Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Traslape por Marbius

[Reviews - 0]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

12.- Extra con smut y coco.

 

Las tan preciadas invitaciones a la semana de la moda que se celebraba cada año sin falta en alguna gran urbe de Europa, y por las que Bill tanto había esperado expectante por si su nombre acababa impreso en relieve en una de ellas, resultaron ser para Berlín justo a tres días de que él y Tom volvieran a Hamburg luego de una estancia de cinco meses en la capital.

—No, Nat, tienes que estar bromeando… —Dijo Bill al teléfono con su mejor amiga, quien en sus manos tenía tanto su invitación como la suya.

—Para nada, querido. Aquí lo dice claro: Bill Kaulitz y acompañante. Y te han dado excelentes asientos en primera fila, muy valiosos y codiciados entre los asistentes, si me permites la observación.

—¿Qué tan cerca? —Inquirió Bill cubriéndose los ojos con su mano libre e implorando porque fuera una exageración de su amiga.

—Tan pero tan, tan cerca que serás capaz de apreciar si las modelos se depilaron la entrepierna con navaja o cera…

—¡Joder!

—Tienes que volver.

—Pero…

—Tienes que hacerlo —insistió Natalie—. Tom seguro que lo entenderá.

Pero Bill guardaba reservas al respecto, porque luego de cinco meses, dos semanas y cuatro días (las cuentas de Tom, no las suyas; para él las estancias en Berlín transcurrían como en un parpadeo), Tom había hecho válido su retorno a Hamburg y con gran deleite había afirmado al cruzar el dintel de entrada de su edificio que en sus planes estaba quedarse ahí al menos por un tiempo similar.

Tres días atrás, Bill había estado en total acuerdo con él, pero con una invitación doble a la semana de la moda que le podría representar contactos nuevos para la línea de ropa que tenía en mente lanzar por su cuenta en un par de años, de pronto la perspectiva de quedarse en Hamburg le resultaba una especie de castigo ejemplar e intolerable para el que no estaba dispuesto a someterse por voluntad.

—Nati… —Lloriqueó Bill muy a su pesar.

—Oh, vamos. ¿Y qué no puedes venir por tu cuenta? ¿O es que ya se han convertido en una de esas parejas que no puede funcionar si su otra mitad no está al lado para servirle de muleta? —Planteó Natalie con cierta burla, porque aunque Bill se empeñaba en desmentirlo, lo cierto era que él y Tom se complementaban de una manera que casi rayaba en la perfección que… Poco faltaría para declararlos siameses por la manera casi patológica que tenían de estar unidos y adivinarse el pensamiento.

—No me atrevería a hacerlo. Apenas hemos vuelto a Hamburg, y el piso necesita una buena limpieza para ser habitable de vuelta; ni siquiera hemos terminado de desempacar lo que trajimos con nosotros y-…

—Y todas esas son excusas baratas que me das para convencerme de tu pobre situación pero yo no me trago ese cuento —le interrumpió Natalie sin compasión—. ¿Y qué si no han terminado de vaciar el equipaje? Seguirá ahí después de la semana de la moda, y si juegas bien tus cartas, incluso pueda ser que regreses con ropa suficiente para poder prescindir de esa otra sucia.

—Ya, pero la semana de la moda debería ser más bien la quincena de la moda, y dudo mucho que Tom apruebe que me marche así como así de vuelta a Berlín cuando apenas tenemos tres días en Hamburg.

—¿Y qué, acaso es tu dueño para que tenga que aprobar tus decisiones?

—No —resopló Bill a través de la nariz—, pero se llama tener consideración por el otro, y no me parece justo claudicar antes de la semana en Hamburg cuando él ya soportó estar cinco meses en Berlín por mí.

«Cinco meses, dos semanas y cuatro días», le recordó cantarina una vocecilla insidiosa dentro de su cabeza, y la culpa que Bill sentía en su interior se intensificó al competir con el gran deseo que le invadía por atender esa serie de eventos a los que había sido invitado.

—No sé qué decirte… —Escuchó él la réplica de Natalie directo al oído—. O te quedas en Hamburg y te pierdes de esta gran oportunidad que se te presenta hoy en la vida y que quizá jamás vuelvas a recibir, o… Vienes sin importante las consecuencias, o mejor dicho, las aplazas para después de que las festividades terminen. Es tu elección, pero tendrás que apresurarte porque estas invitaciones que tengo en mis manos piden confirmación por tu asistencia y debes de dar una respuesta antes del fin de semana.

