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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

¡Hola! Angie reportandose.

Y aqui esta el capitulo número dos, espero que les guste y se enganchen un poquito más.

Aparecen nuevos personajes ¿Quienes serán?

Atentamente

Angie

El Druida, Hiruzen, era toda una visión con sus largas túnicas blancas y su abrasadora y fiera mirada. Su pelo era largo y salvaje, que se mezclaba con una barba gris espesa que le llegaba por debajo de las rodillas.

Se rumoreaba que era el hijo de una sacerdotisa Druida y de un maestro de la Runa Vikinga, que había venido con la primera oleada de invasores llegados a Irlanda a finales de siglo. Hiruzen nunca hablaba de su procedencia, pero se creía que el hombre era, de hecho, un raro hechicero, bendecido por ambos dioses gracias a su lejana y confusa procedencia. Pero cualquiera que fuera el secreto de su pasado o el uso de su destreza, Hiruzen sabía cosas; y era un hecho que nadie negaba.

Dentro de las paredes de su cabaña el fuego ardía con una llama azul sobre la tierra con una olla sobre él, ya que era conocido por sus diferentes mezclas de brebajes fuera cual fuera la causa. Una soltera bien podía estar celebrando el Sabbatth de rodillas en la capilla, y después correr a la casa de Hiruzen para suplicar que le diera una poción para ganar el favor de cierto guerrero.

También estaban aquéllos que se santiguaban y rezaban a la Virgen María mientras pasaban por su casa en el bosque, pensando que estaba loco. Había otros que despotricaban contra él diciendo que los días de brujería habían terminado, que Hiruzen no era más que un brujo del que deberían ocuparse. Pero aquéllos que gritaban contra él se callaban cuando Hiruzen les dedicaba una mirada sabia de esos ojos tan profundos como el tiempo. Así que Hiruzen permanecía en su cabaña, dando la bienvenida y albergando a aquéllos que venían a él.

Hiruzen amaba al hijo de Fugaku Uchiha, igual que amaba y respetaba a Fugaku. El Ard-Righ de Tara era, en la opinión de Hiruzen, un hombre justo y excepcional que prefería la negociación entre las constantes disputas de sus jefes a las batallas de masas en las que, demasiado a menudo, desembocaban las disputas menores. Fugaku incluso era capaz de administrar justicia cuando sus propios hijos estaban involucrados. Escucharía, cerraría sus ojos, y al abrirlos, estarían opacos, escondiendo todo sentimiento personal.

Las emociones y la sabiduría del hombre eran profundas. Desde que su hijo era pequeño, Fugaku lo había traído a los bosques para quedarse con Sasuke. Los sacerdotes y monjes podían enseñarle sobre la vida de Cristo, pero Hiruzen le enseñaba sobre su propia alma y sobre la tierra que lo rodeaba...

En la opinión de Hiruzen, el príncipe Sasuke podría haber sido un aventajado sacerdote en el culto de los Druidas. Pero según el acuerdo tácito que Hiruzen y Fugaku tenían, Hiruzen trataba al doncelito como estudiante y pupilo, nada más. Él le enseñó a respetar los árboles, a amar y honrar la tierra. Le enseñó a predecir las señales del cielo para que él pudiera saber si habría sol o truenos. Le enseñó qué hierbas podían sanar y cuáles podían aliviar el dolor. Y le veía con las criaturas del bosque, amándole más cada vez que él curaba tiernamente el ala de un diminuto petirrojo o atraía las liebres salvajes desde las profundas madrigueras a sus pies para acariciarlas, mimarlas y alimentarlas.

Hoy él cabalgaba hacia él junto con el joven rey de Connaught, Neji Hyuga. Algo preocupaba a Hiruzen mientras se acercaba a la puerta para salir a su encuentro. Era como si una sombra descendiera sobre el sol. Frunció el entrecejo cuando vio que él príncipe era ayudado a bajar del caballo por el joven rey. Parecía que la sombra recaía sobre la persona del Hyuga.

