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Danke por Melu102

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Notas del capitulo:

Holu~ aquí toi yo trayendo con ustedes el capítulo número treinta y dos de esta gran pequeña historia XD

Que lo disfruten~

Edward despertó con pereza al sentir el sol colarse por las cortinas de su ventana. Un alivio inmenso recorrió todo su cuerpo al saber que se encontraba descansando en su cama, en su casa. Posó el brazo izquierdo sobre sus ojos y suspiró, notando al instante un peso inusual sobre su estómago. Al quitarse el brazo de la vista, notó la pequeña bola blanca y peluda que descansaba sin ninguna preocupación sobre él.

   -¡¿EEEEEEHH?! – El grito del rubio resonó por todos los rincones de la casa, alertando también a cierto chico que se encontraba haciendo el desayuno, el cual, al escuchar el alarido de su hermano, subió rápidamente las escaleras.

   -¡¡Nii-san!! ¿¡Que pasó!? – Preguntó agitado al llegar hasta allí. En cuanto notó a la minina en el regazo del mayor, soltó una risa tan potente como el anterior grito.

   -¡¿De que estas riendo Al?! ¿Qué hace esta cosa en mi cama?

   -Lo siento, hasta que me desperté, estuvo durmiendo conmigo. – Respondió él entre risas, quitándose con el dedo índice la pequeña lagrimilla que se asomaba por su ojo. –Supongo que solo quería un poco de compañía. – Terminó, con una sonrisa en su rostro, sonrisa que Edward no podía ignorar, ni tampoco enojarse con el animal, por lo que, dando un suspiro, acarició el lomo de la gata, causando que esta ronronease. –El desayuno estará listo en unos minutos, ¿Bajas? – Preguntó, mientras el rubio dejaba de acariciar a la minina y asentía con una sonrisa, como respuesta recibió otra por parte de su hermano, quien desapareció luego por el umbral de la puerta.

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   -Entonces ¿Vas a llevar el perro al cuartel? – Preguntó el menor, mientras tomaba su taza de café y la llevaba a su boca.

   -Si… Debo llevarlo cuanto antes, es mejor que me lo quite lo más rápido posible de encima. – Respondió Ed, dándole una gran mordida a la tostada que tomaba su mano derecha.

   -Ya veo… - Dijo el castaño, girando su vista hacia la caja envuelta con una manta a un lado de la mesa, la cual contenía en su interior al bendito perro.

     -Eh… - Acotó Ed con algo de confusión. Alphonse divisó entonces su vista en Meeko, quien en ese momento se encontraba al lado de su hermano. Estiraba su patita hacia el regazo de este mientras maullaba con insistencia. -¿Qué pasa Meeko? – Preguntó el rubio con una sonrisa, al notar lo que la minina miraba con tanto anhelo entrecerró sus ojos, mientras al mismo tiempo tomaba su tostada y la quitaba de la vista de Meeko. –Ah no… ni lo sueñes… - Dijo, con un falso enojo, viendo como la minina maullaba cada vez más fuerte y ahora apoyaba sus dos patitas sobre el regazo del mayor. –Ashh… Está bien. Toma. 

   La gata tomó con su boca la tostada que se le entregaba y retiró las patitas de las piernas de Ed, para luego acostarse en el suelo a comer lo recién obtenido. Alphonse sonrió, le alegraba que su hermano se llevase bien con Meeko.

   -Bueno… - Acotó el mayor mientras le daba el ultimo sorbo a su café y se levantaba de la mesa, tomando la caja entre sus manos. –Me voy.

   -Saluda al General y a la Teniente Coronel si llegas a verlos, también al Führer por favor. -  Expresó animado Alphonse, recibiendo una caricia a sus cabellos como respuesta.

   -Claro. – Respondió Ed luego de un rato, dirigiéndose a la puerta. –Nos vemos Al, Meeko.

   La puerta se cerró tras del rubio, y la minina soltó un pequeño maullido. Alphonse suspiró, bajando su cabeza, tratando de calmar la vista que se le nublaba con insistencia. Con ambas manos tomó su cabeza y cerró sus ojos con fuerza. Agitado, sentía perfectamente como cada latido que emitía su corazón dolía con más fuerza y presión.

   “Acepta la realidad, Alphonse Elric. No puedes engañarte a ti mismo, y lo sabes.”

   Palabras simples para él, palabras que desde aquel momento en que fueron emitidas, comenzaron a resonar en sus oídos sin descanso hasta incluso ahora. Porque por varios meses lo había estado sintiendo como solo casualidades, pero aquel ser le había dicho la verdad, la cruel y martirizante verdad que todo este tiempo le estuvo esquivando, desviándole cada vez que la veía a la cara.

   -Meow…

   Un maullido lo sacó de sus pensamientos casi como si de una salvación se tratase. Miró hacia el suelo, divisando al animal que se paseaba entre sus piernas con insistencia, preocupación, tal vez.

   -Estoy bien Meeko, tranquila. – Expresó, mientras con una de sus manos acariciaba a la gata, la cual volvía a emitir un maullido, ronroneando luego. –Estoy… Bien.

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   -¡Fantástico, Coronel Edward Elric! – Tanto Edward como un abrumado Roy Mustang, miraban con una sonrisa forzada a un feliz Dussek, quien movía de un lado a otro el perro como si de un juguete se tratase. -¡Muchísimas gracias a ustedes, su trabajo será muy bien reconocido! – Edward frunció el ceño ¿Acaso se refería a Mustang con el “ustedes? – Tanto a ti como a Alphonse, fueron de gran ayuda. – Volvió a decir el robusto hombre, haciendo suspirar de alivio al mayor de los Elric.

