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Amor y otras obsesiones por Syarehn

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Notas del capitulo:

Amado mundo, después de años de desaparición, regreso con algo breve, sencillo y dulzón. Porque lo mejor de la vida es justo así. Espero lo disfruten. 

Género: AU-Moderno

Advertencias: Romántico, Ligero drama

Resumen:  El alcohol no solo ayuda a desahogarse cuando la frustración te sobrepasa, también a decir todo aquello de lo que no hablamos estando sobrios.

DISCUSIONES

 

. »« . 

 

.

 

“And now  I need to know if this is real love or is it just madness  keeping us  afloat.” 

 

Se reprendió por centésima vez en cuanto puso un pie dentro del abarrotado local. El aroma a alcohol, cigarro y sudor entremezclados fueron una nauseabunda bofetada para sus sentidos, aunado al incómodo y constante roce de cuerpos contoneándose torpemente a su alrededor.  

No podía creer que a pesar de todo estuviese allí. ¿En qué jodido momento se había convertido en un idiota dispuesto a ir en busca de Robb Stark cada que éste decidiera tronarle los dedos? Porque no había otra forma de explicar su presencia ese fastidioso sitio siendo ya de las tres de un martes cualquiera, sin mencionar su reticencia natural por los lugares concurridos. Sobre todo después de haber peleado con Robb la tarde anterior.  

«Una pelea más a la colección.» Pensó con ironía, porque de nuevo se habían mandado al carajo mutuamente.  

Suspiró.  

Ya debería estar acostumbrado, es más, ya no debería afectarle. Y aun así, tras cada discusión terminaba con un sabor agrio en la boca del estómago y la creciente necesidad de disculparse, fuera o no su culpa. Eso era lo que más odiaba, porque ¡Carajo! ¡Ni siquiera tenían una relación propiamente dicha! Sí, llevaban meses inmersos en ese juego de salidas esporádicas y sexo casual pero simplemente no terminaba de consolidarse en algo serio. 

En el fondo sabía que ambos estaban siendo demasiado arrogantes. Si dejaran de pelear por nimiedades, si aprendieran a escuchar y a entender, o si tan solo se tragaran su orgullo, tendrían algo que bien podría durar toda una vida. Pero al final ganaban sus conflictos banales, sus fantasmas internos y las miles de razones que sus allegados se esmeraban en brindarles para “hacerles ver” lo mal que acabaría todo si decidían estar juntos.  

«Ya todo va mal y ni siquiera estamos juntos.» Pensó hastiado.  

Con Robb nada era sencillo. Era un ir y venir entre el infierno y el paraíso. Una pseudo-relación sin reglas claras que se volvía cada vez más desgastante.  

Tras cada nueva discusión Jaime se decía que era la última, que Robb era sólo una noche más, de esas sin demasiada trascendencia. Se repetía que iba a dejarlo ir porque no valía la pena padecer por algo que ni siquiera tenía nombre. Luego buscaba cualquier desfogue nocturno para probarse que aquello era verdad, sólo para terminar tragándose sus palabras al día siguiente, cuando sus ganas por llamar a Robb lo vencían.  

No importaba qué se habían gritado el día anterior, quién había comenzado o lo que se habían hecho para “desquitar” su coraje, al final del camino Jaime terminaba en la entrada del campus donde Robb estudiaba y éste le regalaba una mirada profunda entre la culpabilidad y alegría antes de subir con él al auto.   

De una forma u otra, inevitablemente volvían a buscarse. Era un maldito círculo vicioso del que debía salir, pero ahora mismo su prioridad era asegurarse de llevar a Robb y a su hermana a casa.  

Sonrió de lado al ver a la chica sentada cerca de la barra, parecía serena y lúcida.  

—¿Dónde está? —preguntó el rubio, acercándose al oído de Sansa para hacerse escuchar por encima de la música. 

—En la terraza. 

—¿Qué? 

—¡En la terraza! —repitió más fuerte, señalando las escaleras.  

—¡Espera aquí!  

Sansa asintió mientras veía al rubio moviéndose con dificultad entre la multitud de gente, chocando con más de uno en el camino.  

