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The power of love: Ágape por momonya

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Notas del fanfic:

Esta es el primer Otayuri que escribo. No sabía cual era el nombre de la hermana de Otabek, así que tuve que buscar en internet nombres kazajos de mujer y elegí ese porque tiene un bonito significado ("hija de la luna").

Espero les guste el fic. Quien logre adivinar que fue lo que me inspiró para escribir esto, le doy un premio (?)

Otro día más, como de costumbre el rubio despertaba a las 6 de la mañana para ir a trabajar. A esa hora hacía un frío endemoniado, pero si no salía de la cama entonces no habría dinero para comer ese día. Se levantó rápidamente para apagar la alarma del despertador, miró a su gato siamés durmiendo a un costado del colchón y sintió envida de que él pudiera quedarse a dormir todo el día.

Después de eso fue al baño a orinar, lavarse los dientes y la cara, inmediatamente se vistió con unos jeans algo viejos, se dejó la misma camiseta con la que había dormido la noche anterior y tras colocarse sus botas y una chaqueta tipo militar salió de su pequeño y modesto departamento en su bicicleta hacia el trabajo. Conforme iba pedaleando los primeros rayos del sol iban iluminando la ciudad, los comercios aun no abrían así que desayunaría algo más tarde.

Una vez llegando a la fábrica en donde trabajaba encadenó su bicicleta a un poste y se dirigió a cumplir con su deber de todos los días, sus compañeros le saludaron y el solo agitó la mano en el aire a modo de saludo, a esa hora del día no quería saber de nada ni de nadie, era como si su mente estuviese en “piloto automático”.

Aquel trabajo de soldador era lo mejor que pudo hallar gracias a un amigo suyo, no era fácil tener que ganarse la vida estando completamente solo. Pero Yuri era realmente fuerte pese a que sus padres fallecieron cuando él aún era un pequeño y el único familiar que tenía era su abuelo que vivía en un asilo y al que visitaba frecuentemente.

– Oye Yuri… ¿Ya viste esto?- le dijo uno de sus compañeros mientras almorzaban y le mostró al rubio un anuncio en el periódico.

– ¿Una competencia de baile?- el rubio arqueó una de sus cejas al leer el anuncio -¿Qué te hace pensar que yo voy a ir a bailar a ese jodido lugar – dijo mientras mordía un trozo de su sándwich de pavo.

–¿Pero ya viste cuando dinero es? Seguro que con eso tienes para pagarte tus clases de patinaje, además te mueves bastante bien–

-Tú lo has dicho… me muevo bien en el hielo, pero patinar no es lo mismo que bailar… no seas imbécil– dijo el rubio aun pensando en lo ridícula que era esa idea.

– Deberías intentarlo, puede ser que esto te acerque más a hacer lo que realmente quieres –  le intentó animar su compañero.

– mhh… pues puede que tengas razón, viejo–  dijo el rubio tomando la nota del periódico mientras bebía su soda. En verdad era una generosa suma de dinero.

Tras terminar su jornada de trabajo fue como de costumbre a patinar. El hielo era un lugar en donde él podía sentirse libre y tenía un talento nato para el patinaje artístico, solo que no tenía los recursos necesarios para cultivar esa habilidad suya.

A sus 18 años poseía un cuerpo atlético, una agilidad y flexibilidad que le permitían moverse en el hielo con bastante gracia y precisión para realizar aquellas piruetas, sin embargo le faltaba técnica y se frustraba mucho cuando algún movimiento no le salía.

Entrenaba varias horas al día por la tarde, luego del trabajo, hasta quedar exhausto. Ya en la noche volvía a su casa, pero aquella noche decidió antes pasar por el bar de J.J. Solamente echaría un vistazo antes de volver a casa, además no quería encontrarse con él ya que no le caía muy bien.

Quería ver bien el escenario aquel en donde chicas y chicos bailaban en poca ropa. En verdad todo aquello le parecía repugnante y tras varios minutos de estar ahí comenzó a pensar que quizás había sido una mala idea haber ido, así que caminó hacia la salida.

–¿Pero miren a quien tenemos aquí?– el rubio rodó sus ojos azules en cuanto escuchó aquella voz.

 – ¿Vienes a buscar trabajo, gatito? – J.J. le sonreía mientras le rodeaba la cintura y el rubio se alejó inmediatamente.

–Ya quisieras, no estoy tan desesperado como para trabajar de puta. –le contestó el rubio sonriendo con cierta altanería –Solamente vine a echar un vistazo y ya me voy.

–Mis clientes pagarían lo que fuera por verte allá arriba moviendo ese culo. – Yuri se detuvo tras oírlo decir eso.

–He escuchado  de la competencia de baile y que ofrecerás una buena suma de dinero por eso. –

–¿De verdad te interesa? –J.J. sonrió complacido, lo tenía en donde él quería.

–Puede ser… pero no me quitaré la ropa ¿ok? – sentenció el rubio.

– ¡Qué lástima! Un trasero así no se ve todos los días, pero está bien… tenemos un trato, gatito– dijo estrechando su mano.

– Ahh… y algo más… vuelves a llamarme “gatito” y te rompo la cara. –

–Jajaja… vale… ahora ve a decirle al DJ que canción bailarás y luego  a los camerinos… el concurso está por iniciar. – le contestó J.J.

Mientras se encontraba preparándose en el camerino pudo notar que los demás participantes lucían vestuarios muy provocativos, Yuri solamente vestía su traje de entrenamiento, que realmente no mostraba ningún centímetro de su pálida piel pero aun así aquellos pantalones no dejaban mucho a la imaginación y no necesitaba quitarse la ropa para ser “sexy”.

El rubio esperaba su turno para salir a escena mientras estiraba un poco, no pasó mucho tiempo para que le anunciaran que su turno había llegado. Se sentía algo tonto de estar haciendo eso y no llevar sus patines puestos, pero aun así quería hacerlo por alcanzar su sueño.

Mientras la gente lo recibía con aplausos él suspiró tratando de dejarse llevar por la música e imaginando que estaba patinando en el hielo comenzó a hacer su rutina, realmente su agilidad le permitía moverse bastante bien por todo el escenario y su estilo de baile era desenfadado y algo atrevido.

