-Sí.
-¿Sí qué?
-Sí, mi amo.
Camus sacó una sonrisa súper sexy y desabrochó los dos primeros botones de su camisa blanca; apreciando su tórax tan marcado y apetecible. Me puse de rodillas y comencé a acariciar su pecho. Se sentía duro y suave. De vez en cuando le lanzaba sonrisas provocativas y él me las devolvía con la misma intensidad, en una de esas me mordí el labio inferior y pasé mi lengua por ellos, hasta que él me ordenó:
-Desciende y chúpamela.
Obedecí y bajé lentamente; estaba en su hombría, así que comencé a masajear ese falo enorme, también escupí un poco para manipularlo con más facilidad. En una de esas me lo metí completo y comencé a succionar; lentamente, mirándolo a los ojos de vez en cuando.
-Ahhh…Eso…Así…Ahhh…No pares…
Me mordí los labios y con una voz sexy le pregunté:
-¿Te gusta?
Pero dio un pequeño salto ante mi pausa y con voz dominante respondió:
-¡Claro! No te dije que pararas.
-Lo siento, amo.
-Continua, pero no quiero que me desobedezcas, ¿Está claro?
-Sí, mi amo.
Seguí haciendo la felación, pero ésta vez avancé más rápido; metiendo y sacando, hasta que él se desplomó en mi boca.
-Aquí está tu leche, mi gatito sexual. ¡Tragátela!
Como si se tratase de que tuviese hambre, me pasé el líquido caliente y relamí mis labios, lo cual, provocó que Camus se excitará, después de ello, me ordenó que me levantará y que diera media vuelta. Él se paró del sillón.
-Uyy! Luces bien. Tienes mucha carne. Me gusta.
-Grrr..
-Ahora quiero que me bailes.
Se volvió a sentar y comencé a mover mis caderas, levanté mis manos para masajear mi cabellera. Después me agaché y moví mis grandes glúteos, en eso ví como Camus se masturbó; me levanté y metí el dedo del medio por mi boca y lo chupé como si se tratase de un dulce. Luego me senté en el suelo, me abrí de piernas y comencé a masturbarme. Empecé a gemir, pero de una forma gatuna, después me volví, me puse en cuatro. Tomé un dildo que estaba por ahí y lo introduje en mi cavidad: muy lento, lento, lento.
-Ahh…Rico…
-Uyy…Muevete así, vamos…
Al mismo tiempo ambos eyaculamos. Me dirigí hacía él, gateando y moviendo mis caderas sensual y lentamente. Él me cargó y me sentó en sus piernas; nos besamos con demasiada pasión; el ambiente iba genial: nuestro piel,aroma sexual. Pasamos el rato así, y me puso boca bajo: me nalgueó muy fuerte.
-¡Eres mío! Gato malo.
-Ahhh…Duele…
-Tienes que obedecer y portarte bien; no me hagas enfadar.
-Sí, seré un buen animal.
En ese momento me puso en el suelo, boca abajo, abrió mis piernas y comenzó a lamer mi cavidad, claro, yo movía mis cacheteras; me sentía bien, muy complacido. Se detuvo para estrujar mis glúteos y empezó a dilatarme, cosa que no tardó mucho en hacer y me penetró.
-Ohhh… Duele.
Me había quejado y de mis ojos se escaparon unas lágrimas, así que él dijo:
-¡EL DOLOR Y PLACER SON LO MISMO!
Sonrió con lujuria y perversión e inició su vaivén, que por cierto fue muy rápido y brusco, yo gemía porque me lastimaba, pero sentía rico; sé que es extraño, pero me excitaba sentirme sumiso, obedecerlo. No satisfecho, me levantó y se sentó en mi sofá, me ordenó que me subiera en mis piernas; me autopenetré; subía y bajaba y veía una sonrisa sexy y sádica en el rostro de mi Camus.
-¡Te amo, Milo! Ahh…
-Yo..Yo..Más..Camus..
-Eres tan … Deli..Delicioso…
-Lo hago… Por ti…
Estábamos llegando al éxtasis, gritaba su nombre y eso le encantaba; nos amábamos pese a el juego que habíamos iniciado. En una de esas eyaculó y ambos gritamos; se esperó un poco.
-Perdón, mi amor. ¿Te lastimé?
-Jajajajajaja. ¡No te preocupes!
Me incliné para depositarle un dulce beso y destensarlo.
-Es que te jalé y te lastimé. Además ve tus muñecas: están marcadas.
-Fue parte de nuestros roles, mi cielo, mi copo frío.
-Y tú mi bicho sexy.
Nos besamos con un amor infinito y una ternura; seguíamos siendo sal y limón; uña y mugre; gran equipo. Pero íbamos por algo más; estamos creciendo y eso me gusta, lo nuestro ya no es una simple amistad, sino un noviazgo lleno de amor; sí, el amor lo puede y cura todo, y eso es lo que hago con él; se merece todo el cariño, se lo ha ganado. Porque sabía que dentro de ese caparazón frío y distante, estaba alguien maravilloso.