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Luces navideñas por Scheidl

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Notas del capitulo:

Me encanta escribir de ellos, creo que es tan fácil escribir de ellos como el TodoDeku o el KuroLaw.

Villancicos.

By KellenHakuen

Si existía una pausa temporal creada por los dioses y cantada por los ángeles, esa era su almuerzo. Era el único momento existente entre el universo y el tiempo dónde Hiro podía probar la puerta del Valhalla de la libertad.Dónde los dioses lo saludaban y el olimpo lo esperaba con un feo almuerzo y una hora libre.

Ahí estaba, la oportunidad perfecta de disfrutar de su salado Sandiwch (cortesía de la Tía Cass) y su refresco tibio, dexonerarse un poco de su papel como cajero. Quizá comprarse una bolsa de gomitas de la maquina expendedora y de pasar el resto de su hora mirando a las personas pasar desde una mesa de metal del centro comercial.

—¿Cuál es tu villancico favorito?

Ahí estaba, la oportunidad perfecta para que el Rivera arruinará de nuevo su hora de descanso y no dejarle disfrutar de su aburrido descanso.

—El de...déjame disfrutar mi hora del almuerzo.

—No había necesidad de poner una respuesta tan agresiva —contestó desganado, arrellanándose sobre la mesa y mirándole desde aquella posición.

Con la ceja arqueada, Hiro comenzó a preguntarse cuándo fue el instante en que el Rivera había comenzado a pegarsele todo el rato.

Ah, esperen, desde que aceptó aquella invitación para ir a ver unas aburridas decoraciones de la ciudad. Aunque se había divertido ese día, mirándole ser atorado en la nieve e imitando la maniobra de un pinquino, Hiro no creyó volver a toparse con él más que fueran en las próximas compras navideñas, y esta vez, él siendo un cliente y él un cajero.

Lamentablemente el Rivera tenía otras planes a futuro que lo incluían a él en la lista.

—Ya en serio, ¿cuál es tu villancico favorito? —contestó, dándole una casual mordisco al sandiwch, Hiro supuso que había usurpado la otra mitad de su plato.

—Jingle bells

Miguel escupió unas migajas al querer cubrirse la risa, fallo en su intentó puesto que algunos trozos cayeron sobre un muy asqueado Hamada. Puso ambas manos sobre la boca, intentando apagar la carcajada maníaca que salía, Hiro muy ofendido, dejó el resto de su almuerzo y lo miró molesto, limpiándose el resto de la comida extra.

—¿En serio? —Miguel guardó el resto de su risa, aguardándole en lo más profundo de él.

—¿Qué tiene de malo? —Ya que, él consideraba la canción muy buena para gusto de todos. Inclusive le gustaba ponerla cuándo decoraba el café con su tía.

—Es demasiado alegre para ser tú.

—Pues ya lo consideró un clásico —se defendió —, y aunque no se noté, lo considero una canción muy navideña. De hecho, para mí es...

—¿Te gustaría acompañarme a cantar villancicos?

Hiro cerró la boca, parpadeando una vez.

—¿Qué?

Hiro ya no supo porqué sorprenderse, por la invitación tan abrupta o el hecho de que lo interrumpiera cuando él estaba hablando.

Ambos quedaron en silencio, uno estaba avergonzado, y el otro, bueno, estaba enojado por el hecho de haber sido reprimido.

—Dame una razón para ir —respondió divertido, rompiendo el ambiente tenso con ese comentario traviesa, el lonche había sido olvidado.

Ahora su atención estaba en el chico de su lado que se había removido de un lado a otro hasta que escuchó su respuesta. Miguel quedó en silencio, Hiro jugó con su refresco de lata al rodarlo en su mano, luego, el chico osado le respondió con el mismo gesto pedante que él.

—¿Una apuesta? —tanteó, mientras apoyaba la mano sobre la mesa para darse una imagen. Cómo si estuviera negociando con un agente importante—, Adivina qué villancico que me gusta a mí.

Hiro dibujó una sonrisa en sus labios, hizo a un lado su plato viejo y ahora si, estaba concentrado en él.

—¿Si gano?

—Yo pago tu almuerzo.

—¿Si pierdo?

—Vas conmigo a cantar unos villancicos en el karaoke en tu próximo descanso.

Le dio una mirada de nuevo a su oponente enfrente de él; Sencillo y torpe.

No hacía falta usar su ingenio para saber que a él le ha de gusta una canción tan simplona como la de blanca navidad o alguna cosa así.

Se veía demasiado seguro de ganar, incrementó su propia confianza en él; adoraba romper ese tipo de expresiones en la gente que lo subestimaba.

—Aceptó.

Porque por supuesto, a él le gustaba ganar.

Pero hoy no fue una de esas.

Notas finales:

¡Gracias por leer hasta aquí!


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