Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

PLEASE DON'T GO por Mitsu Seiju

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Ya saben, lo de siempre ^^

Disclaimer: Los personajes no son mios, le pertenecen a Masashi Kishimoto y al estudio Pierrot (el fandom arderia en yaoi si me pertenecieran). No recibo ningun pago o monetizacion por escribir esto.
La historia es mia y viene de mi imaginacion. En todo caso, me gustaria evitar cualquier intento de plagio.

Disfruten la lectura :)

En una región remota de la transitada ciudad de Tokio, se encontraba un pequeño edificio que, a primera vista, se percibía abandonado. La suciedad y el desgaste lo habían corroído, al punto de darle un aura de malicia para cualquiera que quisiera acercarse a curiosear. Algo que parecía suceder a menudo. Las personas que vivían en el campo contaban múltiples leyendas a los hijos de sus hijos. Entre ellas; que solía ser un hotel, pero que tras un homicidio en masa hace muchos años, los fantasmas de los inquilinos aún residían en ese lugar. Y nunca debías acercarte, porque si escuchabas las voces jamás saldrías con vida.

 

Quizá no se trataba tanto sobre una historia de fantasmas, aunque era verdad que si te acercabas a inspeccionar, tenías asegurado el nunca regresar.

 

Y también se escuchaban voces, porque el edificio en realidad no estaba abandonado.

 

No era ninguna novedad que en los noticieros se reportaran cada día tantos desaparecidos. Las investigaciones realizadas por la policía de Japón, especialmente por el jefe de la policía, Gaara no Sabaku, catalogaban las desapariciones como meras coincidencias. La verdad era que hace menos de 2 años, un grupo de personas, conocidos como Akatsuki, se habían instalado en el distrito de Tokio, dándose a conocer como un nuevo sistema de crimen organizado. La policía había entrado en pánico cuando luego de un mes y medio, 20 víctimas fueron encontradas sin vida con los órganos extraídos. Por supuesto, la primer acción por su parte fue ocultar los detalles mientras las investigaciones continuaban, pero nunca habían logrado llegar al epicentro del asunto. Cada vez que interrogaban a un posible sospechoso, de alguna u otra forma las preguntas se incrementaban, y era eso lo que hacía de Akatsuki una yakuza¹ demasiado escurridiza.

 

Cuando los dos hombres de capas negras caminaron hacia la entrada del edificio, observaron con temor a la mujer que los esperaba con el ceño fruncido y una mirada de enfado. Sus ojos cafés resplandecian con algo parecido a la decepción al verlos llegar cubiertos en pintura amarilla, y su cabello morado era adornado por una hermosa flor blanca. Konan odiaba cuando las cosas salían mal.

 

—Permítenos explicar... —Comenzó el peliblanco, nervioso al detenerse junto a Kakuzu.

 

—Esperaba más de ustedes —refutó cruzando sus brazos—. Díganme qué sucedió.

 

—¡Todo es culpa de este imbécil! —Hidan lo apuntó con un dedo amenazante. Tenía una expresión de enfado— ¡Mira que dejarse derribar por un mocoso de menor tamaño!

 

—Tú lo dejaste escapar. No lo mataste como debiste hacerlo desde el principio. —se defendió con calma—. Yo hago esto por el dinero, y me fui sin ti porque sólo estorbas.

 

La expresión del de cabello negro era de aburrimiento total, era más que notable su falta de interés en la discusión con el otro sujeto. Y en realidad estaba más pendiente de la reacción agresiva de la chica, lanzándole miradas disimuladas para saber si su discusión se tornaba peligrosa.

 

Hidan se sorprendió. —¿Insinúas que me dejaste porque no querías que fuese un estorbo para ti?

 

—Exacto.

 

Hidan hizo ademán de agarrar su hoz, el otro ni siquiera se inmutó.

 

—¡Paren los dos! ¡Es suficiente! ¿A qué se refieren con matar? —Exclamó Konan frustrada, verlos pelear era como tener a dos niños, o ver una pareja de casados.

 

Suspiró buscando mantener la calma. Sabía que mandar a unos nuevos kyodai² le traería problemas, pero todos sus mejores wakashu³ estaban encargándose de situaciones más complejas que simplemente ir y secuestrar a alguien.

 

—Sólo tenían un trabajo. Quiero que me expliquen qué sucedió antes de tener que informar a Pain. —Su mirada fue de severidad.

 

Hidan trago saliva. —El secuestro salió mal. El niño Uchiha tenía un aliado y nos complicó las cosas. —Admitió.

 

—Un chico rubio. Parecía importarle demasiado el Uchiha como para arriesgar su propia vida tratando de salvarlo. —Analizó Kakuzu.

 

Konan los observó a ambos con una ceja alzada.

 

—¿Me están diciendo que un sólo chico les hizo eso? —Refiriéndose a la ropa manchada de amarillo.