—Genial —gruñó Bill, pues ya era miércoles en la tarde y el tiempo con el que contaba era limitado—. Nat, ¿podemos hablarlo mañana? O mejor aún, ¿el viernes a primera hora? Tengo que pensarlo un poco todo esto y-…

—¡Pero qué hay que pensar! Por Diox, Billy…

—Ciao, Nat —le cortó Bill la comunicación y dio por finalizada aquella llamada que ya no le servía de ayuda para llegar a una decisión, sino que contribuía a su estrés y lo mantenía en niveles de peligro.

Liberando un suspiro en el que iba adherido un trozo de su alma, Bill se dejó caer lánguido sobre el sofá en el que estaba recostado y dramatizó sus emociones por espacio de unos segundos mientras asimilaba todo aquello y buscaba una solución que satisficiera a ambas partes involucradas.

Lo cual en perspectiva, era un sueño vano de su parte porque Tom no se tomaría con agrado la noticia. Apenas volver a Hamburg, le había revelado cuán dura le había resultado su estancia en Berlín durante el último mes, que sólo había soportado porque Bill llevó a cabo algunas negociaciones a favor de su carrera como letrista, pero que apenas finalizaron le dieron pie para proponer el cambio de aires que tanto necesitaba para volver a funcionar y ser él mismo.

Presintiendo el pesar de su dueño, no tardó Pumba en unírsele a los pies del sofá, y el mismo caso aplicó para Capper, que a pesar de lo reducido del espacio se las ingenió para comprimir sus largas patas y acurrucarse al lado de Bill con la cabeza en sus muslos.

Así los encontró Tom cuando media hora después subió a su departamento para avisarle a Bill que la banda con la que trabajaba había alargado sus grabaciones y que mejor se le adelantara a cenar por su cuenta en lugar de esperarlo, pero apenas visualizar a Bill hecho un ovillo en el sofá y rodeado de los dos perros, se acercó para comprobar que no estuviera a punto de caer con alguna clase de resfriado propio de la temporada, que al fin y al cabo todavía tenían un mes más de invierno con el cual lidiar.

—¿Todo bien? —Se acercó a su lado, y arrodillándose a un costado del sofá, le tocó la mejilla—. No te siento caliente…

—Estoy bien —murmuró Bill con voz queda—. Sólo…

—¿Harto de desempacar?

—Algo así —mintió él a medias—. Siempre es cansado todo este proceso de mudar nuestra base a otra ciudad.

—¿Sí? Esta vez no lo siento así —dijo Tom, ajeno al conflicto interno por el cual pasaba Bill—. Yo ya extrañaba todo esto. Y tengo el calendario lleno para los próximos dos meses, así que tendré con qué mantenerme distraído mientras estemos de vuelta en Hamburg.

—Genial —farfulló Bill con la misma amargura que le había demostrado antes a Natalie—. Bien por ti.

Tom le miró con atención un par de segundos, pero antes de que pudiera formular cualquier comentario o pregunta, desde su bolsillo le sonó el móvil, y bastó un simple vistazo para que sus intenciones de hablar con Bill pasaran a segundo plano.

—Mmm, me necesitan abajo y no puede esperar, pero vuelvo en dos horas, máximo tres, ¿ok? Y después podremos hablar, que sé bien que algo te molesta pero que todavía no estás dispuesto a revelar de qué se trata.

—Quizá… —Admitió Bill remolón.

—Tómate tu tiempo, y más tarde lo solucionamos —dijo Tom al reincorporarse, y antes de marcharse, se inclinó sobre Bill para darle palmaditas amistosas a los perros, un par de rascadas detrás de las orejas, y para su novio un beso corto y profundo que los dejó a ambos anhelando el momento de su regreso…

Con Tom fuera, Bill de pronto ideó un plan que podría servirle más de lo que se había proyectado en un inicio, y así sin más, la pesadez que antes le invadía se evaporó y él saltó fuera del sofá con intenciones de jugarse el todo por el todo para conseguir aquello que apenas minutos atrás parecía un imposible y que ahora de pronto pendía al alcance de su mano, listo para estirar el brazo y cogerlo.

