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Cenizas de Otoño por Noriko Ukai

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Cenizas de Otoño
Por Luz Delia (Nickname Noriko Ukai)
e-mail: luzdelia_chavez@yahoo.com.mx

* La historia, personajes y situaciones son ficción *




Y mi esperanza cayó como de los árboles las últimas hojas que anunciaban el fin del Otoño. Sentado frente a la ventana observo las hojas secas que anunciaban el final de la estación más gris. Mis sueños, mis esperanzas y mi fe se vieron muertas aquel día primero de Octubre de hace un año cuando el oficial de la fuerza naval me entrego la carta con la noticia más fatídica de mi corta vida. Y hoy estoy aquí, sentado frente a la ventana recordando los mejores momentos de la historia de mi primero amor.


Todo comenzó en el verano de hace 4 años, yo acababa de regresar al puerto que me vio nacer después de haberlo abandonado al iniciar mi preparación secundaria, días atrás me había llegado por parte de mi madre una carta anunciándome la terrible partida de mi padre, él, un hombre fuerte como el roble, característica que debido a su terrible enfermedad terminal no dejaban ver sombra alguna de lo que fuese alguna vez. Al bajar del barco nadie me recibió pero con una sonrisa de alegría por encontrarme en el lugar de mi niñez tomé mis maletas y me encaminé hacia mi antiguo hogar. Mi madre abrió la puerta y su faz cambió por completo al verme, sus lágrimas de cristal cayeron a su rostro y me dio un cariñoso abrazo, yo besé su frente y después entré a la que alguna vez fue mi casa. Con la alegría y el entusiasmo que caracteriza a la juventud escuche los pasos veloces de mis dos hermanas menores bajando aprisa por las escaleras, las dos gritaron al verme y me rodearon en un afectuoso abrazo mientras mi madre lloraba entusiasmada, hace años que no nos veíamos y ahora mi padre ya no estaba, todo fue un conjunto de sentimientos contradictorios, la alegría y la tristeza les comandaban.


El resto del día después de una reconfortante y deliciosa comida los cuatro nos sentamos en el corredor de la casa para platicar sobre nuestras vidas en esos años mientras mis hermanas me tejían un suéter para el invierno que aún tardaría en llegar y mi madre preparaba un arreglo de flores para llevar a la tumba de mi padre temprano por la mañana del día siguiente


- Esta semana hay feria en el pueblo - comentó entusiasmada Camila, la menor de mis hermanas. Una niña de espíritu travieso y aventurero, sus cabellos color del oro con un rizado perfecto, ojos del color de la esmeralda como los míos y piel perfectamente rosada


- No molestes a mi hermano Camila - respondió en regaño Esther, mi otra hermana. Ella a diferencia de Camila es una jovencita tranquila y educada, su cabello es rubio oscuro como el de mi madre y sus ojos de color azul profundo parecen reflejar el bello mar en ellos


- No le regañes Esther, me encantaría ir a la feria con ustedes - respondí regalándoles una sonrisa, mi hermana mayor suspiro resignada mientras que Camila dio un salto enorme al frente y comenzó a danzar entusiasmada. Mi madre solamente nos veía y sonreía con amplitud, seguro pensaba en mi padre.


Al llegar la noche mi hermana pequeña entro a mi habitación para apresurarme ya que ella se encontraba lista desde hace varios minutos. Llevaba un hermoso vestido color rosa con coquetos holanes que caían casi a sus pies y en su cabello un lindo moño que agarraba su hermoso cabello en una media coleta


- Hermano apresúrate, es de noche y mamá nos quiere temprano - comentó con tierna preocupación a lo que solo pude responder con una sonrisa y mi mano sobre su cabeza, acción que no le vino bien pues frunciendo sus cejas me miraba con una típica expresión de que la estaba despeinando


- ¿Otra vez fastidiando? - mi pequeña hermana y yo volteamos hacia la puerta cuando por ella entraba Esther a mi habitación con ambas manos sobre su cintura en una clara mueca de regaño para la pequeña Camila cosa que no le agradó en lo más mínimo. La mayor de mis hermanas también se encontraba lista para que partiésemos al festival, ella traía puesto un lindo vestido de corte sencillo color azul claro que pasaba del largo de sus rodillas y su cabello suelto caía desenfadado sobre sus hombros. Yo por mi parte vestía unos simples pantalones casuales color caqui y una camisa sencilla color azul, en la ciudad solía vestir más formal pero tratándose de éste pequeño puerto costero lo que traía puesto me parecía muy bien.


Despidiéndonos de nuestra madre y después de recibir sus bendiciones, mis hermanas y yo partimos hacia el festival del pueblo, al llegar pude darme cuenta de lo popular que éste era entre los jóvenes ya que eran ellos los que llenaban el lugar en su mayoría. A los lados se podían apreciar los múltiples puestos de juego y vendimia entre los que resaltaba la comida, principalmente los dulces. Camila no tardo en pedir pronto algunos de ellos mientras Esther la regañaba con insistencia y yo solo me limitaba a sonreír por verles pelear. Después de aquella divertida escena miré con asombro lo mucho que había evolucionado la feria en el pueblo, ya no era aquella que yo alcanzaba a recordar de mis días de infancia, ahora había muchos juegos mecánicos, hace años solamente se contaba con el típico carrusel al cual todos los pequeños querían subir y también la famosa rueda de la fortuna, el juego favorito de los enamorados.


- Pero si es María... ¡María... aquí! - gritaba Esther con entusiasmo agitando su mano tratando de llamar la atención de aquella chica a la cual llamaba por su nombre, voltee para buscar con la mirada a aquella a la que mi hermana llamaba con insistencia encontrando pronto la figura esbelta y modosita de la chica llamada María quien al ver a mi hermana sonrío alegre y corrió a su encuentro, ambas se tomaron de las manos sonriéndose mutuamente, parecía como si no se hubieran visto en un tiempo. Camila se unió a la escena y también con entusiasmo saludo a la chica


- María, te presento a mi hermano, se llama Sebastián - una sonrisa traviesa se apareció en los labios de mi hermana, parecía como si quisiera que su amiga y yo nos hiciésemos algo más que amigos


- Mucho gusto - saludo ella sonriéndome con rubor en sus mejillas, Camila y Esther voltearon a verse y rieron en complicidad, no cabía duda que algo esperaban de éste inesperado encuentro, y vaya que hubo un encuentro inesperado pero no era éste. Mi mirada vagó entre la gente encontrando algo que cautivó mis pupilas desde el primer instante, un joven alto, moreno de cabellos negros pasando un poco por debajo de sus orejas, ojos de tonalidad gris poco común y un rostro que si tuviera que utilizar una sola palabra para describirlo diría que es simplemente hermoso. Nuestras miradas se unificaron por breves pero para mí eternos segundos, sentía perfectamente como mi garganta comenzaba a perder su humedad y mi cuerpo por completo se estremecía al darme cuenta que caminaba en mi dirección y pude sentir por algunos momentos como mi corazón dejó de latir cuando le tuve frente a frente


