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Woods por Dakuraita

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Notas del capitulo:

Han pasado años pero heme aquí con otro capitulo más, y me alegra mucho, esta historia es especial para mí porque me hace muy feliz, es relajante escribir sobre cosas simples, historias como estas son algo que gozo, lamentablemente la universidad no me deja mucho tiempo y bueno... también porque quiero que cierta persona especial que admiro mucho pueda gozar otra vez de esta historia y pasarla bien mientras la lee, ¡espero les guste!

Aquella mañana Kiyoshi sintió una brisa fresca peinar su perlada frente, llevaba un rato trabajando cortando leña que había recolectado hace unos días, y el sol había salido por completo. Reo había llegado a su puerta acompañado por una cierva que estaba en cinta. “Necesito hacer algo, Kiyoshi”, informó el fauno mientras sus orejas parecía moverse nerviosamente “Ella está a punto de traer a su cervato al mundo, quisiera que le acompañes, escuché por ahí que cazadores rondan por el bosque, ¿Podrías hacer eso por mí?”. Kiyoshi acercó su mano a la cierva y esta aceptó una caricia, ella sabía que Kiyoshi era de fiar, por lo visto Reo le explicó aquello que debía explicarse. “Por supuesto”, respondió Kiyoshi antes de llevar a la cierva a la parte trasera de su cabaña, donde esta se postró sobre un poco de heno que Kiyoshi juntó para ella. “Volveré apenas sea posible”, Reo parecía nervioso, Kiyoshi tomó su mano “He ayudado a recibir criaturas, no debes temer, ve”. Con eso, Reo parecía tranquilo y pronto solo se escucharon sus casquetes haciendo ruido al alejarse velozmente. La brisa pareció agradar a la cierva también, que respiraba agitada, pero mantenía la calma y la dignidad. Kiyoshi admiraba a las hembras de otras especies, jamás se veían asustadas, de vez en cuando algunas podrían soltar un quejido pues la labor de parto para nadie es sencilla, sin embargo, a diferencia de las mujeres, que asustadas requerían de asistencias para traer a sus bebés al mundo, las hembras de la naturaleza solo aguardaban calmas; por supuesto existían ciertas mujeres capaces de tal calma, como las curanderas que vivían en la cima de las montañas. Kiyoshi recordaba bien a esas mujeres, un día, junto con su madre, fueron a verlas. No recordaba con exactitud si su madre había ido por un trabajo o por mera invitación dado a alguna amistad u otro tipo de conexión, sin embargo, recordaba que las mujeres ahí estaban tranquilas, reposando en cuerpos de agua o incluso en unas especies de nidos creados con mantas y almohadones. Se escuchaban respiraciones rítmicas pero controladas y de pronto, como si nada, el llanto de nuevos infantes bañaba la habitación y todas soltaban una especie de grito alegre similar a una canción, como si agradecieran el éxito del nacimiento. ¿Seguirían esas mujeres ahí?, no había pensado en ello en muchos años.

 

—Parece que solo querías compañía —mencionó Kiyoshi, observando a la cierva; realmente solo pudo trabajar en la leña mientras la observaba de vez en cuando, el parto había tomado un rato, pero nada informó que algo estuviese mal, era solo la naturaleza haciendo lo que debía hacer— Te traeré agua —dijo, secándose el sudor de la frente y dejando su hacha de lado, también tenía sed y le vendría bien un trago. Se acercó al pequeño riachuelo que corría cerca de su cabaña y bebió de su mano, mojando su cabello, luego llenó un cuenco para la cierva; llevó pues el cuenco con agua fresca del rio, y una pequeña toalla una vez que estuvo devuelta, la cierva bebió tranquilamente y entonces una cabeza empezó a asomarse; la cierva se recostó por completo y abrió sus patas para facilitar la salida. Kiyoshi se colocó con la toalla de manera que poco a poco el cervato llegaba a sus manos. Una vez que todo terminó, dejó al pequeño junto a su madre, quien se dedicó a quitar la placenta.

 

Kiyoshi dejó el trabajo un rato y tomó asiento al lado de la cierva, a quien acarició.