Siendo en ese caso, ‘coger’ el verbo que mejor le cazaba, y enfilando rumbo a su dormitorio, Bill se rió entre dientes al ir ultimando sus planes conforme daba un paso tras otro.

Tom no se imaginaba lo que se le avecinaba apenas a un par de horas de distancia…

 

—Oye, Bill —entró Tom de vuelta a su piso exactamente dos horas y tres minutos después de que dijera hacerlo y satisfecho consigo mismo por haber podido mantener su promesa a pesar de los contratiempos a los que se había enfrentado—, estaba pensando… ¿Qué opinas si…? —Alcanzó a enunciar antes de distraerse con la visión que le dio la bienvenida y que provocó un cortocircuito en sus caminos neuronales.

Porque ahí en plena sala, frente a la chimenea que raras veces se había encendido viviendo él solo pero que ahora era un constante en sus vidas desde que Bill se le había sumado como inquilino, yacía el mismísimo Bill sobre su estómago, tan desnudo como el día en que había nacido, y se protegía del frío y duro piso de madera poniendo como barrera una manta mullida recubierta en piel de borrego y rodeado de varios cojines mullidos.

—Hola —le saludó incorporando el torso sobre sus codos y depositando su barbilla sobre la palma de su mano—. Te esperaba…

—Ya… —Atinó Tom a pronunciar con dificultad, tragando antes saliva para que la voz saliera—. ¿Qué-…?

—Desempacar se volvió aburrido, y en cambio la idea de hacer algo más divertido se volvió de pronto lo más interesante del mundo.

—Bill…

—Tom… —Y tras una corta pausa—. ¿Por qué no vienes para acá?

Pero la proposición iba con reglas especiales.

—Y no olvides desnudarte. Es lo justo.

—Uhm… Ok —accedió Tom con una sonrisa, y en los cortos metros que los separaban fueron cayendo una a una las prendas que éste vestía hasta que parado al borde de la manta donde Bill descansaba, Tom sólo llevaba puestos sus bóxers.

—Todo, Tomi —repitió Bill su orden, y Tom dudó apenas una fracción de segundo antes de hundir los pulgares bajo la banda elástica de su ropa interior y con un tirón bajársela sin más ceremonia hasta que quedó en el piso y con una patada la alejó fuera de sí.

Entre sus piernas quedó patente una erección en formación, y Bill la contempló con absorta atención y pupilas dilatadas.

—Ven —le indicó a continuación, y pronto estuvo Tom a su lado y admirando el contraste de su piel blanca tras el largo invierno a interiores sobre el fondo de la manta en la que estaba recostado—. ¿Te gusta lo que ves?

—Mucho.

—Entonces tócame…

Con reverencial cuidado posó Tom la palma de su mano sobre la espalda curvada de Bill, ascendiendo hasta su nuca para tocar el tatuaje que éste tenía ahí y después descender de vuelta con un dedo sobre la depresión que se formaba a lo largo de su espina hasta llegar al punto más bajo sobre su cóccix. Tanteando con el resto de sus dedos el inicio de sus glúteos, Tom escuchó satisfecho el corto jadeo que Bill exhaló bajo las atenciones de sus caricias.

—¿Te gusta lo que sientes? —Le remedó su frase de antes, y Bill asintió una voz con el labio inferior sujeto tras sus dientes—. Ahora veamos qué más hay para mí aquí…

Por inercia, Bill abrió un poco los muslos, y el cambio de posición le favoreció a Tom para continuar en su ruta de exploración por el valle que se formaba entre sus nalgas.

Dispuesto a sorprender a Bill con un dedo rozando su abertura, el sorprendido fue él al toparse con la extraña combinación de metal y tibieza que no habría creído posible amalgamar, excepto que…

—Te demoraste…

—Sólo tres minutos.

—No pude esperarte…

—Oh, Bill…

Abandonando su sitio al lado de Bill, Tom gateó hasta posicionarse entre las piernas de Bill, y con la confianza que daba el amarse como lo hacían y tenerse absoluta confianza, no se cortó al momento de sujetar un glúteo en cada mano y ampliar su campo de visión hasta tener claro con qué estaba lidiando.

Y en efecto, tal como se lo suponía, justo donde habría esperado encontrar la estrecha abertura de Bill se topó en su lugar con un no tan pequeño juguete que justo él le había regalado la Navidad anterior para aderezar un poco sus actividades de dormitorio.