Hiruzen se sacudió ligeramente. Los ojos de Sasuke estaban encendidos de alegría y placer; éste disfrutaba de su apuesto escolta. Viejo hombre tonto, se reprochó Hiruzen silenciosamente. Neji Hyuga era un rey respetado y cuidadosamente observado. Se decía que poseía mucha sabiduría y caridad. Para el hijo de Fugaku Uchiha, el Ard-Righ de Tara, éste era un partido más que apropiado. Debería releer las señales, se advirtió Hiruzen.

—    ¡Sasuke Uchiha! —Hiruzen le llamó. Caminando hacia adelante, él se inclinó primero hacia el doncel y después hacia el joven rey que estaba a su lado. — Y Neji Hyuga. Le doy la bienvenida. ¿Qué os trae aquí este día?

Él lo sabía, por supuesto. Toda la tierra sabía que las fuerzas Vikingas se reunían cerca de Carlingford Lough. Hiruzen había sentido el cercano temblor de la tierra; la brisa le había susurrado sobre la sangre que alimentaría la tierra.

—    Una matanza — contestó el joven Hyuga con apenas una mirada a Hiruzen. Sus ojos, observó Hiruzen, ya codiciaban al príncipe. Neji finalmente miró al Druida. — Es la justicia, anciano, ¿no lo cree usted? Cabalgo con el Ard-Righ como emisario. Observaremos la carnicería y recogeremos el diezmo de oro y plata para San Patricio por las victorias danesas.

Hiruzen asintió al poderoso joven señor mientras le consideraba un necio. Los daneses y los vikingos habían asolado la tierra por igual; los dos lo harían de nuevo. El enviado irlandés tendría suerte de escapar vivo.

— Fugaku Uchiha, Maelsechlainn, y yo mismo aseguraremos el tesoro, después volveremos por mi señor Sasuke. Cuídelo bien, viejo.

Hiruzen se puso rígido. Él no necesitaba que le dijeran nada sobre su señor Sasuke. Él lo cuidaría bien por su propia decisión y para su padre, no para un señor advenedizo que no sabía dónde estaba su lugar.

—    El hijo de Fugaku Uchiha siempre permanece a salvo conmigo, Rey de Connaught— dijo Hiruzen por fin severamente.

Neji pareció no notar el tono del anciano. Sus ojos estaban posados en Sasuke. La noche anterior, en el salón de banquetes, él no había tenido ni un momento a solas con el príncipe doncel. Y había sufrido las agonías del condenado mientras observaba la viveza de sus brillantes ojos mientras este realizaba el papel de príncipe perfecto, el anfitrion perfecto para su padre, bailando con todos los reyes, encantando desde el más viejo al más joven de los príncipes.

—    Druida — dijo Neji ásperamente — me gustaría tener un momento a solas con el señor, y después lo dejaré a vuestro cuidado.

Hiruzen apretó su mandíbula y se alejó apenas de la joven pareja.

Neji ofreció su mano a Sasuke, ignorando la expresión severa y paterna del Druida.

—    Sasuke, paseemos un poco por el bosque.

Sasuke sonrió abiertamente, levantando una ceja hacia Hiruzen. Ante la destreza centelleante en los ojos negros azabaches del príncipe, Hiruzen casi se rió. Él lo conocía muy bien. Le gustaba Neji, y ¿Por qué no? El joven rey de Connaught era apuesto, atlético, y poderoso, el sueño que tendría cualquier joven de un buen hombre. Pero Sasuke estaba, como siempre, seguro de sí mismo. Podía caminar en los bosques con el hombre que buscaba cortejarlo; encantarle y deslumbrarle. Pero Hiruzen estaba más que seguro de que él ni le daría nada, ni le prometería nada. El ceño del Druida se tornó en una sonrisa mientras los veía alejarse.

