Un ambiente frío se percibía en las calles. Personas andando de un lado a otro con los brazos repletos de compras, cajas, bolsas y vasos llenos de café o chocolate caliente entre manos enguantadas. Una ligera nevada cubría los alrededores, posando una delgada manta de color blanco sobre los edificios. Alrededor se escuchaban villancicos, tintineos, el alarido del cúmulo de quienes aún les preocupaba lo cercana que se hallaba la fecha tan esperada o sólo los que deseaban salir un poco, disfrutar de las decoraciones y luces.
Hallarse fuera de la academia era extraño. Sin chicos con súper poderes, mascotas poco comunes, atuendos llamativos o pieles de colores estrafalarios. Ni siquiera la constante amenaza de un nuevo problema del que se tuviesen que encargar. Nada de eso, únicamente un breve momento de tranquilidad.
Jan había organizado un intercambio navideño, algo que uniese a los nuevos y primeros estudiantes, puesto que ahora la Academia de los Vengadores había crecido en demasía el último año. Todos se encontraban literalmente obligados a participar, pues Avispa se tomaba muy en serio las festividades y nadie quería verla molesta. No es que a muchos les disgustara celebrar, pero aún no se divisaba una verdadera unión entre cada uno… empezando por Loki.
Fury había puesto a disposición el helicarrier y Odín el Bifröst, a los estudiantes que desearan estar con sus familias durante las celebraciones. No todos tenían un lugar al cual ir, la academia era su hogar, por lo que la mayoría se separaría hasta que diesen inicio nuevamente las clases u otra invasión apareciera. Mientras tanto, los alumnos podían entrar y salir, organizando su partida hacia las vacaciones o simplemente para cambiar momentáneamente de ambiente. Convivir con los midgardianos y sus costumbres, lo llamaba Thor. Así como el conseguir un buen obsequio que no hiciera enfurecer a quien se lo daría, soportando una larga temporada de recriminación, bromas o directamente una venganza con sus habilidades.
Como era de esperar, no todos apreciaban la persona a quien le tocó, eligiendo el obsequio más genérico o estando dispuestos a observar la cara de horror al abrir el regalo notando que era una muy mala broma.
Tony había optado por envolver un muy generoso fajo de billetes en papel brillante y un moño, la decisión la había tomado incluso antes de saber el nombre de a quién debería obsequiar. Aunque planeaba dar un buen regalo a su círculo más cercano de amigos. Jan tendría un muy costoso atuendo invernal, Pepper una nueva tableta holográfica, Rodhey una actualización para su armadura, Jarvis un muy merecido descanso, Bruce una bata de laboratorio, Peter un mejor lanzador de telarañas… y la lista seguía.
Había muchas compras por realizar.
A su vez, su reciente novio necesitaba de sugerencias para lo que iba a obsequiar.
—Tony, realmente no sé qué podamos conseguir en este centro comercial que pueda gustarle. Ni siquiera hablamos. —Suspiró Steve, con el castaño tomándole del brazo.
—Estudia leyes, podrías darle un libro sobre eso. —Respondió Tony aún emocionado por las iluminaciones, pequeños drones de juguete y el aroma a café que parecía estar presente en casi todos los locales.
—Matt es ciego. —Refunfuñó el Capitán ante la poca atención que prestaba el mecánico por su problema.
—¿Cómo lo sabes? Está ahí con su kung fu o lo que sea y coqueteando con Potts. Dudo que no pueda ver. —Giró el rostro hacia Rogers. En otro tiempo aquel comentario habría hecho molestar al rubio, pero desde que salían había aprendido a interpretar las bromas de Tony con mayor calma, respondiéndole con una sonrisa.
—Bien. Admito que es sospechoso, pero el resto de los sentidos se desarrolla mejor en ausencia de uno. Tú debes saberlo mejor que yo, Stark.
—Lo sé. Sólo quería hacerte molestar por mis celos hacia Pep. —Tony le observó con un ligero puchero en los labios, a lo cual reaccionó Steve con el ceño fruncido.
—Te encanta tentar a la muerte.— Evitó mirarlo a los ojos, sabía que caería.
—Y tú eres cada vez más difícil de hacer enfadar desde…
—…desde que somos pareja. —Volvió finalmente el buen ánimo de Steve.
—Le quitas la diversión a todo, anciano. —Tony soltó su brazo, alejándose unos pasos.
Steve tomó eso como un reto, apresurándose a tomarlo por la cintura en un fuerte abrazo, deteniéndose ambos en uno de los anchos pasillos. —Y tú te quejas por todo.
El mecánico no pudo evitar sentirse mejor con aquella muestra de afecto. Observó los aparadores alrededor sin soltarse del agarre. —Te ayudaré con el regalo para Murdock, si después vamos a tomar algo caliente. Estoy helando.