 

—Si... —Hidan rió nervioso, Kakuzu volteó la mirada— nos lanzó pintura a los ojos y aprovechó para escapar con el niño rico.

 

Konan los analizó a ambos con la mirada. A Pain no le haría gracia saber que sus dos nuevos reclutas habían vuelto con las manos vacías. La familia Uchiha le debía más que la vida del hijo menor, y si la información perdida llegase a conocerse, la mafia entera estaría en peligro.

 

Y los Uchiha tenían toda la culpa.

 

—Tengo que informar a Pain de esto. —Les advirtió— Probablemente les dé una advertencia por ser la primera vez, pero... —hizo una pausa— ahora que sabemos que Uchiha Sasuke tiene un aliado, no vuelvan con las manos vacías una segunda. —Los miro con frialdad— Quiero el cadáver de ese rubio, y a Uchiha Sasuke con vida.

 

Los dos hombres asintieron con determinación.

 

Cada uno pensando en la dulce venganza que tendrían cuando ese niño rubio muriera.

 

...

 

Cada día que pasaba trataba de ignorar la enorme cantidad de dudas que lo asaltaban.

 

No podía recordar en gran detalle lo que había pasado luego de abandonar el apartamento del rubio con su ropa puesta. Recordaba las miradas indiscretas de la gente que caminaba a su lado, y la sensación de dolor en las heridas de la cara y los brazos. 5 días después, diría con exactitud que las heridas de las cuales el rubio se había encargado, habían sanado casi a la perfección. Y eso, por una parte, lo hacía sentir terriblemente mal. Pero por otra parte, no quería pensarlo demasiado.

 

Llegó al apartamento la mañana del sábado con el abdomen adolorido, y trató de localizar a sus padres para contarles lo que había pasado, pero estaban demasiado ocupados con sus trabajos como para querer saber algo de su hijo menor. Suspiró derrotado. Ya debería estar acostumbrado, pero le molestaba horriblemente tener que volver a la cafetería dos días después, y tener que ver al mismo rubio (no recordaba su nombre, probablemente no se lo había preguntado) que le había salvado la vida. No lo conocía, no sabía cómo actuaría o si lo odiaría tanto como para no hablarle, y dudar de sí mismo no era nada normal para alguien tan orgulloso y confiado como Sasuke Uchiha.

 

El lunes por la tarde, parado frente al cristal de la ventana, podía observar al chico rubio atendiendo la caja con una expresión de aburrimiento. Tomó aire, preparándose para entrar por esas puertas.

 

Horas antes Naruto Uzumaki no podía concentrarse.

 

¿Cómo podía hacerlo después de lo que pasó?

 

Dos días en los que no sabía nada del moreno, y ese mismo día había vuelto a trabajar encontrándose a su jefe encerrado en la oficina. No había podido dormir el fin de semana, y las ojeras se le notaban pronunciadamente, en parte gracias a sus molestos vecinos. Quería saber cómo estaba Sasuke, qué había hecho, y si había denunciado el ataque a la policía... probablemente no. ¿Pero de verdad se había arriesgado tanto por un teme mal agradecido? ¿Era el mismo Naruto asustadizo que llegó a un nuevo país hace semanas? Porque si se lo preguntaran, no tenía idea de que sería capaz de enfrentar a dos asesinos para ayudar a alguien de esa forma.

 

No es que deseara volver a hacerlo. Definitivamente fue lo más aterrador que había hecho en su vida y jamás quería repetirlo.

 

—¡Naruto! ¡Espabila! —Un trapo cayó en su cara, haciendo que frunciera el ceño.

 

—¿Qué te pasa Kiba?

 

El castaño le dio una mirada de reproche.

 

—Llevas 20 minutos perdido en el limbo. Ve a atender la caja. —Le dio un golpecito amistoso en el brazo antes de desaparecer por la puerta del almacén.

 

Naruto hizo una expresión adolorida, la herida de su hombro izquierdo aún no sanaba y llevaba la venda recordándole lo que su pequeña aventura le había costado.

 

—Si, si... —Suspiró.

 

Parecía estar ese día con los ánimos por el suelo. Sasuke no quería hacer acto de presencia, y él no entendía por qué necesitaba verlo.

 

“Debe ser porque me da curiosidad y el teme no me dio ninguna respuesta.” Pensó asintiendo mientras caminaba a atender el mostrador.

 

Tampoco era como si Sasuke necesitara razones para aparecerse. Su jefe no había faltado de nuevo, aunque curiosamente lo había visto salir de la oficina en contadas ocasiones con una expresión preocupada. Quería preguntarle por Sasuke, decirle que necesitaba proteger a su hijo... pero después de lo que escuchó en el callejón de esos tipos no sabía cómo reaccionar.