- Te estaba buscando - sorprendido voltee a ver a la amiga de mi hermana cuando aquel apuesto joven se dirigía a ella ¿acaso era su novio? Aquel cuestionamiento me hizo herir mientras lo pensaba


- Como eres molesto Alejandro - dijo María cruzándose de brazos dirigiéndole una terrible mirada la cual me dio a entender que de novios no tenían nada


- Buenas noches - saludo aquel apuesto chico dirigiéndose a mis hermanas para después voltear a verme fijamente, era obvio que no me conocía y se estaba preguntando quien era


- ¡Hola! - saludo emocionada Camila mientras Esther solo se limito a inclinarse hacia delante con las manos sobre su regazo


- Es cierto, Alejandro él es Sebastián, hermano de Camila y Esther, Sebastián, él es mi hermano mayor Alejandro - pronunció con una amplia sonrisa señalándonos cuando nos mencionaba. Los hermosos ojos grises me miraron detenidamente y poco después estiró su mano para saludarme


- Mucho gusto - dijo a secas mirándome casi con indiferencia mientras mi mano algo temblorosa tomo la suya y le dio un ligero apretón que me hizo recorrer un chistoso hormigueo por todo mi cuerpo


- ¡Vayamos a los juegos! - el grito loco de Camila me hizo salir de mi trance, Esther y María sonrieron resignadas ante la alegría de mi pequeña hermana y le siguieron cuando se fue corriendo dejándonos las tres a nosotros dos solos, mi mirada busco la de él pero al encontrarla no pude más que desviarla y sonrojarme un algo, no sé si él lo noto pero si sé que me ignoro mientras se echaba a andar detrás de las chicas, yo le seguí observando desde atrás ese buen porte que tenía para caminar, algo pasaba en mí y no sabía de que se trataba, nunca me había pasado algo igual ¿acaso eso era lo que muchos denominaban como atracción? Me pregunto fuertemente mientras le observaba la amplia espalda.


El resto de la noche se sucedió igual que al principio, el hermano de la pequeña María se limitaba solamente a mirar a las chicas mientras yo en completo silencio le observaba aquella faz de seriedad la cual no lograba comprender, tenía entendido que la gente en los pueblos era más abierta pero éste chico me demostraba lo contrario, tal vez al igual que yo solamente se encontraba de vacaciones, por mi mente pasaba en más de una ocasión preguntarle mi inquietud pero al verle tan serio lograba intimidarme por lo que prefería guardar silencio. La media noche llegó y con ella la pequeña Camila diciéndome que tenía sueño y quería regresar a lo que estuve de acuerdo pero enseguida Esther se quejo ya que se perdería de los fuegos artificiales


- Yo le cuido y puede quedarse a dormir en casa - se escucho una proposición por parte de Alejandro a lo que enseguida Esther y María estuvieron de acuerdo pero la pequeña Camila no, demostrándolo cuando se cruzó de brazos y miro al chico en gesto de enfado


- De acuerdo - respondí apenas mirando sus ojos y tomando a la menor de mis hermanas del hombro para atraerla hacia mí mientras Esther y María emocionadas se tomaban de las manos. Alejandro asentó con la cabeza y nos dio la espalda caminando junto con las dos chicas a donde se llevaría a cabo el evento, la mayor de mis hermanas se despidió de mí mandándome un beso al tiempo que caminaba hacia atrás, yo le respondí con una sonrisa y mi mirada se enfoco hacia el hermano mayor de María, por alguna extraña razón tenía la esperanza de volver a verlo


A la mañana siguiente después de acompañar a mi madre a la tumba de mi padre para llevarle el arreglo de flores que ella misma había preparado la noche anterior, me encaminé hacia la casa de la pequeña María, mi hermana menor me había dado santo y seña del lugar acompañado de un pequeño croquis de los alrededores del pueblo; me tardó poco menos de 20 minutos dar con el lugar encontrándome con una pequeña y modesta casa, me paré al frente de la puerta y toque un par de veces encontrando respuesta en una voz que me decía que aguardara un momento en la que pude reconocer la voz de Alejandro, un nerviosismo incontrolable invadió todo mi cuerpo mientras esperaba que me abriera lo cual hizo después de cinco minutos, al verle no pude más que sonrojarme, si anoche me parecía apuesto ahora me parecía más, la luz de día me hacía ver lo que en la oscuridad no


- Pasa - me dijo cortésmente y se hizo a un lado para dejarme entrar, no dudé ni un momento y me adentré en su hogar, tal como lucía por fuera lo era por dentro, una casa modesta y bonita... — Esther y María salieron al mercado — me informo mientras vaciaba agua en un vaso la cual supuse que era para mí y no me equivoqué pues al servirla se dirigió hacia mí y me la dio, yo la tomé entre mis manos y enseguida bebí un poco, él me miró algunos momentos y se alejo para sentarse en uno de los muebles de la sala e indicarme con la mano que también lo hiciera yo


- Creo que regreso más tarde - dije poniéndome de pie con el vaso entre las manos y con notable nerviosismo y él me miraba atento y un poco confundido


- No es necesario, me retiro si te incomoda mi presencia - contesto en tono serio articulando más palabras de las que imaginé podía decir con esa actitud tan seria que mostraba


- No es eso, solo que... - sentía como mi rostro estaba calentándose y temí mostrarme demasiado nervioso ante él pero noté que él ya se había dado cuenta mostrando una ligera y atrevida sonrisa mientras me miraba haciendo que mi corazón latiera aprisa. No podía entender porque me mostraba esa mueca pero cuando intenté decir algo la puerta de la casa se abrió y por ella entraban mi hermana y su amiga, el rostro de Alejandro mostró la seriedad de antes y sin decir nada se puso de pie y se marcho, lo cual me puso algo triste pero no queriendo mostrarme así voltee hacia las chicas y les sonreí, Esther volteó hacia su amiga y le dio un pequeño codazo marchándose con la excusa de que iría al baño, la pequeña María temblando un poco y jugando son sus manos se acercó a mi y con mirada tímida dirigió su vista hacia mí


- Yo quiero saber si tu... si tu saldrías conmigo hoy - el blanco rostro de María se volvió rojo completamente y entre sus manos escondió su rostro, mi sorpresa no fue cuando ella me invitó a salir sino cuando me di cuenta que éramos observados por Alejandro que enseguida se marchó y la amiga de mi hermana ni siquiera notó su presencia


- Esta bien - respondí por amabilidad, no quise ser grosero y frío con ella por lo que acompañé mi respuesta con una amplia sonrisa, ella sacó su rostro de entre sus manos y me miró feliz y a la vez sorprendida


- ¿Vienes por mí a las 8? - pregunto emocionada y visiblemente apenada, asentí con un movimiento de cabeza y poco después regresó Esther sonriendo ampliamente a lo que entendí que había escuchado nuestra conversación


- Sebastián y yo nos vamos - dijo mi hermana mientras me tomaba del brazo y me jalaba hacia la puerta para que nos marchásemos y así lo hicimos.


