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Límite por SumTheHeaven

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Notas del capitulo:

No hay mucho que decir hoy, ¡contenido Kaishin seguido! Espero lo disfruten><

 

III — Parte.

 

Shinichi oyó una risa tras de él. No podía respirar, afirmando su pecho en un intento vano de que su corazón reaccionase y actuase con normalidad. Intentó que sus pies funcionasen para poder huir, pero no lo consiguió. Los dueños de las risas aparecieron ante él, aterrándolo. De esta forma era verdad que sería incapaz de defenderse, no podía siquiera mantener su rostro en alto. Las risas volvieron a chillar cerca de su oído. Ahora entendía las preocupaciones de Hakuba. En este instituto eran menos considerados y él aún no había tenido la oportunidad de demostrarle a los demás que no era un omega débil.

Las otras dos figuras no tardaron en descender hasta quedar a su altura, con una sonrisa de burla, de aquellas que Kudo no podía más que despreciar.

Se lanzaron hasta él de forma maniática, arrebatándole inmediatamente la bufanda y descubriendo su boca, la que soltaba pequeños suspiros de desespero. Estaba necesitado y jodido. Dios, nunca en su vida experimentó una vergüenza como ésta.

—Mira qué tenemos aquí... —empezó uno de ellos. Shinichi repasaba en su mente la forma estúpida en que este monólogo continuaría. Típico. —¿Un omega en su época? Increíble.

—Parece que este aún no aprende... —continuó el otro, agarrándole de la camisa para comenzar a desabrocharle uno de los botones.

Kudo colocó una de sus manos sobre la del chico, en un intento de quitarse la mano que estaba encima del botón. Por supuesto, su fuerza era nula y no logró más que sonrojar al chico, que se quedó prendado de la expresión excitante que delataba el rostro de Shinichi. La saliva casi se desprendía del borde de su labio inferior y sus mejillas no habían cambiado su color rojizo.

—Creo que será una buena presa —aseguró, terminando de desabrocharle la camisa y repasar con sus manos la nívea piel bajo sus manos, la piel de Shinichi. Este se sintió sucio cuando esas manos comenzaban a acercarse a zonas erógenas, y el tacto aunque se sentía bien, provenía de gente que solo le provocaba repulsión. Sus pezones fueron los primeros en ser asaltados.

—Este sin duda luce genial. —murmuró el más alto, que permanecía un poco más alejado mirando como su compañero atacaba aquella parte tan placentera de Shinichi. La belleza del detective embelesaba. 

—¡De-detente! —exclamó con un poco de desesperación en sus acuosos ojos. Él no olvidaría esto, incluso si no salía bien parado, juraba a sí mismo que los saldría a buscar y los destazaría pieza por pieza. 

Con sus manos empujó torpemente la cabeza del otro que se había pegado a su pecho, pero el alfa parecía desesperado por devorarle.

Maldición.

Kuroba estaba al borde de las taquillas, un poco paralizado. Hacía solo un segundo había llegado y sentía los aromas mezclándose para llegar a él. Algo en su interior encendía llamas de ira y como su expresión se retorcía al entender que el aroma dulce que desprendía el aire era de Shinichi Kudo. Iba a matar a esos tipos, no dudaría en ese momento. 

Aunque alguien más se adelantó.

—¡Ustedes son unos idiotas! —la voz de Hakuba perturbó el ambiente, y Shinichi, quién había permanecido esquivo y alejando su mirada, recién se fijó en la presencia nueva que ahí estaba. Saguru les miraba con una expresión de infinito enojo plantada en todo su rostro, al borde de un colapso.

