Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El obrero y el arquitecto por kurerublume

[Reviews - 132]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ok, aclaro que todo estaba calculado... hasta que me pasaron ahora a 3° -_-, no spe qué pasó con su maestra, pero puede que solo esté otra semana más como hasta el 9 de julio. Me traen de maestra suplente jaja.

En fin, aunque corto, este capítulo me dio mucha risa cuando lo escribí, espero sea de su agrado.

Agradezco a Mc-19051, Lolita. Light Behind, bluelightofmoon y Pepi por sus preciosos reviews y su apoyo. En serio perdónenme tanta demora, pero surgió algo que no tenía previsto :( 

 

P.D. Recordemos que Gabo dice muchas groserías jaja.

CAPÍTULO X: Prefiero decirle de frente.

 

—¿Cuánto tiempo ha pasado? —me pregunta Fer con cara de pocos amigos, pues es cierto, tiene pocos por esa pinche expresión que se carga todo el santo día.

 

—Dos semanas —respondo mirando a otra parte. Ni sé por qué me siento como niño regañado, pero me siento así. Fer actúa como papá a veces.

 

—¿Y por qué no me contaste? —su tono fue algo suave y, de hecho, se ve muy confundido— Sabes que jamás te hubiera reclamado o hecho algo malo.

 

Suspiro sin ganas— Pues porque sí te tengo confianza, sé que no me habrías reclamado ni nada así, pero… quería que fuera mi secreto. Dicen que las cosas no se arruinan si nadie sabe.

 

—¿Estás diciendo que yo puedo arruinarlo? —ahora sí luce ofendido.

 

—¡No, Fer! Solo no quería que nadie lo supiera. Podré haber estado muy borracho ese día, pero recuerdo casi a la perfección cómo te le quedaste mirando a Diego cuando me abrazó.

 

—Gabriel, no inventes, en serio no inventes. ¡¿Piensas que solo estaban abrazados?! Oh, claro, ahora se usa esa palabra para decir que se querían coger en la mesa —se jala la cara hacia abajo con desesperación, pero después se da unas cachetaditas para calmarse y hablar en un tono más relajado—. Si los miré así fue porque me sentí incómodo y punto. Además, no me agradó la idea de que él te quisiera llevar si los dos estaban cayéndose de borrachos. De eso salen puras cosas malas. Por no decir que realmente ni conocí a ese tal Diego ya que tú llegaste como novia celosa.

 

—¡¿Yo?!

 

—Sí, señorita, usted misma.

 

Decido ignorar ese último comentario para poder solucionar este intento de discusión— Bien, bien. Admito que mi percepción no fue muy buena. Pero en fin, ya llevamos saliendo dos semanas.

 

Fer se queda en silencio, pero después su lado oscuro sale— Y… ¿ya se besaron o qué?

 

—Una “señorita” tan respetada como yo jamás diría sus cosas, serás cabrón.

 

Comienza a reírse— Sí, lo soy, pero tú lo eres más, Gabo.

 

—Demasiado, ya pensándolo bien —saco un cigarro dispuesto a prenderlo de una buena vez, pero Fer me lo tira. Me revienta el hígado que haga esa mamada— ¡Cabrón, me lo debes, imbécil!

 

—No quiero que me eches el humo en la cara.

 

—Uy, sí, —digo sarcástico—, tú y tus pinches excusas. Puedo echar el humito hacia arriba y ya —Fer levanta una ceja como diciendo que ni de chiste me va a dejar envenenar mi cuerpo. Justo por esto es que tiene actitud de papá. Sí, tiene la cara, las frases… ya es papá sin hijo—. Chingada madre —digo enojado—, como quieras. Ya me voy entonces.

 

—No te enojes, Gabo. Lo digo de buena manera —volteo a verlo con mi cara de mamón y luego me voy.

 

—¡Ya sé, estúpido! —le hago una seña y sigo mi camino.

 

Me alegra que se lo haya tomado de buena manera. De hecho, es chistoso: se enojó más porque no le conté que por la noticia en sí. Ese Fernando, siempre tan raro.

 

Aunque ahorita acabo de recordar su pregunta sobre los besos.

 

¡Aghhh, pinches besos mamones! ¡Por supuesto que ni un piquito nos hemos dado! Ese Diego no se atreve, aun cuando yo soy quien, cuando nos despedimos, se acerca más de la cuenta y pega más la cara a la suya.

 

En serio, se la he puesto tan fácil que lo único que él tiene que hacer es girar 45° su pinche cabezota para besarme y ya. Pero no, ¡claro que no! Lo único que ha pasado es nada, ¡absolutamente nada!

 

¿Y eso qué me hace pensar? Pues fácil: se está arrepintiendo.  No quiere besar a un hombre. O peor, solo no me quiere besar a mí.

 

Estoy cayendo en el abismo de la desesperación, la desesperanza, la desatención… desautoestima, no sé si esa palabra exista, pero por hoy, sí.

 

En todo el día de trabajo solo estaba pensado «¿Diego no me quiere? ¿Le daré asco? ¿No soy tan guapo? ¿Será que a la luz del día me veo nefasto?»

 

Pues Gabriel hasta acá llegó, señores y señoras. Sí, hoy voy a ver qué chingados sucede con mi casi novio, porque ni a amigo con beneficios llega el cabrón.

