Abrázame
Abrázame...Abrázame como sólo tú sabes hacerlo, funde nuestros cuerpos hasta que el calor que nos consume nos robe el último hálito de nuestra respiración. Bésame, muerde mis labios hasta destrozarlos en un roce tan hambriento como la pasión que nos desborda...
Ámame....ámame antes de que la noche concluya, ¡antes de que la ilusión se acabe!, antes de que todo esto que nos mantiene unidos se esfume y debamos separarnos...
...Porque sabemos que está mal, que amar de la forma que lo hacemos es pecado...No sólo por ser un par de hombres, es por...es por todo: por esta forma desquiciada en la que nos queremos...
Pero basta de mirarnos. Vamos, acércate, necesito sentir tu calor sobre mí y mi interior te reclama...Esta locura a la que nos entregamos en este sombrío cuarto me consume en un remolino de sensaciones...en un torbellino de sentimientos que no puedo controlar, algo que ni tu mismo puedes lograr. Eso es lo que pienso cada vez que noto como aquella coraza de hielo con la que te proteges, se derrite tan solo al ser observado por este par de orbes, que como astros, encienden tus más tórridos deseos como yo mismo me rindo ante la belleza de tu marfileña tez y tus hebras doradas -esta vez-, tan suaves y brillosas, que ante la agitación se han pegado a tu frente y logran que un jadeo escape de mis labios y el aliento quede, allí, retenido en mis pulmones, que a punto de colapsar no se atreven a soltar el aire, temiendo talvez que tan sólo de un soplo te desvanezcas.
Pero sonríes, seguramente conciente de mis pensamientos, pues te acercas y me besas con una ternura tan impropia del momento y juntas más nuestros cuerpos a la vez que entrelazas mis manos con las tuyas, sobre mi cabeza, y sigues besándome, introduciendo tu lengua en mi boca, y yo saboreo la dulzura de tu ambrosía. Con mis ojos cerrados, intento imaginar tu gesto...tus delicados rasgos...trato de plasmar todo, la espesura de tus cabellos, lo delicado de tus cejas, tu nariz –pequeña y graciosa- entre tus afilados ojos, el ángulo de tu barbilla, tus labios...esos que ahora se pegan a los míos, tan frágiles a la vista, tan cálidos, tan deseados para mí.
Y mientras me abrazas sigo recreándome en tu figura, en la perfección de tu esbelto y grácil cuello y lo ancho de tu espalda, tan bronceado al contacto de los rayos del sol.
Mi nombre escapa de tus labios, una y otra vez...Casi tantas veces como el tuyo de los míos, y dejo que mis manos caigan descuidadas en tus hombros y me dejo hacer comenzando a desearte nuevamente...¡Deseo que rompas mi realidad de una estocada!, que desgarres mis entrañas, marcándome, grabando en mí nuestro sentir...Una marca tan íntima que sólo tu puedas conocer, una que te nombre mi único dueño, mi amante, mi único compañero...
Entonces es cuando siento la intromisión de tus dedos, es una sensación desconcertante pues no puedo esperar más...Necesito que ingreses en mí. Pero no de esta manera. No. ¡Casi no puedo esperar!, ¡no necesito de estas preparaciones!... Protesto molesto ante el angustiante retraso y luego escucho como ríes, con aquel grave tono que posees, ese que logra que todo mi vello se erice en nuevas descargas eléctricas que se dejan sentir en todo mi cuerpo mientras abro mis ojos para observarte, tan sonriente, acariciando con suavidad mi mejilla, alejando lentamente tus dedos de mi interior que escapan resignados de la calidez que los rodeaba. Tus labios se separan y pronuncias de nuevo aquel “Daisuki”, que tantas veces has dicho en lo que va de la noche, pero extrañamente, este suave susurro golpea con mayor fuerza en mí y mis ojos se humedecen, pero tu secas cualquier lágrima que haya podido bañar mis mejillas, con suaves besos que repartes cariñoso por todo mi rostro a la vez que te unes a mí...Volvemos a ser uno, amor...
Procuras introducirte con sumo cuidado, de una forma tan dulce que casi te desconozco. Pero me siento pleno porque comprendo que has aceptado tus sentimientos, y me abrazas, me acercas más a ti, como si fueras un niño pequeño, mientras das tus primeras embestidas con la misma suavidad...siempre con la misma suavidad. Y toda esa necesidad de querer ser desgarrado se esfuma, porque la seguridad lo colma todo, esa que ahonda en mis pensamientos...Y alzo mis caderas en busca de un contacto más profundo, talvez buscando que un puente se establezca entre nosotros, uno por el cual mis sentimientos fluyan, uno por el cual éstos vuelvan a llegar a tu corazón, así, como cada vez que nos amamos entre estas cuatro paredes, desnudas, como nuestros cuerpos, que poco a poco aumentan la velocidad en su vaivén, sintiéndonos llegar a la cumbre de este placer que puede a llegar a parecerme tan efímero a comparación de la calidez que siempre rodea mi corazón, como ahora o cada vez que tus brazos me envuelven protectores mientras me haces el amor, y aceleras tus caderas, y la fricción en mi interior genera nuevas corrientes en mí, y tu mano ...tu mano se apropia de mi miembro e intenta imitar el movimiento de nuestro roce y mi semilla se derrama entre nuestros vientres con la misma intensidad que la tuya en mi interior, escapándosenos todo el aire al caer por fin rendido sobre mí, tratando de recuperar las fuerzas para separarte aún si tus amantes ojos me dicen que no quieres hacerlo. Y cuando te separas caes de nuevo rendido, esta vez de espaldas a la cama y cierras tus ojos, con una boba sonrisa bailando en tus labios, como haces siempre, y para no perder la costumbre me acuesto sobre tu pecho para escuchar como poco a poco el latir de tu corazón comienza a regularizarse. Y mis párpados se cierran vencidos por el cansancio, acunados por la melodía de tu respirar que se acompasa con mis propios suspiros.
Pero tu no me dejas tranquilo y siento mis lágrimas brotar descontroladas y bañar mis mejillas a la vez que un ahogado gemido escapa de mis labios, luego de que tu colocaras aquel anillo en uno de los dedos de mi temblorosa mano. Y sintiéndome desfallecer, abrí mis ojos, y te contemplé con una sonrisa tan radiante como la tuya, y me lancé a tu cuello, y te abracé dejando que la emoción me desbordara mientras las lágrimas no paran de bajar por mi rostro, bañando tus cabellos. Fue entonces que haciendo acopio de todas tus fuerzas pronunciaste aquellas palabras que graciosas llegaron a mis oídos...
-Supongo que esto es un sí...
“¡Por supuesto...! “, quise decirte, pero solo logré que una suave risa escapara de mis labios antes de besarte.
Abracémonos hasta que la vida se nos vaya y no ocultemos nunca más la locura de nuestro amar.
Abracemos la vida, abracemos el cálido sentimiento de estar juntos al fin...
Abrázame, amor.
.:.Owari.:.