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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Naruto se acarició el mentón con los dedos índice y pulgar, estudiando lo que tenía frente a él cuidadosamente, con el brillo de los ojos como única pista de su emoción. Iruka observó a su señor ansiosamente. El pequeño Vikingo se sentía orgulloso de la artesanía aprendida a lo largo de los largos inviernos en su tierra natal, cuando había poco que hacer durante las largas noches, excepto engendrar mas vikingos y tratar la madera. La confianza en si mismo flaqueó de alguna forma al ver a Naruto estudiar tan detenidamente la talla que había creado. Por fin Naruto desvió la mirada de la cuna hacia Iruka.

—Iruka, puedo asegurarte que a ningún príncipe se le ha ofrecido jamás una cama mas fina. Es la más fina de las piezas de artesanía que jamás he visto.

Una amplia sonrisa estalló en los rasgos de Iruka. Se le empañaron los ojos ligeramente al volver su propia mirada hacia la cuna que habían creado sus leales y cariñosas manos. En la cabecera, grabado con gran detalle, estaba el emblema del zorro, y a los pies, tal como Naruto había pedido, las espadas cruzadas y la doncella de la justicia, emblema del Ard-Righ. Cuando se la tocaba, la cuna se mecía suavemente sobre los firmes apoyos. La madera había sido pulida hasta brillar con su natural belleza.

Sasuke estaría muy complacido, pensó Naruto, con el corazón latiéndole cada vez mas rápido. Si, por supuesto que le gustaría y tal vez comprendiera que al ordenar que la insignia de su familia fuera incluida estaba ofreciéndole mucho. Lo había mantenido en secreto, esperando con impaciencia su reacción al ver el proyecto acabado. Pero no lo había encontrado en ninguna parte al ir en su busca cuando Iruka le había avisado que ya estaba terminada.

Lo cual no era realmente extraño, pensó secamente, que no lo pudiera encontrar. Él lo eludía durante el día. Por las noches dormía a su lado, abrazándolo con una sensación de ternura casi arrolladora, y con ello le bastaba, a pesar de que la piel le pedía a gritos que no se conformara con eso. Estaba esperando el momento adecuado. Sasuke era como un excelente aguamiel, que después de haberlo bebido a pequeños sorbitos, descubría que era de calidad superior; jamás se conformaría con menos. Y el niño dentro de él era suyo; podía controlar sus deseos por el bien de su hijo… o hija, tal como le corregiría Sasuke.

Pero a pesar de que esos días se había instalado una inusual paz y tregua entre ellos, no abandonaba esa sensación de tensión, por mucho que pusieran ambos de su parte. Todavía no se permitía pensar en Sasuke como inocente, dado que se le había detenido en el acto. Un hombre no podía permitirse dejarse convencer por unas cuantas lágrimas o el incondicional orgullo de su doncel. Así que intentaban no hablar. Se saludaban educadamente en los pasillos, hablaban fugazmente acerca del tiempo cuando se juntaban para la cena. Y se evitaban claramente el uno al otro. Excepto por la noche. En la oscuridad podía abrazarlo contra el, saboreando los suaves suspiros de confort que le decían cuanto se alegraba él de la paz y dulce satisfacción que compartían.

— ¿Has visto al rey? — preguntó Naruto a Iruka.

Iruka negó con la cabeza, su corazón desbordando alegría por el cumplido de Naruto.

—Debe estar en la cocina, mi señor, — contesto Iruka ausentemente, imaginándose el bebé que, en menos de una luna, dormiría en su cuna. —o tal vez en el solar, conversando con las señoras y señores, cosiendo.

—Hmmm, — murmuró Naruto impacientemente. Se dirigía hacia la puerta de la habitación, volviéndose brevemente hacia Iruka antes de salir. —Lleva la cuna a nuestra habitación, Iruka, y déjala frente al hogar donde Sasuke pueda verla al entrar. Voy a buscarlo y llevarlo arriba a verla.

— ¡Si, mi señor! — balbuceó Iruka animadamente y se encargó de hacer lo que se le había pedido.