No quería creerlo pero en realidad a la gente le estaba gustando verle bailar y aplaudían y gritaban para animarlo. Llegó un momento en el que comenzaba a disfrutar lo que estaba haciendo, sin darse cuenta que cierto chico de cabellos oscuros y apariencia ruda le veía bailar sorprendido mientras bebía un trago.

Al final de la competencia el público eligió al ganador mediante aplausos y gritos, así fue como Yuri se ganó aquel premio en billetes y después J.J. le invitó un trago.

 

–Eso fue asombroso, no tenía idea de que un soldador bailara así. – le escuchó decir a aquel chico que le había estado mirando bailar durante el concurso.

– ¿Qué acaso nos conocemos? – dijo el rubio arqueando una de sus cejas, preguntándose cómo es que ese sujeto sabía en donde trabajaba.

–Soy Otabek… trabajo en la misma fabrica que tú, solamente que sueles ignorarme. – tras escuchar eso el rubio se quedó pensativo un momento.

–Ohh… si… ahora te recuerdo. – dijo el rubio para luego beber un sorbo de su tarro de cerveza.

– ¿Vienes seguido aquí? –

– ¡No, qué va! Solamente vine hoy por la competencia, además no soporto al idiota de J.J. –

–Entiendo, realmente este no es lugar para un chico como tú, ni tampoco deberías trabajar en un lugar como la fábrica de autos. – le dijo el kazajo mientras bebía de su whisky.

–Lo sé pero es todo lo que pude conseguir, necesito dinero para vivir y… también para cumplir mi sueño. – le dijo el rubio, realmente era la primera vez que se sentía tan cómodo hablando con alguien y es que había algo en aquel chico que le hacía sentirse tranquilo.

– ¿Y cuál es ese sueño que tienes? – preguntó curioso el kazajo.

–Mejor no te lo digo o te vas a reír. – le contestó el rubio con una mueca de disgusto.

–Te prometo que no lo haré. – le contestó el peli negro con una leve sonrisa.

–Bien… pues mi sueño es… ser el mejor en patinaje artístico. –

–Vaya… nunca lo habría imaginado– dijo sorprendido mientras terminaba su trago y pidió otro tras preguntarle al rubio si no quería que le invitara otra cerveza a lo que este se negó, ya que no acostumbraba a beber mucho.

– ¿Sabes? yo creo que si lo lograrás, si eres tan bueno patinando en el hielo como cuando bailas, entonces tienes muchas posibilidades. –

– A decir verdad esta es la primera vez que bailo. –

–Entonces con más razón lo vas a lograr. – le dijo el kazajo con una media sonrisa, a lo que el rubio respondió de la misma manera mientras brindaban.

Nunca había disfrutado tanto de la compañía de alguien, por lo que después de un rato de seguir platicando con aquel chico, se fue a cambiar y a tomar sus cosas y una vez que J.J. le dio el dinero que había ganado, salió de aquel bar acompañado del pelinegro.

– ¿Quieres que te lleve a tu casa? – le preguntó el kazajo mientras se dirigía a su moto.

–No gracias, vine en mi bicicleta, además con todo lo que bebiste no creo que te convenga conducir. – le contestó el rubio mientras ambos se sonreían.

–Tampoco es que haya bebido tanto. – le dijo el pelinegro todavía sonriendo un poco, mientras se colocaba su casco.

–Bueno supongo que nos veremos en unas horas para trabajar, fue un placer conocerte, Otabek– se despedía de él mientras estrechaba su mano, realmente aquel chico le había simpatizado mucho y de alguna manera también le atraía.

–Lo mismo digo, Yuri y espero que volvamos a salir juntos. –

–Lo siento, no salgo con personas que acabo de conocer. – dijo el rubio sonriendo un poco malicioso.

–Te dejo conducir mi moto si quieres. –

–Bueno, lo pensaré. – ambos chicos se despidieron sonriendo y cada uno tomó su camino.

Al día siguiente se encontraron de nuevo en el trabajo y al salir de ahí quedaron para ir a cenar unas hamburguesas.  Cuando llegó la hora Yuri subió a la moto del kazajo y se acomodó detrás de él,  tras colocarse un caso que le había prestado. Al llegar al restaurante de comida rápida pidieron unas hamburguesas con papas fritas y dos sodas para después sentarse a comer en una mesa mientras platicaban.

–No eres de por aquí ¿cierto? – preguntaba el rubio mientras devoraba sus papas.

– ¿Se nota? No, la verdad es que vengo de Kazajistán, aunque ya tengo algunos años aquí en Rusia. –

–Tienes un acento raro. –

– ¿Y qué tal la hamburguesa? –preguntó el kazajo mientras bebía de su soda y miraba a el rubio disfrutando su cena.

–Horrible. – le contestó el rubio bromeando y ambos sonrieron.

-¿Qué hay de ti, Yuri? ¿Tienes familia? –

-Tengo a mi abuelo y lo visito casi todos los días, nunca tuve hermanos y mis padres murieron cuando yo era un niño. – dijo el rubio poniéndose serio.

-Lo siento… no debí preguntar eso. –

–No, está bien, de todas formas lo ibas a hacer tarde o temprano. –

– ¿Sabes? me gustaría un día de estos verte entrenar en el hielo ¿Crees que pueda? – le preguntó el kazajo tratando de darle un giro a la conversación.

–Pues no acostumbro a llevar gente a mis entrenamientos pero supongo que contigo puedo hacer una excepción. – dijo sintiendo que por primera vez estaba siendo importante para alguien, además de su abuelo.

Después de cenar Otabek se ofreció a llevar al ruso a su casa. Ya habían pagado la comida cuando la ordenaron así que salieron de la hamburguesería hacia donde el kazajo había dejado su moto.

– Dijiste que me dejarías conducirla.­–

– ¿Ya has conducido antes una motocicleta? – preguntó el kazajo con un poco de preocupación.

–Pues no pero ¿Qué tan difícil puede ser? –

–Bien, sube delante de mí y colócate el casco. – le ordenó mientras él se colocaba el otro casco que traía consigo.

Yuri hizo lo que el otro chico le pedía, se ruborizó un poco al tener a Otabek tan cerca y sentir su pecho contra su espalda.

–Enciéndela. –  susurró el kazajo cerca de su oído, lo que causó que el ruso sintiera algo en el estómago y no eran las hamburguesas que acababan de comer hace un rato ni nada de eso.