El enojo de Jaime seguía latente, sin embargo, el hecho de que Sansa le hubiese llamado precisamente a él a pesar de no agradarle, era ya una señal de alerta. La chica, al igual que el resto de la familia de Robb, no veía con agrado lo que sea que había entre ambos. Aunque tampoco había mucho a lo que oponerse; no es que fuesen novios o que Jaime alguna vez hubiese entrado a la casa Stark para ser presentado con algún título en específico. A ojos del mundo ni siquiera eran amigos. Si sabían de sus encuentros era porque ninguno de los dos se tomaba la molestia de fingir que no se atraían y que pasaban algunas noches juntos. Aquello tenía escandalizada a Catelyn Stark, por supuesto; entre la diferencia de edades, la falta de formalidad y el patrocinio de Tywin Lannister sobre la cara universidad a la que asistía Robb, el material era más que suficiente para las mil habladurías que Catelyn se esmeraba en acallar. 

Al llegar arriba Jaime buscó a Robb con la mirada. La música era igual de fuerte y aunque parecía menos estruendosa al aire libre las vibraciones seguían resonando en su cuerpo. El cielo nocturno estaba repleto de nubes y Jaime se dijo que debían apresurarse si no quería que tener a un borracho y mojado Robb sobre la fina piel de su auto.  

Recorrió de reojo la terraza, encontrando a Robb cerca del barandal. Se contoneaba torpemente al ritmo burdo que emitían las bocinas, tenía las mejillas rojas y una sonrisa simplona estampada en el rostro; estaba ridículamente ebrio, como jamás lo había visto. Apenas si lograba sostenerse en pie.  

Una parte de él deseó que Snow estuviera ahí; él no habría permitido que Robb llegase al estado y si en algo concordaban con él, era en su desagrado hacia Greyjoy. Ese pequeño e insufrible bastardo que se proclamaba mejor amigo de Robb y que resultaba ser un maldito incordio cuya simple existencia les molestaba por un centenar de razones. 

Llevar a Robb a ese sitio ruidoso y decadente se sumaba a la lista.  

A decir verdad no le sorprendía que alguien como Greyjoy hubiese optado por un lugar tan vulgar para festejar su cumpleaños. Tampoco le importaba no ser invitado. Lo que estaba haciéndolo hervir era ver a Robb moviéndose al compás que dictaban las manos de Gendry –hijo reconocido de su muy obeso cuñado–. Jaime torció los labios sin poder evitarlo al ver a Robb reír con ganas cuando el chico se inclinó para decirle al oído a saber qué tonterías. 

Joder. Gendry le agradaba, en verdad no tenía problemas con el chico pese a ser una prueba andante de las infidelidades de su cuñado, pero una cosa era no juzgarlo por su origen y otra verlo así de cerca de Robb, el mocoso que lo enloquecía como nadie y lo irritaba como pocos.  

—¡Lannister! —gritó Theon desde la barra, arrastrando patéticamente la “R”. Jaime rodó los ojos; el muy idiota había arruinado su plan de tomar a Robb por sorpresa—. No te… —Hipó—. No te esperábamos. Creo que perdí tu invitación... a propósito… —Se carcajeó, haciendo reír a su grupo de chicas.  

Jaime torció los labios con desdén, ignorándolo y centrando su atención en Robb. El castaño había dejado de bailar y aunque aún tenía a Gendry tomándolo por la cadera sus ojos azules lo miraban sólo a él.  

«Cómo debe ser.» Pensó, con ese toque de arrogancia y posesividad que no podía hacer a un lado cuando se trataba del primogénito de los Stark.   

Robb lucía confuso y Jaime caminó decidido hacia él esperando que el castaño decidiera alejarse de Gendry. Un aguijonazo de celos lo asaltó cuando no lo hizo. 

—¿Qué haces aquí? —El tono de Robb denotaba desdén, molestia y litros de alcohol. 

«Ni borracho dejas de ser un mocoso orgulloso y resentido, eh.» 

—Es hora de irnos, Stark —dijo fuerte para hacerse escuchar por encima del estruendo.  

—No contigo.   