Naruto se encaminó rápidamente hacia el gran salón y las cocinas, donde descubrió a través de Anko que Sasuke había llegado y se había ido. Comprobó el solar donde Hinata, sentada felizmente con su bebé, le dijo lo mismo, y le sugirió que hablara con Anko. Molesto, entró con pasos ruidosos de nuevo en el gran salón, donde su hermano, entretenido, le observaba de reojo mientras afilaba su espada frente al hogar.

— ¿Has extraviado algo, hermano? — preguntó Menma inocentemente.

—Si, mi esposo, — respondió Naruto agriamente. Al ver la sonrisa de suficiencia de su hermano, volvió toda su atención a Menma. — ¿No sabrás, por alguna extraña razón, hermano, donde podría estar, verdad?

—Oh, si, — respondió Menma, sin apartar la mirada de la enorme hoja que afilaba. —Aquellos que se preocupan por él conocen sus hábitos. Si yo fuera tú, Zorro, lo buscaría junto al mar.

— ¡Junto al mar! — tronó Naruto —Los acantilados están demasiado lejos. Le prohibí terminantemente cabalgar

Menma por fin desvió su atención de la tarea.

—No va a caballo. Va caminado.

Naruto se dirigió hacia la salida principal, murmurando por lo bajo un gran numero de maldiciones, ignorando las risas apagadas de Menma que le seguían. Al momento había ensillado su poderoso semental y galopaba rápidamente a través del sendero que conducía hacia los acantilados. No disminuyó el paso hasta que lo avistó. Entonces se paró para observarlo.

El corte de su manto escondía el avanzado estado de su embarazo. Parecía casi el mismo que dos estaciones antes cuando había ido en su búsqueda, para acariciarlo y llevarlo de vuelta a casa, toda una visión de belleza y orgullo contra la tierra, el mar y el cielo: uno en espíritu tanto con la tempestad del mar como con la belleza infinita de los cielos. Ese lejano día en que había llovido, obligándolos a cobijarse en las cuevas. Ese día que, quizás, habían sembrado la semilla que ahora florecía en su interior.

Desmontó del caballo y caminó hacia Sasuke lentamente, consciente de la tirantez de su espalda cuando lo oyó acercarse. Situó las manos ligeramente en sus hombros e inclinó la cabeza para susurrar contra su mata de cabello.

—Has llegado demasiado lejos, mi señor. Has arriesgado a nuestro hijo.

Sasuke se mordió el labio, dudando antes de responder.

—Jamás arriesgaría a nuestro hijo, mi señor. Soy joven y tengo buena salud. Además, las matronas del castillo me han dicho que el ejercicio es bueno.

Naruto frunció el ceño tras él, preocupado por la marcada depresión que se entreveía en el tono de su voz. Lo volvió hacia él, y su ceño se profundizó al ver la extraña frustración de sus rasgos.

— ¿Porque me miras así? — exclamó bruscamente.

—No tienes ninguna razón para parecer tan entristecido.

Sasuke sonrío sin que la luz llegara a la preocupada oscuridad de sus ojos.

— ¿Eso crees, mi señor? He estado pesando acerca de los días, los meses y los años venideros; y han influido en mí duramente. Todavía somos jóvenes, Zorro de Noruega. Los años se extienden ante nosotros con este vacío. Estoy cansado de ello, mi señor. Estoy hartándome de tener esta relación tan vana contigo, de saber que todavía me tachas de traidor.

Naruto se tensó.

—Jamás he deseado tacharte de traidor, Sasuke. Me vi forzado a ello cuando me encontré mirando directamente un par de ojos azabache tras esa visera dorada. Estaría encantado de oír una prueba que me demostrara que no tenías la intención de blandir esa espada en contra de mis hombres y de mi.

Sasuke le miro directamente a los ojos.

—Desgraciadamente, mi señor, no existe tal prueba excepto en mi corazón. Aunque mi primo Obito, al igual que mi hermano Shisui, me creen.

—Quizás, — respondió roncamente Naruto, —se debe a que ninguno de ellos ha escuchado nunca amenazas tan vehementes contra sus vidas de tus labios.

—No, mi señor, quizás sea porque ellos me ofrecen su amor y confianza.

Naruto vaciló, su dedo índice dirigiéndose a su barbilla.

— ¿Estas pidiendo mi amor y confianza, Sasuke?