Cuando la moto se encendió esta emitió un gran “ronroneo” que alertó un poco a Yuri, no estaba asustado, solo sentía adrenalina correr por sus venas en aquel momento, además estaba con Otabek y a su lado se sentía protegido.

– ¿Estás listo? – le volvió a susurrar y el rubio asintió para después sonrojarse más cuando el kazajo tomo sus manos dirigiéndolas hacia el manubrio y así se pusieron en marcha.

Con la ayuda de peli negro realmente Yuri no tuvo problema en conducir la motocicleta. Al llegar a su casa, este invitó a pasar al kazajo.

–Es un lugar muy acogedor. – comentó mientras se sentaba en uno de aquellos viejos y mullidos sillones.

–Di la verdad… es una jodida pocilga. – gritó el rubio desde su dormitorio en donde se encontraba cambiándose de ropa.

–No, es en serio, me agrada... tiene un… no sé qué…–  no pudo terminar la frase, pues en aquel momento Yuri regresaba de su habitación mientras se colocaba una de sus camisetas para dormir y el kazajo pudo ver algo de su bien formado abdomen y pecho.

–No eres bueno para mentir ¿sabes? – dijo el rubio sentándose a su lado en el sillón de la pequeña sala.

–Tu tampoco. – contestó el kazajo mientras acariciaba la mejilla de este y de la nada la distancia entre sus rostros se fue acortando para luego besarse.

Yuri no pudo ocultar su sonrojo, pues era difícil que aquello pasara desapercibido por su piel tan blanca, así que suspiro mientras aquel beso se profundizaba y ahora su lengua peleaba con la del kazajo. Se detuvieron algunos minutos después solamente para retomar el aire y el kazajo sintió algo peludo frotarse contra su pierna.

–Ohhh, tienes un gato. – dijo tras ver al felino acercarse a él.

–Sí, es mi pequeño pirozhki y creo que le agradas. – dijo el rubio sonriendo mientras tomaba al animal y lo abrazaba, este ronroneaba dejando que el kazajo lo acariciara.

– ¿Crees que le importe que me coma a su amo como postre? –

–No lo creo. – contestó Yuri sonriendo con coquetería y dejó a un lado al felino, para después ser cargado por Otabek hacia el dormitorio mientras se besaban de nuevo.

Al llegar allá el mayor dejó al rubio sobre la cama, la cuál era lo bastante grande para ambos, y comenzó por quitar la camiseta de este, sintiéndose como un niño abriendo su regalo la mañana de navidad.

Ante eso el cuerpo de Yuri se estremeció, erizándose su piel al sentir lo frío de la habitación, ya que estaban en pleno invierno.

–Lo siento. – le dijo el kazajo al notar aquello y ambos se metieron bajo la cobija mientras se besaban con pasión.

Después de eso la boca del kazajo fue a dar al cuello del rubio, la piel de aquella zona se comenzaba a tornar rojiza al apenas succionarla un poco.

-N…No… Beka… No hagas eso. – preocupado de que le dejará marcas notorias en su cuello y que sus compañeros de trabajo las vieran.

Tras escucharlo decir aquello, el kazajo siguió besando su pecho e hizo que el rubio lanzara un pequeño gemido tras morder uno de sus rosados pezones. Mientras esto sucedía, bajaba los pantalones de la pijama de Yuri, dejándolo en boxers y algo avergonzado.

-Eres hermoso, Yura. – susurró tras detenerse un momento a admirar el cincelado cuerpo del rubio, como si se tratara de una obra de arte.

–Calla… idiota…– dijo mientras se cubría con la cobija, sonrojado, nunca nadie le había llamado antes así a excepción de su abuelo y se sentía raro, pero a la vez tierno, era difícil de explicar.

–No es justo que te aproveches de mí, ahora es mi turno. – dijo malicioso mientras se colocaba sobre el kazajo y le quitaba la ropa, casi arrancándola, para después ambos quedar en boxers y meterse bajo la cobija a causa del frío.

– ¿Ves lo que provocas en mi… Yura? – le dijo mientras lo tomaba por las caderas, dejándolo sentir su erección frotarse contra la suya por debajo de la tela del bóxer.

Ante eso el rubio se sonrojó y no pudo evitar el impulso de comenzar a mover sus caderas, continuando con aquel roce de ambas erecciones. Los dos jóvenes se encontraban tan excitados que podían sentir como sus boxers eran humedecidos por el pre semen que emanaba de sus erecciones.

–B…Beka… necesito sentirte dentro de… mí. – aquello tomó por sorpresa al kazajo, pues no se esperaba que las cosas se dieran tan rápidamente.

– ¿E…Estás seguro? – preguntó el kazajo, quien no se sentía muy cómodo de tomar así al rubio sin antes preparar su entrada.

-Ha…Hazlo ahora… antes de que me arrepienta. – le ordenó mientras le quitaba el bóxer, bastante ansioso.

Mientras tanto, el kazajo tomo al rubio, recostándolo de nuevo sobre el colchón viejo de la cama y, tras casi arrancarle el bóxer, separo sus largas y esbeltas piernas, para lamer un poco su entrada, lo que provoco que el rubio soltara un gemido de placer ante eso.

– ¿Qu…Que es lo que haces… idiota? Te dije que me hicieras tuyo de una maldita vez. –  dijo sonrojado, a modo de orden.

Luego de varios minutos de que el kazajo casi penetrara su entrada con la lengua, dejando esta bastante húmeda con su saliva, finalmente se adentró en el cuerpo de Yuri, provocando que este diera un alarido de dolor mezclado con placer y el kazajo se quedó quieto esperando a que su cuerpo se acostumbrara a él.

–Tranquilo… no haré nada que pueda… lastimarte. – le dijo Otabek mientras lamía y besaba sus labios.

Después de unos minutos el rubio comenzó a mover un poco sus caderas, indicándole al kazajo que ahora podía comenzar a moverse y así empezó a embestir el menudo cuerpo del rubio, provocándole grandes oleadas de placer. Cada embestida se sentía como si estuviese partiendo en dos su interior.

Yuri no era un chico para nada fácil, tenía su temperamento y debido a eso no era bueno para hacer si quiera amistades. Sin embargo parecía ser que con Otabek era bastante compatible.