A modo de broma había seleccionado Tom una pieza de tamaño regular (menor en circunferencia y longitud que el suyo para no atentar contra su ego masculino) pero con la peculiaridad de estar carente de cualquier adorno superfluo excepto uno… En la base… En forma circular, una piedra preciosa que en esos momentos fungía como cubierta entre Bill y él.

Tom no recordaba si ese juguete había salido de la caja secreta que mantenían bajo la cama y que era lo primero que empacaba siempre con cada mudanza; lo que sí tenía muy presente era que al abrir su regalo (en privado, sus padres no tenían necesidad de pasar por semejante trauma ni ellos dos por tal humillación) Bill lo había sujetado como un cetro en el aire y declarado que tenía “un cierto toque a lo Sailor Moon” para después remedar una transformación en la que la pieza quedó en el olvidó una vez que la hicieron a un lado y se dedicaron a hacer el amor.

De eso hacía ya dos meses, y Tom ya había olvidado ese juguete de su repertorio, pero al parecer Bill no…

—¿Qué opinas? —Le presionó Bill a expresarse luego de varios segundos de silencio de su parte—. ¿Me luce bien o-…? ¡Oh! —Jadeó cuando Tom colocó un dedo sobre la base del juguete y lo empujó un poco más en su interior—. Tomi…

—Debo admitirlo… —Murmuró él con la garganta seca—. Te luce…

—¿Sí? —Bill onduló sus caderas, y el movimiento del juguete en su interior le arrancó una serie de gemidos que fueron aumentando en volumen.

La gema de la base relució, y la luz de la habitación proveída por el fuego de la chimenea y una lámpara de piso que estaba en el rincón se reflejaron en destellos iridiscentes que a pesar de la situación en la que se encontraban, puso una sonrisa en labios de Tom.

—Esto es tan ridículo… —Dijo al reír entre dientes, y Bill le propinó un golpe con una pierna al costado.

—Estoy intentando ser sexy para ti, ¿ok?

—Tú eres sexy sin proponértelo —declaró Tom propinándole una nalgada corta y seca en uno de sus glúteos—, pero Sailor Billy no lo es tanto como tú crees… —Remató con otra en el glúteo opuesto—. Aunque si consideraras una transformación completa con traje de colegiala y dos coletas…

—Olvídate de las coletas, pero sé dónde conseguir una falda tableada y-… ¡Ahhh! —Volvió a gemir cuando Tom sujetó el dildo por la base y le dio un corto tirón.

—Después —gruñó Tom con impaciencia—. Ahora mismo sólo quiero…

—Uhhh…

Arqueando la espalda, Bill soltó un último gemido mientras Tom extraía el juguete de su interior y lo dejaba caer sin más ceremonia sobre la manta.

—Bill…

Adivinando de qué se trataba, Bill sacó de debajo de uno de los cojines un pequeño frasco con lubricante que tenía listo para la acción.

Apenas abrir la tapa, un intenso aroma a coco permeó la habitación y saturó los receptores olfatorios de sus narices. Tom ni siquiera podía recordar cómo habían empezado esa tradición, pero luego del primer envase comprado por casualidad, se habían visto a merced del coco para el resto de sus existencias cuando luego durante una fiesta a la que habían sido invitados oficialmente como pareja terminó de manera abrupta cuando una de las invitadas que pasó a su lado reveló llevar una loción donde el coco era uno de los ingredientes principales. De aquella casualidad derivó el que se disculparan alegando una emergencia familiar y al subirse al automóvil no resistieran la tentación de arrancarse la ropa y hacer el amo en el asiento trasero sin importarles si alguien más podía observarlos a pesar del refugio que la noche y el estacionamiento oscuro podían proporcionarles. Y desde entonces, ninguno de los dos había abandonado el uso de coco por relacionarlo de manera inequívoca al cuerpo y placer del otro.

Utilizando una abundante cantidad de lubricante sobre su erección, Tom no perdió tiempo en posicionarse sobre la abertura de Bill y empujar, ignorando las quejas de éste para apresurarse para en su lugar ir despacio y deleitarse con la estrechez de su canal al recibirlo.

Por un segundo pensó Tom en la buena inversión que había resultado ese juguete para que Bill se preparara para recibirlo, pero fue un pensamiento fugaz que pronto se vio sustituido por la bruma del deseo y el placer cuando Bill empujó la pelvis en su dirección y la penetración fue completa.