No recibió respuesta porque de repente el doncel jadeó y se dejó caer sobre él, retorciéndose. Las cejas de el se unieron en un ceño de preocupación mientras intentaba enderezarlo, agarrándolo de los hombros de nuevo.

— ¡Sasuke! ¿Que pasa?  

—Creo... creo que es el bebé — jadeó Sasuke, todavía atontado por la intensidad del dolor que lo atravesaba. Había experimentado pequeños calambres durante toda la mañana, pero los había descartado porque todavía era demasiado pronto para que el bebé naciera.

—No, irlandes, no puede ser...

—¡Ohh! — gritó sobresaltado al sentir como un torrente de liquido caliente le empapaba la falda y lo dejaba temblando. Empezaron a castañearle los dientes terriblemente al sentir el viento invernal azotándolo.

— ¿Sasuke?

— ¡Naruto... es... es el bebé!

La vanidad le corroyó por dentro al ver que el lo quería coger en brazos.

—No, Naruto, —protestó tontamente. —Estoy... mojado.

Ni siquiera se molestó en responderle, sino que se acercó al caballo a grandes zancadas.

Sin parar de temblar incontroladamente, protesto de nuevo.

—Dijiste que no me volvería a acercar a un caballo más de...

— ¡Sasuke! — suspiró con exasperación. — ¡Eres, realmente, un doncel con una capacidad infinita para decir sandeces! —. Lo colocó sobre el caballo antes de saltar tras él para sujetarlo bien — Ya no puedes hacer que el bebe venga demasiado pronto puesto que, hagas lo que hagas, él ya está en camino. Y no deseo que nuestro hijo nazca sobre la hierba helada.

Sasuke no intentó volver a hablar mientras lo mantenía fuertemente abrazado contra él, urgiendo al caballo a realizar un fluido y continuo medio galope. Por contra, se acurrucó más cerca, saboreando su calidez, aunque incapaz de hacer parar a sus dientes de castañear fuertemente.

En unos pocos minutos, que parecieron una eternidad, alcanzaron las murallas de la ciudad y el patio frente la residencia. Naruto desmontó de un salto y lo cogió en brazos de nuevo.

—Puedo caminar, — objetó en un susurro.

Lo único que recibió como respuesta fue un gruñido de exasperación. Al momento el estaba gritando a diestro y siniestro mientras lo llevaba a través del gran salón.

Para cuando estaba abriendo la puerta de su habitación de una patada, Hinata corría tras ellos, sorprendida por la premura, pero a la vez tranquila y eficiente.

—Déjelo en la cama, Naruto, y ayúdeme a despojarlo de esas ropas mojadas, — ordenó Hinata enérgicamente. Todo fue cumplido rápidamente a pesar de que Sasuke no paraba de temblar y de moverse, sin oponer resistencia a sus deseos. Una vez vestido con una calida túnica, Hinata continuó impartiendo órdenes.

—Haga que Iruka se encargue de traer más ropa de cama, y dígale a Shion que ha llegado la hora de Sasuke. Ella sabrá que hacer.

— ¿Y después? — preguntó Naruto.

—Y después, mi señor, vaya a beberse un cuerno de cerveza, porque lo único que le quedará hacer será esperar.

Tal como le habían ordenado, esperó tranquilamente con la jovial compañía de Kiba y Menma. La mañana se convirtió en media mañana, y ésta en noche. Solo cuando la hora de la cena pasó y la luna salió, acercándose la medianoche, golpeó con violencia la piedra que formaba el hogar con los puños, soltando una retahíla de juramentos, dejándoles claro a Kiba y Menma que el Zorro empezaba a preocuparse, al igual que ellos.

—Es el primero, Naruto, — le explicó Menma a su hermano, sin dejar traslucir su propia preocupación. — Estas cosas toman su tiempo...

Naruto no respondió a ello, simplemente se quedo mirando el fuego. Si, el parto podía durar mucho tiempo, pero es que, además, este bebé llegaba al mundo temprano, y Sasuke hacia ya mucho tiempo que había roto aguas. Sus dolores seguro que habían sido constantes y muy intensos. Era fuerte, ¿pero cuanto podía aguantar?