– Ahh… mhhg… más duro… Beka. –

 Jadeaba mientras se retorcía de placer debajo del fornido cuerpo del kazajo, llevó sus manos hacia la espalda tatuada de este, encajando un poco sus uñas ahí, provocando que el pelinegro  dejara escapar un jadeo.

Yuri sentía sus labios arder a causa del frío, pero aun así su boca buscaba la del kazajo para comerse literalmente a besos. Este mordía los labios del rubio y lamía algún hilito de sangre que llegaba a salir de estos.

–Colócate… en cuatro. – le ordenó el kazajo y Yuri hizo caso.

Otabek al ver lo provocativo que lucía su lindo “gatito” con el trasero empinado lo volvió a penetrar de una sola estocada, provocando que el rubio dejara salir un sonoro gemido ya que en aquella posición podía sentir como la erección del kazajo entraba en lo más profundo de su ser.

–B…Bekaa…golpéame. – ante aquella rara petición el kazajo se sorprendió, no tenía idea de que a él le gustaran esas cosas.

– ¿Estás… seguro… Yura? –

–Ahh… ¡joder… sólo hazlo!–

Le exigía con impaciencia y lo próximo que se escuchó fue un manotazo en una de las nalgas del ruso, mientras su interior se contraía, apretando más la erección del kazajo, provocando que las embestidas de este fueran más rápidas.

– Mhhg…B…Bekaaa…– gemía el rubio al sentir otra nalgada por parte de la mano del kazajo, seguida de varias más, hasta llegar a un punto en el que las nalgas del ruso ahora estaban rojizas de tanto golpe.

– ¿Con eso es… suficiente? – preguntó el kazajo acercándose peligrosamente a su oreja y la comenzó a morder.

–Ahhh… Ahhh… Beka…– el rubio jadeaba sin parar por las embestidas tan rudas que le daba el mayor.

– ¿Es justo aquí… donde te vueles loco… eh bonito? –

Le susurró maliciosamente mientras lo embestía sin piedad justo en aquel punto donde el rubio se volvía loco de placer, a tal grado de que levantó su torso de la cama, pegando su espalda al bien formado pecho del kazajo para después girar el rostro y besarlo fogosamente. Las lenguas de ambos se encontraban peleando en una furiosa “batalla” para después el rubio morder los labios de su amante.

– B…Beka… n… no aguantaré… más. – susurró en medio del beso y el orgasmo estando bastante sonrojado.

–D…Déjalo salir…belleza… no te contengas. – susurró mientras lamía sus labios y el interior de su boca.

En aquel momento comenzó a masturbarlo y luego de algunos minutos más tarde el rubio se dejó venir, mojando la mano del kazajo con sus fluidos.

Unas embestidas más tarde Otabek se vació dentro de aquella cavidad tan apretada del ruso, provocando que ambos dejaran salir un sonoro gemido de placer.

Después de eso el ruso se dejó caer boca abajo sobre la cama ya rendido y Otabek se quedó un momento quieto mientras ambos se recuperaban y su ritmo cardiaco volvía a la normalidad. Ahora estaban sudados, cubiertos de fluidos y ya no sentían más frío.

Con cuidado y lentamente el kazajo sacó su erección de la entrada del rubio para después acurrucarse a su lado.

– ¿E…Estás bien? – preguntó el peli negro aun con la respiración agitada. El otro chico solamente asintió para después acurrucarse en el pecho del kazajo.

–Eso… estuvo increíble… Beka– susurró abrazándose a él mientras el otro chico tapaba a ambos con la cobija y acariciaba los cabellos dorados del ruso, para depositar un beso en su frente aun perlada por el sudor.

–Ahora a dormir, mañana tenemos que ir a trabajar. –

–No quiero levantarme temprano mañana– dijo el rubio haciendo un pucherito que le pareció gracioso y tierno al kazajo.

–Yo sé, pero tenemos que ir, además me encantaría que saliendo de ahí fuéramos a que entrenaras, tengo tantas ganas de verte patinando.

–Ok, pero será después de que visite al abuelo. – suspiró relajado el ruso, cerrando sus ojos para dormir sobre el pecho de su amante.

–Muy bien, te llevaré allá y de ahí nos iremos a que entrenes. – el kazajo besó suavemente los labios del rubio y después ambos se quedaron profundamente dormidos mientras se abrazaban.

Habían quedado tan cansados que al día siguiente se les hizo tarde para llegar al trabajo y saliendo de ahí Otabek llevó al ruso en su motocicleta para que visitara a su abuelo en el asilo. Él espero afuera en el pasillo mientras leía una revista, pues quería darles privacidad a ambos.

– ¿Sigues entrenando? – le preguntó el anciano a su nieto mientras platicaban en una habitación aparte.

–Si… tú sabes que nunca voy a dejar el patinaje, además tus enseñanzas realmente me han servido de mucho. –

Siendo que su abuelo tenía experiencia entrenando jóvenes que deseaban aspirar a ser grandes patinadores y hasta hace algunos años él entrenaba a su nieto hasta que por su salud ya no pudo seguir haciéndolo.

– ¿Has ido ya a inscribirte en la escuela nacional de patinaje? –

–N…No… aun no… pero pronto lo haré. –

– ¿Qué es lo que te detiene, Yuratchka? Creí que de verdad deseabas ser un gran patinador. –

–Es que… bueno si fui una vez… pero no me sentí cómodo entre toda esa gente y me dijeron que solamente puedes ir a audicionar si recibes una invitación y hasta ahora no he recibido nada– dijo molesto el rubio.

–Tú déjame a mí, yo aún tengo contactos que te pueden ayudar, un buen amigo mío que conocí cuando era joven me parece que aun da clases ahí. –

– ¡Eres el mejor, abuelo! – dijo el rubio mientras se abrazaban –Por cierto ¿Sabes? he conocido a alguien y estamos saliendo. –

– ¿En serio? ¡Vaya! Creo que nunca te he conocido a ninguna novia. –

–Ehh… Es un chico– dijo el rubio tímidamente a lo que su abuelo se sorprendió.

–Bueno… eso cambia un poco las cosas… pero yo no tengo problema con eso, lo importante es que te ame. – siendo que Nikolai alguna vez vivió eso durante su juventud, pero al final tuvo que casarse con una mujer rusa de alta sociedad.