Robb lo miró con toda la resolución que un borracho puede tener y aunque su negativa no le sorprendió, odió que eso envalentonara a Gendry para no soltarlo. Jaime afiló la mirada. Si tuviera la edad de Robb, ya estaría enzarzado a golpes con el hijo de Robert, armando un alboroto y dejando que su posesividad hablara por él. Pero los años le habían enseñado a ser menos impulsivo y más astuto, así que con su mejor sonrisa irónica le sostuvo la mirada a su rival mientras apegaba al castaño a su cuerpo, buscando apartarlo del agarre de Gendry. 

—¿Olvidas con quién viniste a esta fiesta? Porque está justo abajo —espetó Jaime, sabiendo que tenía la batalla ganada. Robb apretó los labios y el rubio sonrió internamente.  

—¡Ya te dijo que no irá contigo!  —El rubio lo ignoró a Gendry y su atrofiada dicción.  

—Sansa nos espera —enfatizó Lannister, y el efecto en Robb fue inmediato; la vergüenza y la preocupación en sus ojos eran indiscutibles—. Nos vamos. Ahora —ordenó, sonriendo triunfal al ver al castaño apartándose de Gendry. 

«Bendito sentido Tully de la responsabilidad familiar.» Agradeció mentalmente. 

—No tienes que irte ahora. Yo mismo los…  los llevaré a casa —intervino Gendry, tomándolo del brazo para acercarse de nuevo a Robb. No obstante, Jaime fue más rápido al colocarse en medio, mirándolo con fría arrogancia. 

—¿En serio? Apenas si puedes articular palabras. ¿Cómo planeas regresarlos a casa? ¿En un ataúd? —se burló. 

Sin esperar respuesta tomó a Robb de la cintura. El castaño trató en vano de alejarse pero terminó sosteniéndose de Jaime al no tener control de su equilibrio. Gendry los siguió varios pasos y Jaime estaba seguro de que las cosas iban a salirse de control hasta que un chico regordete se acercó para decirle al moreno que Theon necesitaba su ayuda. El rubio se giró a la barra por mera curiosidad y vio a Greyjoy vomitando hasta su primera papilla. Fue quizá una de las escenas más patéticas y repulsivas que había visto, y Gendry debió pensar lo mismo, pues pronto escuchó arcadas en su dirección y él aprovecho para llevarse a Robb de ahí.  

Al llegar abajo, Sansa bebía una margarita en su mesa mientras ignoraba olímpicamente al sujeto a su costado, quien no dejaba de hablarle. ¿Es que todos los Stark atraían idiotas como la miel a las moscas?  

Jaime bufó ante su propio pensamiento, sintiéndose aludido. No podía creer que tuviese que ser la niñera de ese par.  

—Largo. —La voz autoritaria de Jaime y su mirada afilada bastaron para que el mocoso se alejara de Sansa. Ella sonrió mientras se levantaba.  

—¿Y mi hermano?  

Jaime giró el rostro hacia su derecha, gruñendo de frustración al ya no ver al castaño a su lado.  

—¡Estaba aquí hace medio maldito segundo!  

—Allá, querrás decir. —Sansa apuntó hacia la barra—. Ven —ordenó Jaime, tomando a Sansa del brazo. 

Ella se dejó guiar y cuando estuvieron dentro del borroso campo de visión del castaño ella se cubrió la boca con la mano, como si ver su hermano borracho y coqueteando le ofendiera mortalmente. Robb palideció cuando ella se dio la vuelta hacia la salida.  

—Andado. Nos seguirá hasta el auto —le dijo Sansa al rubio con una sonrisa autosuficiente. Jaime la miró curioso, ¿de dónde venía ese tono de impropia malicia? Al salir, Sansa miró con apreciación el Volvo negro estacionado a unos metros. Era obvio que pertenecía a Jaime así que caminó hacia él, abriendo la puerta del copiloto en cuando Jaime desactivó el seguro. El rubio en cambio se quedó recargado en la puerta mirando hacia la salida, ansioso y replanteándose si debía o no regresar por Robb—. No debe tardar —comentó ella—. Aunque, ¡Dios! Está realmente ebrio. Jamás lo había visto tomar tanto —se quejó—. Mañana estará tan apenado que no podrá verme a la cara. Ya puedes sentirte orgulloso, Lannister.  