De repente se dio cuenta de que podría sobrellevar la perdida del niño. Ya habría más. Pero si lo perdía a él... Gruñó en alto, deseando fervientemente que pudiera prestarle su fuerza. Preferiría que una espada le atravesara las costillas a hacerlo sufrir más.

Se volvió de golpe al oír pasos bajando por la escalera. Vio que Hinata se acercaba desde la cocina con aspecto angustiado. Tenía la intención de evitarlo, pero el la llamó por su nombre firmemente así que todo lo que pudo hacer fue echar una ojeada a Kiba en busca de ayuda antes de enfrentarse a Naruto.

—Hinata, — le exigió tranquilamente. — ¿Que es lo que va mal?

Hinata se frotó las manos con nerviosismo.

—Lo ha estado haciendo muy bien, Naruto, ni un solo lloriqueo en todo este tiempo, pero ha llegado la hora de que el niño salga y ella está demasiado débil para ayudarnos y es algo que necesitamos. — La angustia que se reflejó en las facciones de Naruto fue tal, que la hizo temblar, obligándola a rápidamente asegurarle.

—Mi señor Naruto, estamos haciendo todo lo que podemos.

El asintió con la cabeza y volvió la mirada al fuego. Hinata desapareció en la cocina. Segundos más tarde empezó a subir las escaleras de nuevo con más agua hirviendo. Naruto la siguió con la mirada cansada y ojerosa.

—No hay nada que tú puedas hacer, hermano, — le dijo Menma

—Si, si que lo hay— le respondió repentinamente, con su voz denotando una determinación de hierro.

Lo único que pudieron hacer Kiba y Menma fue mirarlo con incredulidad mientras se dirigía con andares decididos escalera arriba, dejándola atrás en unas pocas zancadas.

Ni siquiera llamo a la puerta, sino que entró directamente a la habitación. En un solo instante ignoró las sobresaltadas miradas de las mujeres y centró la suya en Sasuke. Tenía una apariencia tan frágil y pálida. Su cara estaba tan blanca como la nieve, su bello cabello negro húmedo a su alrededor. Tenía los parpados casi cerrados y aunque Hinata lo animaba para que respirara y empujara, el aire que a duras penas expulsaban sus pulmones era superficial y lento.

Shion, quien se encargaba de que Sasuke siempre estuviera sobre lino seco, no dijo nada a Naruto. Se limitó a mirarle sin pronunciar una palabra en contra y continuó ocupándose eficientemente de sus tareas. Hinata abrió la boca, como queriendo enviarlo fuera de la habitación, pero con un solo movimiento de la mano Naruto le indicó que le cambiara su posición al lado de Sasuke mientras se acercaba a la cama.

Hinata se desplazó dudando y Naruto tomo su puesto. Cogió la mano de Sasuke entre las suyas y bajó la cabeza hacia su cara, instando a Sasuke a que abriera sus ojos con su mirada nórdica.

—Te estas rindiendo, irlandes. Jamás pensé que harías tal cosa en medio de una lucha.

El doncel alzó las pestañas, sus ojos azabaches relucían por el dolor.

 —No... No deberías estar aquí, — jadeó. — Por favor, Naruto, no así...

Controló el temblor de sus propias manos aumentando la fuerza con la que cogía las de Sasuke. La mirada de él estaba totalmente desprovista de cualquier brillo de vida. Tenía que traerlo de vuelta, fuera como fuera.

—Tienes razón, irlandes. Eres todo un espectáculo. Pero permaneceré aquí tal como estoy hasta nazca que mi hijo noruego.

—Hija, — rechinó él irritadamente. — E irlandesa.

Él le sonrió; sus ojos estaban más brillantes. De repente su semblante se distorsionó a la vez que la mano que sujetaba entre las suyas le apretaba dolorosamente.

—Otra vez...— respiró Sasuke. Los ojos se le llenaron de lágrimas y pegó un pequeño grito. —Naruto, ya no puedo mas...

Fue la voz de Hinata la siguiente que se oyó, su tono desesperado.

—Tiene que aguantar, mi señor.

— ¡Los donceles son débiles! — exclamo sarcásticamente Naruto mientras deslizaba un brazo alrededor de Sasuke, alzando sus hombros contra él. — ¡Lucharas, irlandes! Y lucharás ahora. Y yo te ayudaré. Aprieta bien los dientes, mi amor, y empuja cuando Hinata te lo pida. ¿Es que tiene ella que hacerlo todo por ti?