Yuri daba gracias que su abuelo fuera tan comprensivo e invitó a Otabek a pasar, este saludó con respeto a Nikolai y estuvieron un par de horas platicando los tres. Después de eso los dos jóvenes salieron hacia la pista de hielo donde Yuri entrenaba y el kazajo se quedó maravillado al ver todo su talento.

–Realmente tú no fuiste hecho para hacer trabajos forzados, sino para brillar en la pista– le dijo mientras le acercaba al rubio una botella de agua tras haber terminado de entrenar y besó el dorso de la mano de este.

–Gracias, Beka. – le dijo sonriendo algo agitado por el ejercicio.

Siempre comenzaba sus entrenamientos con algunos abdominales y sentadillas que le ayudaban a conservar su excelente forma, además de trotar un poco por las mañanas y terminaba con su práctica en el hielo.

–Lindos patines. –

–Son algo viejos porque pertenecieron alguna vez a mi abuelo y siempre me han traído suerte. – dijo mientras era ayudado por el kazajo para quitárselos.

Tras haberse cambiado, los dos chicos salieron de aquel lugar dispuestos a cenar algo y después irían a casa del kazajo.

Las semanas pasaron y los chicos se volvían cada vez más unidos. Un día Yuri se levantó temprano para poder salir a trotar como de costumbre y al recoger la correspondencia en el buzón se dio cuenta que finalmente había recibido aquella carta que tanto tiempo esperó.

En ese momento se olvidó de todo lo que tenía que hacer y rápidamente tomó su bicicleta conduciendo muy alegremente hacia el asilo en donde le dio la buena noticia a su abuelo y después llamó a Otabek para decírselo también . Aquella noche fueron a cenar a un restaurante junto con Nikolai para celebrar.

–Sabía que te llamarían, eres el mejor y estoy seguro de que esos jueces quedarán impresionados con tu rutina. – dijo el kazajo mientras abrazaba a su novio.

Una semana después llegó el día de la audición. Yuri estaba nervioso pero el hecho de que su abuelo y su novio estuviesen ahí para apoyarlo era algo que le tranquilizaba. Otabek y Yuri esperaban el llamado mientras Nikolai se encontraba platicando con antiguos colegas.

–Yuri Plisestky . – se escuchó nombrar a la mujer que se encargaba de dejar pasar a los aspirantes hacia la pista de la audición.

–Sé que te va a ir muy bien, cuentas con mi apoyo y el de tu abuelo. – dijo el kazajo mientras besaba su frente suavemente y le deseaba suerte.

Yuri siguió aquella mujer mientras Otabek iba a sentarse junto con Nikolai para ver la audición.

-Mi… nombre es Yuri Plisetsky… tengo 18 años y espero que les agrade lo que verán ahora. – le temblaba un poco la voz, así que respiró profundo mientras tomaba su posición y en cuanto la canción que había elegido comenzó a escucharse él empezó su rutina.

Sus movimientos eran gráciles y precisos, sentía que no había nada que lo podría parar, pero por alguna razón al momento de dar su primer saltó su rodilla tocó el hielo, provocando que se golpeara, pero se recuperó muy rápido tras esa pequeña caída.

– ¡Mierda, concéntrate! – se dijo a sí mismo tratando de relajar la tensión de sus músculos.

Sus siguientes movimientos fueron limpios y pudo ejecutar el resto de su rutina sin problema, pero casi al final sufrió otra caída y esta vez si se torció el pie.

– ¡Yuri! – gritó Otabek preocupado desde su asiento

–Vamos… ¡Levántate! – dijo Nikolai tras ver que su nieto esta vez no se ponía de pie como hace unos momentos y permaneció sentado en el hielo cubriéndose el rostro con las manos. En ese momento Otabek corrió para sacarlo de ahí en brazos.

–Yuri… ¿Por qué no usaste los patines que te presaron para la audición? –

– ¡No podía hacerlo, idiota! Yo quería usar los de mi abuelo para tener suerte. – dijo el rubio mientras brotaban lágrimas de sus ojos.

–Tranquilo… estoy seguro de que los jueces se dieron cuenta que no fue culpa tuya y te dejarán volver a hacer la audición. – dijo el kazajo mientras lo abrazaba protectoramente estando los dos solos en el vestidor.

– ¡Ahh no… no voy a volver allá! – dijo Yuri bastante afectado por lo que acababa de suceder. Se sentía humillado y frustrado.

–Yuri mírame… yo sé cómo te sientes… pero no debes dejar que algo así arruine tus sueños, debes aprender a caerte y levantarte. – Dijo mientras revisaba el tobillo de su novio –Ahora vamos, debemos llevarte a que un médico te revise…–

– ¡Déjame en paz, idiota! ¡No quiero saber de nada ni de nadie! – le gritó mientras lo apartaba de sí mismo.

Justo en aquel momento iba entrando Nikolai al vestidor y al notar como se estaba comportando su nieto le dio una cachetada que hizo que el rubio reaccionara.

– ¡Basta, Yuratchka! Ahora escucha, he hablado con algunos colegas y conseguimos que te vuelvan a dar otra audición para otro día, por ahora solo queda que descanses y te recuperes de esa lesión. –

–Lo… Lo siento… abuelo. – dijo ya habiendo dejado de llorar, estando arrepentido ahora por haber actuado como un idiota.

–No es a mí a quien le debes una disculpa. – le dijo su abuelo.

–Tienes razón… perdóname por tratarte así… Beka– dijo disculpándose con su novio y ambos chicos se abrazaron.

Semanas pasaron después de aquel incidente. Yuri tuvo incapacidad en su trabajo y así pudo descansar algunos días para recuperarse de su pie. Pero lo único que no pudo volver a recuperar fue su confianza en sí mismo al patinar. Otabek iba a visitarlo todas las tardes después del trabajo y le llevaba algo de cenar.

– ¿Cómo está tu pie? –

–bien, ya no me duele tanto. – Contestó el rubio mientras cenaban –Espero sanar pronto, ya que en unos días será el cumpleaños de mi abuelo y aún no sé qué regalarle. –

–Cualquier cosa que venga de ti creo que le agradaría. – Dijo el kazajo sonriéndole – ¿Qué día es su cumpleaños? –

–El próximo jueves, muy probablemente iremos a cenar a su restaurante favorito ¿Quisieras acompañarnos? –

–Lo siento, no te lo había dicho pero ese día tendré que viajar a ver a mi familia, las cosas en casa no andan bien y me necesitan. –

–Ya veo…– dijo el rubio bajando un poco la mirada pensativo, le parecía raro el hecho de que no le haya comentado eso antes – ¿Te irás muchos días? –

–No, a lo mucho una semana, o quizás menos, pero no te preocupes, no me iré hasta que tu pie sane. – dijo mientras acariciaba sus cabellos dorados y terminaban de cenar.