Jaime se giró hacia ella pero Sansa sólo encogió los hombros e hizo un leve movimiento con la cabeza en señal de que su hermano ya venía. Instintivamente, el rubio fue por él al verlo avanzar a trompicones. Robb preguntó de inmediato por Sansa y Jaime señaló hacia el Volvo. La castaña fingió molestia y por un instante a Jaime le pareció que Robb se postraría a los pies de su hermana para disculparse por su comportamiento. 

—Olvidé que ella también estaba aquí —admitió despacio cuando Jaime le pasó una mano por la cadera para sostenerlo mejor. Su tono pastoso y apenado casi lo enternecieron. 

—Bebiste demasiado.  

—No quiero ir a casa. Ya decepcioné a Sansa, los demás no deben… No quiero llegar así.  

Jaime suspiró, no sabía si era una súplica o una orden, pero no podía negarle nada a esa mirada azul.  

—Te quedas conmigo entonces.  

Robb pareció dudar un segundo, sin embargo, Jaime no le permitió protestar, simplemente lo dejó en el asiento trasero y encendió el auto. 

—Te dejaré en la entrada y me marcharé antes de tus padres lo vean así —le dijo a Sansa mientras arrancaba, mirando repetidamente a Robb a través del retrovisor. 

—No llegaré a casa oliendo a cerveza —decretó ella. Jaime rodó los ojos. ¿Acaso todos los Stark eran iguales? No obstante, antes de que pudiese proponer algo, Sansa se adelantó—. Tú apartamento tampoco es una opción y un hotel daría mucho de qué hablar.  

Jaime resopló. Sansa ignoró su berrinche y encendió la radio. 

—¿La casa de tu tía te parece una mejor idea? —propuso sin mucho entusiasmo. 

—La menos escandalosa al menos.  

—Bien.  

Condujo en silencio, mirando a Robb de vez en cuando para asegurarse de que estuviera bien. El chico se había quedado dormido y Jaime sonrió sin poder evitarlo. Ese mocoso le preocupaba mucho más de lo que parecía sano. 

—Realmente te importa, ¿no es cierto? —Sansa lo miró con tal intensidad que el rubio se quedó sin palabras—. No habrías venido a las 3 de la mañana por él si fuese sólo el chico que te follas de vez en cuando. —Jaime casi da un volantazo al escucharla hablar así. ¿Dónde estaba la dulce princesita mimada que aparentaba ser Sansa Stark, la que era toda inocencia y pureza? Ella soltó una risa suave ante su expresión—. Creí que Robb te había enseñado que las apariencias engañan. 

—No creí que aplicara con toda su familia —reconoció, porque si bien Robb lo había hecho tragarse sus palabras en más de una ocasión al mostrarle que era mucho más que un chico de veintitrés proveniente de una familia rica y jodidamente metódica, jamás pensó que sus hermanos fuesen igual de diferentes.  

—No te culpo. También te juzgué demasiado pronto. —Encogió los hombros mientras cambiaba de estación—. Esperabas que lo arruinaras, que perdieras puntos por ti mismo, así que cuando Robb mencionó que discutieron más fuerte que en otras ocasiones decidí llamarte y probarle que no cruzarías la ciudad entera un miércoles por la madrugada sólo para asegurarte de que llegara bien a casa. Al menos no después de cómo terminaron ayer. Quería hacerle ver que no te importa lo suficiente y que sólo eres uno de tantos sin la intensión de quedarse —se sinceró, dejando por fin una estación—. Y sin embargo aquí estás, mirándolo por el retrovisor como si temieras que desapareciera en cualquier momento. 

Jaime no contestó. Se sentía tenso y descubierto.  

Invariablemente miró a Robb de nuevo. Su rostro sereno y el cabello pegándose a su frente. Sus labios entreabiertos y la pose ridícula de un ebrio mal acomodado en el asiento. ¡Carajo! ¡Ese mocoso era demasiado importante en su vida! Hubiese cruzado medio país de ser necesario sólo para ir por él y asegurarse de que estuviera a salvo. Pero era tan complicado reconocerlo y tan difícil entenderse mutuamente…   

Sansa suspiró.  

—No me sorprendería que te fueras —le dijo Sansa, sin dejar de mirar a su hermano durmiendo—. A él tampoco. Por eso no termina de abrirse contigo. 