Apoyado y estimulado por Naruto para utilizar las ultimas reservas de energía, Sasuke hizo tal como se le había ordenado, sintiéndose de alguna forma entumecido mientras enderezaba su cuerpo. Después dejo salir el aire y se dejo caer contra él, desmayándose casi.

— ¡Ya tenemos la cabeza! — gritó Hinata con alegría. —Solo una vez más... una vez más. Naruto, tienes que hacer que lo intente otra vez.

— ¡Otra vez Sasuke! — le ordenó con mucha dureza. — Otra vez... y después podrás dormir. — Empujó los hombros de el doncel hacia adelante, forzándolo a obedecer. Apenas conciente, Sasuke inspiró aire de nuevo y empujó. Fue recompensado al sentir como su cuerpo se vaciaba y después oyó gritos de alegría, y los susurros de su marido mientras lo abrazaba tiernamente. — Sabía que podrías hacerlo, irlandes. Siempre has sido un luchador.

Todo a su alrededor empezó a dar vueltas y se dejó caer exhausto. Naruto apoyó delicadamente su cabeza sobre la almohada. Un fuerte grito llenó la sala y entonces oyó a Naruto susurrándole de nuevo.

—Un niño, Sasuke. Sano y hermoso. — Se rió suavemente— Y por la pelusilla que se ve ahora, parece que va a ser tan rubio como el oro.

    El doncel sonrió y abrió los ojos una vez más para ver al infante, quien protestaba mientras Shion lo limpiaba con agua tibia. Apenas estaba cubierto con tela antes de que Naruto lo cogiera y se arrodillara al lado de Sasuke.

—Un niño muy sano, mi señor, y te lo agradezco con todo mi corazón.

Apenas podía ver su bebé, pero a pesar de todo sabía que estaba bien y que era una preciosidad, aunque parecía de alguna forma un poco arrugado. Las palabras de Naruto lo tocaron como una caricia, y se permitió cerrar los ojos de nuevo. Sintió el contacto de los labios de él en su frente, y después el bebé y él se marcharon.

Hinata encontró un poco difícil separar a su señor del joven heredero, pero se puso firme.

—Mi señor, — susurró ella, con gratitud y alivio empañando el tono de su voz —, lo que has hecho ha sido muy noble por tu parte, pero ahora debes dejarnos. Necesitamos bañar a Sasuke y cambiar sus ropas, y trabajaremos mejor a solas. Esta mortalmente cansado, y el bebé ahora necesita a su padre doncel.

Naruto asintió lentamente mientras devolvía su hijo a Hinata. Echó un vistazo a Sasuke por última vez, pero sus ojos estaban cerrados de nuevo. La palidez de su rostro estaba siendo sustituida por un color muy saludable, y aunque el esfuerzo todavía estropeaba sus rasgos, sus labios están parcialmente abiertos formando una sonrisa.

Bajó las escaleras cansadamente, concentrado en una marea de pensamientos, hasta que vio las ansiosas caras de Kiba y Menma.

Una amplia sonrisa se formó en su cara.

—Un hijo. — Les informo — El padre y el niño se están recuperando perfectamente.

Menma emitió un emocionante grito de victoria vikinga que bien hubiera podido helar la sangre. Naruto se encontró con un cuerno de cerveza entre las manos. Bebió largamente, y horas mas tarde, mientras Menma y Kiba dormían, el continuaba mirando al fuego.

Jamás había sentido tanto amor como esa noche. Amor por una criatura con manos tan diminutas que se cerraban tan fuertemente a las suyas, amor por un doncel tan fuerte de corazón que había portado su semilla y le había dado un hijo.

No, más que eso. Desde el principio, Sasuke le había hecho volver a vivir. Él era el alma que tanto había buscado.

Sasuke no despertó hasta la tarde. Enseguida buscó su hijo así que Hinata le alcanzó el bebé, sonriéndole radiante al comprender lo que el doncel estaba sintiendo ahora. Hacía poco ella había sentido lo mismo.