Después de varios días Yuri finalmente se recuperó de su lesión y se había despedido de su novio un día antes de su viaje, puesto que el vuelo salía temprano por la mañana. Y ya por la noche de ese mismo día pasó a recoger a su abuelo al asilo para después ir ambos a cenar al restaurante ruso que tanto le gustaba a Nikolai.

La cena se pasó rápido entre risas, conversaciones acerca de patinaje y todas esas cosas y ya cuando ya estaban afuera del lugar, tratando de pedir un taxi en la calle, a Yuri le pareció haber visto pasar a Otabek en su motocicleta con una chica detrás de él.

– ¡Hijo de perra! – pensó el rubio para sí mismo y se apresuró para hallar un taxi que los llevara a su abuelo y a él al asilo en dónde rápidamente se despidió de él y se puso en marcha a casa del kazajo para confirmar sus sospechas.

No vio la moto aparcada afuera y se quedó ahí escondido esperando a que volviera. Un rato después lo vio llegar y como era de esperarse venía acompañado de esa chica. Pudo ver como el kazajo ayudaba a la mujer a bajar de la moto, mientras ambos reían y parecían tratarse con cierta familiaridad.

Una vez que entraron en la casa, el rubio salió de su escondite, sentía como si la sangre le estuviera hirviendo de lo furioso que estaba. Así que se paró frente a la casa y tomó algunas piedras del suelo para comenzar a lanzarlas hacia las ventanas.

– ¡Púdrete, bastardo! – gritaba mientras arrojaba las pierdas una tras otra – ¡Querías deshacerte de mí para estar con tu zorra! – de la nada comenzó a llorar y con la última pierda que arrojó pudo romper la ventana – ¡Vete a la mierda y no me vuelvas a buscar! –

En aquel momento notó que se abría la puerta de la casa y se fue corriendo de ahí lo más rápido que pudo. No quería volver a ver a ese hombre nunca más.

Los días siguientes Yuri no fue a trabajar. No quería encontrarse con él ni tampoco atendía sus llamadas y cuando este iba a buscarlo a su casa se hacía como que no estaba.

Cierto día el ruso recibió una llamada y tardó un poco en contestar ya que pensó que se trataba de Otabek queriendo darle explicaciones una vez más, pero en vez de eso se encontró con la voz de una de las enfermeras del asilo, quien le dijo que su abuelo había sido llevado al hospital. En cuanto colgó salió hacia allá en su bicicleta, lo más rápido que pudo pedalear con sus piernas.

Al llegar al hospital preguntó por su abuelo en recepción, pero le dijeron que estaba muy delicado tras el infarto que había sufrido y que esperara un poco.

– ¡Al diablo con sus estúpidos protocolos! La vida de mi abuelo está en riesgo ¿Dónde está él? – tras decir esto Yuri entró por el pasillo mientras era detenido por las enfermeras.

– ¡Abuelo! – gritó tras encontrarlo en una de las habitaciones, rodeado por los médicos que trataban de reanimarlo pero todo fue en vano.

–Por favor… eres lo único que tengo… no me dejes– decía llorando el rubio mientras sostenía la mano de su abuelo.

–Lo siento, ya es muy tarde. – le dijo uno de los médicos al rubio.

– ¡No es verdad! ¿Qué clase de doctores incompetentes son ustedes? ¡Hagan lo que sea para revivir a mi abuelo! – gritaba el ruso

–­Tengo que pedirle que por favor salga de aquí y mantenga la calma. – fue llevado por una enfermera a la salida.

– ¿Qué mantenga la calma? ¿Acaso  eres estúpida o qué?– gritaba Yuri soltándose del agarre de la enfermera.

Estaba comenzando a perder la calma, así que con la ayuda de algunos doctores y enfermeros fue sacado de la habitación mientras forcejeaba, por ningún motivo quería que lo apartaran de su abuelo.

­– ¿Necesitas algo? ¿Quieres que llamemos a algún familiar o amigo tuyo, muchacho? – en ese momento se le vino a la mente el rostro de Otabek.

– ¡No, déjenme en paz! – su orgullo no le permitía volver a hablar con el kazajo.

Pero tal pareciera que con el solo pensar en él le invocó, pues para su buena o quizás mala suerte, el pelinegro había llegado corriendo al hospital buscando al rubio.

– ¡Yuri! ¡Al fin te encuentro! – gritó aproximándose hacia él lo más rápido que pudo para intentar abrazarlo, pero el ruso no se lo permitió, aún seguía enojado con él y también enojado con todo el mundo, como si toda la gente que lo rodeara tuviera la culpa de la pérdida de su abuelo.

–Tú… ¿Qué haces aquí? – preguntó Yuri tratando de disimular su llanto, no quería mostrarse vulnerable ante el kazajo.

–Como no quisiste contestar mis llamadas, tuve que hablar al asilo y me enteré de la noticia…. Yo… lo lamento mucho… realmente tu abuelo era un gran hombre– dijo afectado por todo aquello mientras colocaba su mano sobre el hombro del rubio.

–También quiero que sepas que a partir de ahora yo estaré contigo para cualquier cosa que necesites…– ante eso el ruso soltó una carcajada.

– ¿Qué tú estarás conmigo para lo que necesite? ¿Y qué hay de tu zorra aquella con la que estabas la otra noche? ¡No te necesito, ni a ti ni a nadie! – dijo levantando la voz, provocando que las enfermeras, los doctores y todos los presentes los voltearan a ver.

–Yuri, por favor, cálmate, estamos en un hospital, vamos afuera a aclarar todo esto– le dijo tomándolo del brazo para llevarlo fuera del edificio, pero el rubio se resistió.

– ¡No, suéltame! ¡No hay nada que aclarar! ¡Todo me quedó claro aquella noche cuando los vi a ti y a esa puta!– gritaba el ruso mientras Otabek lo llevaba a rastras hacia afuera, la paciencia del kazajo se agotó cuando golpeo al ruso en la mejilla una vez que estuvieron en la calle.

