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Notas del fanfic:

-Hiroguel/Higuel ( Hiro x Miguel ) 

-Crossover: Big Hero 6 x Coco 

-R16

-Menores de edad.

-Historia de 2 a 3 capítulos aproximadamente. 

-°.°-

- Maria Isabel, no te vayas de mi lado - 

Es la única alternativa, lo amo solo a usted, pero mi padre...-

Shhh... Podemos quedarnos esta noche juntos, como la última noche de nuestras vidas -

José Emmanuel... Aceptaré  sólo si me haces tuya - 

Acto seguido, el pequeño de piel morena miró asqueado la escena que se presentaba frente a sus ojos. Una telenovela solamente, una escena típica en la que la pareja principal tenía un acto llamado "hacer el amor". Como le decían. Su abuela la miraba maravillada, era uno de sus pocos entretenimientos fuera de sus quehaceres, suspiraba un poco al ver como ambos personajes llegaban al clímax de su amorío, no era nada explícito, solo la insinuación a que en esa escena ambos tendrían más que caricias y se entregarían el uno al otro. Muy romántico a los ojos de la mayor.  

Sin embargo, aquella persona de edad adulta logró percatarse de la expresión de su nieto causándole un poco de gracia.

- ¿Por qué mira así la televisión jovencito? Si así nació usted...- Refunfuñaba Mamá Elena  al muchacho.

- ¿eh? ... Ah, no, es solo que - Lo tomó desapercibido aquella llamada de atención, provocando en él un ligero sonrojo que apenas y se notaba por su piel tostada. Si, le daba asco, como cualquier niño de su edad,  es decir, no es como si supiera mucho del tema, solo sabía que tenía que ver con partes íntimas y hacer "cositas". En la escuela tenía una clase donde le enseñaban todo lo relacionado con la sexualidad pero realmente no se mostraba interesado, fuera de la música y la familia, las demás cosas no le importaban. 

En eso salió de sus pensamientos y recordó algo importante.

-¡Ah! Mamá Elenavoy a salir¿le avisas a mis pa's porfa? - Gritó prácticamente cuando se hallaba casi en la entrada, ajustándose sus botas y asegurándose que tuviera todo lo que necesitaba llevar. 

La abuela de Miguel hizo una mueca de molestia, "estos niños ya se mandan solos"  fue lo que pensó al momento en que le gritaba un "¿Y ahora a donde vas a ir?". A lo que Miguel le contestaría de forma veloz y sin detenerse mucho.

- ¡Iré con mi amigo Hiro! Ya sabes quien, con el que siempre salgo abue... -  Expresó  con prisa, tenía que llegar a las 4:00 aproximadamente a una pequeña "cita" que habían planeado desde hace un tiempo.  Estaba nervioso. Sin prestar más atención a lo que su abuela decía, salió corriendo para llegar a tiempo, como era de suponerse, su puntualidad como buen mexicano era realmente mala. 

El reloj marcaba las 4:20 de la tarde. Aunque intentaba no ser de los que demoran en llegar, le era imposible, siempre en su casa algo le tenía que entretener, o le pedían un favor o incluso se le olvidaban objetos básicos para cualquier salida, como llaves, dinero, entre otras cosas. 

Llegó hasta un pequeño café que apenas y tenía gente consumiendo. Ahí se encontraba un joven asiatico-americano que tomaba un chocolate caliente. Aquel muchacho era dos años mayor que el mexicano. Tenía una tez blanca y unas cejas pobladas, cabellos alborotados, una expresión un tanto seria. Y en ese café, debido a la hora, los rayos del sol iluminaban al joven muchacho haciéndolo ver tan interesante, tan único, tan atractivo.

El chico moreno reaccionó después de contemplar aquella escena y se acercó no sin primero asustarlo con un "¡boo!" A lo que el otro de nombre Hiro solo voltearía  a verlo con cara de burla.

-¡Ha!, ¿qué tal Miguel?...- Dijo mientras sacudía los cabellos contrarios y le miraba divertido.