 

“—¿Crees que puedes escapar de nosotros, niño rico? Tu padre nos debe mucho por no haberte matado hace años.”

 

“—Sabemos sobre tu familia, no te extrañarán si desapareces, probablemente ni siquiera se han dado cuenta de que no estás.”

 

No sabía nada sobre su jefe, y sabía que no eran sus asuntos... pero al recordar la mirada herida del azabache, no podía evitar que esas afiladas palabras se removieran en su subconsciente de forma inestable. Tenía que dejar de pensar. Sasuke le había dejado en claro que no debía involucrarse, y él había decidido ignorar todo lo relacionado a él y a ese encuentro.

 

“—No necesitas saber nada de eso. Aléjate de mi y no te involucres en mi vida. No eres nadie que se merezca ese privilegio.”

 

¡¿Entonces por qué no lo hacía?! Sentía una especie de preocupación creciente en el pecho, y comenzaba a perder la cabeza.

 

Dos horas después sonó la campana de la puerta abriéndose.

 

—Bienvenido a Izanagi. ¿Qué desea? —Bajó la mirada esperando anotar la décima orden por esa tarde.

 

—Un americano doble con sirope de avellana...

 

En menos de dos segundos alzó la vista sorprendido.

 

Reconocería esa voz en donde fuera.

 

—Eres tú... —Susurró. Su vista se perdió entre la onix del otro.

 

El azabache lo miraba con interrogación. Por un momento se sintió desconcertado por el escrutinio que le dirigía esa mirada azul. Como si no pudiera creer que había vuelto, y le hablara.

 

—¿No deberías estar enojado, dobe?

 

—Oh, teme, créeme que lo estoy —Sonrió—. Pero estoy más feliz de ver que estás bien.

 

Sasuke sonrió con prepotencia. Naruto seguía observándolo, olvidando por completo el pedido que debía anotar.

 

Carraspeó fuertemente sacando al rubio de su ensoñación.

 

—Americano doble con sirope de avellana... —susurró Naruto anotando, tratando de ignorar su propio nerviosismo— Parece que al final si te gustó el café ¿no?

 

Sasuke bufó. —Estoy aquí por un negocio familiar, el café es simple educación.

 

Naruto sonrió.

 

—Al menos espero que hayas traído mi ropa en buen estado. —Le recordó. Esa vez el azabache iba vestido con una camisa blanca de botones arremangada, pantalón negro, y una mochila gris al hombro.

 

Naruto no quería admitirlo, pero se veía hermoso en extremo. Él aún portaba el uniforme de la cafetería, y se sentía fuera de lugar en comparación con la belleza del otro chico.

 

Sasuke bajó la mirada. —¿Crees que no se eso? —sacó una bolsa de su pequeña mochila y se la entregó al rubio, quien la recibió sorprendido—. El naranja no me queda.

 

Era cierto que debería estar enojado. El Uchiha había despreciado su ayuda, lo había puesto al borde de la muerte, y se había quedado con un par de su ropa favorita... además lo había llamado dobe. Pero algo le decía que en realidad Sasuke no era quien decía ser. No sabía la razón, pero al momento de verlo parado con su ropa impecable, lo único que pudo pensar fue en lo aliviado que se sentía de que estuviera bien. Como si un gran peso le fuese quitado de encima, y todas las preguntas que lo embargaron el fin de semana dejarán de tener tanta importancia.

 

—¿Y mi ropa? —Preguntó el moreno cuando Naruto se había quedado estático con la bolsa en la mano. La colocó en el suelo.

 

—¡Oh! Em... —desvió la mirada— no pensé que te vería hoy, así que... la deje en mi casa... —Se rascó la nuca con una mano nervioso mientras reía.

 

Sasuke rodó los ojos.

 

—Tengo más preguntas para ti, pero intenta no coquetear con nadie hoy, usuratonkachi. No creo que a mi padre le guste. —Se burló antes de tomar el pedido y alejarse de la caja.

 

Naruto frunció el ceño. Si era diferente o no, aún no lo había visto. ¿Entonces por qué le parecía interesante alguien tan arisco?

 

...

 

—Aqui tienes, un americano doble. —Le sonrió el chico que preparó el café. Un tipo con peinado raro y cejas pobladas.

 

—Gracias.

 

Sasuke desvío la mirada hacia su mano. No tenía planeado comprar uno, tampoco entregarle la ropa al rubio. Él sólo quería pasar directamente a hablar con su padre, pero había hecho algo totalmente en desacuerdo con su personalidad egoísta.

 

“¿Por qué lo hice?” No dejaba de preguntarse. “¿Fue una excusa para hablar con él?”

 

Negó con la cabeza. ¿Quién querría hablar con ese chico? Desvío la mirada hacia el rubio que ahora atendía a otro cliente. Sonreía tanto que parecía nunca cansarse.