 

—Lo has hecho muy bien, gracias por tu arduo trabajo —le dijo cariñosamente; desde que estaba con Reo había tomado el habito de hablar con mayor amabilidad a los seres vivos, aún si pareciera que hablaba al viento algo en su interior le decía que eso estaba bien, que era bueno expresar la labia dulce, quizás si lo hacía sus intenciones llegarían a aquellos que debían recibir su mensaje. La cierva no respondió de ninguna forma, pero tampoco alejó su mano. “Seguramente, si solo hubiese encontrado a la cierva, esta hubiese mordido mi mano”, pensó fugazmente, y era en parte cierto. No culpaba a la cierva por ello.

 

Entonces varios pares de cascos se escucharon, pronto Reo y un ciervo estaban en frente de ellos. Reo tenía en sus manos una cesta que era familiar a Kiyoshi, pues este se la había tejido a Reo dado a una petición.

 

—Me tomó encontrar al padre, pero lo logré, debo agradecer a mis hermanas ninfas que le vieron pasar y le siguieron la pista —comentó, antes de observar a la cierva y sonreír de par en par— Oh, ¡Es precioso! ¿Ha habido muchas dificultades? —inquirió, observando a Kiyoshi.

 

—En lo absoluto, yo solo he dado algo de apoyo y agua, ella ha sido magnifica y ha hecho todo por su cuenta, el cervato está vivo y coleando… ¿A dónde había ido el ciervo?

 

—Tuvo que huir de los cazadores y perdió el rastro de su cierva, estaba perdido, pero ahora está aquí… También me aseguré de encontrar un lugar para que puedan dormir y esconderse mientras su cervato consigue la fuerza para caminar, solo deben esperar un poco, luego de eso se irán para el invierno.

 

Kiyoshi nuevamente observaba lo genuinamente preocupado que estaba Reo, todas esas molestias por unos ciervos… era algo maravilloso, a decir verdad. Kiyoshi observó la cesta. Reo la destapó y en ella se observaron diferentes tipos de plantas y hierbas, también se apreciaban frutas muy vistosas y jugosas que provocaron un gruñido en el estomago de Kiyoshi, quien se percató que no había probado bocado en horas. Reo pareció sonreír, y luego se echó al lado de Kiyoshi. El ciervo se recostó apartado de la cierva y los otros para darles espacio.

 

—Estás son para la madre, tuve que encontrar las de mejor calidad para que pueda producir la mejor leche, no es tan sencillo encontrar estas gracias a… bueno, ya sabes —Kiyoshi sabía que este hablaba de la obra del humano en el bosque, asintió para que el tema no fuese tocado innecesariamente—. Y estás son para ti, las encontré y pensé que tendrías apetito.

 

Kiyoshi tomó uno de los duraznos con una mano y con la otra tomó las plantas que ofreció a la cierva, quien decidió comer poco a poco de su mano. Kiyoshi mordió el durazno y este escurrió el más dulce jugo, estaba delicioso, se escurrió entre sus dedos. Reo, como si nada, se acercó a lamer el rastro de aquellas dulces gotas; el rostro de Kiyoshi adquirió un leve rubor, pero intentó no decir nada o pensar en ello, eso debía ser normal para el fauno, no era necesario escandalizarse…

 

—Está delicioso, gracias —dijo Kiyoshi, antes de finalizar el durazno y guardar la semilla en su bolsillo— Plantémosla después, ¿sí?

 

Las orejas de Reo se movieron reflejando su emoción, a Kiyoshi le pareció algo tremendamente precioso.

 

La cierva terminó de comer y para cuando llegó la hora de almorzar, el cervato ya estaba bebiendo de la leche de su madre, mientras el ciervo, ahora recostado al lado de su hembra, esperaba con paciencia, dándole de vez en cuando unas lamidas en el rostro, parecía casi una muestra afectuosa.