– ¡Ahora cállate y escúchame! – Gritó el mayor ya exasperado por la actitud de Yuri hacia él –No te permito que le llames así a mi hermana– ante eso el rubio se quedó quieto mirando con sorpresa al kazajo –¿Recuerdas que te dije que había problemas en casa y tenía que viajar allá? Pues se tomó la decisión de que mi hermana fuese quien viniera, es ella con quien me viste aquella noche y se quedará conmigo un tiempo. –

Después de eso un silencio sepulcral se apoderó del momento. El rubio estaba muy avergonzado por cómo había reaccionado todo este tiempo y no sabía que decirle al kazajo.

–Beka… yo…– comenzó a hablar luego te tomar aire –En verdad lo siento mucho… no tenía idea. – dijo arrepentido por haber pensado mal de él.

El kazajo no contestó, solamente se recargó en su motocicleta mientras sacaba un cigarrillo y comenzaba a fumarlo para calmar sus nervios un poco.

–Entiendo si ya no quieres tener algo conmigo… a decir verdad creo que este no es un buen momento para que sigamos saliendo… tú sabes… mi abuelo…y ahora esto. –

De nuevo el llanto poco a poco se empezó a apoderar del rubio. En ese momento Otabek apagó su cigarro y abrazó al ruso, este a su vez lo miró fijamente con sorpresa en sus ojos azules, le parecía algo increíble que después de haberse comportado como un completo idiota con él, aún tuviera corazón para perdonarlo.

–B…Beka…– estalló en llanto, permitiendo que el kazajo lo reconfortara con su cálido abrazo –N…No se… que voy a hacer ahora… mi abuelo… era lo único que me quedaba de mi familia. – decía entre sollozos, escondiendo el rostro en el pecho del kazajo mientras lloraba. Este a su vez acariciaba los dorados cabellos del chico.

–Yura… mírame…– dijo el mayor tomando del mentón al rubio y secó sus lágrimas para mirar fijamente a esos hermosos ojos azules –Lo que tienes que hacer está muy claro ¿no te parece? – dijo sonriéndole con algo de ternura para tranquilizarlo.

–Ve por tu sueño… porque yo creo que eso es lo que tu abuelo hubiese querido que hicieras. –

–Pero… sin él no estoy seguro de poder hacerlo. – dijo el ruso aun sollozando mientras se secaba las lágrimas.

–Yuri, tu eres capaz de hacer cualquier cosa por ti mismo, esa pasión que sientes al patinar tienes que dejarla fluir, y en cuanto a nosotros… si tú quieres podemos tomarnos un tiempo, pero quiero que sepas que sea cual sea tu decisión yo siempre estaré a tu lado para apoyarte. –

En ese momento Yuri sonrió al darse cuenta del buen corazón que tenía el kazajo, pero a pesar de todo aún se encontraba confundido sobre qué hacer ahora con su vida y decidió que lo mejor sería pasar un tiempo sólo, le serviría para encontrarse a sí mismo.

Los días pasaron y el ruso aún no se acostumbraba a estar sin su abuelo. Todo en ese lugar le recordaba a él y comenzaba a creer que quizás sería bueno que se mudara, pero para eso necesitaba más dinero de lo que ganaba en la fábrica.

Ya había pasado alrededor de una semana desde la última vez que Otabek supo algo de Yuri, estaba algo preocupado ya que no había ido a trabajar ni tampoco lo hallaba en su casa. Un día el kazajo se encontraba almorzando en su descanso del trabajo cuando escuchó hablar a algunos de sus compañeros sobre lo que harían esa noche, después del trabajo.

– ¿Quieres venir con nosotros al bar? Te hacen falta unos buenos tragos– al principio dudó un poco en aceptar la invitación, pero después pensó en que si le hacía falta distraerse un poco.

Al terminar el trabajo en la fábrica, el kazajo y sus compañeros partieron hacia el bar de J.J. donde siempre acostumbraban a beber. Cuando llegaron se dieron cuenta que el lugar estaba más abarrotado de gente que nunca. Seguramente algo bueno estaba pasando ahí.

Lo siguiente que vio el kazajo lo dejó en verdad sorprendido, toda la gente se encontraba gritando y aplaudiendo al ritmo de “Shout at the devil” mientras cierto rubio bailaba con poca ropa deslizándose con gran habilidad por el tubo y al parecer a todos les encantaba aquel espectáculo.

Al ver todo eso Otabek apretó los puños y de inmediato se abrió camino entre toda esa gente, empujándolos a todos para llegar hasta el escenario.

– ¡Yuri, baja de ahí en este instante! – le gritó mientras lo jalaba del brazo.

– ¡Déjame en paz! ¿No ves que estoy trabajando? –

– ¿A esto le llamas “trabajo? ¿A revolcarte con un montón de imbéciles? – dijo mientras se quitaba su abrigo y se lo colocaba al rubio encima para después sacarlo de ahí.

– ¡Oye! ¿A dónde crees que vas? Él trabaja para mí ahora. –

–Mira hijo de puta, no voy a dejar que arrastres a Yuri a tus negocios sucios. –

–Lárgate de aquí y devuélveme a mi bailarín estrella. – le dijo el francés mientras le empujaba fuera de su negocio.

El kazajo estaba tan enfurecido que asestó un gran golpe contra la nariz del francés, haciéndole caer de espaldas sobre una de las mesas del lugar y después de eso tomó a Yuri en brazos sacándolo de ahí para llevarlo a su casa en la motocicleta. Todo el camino fue en silencio. El ruso se sentía avergonzado y Otabek aún estaba molesto por lo sucedido.

–Aún no lo entiendo… después de cómo me he portado contigo ¿Cómo es posible que todavía te preocupes por mí? – dijo el rubio mientras llegaban a su casa.

– ¿Y todavía lo preguntas? Yuri, el hecho de que ya no estemos saliendo no significa que no seamos amigos, por eso me preocupa tu bienestar. – dijo mientras se sentó en el mullido sillón de la sala mientras el ruso se cambiaba.