La hora acordada llegó y yo fui a casa de María por ella, su padre fue quien me abrió la puerta y conociendo mi antecedente me saludo amablemente y me pidió que pasara a la casa lo cual hice con gusto y después de una agradable conversación con él bajó María vistiendo un agradable vestido de manta blanca y el cabello recogido en una coqueta coleta, se veía muy linda y así se lo expresé haciéndola sonrojar, su padre nos deseó la mejor de las suertes y nos marchamos hacia el muelle donde la llevaría a cenar. En el trayecto conversamos sobre nuestras vidas, ella me contó que desde hace años era amiga de Esther, platicó sobre sus hazañas en la escuela y las artes manuales e incluso después de la cena seguimos conversando tranquilamente mientras caminábamos cerca de las embarcaciones, yo solo me limitaba a contestar sus preguntas y en el rato de silencio que hubo mientras la llevaba a su casa no pude evitar preguntarle por su hermano, algo que me di cuenta no le agradó mucho pero sin vacilar satisfacía mi curiosidad. Llegamos a la puerta de su casa y me miró tímida con una amplia sonrisa


- Me divertí mucho, gracias - expresó y después se inclino hacia mí para darme un beso el cual no pude corresponder pues solamente la tomé de los hombros y la aparté de mí, ella me miró confundida y triste


- Me la pasé muy bien pero no malentiendas las cosas - confesé con pena al ver su carita confundida que me miraba fijamente


- ¿No te gusto? - me preguntó bajando su mirada para apartarla de la mía, sin contestarle la miré fijamente y le solté los hombros, de sus ojos salieron un par de pequeñas lágrimas que yo mismo enjugué con mi dedo pulgar y ella volteó a verme


- Eres muy linda pero no - contesté firme pero sin abandonar mi amabilidad, mi respuesta no le agradó en lo más mínimo y me dio duramente la espalda para meterse a su casa sin siquiera despedirse lo cual me hizo sentir mal por ella y por mí mismo. Regresé a casa donde me esperaba Esther despierta sentada en el pórtico, me miraba sonriente y emocionada queriendo enseguida satisfacer su curiosidad pero yo no tenía ganas de platicar por lo que me fui a mi habitación tan solo deseándole buenas noches


Al despertar por la mañana un sentimiento extraño de culpa me invadió tras recordar la penosa escena de la noche anterior pero algo en mí me hizo ver que tenía que ser sincero desde un principio para no hacerla ilusionarse. Me vestí y bajé para desayunar donde ya me esperaban mi madre y mis hermanas, saludé y ocupé mi lugar, Esther me miraba extrañamente enojada mientras que mi madre y Camila desayunaban tranquilamente, le dirigí una mirada a la mayor de mis hermanas pero ella sin decir nada dejó sus cubiertos sobre la mesa y se marchó, mi madre y mi hermanita parecieron no sorprenderse lo que me hizo ver que ya sabían sobre la situación y sin embargo ninguna de las dos dijo algo, cosa que no sé hasta la fecha si me hizo sentir bien o me hizo sentir mal. A razón del mediodía decidí salir y dar un pequeño paseo por el muelle, la brisa del mar chocaba contra mi rostro y un aire fresco me hizo sentir bien; continúe caminando y si no fuera mucha mi suerte me topé con la pequeña María y su hermano mayor quienes al verme detuvieron su andar y fijaron firmemente su mirada hacia mi persona haciéndome sentir helado, ella me miró aún ofendida por lo sucedido la noche anterior y se marchó a paso rápido sin su hermano quien me miraba más fijo que antes lo que me hizo sonrojar y bajar mi mirada pero cuando la eleve de nuevo para verle me llevé la sorpresa de que él estaba más cerca de mí, frente a frente, con esa mirada y esa actitud tan propia de él


- Ven - me dijo bajito sujetándome fuertemente del brazo para llevarme a otro lugar dejándome completamente sin habla, me sentía nervioso por tenerle cerca, tenía miedo por no saber que tipo de reclamo recibiría de su parte pero también me sentía bien de tenerlo sujetándome del brazo mientras yo me deleitaba observando su lindo rostro y sin mirar por donde caminaba, solamente me dejaría llevar por él. Llegamos a un callejón apartado del muelle por donde la gente no solía pasar frecuentemente, yo le miraba atento en la expectativa de que sería lo que iba a decirme y él solamente miraba hacia los alrededores como tratando de cuidar que nadie hubiese visto que estábamos ahí, después se metió completamente al callejón y me miró firmemente haciéndome sonrojar, desvíe mi mirada y cuando la volví al frente lo vi muy cerca de mí teniendo mi cuerpo pegado a la pared con su brazo sujetándose de éste y el otro al costado de su cuerpo, entonces mis nervios explotaron y pensé que recibiría una paliza de su parte. Yo solía ser buen estudiante pero eso de los golpes nunca se me dio bien por lo que estaba preocupado


- Yo no... no quise hacerla llorar - fue lo que logró salir por mi boca al no encontrar otra cosa que decirle pero él en lugar de mirarme mal asentó una sonrisa en su rostro la cual no logré entender hasta que él me habló


- Estuve esperándote - en ese instante no logré entender el significado de sus palabras pero pude sentir claramente el calor de sus labios sobre los míos, aún recuerdo esa sensación de paz y tranquilidad que me embargó cuando él apresó mis labios con los suyos y mi cintura con su fuerte brazo izquierdo, fue como si en ese instante el mundo hubiese perdido el tiempo y el espacio, pero al mismo tiempo un sentimiento de miedo me llenó por completo y sin poderle contestar a su cálido beso coloqué mis manos sobre su pecho e intente apartarlo de mí, es cierto, me gustaba, pero en ese momento la imagen de mis padres me hizo llenar de un sentimiento de culpa así que impuse más fuerza y logré mi cometido, él me miraba confundido y yo completamente sonrojado trataba de no mirarlo a los ojos