—Respira, despacio… Justo así… —Indicó Tom depositando el peso de su cuerpo sobre Bill, quien a pesar de su premura no estaba del todo listo para recibirlo, y tuvo que tomarse un par de segundos para adaptarse a la intrusión y volver a relajarse.

Depositando besos a lo largo y ancho de su espalda, Tom pronto lo rodeó con un brazo alrededor del torso y empezó el lento vaivén de sus caderas, utilizando como señales la respiración agitada de Bill y sus gemidos para guiarse.

Una fina capa de sudor los recubrió a ambos, y con el fuego de la chimenea caldeando la habitación a pesar de que afuera todavía había nieve en las calles, pronto sus cuerpos se deslizaron como uno en un frenesí implacable en donde la única liberación a su alcance sería llegar hasta el final.

—Joder, Bill —maldijo Tom cuando su novio contrajo los músculos del cuerpo y el canal por el que se deslizaba se estrechó más que antes.

—Precisamente —replicó éste con la frente pegada a la manta y no oponiendo ninguna resistencia al ritmo creciente con el que Tom lo trataba.

El mismo Tom comenzó a sentir las inequívocas señales que presagiaban su orgasmo, tanto por el placer que se arremolinaba en su vientre bajo como por la tensión de su cuerpo al contraerle los dedos de las manos y los pies en preparación para lo que se le avecinaba.

Bill se le adelantó al refregar su erección contra la suave manta sobre la que yacía y correrse sin más, lo que propició una nueva laxitud en su cuerpo que permitió a Tom hacer lo mismo dentro de su cuerpo antes de quedarse medio desfallecido encima de él como peso muerto.

Unos últimos besos en la base sudorosa de su nuca cerraron el trato, y Bill gimió con contento mientras Tom lo sujetaba con su brazo restante y le daba un matiz de ternura a su unión.

—Tom…

—¿Mmm?

—Creo que no pensé esto bien.

—¿Por?

—Ahora también tendré que lavar este edredón…

Tom rió entre dientes. —¿Y qué? Falta le hacía…

—Ya, pero… No creo poder hacerlo pronto.

—Ok.

—Por lo menos en dos semanas más.

—Por mí bien.

—¿No vas a preguntar por qué?

La respiración de Tom se movió del cuello de Bill a su mejilla. —Porque estaremos en Berlín. ¿Qué más si no?

La exclamación de asombro que siguió por parte de Bill obedeció a aquella frase, pero también a la salida de Tom de su cuerpo, quien no perdió oportunidad en tenderse a su lado y abrazarlo para después aclarar la confusión.

—Natalie llamó y me reveló lo de tu invitación personalizada a la semana de la moda.

—Oh.

—¿No pensabas contármelo?

—Sí, pero… no sabía cómo.

—¿Y tenías planeado seducirme para así conseguir que fuera contigo por dos semanas más a Berlín?

—En realidad… —Bill le dedicó una mirada tímida—. Iba a proponerte el ir yo solo y así no interferir con tu tiempo en Hamburg. Por supuesto que te lo iba a compensar como me lo pidieras y-…

—¿Sorprenderme frente al fuego y desnudo era parte de ese plan?

—Algo así… —Pausa—. ¿Funcionó aunque sea un poco?

—Algo así —replicó Tom con una media sonrisa y haciendo gala de su carácter relajado para tranquilizarlo—. La verdad es que tenía intenciones de apenas entrar y proponerte que fuera yo ese +1 en tu invitación, pero luego te vi y… Lo olvidé.

—¿O sea que vas a acompañarme a Berlín por dos semanas más?

—Si tú quieres…

—Quiero, es sólo que… Pude haberme ahorrado este tonto plan para convencerte y-… ¡Oh! —Se quejó cuando Tom le propinó la tercera nalgada de la noche para hacerlo callar.

—Nada de tonto, que ha tenido sus ventajas… —Y para enfatizar su punto, guió un dedo por la hendidura de Bill hasta tocar su sensible abertura, en donde un poco de humedad permanecía y delataba lo que habían hecho. Y que de vuelta, estaban por hacer…

Que ya fuera Berlín o Hamburg, lo que contaba no era la locación, sino la compañía, y de ello podían dar fe Bill y Tom, que envueltos en un nuevo abrazo, se dispusieron a corroborarlo una vez más.

 

/*/*/*/*


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).