Jaime apretó los dedos sobre el volante. Dolía saber que Robb no lo creía capaz de comprometerse de verdad, aunque dolía más ser consciente de que él le había hecho pensar de esa manera. El resto del camino fue tenso y silente. Sólo el sonido de las gotas de lluvia chocando contra el parabrisas así como el ruido propio del auto se dejaban escuchar, y cuando por fin aparcó frente a la imponente residencia Targaryen-Stark, la llovizna estaba ya tomando fuerza.  

Sansa se giró hacia él una vez más antes de abrir la puerta.  

—¿Cuidarás de él? —Jaime asintió, notando la mirada de preocupación de la chica. Ella sonrió ligeramente—. ¿Sabes? No eres lo que me gustaría para mi hermano, pero al parecer él te quiere en su vida, así que ¿Qué quieres tú, Lannister? ¿Vas a quedarte en su vida?  

Jaime se atragantó con su propia saliva, sin embargo, Sansa salió del Volvo sin darle tiempo a contestar. Él exhaló aliviado y arrancó una vez que Lyanna Stark recibió a su sobrina en la entrada. 

Jaime llevaba años repitiéndose a él mismo y al mundo que no era alguien de relaciones serias, que no le interesaban y no era bueno con los compromisos ni con la empatía, que prefería evitar complicarse con formalidades innecesarias y desgastes emocionales. ¿Entonces por qué había terminado en ese lío de sentimientos con un chiquillo casi quince años menor?  

Sólo una vez, hace años, intentó algo serio. Al final todo resultó un doloroso desastre por el cual Brienne lo odió durante mucho tiempo, y él se dio cuenta muy tarde de que había perdido a quien siempre debió ser sólo su mejor amiga.  

No quería que eso ocurriera con Robb. No quería que lo odiara y pasaran años antes de poder dirigirse la palabra. No lo diría en voz alta, pero en el fondo había un millón de miedos e inseguridades acosándolo. Sin embargo, aun con sus constantes discusiones, cuando lo besaba, cuando lo tenía enfrente y sus ojos azules lo enfocaban sólo a él, sabía que no se sentiría completo si no lo tenía a su lado y que Robb no estaría mejor con nadie más, porque él podría entregárselo todo sin reparos. Él quería entregárselo todo sin reparos. 

Apagó el motor en cuanto entró al estacionamiento del lujoso edificio donde vivía y permaneció quieto, mirándolo y escuchando tanto la lluvia como la respiración de Robb. Sonrió de lado. El chico realmente se veía ridículo en la posición en que se encontraba.  

Su móvil vibró dentro del bolsillo de su chaqueta; Sansa preguntaba si habían llegado bien. Él ensanchó su sonrisa al leer el mensaje, le tomó una foto al castaño y la envió. Sansa contestó de inmediato con stickers de carcajadas, emoticones llorando de risa y la promesa de usar eso a su favor eventualmente.  

La lluvia afuera se hizo más fuerte y Jaime bajó del auto para abrir la puerta principal antes de cometer la tontería de cargar a Robb e intentar abrir después. No obstante, al regresar por él, el castaño ya no se encontraba dentro del auto.  

«¿¡No podías quedarte dormido un poco más, Stark!?» Gruñó en su mente al tiempo que se encaminaba hacia la calle, prometiéndose que no lo dejaría volver a beber tanto nunca más. 

Al llegar a la entrada del garaje lo vio parado en la acera, mirando el cielo como si un diluvio no estuviera cayéndole encima.  

Se detuvo un instante. Las gotas cayendo a la luz de las farolas blancas mientras el cielo se iluminaba naturalmente por finas e intermitentes líneas brillantes seguidas por el estruendo de los truenos era un espectáculo maravilloso. Tener a Robb en medio de todo eso era absolutamente indescriptible, así que se acercó a él sin pensarlo, atraído por él de forma inmanente.  

—Vamos dentro o vas a enfermarte —ordenó, cubriendo la cabeza del chico con su chaqueta aunque estaba ya totalmente mojado.  