Shinichi tenía solo la cabeza apoyada contra la taquillera, pues el resto de su cuerpo estaba en el suelo. La bufanda estaba tirada al lado de su rostro, con las piernas abiertas por el intruso entre ellas y la camisa abierta. El alfa le sujetaba las manos sobre la cabeza para poder retenerle. Hakuba Saguru se adentró rápidamente hasta donde estaban los otros dos, y tomando al más cercano del cabello, lanzando su cuerpo contra el de su compañero alfa. Ambos miraban espavoridos, el detective de Londres era un beta aterrador que no sucumbía ante nadie. 

 —Pretendo ser bien claro al respecto —les dijo Hakuba, mientras se arrodillaba ante ellos para mirarle, de forma que sus miradas asustadizas encontrasen sus ojos amenazantes. —Shinichi no es un juguete, por lo que pueden irse por las buenas o será por las malas.

Ambos chasquearon la lengua y se retiraron. No había más que hacer si Saguru tenía de acogido a Shinichi. Kaito permaneció oculto tras la taquilla, con interés y más que nada porque estaba tan enrabiado que temía ser descubierto.

El detective rubio volteó a mirar a su amigo —Joder, Kudo, te dije que no debías asistir. —le recriminó con expresión cansada. Se masajeó las sienes, puesto que por un momento su rostro solo poseía facciones aterradoras. Shinichi tenía los ojos llorosos. —Sé los peligrosos que son estos tipos. Esto no es Teitan, aquí hay alfas sin escrúpulos. 

—Lo noté. —soltó una pequeña risa, tratando de siquiera sentarse contra los casilleros. El cuerpo le ardía, pero se sentía agotado. Incluso su pantalón había sido desabrochado, pero no tocaron mucho más. 

Hakuba suspiró por última vez antes de acercarse para abotonar su camisa y después el chaleco. Acomodó la bufanda bien sobre su cuello y le levantó, sosteniéndolo por la parte trasera de las rodillas y la espalda, en un vistoso levantamiento al estilo princesa, protagonizado por el detective de Londres quién ahora lucía una expresión un poco más relajada y tranquila. Shinichi sintió un leve sonrojo en sus mejillas, pero se limitó a no decir nada, pues de cualquier forma él no era capaz de caminar. 

Hakuba sintió una presencia a sus espaldas y solo rió. Entonces, ¿no había sido el único con intención de defenderle?

—Kudo, ¿no notas el aroma dulce qué desprendes? —le cuestionó, con su rostro tan cercano al sonrojado de Shinichi. Este negó con la cabeza, un poco confundido. —Joder, vas a cautivar a toda la preparatoria si sigues así —recriminó, tomando como pudo el bolso de Kudo y el propio, para poder llevarlo fuera. 

—No puedo evitarlo, lo sabes. —hizo un puchero el detective, sujetándose al cuello de Hakuba para evitar caer. —No es como si voluntariamente buscara ser violado por todos los estúpidos alfas.

—Eres incorregible —se lamentó el rubio, caminando hasta su auto, donde la nana le esperaba. —Y aunque no te lo buscases, salir con tu aroma esparciéndose por todas partes es una forma muy efectiva de tener sexo, si es lo que quieres. 

—Gracias por la explicación explícita, Saguru. —dijo, picándole con su nombre también. El de Londres rió bajo, sentándolo en los asientos traseros apenas pudo. Shinichi tenía una apariencia sexy en general, con su aura misteriosa, sus ojos afilados y su cabello estilizado. Todo en él delataba sensualidad, pero en su estado actual solo se veía más frágil, lo que incluso estaba confundiendo un poco a Hakuba.

—No hay de qué, ten más cuidado. —le dijo, antes de cerrar la puerta para poder ir hasta el otro lado. El auto comenzó a marchar inmediatamente, y ahí, en el final de la edificación, pudo observar la figura de Kuroba mirándole sin expresión. 

Hakuba se había vuelto un amigo de confianza, pero aún le avergonzaba ser visto de esta manera, pues el único con el que no tenía pudor alguno de sus amigos era con Hattori. El moreno había estado con él en más ocasiones de las que quería recordar, por lo que incluso si ahora Saguru le había salvado el pellejo, no dejaba de sentirse abrumado por la debilidad que estaba demostrando últimamente. 

