Todo había comenzado años atrás, en 3er grado de la escuela Primaria para ser más exactos.
No supo en ese momento que fue lo que le cautivó, pero ese chico pecoso, de piel pálida, grandes anteojos, labios carnosos y rozados así como con orejas ligeramente grandes lo hizo sonrojarse en la primera oportunidad posible.
Isaac se había mudado a esa ciudad por motivos de empleo de su padre, con quien vivía desde que su madre falleció. Fue inscrito a la escuela más cercana a casa para que así su padre no tuviera que preocuparse demasiado por las horas de entrada y salida de su hijo.
Todo el año escolar, así como en su vida académica básica veía desde lejos a aquel chico, temeroso de hablarle sin ninguna razón aparente.
Se sintió triste ante la idea de dejar la escuela e ingresar a la secundaria ya que no lo volvería a ver, quizás jamás en su vida; pero se alegró pocos días antes de la graduación cuando conversando con los demás estudiantes de su aula pudo intercambiar palabras con el chico.
-"...Y, ¿a qué instituto irás tú, Gabriel?"-Preguntó, nervioso.
-"Aún no lo sé, supongo que al Instituto Académico del Norte, ¿qué hay ti, Isaac?"-Habían intercambiado palabras en el pasado, pero no se podían considerar como amigos, es más ni siquiera como buenos compañeros.
-"Todavía no lo tengo decidido..."-Fingió duda.- "Supongo que iré a donde me digan."-Fue en cuestión de segundos cuando maquinó un plan que probablemente funcionaría.
Suplicó a su padre que le permitiera escoger instituto, quedaban 2 semanas para que concluyera el ciclo escolar y, como el Instituto Académico del Norte era una escuela pública, no necesitó de presentar ningún examen de acceso. El padre de Isaac cedió ante la insistencia de su hijo en casi 15 días y le dio el beneficio de ir a la escuela que le diera en gana.
Isaac, en el día de la graduación mantuvo distancia con Gabriel como era común, todo porque esperaba que ambos quedaran juntos en la clase de secundaria y ahí pudieran entablar una amistad que pudiera derivar en algo más aunque para ese momento no estaba seguro a qué se refería con "algo más", quizás ¿mejores amigos? Aún faltaban un par de años para que estuviera seguro se sus sentimientos.
Isaac para aquel entonces estaba en edad de comenzar a tener curiosidad sexual e incluso a empezar a tocarse, y muchas veces sin saber el porqué exacto, lo hacía pensando en Gabriel. Se sentía culpable cuando terminaba, pero no podía dejar de pensar en él.
¿Acaso se había enamorado de él? ¿Los hombres podían sentirse atraídos por otros hombres? ¿Había algo mal en él, o había más hombres que se enamoraban de otro? Todas esas preguntas se las guardó para él mismo. Esperaba que fuera normal, no quería ser considerado como un loco o enfermo.
La desidia, sin embargo, le traicionó y haber dejado pasar la oportunidad de conversar con Gabriel en la ceremonia de graduación le jugaría en su contra en la secundaria.
Una bola de papel lo sacó de su crónica del pasado, que cruzaba por su cabeza en forma de una película con final triste que ya has visto treinta veces y que conoces a la perfección su final.
-Presta más atención, tío que el profesor dijo que eso entraría en el examen...-le susurró en forma de amonestación su amigo y compañero, John.
Hizo una mueca de disgusto y volvió a dirigir su mirada al pizarrón, donde el profesor explicaba algo sobre fórmulas químicas que a nadie le deberían de importar.
Habían pasado 3 años desde que compartió salón con Gabriel. Lo había visto ocasionalmente por el patio de la escuela o por los corredores de la misma, pero siempre parecía tener prisa e Isaac se sentía muy incómodo hablándole, después de todo se había masturbado más de una ocasión pensando en él.
Ya desde hacía tiempo que aceptó lo que sentía por Gabriel, pero se sentía inseguro y nervioso; ¿qué pasaba si no era correspondido por él? Ser gay no era algo malo pero sí era algo poco común, por lo que las probabilidades de que Gabriel pudiera compartir algo se sus emociones era cuanto menos difícil que ambos coincidieran en eso.
Se volvió a perder en la infinidad de la cara pálida del otro; su piel parecía leche por lo blanco que era.
Adoraba la forma en la que se ruborizaba sin querer cuando hacía calor y que, inevitablemente, hacía a Isaac sonrojarse con él. Sus pecas abundaban por toda la zona inferior a sus ojos y cruzaban por su nariz, lo que convertía a Gabriel en un chico bastante adorable para Isaac. Ese chico se piel blanca e imperfecciones en la cara también usaba lentes lo que le convertía en alguien completamente opuesto a Isaac: su piel era de un tono aperlado, cabello negro y ojos igualmente oscuros, no era delgado pero tampoco era musculoso; en otras palabras estaba en forma y a pesar de que no era feo, tampoco se podría decir que era un "atrevido donjuán", principalmente porque sufría de una ligera fobia social e inseguridad, lo que le provocaba no hablar mucho excepto con sus pocos amigos.
¿Cómo estará Gabriel en éste preciso momento? Pensaba sin recibir respuesta, mientras su cabeza reposaba en su mano. Visualizaba entre recuerdos e idealización a su excompañero; recordando que el cabello del otro también era oscuro, pero no negro sino como una tonalidad bastante oscura de marrón y sus ojos sí eran diferentes a los de él: con una tonalidad parecida al ámbar.
-¿Hay alguna pregunta?-cuestionó el profesor. Isaac levantó la mano.-Dígame, joven…
-¿Puedo ir al baño? Es un poco urgente.
-Está bien. No tarde demasiado.
Instantáneamente se levanto y salió de su aula, en dirección aparente a los servicios de varones pero en realidad lo que quería era pasar por la clase de Gabriel. El cielo aún estaba oscuro, después de todo las clases comenzaban a las 6: 30 a.m. e Isaac tenía la costumbre de pedir permiso para ausentarse entre cada una de las clases para verle, por lo menos desde lejos.
Cruzó frente a la ventana del salón de su amado cuatro-ojos y no puedo evitar sonreír para él mismo. Parecía estar bien, prestando atención a su clase. Simplemente lo miró mientras caminaba, fingiendo ser un alumno que pasaba por ahí nada más; no podía levantar sospechas quedándose breves segundos a admirarlo.
Se rio un poco al reflexionarlo: ¡era muy feo! Pero aún así, estaba perdidamente enamorado de él.
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