- Esto no está bien - comenté avergonzado y temblando, él me miró con ternura y sonrió mientras soltaba mi cuerpo y se alejaba un poco más de mí


- Eso lo sé pero realmente me gustas - confesó sin rodeos aumentando más el rojo en mi rostro y sin dejar de mirarme, su confesión me hizo sentir feliz y desdichado, sabía que aunque me gustara y yo le gustara esto que sentíamos no era correcto, nadie lo entendería


- No puede ser, somos hombres - dije con la más grande de las tristezas, era poco el tiempo que llevábamos de conocernos pero éste sentimiento ya comenzaba a doler, nunca antes me había logrado sentir así con nadie y jamás pensaría que la primera vez sería con un hombre


- ¿Y que hago con esto que siento? - me preguntó molesto y angustiado, su desesperación parecía ser mayor que la mía y comprenderlo estaba más allá de los alcances de mi razonamiento, no entendía sus palabras ni su dolor. No pude siquiera responder a su pregunta quedándome completamente callado y sin saber como mirarle a los ojos, él me miró unos momentos más y sin decir nada salió del callejón y se alejo de mí, sentí un fuerte dolor en el pecho y con tristeza me dejé caer al suelo mientras maldecía mi suerte, si ese hermoso hombre que acababa de salir fuese una mujer las cosas serían mucho más sencillas
Una semana transcurrió y no volví a verle, mi hermana Esther ya me había perdonado al igual que María y las cosas habían vuelto a la normalidad a excepción de esa inquietud que me embargaba por recordar lo sucedido aquel día en el callejón, sus labios aún se sentían cálidos y húmedos en mi boca, mi sentimiento de culpa cada vez se hacía más grande y tratar de ver a mi madre a los ojos me resultaba casi imposible, comenzaba a enamorarme de él en su ausencia y no sabía como manejar estos sentimientos que en ese momento consideraba inapropiados. Ese día una carta por parte del colegio llegó a mis manos donde me informaban que debía de regresar en ese mes porque acababan de autorizarme una plaza para dar clases medio tiempo en la Universidad en la cual aún estudiaba, la noticia me hizo feliz por breves segundos ya que había estado esperando con entusiasmo esa respuesta por parte del Rector pero la tristeza era mucho más fuerte al saber que mi primer amor era tan frustrado como aquel sueño de mi padre de verme algún día formando una familia. Mi madre y mis hermanas estaban felices por la noticia aunque mi madre pronto comenzó a llorar pues sabía que debía irme más pronto de lo previsto, pero para mí era un sentimiento de alivio, al irme me olvidaría de estos sentimientos y me alejaría del pecado que yo sentía estaba cometiendo por interesarme en un hombre


Algunos días después ya me encontraba haciendo mis maletas pues al día siguiente debía de marcharme nuevamente para cumplir mi deber como maestro practicante y como estudiante próximo a terminar su carrera, mi sentimiento de culpa seguía presente pero ahora se encontraba dividido entre la culpa que sentía por estos sentimientos y la que sentía por no haberle buscado sabiendo lo que él sentía por mí. Alguna vez mi padre me había dicho que pasara lo que pasara siguiera a mi corazón pero eso solo me hacía pensar que seguramente de vivir mi padre no aplicaría su consejo a esto que sentía por Alejandro. Sentía necesidad de platicarlo con alguien pero estaba seguro de que nadie lograría entender y mucho menos aceptarlo, eso solo me hacía sentir miserable. Esa noche decidí salir a dar un paseo solo a pesar de las insistencias de mis hermanas por acompañarme pero realmente lo que necesitaba era estar solo y pensar a la orilla del mar, sintiendo la fresca brisa de las olas chocar contra mi rostro, me daban la paz que necesitaba para mí afligido corazón pero como si fuera cosa del destino o simple capricho de la vida Alejandro había tenido la misma idea, él estaba ahí en el muelle, sentado con los pies dentro del mar, se veía melancólico y pensativo, sin poderme contener caminé hacia él y me senté a su lado después de quitarme los zapatos, él se dio cuenta de mi presencia pero se quedó quieto mirando hacia el frente, yo le imité y nos regalamos algunos minutos de silencio


- Supe que te vas - me dijo tristemente mirando las pequeñas olas que reventaban sobre la arena del otro lado, yo me quedé sin habla y comencé a mover mis pies dentro del agua


- Es lo mejor - respondí también con tristeza pero a la vez con resignación, él volteó a verme en un gesto de decepción y cansancio


- Es mejor huir ¿cierto? No te creía tan cobarde - sus palabras lastimaron fuertemente mi orgullo y con molestia lo mire sacando mis pies del agua y girándome hacia él


- ¿Qué sabes tú de mí? No hables como si me conocieras - le respondí enojado, su actitud no me estaba gustando y me sentía ofendido y herido por sus palabras, no quería que me tuviera en ese absurdo concepto, él se sonrió y volvió a mirar al frente


- No creí que me hubieses olvidado - me dijo melancólicamente y sus palabras me cayeron pesadas, estaba confundido porque no sabía a que se refería, me hablaba de olvidar y yo no tenía conciencia de que lo había conocido. Solo lo miré estupefacto y enmudecí


- Te deseo suerte - dijo secamente y sacó los pies del agua para ponerse de pie comenzando a alejarse con sus zapatos en la mano, yo me quedé ahí sentado tratando de analizar la situación pero casi enseguida me puse de pie y olvidando mis zapatos me acerqué a él sujetándolo del brazo para hacerlo girar hacia mí


- Dime quien eres - supliqué temeroso buscando esa mirada gris con la que antes me miro con enojo e inquietud


- Alguien que siempre esperó tu regreso - me contestó con tristeza y algo que pude entender como odio, yo no era su persona favorita en esos momentos, me olvidé de él y seguramente también borré miles de recuerdos a su lado, era natural que me odiara. Ante su respuesta solo solté su brazo y le dejé marchar, tenía miedo de saber más de él y saber que tal vez durante mucho tiempo le causé dolor
La embarcación estaba ya en el muelle esperando a los pasajeros de los cuales muchos ya comenzaban a abordar, mi madre, mis hermanas y la pequeña María fueron a despedirme, me sentía triste no solo por mi partida sino porque Alejandro no estaba ahí para despedirme, la noche anterior me había acobardado a explorar más adentro de mi propio pasado y ahora me estaba marchando sin saber que había sido él para mí antes de irme de ese pueblo costero en mis días de infancia