Fue la sonrisa de Neji la que desapareció cuando escoltó a Sasuke a través de un camino entre los árboles hacia un bosquecillo protegido, ya que este condenaba en secreto al Ard-Righ. Sasuke tenía veinte años, y Neji había estado enamorado de él durante muchos años. Sus hermanas se habían casado a la edad de dieciséis. Fugaku nunca había descorazonado a Neji, aunque evitaba cualquier conversación sobre el compromiso, mientras les decía a todos que él no daría a su hijo más joven en matrimonio hasta que supiera qué quería el corazón de él.

Pero él había embrujado a Neji. El rey de Connaught, a quien deseaban la mayoría de las mujeres y donceles, lo quería sólo a él, quién no caía preso al instante a sus encantos.

Era un muchacho fogoso, y como esposo iba a necesitar ser domesticado, especialmente después de haber sido el favorito de su padre durante tanto tiempo. Pero Neji adoraría domarlo, gentilmente y amorosamente, por supuesto. Y como su marido, él podría por fin ponerlo a sus pies.

Sasuke también estaba pensando sobre el matrimonio mientras caminaban. Su propia sonrisa era un poquito forzada, especialmente cuando atrapaba la apuesta mirada perla de Neji sobre él. ¡Le gustaba tanto! Pero desde Clonntairth, él había valorado su libertad desesperadamente.

Suspiró suavemente. Algún día tendría que casarse, pero por ahora, tenía que ver cumplido su deseo enfebrecido de ver a los noruegos arrojados a la basura.

—    ¡Oh, Sasuke! ¡Porqué le gusta tanto torturarme!

Sobresaltado, Sasuke le miró fijamente a los ojos. Vio el amor que él le profesaba, y se sintió muy culpable.

—    Neji… Yo, yo no busco herirle — contestó sinceramente

—    Entonces prométete conmigo. Hablaremos con su padre...

—    ¡Neji! ¡Por favor, ya sabe cuánto me importa, no me presione! En su momento...

Sasuke dudó, sabiendo que su futuro era precario. Él sabía que su padre le diría con el tiempo que debía de casarse, y él escogería a Neji. Así que lo único que quería era prolongar su libertad todo lo que pudiera, sin perder al aspirante que impediría a su padre decidir su futuro por él.

—    Neji, déme tiempo para conocerle totalmente, para… para amarle. Tanto el tiempo como la búsqueda de almas forman las uniones más aplaudidas, ¿no está de acuerdo?

La mandíbula de Neji se tensó, porque sabía exactamente de lo que él estaba hablando. Lo tendría, pero cuando él lo decidiera. Y mientras él esperaría, mirando sus suaves formas e imaginando toda la belleza que escondían sus túnicas y mantos reales, sufriendo en el corazón. Soñaría por la noche con él, con la plenitud de sus curvas, la delgadez de su cintura. Esperaría, pero no le negarían todo. Lo acercó de repente a sus brazos.

—    Un beso, mi belleza. Concédeme un beso, y yo esperaré toda la eternidad.

—    Un beso — él estuvo de acuerdo; fascinado y adulado por la necesidad de él.

Él rozó sus labios con reverencia, acariciando su espalda con una mano, y acunando su nuca con la otra. El latido de su corazón era fuerte contra el suyo, y la percepción de sus fuertes brazos rodeándolo no era lo excitante que había esperado, pero era agradable.

La punta de su lengua se movió suavemente sobre sus labios aún cerrados, intentando que se abrieran para él. Curioso, Sasuke permitió el contacto. Su lengua invadió su boca, adentrándose más y más profundamente. Una vez más, la sensación era agradable. Pero no le daba ninguna pista de lo que estaba por venir. Él movió sus manos por el pecho de él. Él lo sujetó con fuerza y de repente empezó a sentir pánico. Las visiones de violación de Hinata en las manos de los Vikingos acudieron a su mente.

Su protesta retumbó profundamente dentro de su garganta antes de abofetear la mejilla de su pretendiente.