—Lo tendré. —correspondió, tomando su bolso para poder tomar los inhibidores, lanzándoselos a la boca. —Estas cosas no funcionaron hoy.

Hakuba permaneció mirando las pastillas, un poco resentido. Aparte de costar extremadamente caras, estaba fallándole.

—¿Te habían fallado antes? —cuestionó con curiosidad, tomando la tira de ellas entre sus manos. La fecha de vencimiento estaba bien, por lo que no tenían motivo de ello. 

—No. —respondió secamente, su mirada afilándose un instante. Había algo sospechoso en su cambio, algo debía estar sucediendo que había provocado que su cuerpo excediese los límites, pero lo encontraba extraño. Él nunca se había relacionado con nadie, no había estado con ningún beta, alfa u omega antes, hasta el momento no sostuvo relaciones amorosas, entonces no comprendía. 

Nunca encontró a su supuesta alma gemela, por lo que su cuerpo no debería reaccionar así.

—¿Quizá haya alguien? —inquirió Saguru, con una pequeña decepción en su interior. Shinichi era malditamente atractivo.

—No la hay... —respondió, pero su abrupto silencio hizo que el otro pensara lo contrario. Bueno, en realidad si hubo una ocasión, pero no fue nada importante. No ahora, al menos. 

—Kudo, por favor, descansa mañana. —rogó Hakuba, cambiando el tema. No quería incomodar o indagar demás en temas del pasado que no le correspondían. 

—Sí, te haré caso esta vez —aseguró, abrazándose a sí mismo y mirando por la ventana. No lograba controlarse, su cuerpo aún estaba caliente.

Era demasiado para él. 

 

 

Hakuba se aseguró de que él entrase a su habitación para abandonar la mansión Kudo. El detective se deslizó por la puerta hasta llegar al suelo, agarrándose la garganta. Soltaba jadeos y pequeños gemidos, desprendiéndose de sus ropas. Era incómodo sentir que todo comenzaba a humedecerse, por lo que quería evitar llegar a ensuciar el uniforme. Su aliento cálido se perdía en su propia palma, la que usaba para cubrir sonidos desvergonzados. Se arrastró como pudo hasta la cama que le pertenecía, con el cuerpo ardiéndole.

Había algo en su cabeza que no dejaba de resonar y que le encendía. Una voz. 

.  .  .

Al día siguiente se levantó temprano. El móvil lo tenía lleno de mensajes de Hakuba que le advertían que no debía ir y que contactaría con toda la preparatoria para sacarle de ahí si lo hacía. Solo suspiró, permitiéndose el lujo de seguir recostado un poco más. Sentía que su cuerpo pesaba más de lo normal, y ahí desnudo bajo sus sábanas no había nada que pudiera incomodarle. 

Su cuerpo aún tenía rastros de fluidos, los que se pegaban a su cuerpo después de una cansina noche. Sabía que debía levantarse y bañarse, para limpiar todos los rastros que delataban su actividad nocturna, pero en su cómoda cama tenía problemas para abandonar esa calidez cómoda. Sencillamente esperó, pensando y considerando factores. Sus pensamientos al inicio se fijaron en el caso que aún tramitaba, pero después se volcaron en su repentino cambio de comportamiento como omega. Habían muchas incógnitas en ambos temas y pocas cosas que considerar que le diesen una respuesta sólida. Odiaba quedarse en la ignorancia o con dudas, pero mientras las horas pasaban y se hacía la idea de que harían los demás en el instituto, él dejaba que su cuerpo se llenase de ese calor tan placentero. 

Joder, otra vez. Shinichi sentía nuevamente la necesidad de tocarse, de sentir ese placer excitante y el lívido culposo. No podía resistirse a las necesidades de su cuerpo, era un maldito animal y era lo que más le desagradaba de su situación actual: actuar meramente por instinto, dejar que su cuerpo se deje llevar solo por la necesidad. 