 

—¿Se le ofrece algo más? —Preguntó el mismo empleado.

 

—Si —respondió—. ¿Quién es él?

 

El empleado de cejas pobladas miró hacia donde el otro dirigía su vista y sonrió. Naruto solía llamar mucho la atención por ser rubio y tener ojos azules.

 

—Él es Naruto Uzumaki, llegó aquí hace unas semanas a trabajar, es extranjero. —Respondió.

 

—¿Extranjero de dónde?

 

—Eh... de Manhattan, Nueva York.

 

—¿Y no estudia? —Preguntó el azabache curioso— ¿por qué trabaja en una cafetería?

 

Lee se puso nervioso, no era lo suyo hablar de la vida de sus amigos. Pero después de todo, Sasuke era el hijo de su jefe. Era normal que se interesara por los empleados.

 

—A Naruto-kun le gustó el ambiente de la cafetería y decidió trabajar aquí —dijo sin más—, nos contó que estudió Artes y vino después de la muerte de sus abuelos.

 

Sasuke bajó la mirada.

 

—Así que su apartamento también es nuevo. Ya veo...

 

“Por eso cargaba pintura ese día. Su casa también estaba llena de cajas.” Analizó.

 

Lee lo miró divertido.

 

—Todo para él es nuevo, incluyendo la atención —puso un dedo bajo su barbilla recordando—. Muchas personas vienen aquí precisamente para hablar con él y verlo, como si fuese una exhibición. Naruto-kun es muy popular pero nunca ha salido con nadie fuera del trabajo.

 

—Eso me es irrelevante. Gracias por la información. —Lo miró asentir y se fue hacia donde estaba la oficina de su padre.

 

¿A qué venía eso de que Naruto era popular? Sólo le preguntó quién era, no cómo era.

 

Eso no le importaba.

 

Tocó la puerta de la oficina tres veces y escuchó el sonido de unos papeles removiéndose, y luego hubo unos segundos de silencio.

 

—Adelante. —La voz autoritaria de su padre se escuchó desde el interior.

 

Entró encontrándose a su padre tras el escritorio con una mirada sorprendida de verlo ahí que intentaba ocultar. Sasuke caminó con su café en la mano y se sentó en una silla frente a él observándolo.

 

—Sasuke —lo llamó—. No sabía que vendrías.

 

—Intenté ponerme en contacto contigo pero tu celular me mandaba a buzón.

 

—Lo sé, disculpa hijo —suspiró—, he estado recibiendo muchas llamadas y tengo mucho trabajo en... la cafetería.

 

Le sonrió. Su padre siempre había sido muy bueno ocultando sus emociones, pero Sasuke bien podía decir que mentía después de lo que había pasado.

 

—En fin —lo miró— ¿qué necesitas?

 

Decidió ir directo al grano.

 

—Padre, me intentaron secuestrar —la mirada de Sasuke fue fría—. Y me dijeron que todo fue tu culpa.

 

Fugaku abrió los ojos. —¿Co... Cómo dices?

 

—Los estúpidos de Akatsuki fueron tras de mi y me persiguieron hasta un callejón hace dos días —se cruzó de brazos—. Tú nuevo empleado, Naruto Uzumaki, fue quien me salvó. Aunque fuese raro, arriesgó su vida tratando de protegerme. —Frunció el ceño— Padre, me hirieron. Y no fui al hospital o con la policía porque primero quiero escuchar tu versión de los hechos.

 

Fugaku miró con nerviosismo la puerta y se levantó para ponerle seguro. No quería que algún curioso decidiera escuchar su conversación. Observó con cautela a su hijo, atento a cualquier respuesta.

 

—¿Qué es lo que sabes?

 

—Yo debería hacer las preguntas —Respondió Sasuke levantándose. Miró a su padre con furia—. ¿Por qué Akatsuki me persiguió? Cuando regresó Itachi hace meses me dijiste que no sucedería nada grave. ¿Por qué me mentiste?

 

Fugaku frunció el ceño. —Este no es el lugar ni el momento para hablar. —Caminó a su escritorio y se sentó.

 

—¿No lo es? ¿Entonces cuándo? —Alzó las manos— Intentó llamarte pero nunca me respondes, mamá no da señales de vida, y eres el único que puede contactar a mi hermano...

 

Su mirada cambio a una preocupada. Fugaku se sorprendió. Nunca había visto a su hijo poner esa expresión, siempre había pensado que era alguien fuerte y que nunca dejaría que lo vieran con debilidad.

 

—Sasuke... dices que Naruto te salvó —habló con calma— ¿le contaste quienes eran?

 

—No —desvió la mirada—. Pero eso no importa, esos idiotas vieron su cara. Lo buscarán para vengarse.

