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RENDICIÓN DORADA por Anmilepe

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Notas del capitulo:

¡Hola! Angie reportandose.

Aqui les traigo el tercer capitulo, porfin aparecerá Naruto, ahora sabremos más de este peligroso personaje

Atentamente

Angie

Con las manos en sus caderas, él estaba de pie al lado del fresno, creando una grandiosa silueta en el crepúsculo del día. Su manto rojo, adornado con la cabeza de un zorro, envolvía su magnífico cuerpo; mechones de su pelo, rubio como el sol, bailaban con el viento.

Sus ojos brillaban mientras observaba Carlingford Lough. Se podían ver los campamentos daneses a lo largo de las orillas. Miles de ellos se habían reunido aquella noche para la batalla que daría comienzo al alba.

Naruto se estremeció. Los daneses eran hombres hábiles e inteligentes. La misma cota de malla que él y algunos de los jefes irlandeses vestían era fruto del ingenio de los daneses, cosa contra la que lucharía al día siguiente. Se estaban jugando mucho más de lo que la mayoría de los hombres, noruegos y daneses, comprendían. Él, un príncipe de Noruega, buscaba algo más que batalla y botín. Incluso desde niño, cuando se sentaba en las frías noches a los pies del cuenta-cuentos soñaba con Irlanda. Siendo el hijo más joven, él no heredaría el reino de su padre. Su destino sería el que él mismo se labrase. Pensó en su tío Turgeis, quien había dominado la mayoría de la Isla Esmeralda hacía tiempo. Desde las orillas de Liffey hasta Dublín, había abarcado el reinado de Turgeis. Naruto sabía donde se había equivocado su tío. Turgeis había estado decidido a crear un imperio pagano... pero el pueblo irlandés estaba formado por gente que no estaba dispuesta a dejar de lado su propio dios.

Yo conquistaré y después aprenderé a convivir con ellos, pensó Naruto. No le importaba a qué Dios rendía culto. Visualizó en su cabeza una nueva raza, poseedora de la gran fuerza y talentos arquitectónicos de los Vikingos... y de las grandes leyes sociales y conocimientos de los irlandeses; capaz de hacer frente a cualquier amenaza venidera.

Suspiró. Todo eran estúpidas ensoñaciones de un guerrero fracasado. Por ahora, él era el conquistador de nada. Solo era un guerrero, como otros tantos generales que guiarían a los nórdicos en la batalla al alba. Sí, esta noche sus pensamientos eran estúpidos. Había tomado multitud de pueblos; había repartido riquezas entre él mismo y sus hombres. Pero Irlanda todavía era un campo de batalla, y él sabía con toda seguridad que ningún terror llegado por el mar podría dominar totalmente a los irlandeses. La convivencia…

El vikingo que se convierta en irlandés será el hombre que sobreviva, pensó con una extraña certeza. Se encogió de hombros, inquieto con sus propios pensamientos. Él era el hijo de un rey... pero sin reino; y él ansiaba ser rey.

Sintió que le tocaban el hombro. No saltó sobre él o buscó su espada ya que conocía el contacto. Puso su mano encima de la mano que descansaba sobre su manto, dibujando su contorno despacio, hasta que ella se situó frente a él. Su dulce Sakura. Una mujer tan alta, que casi se encontraba a la altura de sus ojos. Tan valerosa, que luchaba en la batalla como un hombre. Tan singularmente bella, que había capturado su corazón y su alma.

Levantando una de sus cejas, ella se mofó de él.

— ¿No vienes a la cama, mi Zorro? Odiaría ver como te caes por falta de sueño cuando llegue la mañana.

Él rió y la abrazó fuertemente mientras bromeaba:

— ¿Me pides que duerma, mi señora bárbara? ¿O tienes otros planes para mí?

Su risa al responder fue refrescante. Todavía lo asombraba cuántas cosas podría ser. La había encontrado liderando a otro de grupo de vikingos en una incursión que coincidió con una propia. Cuando el pueblo fue tomado, se enfrentaron entre si. Tensos, se habían mirado fijamente a los ojos, y sus espadas habían caído a un lado mientras reían. Desde entonces, habían cabalgado juntos, tanto como amantes como aventureros. Ella había conocido a otros hombres, no era de sangre real, pero mientras que otras princesas casadas aguardaban a la espera en casa, él la había convertido a ella en su compañera, pensando que las otras mujeres palidecían en comparación con la belleza y espíritu de ella.

