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Luces navideñas por Scheidl

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Notas del capitulo:

¡Cumplí con el segundo drabble!

Drabble no. 2

Decoraciones de la ciudad

El universo le daba señales para joderlo. Estaba seguro de eso.

Para Hiro, las horas pasaron tan rápidas y tortuosas como cera derretida. Se desfiguraron a horas estresantes, entregas y envolturas, conteos efímeros, escuchar las quejas y los regalos mal hechos. Preguntas sobre los intercambios, limpiar los pasillos y acomodar los desastres.

Lo más tranquilo que le había pasado en estos días estaba sucediendo en este instante, en el instante justo que estaba por terminar su turno.

—¿Qué color sería bueno?

La anciana habló preocupada, con sus lentes bajándose por el puente de su nariz al pasear la vieja mirada de un lado a otro, sus pálidas manos sujetaron los dos materiales de la que se encontraba indecisa. Luego, levantó la mirada, sonriendo a su solución; Solución que estaba vestido de un delantal verde, ojos cansados y una expresión de fastidia.

—¿Podrías ayudarme? —habló, mientras los pliegues de estrepitosos rodaron sobre la vitrina de vidrio hasta la orilla.

Hiro estaba a punto de responder que no, pero luego código de ética y la gerente Cass resonó en su oído, diciéndole que tenía que ser un buen cajero, maldita sea. Se obligó a si mismo a formar una sonrisa quebrada por el fastidio, rebuscando entre sus podridos gustos navideños la respuesta ideal.

Esto era uno de los peores momentos, tener que atender a alguien a cinco minutos de acabar su jornada laboral. Hiro estaba a punto de pegarse varias veces contra la mesa por la respuesta tan ralentizada de ésta.

—Me gusta el color rojo, es algo que usa en la navidad, además es pasión —masculló una voz ajena, recordandole al Hamada que había un bichito nuevo, uno que tendría que atender después. Maravilloso —También puedes añadir unos moños. Estoy seguro que quedarán muy bien —sonrió, a lo que vieja respondió el mismo gesto con tranquilidad.

—Viene incluido junto a las tijeras, señora —Hiro respondió cansado, despachó a la señora, despidiéndose de ella con una sonrisa.

Hiro había ignorado el extraño inquilino, mirando de soslayo el reloj y los cinco minutos que faltaban para poder cerrar al fin la tienda, el sujeto que antes había hablado se acercó a la anciana, ofreciéndole su mano para acompañarla hasta la puerta.

Lo observó encaminar hasta el umbral cubierto de nieve, luego regresó hacia él, Hiro pudo por fin identificarlo como el sujeto que hace unos horas había olvidado su cartera, la cuál estaba humildemente resguardada en la parte de abajo.

—¿Ya ibas a cerrar? —preguntó, estaba jadeando como si hubiera estado corriendo entre el frío y la nieve.

—Algo así.

—¡No me digas eso!

—Lo siento...

Y hubo un choque, un sonido estruendoso de algo colapsar, Hiro miró a la misma persona de ahorita pegada contra el vidrio. Exclamando en agonía de que seguramente iba a recibir un chanclazo al llegar a caso, que estaba acabado.

Hiro lo miró deprimirse alrededor de diez segundos, todavía le daba miradas al reloj que no fallaba en su horario. Se arrepentiría de ésto, estaba seguro de ésto, pero...¿podría ser un regalo de navidad?

—Bueno...No sé si sirve —murmuró, dudando en si seguir hablando o no por la deprimente escena enfrente de él —, pero todavía tengo tus pedidos, y tu cartera. —y después de remover las cosas debajo de la caja, sacó los cilindros de papel.

—¡¿En serio?! —recuperó su forma de un brinco — ¡Eso es justa —estampó ambas manos sobre la plataforma, Hiro retrocedió por el impacto. —¡Gracias! ...—enfocó la mirada en el gafette que adornaba la camisa del nipon —¡Hiro! ¡Hiro Hamada!

—Em...de nada.

No lo quiso decir, no lo quiso hacer, no lo quiso admitir.

La sonrisa del chico le había contagiado de crear una propia.

—Oye ...—éste volvió hablar —, tengo más compras que hacer —eso Hiro lo sabía, pero no quería sonar como un acosador y decirle que leyó todos los datos de su cartera.

El chico se veía tímido, como si le estuviera proponiendo algo indecoroso, jugaba con los rollos de papel decorativos al hacerlos girar de un extremo a otro. Hiro, esperó paciente a que se animará a hablar.

—Me preguntaba... ¿puedo venir mañana? Hace falta comprar algunas cosas y además pondrán las decoraciones de la ciudad, ¡ponen un enorme muñeco de peluche! ¡Me gustaría verlo! ¿te gustaría venir? Claro, claro, después de tu descanso si no es molestia ...¡Es si tú quieres! Diablos...¡Me estoy poniendo nervioso! ...El punto...¿si quieres venir? —preguntó con la mirada gacha, con confianza, como si no acababan de conocerse hace diez minutos y llevaban toda una vida detrás de la vitrina.

Hiro supuso que ver luces estrepitosas, villancicos agudos y monos de nieves mal hechos entre una multitud aglomerada de personas irritantes.

—Suena divertido...

Notas finales:

Gracias por leer hasta aquí! 


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