 

—No voy a dejar que eso suceda —Fugaku se recargó en su asiento, decidido a contarle a su hijo algo de lo que en realidad sabía—. Sasuke, estuve recibiendo correos de extorsión toda la mañana. —confesó. Sasuke abrió los ojos sorprendido. —No les respondí, no sabía que te habían intentado hacer algo.

 

—¿Entonces por qué nos buscan? ¿Qué les hiciste?

 

—Yo no les hice nada —Fugaku sonrió con tristeza—. Fue tu hermano.

 

“¡¿Itachi?!” Pensó asustado.

 

—Me dijiste que Itachi se fue a estudiar fuera, y que regresó por problemas de dinero con ellos... —hizo una pausa— ¿Qué quieres decir con que fue su culpa?

 

—Sasuke... Itachi no sólo se metió en problemas de dinero con ellos... Se involucró con Akatsuki de otras formas. —lo observó fijamente y suspiró— Itachi fue un miembro de Akatsuki. Cuando decidió abandonarlos ellos no lo permitieron, y ahora nos buscan para hacernos pagar.

 

—Pero eso no explica por qué nos persiguen a nosotros —bufó molesto—. Se fue, pero no es como si les hubiera robado algo... —Hizo otra pausa mirando detenidamente a su padre. Era demasiado extraño que sólo por irse los persiguieran a todos, no era verdad ¿o si?— a menos... que les haya robado algo.

 

Sasuke se consideraba una persona sumamente inteligente, aunque bien sabía que la gran inteligencia que poseía no le garantizaba el amor de sus padres. Tenía un hermano hace tiempo, cuando creía que su vida podía llegar a ser feliz. Pero demasiado pronto se dio cuenta de la relatividad de sus pensamientos. Observaba como su padre bajaba la mirada sin responder, y comprendió que habían sido las acciones de Itachi Uchiha, lo que los había puesto en la línea de fuego.

 

Se levantó dispuesto a salir de ahí. No podría soportar a su padre si le mintiera otra vez. ¿Debía creerle? ¿Su hermano, un miembro de Akatsuki? ¿Su modelo a seguir cuando era niño?

 

¡¿El chico que siempre le había enseñado a ser alguien bueno se había unido a una maldita mafia?!

 

Imposible.

 

—Sasuke —Su padre lo detuvo antes de que tocara la puerta. El azabache se volteó con expresión enojada—. Hay algo más que debes saber...

 

—¿Es otra de tus mentiras? Porque no pienso tragarme ese cuento. —Respondió cortante.

 

—No es ninguna mentira, hijo. Y es algo sobre tu nuevo amigo.

 

Eso captó la atención de Sasuke. ¿Qué tenía que ver el rubio en todo esto?

 

—¿De qué se trata?

 

—Tienes que proteger a Naruto... Llévalo contigo, acércate a él. Múdate a su departamento si es necesario —Fugaku mantenía su mirada firme, Sasuke no podía creer lo que estaba escuchando.

 

—¿Ahora enloqueciste? —Su cara denotaba confusión extrema— ¿Qué tiene que ver que cuide a Naruto? Eso sólo lo pondría en peligro.

 

—Naruto Uzumaki es un chico joven en un nuevo país. No tiene idea de en quien confiar —argumentó—. Tú podrías ser la única persona que en realidad lo entienda.

 

Sasuke desvío la mirada. Lo que su padre le decía era una completa tontería. ¿Él podía entender a Naruto? Su padre definitivamente había perdido el juicio.

 

—Si lo proteges, puede que lo salves. —Susurró Fugaku.

 

Sasuke alzó la vista procesando esas palabras. No entendía lo que su padre le estaba pidiendo. No conocía de nada a Naruto ¿cómo podía estar tan seguro de que él lo salvaría? ¿Y creía que él se haría responsable de cuidar a ese chico?

 

Salió de la oficina sin mirar atrás. Fugaku sonrió. Sabía que su hijo haría lo correcto tarde o temprano.

 

...

 

—Aquí tienes la orden de tu expresso. Disfrútalo. —Naruto sonrió.

 

—Gracias.

 

El ojiazul suspiró. Había entregado la siguiente orden del día a una chica. Hace unos minutos que Sasuke se había encerrado en la oficina de Fugaku, y tenía un mal presentimiento.

 

“¿Le dirá a su padre lo que pasó? ¿Qué le responderá? ¿Le contará que le ayude?” No podía apagar las preguntas que, segundo a segundo, lo preocupaban más.

 

—Oye, Naruto... —Lo llamó Kiba acercándose. Tenía una mirada de curiosidad y un paño mojado en la mano por limpiar las mesas— ¿Conoces al señorito Egocéntrico?

 

Naruto alzó una ceja divertido. —¿Te refieres a Sasuke?

 

—No, idiota. Me refiero a mi mamá —Rodó los ojos—. Claro que hablo del niño Uchiha. Los vi platicando hace un rato.

