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Por equivocación. por Mimod

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Notas del capitulo:

Aquí les dejo la siguiente incógnita de la vida de Thomas.

¿podría confiar en Jonh?

Al entrar en el cuarto de baño de mi dormitorio, enciendo las luces. Las paredes blancas rebotaron la luz sobre mis ojos violentamente. 

Me dirigo hacia el espejo frente a la ducha pisando el frío suelo descalzo.

Me aseguré de cerrar bien la puerta.

Al verme en el espejo, sin camisa, el cabello revuelto y el rostro desaliñado, reparé en los grandes moretones que casi desaparecían. Entre un tono verde claro y el café lechoso, cruzaban desde mi pecho izquierdo hasta el área de las costillas derechas. Ya no dolía, sólo era deprimente verme en tal estado. 

Advertí la cicatriz que adornaba bajo mi pectoral izquierdo formando una alargada curva gruesa. Alcé la mano derecha y pasé los dedos por aquella marca de forma lenta.

Recordaba bien aquella mañana, antes de lo sucedido con Minho. 

Padre me había gritado por no dejar que la llamada entrante de, al parecer, alguna persona importante de su empleo, fuera tomada del teléfono central, mientras yo conversaba antes de irme a la escuela. Había sido intencional, pero aún así subí a mi habitación, entre en el baño, tomé mi cuchilla y la enterré en mi piel cuidadosamente. El dolor pareció satisfacerme entonces. Todo estaba bien.

Luego Minho tuvo que estropearlo.

Era necesario que me sintiera igual que aquel entonces. Tenía que tener alguna forma de desahogarme.

Me incliné hacia adelante y alcancé el mango de la cuchilla enterrada en la pared de mármol detrás del pie del lavabo. Me erguí de nuevo y, hechando un último vistazo a mi reflejo, me alejo del espejo y tomo asiento en la orilla opuesta, descansando mi espalda desnuda en la tina de baño, delante de las puertas de vidrio.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo.

Cuidadosamente, levanto los dobladillos del pantalón hasta muy cerca de la rodilla derecha y observo lo que yo mismo me había ocasionado. 

Tres largos cortes, sólo uno profundo, marcaban el costado de mi pantorrilla derecha. El más reciente, hace tres días. Sujeté fuertemente el mango del arma y lo levanté con la punta al aire. Me relamí los labios, incliné mi cabeza para tener un mejor ángulo de visión mientras adelantaba la cuchilla, y me acomodé sobre el suelo ligeramente.

Sentí la aguja enterrándose en mi piel, muy cerca del costado de la rodilla, alejada de las demás heridas. Estiré el cuchillo, desviándolo del punto inicial hasta casi cinco centímetros hacia abajo....

Cerré los ojos, con la punta de la lengua sobresaliendo de entre mis labios...sentí la cara tornándose de color rojo, calentándose a su tiempo y las señales del dolor invadiendo mi cerebro...

-¿Thomas?

La cuchilla se me cae al suelo y provoca una serie de ruidos metálicos. Miro hacia la puerta, donde Jonh ha llamado.

-¿Qué estás haciendo? Ya vamos tarde.- Su voz suena decepcionada. 

Deslizo los dobladillos del pantalón rápidamente hasta su sitio, me estiro sobre el suelo y tomo la cuchilla ensangrentada con cierta torpeza al tiempo que me pongo en pie. Al pasar delante del lavabo, la dejo en el escurridero con delicadeza y me dirigo hacia la puerta.

Desdoblo el seguro y la abro.

Jonh está del otro lado, observándome con una extraña mirada en el rostro. Llevaba puesto un pantalón y una chaqueta negros con una playera blanca y botas de suela gruesa.

-Ahora voy.- Le digo, desconcertado. Me sentía como si viviera dentro de un sueño, ya que mi conciencia no parecía del todo real. Relamo mis labios de nuevo e intento cerrar la puerta, pero entonces mi hermano coloca una palma para impedírmelo.

Su mirada se torna casi obscura, sus labios se curvan amenazadoramente. Intento ignorar el cosquilleo que recorre mi pantorrilla al escurrir la sangre por ella.

-Thomas.- Fue casi un susurro, mas muy audible.

-¿Si?- Le miro directo a los ojos, intentando adivinar sus intenciones. 

-¿Qué estás haciendo?- Desvía los ojos hacia mi mano derecha, colocada sobre el costado de la puerta.

Las extremidades estaban manchadas de sangre.

Retiro los dedos con cierta torpeza sin que me importe las marcas que dejo grabadas.

-No es nada, sólo...- Pero la voz parece fallarme en el momento inoportuno. En lo único que pensé es que no podía dejar que descubriera mis acciones porque, por ende, la noticia llegaría a los oídos de mi padre. Y es que Jonh era su conducto hacia mí.

-¿Thomas?- Me llama de nuevo, esta vez, su tono fue mucho más bajo, casi imperceptible.-¿no te parece algo estúpido?

Cuando le devuelvo la mirada, él empuja del marco de la puerta con brusquedad. Esta me roza de la nariz y me golpea la pierna izquierda. 

Fue algo inoportuno, no pude detenerlo. 

Retrocedo automáticamente en tanto Jonh, que parece ya saber a dónde mirar en cuanto invade el sitio, observa.

Descubre la cuchilla en el lavabo y las gotas de sangre manchando el fino suelo blanco cerca de la tina de baño. Me quedé inmóvil, examinándole. Mi torso temblaba, como si tuviera frío, y entonces me percaté de las lágrimas que inundaban mis mejillas.

¿Es que no podía dejar de llorar?

Antes de que Jonh se fijara en mí, me adelanté hacia él doblando mis brazos para protegerme de un frío inexistente que cobijaba mi figura.