   Mientras Dussek se disponía a salir para dejar al dichoso perro en su lugar desconocido, Edward dejó de sonreír para enfrentarse a Roy con molestia.

   -¿Qué se supone que estás haciendo aquí Ex-Coronel fracasado? – Preguntó con una sonrisa antipática decorando su rostro.

   -¿Pues qué crees? Haciendo presencia y acompañando a mi subordinado como todo buen General que soy. – Respondió el moreno, inflando el pecho y acomodando el cuello de su uniforme con orgullo. 

   -¿¡Qué!? ¡Si lo único que estás buscando es ascender ocultándote bajo mis misiones pedazo de tramposo! – Expresó totalmente enojado el rubio, haciendo reír a Mustang con alegría. 

   -¡En este mundo es engañar y ser engañado, enano!

   -¿¡¿¡A QUIEN LE ESTAS DICIENDO PULGA MICROSCOPICA QUE NO MURIÓ A CAUSA DE QUE ERA TAN PEQUEÑO QUE LAS QUIMERAS NI SIQUIERA PODÍAN ENCONTRARLO EHHHH!?!? – Gritó con fuerza el coronel, haciendo reír aun as fuerte al moreno, obligándolo a sostenerse el estómago por la risa.

   -¡¡Todo está arreglado muchachos!! ¡Pueden irse! – Interrumpió Dussek mientras volvía por el lugar de donde se había dirigido antes para llevar al perro a quien sabe dónde. – Ah, olvidé preguntar… ¿Cómo se encuentra su hermano, Coronel Elric? – Preguntó entonces, amistosamente.

   -Ah… Bien, ¿Por qué la pregunta?

   -Oh, por nada. Solo me gusta saber sobre las personas cercanas a mis subordinados, nada en especial, ya sabe. – Respondió el señor robusto, levantando su mano derecha y guiándola hacia su cabeza, algo sonriente. – Bien, nos vemos en unos días, muchachos. – Dijo entonces, retirándose por su lado, mientras los dos restantes levantaban su mano derecha en señal de saludo.

   -Acero ¿Quieres que te llevemos? – Preguntó Roy luego de un rato. La palabra “Llevemos” extrañó al rubio, hasta que notó que parada en la puerta del coche perteneciente al moreno se encontraba la Teniente Coronel, saludando amablemente con su mano. Edward le devolvió el gesto y luego negó la propuesta de Mustang.

   -No, está bien. Estoy cerca de casa. – Alegó, sonriendo.

   -Bien, nos vemos entonces.

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   Alphonse se encontraba sentado sobre uno de los sillones de la casa. Sujetaba un libro con su mano izquierda, completamente concentrado en él, leyéndolo y a la vez no. Pasaba las páginas y leía cada palabra, pero ninguna era capaz de quedarse menos de un milisegundo en su mente, era como si no pudiese procesar ni una sola frase de lo que el libro estaba comentando, pero aun así él leía, sin entender absolutamente nada y con un dolo de cabeza que se hacía demasiado evidente en su interior y le punzaba con fuerza.

   La puerta se abrió entonces, dejando ver en el umbral a su hermano Edward, quien con una sonrisa en su rostro saludó alegremente. Alphonse dejó el libro que no había tenido importancia en ningún momento y saludó también.

   -¿Qué lees? – Preguntó el mayor sentándose junto a su hermano, este sólo miró el libro con algo de curiosidad, para luego volver a mirar a su hermano y negar con la cabeza.

   -Realmente ni yo lo sé, no he podido concentrarme. – Dijo entonces, causando una pequeña risa en el rubio. Quien luego de unos segundos se levantó, dirigiéndose al baño.

   -¿¡QUEEEE!?

   Alphonse se levantó del sofá con preocupación ante el grito de su hermano, cuando por fin llegó allí, lo que ambos hermanos vieron en ese momento los dejó como si estuviesen hechos de piedra.

   Allí, sobre el retrete, se encontraba la minina un tanto inclinada hacia atrás, tanto Ed como Al parpadearon perplejos, mientras el animal soltaba un pequeño maullido y saltaba del retrete hacia el suelo, abandonando el lugar.

   El mayor estiró solo un poco su cabeza hacia adelante, notando que dentro del dicho anteriormente, se encontraban las necesidades de la gata. Una gota de sudor resbaló por la frente del rubio, no pudiendo creer lo que veía.

   -Parece que… no tendré que enseñarle a usar la caja de arena… - Expresó el menor con algo de gracia en sus palabras, girando y retirándose también del lugar, un tanto sorprendido.

   -¿Pero qué diablos pasa en esta casa? – Acotó Ed hacia el aire y más para él que para cualquier otra persona en especial. Soltó un suspiro, tener animales era toda una aventura.

Notas finales:

Ahh~ los gatos.

Saben, yo tenía una amiga que tenía un gato, que hacia sus necesidades en el retrete del baño. Cuando le pregunté que había hecho para que su gato hiciese aquello, ella me respondió que no había hecho nada, que un día lo empezó a hacer de esa forma y así quedó. No volví a dormir bien desde esa noche (? XDD

En fin~ espero que les haya gustado, se los quiere~

¡Nos vemos en el próximo! 


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