 

Naruto sonrió. —Lo ayudé cuando se metió en problemas, sólo nos conocemos por eso.

 

—¿Cuándo sucedió eso? No sabía que se había metido en problemas —se rió Inuzuka—. Me hubiera encantado ver su cara.

 

Naruto quería reír también, pero la imagen de Sasuke pidiéndole ayuda aún permanecía en su mente. En cambio, Kiba observó su mirada tornarse triste.

 

—¿Fue algo grave? —Preguntó con preocupación. En el poco tiempo que conocía a Naruto, nunca lo había visto triste, siempre era todo sonrisas.

 

—Si... creo que lo fue... —Respondió bajito.

 

Inuzuka suspiró. Necesitaba animarlo. —Fuera lo que fuera ya pasó. ¿Qué te parece si vemos películas en mi casa después del trabajo? —Le sugirió guiñándole un ojo.

 

Eso animó a Naruto en milisegundos. Él amaba las películas.

 

—¡Si-dattebayo! ¡Y también podemos ver Juego de Tronos! —Sus ojos se iluminaron—. ¿Puedo quedarme a dormir?

 

Kiba frunció el ceño. —¿Estás loco? No quiero escuchar tus ronquidos.

 

—¡Por favoooooor! —Le puso ojitos de cachorrito— ¡Nunca ronco, soy una persona muy pulcra, y prometo comprar las palomitas!

 

Kiba observó con cautela a Naruto y luego cerró los ojos derrotado.

 

—Tsk. Bien... te toca comprar la pizza también —suspiró—, pero si haces cosas raras en medio de la noche te saco a patadas.

 

Naruto se sonrojó. —Nunca haría eso.

 

Kiba se rió, y ninguno de los dos observó la mirada que Sasuke le dirijió al rubio antes de marcharse.

 

Como si Naruto fuese algo que desconocía totalmente.

 

...

 

Ya era tarde en la noche cuando Kiba, quien era el único que tenía coche, le había sugerido a Naruto que pasaran a buscar ropa y otros productos de higiene a su casa.

 

Nunca había ido al apartamento del rubio, y le sorprendió ver que después de llevar un tiempo viviendo ahí, aún tenía cajas que no había desempacado. Pero otras cosas como el sofá, la mesita del centro y algunos estantes de libros con la televisión ya estaban siendo usados.

 

—Siéntete comódo-ttebayo, no tardo. —Le dijo Naruto, y desapareció por la puerta de su dormitorio.

 

Se sentó en el sofá inspeccionando la casa.

 

El pequeño departamento era lo suficientemente espacioso para que Naruto pudiese vivir cómodamente. Estaban en el tercer piso, y fuera de las paredes se podía escuchar el ruido de los autos pasar por la carretera.

 

Plantas artificiales decoraban varias partes de la casa, y ciertos muebles desacomodados le daban un aire hogareño.

 

Unos cuadros colgaban de las blancas paredes. Llamaron La atención de Kiba, quien se levantó para verlos mejor.

 

En uno aparecía un pequeño Naruto, tenía los ojos más grandes y el cabello igual de alborotado. Reía siendo empujado en un columpio por una mujer pelirroja, probablemente su madre.

 

En otro, un Naruto igual de pequeño estaba en el centro de una mesa con un pastel de “Feliz Cumpleaños” frente a él. Su madre y otro hombre con cabello rubio sonreían posando para la foto.

 

Finalmente había otro cuadro. Se veía mucho más reciente. Naruto debía tener 15 años, y lo acompañaba un señor de avanzada edad.

 

No podía decirlo con exactitud, pero parecían muy cercanos.

 

Probablemente era uno de sus abuelos, los había mencionado en algunas conversaciones.

 

Kiba no sabía nada de la familia de Naruto hasta ese momento. No era que necesitara conocerlos, Naruto podía decidir si contarle a alguien sobre su vida privada o no. Aunque sabía que el rubio había vivido con sus abuelos en los últimos años, y después de fallecer, él utilizó el dinero de la herencia para mudarse a Tokio. Probablemente para comenzar una nueva vida.

 

Pasaron unos minutos en los que Naruto había volteado la casa de cabeza buscando su ropa, productos de limpieza, y su cartera con forma de rana que encontró debajo del sofá. Kiba se puso a matar zombies con su teléfono en un intento por no aburrirse.

 

—Naruto, vas a mi casa por una noche, no por una semana. —El rubio ya había entrado y salido de su habitación 20 veces.

 

—¡Lo siento, Kiba! Quiero que todo se quede en orden antes de que me vaya-ttebayo —suspiró con cansancio—. Ya termine.

 

Avanzó hacia él con la mochila en su brazo derecho. Kiba suspiró con alivio.

 

—¡Por fin! —guardó su teléfono— Vámonos de una vez.

 

Caminaron hacia la puerta y salieron. Un rubio algo nervioso.