Con su hijo a su lado, Sasuke apartó las telas que lo cubrían y lo examinó impacientemente de pies a cabeza. Era perfecto. Tan pequeño, pero a la vez perfecto. Dedos diminutos, cara arrugada. El abrió los ojos mientras lo miraba, y se sorprendió al encontrarse con un tono negro igual a los suyos.

— ¡Hinata! ¡Sus ojos!

—Si, Sasuke. — Rió Hinata. — Tiene tus ojos. Pero ese mechón de su cabeza es definitivamente igual que el de su padre. No se como Naruto pudo adivinar que sería tan rubio anoche.

Sasuke sonrió y se ajustó la túnica de forma que el lloriqueante niño pudiera acurrucarse en su pecho y engancharse a su pezón con avidez. Se emocionó al sentir el primer contacto del niño al mamar provocándole un cariñoso placer y sonrió.

— ¡Oh, Hinata! ¡Ha nacido un niño rubio porque Naruto así lo decretó!

Hinata respondió con una mueca y se echo a reír con él.

—Bueno, mi pequeño padre, el Señor de los Zorros está ahora mismo exigiendo que le dejen entrar una vez mas. Así que cuando el pequeño se llene...

— ¡Dame un peine, Hinata! ¡Y una jofaina! Debo limpiar y arreglarme el pelo rápidamente. No quiero que me vea con este desastroso aspecto otra vez.

—Shhh...— lo tranquilizó Hinata, sonriendo por debajo. —No le dejaré entrar hasta que así lo desees tú. — Endureció el tono de su voz hasta que pareció una regañina. —Y, Sasuke, tienes que dedicarte los mismos cuidados a ti que al bebé. Anoche te debilitaste terriblemente. Te tomará tu tiempo ponerte bien. Te cepillaré el pelo hasta que brille. Pero también tienes que comer algo.

Sasuke era consciente de la poca fuerza que le quedaba. Pero a pesar de que toda la agonía que había sufrido la noche anterior seguía presente en su memoria, había merecido la pena. Miró la diminuta cabeza que se apretujaba hambrienta contra su pecho y la ternura que sintió fue desbordante. Era tan cálido. Tan precioso. Estaba tan vivo... Y era suyo. El hijo dorado del Zorro.

No permitió que alejaran a su hijo de su lado mientras obedientemente comía y se arreglaba. Cuando Naruto entró en el cuarto, se lo encontró acurrucando al niño, observando su silueta dormida con una expresión tierna y soñadora que le llegó hasta el corazón. Al oírlo entrar, se volvió hacia él con una sonrisa deslumbrante y el tono negro de su mirada más brillante que nunca. Le devolvió la sonrisa, se acercó y se tumbó en la cama de forma que el niño quedara entre ellos.

— ¿Es hermoso, verdad mi señor? — preguntó Sasuke sin casi poder esconder su orgullo.

—Si, Sasuke— Contestó Naruto suavemente.

Durante varios segundos simplemente se dedicaron a guardar un cómodo silencio, disfrutando del recién nacido cual orgullosos padres. Después Naruto buscó bajo su manto y sacó un pequeño cofre, delicadamente tallado según el estilo noruego.

—Hay poco que se le pueda dar al principe de Tara, — dijo con la voz un poco ronca, ofreciéndoselo a él. — Pero me he fijado que a los irlandeses les gustan los adornos para el pelo. Espero que esto te guste.

Los ojos le brillarón de emoción mientras abría el pequeño estuche. No importaba qué fuera el regalo, solo importaba que se hubiera preocupado en traerle algo.

Un pequeño grito se le escapó de los labios al ver el contenido de la caja de taracea. Había dos deslumbrantes adornos de oro incrustados en azabaches y zafiros idénticos. No podía apartar la mirada de ellos mientras luchaba contra el temblor de sus labios mientras hablaba.

—Te doy las gracias, mi señor, pues realmente es un regalo extraordinario.

—Hacen juego con la belleza de tus ojos, irlandes, — le respondió suavemente él.

A Sasuke le fue imposible alzar la vista para encontrarse con la mirada azul que sabía que estaba centrada en él. Naruto le estaba ofreciendo su ternura como premio por haberle dado lo que tanto ansiaba, un hijo. Pero ¿hasta cuando? Empezó a temblar, sintiéndose demasiado débil para buscar respuesta a su pregunta.