—    ¡Usted dijo un beso, mi señor de Connaught! ¡Está usted abusando de mi consentimiento cuando mi propio padre le ha confiado mi bienestar!

El enojo fue la primera reacción de Neji mientras se frotaba su mejilla, pero entonces comprendió que había llegado demasiado lejos. Había sido demasiado fácil de hacer cuando él lo sostenía en sus brazos.

— Me disculpo, mi señor — dijo con una humildad que estaba lejos de sentir. Algún día él no tendría que soltarlo. Calmaría sus miedos, y le enseñaría toda la belleza que había en el amor. En su beso pudo sentir una sensualidad como fuego lento, algo que él todavía no había podido reconocer como suya. Podía consolarse con saber que la paciencia le otorgaría su premio. Algún día él lo tendría para siempre, riendo con él, tocándole, deslumbrándole sólo a él, y él lo amaría.

— ¡Oh, Neji! ¡Yo también lo siento! — murmuró Sasuke, sintiendo de nuevo punzadas de culpa. Él le había aceptado, él había deseado su caricia, hasta... hasta que pensó en los noruegos. Pero Neji le estaba sonriendo de nuevo, y él le devolvió su mirada traviesa, disfrutando del poder que tenía sobre este apuesto y deseable guerrero y rey irlandés.

— Debería devolverme a Hiruzen, Neji— dijo él dulcemente. — Después debería de volver al campamento y ver qué destino han encontrado los Vikingos en la batalla. ¡Oh, Neji, padre cree que los noruegos serán los perdedores, y que una multitud de ellos serán masacrados en el campo!

Neji asintió, sosteniendo su brazo respetuosamente mientras lo conducía de vuelta a la cabaña.

— ¡Los daneses son mayores en número y están mas unidos, además de que nos prometieron grandes riquezas! — Él se rió.

Hiruzen todavía estaba de pie delante de la cabaña.

— El día llega a su fin rápidamente, Rey de Connaught — dijo significativamente.

Neji ignoró al ceñudo Druida. Se volvió hacia Sasuke.

— Cuídese, mi príncipe. Lo veré pronto.

— Que tenga un buen viaje, mi señor Neji — replico Sasuke, haciendo una humilde y encantadora reverencia. Hiruzen vio como torcía su cara recatadamente al besarlo él: también vio la chispa en sus ojos bajo las pestañas.

Hiruzen tuvo que esforzarse mucho para no reír. No crea mi señor que ya atesora al príncipe, pensó silenciosamente. Creo que el príncipe tiene mucho que decir sobre ello.

Neji Hyuga dejó un echarpe finamente bordado en el brazo del Druida.

— Un presente de la señora Mikoto y de Fugaku — y a continuación realizó una fina demostración montando su corcel.

Sasuke se balanceaba mientras este desaparecía a través de un camino entre los árboles. Después se volvió hacia Hiruzen, esbozando una sonrisa en los labios.

— ¿Tu qué piensas, Druida? — pregunto él, con una chispa en sus profundos ojos azabaches. — ¿No se parece mi señor Neji un poco a un pescado engreído? ¿Son así todos los hombres?

Hiruzen alzó sus cejas y frunció sus labios para reprimir la risa.

— ¿Qué es esto, Sasuke? ¿Se esta burlando del rey de Connaught? Yo que pensaba que finalmente me traía un novio.

Sasuke se encogió de hombros, apartando sus ojos cuando se cruzó con el Druida al entrar en la cabaña. Suspiró cuando él lo siguió.

— No, Hiruzen, no estoy burlándome de Neji. Es un buen hombre, un buen rey para su provincia. Es solo que yo... no sé, Hiruzen. Creo que soy yo. Frustro a mi padre y a mi madre, incomodo a mis hermanas. Pero es que no tengo ningún deseo de casarme.

— Quizás — sugirió Hiruzen astutamente, — debería entrar en una orden religiosa como su hermana Tenten.