- ¿Te asusté? - Preguntó entusiasmado, aun sabiendo que obviamente no lo había logrado.

-No bobo... Te tardaste demasiado, ¿volvieron a pedirte que salieras a perseguir el camión de la basura? - Rio ante lo dicho. La familia del moreno siempre le pedía hacer cosas raras, según a su entendimiento. 

-No, solo... me distrajo una telenovela  - Ante lo dicho, los pensamientos de aquella escena que generó una pequeña riña con su abuela, le llegó a la mente.

-¿Telenovela? Creí que no te gustaban - Aclaró el mayor. - En fin, amm... tengo que darte algo - De la nada, el de piel blanca comenzó a comportarse un poco avergonzado. Se inclinó a su mochila para sacar una pequeña cajita roja envuelta con un moño blanco. Se la entregó al mexicano y esperó con unas ligeras marcas de sonrojo a que abriera dicho regalo. 

El otro muchacho que se hallaba frente a él no pudo contener una gran sonrisa mostrarse en su rostro, volteó a ver la pequeña caja con curiosidad. La tomó y miró al semi-asiático con emoción.

-¿Puedo abrirla? ¿puedo, puedo puedo? - comportándose como si fuera un niño de ocho años. Hiro solo sonrió con cariño y asintió para indicarle al otro que en efecto, abriera su pequeño obsequio. 

Dentro de aquella cajita de cartón se encontraban unas cuerdas para guitarra y un MP3 para que el menor pudiera escuchar las canciones que quisiera, sabía que amaba escuchar música a cada momento, pues, pensó que era el regalo perfecto. 

-¡Guau! Está de lujo. ¿Cómo pudiste comprar esto? - Dijo al momento en que sus ojitos brillaban de alegría. Ya se estaba imaginando como tocaría con sus nuevas cuerdas y toda la música que le metería a su aparato nuevo. Estaba realmente feliz. 

- Jaja... solo que no se como usarlo - Volvió a hablar el mexicano. Mirando con ligera extrañeza el MP3. El mayor, rió nuevamente y le dio un pequeño golpecito en la frente del otro para llamar su atención.

-Sabes que puedo ayudarte con eso... - Dedicándole una tierna y grata sonrisa. - F-Felíz... aniversario. - Mencionó el mayor bajando el tono de voz y esquivando su mirada hacia algún otro punto de la cafetería. Ciertamente, estaba muy avergonzado, se sentía como una colegiala tonta teniendo su primer amor, y si, así era, porque en efecto, él y el mexicano estaban en una relación desde hace ya un año. 

- Yo... amm... no sabía que darte así que te escribí la letra de una canción, bueno, no podría tocarla porque se me olvidó mi guitarra y realmente creía que sonaba bien sin un instrumento, lo dejé sin ¿música? ...- Si, en efecto,  estaba sumamente nervioso. Miguel nunca se imaginó que tendría un romance así con un chico mayor que el y sobre todo ¡Con un chico! Si, su subconsciente no podía estar tranquilo. Llevaba un año mintiéndole a todos que tenía un... novio

Hiro había llegado de la nada a su vida. Como un golpe de suerte, como una mañana con tamales, como lluvia en un día soleado. Así describía Miguel el sentimiento que tuvo cuando conoció al asiático-americano. Jamás imaginó que  fuera a ser parte de su vida. Su convivencia fue profunzándose más y más hasta que se volvieron indispensables el uno del otro y aunque tenían diferencias no solo en su forma de vida, sino que en sus actitudes y gustos, eso no impidió que se enamorara de él al poco tiempo. 

Y lo mismo para el de piel blanca. Miguel no solo le había hecho sentir más especial de lo que ya creía que era, le mostró una forma tan cálida de poder ser como persona. Su sonrisa, sus ademanes, sus ocurrencias, siempre era divertido y positivo estar con el menor. Le hacía ver el mundo de otra forma, de una más colorida y llena de tantas cosas que a veces la ciencia te cega un poco. Fue irresistible no caer ante su alegre ser, ante su ingenuidad, su hermoso lunar que se encontraba por sus lindos labios y su voz de ángel que le hipnotizaba. 