-¡No se lo vallas a decir a papá!- Exclamo en voz baja, pero lo suficientemente desesperada para sonar ensordecedora. Él pudo mirar mis lagrimas y antes de que continuará suplicando, se acerca hacia mí y con las manos me toma de los hombros desnudos.

-Thomas, shhh. - Susurra serenamente. Intento calmar mis sollozos sin apartar los ojos de su semblante firme próximo del mío. Pasa sus tibias manos a mi nuca, algo que casi nunca solía hacer.

-Está bien, no voy a decírselo.- Me dice cuando me he calmado. Le observó casi de manera expectante. Había sido por poco seguro que mi vida iba a convertirse de nuevo en un infierno en cuanto cruzó el umbral.

-¿No?- Apenas muevo los labios cuando le cuestiono. 

-No.- Niega, pasando la punta de sus dedos por mis mejillas delicadamente. Colocó mis manos alrededor de sus brazos, cubiertos por la piel negra de la chaqueta y le sigo contemplando. El olor a fragancia llega a mis fosas nasales. Al cabo de un rato, prosiguió a hablar.

-Sólo necesito que no lo vuelvas a hacer.- Al escuchar aquello, pareció darme un tic en el cuello y mi hermano lo advirtió.

Antes de proferir algo más, me silenció por última vez.

-No digas nada ahora.- Mis cejas se fruncen.- Tenemos que ir a esa fiesta en este instante, ¿De acuerdo?- Me palma un poco la nuca con una sonrisa en el rostro. Sorbo de la nariz y asiento, tratando de sonreír sin parecer un mentiroso.

-Arréglate.- Continúa en tanto se aparta. - Te espero en el auto.

Asiento, entretanto, él se da la vuelta y abandona el sitio en que me deja plantado. 

Cierra la puerta tras él.

Escucho como se aleja y salé de mi habitación con pesados andares. Cuando dejo de oírle, contemplo a mi alrededor y un pequeño atisbo de remordimiento asoma en mi conciencia. 

¿Qué tanto daño me había provocado?

 

 

La calefacción del automovil era reconfortante.

Me había acurrucado sobre el asiento del copiloto, con las piernas dobladas, los pies justo encima de la piel obscura y los brazos rodeándoles, y el costado derecho de la cabeza soportado por la ventanilla.

Afuera, la luz del día había desaparecido y las luces del auto vislumbraban la carretera.

Llevaba puesto unos pantalones nuevos grisáceos, una playera color crema de cuello en "v" debajo de una chaqueta y zapatillas.

En un momento dado, mientras escuchaba el suave movimiento de la máquina sobre el pavimento, deslicé el brazo izquierdo hacia la pantorrilla derecha y mis dedos comenzaron a juguetear con las costras de sangre encima del pantalón. Seguía observando por la ventanilla, cuando sentí un fuerte tiro en mi antebrazo izquierdo. Mi mano golpeó con el seguro del cinturón de seguridad.

Levanto la cabeza y volteo la mirada hacia el conductor.

Con las manos en el volante, me devuelve el vistazo.

-Deja de hacer eso.- Dice en voz baja con cierta expresión de asco en el rostro. Era cierto, había escuchado el sonido de las costras rompiéndose estruendosamente en la plenitud del silencio.

-Lo siento.- Respondo automáticamente retornando mi cabeza a su sitio.

-Y baja los pies del asiento.- Dice después de unos segundos, en una escala más elevada de voz.-¿Sabes lo que papá te haría, no es cierto?

-Es mi auto.- Le contesto en el mismo tono de resentimiento. También era cierto que a nuestro padre no le preocupaba lo que ocurriera con las cosas que no le pertenecieran. Sin embargo, si subiera los zapatos a los asientos de su auto, me daría un azote en el rostro, bien lo sabía.

También era forzoso aclarar la siguiente cuestión: ¿Por qué Jonh había preferido mi auto para salir esta noche? La respuesta era muy sencilla.

Jonh había destruido parte del capote delantero de su Mercedes benz plateado alguna noche, hace ya algunos meses, mientras conducía de regreso a casa de una fiesta de fraternidad del comienzo de ultimo año. No tenía dinero para arreglarlo del todo, así que se le hizo fácil tomar las llaves de mi auto del llavero junto a la puerta de mi dormitorio.

Jonh permaneció en silencio varios minutos más, escrutando la carretera hacia adelante.

Entonces me atreví a mencionar lo que tenía atorado en la garganta.

-Ya lo sabías.- Susurro. Bajo la mirada hacia los controles de la puerta automática un momento. El silencio vuelve a hacer acto de presencia. Cuando caigo en la cuenta de que no responderá a mi comentario, un largo suspiro se escapa de entre mis labios. El aliento choca con el cristal de la ventana y este se empaña lentamente. Afuera, el frío debía de ser agrio.

-Si.- Le escucho decir como si le pesará hacer aquella confesión. Permanezco quieto un momento más antes de inspeccionarle.

-¿Qué más sabes?- La pregunta pareció confundirlo. Giró el rostro hacia mí, desviándolo de la carretera, y me escruta el sereno semblante. Jamás se lo había dicho a nadie, pero había una persona que podría saberlo, además de mi hermano, por el fácil hecho de conocerme perfectamente.

-¿A qué te refieres?- Al preguntar, retira una mano del volante y la reposa sobre una pierna, intentando mirarme a mi y al camino al mismo tiempo.

Me vuelvo hacia la ventana, por segunda vez.

-Olvídalo.

La verdad es que, durante el trayecto, Jonh no dejó de hacharme miradas discretas en que advertí, a través del retrovisor, no prometían nada bueno.

Notas finales:

¿debería seguir escribiendo? 


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