 

Reo y Kiyoshi fueron a tomar un baño en el lago que quedaba a unos minutos de distancia, sabían que los ciervos estarían a salvo ya que estos terrenos no eran apetitosos para los cazadores, y porque estos ya se habrían marchado al pueblo, pues la cacería, según costumbre, se realizaba temprano. Ellos seguramente llevaban varias liebres y quizás algún otro animalito para vender y cocinar, aquello era bueno pues daría a otros de comer y vestir, Reo y Kiyoshi lo entendían, pero no se arrepentían de salvar a los ciervos.

 

Kiyoshi se desnudó tranquilamente y entró al agua, estaba fría pese al sol y el calor, pues era otoño y el sol no calentaba tanto el agua, los baños eran los más deliciosos en verano, y en invierno imposibles, si Kiyoshi deseaba bañarse requería acarrear agua y calentarla un poco para darse un remojón fuera de su cabaña. Reo observaba tranquilamente como este nadaba y chapoteaba, la satisfacción en su rostro al remojarse y zambullirse… ¿Por qué no podían ser así de simples los humanos?, se preguntó. Jamás lo sabría, pero sabía que ese humano era alguien especial, tal vez no entre los suyos, pero especial para sí mismo. ¿Qué era lo que sentía exactamente hacia él? Reo conocía el amor, amaba a todas las criaturas, era amado a su vez por muchas de ellas, el amor era parte de la vida y del ser. Pero por ese humano había algo diferente, algo que quizás no necesitaba tener nombre, y que aún así causaba intensa intriga para sí mismo, pues esto era nuevo, era… ¿Qué era?

 

Entonces sintió algo en el viento y dijo: —Oh, tendremos visitas hoy.

 

Kiyoshi se acercó.

 

—¿No vas a nadar, Reo?

 

—No gracias, con verte disfrutar me parece suficiente —Reo dio unos golpecitos con uno de sus cascos— Kiyoshi, ¿te molesta tener invitadas en tu hogar?

 

—¿Invitadas? ¿Quiénes?

 

Reo suspiró tranquilamente, el sol bañaba su rostro y casi daba la impresión de que en cualquier instante flores nacerían de su cabeza.

 

—Dos brujas —comentó— son buenas brujas, no temas, yo nunca permitiría que algún mal espíritu o fuerza entrase a tu hogar, son unas queridas amigas mías, no las considero humanas pues son más que nada hijas del bosque, son hijas de un hada y un sátiro, nacieron con la apariencia de hadas, aunque parece ti gente son como cualquier otra persona.

 

—Si tú aseguras que son de bien, confío en tus palabras, ¿Por qué llegarán a visitarte?

 

—Usualmente llegan al bosque a verme, a veces llega toda una caravana pues celebran ciertos ritos en el bosque, pero ellas han leído las runas y saben que de momento te acompaño y que comparto tu hogar, así que la visita cambiará… Las brujas siempre traen regalos así que espero eso compense el que coman del fruto de tus esfuerzos, no quisiera aprovecharme de ti, sé que conseguirlo es arduo… —Reo jamás había hablado así, tan considerado y preocupado por la humanidad de Kiyoshi, este parecía brillar de alegría por ello, por lo que salió del agua y tomó sus manos entre las suyas.

 

—Me regalaste deliciosa fruta, y sé que podremos arreglárnoslas, son bienvenidas y compartir el pan no me presenta dolor alguno.

 

El corazón de Reo dio un pequeño golpecito contra su pecho, fue quizás la primera vez que sintió algo así, y se preguntó si aquel sentimiento seguiría agravándose, si su cuerpo manifestaría lo que en el fondo empezaba a acumularse, burbujeando suavemente.

 

Cuando volvieron, se aseguraron de llevar a los ciervos al lugar seguro que Reo había preparado, que estaría vigilado por espíritus del bosque y que les darían aviso en caso de que cazadores estuviesen a distancias peligrosas. Para cuando volvieron a casa, empezaron a trabajar en la cena para sus invitadas, que consistía principalmente en Kiyoshi haciendo cosas y Reo trayendo ingredientes del bosque. Kiyoshi buscó entre sus posesiones y encontró una botella de vino que le habían dado hace muchos años, la abrió y se aseguró que fuese buena, sirvió copas y dejó la casa alumbrada. Luego bañó la puerta con unas cuantas flores y esencias que Reo le entregó. —Significa que son bienvenidas a tu casa y que es un lugar seguro. Verás, las brujas no son todas de los mismos bandos, entre ellas están brujas oscuras, brujas que aman la naturaleza, brujas que se dedican a la búsqueda de la verdad y… todas provienen de diferentes origines; escuché que las brujas de la música son prominentemente hijas de sirenas, y que las brujas de la salud cuentan con humanas entre sus aprendices, mas nunca las he visto, pues habitan en las cimas de las montañas. Así que, entre ellas tienen señales y saludos para que compañeras puedan saber sin recelo si han de entrar o no.