 

En realidad Naruto no quería parecer paranoico, pero después de haberse interpuesto en medio de un secuestro, deseaba no tener que toparse a unos tipos como esos nunca más en su vida. Había asegurado su casa; cerró las ventanas, escondió cosas de valor, y finalmente cerró la puerta con llave. Era la primera vez que pasaba una noche fuera de su apartamento, y se sentía raro dejar sus cosas resguardadas. Nunca pensó que sería tan cuidadoso cuando usualmente tiraba todo por cualquier lado sin importarle en donde calleran.

 

Probablemente Kiba pensaba que era muy raro.

 

—Vamos a comprar pizza y después pasamos por las palomitas. ¿Te parece? —Sugirió el castaño.

 

Naruto asintió.

 

Horas después llegaron a la casa de Kiba. Su hogar era más grande que el de Naruto, y mientras estacionaba enfrente, le comentó que aún vivía con su madre y su hermana Hana. Pero ella se había ido a estudiar a latinoamérica por unos meses.

 

Naruto ya sabía que Kiba era tres años menor que él, y tuvo que buscar trabajo para pagar su propia colegiatura (también quería estudiar en otro país).

 

Su madre, una mujer llamada Hana Inuzuka con el cabello castaño corto y en punta, los recibió con una sonrisa. Momentos después salió su perro Akamaru dando ladridos de alegría al ver volver a su dueño, y Hana tuvo que controlarlo para que no se le lanzara al rubio buscando olfatearlo.

 

—Kiba, no me dijiste que traerías a alguien. —Lo regañó.

 

—Si, si, mamá, lo sé... —Bajó la mirada escondiendo su vergüenza— Él es Naruto, uno de mis compañeros de trabajo. Lo invité a ver una película.

 

La señora Inuzuka relajó su expresión. —Siéntete como en casa Naruto, sólo ignora el basurero que tiene Kiba en su habitación, le dije mil veces que la limpiara pero me cree su sirvienta.

 

—Mamá... —Kiba murmuró tratando de detener hacia donde iba la conversación.

 

Naruto intentaba no reírse.

 

Subieron a la habitación, que efectivamente estaba desordenada, pero no más que la suya, y después de unas horas ambos se quedaron dormidos con Akamaru sobre la cama. Naruto sentado en el piso, recargando su espalda en la cama, y Kiba abrazando a Akamaru mientras roncaba. La película se había terminado pero nadie se molestó en apagar la televisión, hasta el día siguiente cuando su madre entró a regañar a su hijo por el coste de la luz y Akamaru lamió la cara de Naruto, haciendo que necesitará un baño matutino.

 

Tomó un baño, Kiba le hizo una broma, su madre les preparó un desayuno mientras le contaba a Naruto las travesuras que su hijo solía hacer, y Kiba murió de vergüenza luego de escuchar a su madre decirle que cuando tenía 9 años se fue desnudo al colegio.

 

El resto de la mañana pasó entre risas hasta que tuvieron que ir a trabajar de nuevo.

 

Aunque por la tarde todo eso quedaría olvidado.

 

...

 

Naruto se despidió como todos los días de sus compañeros. Tomó un taxi y bajó en el edificio que había elegido para vivir.

 

Eran las 6:00 de la tarde, y gracias al destino le habían dejado salir antes. Ansiaba volver a su casa y tomar un baño caliente, aunque esa misma mañana había tomado uno en la casa de Inuzuka.

 

El edificio de 4 pisos le había costado muy poco para estar en el centro de la ciudad. Algo que le venía de maravilla, siendo que él no quería gastarse toda la herencia en un solo lugar para dormir. Apretó el botón del elevador y esperó a que las puertas se abrieran para llegar a su habitación.

 

Sin embargo, al llegar no esperaba encontrarse con todo el lugar destrozado.

 

—¿Pero... qué...? —Susurró.

 

Parecía que un tornado había querido arrasar con todo.

 

Los muebles estaban rotos y desperdigados en varias partes. Plumas de los cojines habían salido volando, sospechaba que algunas eran de su cama y sus almohadas. Las macetas de flores yacían destrozadas con las flores arrancadas, y las piedras que las decoraban estaban tiradas por todo el suelo.

 

Al menos sus cuadros familiares estaban intactos. A excepción de una foto de él mismo que se encontraba en el suelo con el cristal rotos. Se acercó a recogerla.

 

“¿Qué pasó aquí? ¡Cerré todo con llave! ¿Se llevaron algo?” Pensó entrando en pánico.

 

—Cálmate, cálmate. No te servirá de nada asustarte... —Pero sentía su corazón acelerado. No entendía nada. ¿Qué debía hacer primero? ¿Revisar lo demás o llamar a la policía?

 

—Te buscaban a ti, dobe.