–Eres un idiota ¿Lo sabes? no entiendo cómo se te pudo pasar por la cabeza que esa es la mejor manera de ganarse la vida. –

–Lo sé, pero ya no tengo idea de que hacer. – dijo el ruso arrepentido, mientras volvía con el pelinegro hacia la sala, ya habiéndose cambiado de ropa.

 

–Te diré lo que vamos a hacer, mañana a primera hora iremos a ese instituto de patinaje y solicitarás otra audición. –

–Pero Beka…–

–Yuri, ya sabes que es lo que pasa cuando me haces enojar. – le dijo el kazajo amenazante. –Hazlo por Nikolai. –

–Tienes razón… lo haré… y te agradezco por todo lo que haces por mí. – dijo el rubio sonriéndole.

Al día siguiente Otabek pasó temprano por el rubio a su casa y fueron a pedir de nuevo una audición, les costó mucho trabajo pero al final los directivos de la escuela accedieron, sería su última oportunidad para probar que tenía todo para merecer esa beca y triunfar en el mundo del patinaje artístico.

Así que tuvo una semana para poder preparase, decidió que haría una nueva rutina con otra canción diferente a la que había elegido al inicio. Sería una locura empezar desde cero con tan poco tiempo, pero realmente así lo deseaba el rubio.

Cuando finalmente el día llegó, Yuri ya estaba listo. Otabek pasó por el como de costumbre para llevarlo hacia la academia en donde alguien ya los esperaba.

–Quiero presentarte a mi hermana– dijo en cuanto llegaron al lugar.

–Es un placer conocerte, Yuri, mi nombre es Aiday. – dijo la hermosa joven de cabellos oscuros y ondulados mientras estrechaba la mano del rubio.

–Beka, es adorable y se verá aún mejor con la sorpresa. – dijo sonriendo la chica.

– ¿De qué demonios hablan? – preguntó el ruso para después notar que la chica había sacado un hermoso traje blanco y plateado hecho a la medida de él.

–Mi hermana es buena con la máquina de coser y quiso darte esta sorpresa. –

–Ohh… ¡Vaya! En serio te lo agradezco, aunque no tenías que hacerlo. –

–Claro que sí, debes lucir deslumbrante en tu gran momento. – contestó la chica.

Después de eso entraron en el edificio y Aiday fue a sentarse entre el público mientras Otabek y Yuri estaban en los vestidores.

– ¿Nervioso? –

–No, para nada, esta vez sé que lo lograré. – decía el rubio mientras realizaba sus estiramientos de calentamiento siendo ayudado por el mayor.

–Ese es el Yuri que conozco. – le contestó con una sonrisa.

Luego de terminar su calentamiento, el rubio sacó de su bolso los viejos patines de su abuelo y los besó para que tuviera suerte.

–Espera Yuri… quiero que uses esto. – dijo entregándole una bolsa, la cual contenía una caja algo grande.

–Vaya… este día ha estado lleno de sorpresas. – le dijo el rubio sonriendo mientras abría la caja y dentro de esta se encontró con un par de nuevos y relucientes patines costosos.

–B…Beka… ¡Tienes que estar bromeando! – dijo sin poder creer lo que sus ojos veían.

–No es ninguna broma, junté todos mis ahorros para comprarte esto. – dijo el kazajo sonriendo mientras lo abrazaba por los hombros.

–Pero… estos patines son muy costosos… no puedo aceptarlos. –

–Pues qué pena, porque no saldrás de aquí hasta que te los pongas. –

– ¡Eres el mejor! – tras decir esto Yuri dejó un momento los patines para abrazar al kazajo y este a su vez hizo lo mismo.

En ese momento ambos sintieron que el tiempo se detuvo, mientras se miraban fijamente a los ojos con ternura. Otabek acarició los dorados cabellos del chico, los cuales estaban atados a una coleta alta, con un par de trenzas a los costados de su cabeza, y poco a poco los labios de ambos fueron uniéndose en un dulce beso que duró varios minutos.

–Te amo, Beka y lamento todo lo que te he hecho pasar, realmente estoy agradecido por todo lo que haces por mí. –

–También te amo, Yuri y no tienes nada que agradecer, para mí es un placer el verte feliz y ayudarte a realizar tus sueños, ahora sal allá y acábalos, tigre. – dijo mientras hacía que el rubio se sentara para poder ponerle los patines nuevos.

Cuando llegó su turno de salir a escena, el kazajo fue a sentarse al lado de su hermana para ver todo el espectáculo. La canción que había elegido para su nueva rutina era “In Regards to Love: Ágape”, había dejado atrás su estilo rebelde para patinar y cambió toda su rutina por una que hizo en tributo al amor puro que sentía por su abuelo, quien ahora lo cuidaba desde el cielo, y por Otabek, la persona que siempre le brindó su apoyo incondicional.

Todos los presentes pudieron notar el cambio radical en el estilo de patinaje del ruso. Sus movimientos eran ahora más finos, gráciles y delicados. Daba la impresión de volar por los aires en cada salto y pirueta que hacía. Esta vez en ningún momento se equivocó con la coreografía ni tampoco sufrió de alguna caída, había logrado ejecutar exitosamente toda su rutina hasta el final. Su estilo de patinaje y su vestuario le daban un aspecto angelical, muy diferente a la imagen de chico rebelde que tenía antes.

Cuando terminó su rutina, se quedó esperando un momento el veredicto del jurado, quienes al final le otorgaron las más altas calificaciones y con eso logró ganarse la beca para estudiar patinaje en ese instituto tan prestigioso de Rusia.

– ¡Beka, lo logré! – gritó feliz mientras se aproximaba patinando hacia el chico y ambos se abrazaron fuera de la pista.

–Nunca dudé de ti, Yuri. – le dijo sonriendo mientras le extendía un ramo de flores., mismo que el ruso tomó algo sorprendido.

–Gracias, pero gran parte de este éxito fue posible por ti. – dijo el rubio sonriendo mientras tomaba una de las flores, entregándosela al kazajo.

–En verdad voy a ponerme muy triste cuando te vayas a competir– dijo el mayor mientras caminaban hacia los vestidores.

– ¡No seas tonto, Beka!  Yo sé que será algo difícil llevar nuestra relación entre los entrenamientos, las competencias y todo eso, pero también sé que siempre nos tendremos el uno al otro. –

Tras decir esto ambos jóvenes se besaron, sellando así aquella promesa y también su amor.

FIN.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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