 

Para cuando el manto de la noche cubrió todo y la luna se anunció en lo alto, se escuchó el resoplar del viento, pero este parecía más bien una canción diferente a la de siempre, fue entonces que las voces de dos mujeres se hicieron escuchar.

 

“¡Fortuna a ti, fortuna a mí, fortuna nuestra! ¡Llegamos, llegamos y ahora nos presentamos! ¡Si ves un gato negro no debes pestañear tres veces, bajo la luna danza sin calzado, y jamás comas un murciélago desalado! ¡Hemos llegado, hermanas tuyas, hemos llegado, a traer con nosotras la buena cosecha, al buen amado, que luz que os alumbre sea parte de nuestro legado!”

 

La letra se repetía jubilosa junto con las risas femeninas de sus portadoras, eran las risas de personas felices, dichosas en toda la extensión de la palabra, Kiyoshi jamás había escuchado risas tales, pero sí había sentido ese jubilo de parte de aquellas curanderas en la montaña. Tal vez había alguna conexión.

 

Entonces dos mujeres que sostenían una escoba en su mano aparecieron frente a su puerta, hicieron una reverencia; Reo y Kiyoshi correspondieron el saludo. Había una bruja de cabello rubio, alta y con una sonrisa tranquila, y la otra, un poco más baja de estatura, tenía el cabello tan rosa como sus ojos, y sonreía con dulzura. Ambas vestían por completo de negro, en sus sombreros, igualmente negros, podían apreciarse flores de todos los colores. Sobre sus hombros capas con brillos que parecían estrellas llegaban hasta sus pies, donde se observaba un par de botas negras.

 

—¡Reo! ¡Bienaventurado seas! ¡Qué gusto verte, una vez más, en esta época del año!

 

—Alex, Momoi, bienvenidas sean, él es Kiyoshi, un hijo de Adán.

 

—Lo sabemos —cantaron a coro, con sonrisas cómplices pero inofensivas— también sabemos cosas de su pasado, cosas que ni él sabe, ¡Nos disculpamos por ello! Las runas nos llevaron lejos, y las conexiones hicieron lo suyo.

 

—Es un gusto conocerlas, mi hogar es su hogar mientras así lo necesiten —Kiyoshi estaba algo cohibido, jamás había visto mujeres tan bellas, y aunque nadie era más bello que Reo, ser tratado por damas era ajeno a su persona, siempre había mantenido cierta distancia de las chicas del pueblo para no darles esperanzas; encima eran personas que parecían saber demasiado de él, que, en cambio, sabía poco o nada de sus invitadas.

 

Las brujas entraron y sonrieron al ver el generoso banquete.

 

—¡Oh querido! ¡No tenías que hacer tanto! —exclamó Alex, encantada, conmovida por tan buena hospitalidad de parte de un hijo de Adán— Hemos traído, sin embargo, algunas ofrendas a cambio, ¡No se te ocurra negarte al regalo de una bruja!

 

—No podría, Reo me ha dicho que debo escuchar a mis mayores —Reo también le comentó que, pese a su apariencia, eran mucho mayores que Kiyoshi, y casi tanto como Reo en sí, sino es que más—. Por favor, sírvanse.

 

—¡Qué lindo! —Momoi sonrió antes de sentarse— ¿Cuándo fue la última vez que un humano nos invitó a su mesa sin recelo y sin deseos de pedirnos algo, Alex?

 

—Tantas lunas que no puedo recordar… Reo, dinos, aunque sabemos queremos oírlo, ¿De donde has sacado tan encantador muchacho?