—Gracias, mi señor, — susurró de nuevo. A continuación, dudando mientras observaba el brillo de las joyas frente a él, preguntó.

 —Hay otro regalo que desearía pedirte, Naruto.

— ¿Si?

—Me encantaría llamarle Izuna.

—Es un noble irlandés, — respondió Naruto como si eso lo dijera todo.

—Se podría ver así, — murmuró Sasuke, finalmente reuniendo el valor para encontrarse con su mirada. —Por favor, Naruto. Deseo tanto llamarle como mi hermano...

Naruto se lo pensó durante unos segundos.

—Pues que así se llame.

Lágrimas de felicidad empezaron a recorrerle las mejillas. Naruto alargó una mano sobre el bebé para quitárselas suavemente. Sasuke le cogió la mano y besó su palma. Pero antes de que pudiera decir una palabra más, la puerta de la habitación se abrió de golpe por donde entro una Hinata desprendiendo mas decisión que un guerrero a punto de entrar en batalla.

—Mi señor, Sasuke debería descansar. Necesita dormir. Y hay un extraño con pinta de lunático en el gran salón exigiendo que se le permita ver al niño e insistiendo que Sasuke debería beber una poción con una pinta demoníaca...

Sasuke y Naruto se miraron el un al otro y explotaron en risas.

Naruto arqueó una ceja.

— ¿Hiruzen? — pregunto con complicidad.

—Hiruzen, — coincidió Sasuke.

—Envía al lunático aquí arriba, Hinata, — le dijo Naruto. —Por supuesto que Sasuke beberá su poción. Si existe una poción capaz de curar tanto el cuerpo como el espíritu, será la suya.

Naruto se levantó de la cama a regañadientes mientras Hinata se marchaba.

—Te dejaré entonces, irlandes. Estoy seguro de que el druida no se quedará más que para ver al niño y cuidarte a ti. — Durante un momento pareció afligido. — Me llevaré mis cosas de la habitación esta noche para dormir en algún otro sitio y no molestarte.

Sasuke bajó la mirada con el corazón desbocado. Después, decidido, la alzó de nuevo y capturó la mirada azul del Nórdico con sus invitantes ojos negros azabaches.

—Dormiría mucho mejor contigo a mi lado, mi señor— murmuró suavemente.

Una sensación de calidez inundó a Naruto. Se encontró, de hecho, hipnotizado por la mirada de él. Finalmente pudo romper el contacto.

—    Irlandes, no tengo ningún deseo de abandonar mi cama. Si mi cuerpo te aporta confort en vez de irritación, dormiré bien a gusto donde pertenezco.

Él sonrió y se marchó.

Sasuke se sintió como si el mundo fuera suyo. Estaba radiante cuando Hiruzen entró en la habitación. Este miró al niño y después se acercó a él con una brusca advertencia.

—Hijo de Fugaku, vas a escucharme con atención y a descansar para recuperar las fuerzas que has perdido. Durante los próximos tres días no intentarás levantarte...

Sasuke le escuchó dócilmente, sonriendo con alegría y orgullo cuando el druida cogió en brazos al recién nacido antes de colocarlo en la hermosa cuna con los emblemas noruegos e irlandeses, asintiendo cada instrucción que su antiguo mentor le daba. Obedientemente bebió la poción de hierbas. Pero al final no pudo contener el estallido de risa que se le escapó y le tiro los brazos al cuello, abrazándolo bien cerca.

— ¡Oh, Hiruzen! ¡Soy tan feliz!

Hiruzen le devolvió el abrazo, con el corazón a punto de salirse del pecho. Todo parecía estar tan bien. ¿Porque entonces no podía unirse al padre y al hijo y disfrutar del nacimiento de ese niño tan especial?

Todavía existía la amenaza de la oscuridad venidera. Si tan solo pudiera encontrar el camino hacia la luz...

Notas finales:

Hola, Angie reportandose

Gracias por todos sus comentarios, me alegra enormemente que les guste esta historia. Por favor, siganla hasta el final (que ya esta muy cerca)

Sin más que decir, Angie se retira.

Atentamente

Angie


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