Ella había acabado con el hábito que tenía de aprovecharse de los inocentes que descubría en sus incursiones. Un doncel o mujer chillona ya no le llamaba la atención, no cuando tenía a esta criatura de los dioses para complacerle, sollozando por el placer de sus caricias. Él no podía impedir el comportamiento de sus hombres hacia las mujeres, que eran una parte del botín, pero en sus correrías había impuesto ciertas reglas, y debido a ellas, tenían ahora personas para obedecer sus órdenes. Algunos de sus guerreros habían mantenido a sus doncellas irlandesas, haciendo de ellas esposas en lugar de esclavas.

Él rozó tiernamente los labios de Sakura con los suyos y la boca de ella se abrió dócilmente y mientras sus lenguas se enzarzaban en un duelo de seda, el deseo de él creció más y más. Se separó de ella y vio el dibujo de su cota de malla marcado por la fuerza de su abrazo en la tierna carne de sus pechos.

—    Ven. — susurró —Ven a la cama.

En la soledad de la tienda ella comenzó por quitarle el manto, luego la cota de malla y el cinto y por último la túnica y las polainas de cuero, el placer que sentía al desnudarlo calentó su sangre aún más si eso era posible, mientras el pulso de él se desbocaba.

Cuando por fin estuvo desnudo ante ella, dio un paso atrás para devorarlo con los ojos. Jadeando se humedeció excitada el labio inferior y se acercó de nuevo a él para recorrer con la lengua una cicatriz que le cruzaba el bronceado pecho. Cuando ella le lamió los duros pezones, Naruto la sujetó con rudeza desgarrando su túnica y la abrazó un instante contra su corazón antes de arrastrarla al suelo con él. Ya tumbados, sus hambrientos ojos observaron como los pezones que coronaban sus cremosos pechos se endurecían, suplicando ser besados y acariciados. Nuevamente sus miradas se encontraron, pero la de él resbaló hasta detenerse en su boca jadeante y en la inquieta lengua que se paseaba por sus labios. Sus sedientas bocas chocaron y manos, labios y dientes se perdieron hambrientas en el cuerpo del otro con febril desenfreno. Él la recorrió de la cabeza a los pies descubriendo lugares que la hacían gemir de placer mientras se perdía cada vez más en el huracán de la pasión

 

En los ardientes gemidos de ella se contenía la promesa de cobrarse cumplida venganza por aquella tortura. Sus cabellos rosados lo envolvieron mientras rodaban juntos. La boca de ella encontró la suya y las manos de él se enredaron en la gloria rosada de su pelo. Ella era toda una mujer: fuerte, intrépida y desinhibida. Su amor vikingo lo igualaba en su apasionada lucha para luego rendirse a él aceptando de buena gana su dominio cuando él se colocó sobre ella por fin. Él le abrió los muslos con la mano y buscó hasta encontrar con sus dedos la cálida humedad de ella que lo recibió arqueándose invitadora y envolviéndolo con sus piernas. Lo reclamó gritando su nombre y él se alzó para hundirse profundamente en ella, tomándola y uniéndose por fin en un clímax dulce y salvaje.

Ya saciados, se colocó junto a ella y acarició su cuerpo ¡Cuánto la amaba! Era perfecta...su piel del mismo color bronce que la suya, esbelta pero firme en todas sus hermosas curvas. La única en el mundo para él, tanto compañera como amante apasionada, la destinataria de todos sus sueños. Envuelto aún en su pelo se rindió al sueño.

Pero en el interior de sus sueños, pudo ver serpientes que venían a por él. Levantando sus cabezas en alto sobre él, éstas se acercaban en oleadas, clavando sus colmillos. Intentaba matarlas con su espada, pero cada vez había más. Sus colmillos no podían dañarlo, pero estas estaban pasando mas allá de él; y había gritos, gritos terribles que venían desde detrás de... 

Se despertó cubierto de sudor, y por un momento se quedó helado, alerta al peligro. Temblaba tanto que sus dientes castañeaban. Pero no había nada en su tienda, nada excepto la mujer que se encontraba a su lado, acompasando su latido del corazón con el suyo propio.

Cerró los ojos, apretándolos con fuerza. Cuando los abrió de nuevo, ella estaba incorporada sobre él.

— ¿Qué pasa, mi amor? — preguntó frunciendo el entrecejo y después, tratando de aligerar la situación dijo: — ¿El Zorro que nunca retrocede en la batalla, tiembla por una pesadilla? Cuéntamelo, amor, y así ahuyentaré la oscuridad.