 

—Nos encontramos, eso es todo —Reo respondió, cruzándose de brazos, y Kiyoshi notó que Reo parecía… un joven. Siempre le percibió como alguien sabio, y era evidente que lo era, pero también había un espíritu diferente, algo que le hacía sentir que Reo también era joven, para ser él, por así decirlo. Era como ver a un joven de la aldea ver a sus tías durante las fiestas. Aquello, como todo recuerdo sobre él, era un detalle precioso que tomaba en cuenta y guardaba en silencio.

 

—¿Qué las trae por aquí? —quiso saber Kiyoshi— ¿Puedo preguntar cosas…? Disculpen si estoy siendo entrometido.

 

—Es tan adorable que podría desmayarme —le susurró Alex a Momoi, antes de voltearse y hacer un gesto para indicar que no era así— Somos invitadas y con placer responderemos, ¿Por qué estamos aquí? Una tradición nuestra, y sabemos que quieres saber de nosotras, está bien, Reo confía en ti y nosotras por ende lo hacemos, ¡Deberías haberle visto hace años! Era tan necio y terco, aún lo es, puesto en ello, pero sin duda esto es especial, el Reo que conocimos jamás habría hecho cuanto hace ahora, nos orgullece ver que ha crecido.

 

Reo pareció sonrojarse ante ello, en serio ellas eran mayores que él, y le estaban tratando como un fauno de solo cien años, ¡Qué embarazoso!

 

—Entonces, ¿ustedes son mayores? Me parecen muy jóvenes…

 

—Lucimos como deseamos vernos, también la edad del espíritu tiene que ver, Momoi es mi aprendiz así que es mucho menor que yo, pero apuesto, demasiado mayor para ti, y de mí no se diga.

 

Momoi pareció ocultar una sonrisa y las ganas de reír cubriendo sus labios con sus dedos.

 

—Venimos a dar algo de suerte a la tierra, a dar las gracias, ver a los amigos y entregar aquello que debe ser entregado, nosotras nos guiamos por peticiones, digamos, como dirían los hijos de Adán en sus historias, concedemos deseos, pero no los de su especie, sino de la gran madre que nos habla… Aunque a veces hacemos de las nuestras —esto lo comentó Momoi, mientras Alex bebía del vino. Reo les observaba comer, pero parecía negarse a probar bocado, eso hasta que Kiyoshi tomó una fresa, que hizo que las orejitas de Reo se moviesen; este sonrió y se la entregó, Reo sonrió encantado y la comió feliz, hasta que observó a las brujas viéndole como cualquier madre que emocionada ve como su hijo se comporta adorablemente. La vergüenza le hizo fruncir ligeramente el señor y cruzarse de brazos. Kiyoshi no se percataba del todo, estaba ocupado escuchando.

 

—Eso suena increíble, jamás creí que conocería brujas.

 

—¡Oh, pero lo has hecho! —afirmó Momoi.

 

—¿Lo he hecho?

 

—Tu madre era hija de unas de las curanderas de las montañas, sin embargo, ella creció en tu pueblo y tu abuela se volvió una partera… por supuesto, años después, cuando eras pequeño hicieron una visita, me parece que sabes de cuál hablo, ¿no es así? Tu madre buscaba un remedio para el mal que extraía de ella la vida, pero no pudieron ayudarla, sin embargo, en su muerte logró salvarte, de lo contrario habrías muerto también… Lamento ser quien cuente esto, pero aquello que debe entregarse debe ser entregado sin falta, sea la verdad o el dolor, y es que debes saber que nada es coincidencia en este mundo, todo se enlaza y quizás, solo quizás, sangre de su abuela corra entre tus venas, ¿Qué harás con ello? Dependerá de ti.

 

Kiyoshi permaneció atónito… ¿él tenía sangre de bruja en sus venas? Pero no tenía magia o habilidades…

 

—Que ustedes se hayan encontrado no es el azar —dijo Alex, solmene pero dulce, como quien habla a niños pequeños— pero no podemos decir más, podría alterar demasiado el flujo y no queremos ser responsables de ello, nosotras hemos hecho nuestro papel, y agradecemos la hospitalidad… Dime, Kiyoshi, ¿y si te dijera que puedes comer fruta todo el invierno, qué harías?

