de Seto por un par de días, no lo despide con un beso en los labios sino con un ademán de mano antes de salir corriendo para que no lo siga más allá de “su territorio” porque sabe que Seto no es de los que va tras nadie a menos que sea muy necesario y justificado.
A inicio de semana comienza sus saludos huyendo de sus labios y atinando los besos en la comisura acompañados de un leve roce con la lengua antes de separarse bruscamente, no es tonto como para tentarlo en horas libres sino que espera exactamente la hora pico para darse a desear, de vez en cuando modifica el termostato con unos grados extra para poder abrir descaradamente su camisa por completo dejando ver su torso ante una mirada llena de expectativa que modera su autocontrol por no lanzársele encima a susurrarle el nombre de Atem a la oreja.
Está atascado de informes tediosos que debe, además de leer, cotejar y firmar de urgencia.
Yugi prueba inclusive a la hora del almuerzo, desespera la paciencia de Seto porque sabe que no querrá armar una escenita en un lugar público así que él disfruta la comida entre leves atisbos de picardía al relamerse los labios cuando tiene sus amatistas puestas fijas en los zafiros de su acompañante, se erectan sus vellos corporales cuando siente que el hielo se torna fuego en la mirada de Kaiba y no satisfecho con el resultado visual que le ofrece, procede a buscar sus zonas erógenas en sus pantorrillas con su pie.
El rostro compungido de Seto le advierte que como siga con ese juego le irá muy mal.
Yugi sólo ríe por el fastidio que causa, pero su juego ya comienza a dar buenos resultados, no es provocativo en el sentido atrevido de la palabra sino “inocente” sabe que sólo así puede recuperar su nombre en los pensamientos y deseos de Kaiba.