Él miró fijamente sus ojos esmeraldas, tan bonitos a la pálida luz de la luna, y la fiebre de miedo le presionó una vez más.

 — No quiero que participes en la batalla de mañana.

Ella colocó su cabello rosado encima de sus pechos orgullosamente.

— Soy más guerrero que la mayoría de tus hombres, — le riñó desdeñosamente. — Y soy mi propia señora. Lucharé contra mis enemigos cuando yo elija.

— ¡Tú no eres tu propia señora! — declaró él acaloradamente. — Yo soy tu príncipe... eres casi mi igual, pero eres mi compañera. Lo harás porque yo lo digo.

Sakura dudó un momento, preguntándose por el enojo que brillaba tan irracionalmente en lo profundo de sus ojos. Podía discutir, podía recordarle que incluso como mujer ella se había ganado el respeto y lealtad de sus propias tropas, pero lo amaba. Él era su señor, y por ello lo complacería y prometería su obediencia, y después de todo, haría lo que ella deseara.

Sakura se tumbó una vez más a su lado.

—Como desees, mi señor Zorro — murmuró con un bostezo. — Como desees. — Enroscó su brazo alrededor de él, simulando colocarse para dormir.

Pero fue ella quién permaneció despierta cuando el agotamiento lo reclamó a él. Ella lo mantuvo lejos de los espíritus de la noche, orando al dios Thor para mantenerlo a salvo a la mañana siguiente.

 

La batalla de Carlingford Lough fue la más sangrienta que jamás había tenido lugar sobre aquellos campos de color verde esmeralda. A media tarde, Naruto supo que era una batalla perdida. Alrededor de él se amontonaban los cuerpos. Era tan grande la carnicería humana, que un hombre no podía dar dos pasos sin resbalar en la sangre.

Estaba cubierto de sangre, que, mezclada con el sudor de su cara, goteaba sobre sus ojos. Podía ver escasamente. En un momento dado se había salvado de la muerte solo por el horroroso lamento de su atacante.

Sus brazos, más que acostumbrados al peso pesado de su espada, estaban cansados, y su mente, tan habituada a la carnicería, estaba rebelándose. El olor a muerte a su alrededor era terrible, y la batalla estaba perdida. Cuerpos de reyes y príncipes Vikingos muertos se encontraban por todo el campo. Todavía no se había dado cuenta de que él era uno de los pocos entre la realeza y generales que todavía estaba en pie. Sólo sabía que, si quería salvar las vidas de los demás nórdicos, era el momento de retirarse. Aquéllos que habían sobrevivido tendrían que huir al campo y encontrar refugio hasta que pudieran reunirse una vez más. Levantando sus brazos en alto, por encima de su cabeza, envió la señal de retirada a los vikingos que podían verlo. Cuando bajó sus brazos cansadamente, supo que los daneses habían ganado Dublín por ahora. Pero él y sus hombres se levantarían de nuevo y volverían. Él buscaría venganza por este día.

Su resolución aumentó. Naruto esquivó un hacha danesa, y la pesada arma se hincó en la tierra. Naruto se arriesgó a hundir su espada en el danés, matando a su enemigo rápidamente. Después observó como sus restantes fuerzas desaparecían entre los árboles de Irlanda. Ya podía poner en marcha su propia retirada. Caminó cautelosamente a través del campo hacía lo que parecía una ensenada.

Fue entonces cuando vio a Sakura. Ella todavía estaba en el centro de la batalla, su gracia y equilibrio permitiéndole bailar sobre sus supuestos asesinos. Al principio estaba furioso; ella había desobedecido su orden directa. Entonces el miedo le recorrió una vez más. Ya lo había visto en su sueño; los daneses.

La llamó: gritó. Sus ojos de zafiro se encontraron con los de ella a través del campo. Y entonces ella se dirigió hacia él. Corría, se detenía para cubrir su espalda, corría una vez más, se paraba para matar a un gigante armado con espada y yelmo. Y por fin, comenzó a correr de nuevo, hacia la ensenada.

Pero había más daneses acercándose con hachas, lanzas, cadenas y espadas. Naruto corrió al encuentro de ellos, mientras gritaba a Sakura tratando que se colocara tras él. Ahora eran dos contra diez, pero los cuerpos iban cayendo alrededor de ellos.