- Cuídate mucho mi amor - dijo mi madre con su dulce voz regalándome una sonrisa pero sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, mi próxima visita sería dentro de dos años y el correo no siempre le dejaba la satisfacción que necesitaba de saber que me encontraba con bien. Por su parte mis hermanas me dieron un afectuoso abrazo mientras lloraban y cuando me soltaron María se limitó a despedirme con una sonrisa agachándose hacia el frente para darme sus respetos, el vergonzoso episodio de días atrás había quedado olvidado. Tomando mis maletas después de besar la mojada mejilla de mi madre me encaminé hacia el barco mientras mi vista divisaba entre las cientos de personas despidiendo a sus seres queridos para tal vez encontrarme con esos hermosos ojos grises mirándome pero estos no estaban, triste y resignado me embarqué y me despedí nuevamente de ese pueblo costero mientras miraba el muelle desde la cubierta del barco, los pasajeros que también estaban ahí gritaban y agitaban sus manos despidiendo a quienes dejaban ahí


- ¡Sebastián! - la voz de Alejandro me hizo salir del triste trance de mis pensamientos para buscarle entre la multitud encontrando su figura, sus ojos eran tristes como aquellos que me mostró en el callón cuando me besó y sin darme cuenta mis mejillas comenzaron a bañarse en lágrimas, me estaba marchando para no volver hasta dentro de dos años y tal vez cuando lo hiciera él estaría con otra persona, tal vez formando una familia y olvidándose completamente de mí, ese pensamiento me llenó de profunda tristeza. Nuestras miradas estaban perdidas una en la otra y de sus labios alcancé a leer que me decía “otra vez te estaré esperando” mi emoción no pudo ser mayor, nunca me había sentido tan feliz en toda mi vida, alguien se había enamorado de mí con devoción y yo también comenzaba a quererlo, era como si éste sentimiento hubiese estado reservado para él desde el primer día en que me alejé del lugar que me vio nacer, por eso desde que lo vi en la feria supe que él era para mí. En ese momento pensé en no renunciar a él, pensaran lo que pensaran pues nunca en mi vida escuche a alguien decir que amar es un pecado. Por eso sin pensar en consecuencias y sin tomarle importancia a mi equipaje me aventé desde la borda del barco ante los gritos de sorpresa por parte de los demás pasajeros que me miraban atónitos y confundidos, la sensación que vino después fue la del agua chocar fuertemente contra mi rostro y mi cuerpo, pues instantes después solo vi oscuridad perdiendo al instante el conocimiento


Sin estar consciente de cuanto tiempo estuve dormido desperté un día soleado de otoño, me encontraba en mi habitación, la ventana estaba abierta y por ella entraban los incandescentes rayos del sol que me anunciaban un bello día, la brisa del mar podía sentirla en mi rostro a pesar de estar lejos de él y un viento fresco chocaba contra mi cara y movía mis cabellos de forma tranquila. Aquella agradable sensación me invadió completamente los sentidos pero como por arte de magia mi mente vagó en el pensamiento de que no era ahí de donde provenía mi último recuerdo sino en el barco que me llevaría lejos del pueblo costero donde aún me encontraba y enseguida la imagen de Alejandro vino a mi mente por lo que desesperado y ansioso me puse rápidamente de pie y baje corriendo las escaleras, en la mesa del comedor se encontraban mi madre y mis hermanas desayunando, sus caras de sorpresa y alegría al verme me dieron a entender que habían estado esperando el momento en que despertara. Aventando su silla la pequeña Camila se puso de pie y corrió a mi encuentro regalándome un afectuoso y entusiasta abrazo, Esther también sonrió contenta y un par de lágrimas corrieron por su rostro mientras que mi madre rompió en llanto, yo me encontraba confundido pues no sabía porque tantas emociones hasta que mi vista vago hacia el calendario que tenía enfrente dándome cuenta de que había estado dormido durante casi un mes, mi sorpresa y mi miedo fueron percibidas por mi madre que avergonzada desvió su mirada que mantenía firme en mí, recuerdo que en ese momento sentí un fuerte dolor en mi pecho, algo me decía que ella jamás iba a aceptar mis sentimientos por Alejandro y que jamás iba a permitir que estuviésemos juntos, no era lo correcto


- Me siento mareado - comenté alejando lentamente a la menor de mis hermanas que se aferraba a mi cuerpo, Esther se acercó a mí y me ayudo a sentarme mientras mi madre pedía un vaso de agua para mí


- Vuelve a la cama - me recomendó mi madre dándome el vaso de agua que habían traído para mí del cual no pude beber ni un sorbo, sentía una enorme angustia por querer saber de Alejandro y no poder preguntar


- Te llevo a tu cuarto hermano - me dijo Esther ayudándome a ponerme de pie mientras me guiñaba un ojo evitando que mi madre viera su gesto, yo asenté sin pronunciar palabra y me dejé llevar por la mayor de mis hermanas hacia mi habitación donde enseguida después de ayudarme a sentar en la cama cerró la puerta y se acercó a mí sentándose a mi lado


- ¿Y Alejandro? - pregunté desesperado, ella parecía comprender y sonriéndome con ternura acarició una de mis mejillas


- Ahora esta viviendo a las afueras del pueblo en un cuartito que le renta Don Simón - me explicó con dejo de preocupación, algo había detrás de esa situación que aún no me decía


- No entiendo - dije confuso mirándola atento


- Aquel día cuando te aventaste del barco Alejandro corrió hacia ti y te sacó inconsciente del agua, estaba bastante preocupado y comenzó a darte respiración, nosotras corrimos asustadas hacia ti y vimos claramente como el te abrazaba, en ese momento mi madre pareció entenderlo y le ordenó que te dejara pero él no quiso hacerlo hasta que llegara por ti la ambulancia. Ese mismo día Alejandro habló con mamá y le dijo que te quería pero ella no lo aceptó, después de su visita ella llamó al padre de María y le contó lo que él dijo acerca de ti, eso lo hizo molestar tanto que lo corrió de la casa y por eso vive solo a las afueras del pueblo, yo lo he mantenido al tanto - me explicó solemnemente sin pausas mientras me miraba fijamente al igual que yo la miraba al escucharla, enseguida tomó mis manos entre las suyas y con ternura las beso


- Nuestra madre y su padre no lo quieren aceptar, María está muy molesta y Camila es demasiado pequeña para entender pero yo, hermanito yo te apoyo y te quiero mucho - su cara y expresión de niña dulce me conmovieron hasta las lágrimas, me sentía culpable por la suerte del pobre Alejandro, todo por culpa de éste amor que sentíamos, tal vez después de todo no había sido mala idea querer alejarme, tal vez debía alejarme de él