Básicamente, ambos habían encontrado en el otro lo que buscaban y les complemetaba de una forma casi divina, como si el mismo destino se hubiera encargado de unirlos. 

Regresando al tiempo real, Hiro sonrió para si al recordar todo lo que le gustaba de su ahora novio. Cerró sus ojos para luego abrirlos y encontrarse con el contrario. 

- Me escribiste un poema. ¿No es así? - aclaró para tomar un sorbo de su chocolate y ver entre las manos del moreno un sobre decorado de una forma pintoresca, a lo que el menor asintió y miró con vergüenza la mesa donde se encontraban. 

El Hamada tomó la carta y se dedicó a leerla, su pulso no dejaba de latir, porque en efecto se entendía que había sido escrito exclusivamente para él. 

Llegaste a mi vida de una forma inesperada.

Aún recuerdo el cantar de las aves que me indicaban tu llegada.

¿Quien és el extraño que veo a lo lejos?

No es un extraño, es mi amado que he esperado por tanto tiempo.

Como la luna y el sol somos tu y yo

Diferentes en nuestro ser como en nuestros mundos.

Llegaste a mi vida de una forma inesperada.

Mi corazón latió con fuerza al ver de lejos tu llegada. 

 

Terminó de leer el corto poema/canción que el menor le había escrito,  y tal como decía, ahora su corazón era el que no dejaba de latir. Adoraba a ese niño. Jamás creyó que fuera a caer ante tal cursilería, ah, que ingenuo es el amor y más aun cuando se trata de dos niños cuyas mentes aun son lo suficientemente puras para el mundo adulto.  

- Y... ¿Te gustó? -  Cuestionó el chico de apellido Rivera al americano-japonés. Su corazón latía con nerviosismo ya que no sabía que regalarle a Hiro a pesar de estarlo pensando por tanto, tanto tiempo. 

- Mmm, no soy muy cercano a la poesía - Dijo con tono juguetón para asustar un poco al otro. - Pero si, creo que esta bien...- Indicó guardando la pequeña carta con mucho cariño pero sin quitar el tono "déspota" que estaba usando para molestar al músico.

- ¡Lo sabía! Sabía que no te gustaría... - Llevando sus manos a sus ojos para cubrirse estos y recargarse en la mesa con aire depresivo. A pesar de estar tanto tiempo pensando y componiendo algo para su novio en su aniversario, se sentía un inútil.

Hiro vio la escena divertido, pero sabía que su pequeño de piel canela también era bastante sensible, por lo que decidió parar con su pequeña broma. 

Notando que el menor estaba recargando la cabeza sobre la mesa, boca abajo, el medio-japonés le pegó suavemente en la nuca sin lastimarlo, llamando su atención y provocando que Miguel subiera su rostro para saber que necesitaba, a lo que Hiro aprovechó para darle de sorpresa un rápido y fugaz beso en los labios. 

- Sabes que estoy jugando. Gracias... - Dijo expresando una sonrisa sincera, pasando a tomar una de sus mejillas - Es lindo leer todo lo que escribes - Diciendo esto de una forma en la que el mexicano le miraba totalmente perdido en lo que había pasado hace unos momentos. - Pero... - Volvió a hablar el mayor - Para el siguiente aniversario si quiero algo bueno, y que sea doble - Diciendo con seriedad. A lo que el otro solo rió y lo aventó ligeramente de su cercanía. 

- ¡Eres un tonto! - Sonriendo a la par que el azabache japonés. 

El tiempo después de este, ambos chicos consumieron sus alimentos, platicaron sobre lo que les había pasado en ese poco tiempo que no se vieron, se rieron, jugaron y finalmente salieron de la cafetería para aproximarse a un pequeño parque que casi no frecuentaban las personas. En aquella estadía, ambos se sentaron en una pequeña banca. Mirando hacia la nada. El de piel morena fue el primero en hablar. 