—Te dije que consiguieras algo más que esa bufanda, Tony. — Steve tomó de sus manos, deslizándolas hacia arriba y comenzando a frotarlas.
—No todos tenemos suero de súper soldado que evite que nos congelemos. —Intentó dar unos cuantos pasos hacia delante.
—Incluso yo siento frío, es por eso que no voy a soltarte, Tony. Bucky es el que resiste mejor este clima.
—Hablando de James… ¿Qué vas a obsequiarle? —Cuestionó curioso el castaño.
—Pensaba en cuerdas para su guitarra. Él quería que jugáramos hockey en Central Park como su regalo, pero le dije que estaba ocupado. —Tony se separó de nuevo, esta vez con una expresión de sorpresa y evidente satisfacción. Steve rio levemente ante tal gesto. —Llevaría a Nat y prefiero salir contigo a patinar que ver sus intentos de impresionarla. Incluso si llevara a Sam, ambos no dejarían de hablar de Romanoff y Kamala.
—¿Así que no planeabas invitarme a mí? —Stark arqueó una ceja.
—Con tu armadura les ganarías fácilmente. ¿Qué hay de divertido en eso?
—Verías a tu ardiente novio vencer a tus amigos.
Steve sólo atinó a reír moviendo lado a lado su cabeza. —Apresurémonos, está anocheciendo y no quiero que te dé un resfriado.
—Como ordene, Capipaleta.
Continuaron observando distintas tiendas, esta vez tomados de las manos. Juguetes, ropa, aparatos electrónicos, pero nada. Steve se estaba dando por vencido y Tony sólo prestaba atención a lo que le gustaba, terminando en comprar demás presentes para los Guardianes de la Galaxia y Asgardianas.
—Estoy exhausto…
—Este motor va a encantarle a Rocket y los audífonos inhalámbricos a Quill. Espero que Sif no tenga ya una chaqueta como esta. —Tony estaba más que feliz con lo que había conseguido, haciendo que Steve cargase con todo.
—Tony… ya es muy tarde y no he hallado nada.
El millonario suspiró, meditando un segundo lo que podría darle. —Unas nuevas gafas. Las suyas son muy anticuadas. Lentes redondos que parecen de los 60´s.
—¡Tony! —Stark se sobresaltó por su repentino alce en la voz, creyendo que estaría enfadado, pero era todo lo contrario. —¿Por qué no lo dijiste antes?
—También debía pensar en qué compras hacer.
El Capitán le llevó a una tienda de accesorios, eligiendo un par que fuesen del estilo de Matt, cristal rojo. Ahí mismo envolvieron y llevó junto a la pila de obsequios que había conseguido Stark.
—Vamos por tu café, Tony.
La cantidad de personas había aumentado, una ventisca más agresiva había obligado a las personas del exterior a resguardarse y buscar bebidas calientes. El Capitán esperó fuera de la cafetería, cuidando de las decenas de bolsas y paquetes mientras Tony se aventuraba a entrar y lograr salir ileso con su bebida. Se sintió aliviado cuando le observó salir.
—Prefiero enfrentarme a Chitauris o agentes A.I.M. antes de volver ahí. Demasiadas personas, ya no tengo frío.
Steve no pudo evitar reír, acompañándolo a una banca cercana frente al gran árbol de Navidad central que recién se había desocupado por una familia con tres niños.
—¿Crees que Jarvis pueda venir por nosotros?
—Pensé que preferías el confiable tren subterráneo, Stevie. — Levantó la cobertura plástica de su vaso, haciendo visible el vapor contrastante del líquido.
—No voy a llevar todo esto a la academia, apenas si puedo caminar.
—Llamaré a Jar. —Dio un sorbo a su café antes de enviar un mensaje a su IA.
El rubio le observó con una sonrisa, pensando en que bajo cualquier otra circunstancia era mejor haber pasado el estrés de las compras junto a él.
—Tony…—Llamó al genio en un tono casi audible. En cuanto alzó la mirada, atrapó sus labios en un suave beso lleno de cariño. Las luces, el estruendo de las voces y pasos, canciones y el azote de la nieve contra los ventanales, nada existía más que ellos dos. —No te lo había dicho antes, pero… Feliz Navidad.
Tony le observó con un ligero sonrojo, sin saber qué responder por un breve momento. —Feliz Navidad, Steve. —Devolvió el beso en un ligero roce, susurrando contra sus labios. —Espero que no hayas olvidado mi regalo. El tuyo está entre esas bolsas. —Señaló con la mirada una de color azul con moño plateado, a la par que Steve le observaba como si le hubiesen dado con un balde de agua fría.
—Tony…