El castaño no contestó, simplemente lo miró con el rostro empapado y la sonrisa más brillante que Jaime había visto en su vida. Lucía feliz por alguna razón desconocida y el rubio se dijo que debía ser cosa de la borrachera. 

Robb rió con ganas y con cuidado se quitó de encima la chamarra.  

—Te amo —dijo abiertamente, arrastrando las palabras como lo hace todo borracho.  

Jaime enarcó una ceja, seguro de haber entendido mal. 

—¿Qué?  

—Te amo —repitió Robb, sonriendo como si estuviera en un punto entre la felicidad y la amargura—. ¿Decirlo hará que dejemos de pelear? 

Jaime notó el segundo exacto en que algo se quebró en su interior. Ninguno de los dos era de confesiones románticas o palabras endulzadas, sin embargo, escuchar a Robb decirlo por primera vez tenía un impacto que no creyó posible. Su orgullo podía irse desde ya al carajo. 

—Decirlo lo cambia todo —admitió, besando su frente mientras lo estrechaba—. Pero quiero escucharte estando sobrio. 

Robb frunció el ceño, apartándose un poco. Su ceño fruncido se vio interrumpido por su vano intento de limpiarse la lluvia del rostro con la manga de su empapado suéter. Jaime sonrió enternecido.  

—¿Crees que porque estoy borracho no sé lo que digo? —inquirió ofendido, arrastrando las vocales. Jaime le dedicó una mirada condescendiente—. No te amaré menos por la mañana —afirmó indignado—. Ni siquiera te amo menos cuando peleamos o cuando actúas como un idiota arrogante. —Rió, acariciándole el pecho con ambas manos—. En realidad… creo que te amo un poco más cada que te miro… 

Jaime lo abrazó quizá con demasiada fuerza, pero Robb sólo se aferró más a él, acurrucándose contra su pecho. Y de pronto todo pareció detenerse; la lluvia dejó de golpearlos, el viento ya no era frío. Los truenos se convirtieron en ecos a la distancia y los relámpagos en insignificantes destellos opacos.  

 

. »« . 

 

Despertó con la cabeza martilleándole y el estómago revuelto. No podía terminar de abrir los ojos debido a que la luz le lastimaba la vista, sin embargo reconoció de inmediato la habitación donde se encontraba. Había despertado ahí tantas veces que ya no llevaba la cuenta y, justo como todas esas ocasiones, Jaime estaba dormido a su lado.  

Sonrió al sentir sus brazos rodeando su cuerpo desnudo y se permitió relajarse de nuevo contra su pecho. Si tan sólo pudiese ser así siempre… 

—Creí que demorarías más en despertar. Mi brazo comenzaba a hormiguear. —Jaime sonaba plenamente despierto y Robb se obligó a incorporarse para mirarlo a los ojos. 

—¿Qué hora es? —Su voz era rasposa y le ardía la garganta.  

—Pasa de mediodía. —Los ojos de Robb se abrieron un poco más, recordando las clases, los exámenes, las mil actividades pendientes. Luego aparecieron los flashazos de la noche anterior; Theon, la fiesta, la borrachera, Gendry, Sansa…—. La resaca moral siempre es la peor, ¿no? —se burló el rubio.  

Robb exhaló con pesadez. 

—Mi hermana… 

—En casa de Lyanna —se adelantó—. ¿No preguntarás por Gendry? —Robb desvió la mirada y el rubio se dijo que, de nuevo, estaba actuando como un estúpido celoso. Robb tenía decenas de frases filosas para responder, comenzando con que ellos no eran nada y terminando con que no le debía ninguna explicación. ¿Pero eso era lo que quería? ¿Seguir peleando por tonterías? No obstante, fue el mismo Jaime quien cortó la discusión antes de comenzarla—. No importa. Finge que no dije eso. 

Robb suspiró.  

—Lamento que hayas tenido que conducir tan lejos por mi irresponsabilidad. No debí llamarte.  

Jaime sonrió de lado, casi con resignación. Era obvio que Robb no recordaría nada.  

—No lo hiciste. —Robb lo miró confundido—. Por favor, ¿en verdad importa? Estás aquí, tu hermana está bien y lo único que debería preocuparte ahora es el móvil mojado y probablemente descompuesto que está en tu pantalón.  