- Un año pasa demasiado rápido...- Volteó a ver a su actual pareja que seguía manteniéndose sereno en el ambiente.  - Y... Han pasado tantas cosas, creo que hemos hecho de todo juntos... ¿no?, Hiro. - Volteó a ver al mencionado, quien, había reaccionado rápido y se encontraba frente al rostro del menor. Así fue como en un solo acto ambos se besaron de una forma tan tierna y cariñosa. La acción era aún torpe pero no necesariamente inexperta  en el tema. Duraron así por un tiempo, sintiendo la temperatura del otro, suspirando. Se separaron cuando sus alientos lo pedían para tomar más aire, fue ahí cuando el americano-japonés habló esta vez.

-N-No todo... - Mencionó al tiempo en que miraba al lado contrario y se encogía entre los hombros. Si, Hiro ya estaba en una etapa más iniciada por buscar otro tipo de placeres, pero no por eso lo volvían un pervertido, solo en un muchacho curioso por ciertos temas. 

Al escuchar tal oración, Miguel se estremeció un poco. Una parte dentro de él sospechaba que tenía que ver con algo más que solo besos y caricias, algo mucho más profundo y que muy dentro de sí buscaba. Obviamente no le diría directamente a su actual pareja eso. Es decir, eran muy jóvenes aun. Ni si quiera sabía lavar sus propios calzones.  

- ¿Qué... Qué crees que haga falta? - Preguntó nervioso al pequeño genio.

- ...No se... dímelo tu... - esquivando la respuesta y tratando de disimular lo que estaba a punto de decir, además de explorar si el mexicano pensaba en lo mismo que él. 

-...Amm...¿Ir a una cantina? - Fue lo primero que se le ocurrió al azabache menor.

What!? No podemos hacer eso, somos menores de edad y no quiero beber alcohol. -Se  alteró un poco, le preocupó no saber que pasaba por la mente de  Miguel en esos momentos. Pero después supo como continuar con su confesión.  - A lo que me refiero es que... Nos falta hacer algo que si es de adultos, pero... no es ir a una cantina...- Ya, lo había dicho, podía esperar a que la tierra se lo tragara, a que el menor lo abofeteara, a que su familia lo viera como un degenerado con problemas, a que el mundo lo juzgara por estar con un niño menor que él por dos años. En fin,  Hiro ya se hallaba en el peor escenario posible. Ni si quiera sabía si el otro le iba a entender o iba a desviar la pregunta. Pero no fue así. 

-...Te refieres a...que tengamos se...sex... - Tragó frió - A que... bueno, ¿tengamos... hagamos el....amor? - Concluyó con las mejillas más que coloradas el pequeño músico.

Después de tal frase, ambos chicos se escandalizaron, sintieron su sangre arder y sin darse cuenta se posicionaron en cada extremo de la banca, marcando una notoria distancia. Hiro de inmediato tapó su rostro con sus manos y agachó su cabeza, mientras que Miguel usó su gorra de la sudadera roja que tenía encima, para cubrir igualmente su rostro. 

Estaban más que avergonzados. Tenían el corazón acelerado y se sentían como unos pobres e inocentes niños bobos. 

- ¡M-Miguel! ... ¿De dónde sacas esas palabras? Es decir... Eso lo hace sonar... peor...- Expresó con un poco de molestia para ocultar su timidez. 

- ¡E-Es que así se dice! Así lo dice mi abuelita y papás... y... el mundo, se dice así porque lo haces con alguien que amas. - Mirando de reojo al otro, sin querer alejar la gorra de su cara. 

- ... Si pero... Es mejor decir sexo. - Ahora habló decidido y con un aire demandante, no demostraría ante su novio que era un niño nerd virgen sin experiencia en esos temas. 

- Sexo suena más ... comprometedor... - Comenzando a acercarse al chico genio. 

- ¡Es lo mismo! - Dijo expresándose con un ademán de alzar las manos al cielo. Si, estaban entrando en pánico y por lo tanto a alzar la voz. 