Arrastró sus manos hasta poder quedarse de pie, cuando un sonrojo furioso invadió su cara y sintió como algo escurría. 

Estaba mal. Muy mal. 

 

 

Kaito sintió una punzada en su pecho cuando el nombre de Shinichi Kudo fue llamado por la profesora y nadie respondió. Todos se asombraron de la ausencia del detective, el que solo asistió tres días con ellos y ya tenía fallos, como Hakuba Saguru. Sin embargo, más que una mirada de preocupación de Aoko, nadie hizo preguntas al respecto de lo que pudo haberle pasado o sí estaba bien o no. Sin duda, lo que el mago sentía era culpa. Sencillamente porque él se quedó inmóvil asombrado por la visión de Shinichi siendo acosado por dos tipos, igual que la última vez. Había tenido un momento de parálisis antes de reaccionar, y esta vez Saguru se le adelantó.

Él quería proteger a Shinichi. 

Apretó los puños furiosamente mientras mordía con demasiada agresividad su palma, la que de no ser por Aoko habría destrozado.

—¡Kaito! —escuchó como la chica chillaba. Era un día frío, toda la clase se asombró cuando la chica mostraba una mirada de preocupación y pánico, levantándose para tomar entre sus manos la de Kuroba.

—¿Qué? —él respondió, no notando como de su boca escurría un poco de sangre, que no pertenecía a uno de sus labios, sino a la piel que arrancó de su mano. Pedazo que se desprendía de su mano y que mostraba parte de su carne. Los demás se vieron asombrados también.

—Nakamori, lleva a Kuroba a la enfermería, por favor. —pidió la demandante voz de la maestra y la chica rápidamente obedeció.

Kaito permaneció en absoluto silencio. Él desconocía totalmente su comportamiento, la forma en que lo desquiciaba cuando el olor de Shinichi huía de él, cuando era tocado por otros y lo que más reventaba su paciencia: La forma en que Kudo se dejó hacer por el detective londienense cuando fue cargado por él. ¡Todo lo volvía loco! Sentía ganas insanas de destrozar todo. 

También de llorar. Kuroba Kaito siempre pensó que él no podría nunca hallar a su alma gemela, y decidió que los géneros y las leyendas no eran para él, que estaba enamorado de Aoko. Qué equivocado estaba. 

Nakamori le curó atentamente, cuidando de no hacer que su mano doliese más de lo que ya lo hacía, dolor que Kaito no notó hasta cuando la chica empezó a curarle, viéndose obligada a desprender ese último pedazo de piel muerta que había sido arrancado por los propios dientes del mago. En cualquier otro momento, Kuroba se habría sonrojado de las atenciones que recibía de esa pequeña y preciosa beta, tan dulce y tierna como siempre lo fue. La chica de la que estuvo enamorado tanto tiempo, pero ahora... No sentía nada. No había nada de ella que le hiciera sentir nervioso o enamorado. Todavía le tenía aprecio, la protegería de ser necesario, pero no había amor romántico para ella.

¿Desde cuándo una persona era capaz de cambiar sus sentimientos en tan poco tiempo?

No lo entendía. 

Su corazón se oprimió dolorosamente en su pecho y extendió una amable sonrisa en señal de agradecimiento por los cuidados de la chica. 

Cuando Aoko se devolvió al salón y le dejó descansar solo en la enfermería, su mirada se tornó vacío y apoyó su rostro contra su mano, cubriendo uno de sus ojos sentando al borde de la cama. Existía una batalla mental dentro suyo, algo difícil de entender incluso para él mismo. Shinichi no podía agradarle de esa manera. No tenía ningún sentido.

¿Cierto? 

Notas finales:

Es un poco raro (?) nos veemos en el siguiente capítulo><


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