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Cautivados. por MisakiKiss

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Notas del capitulo:

 

  Cap 02: Lazos.
 
—  Eres... eres un pequeño conejito.—  fueron las palabras que brotaron de los labios del castaño mientras acariciaba con los dígitos la suave textura de aquellos mantos blancos como la nieve.
 
El lindo muchacho levantó la mirada para encontrarse con la del castaño; ésta mostraba indicios de lágrimas incluso sus pardos ojos se encontraban enrojecidos y húmedos tanto por el deseo y la excitación cómo por el miedo que en ese momento sentía al encontrarse en una situación tan anormal, una ternura incalculable se apoderó de Yutaka queriendo; por primera vez, proteger a alguien y no solo por que era su labor como jefe del Edo sino por el simple hecho de que quería.
 
  — Mi... mi cuerpo se siente caliente y tengo miedo— aquellas palabras salieron entre jadeos de los labios del menor mientras trataba de alejarse de los brazos del contrario que se encontraban muy cerca a su hirviente cuerpo, pero este no se lo permitía.—Por... por favor, joven Shogun...
 
Uruha sentía que ya no podía aguantar por más tiempo, nisiquiera podía moverse de su propio lugar, el más simple movimiento provocaba jadeos en él ya que su cuerpo se sentía sensible en su totalidad. Era la primera vez que se sentía de esa forma; tan jodidamente caliente por alguien, era como si hubiera despertado en él una bestia desconocida, en todo su tiempo como prostituto nunca había sentido tanto miedo por su celo como en ese momento; el caso no era distinto en Yutaka, el dulce olor que emanaba el cuerpo del cobrizo, la mirada tierna y las lágrimas en sus ojos le hacían ansiar más, como buen lobo deseaba devorarse al tierno conejito y si esto continuaba así no dudaría en hacerlo ni un segundo.
 
— Siempre he sido un hombre que no se doblega ante las bajas pasiones, siempre he sido racional —  hundió su rostro en la curvatura del cuello ajeno olfateando el delicioso aroma —  Pero siento que ya no puedo más ¿Quién eres tú y porque estás provocando esto en mí?
 
—  Nh...No me comas por favor—  el delgado y pálido cuerpo de Uruha se tensó al sentir la lengua del castaño dejar un recorrido húmedo sobre su cuello. 
 
Aquellas palabras tan sólo hicieron que algo dentro del Shogun cambiara drásticamente ya que de un sólo empujón tumbó al cobrizo en el futón y comenzó a desprender las finas vestiduras que este poseía, el cuerpo de Uruha ardía como si estuviera siendo sumergido en lava viva cada lugar que el castaño tocaba provocando que aún más gemidos salieran de la garganta ajena. La lengua traviesa de Yutaka comenzaba a pasearse por la cálida piel del cuello descendiendo por la tentativa  clavícula marcada; en donde se detuvo unos instantes para poder disfrutar de esa zona acompañada de mordiscos y besos húmedos que hacian desesperar al pequeño conejo, una gargantilla de marcas rojizas adornaban la albina piel dejando satisfecho al muchacho de la coleta.
 
Uruha poco a poco se dejaba llevar por el fuego puro que emanaba Yutaka, era imposible resistirse a aquel hombre aún más con su condición de conejo y la sensibilidad exagerada en su cuerpo, este estiró ambos brazos buscando de forma desesperada y algo torpe deshacerse de las prendas ajenas, deseaba verlo desnudo y completamente para deleite de él. Una vez que logró retirar la fina tela del cuerpo del castaño, no dudó ni un segundo en pasear sus largos dedos por el duro torso ajeno.
 
—  No se resista, mi señor... estoy a merced de usted —  salieron en un susurro al oído del Shogun al ver al castaño aún algo dubitativo.
 
Aquellas palabras dejaron en negro al castaño, algo en él se había encendido resplandeciendo en todo el lugar y tan solo podía ver al cobrizo como su dulce favorito, apoyó de forma algo brusca al contrario en el futón dejándolo boca abajo sobre este, lo iba a hacer, sin importar absolutamente nada ni su status, ni los reclamos que vendrían después de acostarse con un prostituto; el castaño había perdido la poca cordura que le quedaba y se estaba dejando llevar por sus instintos de alfa. Su cuerpo, su mente y su alma, todos juntos se rindieron a la pasión que el momento exigía, provocando que después de una muy erótica y delicada preparación sus cuerpos se fundieran en uno sólo.
 
Uruha se sentía en el mismo paraíso al sentir a Yutaka dentro de él, era un placer que nunca había experimentado en su tiempo de vida, como si su cuerpo tan sólo pudiera reaccionar de esa forma con él y sólo con él, sus gemidos inundaban toda la habitación haciendo eco en las paredes provocando que el joven Shogun se excitara cada vez más y más. 
 
— Ma...majestad, ya... ah— a penas el cobrizo podía hablar, los gemidos no podían dejar de salir por su garganta.
 
— Yutaka... ese es mi nombre, no quiero que me digas majestad.
 
El choque de sus cuerpos se mezclaba con el sonido que ambos botaban haciendo de la habitación una bomba sexual que pronto estallaría. La verdadera naturaleza de Yutaka salía a flote cada segundo que pasaba, ambas manos soltaron la estrecha cintura para posicionarse en el pálido cuello haciendo a un lado los cabellos cobrizos del menor dejando cierta zona totalmente libre, relamió sus labios una vez más mientras sus pequeños colmillos cambiaban de forma por unos mucho más grandes y filudos, listos para destrozar cualquier cosa con ellos y lo que ya se veía venir, pasó... sin previo aviso alguno y totalmente apoderado de su lado animal, enterró sus dientes en el cuello del pálido cobrizo marcándolo para toda la vida, lo que tanto evitaba Uruha había sucedido. Él había sido mordido por un alfa.
 
Cómo si toda la excitación anterior hubiera sido una previa a lo que se vendría; los cuerpos de ambos empezaron a calentarse aún más de lo que ya estaban y cada embestida era una llegada a un paraíso nuevo,  los gemidos ahora eran mucho más sonoros en el menor mientras que Yutaka se encargaba de lamer la herida que sus dientes habían dejado segundos antes. Ambos habían perdido la noción total del tiempo en ese instante tan sólo importaban ellos dos y el hermoso y placentero intercambio que estaban haciendo, habían pasado minutos e incluso un par de horas y el celo de Uruha no calmaba, haciendo que Yutaka continuara reaccionando. z98;Llénamez99;era el único pensamiento que en ese momento tenía el de los cabellos claros y Yutaka; como si leyera la mente, derramó su esencia llenando el estrecho interior ajeno, inmediatamente Uruha cayó inconsciente en el futón convertido totalmente en un pequeño y suave conejo blanco.
 
Yutaka después de recuperar el aliento del fabuloso clímax reciente, tomó en sus manos la pequeña bola de pelos y se encargó de acariciarlo por varios minutos, repartiendo mimos y caricias por todo el mullido cuerpecito mientras este ya dormía plácidamente, nunca se iba a cansar de hacerlo ya que la piel era tan suave que invitaba a tocarlo siempre.
 
 
 
 
 

 


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