- No, no lo es...- Insistiendo el moreno.

- Que sí... - Asegurando el mayor.

- ¡Que no! - Cortó de inmediato la distancia de la banca para poder enfrentarse como es debido ante esta gran disputa.

- ¡Si lo es! - Cruzándose de brazos el americano-japonés imitando la acción de acercarse lo suficiente para estar frente a frente en la banca. 

- ¡NO! -

- ¡SI! -

- ¡NO! -

- ¡SI! -

-¡No! No es lo mismo, yo no quiero tener sexo, ¡yo quiero hacer el amor  contigo! - Y de inmediato un silencio se percibió en el ambiente, Miguel al momento en que decía tales palabras se cubría su boca con sus dos manos, viendo con sorpresa el rostro de Hiro que se encontraba igual de impactado. 

El menor de la familia Hamada ahora estaba en algo así como en shock, no sabía como describir la emoción y felicidad que le daba saber que su pequeño novio pensara igual, y no fuera él el único que tenía en mente tal acto. 

Se quedaron en silencio, se miraron con sigilo hasta que las orbes de cada uno se encontraron entre sí,  profundizando sus miradas. Cualquier persona que pasara y los viera podría interpretar a primera instancia que ambos chicos se amaban con todo su corazón. 

 

.°-°-°.°.°-°-°.

Ese día terminó con un asiático llevando a su pequeño músico hasta su casa, ya era un poco tarde, las 8:00 pm si no se equivocaban. Antes de despedirse, se dieron un beso en el portón, mirando Miguel con cariño a su querido azabache. Cerrando la puerta despacio, cuando la cerradura hizo un "clic" de estar cerrada, el pequeño se recargó en la puerta y se deslizó para quedar sentado, recargando sus brazos sobre sus piernas. Suspirando alto. No podía creer lo que había dicho hace poco, se moría de la pena. Afortunadamente ambos lo tomaron bien, quizá si, es un poco apresurado para un año saliendo sin mencionar que no tenían nada de experiencia en esas cosas. En realidad nada. 

Antes de llegar a su casa planificaron con cuidado cada detalle, que les gustaría que hubiera, si querían escuchar algún tipo de música, que ropa llevar, que día, donde. Las últimas dos fueron las más complicadas. No podían irse a un hotel por ser menores de edad, lo cual dejaría dos opciones: O hacerlo en alguna casa de ambos o pedirle a un amigo que les prestara la suya. No, ambas ideas eran bastante descabelladas. Y sin tener donde, por obvias razones el cuando era más difícil y solo lo aplazaría aun más de lo que ellos querían. Derrotados, optaron por solo seguir su relación y festejar como era debido su primer año juntos. 

Mientras tanto, a la lejanía el azabache de mayor edad entraba a su casa desanimado, es decir, estaba muy feliz por lo que ocurrió ese día pero el tener que recorrer su fecha para estrenar a su "amiguito" no le animaba mucho que digamos. 

Absorto en sus pensamientos, subió a la cocina, sirviéndose cereal sin muchas ganas, como quisiera quedarse al lado de su querido Miguel todo el tiempo que quisiera,  no tanto para tener relaciones, solo para pasar el día con él, dos días con él. ¿Un fin de semana sería mucho pedir?.

Un ruido lo hizo despertar de sus pensamientos, era la tía Cass que había dado un azotón a la puerta de su habitación. Algo raro en ella, llamando la atención de su sobrino. 

- Hola tía Cass... - Saludó preocupado al verla tan concentrada en quien sabe que, no tenía idea, ella siempre procuraba estar animada. La mencionada reaccionó y volteó a ver a su pequeño Hamada. 

- Hiro, mi niño... - Suspiró de inmediato - Uff, pensé que aun no habías llegado - Rió al notar lo despistada que era. - ¿Que ocurre? ¿Te sientes bien? - Percatándose de que su familiar estaba también muy concentrado en algo que le traía dando vueltas a su mente. 