— ¡Oh, no! — dijo Sasuke girándose para sonreír a su viejo amigo y mentor. — Tenten esta satisfecha en su convento. Me temo que ni soy tan caritativo como Tenten, ni puedo amar tan ciegamente a su Dios.

— O purgar el odio en tu corazón, — sugirió Hiruzen tranquilamente interrumpiéndolo.

Sasuke se encogió de hombros, se giró una vez más, y anduvo hacia el fuego para calentar sus manos.

— Yo vi un pueblo arrasado, Hiruzen. Mi primo fue herido y golpeado. Tuvieron que enviarlo a los monjes para que le atendieran. Mi tía y mi tío acabaron siendo comida para buitres, y ni siquiera vengados. ¿Te sorprende que el odio sea lo único que quede para sostenerme?

Hiruzen se sentó a su mesa y empezó a moler una mezcla de raíces.

— Tu padre no pudo vengar Clonntairth, Sasuke. Los reyes de Irlanda estaban dispersados, luchando entre ellos. Los vikingos eran entonces muy poderosos, como lo serán siempre. La protección de Tara y las leyes Brehon son lo primero para Fugaku. No podía dejar indefensa la alta sede del gobierno frente a un ataque. Y creeme muchacho: Fugaku tiene más razones para vengarse. Su hermano perdió la vida en un ataque de los daneses y su padre fue asesinado por un rey irlandés al que consideraba compañero. ¿Dime, Sasuke, por dónde debería empezar tu padre? ¿Provocando el fin del poco orden que se ha conseguido?

Sasuke era un muchacho inteligente; él sabía que el doncel había entendido perfectamente todo. De todas formas, Hiruzen era consciente de que ningún razonamiento del mundo podría aliviar el dolor de su corazón.

— Entonces ¿Que hago, Hiruzen? — exigió él — ¿Me caso con Neji Hyuga, me vuelvo un esposo dócil y aparto la vista mientras mi país es asolado?

No se casaría con el hijo de Hyuga, Hiruzen pensó con certeza, pero no dijo nada. Volvió a prestar atención a su mezcla.

— Podría ser peor.

— Ahh... ¡crees que podría ser mejor!

Debía advertirle; debía decirle que había un aura oscura alrededor del rey. La oscuridad significaba tragedia o dolor, pero ¿para quien? ¿Para el joven rey, o para el príncipe doncel que él codiciaba?

Al no contestar Hiruzen, Sasuke explotó.

— ¡No me puedo casar, criar niños y observar diariamente como mi hombre se dedica a sus asuntos hasta que los veleros o los caballos aparezcan y mi provincia sea destruida también!

Hiruzen alzó la vista, observando fijamente los vehementes ojos azabaches.

— Los navíos llegarán algún día sin importar lo que hagas. Si no llegan ahora, lo harán cuando tus hijos, y sino cuando vivan los hijos de tus hijos...

— ¡Y nosotros simplemente nos quedamos sentados como si fuéramos corderos camino al matadero! — se quejó Sasuke furiosamente—. Y los grandes reyes provincianos como mi señor Neji llorarán por Irlanda con los asesinos a su lado.

— Ni será una matanza, — replico Hiruzen emocionalmente — ni al final el invasor triunfará.

Sasuke se concentró en su marcada respiración. Encima de la mesa había una fina bolsa de ante. Dentro de ella se encontraban las runas de Hiruzen, piezas excepcionalmente finas, con bellos símbolos tallados. Cogió la bolsa y la sacudió bajo la nariz de Hiruzen.

—    Haz una predicción. Lanza las runas para mí, Hiruzen — le rogó.

—    ¡No! — replicó Hiruzen bruscamente.

Sasuke se arrodilló a sus pies, aunque el gesto estaba lejos de ser humilde. Alzó su barbilla orgullosamente y lo observó con su fija e implacable mirada negra.