- No puedo con esto, es demasiado - sollocé cubriendo mi rostro con mis manos, estos sentimientos estaban fuera de tiempo y de lugar, muy pocas serían las personas que podían comprender los alcances que podía tener el amor


- ¿Qué no puedes? No seas tonto hermano, ya has llegado hasta aquí, debes luchar por lo que amas - me regañó Esther mirándome con disgusto, tal como me había mirado Alejandro aquella noche que platicamos en el muelle, tal vez si estaba comportándome con un estúpido cobarde


- ¡Pero esta mal! Esto está mal - expresé angustiado y desolado, estaba consciente de que éste amor no era convencional y tampoco era correcto pero Esther me seguía mirando duramente mientras yo no podía dejar de llorar


- ¿Y quién lo dice? - pregunto molesta poniéndose de pie con las manos en la cintura. Yo no pude contestar a su pregunta y solo la miré fijamente, ella parecía decidida pero yo estaba más confundido que antes


- Estará mal solo si tú piensas que está mal, no conozco ninguna ley y ningún mandamiento que prohíba amar - dedicándome una última mirada se alejó y salió de mi habitación dejándome con una duda en el alma, en ese momento sentí como todo alrededor de mí desapareció y yo estaba en medio de la nada sentado, confundido y con miles de dudas dentro de mí, había decidido amar y ser amado sin importarme lo que dijera la gente pero algo en mi interior me impedía ser tan liberal. Esa noche lo descifré. Decidí visitar la tumba de mi padre acompañado por mi hermana Esther, mi madre me impedía salir sin compañía por temor a verme con él y por eso le pedí aquel favor. Necesitaba estar frente a la tumba de mi padre y platicar con él como aquellos días de mi infancia cuando me atacaba una duda o una inquietud y él con la alegría que siempre le había caracterizado lograba explicarme y hacerme sentir mejor, eso era lo que yo necesitaba para poder ser feliz con Alejandro. Aquella noche despejé todas mis turbaciones y encontré en ese monólogo, llamado por mí como conversación, la paz y tranquilidad que necesitaba para poder seguir adelante, jamás iba a saber si él en vida me hubiera apoyado como lo hacía Esther o sí no lo haría tal cual pasaba con mi madre pero de algo si estaba seguro y es que pasara lo que pasara yo no iba a renunciar al amor que sentía por Alejandro


Como la noche anterior, mi hermana Esther me ayudó a salir de casa para poder verme con Alejandro, era la primera vez que iba a verlo después del incidente con el barco, no sabía que era lo que iba a decirle pero me sentía feliz porque lo iba a poder ver. Llegamos caminando y fue mi hermana quien tocó la puerta con sutileza al tiempo que yo me enterraba las uñas en las manos, me sentía muy nervioso y entusiasmado, parecía como si toda mi personalidad se distorsionara cada vez que estaba con él y seguramente lo mismo le pasaba pues aquel muchacho que me presentaron en la feria del pueblo no era el mismo que un día me besó en un oscuro callejón. La puerta se abrió y como lo esperaba era él quien se encontraba del otro lado, sus ojos mostraban sorpresa pero también noté felicidad en ellos, la reacción no se hizo esperar y sin importar que mi hermana estuviese viendo él me tomó en sus brazos y nos besamos, era la primera vez pues aquella en el callejón no fue correspondida por mí. Segundos después escuchamos a mi hermana aclararse la garganta y apenado me alejé de él pero mirándolo profundamente, sus ojos grises brillaban y los míos pronto los sentí mojados, las lágrimas caían por mis mejillas, estaba muy emocionado


- Los dejo solos - dijo Esther suavemente alejándose de nosotros, Alejandro le agradeció moviendo su cabeza y enseguida entramos al departamentito que rentaba, el silencio nos invadió incómodamente, era la primera vez que estábamos así de solos


- No me dejaron verte - me explicó con tristeza viéndome a los ojos pero yo le sonreí para tranquilizarlo, estaba al tanto de la situación y así se lo aclaré lo cual noté que le dio un poco de tranquilidad, eso nos dejaba en una buena posición respecto del otro, todo estaba aclarado, todo excepto las condiciones en las que caería nuestra relación, era obvio que no podíamos vivir juntos en el pueblo, todos nos rechazarían, pero también era obvio que él amaba ese lugar y que tal vez la posibilidad de marcharse conmigo era nula


- Necesitamos... - su dedo índice sobre mis labios me hizo callar y un sutil rojo me invadió las mejillas, en ese momento su mirada era penetrante, tanto que asustaba, pero pronto el fuerte de sus brazos rodear mi cuerpo me hizo sentir una profunda calma, nunca antes había sentido la calidez que en ese momento él me hacía sentir


- Te amo - aquellas puras palabras entraron fuertes en mi mente, incluso hoy a años de aquel día aún siento el ardor de todo mi ser al recordarlo. De forma diestra y estratégica me llevo hacia la cama en la que dormía y nos tumbamos en ella, sus brazos rodeaban celosas mi cintura y pude sentir claramente el temblor que emanaba de su cuerpo, yo solamente me limitaba a sentirlo cerca, no podía siquiera responder a su declaración aunque en esos momentos ya estaba esclarecido lo que sentía por él, simplemente era que las palabras no podían salir de mi boca, él sabía lo que pasaba, me lo demostró con una mirada y una enorme sonrisa, aquella que aún está grabada en mi memoria.
Alejandro era mi compañero cuando cursábamos la primaria, no fueron muchas las veces que conversamos pero sus sentimientos hacia mí crecieron en algún determinado momento, nunca quiso hablar más de eso, me decía que se trataba del pasado y que éste ya no importaba, lo cual yo tomé de buena manera como todo lo que él me diría respecto a ese tema.


Los problemas que respectaron a nuestras familias los enfrentamos con diálogos aunque mi madre y su padre jamás lograron comprenderlo. Después de aquel día decidimos partir lejos, no sería el pueblo costero, no sería aquella ciudad en la que viví durante toda mi juventud, fue una ciudad desconocida por lo conocido, una ciudad lejos de todo, lejos de aquello que llaman “el bullicio y la falsa sociedad”, lejos de lo que hasta ese día conocíamos como vida, necesitábamos un lugar apartado de todo y de todos, donde nadie nos molestara, donde nadie nos acusara de pecar, de hacer las cosas mal, un lugar donde pudiéramos amarnos plenamente, donde pudiera gritarle que lo amo sin sentir vergüenza de mis sentimientos, un lugar donde solo estuviéramos él y yo.