Robb sonrió avergonzado, recordando cómo se había quedado parado a mitad de la lluvia porque mojarse así era uno de los placeres de la vida que más disfrutaba. Entonces, pese que sus neuronas estaban en huelga y su cabeza punzaba dolorosamente con cada movimiento mínimo, se giró hacia Jaime con la determinación grabada en sus ojos cian. 

—Te amo —dijo audible y claro. Sin dudar. Con la misma intensidad y solemnidad con la que un rey pronunciaría un decreto. Llevaba meses pensando cómo decirlo o si valía la pena hacerlo, pero había tomado ya una decisión y una tonta resaca no iba a hacer que lo olvidara. Sonrió satisfecho al ver la sorpresa estampada en cada facción del rubio—. ¿Qué? ¿No querías escucharlo cuando estuviera sobrio?   

Jaime sonrió de lado. No era la mueca presuntuosa de siempre, sino una más cálida y llena de promesas que hicieron a Robb derretirse entre el cuerpo ajeno y las sábanas.  

—También te amo, mocoso. Más de lo que puedas imaginarte —admitió Jaime, jalándolo hasta tenerlo sentando sobre él.  

Robb se acomodó con las rodillas apoyadas a cada lado de las tonificadas piernas del mayor mientras se inclinaba para besarlo, disfrutando del sensual roce de sus pieles desnudas. Su cadera se balanceó con suavidad sobre la pelvis de Jaime, cuyas manos recorrieron la espalda baja del castaño en medio del beso húmedo que compartían.  

Entonces el móvil de Jaime comenzó a sonar.  

El rubio gruñó dispuesto a apagarlo, sin embargo, al tomarlo del buró notó que quien llamaba era su futura cuñada.  

—Es para ti. —Le tendió el teléfono a pesar de la cruda mirada que el castaño le dedicó, aunque ésta cambió a una totalmente avergonzada al ver la pantalla.  

—¿Sansa? —preguntó dubitativo. Jaime encogió los hombros y Robb terminó por tomar la llamada.  

No supo qué fue lo que dijo la pelirroja, pero vio a Robb morderse los labios y desviar la mirada. Luego rió de forma nerviosa y Jaime aprovechó para besarle el cuello. Lo escuchó decirle que estaba bien, que lamentaba haberla hecho pasar por un momento incómodo –aunque él no lo recordara– y que pasaría por ella más tarde. Todo mientras el mayor se entretenía acariciándole los muslos y friccionando su ya despierta virilidad contra los firmes glúteos del castaño.  

Robb se tragó un gemido, balanceando la cadera para acompañar el movimiento de Jaime. 

—Hablamos después, ¿de acuerdo? —dijo, deseando terminar la llamada, esforzándose por no jadear—. Espera, ¿Cómo? —preguntó, como si la chica hablara suajili—. Eso no tiene sentido. ¿Qué clase de…? Bien, bien, le preguntaré. —Sus confundidos orbes se centraron en Jaime antes de hablar, buscando entender la pregunta misma—. Sansa quiere saber si vas a quedarte.  

Jaime soltó una carcajada, descolocando aún más al castaño. Luego le quitó el móvil para contestar él mismo.  

—Sí. Me quedó.  

Lo último que ambos escucharon fue la risa de Sansa antes de que Jaime arrojara el teléfono a la alfombra, retomando el beso húmedo que la llamada había interrumpido.  

Jaime sabía que sus discusiones no iban a desaparecer de la noche a la mañana, pero había algo más fuerte uniéndolos.  Y por primera vez fue consciente de que quedarse era lo que quiso siempre; quería estar ahí  para ver a Robb graduarse y reírse a su costa cuando éste intentara convivir con su caótica familia, justo como él haría para encajar con los Stark.  Quería quedarse para enseñarle cómo preparar un café decente mientras él aprendía a no dejar quemar los hot-cakes y para hacer de las confesiones bajo la lluvia una tradición.  

No había más dudas: iba a quedarse por el tiempo que Robb lo quisiera en su vida y se encargaría de que eso significara toda una vida. 

 

“And I have finally realized I need your love.” 

Notas finales:

Gracias por leer. ¡Hasta pronto, guapo Mundo!


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