—Entonces te contaré yo algo Hiruzen. Anoche, en el banquete, el nuevo poeta de mi padre contó la historia de la hija de Maelsechlainn. Relató como ella, junto a otras quince doncellas, engañaron a Turgeis el noruego. ¡Lo mató, Hiruzen! ¡Una mujer libró a los irlandeses del pagano Turgeis! Cuando los vikingos tomaron Clonntairth, yo vi a una mujer guerrera. Ella luchaba junto a los hombres. Lo que, mi estimado Druida, pienso hacer exactamente. Puede que los invasores asolen nuestros campos durante las décadas venideras, pero no me quedaré parado Hiruzen. ¡Puede que muera en el intento, pero el invasor morirá conmigo! ¡Eso es algo que te puedo asegurar, Druida!

 — ¡Niño tonto! — Hiruzen se puso de pie con los ojos brillando y la túnica agitándose debido a su fervor. — ¡Morirán muchos! ¿Rompería el corazón de su padre? ¿Dejaría a su madre desecha por la pena?

— Los hombres mueren en la batalla. ¡Y yo estoy mejor entrenado que muchos de ellos! Mis hermanos cada vez están más enfadados porque puedo con ellos...

— ¡Calla! — Hiruzen levantó sus manos, con sus mangas flotando detrás de él. Lo miró largamente mientras que el silencio que se extendía entre ellos. Entonces se giró y fijó su mirada en el fuego, antes de volver a mirarlo — Leeré las runas para ti, muchacho, y verás que tales tonterías son fruto de tu imaginación.

Él se rió suavemente, dejando ver la manipulación en su mirada.

— ¡Oh, gracias, Hiruzen! — exclamó. Además de ser testarudo, brillante y determinado; Sasuke era todo un doncel. A pesar de su desinterés hacía el matrimonio, Hiruzen entreveía un brillo en sus ojos y una sensualidad natural a su bien formado cuerpo, que hablaba de una gran pasión subyacente. Cuando él amara, pensó Hiruzen, lo haría con todo el fervor que ahora ponía en sus sueños de venganza.

 — Espero, — murmuró él — que las runas te muestren respetablemente casado, con una veintena de niños y cumpliendo respetuosamente la voluntad de tu padre y tu marido.

Poco después ambos se sentaban en la mesa uno frente al otro. La oscuridad había caído sobre el bosque. La única luz provenía del fuego y de una preciosa vela. Hiruzen puso una tela de lino encima de la mesa y lanzó las piedras sobre ella, con los símbolos hacia abajo.

— Toca tres — le pidió a Sasuke.

Él lo hizo decididamente. Hiruzen volvió la primera piedra. Thurisaz. La piedra de la Puerta. Sasuke todavía debería de ser tolerante, observando el mundo a su alrededor cuidadosamente, no actuando impetuosamente.

Sin decir una palabra, dio la vuelta a la segunda piedra. Hegalez. La piedra de los grandes desastres y trastornos, una piedra de los dioses. Algo que traía el destino, algo que el hombre no podría controlar, como una gran ola en el océano... como la marea interminable de los invasores.

Todavía silencioso, Hiruzen dio la vuelta a la tercera piedra. La runa estaba en blanco.

Sasuke, al observar como los ojos del viejo Druida se estrechaban y nublaban, sintió como la inquietud aumentaban en su interior así que le incitó.

— ¡Hiruzen! ¡Dime! ¡Dime que es lo que ves!

Él no deseaba hablar de lo que había visto. La runa blanca le era desconocida. Para los vikingos, era la runa de Odin. Podía significar la muerte; podía significar un principio, un renacimiento. Siguiendo a Hegalez, la piedra marcaba inmensos y peligrosos obstáculos tejiéndose ante él. El doncel debería aceptar el cambio que estaba por venir. Si lo hacía, su vida podría ser larga y, con el tiempo, encontraría la felicidad. Pero el camino hacia esta felicidad parecía lleno de peligro.