 

Escuchó una voz que conocía muy bien en la habitación, y segundos después una cabellera negra se dejaba asomar con el rostro serio.

 

¿Qué hacía ahí? ¿Cómo había entrado?

 

Sasuke Uchiha empezaba a darle pesadillas.

 

—¿Cómo...?

 

—Vine a buscarte para hablar contigo, pero me encontré con... —hizó un ademán abarcando todo a su alrededor— esto.

 

Naruto suspiró observando todo.

 

—¿Qué... qué quieres decir con que me buscaban? —Preguntó temiendo la respuesta.

 

Sasuke sonrió con altanería. Sin embargo, su sonrisa no era de felicidad. —¿No es obvio? Te interpusiste entre ellos y su dinero. Quieren venganza.

 

Naruto dejó de escuchar el sonido de su corazón. Había dejado de respirar y no le importaba. Esto era lo que temía. No conocía a este chico, ni a esos delincuentes, y ahora se había involucrado en una estupidez como esta.

 

Empezó a reír. Sasuke lo miró con la ceja alzada.

 

—¿Qué te parece tan gracioso? —Preguntó el azabache.

 

—Esto... todo esto —susurró mirando el cuadro roto que tenía en sus manos, alzó la vista encontrándose con la de Sasuke—. Yo... no te conozco Sasuke. ¿Qué demonios querrían de mi? —sus ojos mostraban frenesí— ¡No les puedo dar nada!

 

Sasuke avanzó unos pasos hasta que alcanzó a Naruto. Tomó la fotografía de entre sus manos y la colocó sobre el estante que seguía completo. Luego se volteó para mirar al rubio.

 

—No importa que no me conozcas —susurró—. Te metiste en sus asuntos y ahora quieren ir tras de ti.

 

—Sasuke... —su voz se rompió— yo...

 

“Tengo miedo.” Quería decir, pero no se atrevió.

 

No quería parecer débil. No enfrente de Sasuke. No después de haberse enfrentado a esos delincuentes por decisión propia.

 

Sasuke pareció entenderlo. Sin necesidad de que Naruto dijera nada, acortó la poca distancia que los separaba y abrió los brazos, dejando que el cuerpo de Naruto lo envolviera en un abrazo.

 

El único abrazo que alguna vez iba a recibir, porque él nunca abrazaba a la gente y nunca dejaba que lo abrazaran.

 

Naruto recibió el abrazo. Demasiado abatido para sorprenderse, pero reconfortado por el calor que parecía provenir del otro, que era sólo unos centímetros más bajo que él. No lloro, pero por suerte Sasuke pareció saber exactamente lo que necesitaba para mantenerlo con la cabeza en el suelo.

 

—Vendrás a vivir conmigo. —El azabache murmuró, aún pegado al pecho del rubio.

 

O quizás no tan en el suelo.

 

—¿Qué? —Esta vez sí se sorprendió. Apartó al moreno por los hombros y observó su rostro. Sasuke mostraba una determinación innegable.

 

—¿Crees que Akatsuki no te seguirá buscando? —argumentó— Ahora saben donde vives. Si vienes conmigo al menos podré ayudarte si tienes algún problema.

 

Naruto sacudió la cabeza. ¿Estaba escuchando bien?

 

—¿P-Por qué querrías ayudarme? Es mi culpa haberme involucrado en esto...

 

—Estabas intentando salvarme —sentenció Sasuke—. No dejaré que mueras por haberte involucrado en mis asuntos.

 

La mirada del rubio brillo, como si fuese a derramar unas lágrimas que no salieron.

 

—Sasuke, yo...

 

—Recoge tus cosas, te ayudaré a llevarlas al auto. —Le dio la espalda a Naruto observando el lugar detalladamente.

 

Habían cosas que no fueron destrozadas, y las cajas que aún no habían sido desempacadas parecían igual de intactas. Naruto asintió inhalando y exhalando, armándose de valor.

 

Pero... ¿cómo había entrado el Uchiha a su departamento? Es una pregunta que sólo el azabache podía responder.

Notas finales:

¹ Yakuza: La yakuza es un término que aplica a los grupos del crimen organizado del Japón: la mafia del país. 

² Kyodai: Son los nuevos miembros, usualmente no participan en tareas importantes, y podría decirse que son un rango más bajo que los wakashu.

³ Wakashu: Si el clan, en este caso la mafia, está organizado como una familia, los wakashu vendrían siendo los hijos. Le deben obediencia y lealtad al jefe a cambio de protección.

 

Espero que les haya gustado el capítulo :D
¡Dejénme un review contándome su opinión, saben que me ayuda mucho!

También le agradezco a las personas que comentaron (o lo harán después de subir esto) en el primer capítulo. Un escritor no puede mejorar solo, por eso me gusta saber lo que piensan :)

Muchas gracias por leer hasta aquí, hasta la siguiente ~


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).