 

—Preguntar, ¿Cómo?

 

—Chico listo —Alex sacó debajo de su capa una pequeña bolsita— planta esto cuando no haya luna en el cielo, debes cavar con sus propias manos, aún si es doloroso y la tierra está fría, debes hacerlo de este modo. Después, rocía agua con manzanilla muy caliente y por último ofrece cuatro gotas de tu propia sangre. Eleva una plegaria y entonces en invierno un árbol que da frutos varios aparecerá. Come cuanto gustes, el fruto será abundante e inagotable mientras el invierno esté. El primer día de la primera el árbol marchitará y morirá sin que puedas hacer nada. No intentes replantar las semillas en otra estación o tu tierra estará maldita, ¿entendido?

 

—Entendido, haré lo que me han dicho, muchas gracias por rebelarme secretos de mi pasado y por este obsequio para el futuro.

 

Reo se quedó observando a Kiyoshi… tal vez lo que sentía por él era diferente porque había algo diferente dentro de él, ¿sería su potencial sangre mágica? Reo estaba equivocando en sospecharlo, y las brujas sabían que aquella peculiar alianza estaba destinada a diferentes destinos según sus decisiones, pero dependía de ellos, de nadie más, cuidar de la semilla que apenas germinaba y luchaba por emerger.

 

—¡Oh! Tenemos otro favor que pedir… —Alex dijo— tenemos un estudiante, es un jovencito encantador, necesita aprender más del bosque, y quisiéramos saber si podrían cuidarlo por nosotras, ¡La comida y la ropa no será problema, Kiyoshi! Incluso puede ayudarte y aprender de ti, ya verás que es listo, solo necesita un poco de aire fresco.

 

—Es bienvenido también, ¿Él es…?

 

—Akashi, nuestra primera bruja varón en muchos años.

 

—¿No se les dice magos o hechiceros?

 

—No, querido nuestro, hay magas y hechiceras también, los brujos son muy diferentes de la bruja, ¡y ser bruja no guarda relación con el sexo con el que nacemos, sino con el espíritu que contenemos! El alma de una bruja es muy específica. Pero nos alegra que preguntes, tú mismo, que portas sangre de bruja, debes saber que ello no te hace brujo, mago, ni nada de eso —explicó Alex.

 

—Akashi llegará en unos días más, esperamos que se comporte como le enseñamos.

 

—Akashi… —murmuró Reo— ¡Ah! ¿Te refieres a Seichan? ¿El pequeño bebecito que…?

 

—Ese mismo que sostuviste en tus brazos y al cual bendijiste con tu nana.

 

Los ojos del fauno brillaron y Kiyoshi pensó que había cierta maternalidad despampanante en ellos.

 

—Es bienvenido —dijo Kiyoshi— cuenten con nosotros.

 

Y tras esa charla, las brujas abandonaron la casa al día siguiente, dejando algunos regalos para Kiyoshi “Úsalos con discreción, que la envidia de nadie y la atención recaigan sobre ti, ve al pueblo vecino si consideras que será bueno”, decía la nota que dejaron en la mesa. Había un saco con diez monedas de oro, dos grandes canastas con frascos diversos, flores secas, cuatro velas negras y otros pequeños paquetes cerrados. “P.D.: Akashi es mitad vampiro, necesitará sangre de animales cada cierto tiempo. Esperamos que no sea un problema. ¡Hasta la siguiente! Con amor: Alex & Momoi”.

Notas finales:

Desde que leí Mahou stukai no yome me quedé encantada con el concepto de lo que diferencia a Brujas, Brujos, hechizeros, Magi y todo lo que se les ocurra, yo decidí darle mis propias reglas a este mundo pero me fascina que también hombres puedan ser Bruja, porque la verdad es muy diferente de lo que percibimos como Brujo y lo que hacen. 

 

Sí, metí a Akashi y porque adoro ver a Reo y Kiyoshi como padres adoptivos en todo universo(?)

 

 

 

Espero que les haya gustado, nos vemos.


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