 

------------

 

El trayecto es rápido. Paso casas, árboles, semáforos, etc., ya, al punto.

 

Toco el timbre de su casa con muchos nervios y lo que le sigue. Porque prefiero mil veces decirle de frente y ver sus expresiones que escribirle por celular y darle tiempo de poner excusas.

 

—¿Quién? —al escuchar esa voz solo pienso en que bendito sea el Señor, porque es Diego quien viene a abrirme.

 

—El señor de los camotes[1] —digo serio.

 

La puerta se abre de golpe— ¿Gabriel? —su pregunta hace que ponga mis ojos en blanco.

 

—Que no, que soy el señor de los camotes. Se ve que no sabe escuchar, joven —en serio amo ser sarcástico. No sé para qué pregunta mi nombre si ya me vio la cara.

 

Se ríe nervioso y me pide que entre— ¿Qué pasó, Gabo? —me lleva a la sala y casi de inmediato me pone un vaso con agua enfrente— ¿Todo bien? —se sienta junto a mí y acaricia mi muslo. Y como no me esperaba tanto acercamiento, me pongo nervioso.

 

Y mi lado sumiso hace acto de presencia— Solo quería venir a verte —me callo de inmediato al escucharme decir semejante pendejada—, y a preguntarte qué carajos te pasa, Diego —termino diciendo con un tono más mío. Odio cuando mi lado sumiso y tierno sale como su chingada gana se le da.

 

—¿Cómo?

 

—Pues eso, tú dijiste que te gustaba y que la madre, pues bien, ¿por qué no me has…? —al intentar terminar mi pregunta, aparece una señora muy delgada, morena y de cabello negro. No hay que ser genio para saber que es su mamá.

 

—Mamá —dice Diego asustado—, te presento a Gabriel.

 

La señora me sonríe y me extiende la mano.

 

Estaba a punto de decirle «mucho gusto, suegrita», pero solo me hubiera dado risa a mí, así que mejor pensarlo que decirlo.

 

—Mucho gusto, me llamo Martha.

 

—Mucho gusto también.

 

—¿Eres de su servicio social?

 

—No, yo… soy de una constructora con la que están colaborando. Soy un obrero.

 

—¿No eres arquitecto?

 

—Para nada.

 

Su mamá voltea a ver a Diego— Me parece excelente que te estés relacionando con todos, Diego. Son un equipo después de todo —mira su reloj—. Ya me voy con mis amigas, hijo. Regreso en dos horas. Un gusto, Gabriel —vuelve a darme la mano y en un minuto ya no está en casa.

 

Al principio nos quedamos en silencio sabiendo que fue algo extraño esto, pero en cuanto nos volteamos a ver, nos empezamos a reír— Ay, Dieguito, a mí también me parece excelente que te relaciones con todos —me voy acercando a él con la imagen más seductora que puedo hacer—, pero por favor, relaciónate de esta manera solo conmigo —y al terminar de hablar, no pido su permiso, sencillamente lo beso. Apenas un roce.

 

A ver si así ya se da una idea de lo que quiero hacer con él.

 

Nos separamos y podría jurar que a los dos nos dio pena. Él me sonríe— Sí, solo así contigo —me regresa mi besito y muero de satisfacción.

 

—Bien, ya que zanjamos el asunto, por favor dame de comer.

 

—¿Zanjar el asunto?

 

—Eso era lo que te iba a preguntar, por qué carajos no me habías besado si te había dado muchas oportunidades —hace una cara de pendejo que ni Fernando tiene y empiezo a reírme, este Diego jamás captó mis intenciones.

 

—Yo pensé que… digo, sí quería, pero solo te había dicho de conocernos más y tú me dijiste que querías enchiladas, así que pensé que todo iba a ser muy lento. Que tú me dirías cuando ya quisieras darme una oportunidad.

 

—No mames, oportunidad.

 

—Es en serio.

 

—¿Sabes qué es lo más gracioso? Que te creo. Yo pensé que estas semanas fue para acercarnos más como… casi pareja, no sé —me quedo callado y él igual, así que me siento muy abochornado de repente—. Qué puta vergüenza, Diego —me tapo mi cara porque ni para llorar se puede ahorita.

 

—Eso me alegra muchísimo. Eso quiere decir que ya te puedo abrazar y besar, ¿cierto?

 

—Ay, Diego. Pues claro que sí —se va acercando con cara de depredador y lo detengo solamente levantando mi dedo índice—. Pero es de verdad, tengo hambre. Si me alimentas bien te lo podría recompensar —digo pícaro y sonriendo.

 

A Diego parece tomarle unos segundos digerir  mi lado pervertido. Pero venga, es el mejor.

 

Vuelve a sonreírme—No digas eso, amorcito, yo lo hago de buena fe —dice bromeando.

 

Y así de directo, mi corazón dejó de estar angustiado y preocupado. Dejo de estar desesperanzado, desamparado, desesperado y todo lo que empiece con «des» y acabe con «ado».

 

Es por esto que a mí me gusta hablar las cosas en lugar de escribirlas. Puede salir muy bien o muy mal, pero vale la pena correr ese riesgo… ¿cierto?

 


[1] Al camote también se le conoce como batata dulce, es de color naranja… y sabe delicioso.

Notas finales:

¡Muchos besos! Ojalá les haya gustado el cap :)


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).