Cerró sus ojos, concentrándose profundamente, con los dedos acariciando la frialdad de las piedras y absorbiendo sus símbolos. Lo vio vistiendo tal como había amenazado y sintió la agonía del castigo recibido debido a esta vestimenta. El castigo sería causado por un hombre, pero este no sería Neji Hyuga. Se trataba de un hombre dorado. Rodeado de luz. Poderoso, peligroso. Aunque su aura no despedía maldad, sino fuerza de determinación. Las runas parecían susurrar que él era de la tierra y que las sendas de su vida se entretejían irrevocablemente con las de Sasuke Uchiha.

En su mente, Hiruzen oyó el aullido de un Zorro. Una bandera con el símbolo de este animal luciendo bien alta... una bandera vikinga. Hiruzen empezó a temblar. No estaba siendo una lectura usual de runas; se había topado con un destino que era de la tierra, relacionado con la tierra de Irlanda.

— ¡Hiruzen! — le llamó Sasuke.

Sus ojos se abrieron de golpe.

— ¡Silencio, Sasuke Uchiha! — Lo regañó con una enorme mirada enfebrecida por la irritación. — He visto exactamente lo que debía ser visto para el hijo de Fugaku. Envejecerá, dará a luz a muchos niños que poblaran la tierra.

— ¡Estas mintiéndome, Druida! — le reprochó Sasuke.

Hiruzen se levantó de la mesa con sus túnicas fluyendo alrededor de él. Devolvió las runas como estaban fingiendo desinterés.

—Yo no miento, hijo de Fugaku. Soy un hombre viejo, cansado y hambriento, a quien le gustaría tener su cena y su cama. — Irritado, volvió a la mesa y tomó las piedras dejándolas caer de nuevo en su bolsa de ante.

Sasuke dudó un momento y después sonrió. Hiruzen podía sonar como un hombre viejo caprichoso, pero él lo amaba muchísimo. Se puso de pie, arregló su túnica y lo siguió hasta el fuego. Se situó a su espalda para darle a sus hombros un masaje, como hacía a menudo a su padre.

— Un hombre viejo y cansado, ¿eh? — Respondió con una sonrisa en su voz. — ¡No puedes ser viejo, Hiruzen, cuando has sobrevivido a todos los árboles del bosque! ¡Pero vamos, este estofado que has cocido a fuego lento todo el día huele deliciosamente! ¡Comeremos, te contaré todos los chismes que fluyen en Tara, y luego me contarás más leyendas del pasado y dormiremos!

Alzando la tapa de la marmita, Sasuke saco dos cuencos.

— ¡Oh, hay buen vino de la provincia de Alsacia en mis alforjas! Lo compré cuando el vendedor ambulante trajo sedas para Madre. ¡Nos pondremos un poco achispados mientras hablamos, Hiruzen!

Hiruzen llevó fatigadamente su cuenco de estofado a la mesa y echó un vistazo a su apetecible comida.

— No estaré tan achispado, Sasuke, como para que puedas sacar de mis labios lo que no tengo intención de decir. — Sus ojos se tornaron muy oscuros durante un momento. Él estaba inmóvil, erguido y orgulloso mientras alzaba su barbilla hacia él.

— No tengo ningún plan para sacártelo, Druida — dijo él, tranquilo y con dignidad.

Puso su cuenco en la mesa frente a él y se acerco al cobertizo donde se encontraba el caballo para coger el vino. Dudó, volvió sobre sus pasos, y con palabras suaves pero vehementes dijo:

— ¿Sabes, Druida?, No me importa lo que tus piedras digan. Yo forjaré mi propio destino.

Notas finales:

Y diganme: ¿Qué les ha parecido?

A mi me encanto el papel que le toca a Hiruzen, mi querido tercer hokage, y espero que les guste el de Neji (fue el unico que se me ocurrío para ese rol).

Sasuke es todo un doncel, el destino que le espera es impresionante según la visión y lectura de Hiruzen, pero, ¿Cómo lo enfrentará él?

Atentamente

Angie


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