- No, estoy bien, gracias tía Cass, de hecho, hoy fue un día increíble - Recordando en su mente todo lo lindo que había pasado entre el moreno y él. 

- Oh, que bien, me alegra que al menos tu hayas tenido un lindo día... - volvió a suspirar recargándose en la mesa con una expresión de cansancio, pasando su mano por detrás de su propio cuello para masajearlo un poco. 

-¿Sucedió algo? - indagó el menor.

- Mmm, No es malo, es solo que, ¡agh! - movió sus manos de arriba a abajo, mostrando molestia, incrementando la curiosidad del muchacho.  - Hiro, mi gran y precioso sobrino... Tengo algo que pedirte...- Se acercó a él para tomarlo de los hombros estando de pie, quedándole el mencionado mas abajo por el mismo echo de que se encontraba sentado. 

- ¿Si tía Cass? - Alzó una de sus cejas. 

- Tengo un problema de papeleo y debo de resolverlo lo más pronto posible, el problema es que me pidieron ir hasta la embajada que se encuentra en la capital... así que... - Pausando un poco antes de decirlo, la verdad era bastante sobreprotectora con su pequeño Hiro.  - Así que ¿No importa que te deje a cargo este fin de semana? No podré estar contigo, el viaje lleva tiempo y tengo que irme desde el viernes en la mañana para regresar, si puedo, el domingo en la noche. No es mucho tiempo, ¿crees que puedas manejarlo tu solo? - 

El menor de los Hamada podía escuchar un cántico celestial, supuso que era una señal de lo alto que le permitía cumplir uno de sus sueños, si, quizá con tanta cercanía del mexicano él también se había vuelto un poco romántico y místico en esos sentidos. Dado a esto se alegró de una forma bastante veloz, algo que tuvo que controlar después de que su tía le mirara raro. 

- Ah... p-perdón tía Cass. Si, no hay problema, ya soy grande y soy un genio, ¿que podría estar mal? - Indicó, separando los brazos de su familiar y parándose del asiento para estar un poco más a su altura. 

- ¿Seguro? Me da muchísimo pendiente dejarte aquí solo... sin nadie. - le comentó cubriéndose la boca en señal de estar insegura si abandonar al menor a su suerte en su casa. 

El chico genio supuso que la mayor no iba a querer dejarlo. Era razonable. Todo era un riesgo, así que se le ocurrió ir directo con su plan. 

-¡Oh! ¿Te acuerdas de mi amigo Miguel? El que he traído a la casa varias veces.- expresó como si fuera la mejor idea del siglo. 

- ¿Hablas del cachetón de ojos bonitos con un lunar por sus labios? Ay, ¡claro que me acuerdo de él! Tu amigo el tiernito. - Cerrando sus ojos la mujer, cubriendose una mejilla indicando que el recuerdo del músico le traía un recuerdo muy dulce. 

Obviamente con tal descripción Hiro no dudo en sentir un poco de molestia hacia su tía, él era el único que podía decirle "tiernito" a su novio. 

-Bueno, si, ese. ¿Porqué no lo invito a pasar el fin de semana aquí? Así no estaré solo y dos mentes son mejores que una para cualquier situación, ¿no? - 

Después de la propuesta la de castaños cabellos se sintió más aliviada, le preocupó que no dejaran al otro pequeño a estar en su casa, pero aparentemente el azabache la convenció de que su familia había aceptado sin problema alguno. Todo esto sucedió un Miercoles por la noche. Hiro fue a avisar y pedir permiso a la abuela y padres del joven Rivera. Estos contestaron un "si" sin problemas. Ya era como parte de la familia. Aunque no en el sentido de pareja. 

Pasó un jueves, un largo y tedioso jueves. Miguel estaba inseguro, nervioso, emocionado. tres días enteros para él y Hiro solitos. ¡Que maravilla! Iban a poder abrazarse, decirse cosas cursis, besarse y... llegar a otras cosas, sin que nadie ni nadie los interrumpiera o juzgara. 

¿Qué tanto sucederá en aquel tan esperado y ansiado fin de semana?


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