Y así duramos casi dos años, vivíamos en el campo a tan solo algunos kilómetros de un pueblo donde nos abastecíamos cada fin de mes, en aquel nadie nos conocía bien, solo sabían de nosotros lo que obtenían como respuesta de nuestra parte cada vez que alguien tenía alguna clase de curiosidad. En el campo él se dedicaba a la siembra y yo le ayudaba, cada vez que recogíamos la cosecha visitábamos el pueblo, nos habían visto juntos pero nadie imaginaba que cada vez que nos encontrábamos en la noche vivíamos momentos de amor, aquellos que en su sociedad solo se podían ver entre hombre y mujer, esa se convirtió en nuestra realidad durante el tiempo que vivimos ahí, hasta que un día todo cambió. Fue en un verano, recibimos una carta por parte del gobierno que nos anunciaba que el país había entrado en guerra y se estaban buscando reclutas, por lo menos un varón mayor de edad por casa, la noticia nadie la esperaba, los medios de comunicación estaban abarrotados con ésta noticia, estábamos a punto de enfrentarnos a una fuerte crisis política, social y económica, pero no solo eso, algo aún más terrible sucedería, Alejandro se opuso fuertemente a que yo fuera aquel recluta que el gobierno pedía y no estaba dispuesto a recibir reclamos de mi parte por mucho que insistí en que yo atendería a aquel terrible llamado de guerra. Ese mismo día se tomó la decisión y al siguiente Alejandro mandó contestación para dentro de una semana marcharse de mi lado, sobra decir que yo me encontraba devastado pero trataba de hacerme el fuerte frente a él, sabía sobremanera que necesitaba de todo mi apoyo y que pasara lo que pasara yo estaría a su lado y él lo sabía. Nos despedimos una tarde en la cual llovía, afuera le esperaba el camión militar que se encontraba lleno de jóvenes reclutas, él pidió unos momentos y se metió a la casa donde me encontró bañado en lágrimas


- Volveré - me dijo con voz inquebrantable mientras me miraba a los ojos los cuales tenían algunas lágrimas que se retenían ahí sin poder salir, recuerdo que en ese instante sentí mi mundo derrumbarse y con arrebato me lancé a sus brazos escondiendo mi rostro en su pecho, sus fuertes brazos me rodearon con firmeza y me hizo aquella promesa que jamás olvidaré “Cuando las cenizas del otoño se desvanezcan yo estaré de vuelta”... y entonces partió.

La primera carta que recibí de él fue al mes siguiente, me decía que lo habían alistado en las fuerzas navales por sus conocimientos de navegación y supervivencia en el mar y yo sonreía feliz mientras leía las peripecias que vivía al lado de la embarcación, yo por mi parte seguí solo con las cosechas, era un trabajo arduo y pesado pero me reconfortaba saber que algún día él estaría de regreso cuando aquella inútil guerra terminara.

La segunda carta la recibí un mes después de la primera, sonaba igual de optimista, me contaba que habían vencido a varios navíos enemigos y que a diferencia de otras embarcaciones ellos no tenían batallas tan intensas, hasta ese momento nadie había muerto.

Su tercera carta llegó más tarde que las anteriores, ésta tardó casi tres meses pero me hizo sentir bien el saber que las cosas iban de maravilla, a veces tenían duras batallas pero todo lograba salir a flote, escribía algunas onomatopeyas de risa cuando decía una frase así por encontrarla irónicamente divertida, yo sonreía cuando leía sus comentarios.

La cuarta carta fue la última que recibí de su parte, ésta se tardo cuatro meses en llegar, en ella me decía que las cosas seguían en total calma y se mostraba optimista al decirme que el bando enemigo terminaría aniquilado antes de que cantara un gallo, aún la guerra no terminaba pero ya se preveía un ganador, seguía optimista al escribir aquellas cosas.


Los días pasaron y con ellos mi angustia crecía al no saber de él, pronto terminaría el verano y llegaría el otoño, estaba por cumplirse un año desde su partida y yo tenía un par de meses sin saber de él, mandaba cartas pero éstas jamás encontraban una contestación, quise ser optimista y me imaginaba a mi Alejandro arriba del barco saludándome desde ahí y diciéndome que pronto estaríamos juntos; yo le recodaba con su rostro hermoso de aquella primera vez en que hicimos a un lado el miedo y nos entregamos al amor, sus ojos de aquella estaban ahora más grabados en mi memoria y tenía la esperanza de que él pronto regresara pero sin saber que todo eso estaba por destruirse. El primer día de otoño de ese año recibí una visita por parte de un oficial de la marina, vestía elegantemente pero en su rostro pude notar la pesadez de un alma que vive de dar malas noticias, esa idea me hizo estremecer fuertemente el corazón el cual me decía a gritos los motivos por los que ese hombre me visitaba y yo con todas las fuerzas trataba de negármelo a mi mismo


- En nombre de la Marina le entrego ésta carta por parte del Capitán de la flota naval número 49 del gobierno, lo lamento mucho - expresó solemnemente y sin emoción alguna, en cambio todo dentro de mí se quebró por completo, no necesitaba abrir la estúpida carta para darme cuenta de la situación, Alejandro, mi bello y querido Alejandro había dejado éste mundo, mi razón y mi corazón trataron de negarlo y todo mi cuerpo colapso al ritmo que la peor melodía de muerte destruía mi alma, las lágrimas me bañaban pero yo solamente podía sentir ese dolor que nace desde la boca del estómago y te clama por gritar fuertemente, aquel dolor que te hace sentir que todo tu cuerpo se desvanecerá y solo quedará un alma hecha pedazos, recuerdo que sentí coraje y tristeza pero también sentí miedo y mucho dolor, aún hoy me cuesta trabajo creer que sigo con vida después de esto, mi primer y más grande amor me había abandonado cumpliendo los deseos de un gobierno egoísta que solamente atina a decirnos cuanto lo siente sin realmente sentirlo y que cuando llega el momento de llevarse la gloria escondiendo el rabo entre los cuernos expresan que se han perdidos vidas valiosas pero que han sido ellos los que forjarán las memorias de la historia y que por fin se ha vencido en batalla ¿pero que saben ellos? ¿qué saben de éste dolor y de éste amor? Nos enfrentamos al mundo para tratar de sobrevivir en una sociedad egoísta ¿y todo para qué? Alejandro ya no estaba, ya no volvería como me lo había prometido, toda mi razón de ser se había muerto junto con él