— ¡Vamos! — le gritó. Naruto se encontró con el último de sus contendientes, vagamente consciente del goteo de la sangre bajo su cota de malla proveniente de una herida en el brazo y de la debilidad de su pierna causada por una profunda lesión en su muslo. Pero no podía ceder ante la fatiga y el dolor. Tenía que seguir luchando como un demonio, olvidándose de todo el resto, por la necesidad de sobrevivir.

La batalla continuó por todo el terreno, hasta que el último hombre cayó ante él. Naruto se lanzó hacia los árboles gritando el nombre de Sakura hasta que ésta le contestó. Siguiendo el sonido de su voz la encontró, tumbada sobre hojas y musgo. Cuando la vio allí, pensó que estaba más bonita que nunca. No vio ni el sudor, ni la suciedad, ni la sangre. Bajo el tizne que cubría su piel sólo veía sus ojos, sus bonitos ojos, sus ojos como esmeraldas. Se miraron con amor, y entonces empezaron a ponerse vidriosos.

Entonces ella lanzó un grito de agonía, un grito de muerte.

Se arrodilló al lado de ella.

— ¡No! — lloró, mientras buscaba su herida. Pero en el mismo momento que deslizó sus brazos alrededor de ella, él se mojó con su sangre. La herida estaba en la espalda, y en el mismo momento que él lanzó su gran casco hacia atrás para aullar contra ello, la vida empezó a resbalarse de su cuerpo. Los brazos que se alargaban patéticamente hacia él estaban helados, demasiado débiles para alcanzarlo.

— Mi amor— susurró ella.

Alisando el lacio cabello de su ceja, se agachó sobre ella; rozando sus labios, inconsciente del fétido olor a muerte que expandía entre ellos.

 — Te amaré por toda la Eternidad, — le juró él — no puedes dejarme.

De algún modo ella sonrió. Pero a continuación, al exhalar profundamente, irrumpió en un espasmo de tos.  La sangre brotó de sus labios, él los besó de nuevo sin fijarse.

— No te mueras, — rogó, — por favor, no te mueras…

A través de sus resecos y resquebrajados labios ella susurró:

— Abrázame, amor… Tu calor disfraza el frío de la muerte. Oh, abrázame… mi señor… abrázame… Tengo frío… mucho frío… tanto frío como cuando hay tormentas de nieve. — Entonces, sus murmullos cesaron.

Él la abrazó, la agitó, se sentó apretando su cuerpo muerto contra su pecho. Y allí la meció, mientras le susurraba como si fuera un niño durmiendo.

El sol se había puesto cuando la dejó finalmente en el suelo. Permaneció temblando, la rabia y el dolor atormentaban su ya débil y cansado cuerpo. Inclinando su cabeza dorada hacia atrás, gritó su pesar y su desesperación a los cielos. Le enfureció su tormento, su angustia, su pérdida; y sus lamentos sacudieron la tierra. Allá donde fueron oídos temblaron y oraron a sus dioses, fueran daneses o bárbaros. El aullido poderoso del Zorro, provocó escalofríos de terror y condena.

 

Desde su avanzada posición en la cumbre de la alta colina que dominaba el Lough, Fugaku Uchiha miraba el campo ensangrentado. Aquellos que se encontraban de pie en medio de la carnicería eran daneses. Si había sido por ser superiores en número o su organización, o si San Patricio había oído sus oraciones paganas, él nunca lo sabría, pero la victoria era suya. Dublín, ciudad de los noruegos durante años, pertenecía ahora a los daneses.

Apoyado sobre una rodilla mientras examinaba la escena, Fugaku repentinamente cerró sus ojos en una oración silenciosa. Los cuerpos que cubrían el campo eran los de sus enemigos, pero no podía sentir un gran placer al ver tan horrible número de pérdidas humanas. Haz que se acabe, Dios, oró silenciosamente. Permite a los daneses mantener su ciudad de Dublín y construir sus muros. Haz que cesen sus innumerables azotes a lo largo del país. Permítenos vivir en paz...

No sintió ninguna respuesta a su plegaria; sabía en su interior que sería ignorado, y tenía la extraña intuición de que, de lo que había sido testigo ese día, sería simplemente el principio para él. Que se haga tu voluntad, murmuró dolorosamente.

—Padre.

Sintió una palmada en su hombro. Fugaku torció su cabeza para ver a su hijo Itachi de Ulster de pie detrás de él. Itachi era un hombre poderoso de treinta años, un gigante joven, guapo, con una sabiduría aprendida de su padre que se reflejaba en sus ojos negros.