Desde aquella horrible noticia ya ha pasado un año, se que mi Alejandro jamás volverá, que él a partido tal vez a un mundo mejor, sé que su cuerpo jamás se unirá al mío de nuevo pero aún así no puedo evitar sentarme en ésta ventana cada tarde todos los días, sé que es inútil, que los muertos no vuelven, que me he quedado completamente solo, eso lo sé, eso lo entiendo, pero no lo acepto, siento que aún me puedo aferrar a una inútil y estúpida esperanza, tal vez sea eso lo que me mantiene aún con vida. El otoño está por terminar, no falta mucho para que otro año termine y no puedo recordar que es lo que hecho desde que supe de su descenso, sé que estoy vivo porque aún siento dolor pero ya no tengo nada por lo cual vivir, mi padre murió hace tiempo y mi madre me prohíbe ver a mis hermanas, mis sueños laborales se destruyeron cuando supe que era más importante el amor que sentía por mi amado Alejandro y ahora él ya no se encuentra con vida, entonces, ¿por qué más debería de vivir? Nadie me necesita, me he convertido en una persona inútil para los demás y simplemente mis ganas de vivir están destruidas, debería partir de éste mundo, debo irme con él a ese lugar donde seguramente nos podamos amar sin tener que penar
Salgo de la casa que me ata a tu recuerdo para dirigirme a ese lago que está cerca de aquí, siempre amaste el agua, por eso creo que será mejor morir ahí, por fin podré acabar con éste dolor. El agua está tan clara y pura como ese amor que nos teníamos. Siento como mi mente se esclarece, ya no hay marcha atrás, espera por mí, pienso al tiempo que cierro mis ojos listo para saltar


- ¡Sebastián! - debo estar alucinando porque escucho su voz llamarme desde lo lejos, tal vez es su espíritu que ha estado esperando por mí. Inexplicablemente siento una enorme paz, el frío del lago se siente por todo mi cuerpo, el agua fluye por todo mi ser, siento como poco a poco me debilito ¿es ésta acaso la muerte? Se siente tan bien, es como si sus fuertes brazos me protegiesen una vez más


Una luz me ciega la vista ¿habré muerto? Mi cuerpo se siente como en el aire, me siento débil ¿así se siente estar muerto?
- ¡Alejandro! - grita mi alma al no verle cerca ¿acaso yo me he ido al infierno? ¿es esto lo que merezco por haberme quitado la vida? Siento mis sentidos turbados, mi cabeza es un tormento ¡basta! ¿dónde estoy? Mis ojos logran abrirse completamente y miro a mi alrededor, no parece que estuviera en el cielo, tampoco parece el infierno, esto... esto es mi cuarto y yo no estoy muerto, estoy con vida. Veo mis manos y mi cuerpo, aún siento dolor, sé que estoy vivo y eso solo me hace sentir más desdichado. El crujir de la puerta abrirse suena y yo me pongo en posición de defensa ¿quién ha entrado a mi cuarto?... no, no puede ser ¿Alejandro? Pero si él está muerto


- Las cenizas del otoño están por desvanecerse y yo he vuelto - nunca en toda mi vida mi alma se sintió tan tranquila como en estos momentos, frente a mi está mi querido Alejandro, aquel que creí muerto, está aquí y me mira profundamente, sus ojos grises son tan hermosos como siempre aunque yo solamente puedo ver uno de ellos ya que tiene gran parte de la cabeza vendada, su brazo derecho parece fracturado y camina cojeando pero es él, es el hombre a quien amo y amaré hasta el último día de mi muerte


- Yo... yo - no lo puedo evitar, mi llanto no me deja hablar, ni siquiera puedo pensar en todo lo que estoy sintiendo en estos momentos, es tan grande que me cuesta describirlo. Él me muestra una tierna sonrisa y se acerca a la cama donde aún estoy y yo me aviento a sus brazos cuando se sienta a mi lado, se queja porque le he lastimado el brazo pero parece no importarle, con su mano disponible también me abraza y yo lo lleno de besos, me siento tan feliz, mi corazón no puede resistirlo más, creo que me desvaneceré, mi cuerpo pierde sus fuerzas poco a poco, veo sus hermosos ojos mirarme preocupado antes de caer en un profundo sueño...



Hay un enorme jardín de flores, lo veo y estoy completamente maravillado pero siento que he estado aquí antes, una sensación de alegría infantil me llena por completo, a lo lejos puedo oír las risas de pequeños niños jugando, me encanta ver las sonrisas en los pequeños, por eso volteo hacia ellos quienes corretean y gritan emocionados, se trata de dos niños, uno de hermosos ojos verdes y el otro... sus ojos son grises, mi corazón se inquieta cuando ese niño voltea hacia mí y pierde su mirada en la mía, es tan serio y tan imperturbable que me dan escalofríos pero a la vez una enorme necesidad por abrazarle me invade ¿quién es éste niño?


- ¡Vámonos ya Ale, mi mamá me va a regañar! - el otro niño le grita preocupado pero él no voltea a verle, su mirada solo está fija en mí pero de pronto esa faz de seriedad se esfuma junto con el niño de ojos verdes quedando solamente él y yo


- Gracias - estiro mi mano para alcanzarle pero ya se ha ido, no me cabe duda, él es Alejandro, mi querido Alejandro, ahora lo comprendo, desde hace muchos años él y yo ya nos amábamos ¿cómo pude haberme olvidado de él?


- Sebastián despierta, despierta Sebastián - una dulce voz me hace abrir lentamente los ojos encontrándome con los grises más hermosos que jamás en mi vida había visto, al verme abrir los míos te veo sonreír y también te regalo una sonrisa, tu cuerpo sostiene fuertemente el mío y yo me aferro a tu camisa vieja y manchada de sangre


- Perdóname Ale - su sorpresa es obvia cuando le llamó así pero enseguida me sonríe más ampliamente y su abrazo se intensifica, yo puedo sentir como sus lágrimas caen sobre mi cabello, también el latido fuerte de su corazón y el temblor de su cuerpo


- Alguna vez me dijiste que volverías y lo hiciste, después yo te dije que regresaría y lo hice así que por favor, prométeme que jamás te volverás a ir y yo te prometo que tampoco lo haré - tu petición ha sido lo más bello que haya oído en mi vida y nunca antes estuve tan de acuerdo en algo


- Lo prometo - te digo suavemente rozando después tus labios con los míos


- Prometido - me respondes con dulzura mientras tu mano derecha acaricia mi mejilla para después fundirnos en un profundo abrazo que nos uniría para siempre

“Aún cuando las cenizas del otoño regresen y tu corazón se encuentre envuelto en penumbra, yo regresaré para ti... una y otra vez”



FIN




- Cenizas de Otoño -
9,398 Palabras
15 de Septiembre de 2006


Nota de autora: Ninguna, tengo sueño


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