—Neji y Maelsechlainn nos esperan, padre. Debemos cabalgar hacia abajo y recibir el tributo de los daneses para el altar.

Fugaku asintió y se incorporó, haciendo una mueca de dolor al oír sus huesos crujir. Con Itachi no se molestaba en disfrazar su debilidad. Su hijo no tenía ningún deseo de intentar tomar su corona por el momento; de hecho, Fugaku a veces dudaba si Itachi codiciaría la posición de Ard-Righ algún día. No era un título necesariamente hereditario; pasaba entre las poderosas tribus reales. Itachi se encargaba de sus propios asuntos en Ulster y del constante hostigamiento Vikingo que ocurría en el norte.

De todas formas, siempre había hombres deseosos de derrocar a un rey imprudente, así que un hombre en la posición de Fugaku no podía permitirse el lujo de mostrar debilidad. Recogió las riendas de su caballo y montó con una agilidad que desmentía el dolor de sus huesos.

—Vayamos con los daneses. —dijo a su hijo.

Las trompetas del Ard-Righ sonaron y los irlandeses comenzaron a moverse.

El crepúsculo caía mientras ellos cabalgaban. Al tiempo que tomaban el camino de descenso hacia la tienda de Gaara el Patizambo, el jefe danés, los fuegos empezaban a erigirse dentro del campamento organizado apresuradamente. Los daneses detuvieron sus actividades en el campamento para mirar a los irlandeses. Lucían la sonrisa del vencedor, miradas furtivas que enfriaban el corazón, permitiéndose miradas que reflejaban que las prometidas treguas no eran más que promesas rotas.

A pesar de todo, Fugaku no tenía miedo cuando se enfrentó a Gaara, a pesar del mal humor del salvaje danés de cabello rojo. De hecho, Fugaku sintió placer al descubrir la furia en sus rasgos mientras éste bramaba a sus hombres.

— ¡Encontradlo! ¡El Zorro debe morir! —Gaara controló su temperamento para dirigirse a Fugaku. — Una matanza, Ard-Righ.

Fugaku descubrió que podía sonreír sinceramente. El asesino danés tenía miedo, pues un noruego había sobrevivido... el Zorro.

 

 

Naruto abrazó a Sakura durante toda la noche. Por la mañana parecía calmado, cambiado, e incluso más determinado. La herida de la pierna estaba ulcerándose, pero no pensó para nada en ello. La alzó en sus brazos y empezó a caminar, en busca de agua. El sol estaba alto y hacia calor, pero mantuvo su marcha, un paso después de otro. A mediodía llegó a un arroyo y la bañó tiernamente. La tocó, acariciando su cabello sedoso y la suave piel de raso.

Pasó el resto del día construyendo su féretro. Cuando la plataforma estuvo completa, la colocó en ella y puso su espada entre sus manos. Apiló leña a su alrededor deseando que su camino al Valhala fuera fácil. Ella viajaría con el viento para sentarse al lado del dios de la guerra Wodon para, sin duda, llevar allí la vida de princesa que no había tenido en la tierra.

Cuando todo estuvo completo, besó su fría boca. Buscando con decisión, encontró un pedazo de pedernal y encendió un fuego. Con una antorcha, él lo acerco a su amada. El féretro se quemó ferozmente. Como se encontraba de pie en la ribera del arroyo, lo vio, ardiente todavía, cuando el sol se puso una vez más. Sus ojos estaban distantes y todavía duros. Ya no aulló su pesar. Comenzó a ser una parte de él, una parte de su corazón.

Por la mañana, descubrió que le era difícil estar de pie. Sus heridas lo habían debilitado. Se dobló junto al arroyo y bebió con ansiedad, entonces se tambaleó al empapar sus heridas. El dolor en su muslo le quemaba al igual que el fuego del féretro de Sakura.

     Intentó limpiarse la pierna herida, pero la fatiga le venció. Se cayó en la orilla del arroyo, medio dentro, medio fuera del agua, su cara se alojó en el barro, su cabeza dorada estaba sucia y enmarañada. Pero su nariz y su boca todavía permanecían fuera del agua. El Zorro había caído, pero todavía respiraba.

Notas finales:

Y diganme: ¿Les ha gustado Naruto? ¿Esperaban lo de Sakura?

Me gusta saber lo que piensan y si les gusta la historia, espero ver su apoyo.

Sin más que decir, Angie se retira.

Atentamente

Angie


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